Semana a semana, el doctor Diego de la Vega, psiquiatra del Hospital Virgen Macarena, ve desmentida la creencia de que el cannabis es una «droga blanda» que causa pocos efectos nocivos en el organismo. Por el servicio hospitalario en que se desempeña pasan decenas de adolescentes y jóvenes con trastorno psicótico inducido tras el que se esconde una adicción a la marihuana que hasta entonces no había dado literalmente la cara. No sólo se sorprenden los propios pacientes cuando se les hace ver las consecuencias del abuso de los porros sino, en no pocos casos, sus propios progenitores.
Al cabo del año, alrededor de quinientos jóvenes sufren en Andalucía trastornos psicóticos por fumar porros. Son evidencias científicas que acaba de publicar la prestigiosa revista médica «The Lancet», relacionando los trastornos mentales con los cannabinoides. Los resultados dibujan una gráfica en la que los trastornos mentales siguen el patrón del consumo medio diario de cannabis en las diez ciudades europeas de todo el continente en que se ha rastreado la estrecha relación entre los desórdenes psíquicos y el uso de una droga tan fácil de conseguir como el cannabis.
«El cannabis se asocia a la aparición de trastornos mentales, siendo especialmente significativo y grave en los trastornos psicóticos», sostiene el doctor De la Vega, quien relata la incredulidad que rodea, muchísimas veces, su revelación de que tras una obsesión compulsiva o un brote esquizoide se esconde una adicción al cannabis. «Incluso entre padres con formación universitaria y buena posición social, con conocimiento», reconoce. «Existen y son muy graves los efectos sobre los trastornos mentales», da la voz de alarma el psiquiatra, quien subraya una idea por encima de cualquier otra: «A mayor consumo, mayor riesgo de padecer un trastorno psiquiátrico».
Por su lado, la psiquiatra infantil Rafaela Caballero, directora del Centro Internacional de la Universidad de Sevilla, aporta el dato de los 551 menores de edad (443 chicos y 118 chicas) que precisaron de atención médica en Andalucía en 2015 conforme a las estadísticas del Observatorio de la infancia en Andalucía de la Consejería de Igualdad. Ese año, 641 menores de edad precisaron de tratamiento médico por adicciones. El cannabis representa el 85% de esas conductas adictivas que precisan atención sanitaria. A muchísima distancia de los 551 casos descritos por cannabis, los 38 por adicción a videojuegos, los 17 por alcohol o los 12 por tabaco e igual número por cocaína.
Experta en prevención de drogadicciones, Caballero trae a colación otro dato ciertamente preocupante: el 60% de los chicos de la ESOconsideran «fácil» conseguir hachís en menos de veinticuatro horas. No tanto como las dos drogas legales, tabaco y alcohol, cuya adquisición les está prohibida a su edad, pero muy por delante de otras sustancias estupefacientes: por ejemplo, el 20% de los jóvenes cree posible obtener éxtasis, heroína y otras drogas de síntesis en menos de veinticuatro horas.
«El mejor planteamiento para presentar las drogadicciones es asustando», confiesa con conocimiento de causa: «Después de ese primer susto por parte de los padres, vendrá la información y la respuesta». Caballero es firme partidaria de programas de prevención que involucren a la familia y el entorno de los chicos que potencialmente pueden caer en la droga porque «son los que mejores resultados ofrecen», aunque lamenta que muchas de las estrategias de prevención se interrumpieron por falta de presupuesto durante la crisis pero no se han vuelto a dotar económicamente.
Ambos psiquiatras intervinieron esta semana en una sesión en la Real Academia de Medicina de Sevilla, la más antigua de las academias hispalenses con 350 años de antigüedad a sus espaldas. En esa jornada quedó patente que la supuesta inocuidad del cannabis, tan extendida entre jóvenes e incluso adultos, está fuera de cualquier evidencia científica.
El doctor De la Vega expuso que los individuos con un genotipo determinado del gen AKT1 tienen hasta siete veces más riesgo de desarrollar una psicosis si mantienen el consumo de porros a diario.
Pero los chavales –y sus familias– no terminan de ver el peligro. En 2014, último dato disponible en el Observatorio Europeo de las drogas y las Toxicomanías, 11. 386 españoles reclamaron atención médica por primera vez por el abuso de cannabis. En total, 16. 478 personas seguían tratamiento por esta droga. Ocho años antes, en 2006, quienes precisaban de tratamiento sanitario superaban ligeramente los 4. 000 consumidores. La cifra se ha multiplicado por tres en menos de diez años.
El cannabis representa en términos absolutos aproximadamente el 34% de los casos admitidos a tratamiento médico en España. Lógico porque es, con mucho, la droga ilegal más consumida: el 17, 1% de la población española la consumió en los últimos doce meses (datos de 2017).
La doctora Caballero insiste en que los programas de prevención llegan tarde: «Deberíamos empezar a prevenir alcohol y tabaco con seis años, y otras drogas en el último curso de Primaria, pero ahora les solemos dar la información incluso después de que se hayan iniciado en el consumo de estas sustancias». En torno a los 13-14 años en que, de media, se inician en el consumo de alcohol y tabaco y en torno a los 15-16 para los porros.
El resultado es una conciencia muy laxa de los peligros de las drogas consideradas «blandas». Por ejemplo, sólo el 30% de los chavales andaluces entre 12 y 20 años considera bastante o muy arriesgado para la salud consumir cinco o seis copas durante el fin de semana.