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Título: “Salud Mental: para valorar adecuadamente la salud mental del individuo, ¿se debería primero valorar la salud mental de la población en conjunto, por entero, para cada uno de los países? Y: ¿Es posible sacar un índice para valorar la “felicidad” de un pueblo y la de un individuo?”
Los griegos tenían un aforisma: “Mente sana en cuerpo sano”. Pero es increíble el ver cómo ha cambiado lo que era una “mente sana” para los griegos y lo que es una “mente sana” para las diversas sociedades actuales. Para los griegos una “mente sana” era aquella que estaba libre de vicios, y en la que reinaban las virtudes: Prudencia, Moderación, Justicia y Fuerza.
Los instrumentos para formar las virtudes eran: una excelente educación desde la infancia: la enseñanza de las tradiciones y los deberes, que eran las leyes no escritas; la enseñanza de la justicia por medio de fábulas y, como último recurso, el temor al castigo. Dice en los Diálogos de Platón, Las leyes, libro I: “El prepararnos para defender nuestro estado es indispensable, porque ni las riquezas ni el cultivo de las artes ni ninguno otro bien nos servirán de nada si no fuéramos los más fuertes en la guerra. Porque la victoria traspasa a los vencedores todas las ventajas de los vencidos. Pero el mayor bien no es la guerra, sino la paz y la buena relación entre los ciudadanos. Porque la victoria que un estado consigue sobre otro mediante la guerra puede pasar por ser un mal necesario, pero no un bien. Los vencedores están sujetos a considerar que toda la brutalidad que fue ejercida en la guerra es justificable, y que toda la bestialidad que le fue permitida a las tropas, sobre todo aquellas que fueron contratadas como mercenarios, es digna de alabanza. Lo importante no es la guerra, sino la paz, y la paz no se consigue con una guerra. Un estado bien gobernado es aquél en el que la ley ha desterrado de todo el país lo que puede dar lugar a los excesos del placer, de la intemperancia y de la brutalidad. Alguien que considere como su objeto único y principal las guerras exteriores no será nunca un buen político ni un sabio legislador. Antes bien, es indispensable que todo lo relativo a la guerra lo arregle en vista de la paz, en vez de subordinar la paz a la guerra. En lo que debemos fijarnos no es en las victorias o las derrotas, sino en la institución en sí, en lo que debe ser enseñado en la educación de un ciudadano, para que sepa en todo momento cómo debe comportarse, desde la niñez a la ancianidad, y no abandonar su comportamiento a las arbitrariedades de su propia cognición. Es preciso que se le eduque mediante un cuerpo de instituciones que, unido y ligado en todas sus partes según las prescripciones de la razón, le vea marchar conforme a las reglas de la templanza y de la justicia, y no de la riqueza y de la ambición. Es preciso que se le enseñe y determine en lo que es digno y lo que es vergonzoso. Los jóvenes bien educados serán un día buenos ciudadanos, que se conducirán bien en todas las ocasiones. Nunca una buena educación ha sido funesta para nadie, mientras que las victorias han sido y serán funestas para los vencedores. Una buena educación es la que tiene por objeto formarnos en la virtud desde nuestra infancia y que inspira al hombre el deseo ardiente de ser un completo ciudadano y de saber mandar y obedecer conforme a las reglas de la justicia. Ésta es la única que merece el nombre de educación.
En cuanto a la que tiene por objeto la riqueza, la fuerza del cuerpo y el talento, cualquiera que éste sea, pero en el que la sabiduría y la justicia no entran para nada, ésta es una educación baja y sensual, o más bien una educación indigna de éste nombre. Pero no discutamos el valor de todo esto con el vulgo. Hay que trabajar en las instituciones sin que el vulgo se entrometa. A éste sólo hay que decirle que las leyes han sido inventadas por hombres de preclaro intelecto, inspirados por un Dios. Tengamos en cuenta de que el hombre es una máquina en la que las pasiones son hilos que tiran por un lado para hacerlo cometer actos de vicio. Es preciso someter y sujetar éstos hilos a la dirección perfecta del hilo de la ley, porque la razón no es accesible a todos. Hay que educar al niño en la virtud, y hay que prohibir a los jóvenes toda indagación sobre lo que puedan las leyes tener de bueno o de defectuoso, leyes que le ordenan que, a una sola voz, declaren que son perfectas, como que tienen a los dioses por autores, y que no escuchen a quienes hablen de ellas de otro modo, permitiendo sólo a los ancianos someter sus observaciones sobre esto a los magistrados y otros de su edad, pero siempre estando ausentes los jóvenes.
Un legislador hábil comprometerá al poeta, y hasta le obligará, si es preciso, mediante el rigor de las leyes, a expresar en palabras bellas y dignas de alabanza las ventajas de tener una alma moderada y virtuosa. ” En la República, o de lo justo, Libro I, dice: “¿Acaso no es cierto que, para dictar leyes, debemos actuar conforme a la naturaleza del ser humano? Debemos educarlo conforme a la razón, no de acuerdo a sus instintos Porque el instinto no conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo. Es como un perro: le gruñirá a quien no conoce, aunque nunca a le haya hecho un mal, y le moverá la cola a quien conoce, aunque nunca le haya hecho un bien. El perro no distingue entre el amigo del enemigo, sino que sólo conoce a uno y al otro no. La virtud puede ser enseñada, y hacer eso con un hombre es el más grande de los bienes, porque lo hará un hombre razonable. El desconocimiento de la virtud es el más grande de los males; ya que, si se le enseña la virtud en una época apropiada mediante una educación temprana y excelente, el niño se convertirá, ya de grande, en el más dulce de los animales, el más cercano a la divinidad, mientras que, si no ha recibido ninguna educación, o la ha recibido mala, se hace el más feroz de los animales que haya criado la tierra. Lo que es cierto para el perro es cierto para el hombre: la maldad es sólo el desconocimiento de la virtud. Y no es porque el hombre sea malo en sí mismo, sino que está dirigido por sus instintos. Así que, si hemos de cambiar sus instintos, tenemos que empezar a enseñarles la virtud tempranamente. Al niño se le empieza a contar fábulas, que no son otra cosa que un tejido de mentiras, con la cuales se le mantiene divertido hasta el momento en que se le manda al gimnasio.
El estado puede monopolizar la mentira, y no sólo permitirá, sino hasta lo obligará en éste caso. Porque lo que el alma del niño recibe de esas fábulas serán impresiones que no habrán de abandonarlos nunca en toda la vida. En esa edad, el alma, tierna todavía, recibe fácilmente todas las impresiones que quieran dársele. Cuando se relate de alguna cosa de crueldad, aún entre las fábulas de los dioses, esas no son cosas que puedan decírsele a un niño desprovisto de razón. Se les debe contar el que en la República reina la justicia, que no hay crímenes ni discordias entre los ciudadanos. Todo lo que se les lea de los poetas y lo que les digan los ancianos serán sólo cosas buenas, y nadie debe decirles nada acerca de la crudeza de la vida. Obliguemos a los poetas y a los ancianos de ambos sexos, a que no les cuenten a los niños nada que les asuste. Habrá muchas cosas alegóricas en nuestra mitología, pero eso es para contarlo después, porque el niño no es capaz de discernir entre los alegórico y lo que no lo es. Y todo lo que en esa edad se imprima en el espíritu deja en él huellas que el tiempo no puede borrar. Por eso es de primordial importancia que los primeros discursos que el niño oiga sean únicamente los encaminados para encaminarlo hacia la virtud. Cuando se les habla de dioses sólo las cosas buenas deben atribuírsele a esos dioses, y las malas deben atribuirse a otras causas. Hay que obligar a las madres o padres, a veces imbuidos por un espíritu poético, a que no asusten a sus hijos, haciéndoles creer fuera de la razón, de que en la noche los dioses andan por todas partes, disfrazados de viajeros o vagabundos, porque eso sería blasfemar contra los dioses y haría al niño cobarde. ”
Démonos cuenta de que Jean Piaget y Bernjamín Bloom también recalcan lo que los griegos ya sabían: de que el hombre es básicamente es un ser inconsciente y de que hay un período que nunca olvidará, y que es del nacimiento hasta los 7 u 8 años. Lo que allí se le diga permanecerá intacto en esa alma inconsciente y ninguna guía adicional útil a la conducta va a ser agregada en adelante. Somos básicamente niños toda la vida, ya seamos niños maravillados por los cuentos de los semi-dioses, o por los de los dioses (y es mejor tener dioses humanos, como con los griegos, antes que ese dios ególatra y esquizofrénico de los israelitas, inventado por Moisés. Démonos cuenta de la gran diferencia entre las dos religiones: entre los griegos los dioses surgieron merced al razonamiento de muchos hombres de preclaro intelecto, que no dejaban al vulgo opinar, mientras que en los israelitas su dios fue inventado por un tartamudo desadaptado y sediento de poder personal). Ahora bien: John Locke habla de la salud mental del mismo modo. Él escribe: “Casi todo de lo que habla la historia no es de otra cosas sino de pelas y matanzas, y del honor y el prestigio que se les concede a los conquistadores (que no son otra cosa más que grandes carniceros) engañan aún más a los jóvenes que están creciendo, que, por éste medio, llegan a pensar que la masacre es el negocio más laudable de todos y la más heroica de la virtudes. Mediante éstos pasos, una crueldad no natural es sembrada en nosotros, y lo que nuestra humanidad aborrece, las costumbres nos lo reconcilia y nos lo recomienda, posicionándolo en forma de honor. Así, por medio de modelos y opinión, la guerra pasa a ser algo memorable, cuando que por sí misma, no lo es. ” ¿Ha visto el lector la película Mosul? Es acerca de la liberación de la ciudad de las fuerzas talibanes. La palabra “talibán” quiere decir “el estudioso del Corán”. Pero de lo que en realidad se trata es todo, menos estudiar. Todos traen una Kalasnikov y los únicos amigos son los que se cambian balas de las que sus rifles usan por otras cosas, como cigarrillos, que ellos han escamoteado. Todos se disparan entre sí, a la menor provocación o sin ella.
Tenía razón Sócrates: el hombre, con un arma en la mano y sin leyes, se convierte en la peor bestia que haya criado la tierra. Y no es porque sea malo de por sí, sino porque desconoce la virtud. El problema es que el hombre no es un ser pensante, con criterio propio, y es básicamente inconsciente, como dicen Luria y Vigotsky. Como no piensa, confunde el habla con el pensar y como sólo se habla de lo que ya sabe “pues no puede hablarse de lo que no sabe. ” (Menón), entonces sólo repite lo que le dicen. Pero lo repite como si él lo hubiera pensado por sí mismo y como si creyera que ese es un pensamiento original y válido, como si fuera una opinión incontrovertible. Dice David Hume: “Lo más sorprendente del ser humano es su credulidad, el tomar por sentado las cosas que le dicen los demás. ” Para un ser que no piensa, en donde el gregarismo y el sectarismo son la norma, lo que le dicen, por más irracional que esto sea, pasa por ser racional, lógico e incontrovertible, sobre todo si se lo dicen todos en su grupo y hay unanimidad entre todos. Esto se vuelve terrible entre los grupos de poder, el llamado “establishment”. Se juntan gente importante, internacionales, y ellos se convencen de cómo debería ser el mundo, según ellos. Pero éstos grupúsculos se convencen a sí mismos de una mentira, de una solución propuesta en el seno de su grupo y que le conviene a la sección más soterrada de estos “iluminados”, y que es la que promueve las acciones que son de su interés, un interés fuera de toda lógica y de toda compasión por de la gente que va a sufrir por poner en marcha estos planes “geniales”.
Nada más imagínense lo que representó para Europa poner en marcha el comunismo: después de más de 100 millones de muertos sucede que el comunismo no duró ni siquiera 80 años. Entonces los “genios”, aquellos que esperaban que su plan perfecto sería un gran bien para la raza humana, estaban totalmente equivocados, o como dice el título de una película “Los dioses deben estar locos. ”. El hombre no es un ser pensante y su “pensamiento” es sólo el habla, tanto “interiorizada como exteriorizada. ” (Menón). El hombre es como un perico, que sólo repite lo que oye, y que le encanta repetirse a sí mismo toda consigna que él cree valiosa y trata de pasarla como suya, convenciéndose cada vez más de lo que sólo le fue introducido por medio de su grupo, al que él considera los “mejores de la raza humana y que sólo ellos están capacitados, de toda la humanidad, para dictar leyes. ” John Locke lo especifica claro: “La mente sólo contiene ideas, y toda idea ha sido, alguna vez, una percepción efectiva. Y, si lo ha sido, ha entrado por las vías de la sensación o de la reflexión (o sea, mediante el habla de otros). Y si no ha entrado por medio de esas vías, entonces no está en la mente. Y si ya está en la mente, habiendo entrando por esas vías, es indestructible. ” David Hume dice (Tratado de la naturaleza humana, libro I, sección 3) “La función capital de la memoria no es conservar las ideas simples, sino organizar su orden y posición” ¿Cómo? ¿Qué la función principal de la memoria no es el “recordar”? ¿Qué no se supone que la memoria está hecha para recordar, que por eso cada memoria está engravada en una traza neuronal que, mientras se recorra idénticamente causará un recuerdo idéntico? Pues, no. Locke dice que la mente sólo contiene ideas y que cada idea es una percepción. Y si ha sido una percepción participa del arquetipo y esa participación la hace adquirir las cualidades del arquetipo, y se hace ya indestructible. La memoria, las percepciones simples, no necesitan ser “guardadas”, porque de sí, son indelebles. Pero eso nos deja con pura memoria, con percepciones simples. Así que el hombre es un ser inconsciente, muy fácil de sugestionar, y cuando no tiene una infancia llena de prototipos para su futura conducta, ya nunca, de grande, aprenderá otra cosa más que memoria, porque así trabaja la regla: después de los 7 u 8 años ya nada entra a la mente y ese ser inconsciente e infantil se arrastrará toda la vida. A lo griegos su buena educación durante la infancia, su rica mitología y lo bello de sus semidioses, prototipos que les indicarán qué hacer en cada circunstancia de su vida adulta para sr un buen ciudadano. Pues la buena educación de los griegos durante la infancia John Locke las pone como “Ideas Complejas”, y dice que ellas nos dan la capacidad de abstracción y de generalización”.
Según Locke la mente trabaja con lo que ya tiene: ninguna idea se crea de nuevo ni se destruyen las viejas. Nada se crea ni destruye. Si ya hay ideas abstractas, pues nuestra mente trabaja con ellas y, si no las hay, si no las obtuvo en la infancia, pues no puede tenerlas, ni crearlas de nuevo, ni tampoco puede destruir las que ya tiene. Con un ser básicamente inconsciente, pensando lo que sus “amigos” quieren que él crea, se forman, mediantes alabanzas mutuas a su capacidad mental, tanto personal como de grupo, “grupúsculos de poder internacional” que deciden que “el mundo debe ser comunista para ser feliz” y resulta de que, después de más de 100 millones de muertos el comunismo se colapsa antes de cumplir 80 años. ¿Pues no que la lógica del grupúsculo no tenía fallas? ¿Pues no que ese “gran hombre” (Lenín, según Bertrand russell, quien fue a verlo por parte del Partido Laborista Inglés, en 1920) que sólo parece repetir siempre a Marx, y que estaba convencido de que era mejor matar a 99 inocentes para no permitir que un solo culpable escape no se podía equivocar? Opinaba igual Trostky, al que Frida Kahlo creía un dios: “ Hay que matar al 25%, al 50%, o hasta al 75% de la población, para que los que queden sean felices”. ¿Se puede ser feliz después de tanta matanza? Así que, nos preguntaríamos, ¿están sanos los de esas camarillas de poder? ¿Estaban las juventudes hitlerianas mentalmente sanas? (Porque ya sabemos que Hitler no lo estaba.
El 18 de Septiembre de 1931 fue hallada muerta Ángela María Geli Raubal, de un disparo hecho de frente, con la pistola de Hitler, y la policía de Munich le abrió formalmente un expediente con un cargo de asesinato, del cual su partido le libró. Los testigos de la policía dijeron que ella estaba muy molesta con las constantes peticiones aberrantes sexuales a que la sometía su tío. Después de su muerte la gente de la casa asegura que Hitler hizo un altar en la habitación en donde él vivió con ella, y que se metía allí constantemente, cuando estaba en Munich, en su capilla privada a recordar, tirado sobre la cama, masturbándose, como lo haría cualquier típico asesino sexual. ) Pero sigamos con los griegos. Los griegos han sido la sociedad mentalmente más sana de las que sabemos han existido. Eran cultos, sabían disfrutar del arte, de la música, el teatro y de muchas otras cosas que los bárbaros no conocían. Y su mente se conservaba siempre fresca. Solón, en un viaje a Egipto, en el siglo VI a. C. , en el Oasis de Sais, en el templo de la diosa Neis, en donde le platican de la Atlántida, también los sacerdotes le dicen: “Oh Solón, Solón: ¡Ustedes los griegos nunca dejan de ser unos niños!” Ahora comparemos a la salud mental griega con la de un Norcoreano actual: Alex tienda, un “blogger” que viajó allá dice que el control mental sobre la población es impresionante. Que todos parecen “robots” y que todos están convencidos de la divinidad de sus “Amados líderes”. De hecho el año 1 “Juche” es la fecha en que nació Kim Jong il, 1912.
Los niños son separados de su padres lo más tempranamente posible, colocados en escuelas comunes donde todo lo mental se controla, “homogeneizando” la enseñanza, por así decir. Sólo una vez a la semana se le permite a los padres llevarse, durante el día, al niño a su casa, teniéndolo que regresar antes del anochecer. Huelga decir que el niño llora mucho antes de salir de la escuela, ya que conoce más a sus cuidadores que a sus padres. La pregunta es: ¿están mentalmente sanos los norcoreanos? ¿Es requisito para la salud mental “encajar” en la sociedad? Porque los norcoreanos encajan entre sí, pero no con otras sociedades. Y son lo más cercanos a una “máquina” humana. ¿Y los norteamericanos? Ellos representan el 4% de la población mundial, pero es la población que cuenta. Yo tengo una hija casada con un típico blanco norteamericano, y de quien tengo mis dos únicas y adoradas nietas. Recientemente los visité y pude ver la gran diferencia entre yo y él al ver juntos ante un televisor un partido de futbol americano. Para ellos ese es “su” futbol. El americano se siente feliz memorizando reglas. La pantalla les da cifras, datos, estadísticas, y ellos se sientan en su sillón, como reyes, memorizándolo todo. Con los jugadores vestidos impecablemente, con todas las reglas que ellos aprenden de la televisión y que son seguidas al pie de la letra en el juego, ese es un juego para los dioses de la memoria, en donde el espectador, desde su casa, decide si la jugada procede o no. Insoportable e inentendible para otros que no privilegian tanto los datos y la memoria, uno está de cuando en cuando animándose a pedirle explicaciones. Estando allí, inesperadamente el equipo de mi nieto-político perdió y el muchacho, 15 años, dos metros y unos 130 kilos de peso, se levantó del sofá, se excusa amablemente conmigo y sube a su cuarto, que está justamente arriba de dónde yo estoy entonces y empieza a golpear las paredes. Mi hija dice que en otras ocasiones se ha desgarrado repetidamente la camiseta. memoria increíble, muy baja capacidad de tolerancia y muy bajo nivel para la frustración. Pero es allí, justo donde el gobierno los quiere tener. Bombas de mecha corta, controlando el poder mundial, listos para matar o morir, polarizados, memorísticos, sin ideas complejas, obedientes y patrióticos. El “establishment” no podría tener mejores soldados que esos autómatas. Pero ¿son mentalmente sanos? De hecho, el mayor deporte americano, el Beisbol, es justamente pura memoria.
Se le llama el “deporte más cerebral del mundo. ” Se puede ver u oír base Beisbol, haciendo cualquier cosa, y disfrutar, no viendo exactamente para dónde se mueve el juego actual, sino para ver para donde van las estadísticas. Aunque es mucho menos molesto oír a dos beisbolistas hablar de su memoria de nombres y datos que ver el futbol americano junto con mi yerno. ¿Son los americanos felices? A su modo exclusivista sí, aunque son una bomba de tiempo. El norteamericano blanco promedio cree que lo sabe todo, y que esa pura memorística, que lo hace ser capaces de entender sus propios juegos de memoria, del tipo de Ideas Simples de Locke, bastan para decidir situaciones mundiales, que le son imbuidas en la misma forma, mediante un constante parloteo sobre el papel de Norteamérica en el mundo. En cambio a Europa y a Latinoamérica les gusta más el balompié, con su menor necesidad de concentración de la memoria y más gusto por el esfuerzo físico. ¿Quiénes serían actualmente el pueblo mentalmente más sano? Creo que los españoles y los italianos son los pueblos con los más felices habitantes, además de Suiza, Suecia y algún otro país chico o poco poblado, con abundantes bellezas y riquezas naturales, exceptuando la minería.
Carlos Fuentes Samaniego. Jefe del Departamento de Anestesiología. Instituto de la visión, Torreón Coahuila, México
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