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Reflexiones acerca de la intervención familiar en el ámbito escolar.

Autor/autores: Miguel Puyuelo Sanclemente
Fecha Publicación: 01/03/2007
Área temática: Psicología general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En la presente comunicación se trata de analizar las ventajas y los obstáculos que se encuentran en una intervención oportuna que desde la escuela se realiza en el ámbito familiar. Se concluye con la necesidad de la implementación de un enfoque ecológico y sistémico para una necesaria colaboración en la institución educativa y familiar.

Palabras clave: ámbito escolar, familia


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Reflexiones acerca de la intervención familiar en el ámbito escolar.

Jacobo Cano Escoriaza*; Miguel Puyuelo Sanclemente**.

* Profesor asociado de la Universidad de Zaragoza. Departamento de psicología y Sociología. Orientador y Terapeuta Familiar

** Profesor titular de la Universidad de Zaragoza. Departamento de psicología y Sociología.

En la presente comunicación se trata de analizar las ventajas y los obstáculos que se encuentran en una intervención oportuna que desde la escuela se realiza en el ámbito familiar. Se concluye con la necesidad de la implementación de un enfoque ecológico y sistémico para una necesaria colaboración en la institución educativa y familiar.

Introducción

La familia y la escuela, la escuela y la familia, desempeñan un papel protagonista y prioritario en la educación de los niños y jóvenes (Rodrigo y Palacios, 1998; Musito y Cava, 2001). Sin embargo, la relación entre estas dos instituciones atraviesa momentos de crisis en los albores del siglo XXI (Maganto y Bartau, 2004).

No cabe duda, que los cambios sociales, económicos, tecnológicos y axiológicos están removiendo los cimientos de la sociedad y están provocando ciertos sentimientos de inseguridad, de incertidumbre, consustanciales al propio cambio y crecimiento. La familia y la escuela no son ajenos a dichos cambios.

Proponemos analizar una serie de actitudes positivas y negativas que se pueden dar en las relaciones entre la familia y la escuela. Dichas actitudes influyen en la mayor o menor colaboración o en el confrontamiento destructivo que en muchas ocasiones se da y perjudica al joven.


La crisis: ¿Problemas u oportunidades de cambio?

Podemos comenzar preguntándonos qué entendemos por el término “crisis”. ¿Qué significado atribuimos a este concepto? Nos parece relevante señalar algunas matizaciones hacia la crisis y reflexionar, a partir de aquí, cuál es la relación entre la familia y la escuela y en qué medida afecta o influye en el desarrollo integral de los jóvenes.

Veamos dos concepciones esenciales del concepto crisis:

a) Si nos preguntáramos cuál es la primera sensación o sentimiento que nos viene cuando hablamos de una crisis, a muchos nos vendría repentinamente aspectos negativos, derrotistas, pesimistas, algo malo, etc. En definitiva, problemas.  

b) En segundo lugar, creemos que no está suficientemente bien entendida la atribución más positiva u optimista de la crisis. En este sentido, muchos de nosotros es posible que no entendamos que la crisis puede ser una oportunidad de crecimiento, de superación, de cambio, de camino ineludible hacia la madurez. Es, precisamente desde este prisma, desde el que la crisis no se convierte como anteriormente decíamos en algo negativo, y, por consiguiente, algo que naturalmente tendemos a evitar y a escapar, sino que, por el contrario, puede suponer un peldaño necesario para cambiar, para perfeccionarse, para evolucionar.

Las crisis, por lo tanto, pueden ser vividas como problemas y/o como oportunidades de cambio y de mejora continua.

La institución familiar y escolar atraviesan, desde nuestro punto de vista, por un periodo de crisis, entendido, como un espacio de tiempo y un conjunto de circunstancias que nos llevan a preguntarnos cuáles son los roles y funciones principales de ambas instituciones, de qué manera se pueden desarrollar cauces estrechos de participación activa y colaboración mutua para encarar con más garantías una educación y formación integral y de calidad para los jóvenes, protagonistas principales y constructores de la sociedad del futuro.

Conviene analizar las diferentes variables que intervienen y van moldeando el devenir de ambas instituciones, al tiempo que se hace cada vez más imprescindible superar ciertas actitudes que poco aportan a dicho avance y progreso.


Actitudes que favorecen y/o dificultan la relación entre la institución familiar y escolar

En el presente apartado, queremos poner sobre la mesa, una serie de elementos y actitudes que pueden dificultar una adecuada colaboración entre la familia y la escuela:

1. Culpabilizar al otro: “Si tal profesor hubiera sabido tratar a mi hijo, éste no estaría desmotivado; si sus padres se preocuparan por educar en casa a su hijo en las normas elementales, no daría tantos problemas en clase, etc. ”

2. Negar los nuevos retos y desafíos de la sociedad del siglo XXI. “Antes no teníamos ni ordenadores, ni internet ni muchas otras cosas, y todo era más fácil que ahora”

3. No asumir la incertidumbre y las transiciones que suponen los cambios. “Ciertamente, atender a cada uno según sus necesidades no siempre es tan cómodo ni tan fácil que dar lo mismo para todos, y que cada uno se apañe como antes lo hacíamos. . . ”

4. La escasez de criterios de análisis y criba de la información en la sociedad del conocimiento. “Parece que todo vale; toda la información está disponible, sin límites ni restricciones. Investigas algo y te aparecen todo tipo de soluciones: también las destructivas y nocivas al lado de las mejores. . . ”

5. Las dificultades y problemáticas diversas de las relaciones intergeneracionales. “Se ha perdido el respeto, el diálogo a nivel profundo, la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, la resolución de conflictos de forma constructiva y pacífica, la prevención, etc. ”

6. La intolerancia. “Se rechaza a quien es diferente del resto: a quien tiene menos capacidades, se le margina; a quien sobresale en algo se le intenta “normalizar” no dejándole desarrollar todas sus potencialidades, etc. ”

7. El autoritarismo. “Antes todo era más rígido y firme, nadie se movía de su asiento, se tenía verdadera veneración por el profesor. Y cuando se traía algún castigo del colegio, se recibía otro en casa, para dejar bien claro lo que había que hacer y lo que no”

8. La ausencia de límites. “El niño es el rey de la casa y es el que manda en muchas ocasiones en clase provocando y desesperando al profesor”

Pero no está todo perdido. Al contrario. Caben nuevas formas de hacer las cosas. Proponemos una serie de caminos, muchos de ellos no son fáciles y requieren de tiempo y paciencia, pero nos pueden llevar, sin embargo, a una sólida colaboración entre la familia y la escuela, al tiempo que repercuta en una mejor formación de los jóvenes.


1. Pasar de la culpa que pesa y oprime a la corresponsabilidad.

En muchas ocasiones esperamos que el niño cambie, tanto en clase como en casa. Es importante analizar cómo los comportamientos y actitudes de los padres y de los propios profesores, pueden influir de manera directa en el niño. Los padres, sobre todo, necesitan encuentros de reflexión y diálogo que les permitan exponer sus dudas, dificultades y agobios a la hora de educar a sus hijos, haciéndose conscientes de que lo hacen lo mejor que saben y pueden y que nadie les ha enseñado.  

2. Promover un equilibrio entre las tradiciones y las innovaciones.

Es fundamental encontrar los aspectos positivos de las maneras de educar del pasado, así como incorporar las innovaciones que permitan una mejora de la educación. Las nuevas tecnologías pueden proporcionar nuevas formas de aprendizaje, de descubrir el mundo, etc.

3. Aceptar que las crisis, como oportunidades para cambiar, implican cierta dosis de incertidumbre.

A veces, algunos padres o profesores pueden experimentar cierta preocupación o angustia a la hora de afrontar diversos cambios. Por ejemplo, es una transición interesante en la relación padres-hijos pasar de una mayor autoridad en forma de órdenes a intentar pactar con los hijos a través del diálogo diversos temas.

4. reflexionar y dialogar para consensuar una propuesta de valores y criterios referenciales.

Es preciso recuperar en la escuela y la familia una serie de valores que merezcan la pena trabajarse. Frente a la competitividad atroz la solidaridad; frente el individualismo, el trabajo en equipo; frente a la vagancia y la vida fácil, la recuperación del esfuerzo en el trabajo personal; frente al conflicto, maneras pacíficas de resolver los problemas, etc. (Alvarez González, 2003).

5. Incrementar el diálogo intergeneracional y la confrontación civilizada de diferentes posturas.

El diálogo implica ver lo positivo del otro, empatizar, es decir, ponerse en el lugar de la otra persona para comprender su mundo y sus circunstancias.  

6. Dinamizar una nueva cultura de la participación de los distintos miembros de la comunidad educativa.

Hay que desterrar ciertas visiones demasiado antagónicas y conflictivas entre la familia y la escuela. Los tutores y los padres pueden ver en los otros colaboradores en la educación de los menores y no enemigos o culpables de los fracasos o de los fallos en la educación. Los padres pueden ser agentes educativos muy positivos, con su participación en las distintas asignaturas, con el acercamiento del mundo laboral al mundo educativo y con la transmisión de su experiencia, con una visión más especializada en ocasiones precisas.

7. Consolidar el modelo democrático como encuentro entre la libertad y la responsabilidad de cada uno de los miembros.

Las Asociaciones de Padres, los Consejos Escolares, los Equipos Directivos, las distintas Comisiones, son cauces muy necesarios y positivos donde la toma de decisiones se realice de forma colegiada, oyendo las distintas opiniones y llegando a acuerdos y consensos que faciliten y consoliden la labor educativa.


Conclusiones

Hoy, más que nunca, son necesarios espacios específicos en la escuela, donde se encuentren padres, profesores, orientadores, equipos directivos y los propios jóvenes, según sus edades, donde puedan debatir y confrontar sus opiniones ante temas de tanta actualidad y urgencia como la prevención de las drogodependencias, de los trastornos del comportamiento alimentario, el desarrollo de opiniones críticas y posturas de acercamiento en la soluciones de los conflictos, el favorecimiento de la ecología y de una cultura de la paz, el consumo solidario y responsable, etc.

Dentro de las programaciones anuales, es preciso programar y reservar ciertos espacios de comunicación entre los distintos miembros de la comunidad educativa. Y estar abiertos a nuevas iniciativas que propicien este diálogo entre todos, como elemento de calidad de la educación. El orientador, en este sentido, puede ejercer un papel relevante y fundamental en su función de coordinación de las distintas personas, tendiendo puentes para una comunicación más positiva, en definitiva, más constructiva.


Bibliografía

ÁLVAREZ GONZÁLEZ, B. (2003). orientación Familiar. Intervención familiar en el ámbito de la diversidad. Madrid, Sanz y Torres

MAGANTO, J. M. y BARTAU, I. (2004). Fomentar la cooperación y la responsabilidad de los hijos. Madrid. Pirámide.

MUSITU OCHOA, G y CAVA CABALLERO, M. J (2001). La familia y la educación. Ediciones Octaedro, S. L. OTERO 

RODRIGO, M. J. y PALACIOS, J. (Coord. ) (1998). Familia y desarrollo humano. Madrid. Alianza Editorial.  

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