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Noticia | 21/04/2021

El desgaste profesional y la dedicación profesional que sufren médicos y enfermeras: un problema de salud pública agravado por la pandemia



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La emergencia causada por la COVID-19 está suponiendo un desafío para los gobiernos de todos los países y sus sistemas de salud. Uno de los grupos más afectados por la pandemia han sido los profesionales sanitarios. Como ya alertaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un comunicado de prensa: “Además de los riesgos físicos, la pandemia ha ejercido niveles extraordinarios de estrés psicológico sobre los trabajadores de la salud expuestos a entornos de gran demanda durante largas horas”.


Los profesionales sanitarios que están en primera línea frente a la COVID-19 no solo ponen en riesgo su vida, sino que enfrentan también un mayor malestar psicológico y fatiga crónica, entre otros síntomas, como reconocen la OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el documento COVID-19: seguridad y salud laboral del personal sanitario.


“El calado que ha tenido el brote de SARS-CoV- 2 no ha tenido parangón, pero algunos grupos a nivel internacional y nacional ya llevan años evaluando el impacto del trabajo en la salud mental de los profesionales del sector de la salud antes de la pandemia”, afirma Juan Jesús García, profesor de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Huelva y unos de los autores de un análisis recién publicado sobre los factores predictivos del burnout (desgaste profesional) y los niveles de work engagement (dedicación laboral) entre médicos y enfermeras.


La revisión, que recoge los artículos publicados entre los meses de enero de 2015 y octubre de 2020 de las bases de datos electrónicas Pubmed, Scopus, Web of Science, Cumulative Index to Nursing and Allied Health Literature (CINAHL), PsycINFO y ScienceDirect, concluye que los profesionales sanitarios suelen estar sometidos a condiciones laborales exigentes, desarrollando desgaste profesional y dedicación laboral.


“El desgaste profesional puede manifestarse de distintas maneras o con distinta intensidad en unas personas o en otras. Pero en general, solemos encontrarnos en personas que experimentan un cansancio muy marcado en forma de fatiga o falta de energía, embotamiento mental, sensación de bloqueo, problemas de concentración, falta de apetito o incluso insomnio. Si estas reacciones se mantienen en el tiempo, pueden derivar en problemáticas psicológicas más importantes como depresión, trastornos de ansiedad o afectar a las relaciones interpersonales”, explica Carlos Moratilla Díaz, psicólogo especializado en psicología Clínica y de la Salud.


Las demandas laborales (sobrecarga laboral, tipo de turno, concurrencia de eventos negativos, tipo de servicio, etc. ) y los recursos personales, situacionales y organizacionales (capital psicológico, apoyo social, capacidad de expresar emociones, valores personales, sentirse autorrealizado, entre otros), pueden ser factores que influyan en los niveles de dedicación laboral y desgaste profesional.


Según la revisión realizada por los investigadores de la Universidad de Huelva, pese a obtenerse valores totales altos de burnout en un estudio realizado en los países bajos, se observó una diferencia entre los médicos especialistas y los residentes, siendo los valores de dedicación laboral total superiores en los primeros. “Además, hemos podido concluir que, dentro del colectivo médico, ser residente parece ser un factor de riesgo para desarrollar el síndrome de desgaste profesional por los turnos rotatorios, las altas demandas educativas, el futuro incierto, sumado a la actividad asistencial que deben desarrollar y una falta de autonomía”, destaca García.


Según el investigador “la posibilidad de desarrollar desgaste profesional va a depender también del tipo de servicio y centro, la experiencia y los recursos disponibles, entre otras variables”


Como factores de mayor riesgo para desarrollar esta enfermedad destacan el sexo, la edad, las exigencias psicológicas, el trabajo activo y el desarrollo de habilidades, el apoyo social percibido de la comunidad y de los superiores, y la doble presencia. “Esta última condición, más frecuente en las mujeres, puede provocar intranquilidad en las personas trabajadoras porque las exigencias domésticas no están del todo cubiertas y esto puede afectar en el desempeño laboral”, aclara García, recordando que “profesiones sanitarias como la enfermería están ampliamente feminizadas”.


Según el Instituto Nacional de estadística (INE, ) el porcentaje de enfermeras colegiadas mujeres en España a fecha 31 de diciembre de 2019 era del 84, 16 %. “Aunque este último factor suele ser más frecuente en las mujeres, consideramos que está en un período de transición gracias al cambio de roles en el ámbito doméstico y laboral donde, ambos integrantes de la pareja trabajan y cooperan en el hogar”, concluye.


La pandemia ha agravado la incidencia del desgaste profesional


De forma general, el colectivo sanitario está expuesto a una serie de condicionantes de base: escasez de profesionales, sobrecarga de pacientes, tiempos reducidos para el desempeño de las funciones, etc. Lo que puede generar algún problema relacionado con la salud mental. Pero la pandemia ha situado al personal sanitario en una situación de especial vulnerabilidad, no solo por su exposición al virus, sino por la presencia de estrés que están experimentando debido a las circunstancias que están atravesando. “A lo largo del último año las peticiones de ayuda psicológica por parte de profesionales sanitarios y relacionadas con la presencia de elevado estrés, estrés mantenido en el tiempo y desgaste profesional ha aumentado considerablemente”, expone Moratilla.


“Consideramos que durante la COVID-19 han existido muchas circunstancias y fases por las que han pasado los profesionales sanitarios. En las primeras fases, podían existir niveles elevados de estrés debido a las altas demandas laborales y mentales, pero muchos estaban comprometidos con su trabajo, con altos niveles de vigor y dedicación. A medida que avanzaba la pandemia, esta energía iba disminuyendo y las demandas, aunque oscilantes, seguían estando”, dice García.


“Gracias a algunos estudios que nuestro grupo de investigación ha realizado sobre salud mental y COVID-19, tanto en profesionales sanitarios, trabajadores no sanitarios y población, podemos hacernos una idea del verdadero impacto que ha tenido la pandemia”, señala García. De acuerdo con los datos extraídos de estas investigaciones, el malestar psicológico es mayor en mujeres que en hombres, especialmente de aquellas personas que trabajan fuera de casa en actividades esenciales y menor en personas que convivían con menores.


Una cuestión de salud pública


Los resultados del trabajo ofrecen implicaciones para el diseño, la evaluación y eficacia de las intervenciones en el lugar de trabajo para reducir el riesgo de desgaste profesional y mejorar los niveles de dedicación laboral en los trabajadores de la salud. “Actualmente en España no existen estrategias, iniciativas o políticas a este respecto. De hecho, varios colectivos han pedido en reiteradas ocasiones ayuda psicológica para estos gremios. Ante la falta de una respuesta oficial, algunos Colegios Profesionales, como el de psicólogos, están intentando apoyar a grupos especialmente afectados y a la comunidad en general. Se echa en falta una estrategia nacional oficial que pueda dar cobertura a acciones posteriores a nivel estatal y micro en el que puedan colaborar diferentes organismos, instituciones y colectivos de manera coordinada”, dice García.


En opinión de Moratilla, “las necesidades prioritarias son de tipo estructural. No podemos individualizar problemas que tienen un marcado carácter social, político y económico”. El psicólogo considera que se debe llevar a cabo una mayor inversión en el ámbito de la salud pública. “El aumento de la plantilla de profesionales sanitarios y material de protección, por ejemplo, tendrían un marcado efecto en la prevención de la aparición de desgaste profesional. A partir de ahí ya podríamos considerar otro tipo de acciones más individualizadas, como aumentar la presencia y el papel de los profesionales de la psicología dentro de contextos hospitalarios, de atención Primaria, etc”, concluye.


Ambos expertos coinciden en la necesidad urgente de considerarlo como un problema de salud pública. “El desarrollo de esta problemática puede afectar no solo a la salud del trabajador sino a la calidad y a la seguridad de la atención prestada”, dice García. “Y debemos entender que “cuidar del cuidador” es cuidarse a uno mismo”, zanja Moratilla.

Fuente: Univadis
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