En Occidente, la confrontación semántica "Mythos - Logos" tiene una larga y trágica tradición, durante la cual "mythos" pasó de ser la palabra inmediata y reveladora de un más allá, a ser la palabra supersticiosa y falsa.
El objetivo del presente trabajo es rescatar la forma de conocimiento mítico, tratando de demostrar que, junto con la forma de conocimiento lógica, conforman un abanico de expresividades que se complementan y potencian mutuamente para describir la realidad antropológica del paciente que es objetiva y subjetiva, lógica y mágica, verbalizada e inefable.
El proceso de la cura: una propuesta a partir de la integración "mythos - logos".
Marta Beatriz Guberman.
Universidad Católica de La Plata
Av. Cabildo 160 1º D, C. P: 1426
Buenos Aires. Argentina
PALABRAS CLAVE: Mythos, Logos, psicoterapia.
[12/2/2003]
En Occidente, la confrontación semántica "Mythos - Logos" tiene una larga y trágica tradición, durante la cual "mythos" pasó de ser la palabra inmediata y reveladora de un más allá, a ser la palabra supersticiosa y falsa.
El objetivo del presente trabajo es rescatar la forma de conocimiento mítico, tratando de demostrar que, junto con la forma de conocimiento lógica, conforman un abanico de expresividades que se complementan y potencian mutuamente para describir la realidad antropológica del paciente que es objetiva y subjetiva, lógica y mágica, verbalizada e inefable.
Propongo que partamos de la idea que toda conducta del paciente, ya sea verbal, gráfica u onírica, se le presenta al terapeuta como un enigma a descifrar.
De acuerdo a la definición de los pitagóricos, el enigma (“ainigma”) es aquello que apela a la comprensión oculta porque tiende a revelar lo que no se dice. Es decir, el enigma es un medio que nos permite acceder a algo de difícil o imposible entendimiento porque apela a nuestra capacidad para intuir lo que no se dice. Todo enigma, entonces, o toda conducta del paciente, tendrá un doble nivel de significación: lo cognoscible y lo intuible, lo cual nos lleva a la clásica oposición “mytho – logos”
En Occidente, esta confrontación semántica tiene una larga y trágica tradición, durante la cual “mythos” pasó de ser la palabra inmediata y reveladora de un más allá, a ser la palabra supersticiosa y falsa.
Es cierto que el descubrimiento de la razón aparejará innumerables beneficios, pero no menos cierto es la profunda ruptura que significó para la historia de la Humanidad.
Originariamente, “mythos” significaba lo mismo que “logos”: palabra. La diferencia radicaba en que el mito era la palabra hablada y el logos, la palabra pensada, pero ya para el siglo V a. de C. “mythos” adquiere la connotación negativa de lo falto de verdad.
Afortunadamente, las posiciones radicalizadas de uno y otro extremo, hoy son consideradas inadecuadas. Haciéndose eco de las palabras de Rilke, “Bienaventurados los que saben que más allá de todos los lenguajes existe lo Inefable”1, las diferentes posiciones teóricas y filosóficas actuales han dejado los reduccionismos y tienden hacia un punto de integración.
Esto significa que hoy no se trata de suprimir, sino de integrar, de coimplicar armoniosamente lo implícito y lo explícito, la claridad y la penumbra, la distinción y la ambigüedad. Sólo así será posible ir en busca del verdadero ser humano.
Mythos y Logos no se autoexcluyen. Por el contrario, ambos forman un abanico de expresividades, complementándose y potenciándose mutuamente. Sólo ambos, en forma conjunta, le permitirán al hombre orientarse en el mundo, configurando un sentido a su existencia.
La separación de ambos lleva al Logos a su aislamiento, imposibilitado de aprehender las esperanzas, los deseos, las inquietudes. El Mythos, por su lado, lejos de la crítica del Logos, queda a merced de la manipulación, so peligro de usar su fuerza en forma destructiva y perversa.
Ejemplo del Logos aislado del Mythos, lo vemos en el fatalismo y escepticismo reinante en gran parte de la generación de pos guerra, pero también se está haciendo notar en las nuevas generaciones. Su nota distintiva es una actitud provisional ante la vida: vivir al día porque tal vez mañana no estemos. Y si estamos, todo será igual. ausencia de valores como el amor, la solidaridad, la justicia, cierra la esperanza a un futuro mejor, porque basándose en el puro razonamiento es imposible tener fe en el porvenir.
Por su parte, el Mythos aislado del Logos no es menos peligroso. Ejemplo de su manipulación lo encontramos en los regímenes políticos mesiánicos y fanáticos cuya ausencia de razonamiento crítico los lleva a perpetrar los crímenes más terribles en nombre de los valores que dicen sostener.
En el terreno de la psicología, el Logos separado del Mythos, lo hallamos, por ejemplo en las corrientes que han extrapolado de la Medicina, el modelo biologista mecanicista, considerando al hombre como un animal evolucionado. O en la psicología Experimental del siglo XIX, que buscaba el sustrato orgánico de los fenómenos psicológicos.
Para encontrar un ejemplo del Mythos separado del Logos, tenemos que llegar hasta la segunda mitad del siglo XX, en el que renace un esoterismo semejante al medieval, aunque con características propias. Estas escuelas llamadas “de la nueva era” o “New Age”, no sólo han invadido el campo de la psicología, sino más bien el de la Cultura en general, proponiendo estilos musicales, dietas alimentarias, y en general, una filosofía de vida basada en una visión cosmológica que sostiene que todos los fenómenos, tanto los empíricos como los históricos y culturales, esconden un sentido unitario y trascendente que es inaccesible a la razón, por lo que la forma de conocimiento que proponen es sobre la base de la cábala, la magia y la mística.
Lo cierto es que el ser humano se expresa al mismo tiempo mediante el mythos y el logos, mediante la imaginación y la abstracción, porque, al decir de Duch, es la única forma en que el hombre puede superar los límites de su sola razón. La complementariedad de los dos discursos es su mejor manera (y tal vez la única) que dispone para expresarse exhaustivamente.
La forma de conocimiento que ofrece el Mythos es inherente al ser humano. De hecho, toda experiencia, toda emoción, todo sentimiento, toda conducta, conlleva aspectos míticos en el sentido de inexplicables. Y no podría ser de otra manera porque el mito posee, como característica fundamental, anular la distancia entre el sujeto y su realidad. En otras palabras, el mito establece una relación de inmediatez entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido.
La realidad de la que habla el Logos no es la realidad misma, la realidad “objetiva” y “aséptica”, sino que es la realidad del sujeto que la está conociendo, y conocer es tergiversar porque el conocimiento ilumina pero también transforma.
Pero cuidado: la afirmación del Mythos no significa la negación del Logos ya que es la complementariedad de ambos lo que nos permitirá describir más cabalmente la realidad antropológica de la existencia humana.
Si la ciencia es una elaboración de la realidad, no lo es menos el mythos, cuya forma de conocimiento permite la relación del hombre con los aspectos más cambiantes de su existencia: el ser, la verdad, el amor, para nombrar sólo algunos.
Mythos y Logos tienen el mismo punto de partida y la misma intencionalidad, que es el conocimiento. Uno lo hace implícitamente, de manera intuitiva y pre lógica. El otro es explícito y reflexivo. No se autoexcluyen ni se suplantan, sino que armonizan y se complementan.
Jamás podrán ser autónomos uno del otro: la imagen nunca podrá prescindir del concepto, como tampoco éste podrá hacerlo de la imagen.
La complementariedad de ambos discursos permite una expresión integrada e integradora de los diferentes aspectos del ser humano, llevándolo a un crecimiento armónico para su propio beneficio y el de su comunidad.
Y es precisamente en este contexto de complementariedad e integración en el que concebimos al proceso de la cura en psicoterapia, porque ¿acaso tan sólo juega en nosotros el conocimiento lógico cuando decidimos el cómo, el cuándo, el porqué, el para qué de nuestras intervenciones? ¿Tan sólo nos guía el Logos cuando sentimos la íntima convicción de que somos capaces de ayudar al otro? ¿Es exclusivamente el conocimiento de la teoría el que nos dicta el momento en el que podemos dar una información, una sugerencia, una interpretación?
El conocimiento mítico actúa como una “reflexión” (permítasenos la paradoja), reflexión que ha sido borrada del campo de la conciencia pero que sigue proporcionando inagotablemente, sabiduría. Es algo que sin conocer de una manera reflexiva, a modo de “docta ignorantia”, nos ofrece la posibilidad de llegar a un conocimiento superior.
Esto, para los que, además, ejercemos la docencia, debe hacernos plantear seriamente, el modo de transmisión de la ciencia.
Estamos en el siglo XXI y nuestros claustros han profundizado más aún la brecha entre las llamadas “verdades de la fe” y las “verdades de la ciencia”.
Con una actitud típica de la Edad media pero “agiornada”, nuestros ámbitos académicos, haciéndose eco del doble discurso imperante en todos los campos, reserva el mito al ámbito privado y se pavonea con el logos en el ámbito público.
Tal supremacía del Logos transforma a la experiencia humana en algo cerrado y acabado, y los sistemas teóricos que así la conciben, ya sean religiosos, políticos o científicos, van hacia una progresiva esclerotización de sus enunciados.
Quiero ser clara: no es el relato mítico lo que interesa, sino la forma de conocimiento que el mito proporciona. Forma de conocimiento diferente a la racional y conciente porque su objeto está fuera de ese campo. Forma de conocimiento a la que el hombre accede cuando la perplejidad le impide aprehender lo complejo, inaprehensible, inacabable e inefable de su propia vida. Forma de conocimiento que le permitirá sumergirse en lo más profundo de su existencia en busca de un sentido.
La palabra “mytho”, al igual que “misterio” y “místico”, tiene la raíz “my” que proviene del verbo “myo” y puede traducirse como “cerrar los labios”. Y es precisamente eso lo que uno se ve movido a hacer frente a lo inconmensurable del devenir humano, el cual, al igual que un enigma pitagórico, apela a nuestra capacidad para intuir lo que no se dice.
Sería imposible abarcar, o intentar abarcar toda conducta humana sin tener en cuenta sus dos niveles de significación. En otras palabras, para conocer al ser humano debemos apelar a ambas formas de conocimiento: la mítica y la lógica.
El sano y genuino ejercicio de iluminar por medio de la razón debe ser conciente de sus propias limitaciones: si ilumina la oscuridad jamás podrá conocerla, ya que al pretender hacerlo romperá, precisamente, su naturaleza.
Por lo tanto, una razón conciente de que no poder dar cuenta de ciertas zonas del experienciar humano porque son ajenas a su discurso, será una razón que le da al hombre la capacidad de ser medido, la conciencia lúcida de que la riqueza del ser no puede ser abarcada solamente por ella, ni solamente por el mito, y el reconocimiento de que hay sentidos frente a los cuales debe declararse ciega, sorda y muda. Sobre esta paradoja, paciente y terapeuta transitarán el camino hacia la cura.
Bibliografía
BOLLNOW, O. “Antropología Filosófica” Escritos de Filosofía. Academia Nacional de las Ciencias nº 12, año VI, 1983, páginas 3 –19
DUCH, Ll. Mito, interpretación y cultura. Barcelona, Herder, 1998
DURAND, G. “El hombre religioso y sus símbolos”, en Tratado de antropología de lo Sagrado (tomo I), Madrid, Editorial Trotta, 1995, Capítulo 3
GARCÍA BAZÁN, F. “Esoterismo” Enciclopedia Iberoamericana de psiquiatría, Panamericana, Buenos Aires, 1995, páginas 522 -528
MANDRIONI, H. “Hombre, razón y alteridad”. Escritos de Filosofía. Academia Nacional de Ciencias nº 12, año VI, 1983, páginas 53 -65
VERNANT, J. P. Mito y pensamiento en la Grecia Antigua. Barcelona, Ariel S. A. , 2edición en castellano, 1985
Citas
1 Citado por L. Duch “Mito, Interpretación y Cultura”. Editorial Herder, Barcelona, 1998, página 100
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