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Nuestro organismo está más programado para sobrevivir que para hacernos felices



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Noticia | 22/10/2021

El filósofo Feliciano Mayorga y la psicóloga Coral Revilla tienen clara su tesis en 'Equilibrio interior, quince claves para vivir con serenidad' (editorial Kairós): es a través de la calma la manera en la que vivir, más que felices, en paz. Se dirigen a quienes a veces sienten miedo por cosas que no pueden controlar, creen que no pueden superar un duelo, o simplemente no tienen claro para qué sirve 'todo esto'.


Así, en el libro plantean 15 indicaciones para lo que ellos consideran, es la manera de dejar estas preocupaciones atrás, o al menos convivir bien con ellas: un equilibro interior, apoyado en la serenidad. Recurren, desde a la filosofía estoica hasta a los descubrimientos más recientes de la psicología y las neurociencias, para crear una guía en la que dar pautas para tener una vida más serena. Hablamos con los autores en ABC Bienestar sobre este 'equilibrio interior', por qué nos preocupa lo que nos preocupa, y porqué alcanzar la ansiada calma no es lo mismo que perseguir la felicidad.


¿Por qué es importante aprender a aceptar las cosas que se escapan de nuestro control, aunque no nos gusten, o nos asusten?


Coral Revilla: Son dos las razones. La primera, que nuestra energía psíquica es limitada. Si la invertimos en rebelarnos contra lo que escapa a nuestro control: envejecer, enfermar o morir, o tratar de gustarle a todo el mundo, no podremos emplearla en aquello que sí lo está, como cuidarnos, cultivar nuestras fortalezas y valores, amar mejor a quienes nos rodean o, simplemente, disfrutar de los placeres cotidianos. Dejar de 'pre-ocuparnos' por asuntos que no tienen solución, y ocuparnos exclusivamente de lo que está en nuestro poder, es el remedio que prescribían los estoicos para liberarse de la frustración y las preocupaciones inútiles.


La segunda es que el deseo de tenerlo todo bajo control logra, en no pocas ocasiones, lo contrario de lo que pretende, como demuestra el caso del insomnio y otros síntomas de la ansiedad. Empeñarnos en dormir nos quita literalmente el sueño, mientras que cuando aceptamos que lo único que depende de nosotros es relajarnos, es más probable que nos quedemos dormidos.


¿Y por qué ese miedo a cosas que sabemos que son inevitables, como la muerte?


Feliciano Mayorga: Tener miedo a la muerte es en principio algo normal mientras se mantenga dentro de unos límites razonables. Para cada individuo morir equivale a una pérdida absoluta, la de su mundo y la de los seres que ama.


Sin embargo, convertir la muerte en un tabú, como hace nuestra sociedad, solo logra aumentar el terror, pues como dice Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. La estrategia más saludable según nos enseña la sabiduría milenaria es convertir la muerte en un aliciente de la vida, incluso una maestra. Es un hecho conocido que las personas que han estado al borde de morir han operado una transformación, han reordenado sus prioridades. Saber que vamos a morir nos fuerza a elegir quiénes somos, a tener una vida propia, a no perdernos en un mar de posibilidades.


También tenemos miedo de cosas que lo más probable es que no ocurran. . .


C. R: Aunque suene extraño, nuestro organismo está más programado por la evolución para sobrevivir que para hacernos felices. De ahí la importancia biológica del miedo, cuya función es advertirnos del peligro. El problema es que cuando este miedo deja de ser adaptativo y, gracias al poder de nuestra imaginación, comienza a reaccionar ante peligros posibles pero completamente improbables. Nuestro organismo es sometido a un terrible e inútil desgaste.


En general, ¿tenemos mala tolerancia a la incertidumbre?


F. M: El ser humano necesita orden y seguridad, que su entorno sea regular y previsible. Nos gusta vivir en la llamada zona de confort, donde todo está bajo nuestro control. Lo que no podemos prever nos asusta, lo percibimos como una amenaza. En general el miedo al cambio proviene de que sabemos con certeza lo que perdemos pero desconocemos lo que ganamos. Esta actitud, sin embargo, acaba asfixiándonos, pues el caos, la irrupción de lo inesperado, es también lo que le da sabor a la vida, lo que la oxigena. Experiencias como enamorarse, leer un libro o el nacimiento de un hijo nos enseñan que hay belleza en la incertidumbre.


¿Por qué la clave para 'vivir bien' está en encontrar la serenidad, esa de la que hablan en el libro?


F. M: Porque es el único bien que depende exclusivamente de nosotros alcanzar. A diferencia de la felicidad, tan aclamada en nuestra época, y que necesita del auxilio de circunstancias favorables y de la buena fortuna. Quien ha perdido a un padre o un hermano no puede ser feliz, al menos durante un tiempo, pero puede mantener la entereza en medio del dolor. Si el objetivo de nuestra vida es la fama, el dinero, el éxito, el poder o el placer, viviremos hipotecados a un bien que en parte escapa a nuestro control, mientras que mantenernos serenos tan solo exige aprender a disfrutar de lo que tenemos y eliminar el sufrimiento inútil. Y esto depende solo de nosotros.


¿El autoconocimiento puede ser vehículo para alcanzar esta serenidad?


C. R: Por supuesto. Si no tenemos el coraje de mirarnos a nosotros mismos y explorar aquello que nos hace sufrir, estaremos condenados a repetir una y otra vez los patrones que lo provocan. Y esto es así porque, frecuentemente, lo que nos perturba no está en la superficie, sino que son necesidades profundas que no queremos atender ni reconocer. Hemos de aceptar que tenemos un punto ciego.


¿Y son importantes las personas de las que nos rodeamos para llegar a tener esta serenidad?


C. R: Pocos factores son más importantes, dada la naturaleza de nuestro cerebro, configurado como una esponja completamente permeable al entorno. Como dice Jim Rohn, «Eres el promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasas», que coincide con ese viejo refrán: «Mira con quién andas, y te diré quién eres».


Existen personas que nos alegran, que nos suben el ánimo, que nos equilibran emocionalmente. Y otras que nos enferman y perturban, que actúan como un veneno capaz de disolver nuestro ecosistema emocional. Como advierte una de las claves del libro: si frecuentamos a personas tóxicas y desequilibradas será casi un milagro mantener la serenidad.


¿Qué sería, entonces, encontrar ese equilibrio que mencionan en el título del libro? ¿Todos podemos llegar a ello?


C. R: Con seguridad todos lo hemos experimentado en más de una ocasión. Es un estado de armonía con nosotros mismos y con el mundo. El cuerpo permanece relajado y la mente en calma, mientras encaramos el futuro sin angustia ni preocupación, con la sensación de que no necesitamos nada, de que nos basta con existir.


F. M: El objetivo del libro es mostrar el modo de prolongar este sentimiento mediante la práctica de quince técnicas milenarias, validadas por la filosofía, la psicología y las neurociencias, que están al alcance de todos, da igual su credo o ideología. Su función es fortalecer el sistema inmunológico emocional, lo que no nos librará de acudir al especialista en casos graves ni de sufrir los golpes de la vida. Pero sí a reponernos en menos tiempo y con menor daño.


 

Fuente: ABC
Palabras clave: sobrevivir, felicidad, psicología
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