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Familias, terapias y sistemas.

Autor/autores: Jorge Daniel Moreno
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Este artículo distingue la terapia familiar del enfoque sistémico y critica las disrupciones que existen entre los distintos modelos terapéuticos.

Desde un punto de vista epistemológico, se considera que los diversos modelos delimitan un territorio de observación, y en él operan, perdiendo de vista la complejidad, elemento nodular del enfoque sistémico.

Palabras clave: Familias, Sistemas, Terapias


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Familias, terapias y sistemas.

Jorge Daniel Moreno.

Dr. en psiquiatría.
Supervisor de terapia Familiar
Docente de Posgrado de la Universidad de Buenos Aires

PALABRAS CLAVE: Familias, Terapias, Sistemas.

(KEYWORDS: Families, Therapies, Sistems. )

[10/2/2003]


Resumen

Este artículo distingue la terapia familiar del enfoque sistémico y critica las disrupciones que existen entre los distintos modelos terapéuticos. Desde un punto de vista epistemológico, se considera que los diversos modelos delimitan un territorio de observación, y en él operan, perdiendo de vista la complejidad, elemento nodular del enfoque sistémico.

Abstract

This paper distinguish between family therapy and sistemic approach, and criticize the frontiers between the differents models. From an epistemological point of view, sistemic models of therapy look into a territory (where they work) loosing the idea of complexity, a cornerstone of sistemic approach.

 



Hace algún tiempo leí un debate abierto por Minuchin al preguntarse por el lugar de la familia en la terapia familiar narrativa, con la participación de Combs, Freedman, Tomm, Sluzki y Anderson. A posteriori de esa lectura se me ocurrieron algunas ideas, que, surgidas desde otro contexto social, dieron origen a este artículo.

Vivo y trabajo en la Argentina, país un tanto periférico a las discusiones científicas de último momento, pero si alguna ventaja tiene esa periferia es que la distancia nos permite observar las grandes fomas de las polémicas en detrimento de los detalles. Me acercaré entonces a las disímiles posiciones presentadas en derredor de la eficacia de las líneas de terapia narrativa y al poco uso que hacen de los recursos de la familia desde otro ámbito y otra perspectiva, enunciando las particularidades de algunas circunstancias para tratar de delimitar lo más claramente posible el punto de observación.

Pertenezco a la segunda generación de terapeutas sistémicos de mi país. Cuando comencé a estudiar la teoría de la comunicación y el modelo de terapia del MRI había en Buenos Aires una Sociedad de terapia Familiar que estaba dejando lugar a muchos grupos de trabajo identificados con la ideología sistémica, que nucleados en una asociación comenzaron a organizar jornadas, congresos, e invitaron a muchos autores y terapeutas de reconocimiento internacional a exponer las nuevas ideas. Mientras tanto, la Sociedad de terapia Familiar paulatinamente pasó a un segundo lugar y la palabra “sistémico”, y sus metodologías de trabajo, tomaron mayor preeminencia. En paralelo, había y hay algunos terapeutas que trabajan con familias desde una visión psicoanalítica. En general están agrupados en las áreas clínicas y de investigación sobre familias dentro de las asociaciones psicoanalíticas de reconocimiento internacional que existen en Buenos Aires. Quizás esto explique en alguna medida la diferenciación entre terapia sistémica y terapia familiar. Lo cierto es que comúnmente hablamos de terapia sistémica, la cual en ocasiones incluye a la familia y en ocasiones no.

Por lo antedicho pude observar con menor apasionamiento el debate en derredor de la eficacia de una clínica sostenida en las construcciones sociales y el lenguaje en tanto creador de realidades, o un hacer donde la fuerza de los hechos en la caja de resonancia familiar, y, me atrevería a decir, la actuación de las palabras, promueve una rémora de afectos donde la historia se presentiza y el mismo presente parece florecer en múltiples posibilidades. Posiciones no sólo disímiles en lo teórico sino también en el contexto que involucran, porque una, de alguna manera, disuelve los límites de la familia, en tanto que la otra refiere la mayor parte de sus operaciones a él. No sé si en mi medio esta discusión hubiera sido posible, como dije antes, porque lo “sistémico” no necesariamente se identifica con lo “familiar”.

 

 

Creo entender que uno de los ejes de las opiniones de Minuchin se refería a la importancia de la familia en el desarrollo humano y como recurso de sanación. No creo que haya mucho espacio para discutir que el paso del individuo a la familia multiplicó exponencialmente las posibilidades de abordaje y alivio del dolor de quienes nos consultan, las operaciones en la familia sin duda ampliaron las herramientas de la terapia, Minuchin fue un creador significativo en esa área y por lo tanto se me ocurre inevitable que discuta prácticas que no hacen eje en ese ámbito. Y es también inevitable que esas prácticas defiendan sus supuestos teóricos y sus propuestas de airear no sólo las ideas de familia sino las de nuestro quehacer, y el territorio mismo donde trabajamos.

Expresado muy groseramente, entendí que el debate se desarrollaba en gran medida dentro de esos términos. Quedan por ajustar, a mi entender, los conceptos de eficacia y eficiencia en relación a las nuevas concepciones. Un punto de acuerdo general es el alivio del padecimiento de quienes nos consultan, y cada óptica ha de forjar su metodología para dar cuenta de los efectos de su práctica. En los inicios del psicoanálisis Freud afirmaba que si un paciente le demostraba lo erróneo de sus teorías él estaba dispuesto a cambiarlas, aunque este sesgo clínico de su quehacer se fuera perdiendo con el tiempo en los laberintos de las teorizaciones. La terapia familiar lo reencontró, y en mi opinión sería bueno que no lo extravíe.

Hace ya algunos años, en un artículo donde hablaba de los obstáculos y potencialidades de la investigación en teoría General de los Sistemas, Len Troncale (1985) propuso categorías que podrían entenderse como niveles lógicos, que de mayor a menor abstracción van desde el “pensamiento sistémico” al “análisis de sistemas”. Por “pensamiento sistémico” este autor se refería a la consideración de los hechos, enfatizando las conexiones entre los fenómenos y sus similitudes abstractas. Luego diferenciaba la “ciencia de sistemas” (que considera el grupo de especialidades referidas a cualquier trabajo de los tres tipos mencionados posteriormente); después hablaba de la “teoría general de sistemas” (referida a funciones sistémicas generales tales como estabilidad, estructura, emergencia, etc. ); posteriormente distinguía la “teoría de sistemas” (que en un nivel de generalización menor, en el marco de una disciplina, propone modelos para el entendimiento de fenómenos o procesos en determinados contextos); y finalmente discriminaba el “análisis de sistemas” (entendido como el acercamiento más reduccionista, que se ocupa de la recolección, tratamiento y validación de datos concretos de un sistema específico). Utilizando estas categorías de Troncale podríamos afirmar que dentro del pensamiento sistémico puede haber muchos modelos construídos en derredor de determinadas funciones sistémicas.

Siguiendo lo antedicho, y de una manera muy simplificada, me atrevería a decir que el modelo del MRI (Watzlawick, Beavin, Jackson, 1967; y Watzlawick, Weakland, Fisch, 1974) se articuló considerando la comunicación como intercambio de información y manifestación observable de los procesos de interacción, utilizando los conceptos de función y relación entre variables, y la circularidad entre las partes relacionadas. También podría afirmar que el abordaje estructural se construye sobre los conceptos de estructura en sentido organizacional, frontera, proceso, y organización intrasistémica (Minuchin, 1974), que los en algún momento llamados modelos intermedios se idearon sobre los conceptos de acople estructural y reformulación del objeto y sujeto de la observación. Y que los abordajes devenidos del construccionismo social se apoyan en el lenguaje en tanto relación reflexiva de conocimiento y emergencia de realidades.

 

 

Podría también afirmar que ninguno de ellos es más sistémico que otro, aunque sí que alguno es más “familiar”, y entonces discutir acerca de la importancia de la familia como recurso terapéutico, a mi entender una de las direcciones del debate; que no deseo seguir en estas líneas.

Volviendo a las ópticas, si las consideramos en un decurso histórico y en relación a las categorías que propone Troncale, vemos que fueron tomando distintos elementos de la teoría General de los Sistemas para configurar diversos modelos que dan cuenta de distintos territorios. Desde los puntos de vista más actuales afirmaríamos que esos territorios en alguna medida emergieron en tanto el modelo se fue definiendo, y que tal emergencia ocurre en virtud de los elementos a partir de los cuales se ha de delinear el modelo, en una relación recursiva. Concluyo entonces que cada uno de los modelos distingue cierta dimensión y que si los observamos en su devenir hay una discontinuidad entre unos y otros, en tanto fueron cambiando los puntos de observación y por ende los sistemas distinguidos. Esto nos acerca a las posiciones de la ciencia clásica, sostenida en la “natural”* disposición del observador para delimitar sucesivos focos de observación, sin establecer interacciones entre unos y otros, segmentándolos de la complejidad a la vez que proponiendo abordajes técnicos específicos.

Desde el punto de vista de donde estoy hablando puedo decir que los modelos no han ganado en complejidad. Entendiendo que un modelo complejo se sostiene en una red de conceptos tomados de la teoría General de los Sistemas, pero sin estancarse en ellos, sin delimitar dominios cognoscitivos sino ampliándolos, deviniendo en una trama más rica. Quizás los modelos que usamos para comprender y actuar debieran ser más isomórficos con nuestras intenciones en relación a quienes nos consultan y no segmentar ni quedarnos aprisionados dentro de las líneas teóricas que los organizan.

Si bien todos los modelos a los cuales me referí son sistémicos es evidente que no se articulan entre sí, que unos y otros parten de diferentes funciones sistémicas (en el sentido que Troncale usa el término) y por ende abren distintas perspectivas, distinguen diferentes hechos, utilizan herramientas disímiles . . . Viéndolos desde el horizonte del pensamiento Sistémico me atrevo a afirmar que se contradicen con él, porque delimitan, una y otra vez, sistemas que no integran.

Intentamos propiciar una mayor complejidad en quienes nos consultan desde los múltiples intercambios que establecemos con ellos, pero apenas si hemos comenzado a hacerlo en relación a nuestras propias ópticas teóricas. Anderson habla de la posibilidad de recontextualizar nuestras prácticas, ampliando las potencialidades de la terapia familiar, y ello desde una concepción relacional, dialógica y generativa del conocimiento y el lenguaje. Me pregunto si hay otras concepciones de conocimiento. Si así fuera, ¿las consideramos?, o al menos ¿consideramos la posibilidad de su existencia?, cuando hablamos de una forma de conocimiento, ¿nos referimos al conocimiento de cualquier objeto, de una piedra a un hecho social? Pareciera que los problemas se abren a cada paso y que el ojo tiende a diferenciar senderos y no redes. Me pregunto, por ejemplo, si la perspectiva de primer orden excluye a la de segundo, y viceversa. Si es así debiéramos dejar de lado los problemas orgánicos, incluyendo los cerebrales, porque si bien el observador participa en la observación (según la teoría y los acuerdos que la sostienen), es indudable que no tiene mucho efecto sobre el objeto cuerpo. Y de hecho hemos dejado de lado este área de trabajo; la psiquiatría se está ocupando de ella.

 

 

Ahora bien, si el pensamiento sistémico se apoya en una dialéctica complementaria (recordemos el principio de incertidumbre de Heisemberg, según el cual si se interroga a una partícula responderá como partícula, pero si se la interroga como onda responderá como onda*), en una epistemología que incluye al hombre en la naturaleza, a un hombre que en tanto conoce se conoce a sí mismo y que al actuar también hace sobre sí, los modelos de psicoterapia sistémica están empezando a ser reductores de complejidad.

Pareciera que tienen dificultades para utilizar toda la riqueza que brindan las herramientas derivadas de la teoría General de los Sistemas, y la amplitud de la óptica del pensamiento donde se fundan. En este sentido, poco a poco están ocupando de uno en uno los estantes de un nuevo módulo de una inmensa biblioteca llamada terapia, siendo que en virtud de sus axiomas paradigmáticos quizás podrían reorganizar la biblioteca toda, incluir la dimensión del cuerpo (que desde Descartes tiene asignada otra biblioteca), y no sólo resignificar a la familia o las interacciones entre individuos, sino también, quizás, reconsiderar mucho de lo que ya se ha dicho en términos de psicología individual, pero ahora releído desde otro paradigma.

 

 

Bibliografía

Boulding, K. (1964) “General Systems as pont of view”, en Mesarovic, M. (ed. ) Views on general systems theory. Wiley, New York.

Martínez Miguelez, M. (1993) Elparadigma emergente. Barcelona, Gedisa.

Minuchin, S. (1974) Families and family theraphy. Cambridge, Harvard University Press.

Troncale, L. (1985) “The future of General System Research” Systems Research, vol 2, (1) 43-84

Watzlawick, P; Beavin, J, Jackson, Don D. (1967) Pragmatics of human communication. New York, W. W. Norton.

Watzlawick, P. , Weakland, J. H. , Fisch, R. (1974) Change. Principles of problem formation and problem resolution, New York, W. W. Norton

 

 

 

Citas

* Se entrecomilla el adjetivo natural para relacionarlo con la Ciencia Natural.

* Heisemberg enunció este principio en la microfísica (Martínez Miguelez, 1993), Boulding (1964) sostiene que se ajusta en un rango pequeño a los sistemas físicos, en un rango mediano a los biológicos, y a los sociales en toda su dimensión.

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