LA PANDEMIA QUE VIENE…
En la Grecia clásica, las Erinias eran las encargadas de dar las malas noticias y hoy no están ellas. Por tanto, no quisiera ser yo quien las remplace.
Sin embargo, el dejar inquietudes, el comentar posibilidades ciertas, no implica esa homología o, menos aún, el divertimento trágico de quien se alegra en ser comunicador de tristezas.
No obstante, y en estos momentos, es necesario plantear conceptos que se consideran válidos, ciertos, necesarios… Y reitero el título al referirme a la pandemia que viene tras todas las circunstancias trágicas que en el mundo entero se han vivido con el virus. Concretamente, estoy hablando de una pandemia psíquica, que, tras lo vivido, está ya en boca de científicos, académicos, médicos, medios y vulgo, hablando de cómo las conductas sociales cambian. Unas, por obligación de supervivencia, otras, por la simple forma del cambio del cotidiano en nuestras vidas.
Y luego, cuadros de alta preocupación desde la psiquiatría social a la clínica. Y me refiero a lo peor: la desidia ante los hechos por multitudes, a quienes, mientras estén bien y en su delirante egoísmo, no les preocupan, no les importan el sufrimiento ni las tragedias de la gran mayoría, desde sus múltiples ángulos, no solo de salud mental… también en el marco de afectantes vitales como la familia, el trabajo, la economía, el buscar alimento, frase cuasi bíblica que en estos tiempos es impactantemente cierta, el quehacer cotidiano, el devenir de esta nueva vida, en otras palabras, y, basándose en el aforismo inmaduro de “ande yo caliente…” pues hacen oídos sordos a lo que tal vez el destino irónicamente les depara en un futuro mediato.
Así pues, consideremos la salud mental y sus contextos (Martí-Tusquets, 1976; Martí-Tusquets, Murcia Grau, 1987, 1988).
De meses atrás ya se viene hablando, avisando, expresando con ejemplos y casos de colegas nuestros, en Valencia, Barcelona, Madrid, en toda Europa, África, Asia y, desde luego, América, que, no solo han dado la vida por la humanidad, en la trinchera de clínicas y hospitales; y otros aún se mantienen impertérritos en esos lugares.
Quedan los afectados y por afectar ante la angustia ocasionada por algunos irresponsables que no creen en lo que estamos viviendo, así como por la tristeza de quienes se han ido, o el agotamiento psicofísico en sus horas de lucha, de guardias, de sobreesfuerzos, más allá de límites antes ni pensados por ellos mismos.
Un sincero y emocionado recuerdo a los colegas que ya no están, se fueron por salvar vidas, y a los que aún, maltrechos y agotados, continúan al frente en sus, en muchas ocasiones, inhóspitos lugares de trabajo y sacrificio, aunque esa palabra suene a ripio constante.
En epicrisis. org, revista del Colegio Colombiano de Médicos, se ven por semanas títulos como “Algunas reflexiones acerca del suicidio en médicos”; “La lucha de los héroes por dignificar su labor”; “Una mirada desde la bioética a la pospandemia”; “Soledad, angustia, sexualidad y menopausia”; “Los médicos y el personal de salud representan la cura y no la amenaza”; “Carta abierta a todos los colegas médicos que están en la primera línea para la atención de la pandemia”.
Y así en tantas y tantos temas descritos por médicos, enfermeras, paramédicos, personal sanitario por y en cualquier país, religión o lenguaje. Los médicos…. ¡¡nos estamos reventando!! ¡Los equipos de sanidad están en sus límites máximos!
Esto es un grito justo, sincero, profesional, humano.
Así las cosas, la pandemia psíquica que viene… entre la sociedad en general, y el colectivo médico en particular, ya la estamos viviendo.
Y en salud sexual… donde el cerebro rige a las hormonas, los sentimientos tienen en estos momentos unos niveles de presión, consideración, aceptación y valoración jamás vividos desde la gripe española que se extendería por el resto del mundo a partir del verano de 1918.
Como dije en un artículo haces semanas, “la sexualidad no se ha ido, pero en estos tiempos duerme…” Con ello no niego la actividad sexual, ni la posibilidad de placer, sensualidad ni erotismo, pero, basándome en estudios realizados por muchísimos colegas a nivel mundial, hemos visto cómo, también en la sexualidad, se han presentado cambios de conductas, rotura de hábitos y, por desgracia, también tragedias de alcoba, como diría el gran Tolstoy.
Si ponemos palabras clave para valorar, no lo expuesto por esta pluma, sino los porcentajes, que no se equivocan, diríamos: ansiedad, miedo al vivir, a contagiar o ser contagiado, a la calle, a contactar, a hablar, ¡al salir! Y, por otro lado, y como resultantes, la angustia, la cual en muchísimas ocasiones pasa a la agresividad, al descontrol de impulsos… Trastornos de personalidad, la depresión, sin olvidar la psicosis que, por todo esto, unido, ¡puede llegar y afectar!
Y en sexología se aprecia preocupantemente un aumento en la alteración de las disfunciones en todas sus tres fases (Kaplan, 1974) que solo quienes las sufren o quienes tales casos escuchamos y atendemos conocemos con su misterio nefasto de la realidad respecto a este íntimo tema.
Por todo esto, por la salud mental y sexual, por intentar que esta nueva pandemia nos coja más preparados frente a la que produjo el virus, es que necesitamos utilizar nuestra máxima: la salud basada en la evidencia. Y sería importante variarla circunstancialmente por la salud basada en la prevención —al menos, en todo cuanto se expresa—.
Para terminar, dejar una inquietud: en nuestras manos está crear nuevos programas, generar nuevos métodos y buscar de forma interdisciplinaria, así como integradora, cuanta información podamos conseguir, para controlar esta pandemia psíquica y lograr así para nuestros pacientes y para nosotros mismos, humanos —y posibles pacientes, sin duda— una ilusión por el futuro. Una fuerza de respuestas, una gigantesca batería de ideas y soluciones, para, conformémonos, no mejorar, tan solo mantener la calidad de vida de nuestros pacientes, y el bioequilibrio mental.
Escribir, en ocasiones, no solo es expresar, compartir, comunicar. En estos tiempos también se admite el gritar. El gritar con ansia, en unas letras, cuanto consideras puedes decir, para ayudar con humildad por los pensamientos engendrados y que, tal vez, otros ya saben, o piensan. ¡Un saludo para ellos!
En estos momentos es necesario considerar conceptos válidos, ciertos, necesarios… Al referirme a la pandemia que viene tras todas las circunstancias trágicas vividas con el virus en el mundo; estoy hablando de una pandemia psíquica, que está ya en boca de científicos, médicos, medios y vulgo, hablando de cómo las conductas sociales cambian; por obligación de supervivencia o por la simple forma del cambio del cotidiano en nuestras vidas.
Consideremos la salud mental en este contexto. Se viene hablando, avisando, expresando de colegas nuestros, en Europa, África, Asia y América, que no solo dieron la vida por la humanidad, en la trinchera de clínicas y hospitales y de otros que se mantienen impertérritos allí. Un emocionado recuerdo a los colegas que ya no están, se fueron por salvar vidas, y a los que aún, agotados, continúan al frente en sus, en muchas ocasiones, inhóspitos lugares de trabajo y sacrificio. Y así es en tantos temas descritos por médicos, enfermeras, paramédicos, personal sanitario por y en cualquier país, religión o lenguaje. Los médicos…. ¡¡nos estamos reventando!! ¡Los equipos de sanidad están en sus límites máximos!
La pandemia psíquica que viene ya la estamos viviendo.
Y en sexología se registra preocupantemente un aumento en la alteración de las disfunciones en sus tres fases que solo conocen quienes las sufren o quienes tales casos atendemos con su misterio nefasto de la realidad respecto a este íntimo tema.
Para terminar, una inquietud; en nuestras manos está crear nuevos programas, generar nuevos métodos y buscar de forma interdisciplinaria, integradora, cuanta información podamos conseguir, para controlar esta pandemia psíquica y lograr así para nuestros pacientes y para nosotros mismos una ilusión por el futuro.
Central Médica de Sexología-CMS Director científico
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