Retomando la tradición cultural sobre la relación entre la creatividad o el individuo creador y la locura, se valoran ambos conceptos, creatividad y locura, y la proximidad que se ha querido ver en ocasiones entre ellos, a la luz de un tercer concepto, el de la diferencia.
De esa reflexión se extraen algunos elementos para una visión desmitificadora pero comprensiva a la hora de considerar el vínculo cultural entre locura y creatividad.
Creatividad, locura y diferencia.
(Creativity, madness and difference. )
Julio Romero.
Facultad de Educación. Universidad Complutense de Madrid
C/ Rector Royo Villanova s/n
C. P: 28040
PALABRAS CLAVE: Locura, Creatividad, Artista, enfermedad, Diferencia.
(KEYWORDS: Madness, Creativity, Artist, Illness, Difference. )
[25/2/2003]
Retomando la tradición cultural sobre la relación entre la creatividad o el individuo creador y la locura, se valoran ambos conceptos, creatividad y locura, y la proximidad que se ha querido ver en ocasiones entre ellos, a la luz de un tercer concepto, el de la diferencia. De esa reflexión se extraen algunos elementos para una visión desmitificadora pero comprensiva a la hora de considerar el vínculo cultural entre locura y creatividad.
A lo largo de los siglos, una extensa tradición cultural ha venido relacionando de manera más o menos directa la creatividad con la locura. Cierta o falsa, tal vinculación ha servido de argumento al arte, ha vestido en ocasiones al personaje del artista, ha teñido los cristales tras los que se ha contemplado al creador y continúa, todavía hoy, muy presente en formas cotidianas de pensar acerca del individuo creativo o el artista. En ese diálogo entre creación y locura, y con cierta intención desmitificadora, un tercer término puede arrojar alguna luz: el concepto de diferencia.
Creatividad y diferencia
Todo lo creativo es diferente. Las definiciones más aceptadas de creatividad ?dentro de lo difícil que es definir clara e inequívocamente ese término? contienen al menos dos componentes fundamentales: la novedad y el valor (por ej. 1, 2, 3, 4, 5 y 6).
La novedad equivaldría a la originalidad, a la diversidad, en último caso, a la diferencia respecto a lo ya hecho, conocido, pensado, dicho, encontrado. El valor se refiere a la utilidad de ese producto diferente, a su funcionalidad, su mérito, su aporte a la hora de solucionar un problema o de abrir nuevas vías. Lo creativo requiere, para ser considerado como tal, de ambos factores: diferencia y utilidad. En ese sentido, todo lo creativo ?insistimos? es diferente, pero no todo lo diferente es creativo.
La diferencia es, efectivamente, uno de los componentes de lo creativo, pero también lo es de otros ámbitos como el de la enfermedad, el de la exclusión social, el de la anomalía. . . Diferencia respecto a la normalidad, a lo habitual, a lo ordenado, que encontramos tanto en un campo como en los otros.
Creatividad y locura
Por ese hilo conductor de la diferencia, la creatividad conecta con la locura. De la misma manera que normalidad y locura no son vistos actualmente como polos opuestos y separados sino como partes de un continuo, creatividad y locura también parecen mantener una proximidad no demasiado delimitada. Desestabilización, desequilibrio, locura son territorios vecinos de la creatividad en la tradición cultural, y a veces sin que sea fácil descubrir a primera vista mojones o señales claras de separación entre una parcela y otra. Ambos ámbitos tratan con lo diferente, lo que se escapa del mundo habitual, ambos son vistos en gran parte como diferentes a lo conocido, a lo previsible, a lo normativizado. En el terreno psicológico, la locura, en última instancia, es el lugar de la diferencia, es el otro lado de lo considerado normal. Si nos situamos en el campo de lo social, nos encontramos con que lo diferente aparece en ocasiones como un cuestionamiento o una amenaza frente a lo cotidiano, a lo normativizado, a la seguridad de lo propio. La diferencia, entonces, es una cualidad que caracteriza a algo como creativo, pero también es lo que remite a aquello que denota la excepción a la regla, que queda fuera de control, que amenaza potencialmente el orden social o psicológico existente.
En nuestra cultura, configurando una forma de pensar bastante generalizada acerca de la persona creadora, se acumulan una serie de mitos de larga tradición como el del genio loco o con un toque de locura, como el del artista excéntrico, como el del creador en contra del orden social establecido, como, en último caso, el del individuo creativo que es alguien cualitativamente diferente respecto a los demás. Mitos culturales como el de la creatividad en forma de don natural, como el del proceso creativo transcurriendo en gran parte por caminos alejados de lo racional, como el de la creatividad manifestándose a través de la espontaneidad y el juego pero que es coartada por el aprendizaje, por las normas y por el control de la razón son también comunes, y coinciden en aludir, de una manera u otra, a una forma de pensar, sentir o actuar que no es la habitual, que es diferente, que no puede hacerse encajar completamente en el lecho de lo racional, lo conocido, lo familiar, lo explicable, lo gobernable. En síntesis, este bagaje cultural viene a decir que el creador no es como los demás, que el proceso creador no transcurre completamente por los cauces de la razón; viene a subrayar la diferencia respecto a lo normal, lo habitual, lo racional. .
En esa dirección, revisando la evolución cultural de las ideas acerca de la hipotética locura del genio creador, George Becker (7) señalaba precisamente dos elementos siempre presentes en la caracterización cultural de ese genio cuando se le pensaba como vinculado de una u otra forma a la locura o la enfermedad y que, a su vez, lo distinguían del mero individuo de talento: la cercanía con lo sobrenatural, con lo irracional, por un lado, y la diferencia cualitativa con respecto a lo considerado normal, por otro. Ese componente mágico, sobrenatural, semirreligioso, divino o inexplicable, y esa diferencia cualitativa parecen ser dos de los elementos claves en la concepción cultural del genio creador que traen consigo, con facilidad, su consideración como mentalmente insano.
Como observa Becker, es en el siglo XIX, en pleno romanticismo, cuando se configura definitivamente la imagen cultural moderna del genio creador, recogiendo toda una compleja trayectoria de ideas sobre el creador y sobre la creación. Según ese modelo cultural, el genio creador se distingue del individuo con talento no por una mera desviación de la media o una cuestión de grado en cuanto a capacidades, destrezas o realizaciones, sino por un salto cualitativo: ese genio creador es distinto, es diferente, algo en él no se puede entender ni explicar. En esos mitos culturales, el creador no es alguien con mayor capacidad o con mayor dominio técnico, o al menos no es sólo eso, sino que además es distinto en su forma de pensar, sentir, actuar. Su relación muchas veces resaltada con la locura, la enfermedad, encaja perfectamente en ese esquema cultural.
Así, una serie de creencias de larga tradición en nuestra cultura confluyen todas en, al menos, un elemento común: apuntan hacia la diferencia del creador o del producto creado. Todo ello configura una imagen del artista en la que el papel de esa esfera irracional adquiere una significativa relevancia. Se trata de un modelo cultural que está vinculado de alguna forma a la locura y que se propaga de forma espectacular.
La ambivalencia de lo diferente
Si la creatividad es una capacidad humana que despierta un gran interés, y si los creadores pueden convertirse en personajes de leyenda es, en parte, por la carga enigmática que estas creencias le otorgan, al presentarla como algo especial, diferente. Esa diferencia es un factor clave en la caracterización cultural del creador y en su vinculación más o menos enfatizada con la locura, y compone un halo de enigma y misterio alrededor de todo lo que tenga que ver con lo creativo que lo sitúa bajo una luz peculiar, sugestiva y atrayente.
Pero ese carácter enigmático por lo diferente, que muchas veces toma la forma de enfermedad, sufrimiento, conducta excéntrica, locura, tiene diversos efectos, uno de ellos la ambivalencia que acompaña siempre a la creatividad. La diferencia se percibe, ya sea en el ámbito psicológico o en el social u otros, con características contradictorias.
Como ha ocurrido en repetidas ocasiones a lo largo de la historia con la figura del loco, que seduce tanto como inquieta en su empeño por habitar fuera del espacio conquistado por la razón y la conducta admitida, o con la figura del extranjero, que no puede evitar proceder de otro mundo que no es el nuestro y que despierta igualmente actitudes ambivalentes de atracción y rechazo, o con otros personajes de la misma naturaleza ambigua, la creatividad no puede escapar de ser vista también, en el fondo, como algo ambivalente. Del mismo modo, el creador es contemplado en ocasiones como un personaje igualmente contradictorio, pues trata continuamente con la diferencia, con lo que no encaja o va más allá de lo conocido, con lo que se sale de los límites que habitamos o que los fuerza.
La diferencia es la fuente de donde surgen los descubrimientos, pero de donde mana también lo que trastoca el orden establecido, lo que se muestra difícil de gobernar, lo que cuestiona la comodidad de lo habitual, lo que amenaza desde la profundidad de un pozo desconocido. Fuente de dones y riquezas o pozo de peligros y padecimientos, lo diferente, como la creatividad y como la locura, tiene al menos dos caras. En definitiva, la creatividad interesa e inquieta a la vez, y el creador es un personaje que puede aportar soluciones novedosas pero también trastocar el mundo; genera admiración y atracción y provoca desconfianza y rechazo.
De alguna manera además, esas ideas sobre la creatividad, sobre el proceso creativo y sobre la persona creadora como algo que es diferente y en ocasiones alejado de la razón colaboran, indirectamente, a mantener bajo cierto control la creatividad misma y sus implicaciones. Ayudan, se quiera o no, a situar lo relacionado con la actividad creadora dentro de un terreno que no se toma completamente en serio y a no dar demasiada oportunidad a algo que, además de atracción, genera desconfianza. Locos y artistas o creadores participan igualmente de este fenómeno.
Los mitos citados sobre la locura, excentricidad o diferencia del artista sirven para realizar el doble juego de ensalzar lo que a la vez se relega al patio trasero. Como señalaba Trilling (8), permiten situarse ante el creador o sus obras con la comodidad de saber que se puede escuchar o no lo que dice, ya que podemos adjudicarle la etiqueta de la locura, la extravagancia o el desvarío en cualquier momento. Actúan estas ideas, en definitiva, como un elemento de control social o ideológico, potenciando la uniformidad y manteniendo entre comillas las tendencias al cambio, los cuestionamientos, las versiones diferentes.
La necesidad de una revisión crítica
Habría que revisar esas creencias o, al menos, evitar que su propagación, muchas veces implícita, indirecta o inadvertida, colabore a presentar lo creativo como algo meramente exótico o como una cualidad de algunos individuos distintos. Sin embargo, el estudio de esas creencias culturales no tiene por qué ir dirigido a suprimirlas, como si fueran completamente falsas, sino a descubrir qué hay en ellas de verdad. Esas ideas acerca de lo creador como algo que implica diferencia, en la línea de los mitos culturales citados, contienen una parte de verdad que pide ser atendida; nos muestran aspectos de la creatividad que muchas veces se pasan por alto, atendiendo sólo a su lado positivo o no problemático. La revisión de esas creencias culturales permite elaborar una visión comprensiva de la creatividad que contemple sus diferentes caras y la considere, sin simplificarla, en su complejidad, como fuente de innovación pero también de conflicto, como vía de equilibrio y desarrollo pero también de desestabilización.
El estudio de esas creencias culturales abre una vía que debería, finalmente, extender el concepto de normalidad difuminando sus límites con lo anormal, lo patológico o lo extraño; construir una visión más completa de la vida racional del ser humano que integre lo afectivo, lo analógico, lo contradictorio, lo que escapa a la propia razón; elaborar una visión de la experiencia humana que dé cabida a todo aquello que se escapa a lo normal, lo habitual, lo gobernable. . incluir la diferencia dentro de la normalidad. La creatividad es paradójica, es problemática, desborda a veces a lo racional, tiene varias facetas contradictorias porque el ser humano y la experiencia humana comparten esas mismas características. Como dice Edgar Morin, el “Homo sapiens es también indisolublemente Homo demens” (9).
Referencias
(1) MARÍN, R. Y DE LA TORRE, S. (1991). Manual de la creatividad. Aplicaciones educativas. Barcelona: Vicens Vives.
(2) MARINA, J. A. (1993). teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama.
(3) OCHSE, R. (1990). Before the gates of excellence. Cambridge: Cambridge University Press.
(4) RODRÍGUEZ, M. (1990). Manual de creatividad. Los procesos psíquicos y el desarrollo. México: Trillas.
(5) ROMO, M. (1997). psicología de la creatividad. Barcelona: Paidós.
(6) STERNBERG, R. S. (1999). “The concept of creativity: prospects and paradigms”. En ROBERT J. STERNBERG (ED. ) Handbook of creativity. Cambridge: Cambridge University Press.
(7) BECKER, G. (1978). The Mad Genius Controversy. A Study in the Sociology of Deviance. Beverly Hills, CA. : Sage Publications.
(8) TRILLING, L. (1971). “Arte y neurosis”. En Lionel Trilling, La imaginación liberal. Barcelona: Edhasa. pp. 192-214.
(9) MORIN, E. (2001) La mente bien ordenada. Barcelona: Seix Barral.
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