El fetichismo es una organización particular del deseo sexual en la que sólo es posible alcanzar la satisfacción completa con la presencia y uso de un objeto determinado. Descripto desde el siglo XIX por autores clásicos como Havelock Ellis y Krafft Ebing en general se considera una modalidad de perversión masculina.
Pasión por los pliegues.
Alfonso Gutiérrez Reto.
Psicólogo, psicoanalista. hospital Borda. Buenos Aires, Argentina.
[2/2/2004]
El fetichismo es una organización particular del deseo sexual en la que sólo es posible alcanzar la satisfacción completa con la presencia y uso de un objeto determinado. Descripto desde el siglo XIX por autores clásicos como Havelock Ellis y Krafft Ebing en general se considera una modalidad de perversión masculina.
El comportamiento del fetichista es tal que elige un objeto, en general ligado al cuerpo: una prenda de vestir, un zapato, o un recorte del cuerpo: cabellos, pies, que en muchos casos es condición absoluta. Las relaciones sexuales pueden llegar a ser normales, sin embargo el fetichista no puede extraer goce si no es mediante la presencia de ese objeto particular.
Aunque el deseo se supone dirigido a un ser total, éste depende claramente de la parte del cuerpo sobreestimada o de un objeto relacionado con el cuerpo: botones, ropa interior.
No podemos olvidar sin embargo que ciertos componentes fetichistas se encuentran en la atracción normal, por ejemplo: "exaltación de la luz de la mirada", "el rojo de sus labios", etc.
Entonces, podemos preguntarnos: ¿Existe el fetichismo en las mujeres o es sólo la problemática del representante fálico que el varón encuentra o construye en la mujer ante lo imposible de la falta? ¿Existe como componente normal en la sexualidad femenina? ¿Hay casos en los que el objeto se impone y domina al sujeto?
Freud en una minuta, "Génesis del fetichismo" dice que la mitad de la humanidad puede considerarse fetichista, quiere decir con esto que las mujeres también lo son y lo explica por la pulsión pasiva de ver -esto es hacerse ver- reprimida mediante la ropa al cubrirse, pero también al mostrarse por medio de la vestimenta, la mujer así adopta una postura femenina ante el deseo del Otro.
Existe un fenómeno que a veces se incluye dentro del fetichismo o como algo vecino a él, pero sin duda dentro de las perversiones: la cleptomanía.
"La pasión erótica por las telas en la mujer" es un trabajo de Gaetan Gatian de Clérambault que reprodujo la revista de psicoanálisis Conjetural en su número 19, de noviembre de 1989. Son trabajos publicados en 1908 y 1910, anteriores a los trabajos más conocidos del maestro de la psiquiatría.
¿La pasión por las telas es de la mujer?, o tal vez es la pasión de de Clérambault por las telas en la mujer? Es conocido su trabajo posterior sobre las telas y especialmente sobre las formas de los pliegues, el drapeado de la vestimenta de las mujeres marroquíes. De Clérambault contaba con una colección de miles de fotografías, diseñaba figurines y maniquíes para las explicaciones que ofrecía en la Sociedad de Etnografía de París. En todo caso, su pulsión escópica ha sido un fuerte motor de sus investigaciones y su arte.
En cuanto a la cleptomanía ésta consiste en una impulsión obsesiva a robar en ausencia de toda necesidad económica, e incluso puede ocurrir en ausencia de deseo por el objeto, esto es la impulsión hacia el robo mismo.
Hace poco tiempo una famosa actriz norteamericana que por su trabajo recibe algunos millones de dólares fue juzgada y condenada por el robo de prendas de vestir en una tienda de Beverly Hills. Fue demandada por 5500 dólares. Los argumentos de los abogados defensores no fueron suficientes para exculparla. . Luego, la actriz, al comparecer ante el estrado se mostró llamativamente ausente.
El juez lamentó que no expresara arrepentimiento alguno y la interpeló: "Usted ha rehusado aceptar su responsabilidad personal. Si vuelve a robar irá a la cárcel. Entiende?" "Sí, Su Señoría, entiendo" fue su lacónica respuesta. La condena consistió en cumplir con horas de trabajo comunitario y el pago de una multa.
Volvamos a de Clérambault, quien obviamente tuvo un lugar de observación privilegiado, el mítico espacio de la psiquiatría francesa, la Enfermería Especial de Alienados de la Prefectura de Policía de París -que él mismo después dirigió como médico jefe desde 1921 hasta su muerte en 1934.
La Enfermería Especial funcionaba desde el año 1872 en el seno de la prisión de la Prefectura de París, conocida como "le dépot". Allí eran conducidos en un primer momento todos los que perturbaban el orden público de París: delincuentes, criminales, prostitutas, vagabundos y alienados. Hacía unos años que la Enfermería Especial se ocupaba de separar a los alienados y confiarlos a tratamientos médicos.
Hasta su mudanza a un local moderno cerca del hospital de Sainte Anne, la Enfermería estaba en pleno corazón de París, en la Ile de la Cité, junto al Dépot, frente al Sena, en el edificio de la Concergerie, donde había funcionado el tribunal revolucionario en la época del terror y donde fue encarcelada la familia real luego de la Revolución. Contaba con 11 celdas para hombres y 7 para mujeres. Se alojaban poco más de 20 enfermos, pero el flujo anual era de casi 2000, con mayor afluencia en épocas de agitación social y disminución en las épocas de guerra, entre otras cosas porque se restringía el consumo de alcohol.
En una institución cuyas funciones combinaban aspectos judiciales y psiquiátricos, de Clérambault que provenía de una familia en la que abundaban los magistrados, desarrolló su vida profesional. No era el objetivo cumplir una función terapéutica, lo primordial era la observación y el diagnóstico, lo que le permitió desarrollar su célebre arte de observación de enfermos y redacción de minuciosos informes. De Clérambault hablaba varios idiomas: alemán, inglés, español, árabe, y también dominaba el argot, con el que se manejaba con los enfermos.
"La pasión erótica por las telas en la mujer presenta las observaciones de tres mujeres que experimentaron una atracción mórbida, principalmente sexual por las telas, especialmente la seda y con motivo de esa pasión, impulsos cleptomaníacos. Detenidas o acusadas por motivos banales el interrogatorio demostró de manera imprevista la existencia de esta perversión. "
Dice de Clérambault acerca de una de ellas: V. B. de 40 años, detenida en la prisión de Fresnes fue enviada a la Enfermería Especial como presunta alienada a causa de una crisis de agitación violenta durante la cual había arrojado objetos y amenazado con tijeras a unas personas. Al principio pareció una histeria, pero un vez calmada decía ignorar por qué razón había sido enviada a la Enfermería. También decía no recordar ninguna escena violenta. Se hizo necesario una observación más prolongada. Era una mujer ante todo inteligente, triste, que hablaba poco. En el interrogatorio surgió una información cuyo interés dejó en segundo plano la cuestión de su agitación, de su amnesia y hasta la posible simulación.
Al ser interrogada acerca del motivo que la había llevado a la prisión de Fresnes, respondió con resistencias que había robado un corte de seda. Había sido condenada cuatro veces. Ella aseguraba no haber robado más que retazos de seda, parecía no querer recordar y refugiarse en un silencio vergonzoso e incluso no saber que el informe médico podía ser un atenuante a su culpabilidad.
Durante el interrogatorio, de Clérambault va descubriendo que en estos casos es más importante la oscura motivación sexual que el hecho delictivo: "Comprendimos que robaba por una suerte de impulso durante una tentación demasiado fuerte. Le agradaba especialmente la seda, había tenido uno o dos amantes, pero era sexualmente frígida y se masturbaba. Después de los robos manoseaba la seda con placer y creemos la aplicaba a sus partes genitales".
Un importante aporte a la manera en que interrogaba en ese momento, al cuidado con que lo hacía, lo encontramos en el siguiente párrafo:
"Nos abstuvimos de preguntarle qué género preciso de satisfacción encontraba en el momento de sus robos y si había angustia o lucha. En efecto temíamos ponerla al tanto, en caso de que ella lo hubiera sabido previamente por lecturas, el interrogatorio médico legal o la reclusión anterior, que los actos cleptomaníacos se combinan a veces con perversiones sexuales y, en caso contrario, temíamos sugestionarla. Esto no hubiera hecho sino privarnos, por las preguntas demasiado directas, del sabor particular de las evocaciones espontáneas y del valor convincente tan especial que tiene un relato que sigue su curso; hubiera sido en ese momento, un lapsus irreparable". Vemos que esta modalidad es muy diferente a la de las entrevistas sumamente pautadas a las que la psiquiatría después sería tan adepta.
La paciente no recordaba el momento en que comenzó su pasión por la seda. Su primer robo había sido cometido a los 32 años, sus pasiones fetichistas se remontaban generalmente casi hasta la infancia. Fue pupila hasta los 15 años y se casó a los 16. No había disfrutado en absoluto de las relaciones conyugales.
En cuanto a los actos de robo, no sentía una lucha sino más bien un enervamiento "quería gritar". Al preguntársele si había hablado con un médico dijo que no había tenido ganas y con un abogado "jamás". El énfasis y la rapidez de la respuesta muestran su pudor puesto en juego y señalan inequívocamente que había un componente sexual en el acto del robo. En cuanto a sus relaciones sexuales, su satisfacción siempre fue menor que con la masturbación.
La paciente también relató que tenía sueños de tono masoquista: era violada por dos hombres, o también por animales. "Una vez era una bestia enorme, un león, por ejemplo. Yo gritaba de dolor y estaba contenta al mismo tiempo". El dolor persistía después del despertar. Con las violaciones sufría horriblemente pero en esa sensación había bienestar, decía la paciente. Se trataba de un masoquismo en episodios que se manifestaba solamente en sueños o en la imaginación, nunca en prácticas reales.
Del primer robo a los 32 años, manifestó que tenía todo lo necesario en casa, era modista, tenía incluso seda. Mediante el robo experimentaba un goce sexual como resultante del robo mismo. Si en el momento de la tentación le hubieran dado el trozo de tela, no habría experimentado placer. Al mismo tiempo no creía que el temor ante el peligro hubiese sido lo que tenía que ver con su goce. Luego del robo apretaba el trozo de tela sin estropearlo ni arruinarlo y lo aplicaba contra sus partes sexuales.
Quedó bien en evidencia el carácter sexual cuando se le preguntó si había hablado con su abogado, entonces manifestó con vehemencia: "No se le puede decir eso a un abogado que lo va a repetir en plena audiencia!"
En otras observaciones se puso de manifiesto el atractivo por la tela, en especial por lo táctil, por el roce de la seda que le producía un placer superior al de la vista.
También el goce era más grande en relación con el robo "robar seda es delicioso, comprarla no me daría nunca el mismo placer", manifestó otra paciente y agregó "contra la tentación mi voluntad no puede nada, cuando robo es más fuerte que yo, no pienso en otra cosa, me siendo impulsada vertiginosamente".
El objeto puesto en juego en estos casos de pasión erótica se impone por su valor sensual y a su vez no está fundado en ninguna causa razonable.
Debemos señalar que en los casos de perversión descriptos existe un absoluto predominio de uno de los sentidos: el tacto, tocar y rozar la piel con la textura de la tela.
Otro aspecto destacable es el carácter perentorio y apremiante, puesto de manifiesto en la impulsión que lleva al robo.
Habitualmente el fetiche está al servicio de una satisfacción del sujeto, pero en estos casos el sujeto cae bajo el peso de su fetiche.
Recordemos que Freud le dice a Stekel que un paciente que siente predilección por la orina no es un fetichista, sino que se trataría de una forma de perversión arcaica.
En el fetichista que busca un atributo en la mujer, un pie, una ropa interior, hay una elaboración del objeto, se trata de algo que representa los atributos del objeto perdido, busca la esencia de aquél, es decir das ding, la Cosa.
Además, el fetichismo está más relacionado con la mirada, recordemos que en el célebre artículo sobre el fetichismo, se explica que la elección del objeto-fetiche se produce donde la mirada se detuvo antes de enfrentarse con la castración.
En los casos descriptos por de Clérambault, puede tratarse de una perversión arcaica en el sentido de que la seda dispare una sensualidad ontogenéticamente antigua, la de las primeras satisfacciones con los toques y roces corporales.
Freud en una extensa llamada en la obra "El malestar en la cultura" dice respecto de otro de los sentidos, el olfato, que en la ontogénesis puede aparecer algo perdido en la filogénesis, refiriéndose a que en la evolución el ser humano al erguirse habría perdido el predominio del olfato como iniciador del deseo sexual, pasando a tener preponderancia la visión. Al pasar a la visión, el sujeto humano adquiere mayores posibilidades de sustitución y de juego de velos con el que cubre el objeto.
En las perversiones arcaicas reaparece el objeto con un peso masivo, no está mediado, exige una respuesta inmediata, es decir tiene valor de signo y no de representación.
En conclusión, podemos decir que en la mujer encontramos matices del fetichismo en las maneras de marcar, de delinear algunas partes del cuerpo mediante el maquillaje, los colgantes, las pulseras los cuales trazan líneas divisorias y delimitan así zonas corporales. Lo mismo sucede con las telas cuyos brillos y formas acentúan o disimulan partes del cuerpo para, de esa manera, presentar señuelos a la mirada del hombre y también, ¿por qué no?, a la de las mujeres en la búsqueda del lugar errático por donde pasa la femineidad.
Bibliografía
De Clérambault, G. G. La pasión erótica por las telas en la mujer. Conjetural N° 19, Buenos Aires, noviembre de 1989.
De Clérambault, G. G. automatismo mental. paranoia. Presentación de Paul Bercherie. Polemos Ed. , Buenos Aires, 1995.
Jinkis, J. Nuestro interés. Conjetural N° 19, Buenos Aires, noviembre de 1989.
Rey-Flaud, H. Cómo inventó Freud el fetichismo y reinventó el psicoanálisis. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1997
Freud, S. El malestar en la cultura. Biblioteca Nueva, Madrid.
Ey, H. Tratado de psiquiatría. Ed. Toray Masson, Barcelona, 1975.
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