La atención en urgencias a pacientes con enfermedad mental y riesgo de suicidio, que también contempla el impacto de este abordaje en la salud mental de los sanitarios, son puntos relevantes tratados en el documento de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES).
Ante el patente aumento de casos de enfermedad mental atendidos en los servicios de urgencias españoles, la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias detectó la necesidad de poner en marcha un grupo de trabajo para implementar un plan de actuación que sirva de soporte a los profesionales sanitarios. Se trata de detectar colectivos vulnerables y signos de alarma de suicidio sin descuidar el manejo de la salud mental de los profesionales sanitarios que atienden a estos pacientes.
El grupo fue impulsado por la Fundación de Ciencias del Medicamento y Productos Sanitarios (Fundamed) con la colaboración de Janssen, coordinado por la Dra. Iria Miguéns, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, quien comentó a Medscape en español los principales dilemas que enfrenta el médico de urgencias en la atención a pacientes con problemas de salud mental.
"Desde luego el principal problema es el abordaje multidisciplinar y esto pasa por asegurar la continuidad asistencial. Para ello la única herramienta que nos facilitaría asegurarlo sería la creación de circuitos efectivos de salud mental implementando recursos. Necesitamos que sea en los plazos previstos por el profesional, con la asistencia tan especial que necesitan… es fundamental", señaló la especialista.
El equipo multidisciplinar publicó un primer documento llamado depresión y suicidio en Urgencias y Emergencias Hospitalarias (descargable desde la página web de la sociedad científica) donde se señalan pormenorizadamente las principales conclusiones y acuerdos para los distintos apartados analizados.
Impacto sobre los profesionales de urgencias
Empecemos por el impacto que la atención a estos pacientes produce en los profesionales sanitarios, ya que se ha convertido en un problema de salud pública, cuya tendencia ascendente se ha visto agravada por la pandemia de la COVID-19, tanto sobre la salud mental de los pacientes como la de los profesionales sanitarios.
Por su parte, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos ha alertado recientemente de los riesgos de la pandemia sobre la salud mental de los médicos y reclama un serio compromiso de las administraciones para abordarlos.
Los profesionales con un mayor riesgo son los que trabajan en la unidad de cuidados intensivos, urgencias, plantas de hospitalización médica con pacientes COVID-19, atención primaria y en las residencias de adultos mayores. En torno al 3, 5 % presentó ideación suicida tras la primera ola de la pandemia. Estudios recientes revelan un aumento superior al 50 % de cuadros depresivos, de ansiedad e insomnio en profesionales de primera línea.
El médico en situación inestable no debe ejercer
Es evidente que cuando el sanitario sufre una patología de salud mental puede repercutir sobre la atención del paciente, por tanto, si el profesional se encuentra en una situación inestable no debería ejercer, destacaron los expertos en el documento. Los sanitarios son grupos vulnerables debido a la sobrecarga que están viviendo, pero también tienen altas tasas de resiliencia. Cuando los médicos tienen ansiedad o depresión la valoración de la patología mental resulta más difícil.
En esa línea, no hay que olvidar la alerta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el síndrome de desgaste profesional en los sanitarios, que en el personal de urgencias durante la pandemia llegó al 67, 9 %. [1]
El grupo de trabajo trató de responder cómo podemos mejorar la autoaceptación de estas patologías en los sanitarios. Parece que se debe a un problema relacionado con el estigma de este tipo de enfermedades, por lo que se deberían potenciar las acciones de sensibilización, concientización y una vez más, formación.
Potenciar recursos profesionales y grupos de apoyo
Asimismo, hay que facilitar recursos profesionales y el acceso a grupos de apoyo que cuando garantizan la confidencialidad son sumamente útiles, así como reforzar la respuesta desde los dispositivos de salud mental.
La presidenta de la Fundación Española de psiquiatría y Salud Mental y una de las autoras del documento, Dra. Ana González-Pinto, indicó a Medscape en español algunas pautas para su manejo: "En algunos centros, como la Clínica Mayo, se trabaja para animar a médicos en formación y médicos del equipo a pedir ayuda si tienen problemas de salud mental. Como cualquier ser humano, el médico es vulnerable y las enfermedades mentales son comunes. Iniciativas como las de estas clínicas estadounidenses deben extenderse. Se requiere una organización de los centros sanitarios que establezcan protocolos de información y de valoración desde los servicios de prevención, en colaboración con salud mental".
Abordaje del paciente con enfermedad mental
Según la OMS, los trastornos mentales representan el 30 % de la carga mundial de enfermedad no mortal. Estos pacientes no solo generan una alta demanda asistencial, sino que requieren un manejo diferente, lo que añade complejidad.
Por tanto, hay consenso en que el sistema sanitario debe ser flexible para mantener la atención con el especialista y a la vez es indispensable integrar a la familia en el abordaje del paciente, sobre todo en los adolescentes. Es importante no estigmatizar la atención a estos pacientes al individualizarlos. También existió acuerdo en la necesidad de desarrollar protocolos específicos para facilitar el trabajo clínico ante determinados problemas concretos.
La Dra. González-Pinto destacó: "Las propuestas que se barajan en este momento son la humanización de los servicios de urgencias, con un despacho que resulte más amable de lo que es habitual en este momento y con personal entrenado en la atención a estos pacientes. Se ha contemplado la presencia de enfermeros de salud mental en los equipos de enfermería de urgencias".
atención a la impulsividad del adolescente
Mención especial requieren los adolescentes que precisan de un trabajo multidisciplinar más preciso, ya que debido a su impulsividad necesitan una mayor atención, sobre todo a los cambios en la sociabilidad o rendimiento académico como alertas de posible enfermedad mental. No hay que perder de vista que estamos ante un nuevo paradigma para una nueva generación que se comunican de forma diferente y alternativa al adulto.
Detección de signos de alarma en urgencias
La condición de tiempo-dependencia extrema en urgencias es un argumento esgrimido para no hacer una exhaustiva evaluación de los principales signos de alerta; para paliar esto se propone diseñar una herramienta sencilla y accesible que permita una rápida evaluación del riesgo de suicidio y hacer un check list para valorar el riesgo en el triaje. También se consideran indispensables la formación y concienciación sobre prevención del suicidio para todos los profesionales sanitarios. La incorporación de la enfermería de salud mental en los servicios de urgencias, según se acordó, otorga un notable valor adicional en la calidad de la atención.
Paciente con conductas suicidas
Todavía con el eco que dejó el Día Mundial para la prevención del suicidio, que se celebró el pasado 10 de septiembre, las cifras reales asustan. En los cinco primeros meses de 2020 el suicidio se mantuvo como primera causa externa de fallecimiento, con 1. 343 decesos registrados según el Instituto Nacional de estadística. Se tienen datos de que cada dos horas y media se registra un suicidio, siendo este la causa externa de mortalidad más frecuente. Usando las estimaciones disponibles a nivel población, parece que por cada persona que fallece por suicidio en España habría 10 que lo intentan y de cada persona que lo intenta habría 14 que lo piensan, por lo que son muchos los expertos que piden un Plan Nacional de prevención del suicidio.
Herramienta sencilla y accesible
La valoración del paciente con riesgo o intento de suicidio constituye un auténtico reto para los profesionales en urgencias. Por tanto, es prioritario diseñar una herramienta sencilla y accesible que permita hacer una evaluación rápida del paciente con riesgo de suicidio.
La Dra. Miguéns apuntó que "en la actualidad se trabaja con diferentes escalas adecuadas a nuestros servicios, desde la escala Sad Persons, en otro contexto la escala de Beck y la escala de valoración de la depresión de Hamilton, las cuales se utilizan de un modo u otro tanto en servicios de urgencias como de emergencias, todas ellas con sus limitaciones, obviamente".
Además los expertos coinciden en que un entorno adecuado es preciso para reducir el nivel de ansiedad y angustia del paciente. Insisten en la importancia de la formación de profesionales para potenciar competencias y habilidades, sin olvidar que los jóvenes y las personas mayores acumulan mayor riesgo por los diferentes momentos evolutivos y vitales y los hombres también tienen más riesgo de fallecer por suicidio que las mujeres.
Ninguna tentativa autolítica sin atención
La Dra. González-Pinto añadió: "Ante cualquier persona con depresión se debe determinar si hay ideas de suicidio. Los casos de mayor riesgo son aquellos en los que además de una depresión hay ansiedad o inquietud psicomotriz. También tiene especial riesgo estar bajo el efecto de alcohol u otras sustancias, o no tener familia. Si hay ideación suicida se debe derivar al psiquiatra en la propia urgencia".
"Ninguna tentativa autolítica debe quedarse sin atender. Aunque el paciente minimice el intento es normal que haya ambivalencia hacia el suicidio y el paciente debe ser explorado de forma adecuada", destacó.
Detección de pacientes vulnerables
Entre los factores de vulnerabilidad se sitúan la exposición al desastre, a la violencia, las pérdidas, los conflictos, el aislamiento social o los duelos patológicos, entre otros. Se incluyen también refugiados o migrantes.
Al igual que grupos expuestos a la exclusión social, como el colectivo LGTB, reclusos, víctimas de violencia de género, etcétera.
En concreto, para las mujeres víctimas de la violencia de género se apunta a que precisan ser valoradas con un protocolo especial dada su enorme vulnerabilidad; suelen encontrarse rasgos de psicopatogenicidad a veces como causa y otras consecuencias de la situación vivida, lo que hace necesaria la atención en un acto único para evitar un daño moral continuado.
La Dra. Miguéns manifestó que "el problema en cuanto a violencia de género radica en el diagnóstico, en la detección de los casos. Necesitamos además de una formación global del personal sanitario, protocolos autonómicos reales, efectivos y por supuesto, recursos para poder llevarlos a cabo".
En este apartado los expertos proponen además de guías de actuación específicas, tener profesionales referentes en los centros de salud mental, así como reforzar la educación en el ámbito escolar con proyectos específicos para el profesorado, los alumnos y las familias.
La Dra. Miguéns y la Dra. Gonzalez-Pinto han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El grupo fue impulsado por la Fundación de Ciencias del Medicamento y Productos Sanitarios (Fundamed) con la colaboración de Janssen.