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La emoción desde el punto de vista sartriano. Repercusiones para la psicología.

Fecha Publicación: 01/03/2007
Autor/autores: Marino Pérez Álvarez

RESUMEN

Según Sartre el mundo puede presentarse de dos maneras distintas. En primer lugar el mundo puede aparecerse como un complejo organizado de utensilios o instrumentos. En esta configuración del mundo cada utensilio remite a otros utensilios de tal suerte que, si se quiere producir un efecto, habrá que actuar sobre un cierto instrumento por medio de otro utensilio. Ahora bien, para Sartre el mundo también puede aparecerse como una totalidad no-utensilio, es decir, modificable directamente y sin necesidad de que el sujeto actúe sobre unos instrumentos que, a su vez, remitan a otros. Se trata del mundo de la magia y, también, del mundo de la emoción.

Frente a otras concepciones de la emoción, la visión sartriana la sitúa, pues, como una conducta intencional que pretende modificar la realidad como un todo, al igual que ocurre con la magia. La presente comunicación explora este mundo de la emoción como una operación mágica que, a la postre, atrapa al sujeto en su propia lógica. Se sugiere que este mismo fenómeno, en que el sujeto queda atrapado en una lógica sin salida, se da también en una variedad de fenómenos psicopatológicos. Por último se critica la concepción sartriana de la emoción al aparecer como un fenómeno desvinculado de sus raíces socio-históricas en que la persona se encuentra y se apunta hacia un entendimiento cultural de la emoción y la patología.


Palabras clave: Sartre, emoción
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

La emoción desde el punto de vista sartriano. Repercusiones para la psicología.

José Manuel García-Montes; Rubén Fernández García; Israel Fornieles Ortiz; Marino Pérez Álvarez.

Resumen

Según Sartre el mundo puede presentarse de dos maneras distintas. En primer lugar el mundo puede aparecerse como un complejo organizado de utensilios o instrumentos. En esta configuración del mundo cada utensilio remite a otros utensilios de tal suerte que, si se quiere producir un efecto, habrá que actuar sobre un cierto instrumento por medio de otro utensilio. Ahora bien, para Sartre el mundo también puede aparecerse como una totalidad no-utensilio, es decir, modificable directamente y sin necesidad de que el sujeto actúe sobre unos instrumentos que, a su vez, remitan a otros. Se trata del mundo de la magia y, también, del mundo de la emoción. Frente a otras concepciones de la emoción, la visión sartriana la sitúa, pues, como una conducta intencional que pretende modificar la realidad como un todo, al igual que ocurre con la magia. La presente comunicación explora este mundo de la emoción como una operación mágica que, a la postre, atrapa al sujeto en su propia lógica. Se sugiere que este mismo fenómeno, en que el sujeto queda atrapado en una lógica sin salida, se da también en una variedad de fenómenos psicopatológicos. Por último se critica la concepción sartriana de la emoción al aparecer como un fenómeno desvinculado de sus raíces socio-históricas en que la persona se encuentra y se apunta hacia un entendimiento cultural de la emoción y la patología.


Antes de centrarnos propiamente en la concepción sartriana de las emociones, debemos señalar que, al exponer su teoría, no estamos asumiendo que el mundo de la emoción haya quedado explicado perfectamente por Sartre. Lo que, a nuestro juicio, interesa de la posición de dicho autor es el hecho de haber puesto de manifiesto la función mágico-supersticiosa que, en ciertas ocasiones, pueden tener las emociones; un punto éste frecuentemente olvidado por las teorías más aceptadas sobre el tema y que, desde luego, puede tener importantes repercusiones en el campo de la psicología.

Según Sartre el mundo puede presentarse de dos maneras distintas. En primer lugar el mundo puede aparecerse como un complejo organizado de utensilios o instrumentos. En esta configuración del mundo cada utensilio remite a otros utensilios de tal suerte que, si se quiere producir un efecto, habrá que actuar sobre un cierto instrumento por medio de otro utensilio. Como señala Cabestan (2004), esta visión del mundo se corresponde con la expuesta por Heidegger en El Ser y el tiempo. Por nuestra parte añadiríamos que se trata también de la concepción conductista del mundo que se desprende del concepto de conducta operante. En efecto, la conducta operante actúa sobre una configuración dada de elementos (estímulos discriminativos, contexto) con el fin de producir algún cambio (reforzador) que, a su vez, será condición de posibilidad de alguna otra configuración ulterior. No en vano la conducta operante se conoce también como “instrumental”, destacando así el hecho de que la conducta del sujeto está, por definición, al servicio de otra cosa.  

Ahora bien, para Sartre el mundo también puede aparecerse como una totalidad no-utensilio, es decir, modificable directamente y sin necesidad de que el sujeto actúe sobre unos instrumentos que, a su vez, remitan a otros. Se trata del mundo de la magia y, también, del mundo de la emoción.

Como Sartre dice:
Hay emoción cuando el mundo de los utensilios se desvanece de repente y es sustituido por el mundo mágico (Sartre, 1965/1971, p. 124).

Sartre (1967/1971) distingue entre formas emocionales pasivas (p. ej. , el desmayo en el miedo) y formas emocionales activas (p. ej. , la huída en el miedo). Sin embargo en ambos casos el fin de la emoción es el mismo: una transformación del mundo de carácter mágico, es decir, no efectiva (Cabestan, 2004). Para Sartre quien se desmaya por miedo ante una fiera y quien, por miedo, corre delante de ella tratan de conseguir lo mismo: negar, a través de una conducta mágica (el desmayo o la huida), un objeto del mundo. Podría parecer que en el caso de la huida no hay propiamente una conducta mágica, sino una conducta instrumental que trata de poner la mayor distancia posible entre el sujeto y el objeto temido. Ahora bien, para Sartre, si se trata sencillamente de interponer una distancia no cabría hablar de miedo, sino de prudencia. La huida sería algo más que interponer una distancia ante lo que es peligroso. Quien huye atemorizado estaría haciendo una conducta mágica que consiste en negar el objeto con todo su cuerpo. El que huye atemorizado no lo hace, según Sartre, para ponerse a cubierto, sino porque no puede aniquilar el objeto temido con un desmayo (Sartre 1965/1971).

Se entiende entones que, según Sartre, la emoción sea magia y, según nuestro criterio, pueda ser entendida, en determinados casos, como una forma de superstición. Este aspecto supersticioso de la emoción aparece en la medida en que suspende los procesos instrumentales que llevan de una configuración de la realidad a otra y pretende, como por arte de magia, modificar la situación que se presenta al sujeto de manera global y sin que medie precisamente una conducta instrumental.

La persona emocionada cae de esta manera en su propia trampa. Como Sartre señala, la persona, al creer en el nuevo aspecto del mundo que ella misma ha creado, se ve atrapada en su propia creencia, lo mismo que ocurre en el sueño o en la histeria (Sartre, 1965/1971). He aquí una importante similitud entre la emoción como operación mágica y ciertas formas psicopatológicas. Ambas son condiciones que “atrapan” al sujeto.  


Ahora bien, tanto en el caso de la emoción como en el de una condición psicopatológica, este cautiverio no se referiría a un ente exterior, sino que la persona está cautiva de sí misma. Como ha dicho Cabestan a propósito de la teoría sartriana de la emoción

Just as there is a spiral of violence or a spiral of obsession, there is a spiral of emotion. Taken up by the world it has constituted, consciousness believes in it; consciousness cannot doubt in the least, and, forgetful of its own spontaneity, it illusory discovers in the world the principle of its captivity; it is, henceforth, the frightful world that makes it have fear (Cabestan, 2004, 92).

En la emoción uno está condenado a comportarse emocionalmente y, así, incluso las palabras de consuelo incrementan el llanto (Cabestan, 2004). Vemos, pues, que, como en ciertos trastornos psicopatológicos, el sujeto emocionado puede envolverse en una suerte de “círculo vicioso” del que no logra salir.  

Siendo ello así, cabría preguntarse qué es lo que mueve a la persona a pasar de una forma instrumental de “ser-en-el-mundo” que obtiene resultados práctico-efectivos a otra supersticiosa que, finalmente, poco cambia objetivamente y envuelve en su propia lógica al sujeto. A nuestro juicio, la respuesta a esta cuestión se halla, en parte, apuntada por el propio Sartre. Según él Cuando los caminos trazados se hacen demasiado difíciles o cuando no vislumbramos caminos, ya no podemos permanecer en un mundo tan urgente y difícil. Todas las vías están cortadas y, sin embargo, hay que actuar. Tratamos entonces de cambiar el mundo, o sea, de vivirlo como si la relación entre las cosas y sus potencialidades no estuvieran regidas por unos procesos deterministas sino mágicamente (Sartre, 1965/1971, p. 85).

Se apunta, pues, a una génesis de la emoción-magia como una respuesta ante lo inabordable. Y es que, como dice Solomon (1993), en muchas ocasiones la lógica de la desesperación es también la lógica de lo bizarro. Sorprende, sin embargo, que en su Bosquejo de una teoría de las emociones Sartre no hubiera ido más allá de este apunte. Los análisis fenomenológicos de Sartre son impresionantemente brillantes, sus ejemplos aportan verdaderos paradigmas de la cuestión que está tratando y, sin embargo, parece que las cuestiones sobre la génesis de los fenómenos tienden a ser obviadas. Quizás si se hubiera profundizado algo más sobre qué tipo de situaciones hacen que todas las vías de acción posible aparezcan cortadas se hubiera dado una nueva perspectiva a la emoción como operación mágica. Y es que, a nuestro juicio, el análisis fenomenológico aquí expuesto se beneficiaría de una perspectiva socio-cultural. Tal perspectiva no pretendería sustituir a la fenomenología como disciplina que estudia lo dado a la experiencia, sino re-situar la experiencia de las personas en el marco de su contexto histórico y social.

En cualquier caso habría que reconocer a Sartre el mérito de haber destacado un aspecto de las emociones con consecuencias fundamentales para entender el comportamiento psicopatológico y las formas pseudos-mágicas de comportamiento de las personas.


Referencias

Cabestan, P. 2004. What is to move oneself emotionally? Emotion and affectivity according to Jean-Paul Sartre. Phenomenology and the Cognitive Sciences 3(1):81-96.

Sartre, J. P. [1965] 1971. Bosquejo de una teoría de las emociones. Madrid: Alianza.

Solomon, R. C. 1993. The passions: Emotions and the meaning of life. Indinapolis: Hackett.


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