A lo largo de la historia, las alteraciones experimentadas en el estado de ánimo por parte de un importante número de mujeres, en los días previos a su ciclo menstrual, se han considerado poco más que un mito sin importancia. Se ensayaron diversos tratamientos, basados en la supuesta etiología del cuadro. No es hasta hace unos años que las clasificaciones internacionales han aceptado la existencia del trastorno disfórico premenstrual, realizándose investigación en el sentido de encontrar el tratamiento más adecuado para el mismo; se han de tener en cuenta, así, tanto medidas higienicodietéticas, como tratamientos con psicofármacos u hormonales. Se trata de un campo que todavía precisa investigación, con el fin de llegar a un mayor conocimiento tanot de la etiología como a un adecuado tratamiento. Hemos realizado una revisión bibliográfica de las revistas internacionales de mayor impacto de los últimos diez años. Fue Frank, en 1931, el primero en denominar síndrome premenstrual a una serie de síntomas, físicos y afectivos, que tenían comienzo durante las dos semanas previas a la menstruación, aliviándose poco después de ésta. (1).
Estos síntomas habían sido, sin embargo, descritos ya en todos los tratados clásicos, desde los tiempos de Hipócrates, más, en apariencia, este saber cayó en el olvido. Durante mucho tiempo se consideró que la existencia de síntomas afectivos, y en menor medida físicos, relacionados con el inicio de la menstruación no era más que un mito, algo que se transmitía de madres a hijas. sugestión, al fin y al cabo. Se culpabilizaba así a las madres por los síntomas de las hijas, ya que habían sido ellas, con sus historias, las que habían provocado e trastorno. (2). Los modernos estudios han permitido llegar a conclusiones más pertinentes, apareciendo ya el término síndrome premenstrual en la CIE 10, donde se establecen los siguientes fundamentos clínicos: -Entre los cinco síntomas necesarios para el diagnóstico, uno ha de referirse al estado de ánimo. -Los síntomas han de ser lo suficientemente graves para causar un deterioro funcional. -No debe ser exacerbación de otro trastorno. -Los síntomas deben confirmarse mediante una anotación diaria prospectiva de los mismos. (1) El diagnóstico será, por tanto, clínico, debiendo observarse un patrón sintomático compatible con el diagnóstico, un patrón de fase luteínica y una intensidad suficiente para alterar la vida de la mujer. (1) (2). Los criterios del DSM IV TR hacen hincapié en la naturaleza disfórica del trastorno, su gravedad y en la minimización de las molestias físicas, considerándose un trastorno del humor asociado al periodo premenstrual y le denomina trastorno disfórico premenstrual. (3)
Síndrome disfórico premenstrual, ¿Mito o realidad?
Cristina García Blanco; Vanesa Gomez Macias; Mª Angeles Mairena García de la Torre; Natalia Neira Laredo.
CSM Alcorcón. Madrid
Resumen
A lo largo de la historia, las alteraciones experimentadas en el estado de ánimo por parte de un importante número de mujeres, en los días previos a su ciclo menstrual, se han considerado poco más que un mito sin importancia. Se ensayaron diversos tratamientos, basados en la supuesta etiología del cuadro. No es hasta hace unos años que las clasificaciones internacionales han aceptado la existencia del trastorno disfórico premenstrual, realizándose investigación en el sentido de encontrar el tratamiento más adecuado para el mismo; se han de tener en cuenta, así, tanto medidas higienicodietéticas, como tratamientos con psicofármacos u hormonales. Se trata de un campo que todavía precisa investigación, con el fin de llegar a un mayor conocimiento tanot de la etiología como a un adecuado tratamiento. Hemos realizado una revisión bibliográfica de las revistas internacionales de mayor impacto de los últimos diez años.
Fue Frank, en 1931, el primero en denominar síndrome premenstrual a una serie de síntomas, físicos y afectivos, que tenían comienzo durante las dos semanas previas a la menstruación, aliviándose poco después de ésta. (1). Estos síntomas habían sido, sin embargo, descritos ya en todos los tratados clásicos, desde los tiempos de Hipócrates, más, en apariencia, este saber cayó en el olvido. Durante mucho tiempo se consideró que la existencia de síntomas afectivos, y en menor medida físicos, relacionados con el inicio de la menstruación no era más que un mito, algo que se transmitía de madres a hijas. sugestión, al fin y al cabo. Se culpabilizaba así a las madres por los síntomas de las hijas, ya que habían sido ellas, con sus historias, las que habían provocado e trastorno. (2).
Los modernos estudios han permitido llegar a conclusiones más pertinentes, apareciendo ya el término síndrome premenstrual en la CIE 10, donde se establecen los siguientes fundamentos clínicos:
-Entre los cinco síntomas necesarios para el diagnóstico, uno ha de referirse al estado de ánimo.
-Los síntomas han de ser lo suficientemente graves para causar un deterioro funcional.
-No debe ser exacerbación de otro trastorno.
-Los síntomas deben confirmarse mediante una anotación diaria prospectiva de los mismos. (1)
El diagnóstico será, por tanto, clínico, debiendo observarse un patrón sintomático compatible con el diagnóstico, un patrón de fase luteínica y una intensidad suficiente para alterar la vida de la mujer. (1) (2).
Los criterios del DSM IV TR hacen hincapié en la naturaleza disfórica del trastorno, su gravedad y en la minimización de las molestias físicas, considerándose un trastorno del humor asociado al periodo premenstrual y le denomina trastorno disfórico premenstrual. (3)
Epidemiología
Se han realizado estudios sobre muestras muy diversas, obteniéndose, sin embargo, resultados muy homogéneos. (3). La mayoría de las mujeres experimenta en algún momento de su vida, en mayor o menor grado, síntomas premenstruales; en menos del 10% alcanzan gran intensidad; en un 4% alcanzarían niveles de trastorno disfórico premenstrual.
Se observa que la cultura puede variar el modo de experimentar los síntomas, aunque éstos son universales y las diferencias se limitan al tipo de síntomas predominantes.
Se observa que este síndrome puede comenzar en cualquier momento de la vida reproductiva, soliendo las mujeres buscar ayuda médica en la década de los treinta. Con frecuencia comienza poco después de la menarquia, soliendo empeorar con la edad. Desaparece en la menopausia, aunque a veces persiste algún tiempo más.
Se observa una mayor incidencia del trastorno en hijas de mujeres afectas del mismo, presentando asimismo una mayor gravedad. Parece existir mayor concordancia para las monocigóticas. (1)
Etiopatogenia
Se han barajado muy diversas hipótesis, que tratan de explicar tanto los síntomas físicos como los afectivos, no siendo ninguna de ellas concluyentes. (4) Se considera así la influencia de hormonas esteroideas ováricas, dada la relación con el ciclo, apareciendo la sintomatología durante los días premenstruales, cuando se forma el cuerpo amarillo. Se ha relacionado con los opiáceos endógenos y otros péptidos. Con neurotransmisores tales como acetilcolina, serotonina, prolactina. Con factores nutricionales, dada la efectividad aparente de diversas vitaminas, como la B6, retención de líquidos y la vasopresina; y con las prostaglandinas. (4).
Tratamiento
Se podrá dividir el tratamiento en dos grandes grupo, tratamiento farmacológico y medidas higiénico- dietéticas.
Tratamiento farmacológico:
Se han planteado diversos tratamientos, con mayor o menor éxito, dentro de los cuales podremos destacar:
-Psicofármacos: Se han realizado diversos estudios sobre la utilización de psicofármacos en el tratamiento del trastorno disfórico premenstrual. Se comenzó con estudios de la utilización de antidepresivos tricíclicos, nortriptilina y clomipramina, con resultados alentadores.
En los últimos años se ha estudiado la utilización de ISRS, entre los cuales el más estudiado ha sido la fluoxetina (6), con buenos resultados. Se ha estudiado tanto la administración continua del mismo durante todo el mes, así como la administración únicamente durante el periodo premenstrual (7), con similares resultados. Se observó que la pauta intermitente tendría la desventaja de que resultaba más fácil de olvidar por parte de la mujer en los ciclos siguientes a la mejoría clínica. La mejoría se mantiene mientras dura el tratamiento, empeorando al suspenderlo.
-Hormonas: Se ha estudiado la administración de progesterona y análogos de la GnRH, sin éxito demostrable. Se han utilizado anticonceptivos orales en el tratamiento del trastorno disfórico premenstrual, sin gran éxito, observándose incluso casos de empeoramiento del cuadro (8).
-Otros fármacos(9): Se ha utilizado bromocriptina para el tratamiento de la mastodinia; diuréticos como la espironolactona, para el tratamiento de la retención de líquidos; antiinflamatorios no esteroideos para el tratamiento del dolor pélvico, especialmente naproxeno.
Medidas higieno- dietéticas:
-Medidas Dietéticas, como comidas más frecuentes, vitamina B6, evitar azúcares refinados, cafeína, sal y alcohol. Los datos científicos son anecdóticos y muy discutibles (10).
-Ejercicio físico: El efecto beneficiosos parece ser de índole general e inespecífico.
-Técnicas de relajación.
Conclusión
El trastorno disfórico premenstrual, es, por tanto, algo más que un mito. Se trata de una realidad que afecta a muchas mujeres, cuyo nivel de vida se ve deteriorado por estos síntomas todos los meses. Es, por tanto, necesario su diagnóstico y tratamiento, que debe ser multidisciplinar, incluyendo un abordaje farmacológico, especialmente con ISRS, que han demostrado su eficacia en muchos estudios, así como psicológico y social.
Bibliografía
1. Gold JH. Premenstrual disorder: What’s that? JAMA. Sep 1997. Nº12; pag 1024.
2. Kuan AJ. Premenstrual complaints before and after 40 years of age. Canadian Journal of Psychiatry. Mar 2004. Nº3; pag 215.
3. Lane T. Premenstrual symptomatology, locus of control, anxiety and depression in women with normal mens. Archives of Women’s Mental Health. Feb 2003. Nº2; pag 127.
4. Steiner M. The premenstrual symtoms screening tool (PSST) for clinicians. Archives of Women’s Mental Health. Aug 2003. Nº3; pag 106.
5. Kuan AJ. Distress levels in patients with premenstrual dysphoric disorder. Canadian Journal of Psychiatry. Nov 2002. Nº9; pag 234.
6. Steiner M. Fluoxetine improves functional work capacity in women with premenstrual dysphoric disorder. Archiver of Women’s Mental Health. Feb 2003. Nº2 pag 143.
7. Anonymous. PMS in women’s hormones, not their heads. Canadian Medical Association Journal. Mar 1998. Nº5; pag 581.
8. Wyatt K. Efficacy of progesterone and progestogens in managemente of premenstrual syndrome: Systematic revision. British Medical Journal. Oct 2001. Nº 7316; pag 776.
9. Freeman EW. A double –blind trial of oral progesterone, alprazolam, and placebo in treatment of severe premenstrual syndrome. JAMA. Jul 1995. Nº3; pag 124.
10. Berman MK. Vitamin B6 in Premenstrual Syndrome. Journal of American dietetic association. Jun 1990. Nº6; pag 859.
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