Definición:
López Ibor, Juan José. Sollana (Valencia), 22.IV.1906 – Madrid, 22.IV.1991. Psiquiatra.
Hijo de Miguel López Marco, un maestro de escuela que a principios del siglo xx se trasladó desde su Teruel natal a Sollana. Su actividad en la escuela le permitió enriquecer culturalmente al pueblo del que llegó a ser alcalde. Allí se casó y tuvo tres hijos, Miguel, fallecido durante sus estudios de Medicina, Vicente, médico, y Juan José.
López Ibor fue becario por oposición del colegio mayor Beato Juan de Ribera de Burjasot (Valencia), en el que ingresó a la excepcionalmente temprana edad de catorce años, cuando su padre le dijo que en la escuela ya no podía aprender más. Fueron contemporáneos suyos, entre otros, el pintor Francisco Lozano, Pedro Laín Entralgo y Rafael Calvo Serer, con los que mantuvo una larga y fructífera amistad. Allí permaneció hasta finalizar la carrera de Medicina, que estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia. En tercer curso cayó en sus manos una obra de Freud que marcó para siempre su vocación por la psiquiatría. Se doctoró en Madrid en 1930 con una tesis sobre la neurosis de renta, a caballo entre lo psiquiátrico y lo forense. Obtuvo la beca “Alfonso XII” de la Diputación de Valencia para formarse en el extranjero. En el curso de los años siguientes estuvo en las Universidades de Múnich (donde hizo Psiquiatría con Oswald Bumke), París (donde estudió Neurología con Théophile Alajouanine y Georges Charles Guillain), Zúrich, Berlín y Tubinga, entre los años 1934 y 1938.
Inició en seguida una carrera docente como catedrático de Medicina Legal (1932) de la Facultad de Santiago de Compostela, de donde pasó en 1934 a ocupar la misma cátedra en la de Valencia. En aquella época la Psiquiatría era una parte del programa ordinario de la Medicina Legal. En Valencia trabajó con su maestro Juan Peset Aleixandre, gran maestro de la Medicina Legal y de la Psiquiatría, y contribuyó a esta disciplina con investigaciones originales, como la detección del grupo sanguíneo en los restos de saliva en las colillas, algo innovador en su época.
En 1940 fue nombrado profesor de Psiquiatría en el Instituto de Medicina Ramón y Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y en 1943, jefe del servicio de Neuropsiquiatría del Hospital General de Madrid. En 1967 asumió el cargo de decano de la Beneficencia Provincial. Durante su mandato, la Diputación Provincial de Madrid comenzó la construcción del hospital hoy conocido como Gregorio Marañón y el Hospital Psiquiátrico que hoy se llama Rodríguez Lafora, acometiendo una profunda transformación del panorama asistencial de Madrid.
Desempeñó la primera cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca. En 1950 ingresó en la Real Academia de Medicina. Su discurso de ingreso, La responsabilidad penal del enfermo mental, sigue siendo un texto básico de la Psiquiatría forense. Ese mismo año asumió el encargo de la cátedra de Psicología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. En 1966 obtuvo por traslado la cátedra de Psiquiatría de la misma Universidad y asumió la dirección de su Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica y de la Escuela Profesional de Psiquiatría hasta su jubilación en 1976. Fue el último director del Hospital San Carlos de la calle de Atocha, que se trasladó a su actual ubicación en la Ciudad Universitaria.
En el Hospital Provincial de Madrid surgió a su alrededor un equipo de colaboradores y de médicos en formación de España y de Iberoamérica en lo que fue una escuela muy fructífera. Allí solía invitar a los psiquiatras más relevantes del mundo para desarrollar sus enseñanzas, en una época en la que los congresos eran poco frecuentes y en la que los españoles no tenían muchas oportunidades de viajar. Con este mismo espíritu creó y dirigió en la editorial Gredos la Biblioteca de Psicología y Psicoterapia que entre 1965 y 1970 publicó traducciones de las obras más significativas de la psicopatología internacional. Fundó en 1940 y dirigió durante muchos años la revista Actas Españolas de Psiquiatría. La publicación pronto añadió a su nombre la palabra Neurología y en 1947 pasó a llamarse Actas Luso-Españolas de Neurología y Psiquiatría, porque a López Ibor no se le permitió seguir dirigiéndola, por lo que se le ocurrió convertirla en una publicación internacional. Desde entonces colaboraron con él en la dirección Barahona Fernández, de Lisboa, y más tarde Leme Lopes, de Río de Janeiro. La revista sigue publicándose hoy en día (con su nombre original desde 1998) y está entre las de mayor índice de impacto de la especialidad publicada en lengua no inglesa.
En 1950 fundó la Sociedad de Medicina Psicosomática y Psicoterapia y, con Antonio Vallejo Nájera, la Sociedad Española de Psiquiatría. Fue uno de los fundadores de la Asociación. Católica Internacional de Psicología Médica y Psicoterapia y presidió el primer congreso de esta organización. Fue ponente en el Congreso de Neurología de París (1949) y en el Primer Congreso Mundial de Psiquiatría (París, 1950) y en todos los sucesivos hasta 1972. De este primer congreso nació la Asociación Mundial de Psiquiatría, de la que fue secretario (1961-1966) y más tarde presidente (1966-1972). Organizó y presidió el IV Congreso Mundial de Psiquiatría (Madrid, 1966), que fue un hito en la asociación y en la propia disciplina por el amplio abanico de nuevas perspectivas que entonces comenzaban a abrirse. Pronunció algunas de las conferencias más emblemáticas de la Psiquiatría, entre ellas la Maudsley Lecture en Royal College of Psychiatrists y la Kraepeling Vorlessung en Múnich.
Fue doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos de Lima; miembro de la Academia de las Ciencias de Lisboa, de las Academias Médicas de Argentina, Venezuela, Colombia y México, de la Sociedad Médica de Suecia, de la Sociedad Francesa de Neurología, de la Sociedad Suiza de Psiquiatría, de la Asociación Americana de Psiquiatría y de la Asociación Internacional de Neurología y Psicología.
El comienzo de la Guerra Civil le sorprendió en Valencia. Decidió trasladarse a Pamplona, donde colaboró regularmente en un periódico, en el que escribía con seudónimo (Pablo Marco), para proteger a sus familiares de Sollana (de hecho, varios murieron simplemente por “oler a incienso”). De esta época nació su interés por el destino de España, por el papel de la universidad y por temas antropológicos. En 1935 había fundado, con Pedro Laín Entralgo y Francisco Marco Merenciano, la revista Norma, cuyo primer número comenzaba con un artículo de López Ibor titulado “Raíz vital de la Universidad”. Por aquellos años fue llamado a Roma, a dar clases al infante don Juan de Borbón sobre la universidad. Estas lecciones dieron lugar a su libro Discurso a los universitarios españoles, que le dio gran fama en medios académicos. Poco después de terminar la contienda, le fue ofrecida la cartera de Educación, cosa que no aceptó, porque nunca se vio a sí mismo con un cargo político y, además, porque su maestro y amigo Peset acababa de ser encarcelado, procesado y condenado a muerte (a pesar de las intervenciones en favor suyo de muchas personas, fue ejecutado poco después, en mayo de 1941).
Mantuvo una postura política cercana a Acción Española, siendo decididamente monárquico. Fue miembro del Consejo Privado de Don Juan. En 1943 fue desterrado a Barbastro por el proyecto de un escrito que debía dirigir al general Franco un grupo numeroso de profesores de universidad, para pedirle su renuncia a la jefatura del Estado y la restauración de la Monarquía en la figura de don Juan de Borbón. En el intento participaron, entre otros, Jesús Pabón, Alfonso García Valdecasas, Julio Palacios, todos ellos también desterrados. A veces ha sido considerado, sin razón, como el psiquiatra del franquismo, pero esto mismo le ha sucedido a todos los que tuvieron un papel relevante en la cultura o vida social de la época. De hecho, fue confinado, estuvo años sin pasaporte y sin poder dirigir revistas científicas ni tesis doctorales (por ejemplo, la de su discípulo Castilla del Pino).
Fue un conferenciante prolífico y, como solía llevar sus intervenciones escritas, pudo publicar muchas de sus inquietudes humanísticas y culturales, tales como “El español y su complejo de inferioridad”, “El descubrimiento de la intimidad”, “Rasgos neuróticos del mundo contemporáneo”, “El español y la técnica”, “La aventura humana”, “De la noche oscura a la angustia” y “Rebeldes”.
Cuando López Ibor inició su actividad universitaria y profesional las enfermedades mentales constituían en España y en otros muchos países un mundo aparte. En la medicina dominaba el método científico- natural y las perspectivas anatomoclínica, fisiopatológica y etiológica eran la base de una investigación, ciertamente exitosa, del enfermar. Todo ello era a costa de arrinconar un humanismo médico incipiente de Ludwig Krehl, Gustav von Bergmann y Richard Siebeck, y de ignorar, cuando no denostar, las aportaciones de Sigmund Freud y sus discípulos. López Ibor encontró en Kart Jaspers y en las aportaciones de la escuela de Heidelberg una base psicopatológica para comprender las enfermedades mentales. Sin embargo, sus planteamientos dualistas le resultaron inaceptables. Éstos habían llevado a Kurt Schneider a hacer una separación tajante entre las psicosis (orgánicas y endógenas), auténticas enfermedades, de base cerebral, y las variaciones del modo de ser psíquico (las neurosis y psicopatías), simples variaciones del modo de ser psíquico con un cuantum añadido de sufrimiento. Para López Ibor la clínica no permitía percibir un corte tan tajante, en especial cuando se trataba de patologías que estas corrientes citadas habían dejado un poco de lado, como las neurosis y las enfermedades psicosomáticas. Por eso recurrió a la llamada psiquiatría antropológica (Víktor von Gebsattel, Erwin Strauss, Ludwig Binswanger, Jürg Zutt, Medar Boss y el propio Kart Jaspers) y a filósofos como Wilhelm Dilthey, Edmund Husserl, Max Scheler, Søren Kierkegaard y Martin Heidegger, para ahondar en las raíces de una antropología de la salud y del enfermar humano en torno a un sentido trascendente de la condición humana. De ahí derivan sus estudios sobre la vivencia corporal o corporalidad. En el fondo se trataba de adoptar una postura frente al antiguo debate filosófico sobre el dualismo que satisficiera sus creencias religiosas y fuera compatible con la investigación clínica y psicopatológica. Si se admite que los fenómenos físicos y psíquicos emanan de sustancias distintas, éstas se pueden relacionar de dos maneras: 1) de acuerdo con un paralelismo psicofísico, es decir, que serían correlativas, que es la perspectiva de Kurt Schneider, y 2) que exista entre ellas una acción recíproca en la que ambas sustancias se influyen mutuamente, como en la armonía preestablecida por Dios de Leibniz (que conlleva la desaparición de la libertad humana) o aceptando que se trataría de una sola sustancia que aparecería de acuerdo con la perspectiva que se adoptara. Éste es el monismo neutro de Espinosa, adoptado por el neurólogo Kurt Goldstein, el cual tuvo una gran influencia en López Ibor, que lo enriqueció con las aportaciones fenomenológicas citadas.
En Neurosis de guerra describe algo hasta entonces poco conocido, la plasticidad de las manifestaciones post-traumáticas, señalando las diferencias entre los cuadros vistos en la Primera Guerra Mundial y los de la Guerra Civil española. Estas observaciones fueron confirmadas al estudiar los cuadros que se presentaron en la Segunda Guerra Mundial.
En Los problemas de las enfermedades mentales expone una visión amplísima y llena de originalidad sobre este aspecto del enfermar humano, amplia porque es un tratado de psicopatología, original porque es capaz de aunar perspectivas que hasta entonces aparecían como contrapuestas o que se ignoraban mutuamente, desde las más puramente psicoanalíticas hasta las más biológicas.
Sus aportaciones más originales giran en torno a las neurosis y a la angustia. Eric Engstrom, el historiador de la psiquiatría de Oxford, ha dicho que son éstas las únicas aportaciones originales de la psiquiatría española de siglo xx. En el mismo sentido se han pronunciado Demetrio Barcia (“el psiquiatra español más importante y con mayor repercusión internacional”), Ronaldo Ucha Udabe (“uno de los psiquiatras de mayor notoriedad del siglo xx”), e incluso Carlos Castilla del Pino, que, tras ser discípulo suyo, se alejó de él en todos los aspectos (“el más creador de los psiquiatras del franquismo”). Comenzó por estudiar las contribuciones del psicoanálisis al problema del origen de las neurosis y de la angustia en general. Un ciclo de conferencias pronunciado en Valencia se publicó con el título Lo vivo y lo muerto del psicoanálisis y, más tarde, con pequeñas variaciones, como La agonía del psicoanálisis. Su último libro, Freud y sus ocultos dioses, retoma el tema, pero volcado en la figura de Freud y su perspectiva antropológica, que consideraba reduccionista y de corte gnóstico. Fue ésta, en palabras de Ledesma Jimeno, una lucha intelectual de titanes, que duró cuarenta años. En La angustia vital. Patología general psicosomática describe un subtipo de neurosis, la timopatía ansiosa, caracterizado por la presencia de una forma endógena (más tarde endotímica) de la ansiedad (angustia vital, un sentimiento de la misma naturaleza que la tristeza vital descrita por Kurt Schneider como el fenómeno central de la depresión endógena). En Las neurosis como enfermedades del ánimo amplía el concepto a todas las neurosis. Hasta entonces las neurosis venían siendo consideradas como reacciones vivenciales anormales (Kurt Schneider), es decir, como variaciones del modo de ser psíquico, más que como enfermedades con una causa orgánica detectable. Coincide con Freud en que todas ellas son la expresión de la angustia, pero difiere de él en lo que se refiere al tipo y origen de ésta. Para Freud había que buscarlo en conflictos intrapsíquicos y en vicisitudes precoces del desarrollo de la personalidad, mientras que para López Ibor había que integrarlo en una perspectiva más amplia y al mismo tiempo más cercana a la clínica. Para ello sigue muy de cerca conceptos del filósofo Max Scheler, que había definido los sentimientos como estados del yo, descrito la intencionalidad esencial de la vida emocional y establecido una estratificación de los mismos, distinguiendo cuatro categorías: sensoriales (referidos a partes del cuerpo), vitales (referidos a la vivencia corporal en su conjunto), anímicos o del yo (referidos a los acontecimientos del mundo) y espirituales o de la personalidad (referidos al mundo de los significados). Para López Ibor la angustia neurótica no era una angustia ante los acontecimientos de la vida (sentimiento anímico), sino que pertenecía al estrato de los sentimientos vitales, estaba, pues, más desvinculada de las circunstancias y más corporalizada. Por eso estudió sus manifestaciones psicosomáticas, investigó sus posibles orígenes neurobiológicos y recurrió en su tratamiento a métodos biológicos. En esto se adelantó a lo que cuarenta años más tarde comenzó a ser reconocido por la psiquiatría primero norteamericana y enseguida del resto del mundo. Más tarde amplió estos conceptos a la patología psicosomática y a las depresiones, siendo un pionero en la descripción de las depresiones enmascaradas y los equivalentes depresivos, es decir, de las formas sintomáticas de la depresión más somatizadas. El simposio internacional sobre “Dinámica y tratamiento de las neurosis” (junio de 1969) sancionó de manera positiva y unánime su decisiva aportación.
López Ibor describió el sentimiento básico que subyace a la actividad delirante y alucinatoria de la esquizofrenia, la esquizoforia, más tarde descrita como trema (Klaus Conrad) o disforia (Peter Berner), que expuso por primera vez en 1955 en Madrid, con ocasión del “Symposium sobre la esquizofrenia” que organizó en torno a Kurt Schneider y que contó con una amplia representación de la psiquiatría mundial de la época. En los últimos años de su vida se interesó por el estilo de vida de la persona con esquizofrenia.
Ejerció una gran actividad divulgativa, en entrevistas y artículos de prensa. Dirigió el Libro de la vida sexual, en cuyo prólogo expone una antropología de la sexualidad innovadora en su época. La obra abrió el tema de la sexualidad al público general cuando aún la censura conservaba un gran poder.
López Ibor asesoró a la Santa Sede en temas importantes. Con motivo de la solicitud de anulación matrimonial de un gran psiquiatra y psicoanalista latinoamericano, que entonces se tramitaba en el Tribunal de la Rota en Roma, hizo un informe pericial que llevó a reconocer por primera vez las “causas internas” para la anulación, es decir, aquellas que sólo pueden demostrarse por el testimonio del demandante, como es la inmadurez emocional. Esto hizo que se multiplicaran las peticiones de anulación y que hubiera que descentralizar los procesos en los tribunales de cada diócesis. Fue miembro de la Comisión Pontificia que dictaminó sobre la anticoncepción, llamada “de la píldora”. Allí defendió que la decisión sobre la licitud o ilicitud de los diferentes métodos anticonceptivos no era posible tomarla desde la ciencia sino desde las enseñanzas de la Iglesia.
Ejerció con éxito la medicina, dirigió el Sanatorio Esquerdo de Madrid, fue asesor da la famosa clínica suiza Les Rives de Prangins y fundó una clínica privada, el Instituto de Investigaciones Neuropsiquiátricas Dr. López Ibor.
Se casó con Socorro Aliño Testor, por cuyas manos pasó, literalmente, toda su obra, ya que, desde que se conocieron, ella pasó a máquina todo lo que él escribió. Tuvieron doce hijos, de ellos seis médicos (cuatro psiquiatras, un neurorradiólogo y un oncólogo pediatra) y el resto dedicados a otras actividades intelectuales que habían visto cultivar en el hogar familiar (psicología, historia, biología, música, leyes, etc.). Entre sus nietos también continuó la vocación por la psiquiatría y la psicología.
Hombre de carácter afable, conversador profundo, católico practicante, amigo de sus amigos, organizaba tertulias en su casa, a las que asistían los intelectuales de su época. Dedicó largas horas de su día a la atención de sus enfermos y a la docencia en la universidad. Amante del Mediterráneo del que procedía, pasó sus últimos treinta veranos en Mallorca, donde escribió muchas de sus obras desde su despacho sobre el mar. Murió tras una larga enfermedad en Madrid el 22 de abril de 1991, el día que cumplía ochenta y cinco años.
Obras de ~: Lo vivo y lo muerto del psicoanálisis. Hacia una nueva psicoterapia, Barcelona, Luis Miracle Editor, 1933; Epilepsia genuina, Barcelona, BYP, 1943; La agonía del psicoanálisis, Madrid, Espasa Calpe, 1945; La angustia vital, Madrid, Paz Montalvo, 1950; La responsabilidad penal del enfermo mental, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, Cosano, 1951; El español y su complejo de inferioridad, Madrid, Rialp, 1953; Symposium sobre la esquizofrenia, Madrid, CSIC, 1957; Current problems in psychosomatic medicine, Basilea, Geigy, 1959 (trad. al esp., fr., al., jap., it.); “On pathological anxiety”, en Fortschritte der Neurologie-Psychiatrie, XXVII (1960), págs. 556- 571; “The target symptoms in the treatment of depressions”, en Comprehensive Psychiatry, III (1962), págs. 15-19; “Psychosomatische Forschung”, en Psychiatrie der Gegenwart (Grundlagen und Methoden der Klinischen Psychiatrie), Berlin, Springer, 1963; Anatomía del intracuerpo, Madrid, Atlántida, 1963, págs. 5-12; Lecciones de psicología médica, Madrid, Paz Montalvo, 1963-1969; “Basic anxiety as the core of neurosis”, en Acta Psychiatrica Scandinavica, XLI (1965), págs. 329- 332; Las neurosis como enfermedades del ánimo, Madrid, Gredos, 1966; “Mi última conversación con Kurt Schneider”, en Actas Luso Españolas de Neurología y Psiquiatría, I (1968), págs. 1-4; El libro de la vida sexual, Barcelona, Danae, 1968; “Aspects of comprehensive medicine”, en Psychosomatics, X (1969), págs. 1-6; “Masked depressions”, en British Journal of Psychiatry, CXX (1972), págs. 245-258; De la noche oscura a la angustia, Madrid, Rialp, 1973; con J. J. López-Ibor Aliño, El cuerpo y la corporalidad, Madrid, Gredos, 1974; con A. Burton y W. M. Mendel, Schizophrenia as a life style, New York, Springer, 1974; Cómo se fabrica una bruja, Barcelona, DOPESA, 1976; Freud y sus ocultos dioses, Barcelona, Planeta, 1976.
Bibl.: A. Fontán, “La antropología de Juan José López Ibor”, en Nuestro Tiempo, CXXXI (mayo de 1965) [también en Actas luso-españolas de Neurología y Psiquiatría, XXIV (1996), págs. 188-192]; J. A. Pérez Mateos, Los confinados: desde la dictadura de Primo de Rivera hasta Franco, Barcelona, Plaza y Janés, 1976; G. Llorca Ramón, Estudio de la obra científica del profesor Juan José López Ibor, tesis doctoral, Salamanca, Universidad, y en Actas Luso Españolas de Neurología, Psiquiatría y Ciencias Afines, XIII (1985), págs. 225-232; A. Ledesma Jimeno, “Sesión necrológica en la Real Academia Nacional de Medicina”, en Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, CVIII (1991), págs. 591-610; D. Barcia Salorio, Historia de la psiquiatría española, Madrid, You & Us, 1996; R. Ucha Udabe, “El pensamiento psiquiátrico de Juan José López Ibor, el psiquiatra de habla hispana de más notoriedad en el siglo xx”, en Alcmeon, vol. 6, XXI (1997); P. Ruiz, “Images in Psychiatry: Juan J. Lopez Ibor, M. D., 1906-1991”, en American Journal of Psychiatry, CLVI (1999), pág. 308; J. Lázaro, “La evolución de la psicopatología española en el siglo xx”, en Congreso Virtual de Psiquiatría Febrero-Marzo 2000 (Conferencia 34-CI-B. Disponible en http://www.psiquiatria.com/congreso/mesas/mesa34/conferencias/34_ci_b.htm.); A. Ledesma Jimeno, “Aportaciones a la obra científica del Profesor Juan José López Ibor con motivo de la celebración de su centenario”, en Actas españolas de psiquiatría, XXXV (2007), págs. 1-7.