“Al principio, se lo tomaron como unas vacaciones, pero después de semana santa la cosa cambió mucho”, afirma Montse Gómez, psicopedagoga del IES Manuel de Cabanyes, en Vilanova i la Geltrú. “Nos encontramos con que hay chavales que no pueden dormir y otros que han perdido el apetito. Algunos son hijos de sanitarios y tienen miedo y sufren estigma. Otros están angustiados con el curso, sobre todo los de segundo de bachillerato por la selectividad, porque se juegan su futuro; la mayoría sienten ansiedad ante la incertidumbre de la situación. Y muchos ha perdido a algún familiar o tienen a alguien cercano enfermo, y tienen miedo a contagiarse”.
Como muchos otros centros educativos de Catalunya, en este instituto tratan y acompañan a diario a chavales a los que este tiempo de confinamiento les está pasando factura. Malestar, tristeza, soledad, apatía, frustración, rabia son algunos de los síntomas más habituales que, en algunos casos, según el contexto familiar o cuando hay problemas psicológicos o de aprendizaje previos, se ven agravados.
Los adolescentes corren el peligro de encerrarse en sí mismos, solo expuestos a pantallas, en una edad en la que es más fácil desarrollar algún tipo de trastorno o patología. (Mané Espinosa)
Solo en Barcelona, el Servicio para adolescentes y familias (SAIF), formado por el Centro para familias y los puntos ‘Aquí t’escoltem’, ha casi triplicado el número de atenciones que realiza, la mitad de las cuales están relacionadas con la situación actual. Así, entre el 23 de marzo y el 20 de abril han ofrecido ayuda emocional y psicológica, sobre todo vía teléfono, a 545 adolescentes y familias de adolescentes, en comparación con las 199 que llevaron a cabo en el mismo periodo del año pasado.
“Hemos tenido que reforzar el servicio para hacer frente a la situación”, indica Alicia Aguilera, al frente del departamento de juventud del Ayuntamiento Barcelona del que depende el SAIF. “Los jóvenes han sido los grandes olvidados en esta crisis y están sufriendo mucho. Constatamos que tienen un malestar emocional importante”, alerta.
Los chavales llaman porque, detalla Montse Pujol, directora del SAIF, “tienen ansiedad, insomnio; están preocupados por la situación laboral de los padres; no saben qué pasará con el curso; las relaciones de pareja incipientes se truncan; porque han perdido a un familiar y no pueden elaborar el duelo; porque se sienten solos, aislados de sus amigos”.
“Los jóvenes han sido los grandes olvidados en esta crisis y están sufriendo mucho. Constatamos que tienen un malestar emocional importante”
Los casos que atiende este tipo de servicios podrían ser tan solo la punta del iceberg. “Si tú vas a buscar al chaval, te responde. Pero en estas edades, si le dices ‘estoy aquí’, no funciona. Ellos están en su cueva y los tienes que sacar de ahí”, considera Sergi López, jefe de estudios del IES Manuel de Cabanyes. “Desde el comienzo, tuvimos claro que nuestra prioridad era acompañar emocionalmente al alumnado, que no se desconectara del instituto que en estas edades es un pilar central en sus vidas. Para ello, hacemos un seguimiento diario de nuestros 900 chavales, les mandamos mails, los llamamos hasta dos veces al día cuando detectamos alguna dificultad”, explica. Y tras una pausa, añade: “la situación actual les ha hecho perder todo aquello que en esta edad es primordial para su desarrollo y eso, sin duda, les generará muchas secuelas”.
La adolescencia es un periodo muy sensible del desarrollo de una persona en que el niño pasa a ser adulto. En esta etapa, los chavales están en pleno proceso de formación de la personalidad en que hacen oposición al adulto, como forma sana y normal de definirse, lo que puede generar tensiones. Más aún en una situación extrema como la actual.
Los casos que atiende este tipo de servicios podrían ser tan solo la punta del iceberg. “Si tú vas a buscar al chaval, te responde. Pero en estas edades, si le dices ‘estoy aquí’, no funciona. Ellos están en su cueva y los tienes que sacar de ahí”.
“ Los confinamientos tan estrictos como este provocan muchos problemas de salud mental, porque genera estrés que puede añadirse a factores previos y agravar la situación. Que no tengan instituto, ni rutinas, ni en muchos casos un espacio privado porque deban compartir habitación con más hermanos, ni puedan ver a sus amigos, que son los principales puntales de la adolescencia, les genera mucho malestar”, destaca Ingeborg Porcar, directora técnica de la Unidad de trauma, crisis y Conflictos de la Universitat Autònoma de Barcelona (UTCC-UAB).
“Corren el peligro de encerrarse en sí mismos, solo expuestos a pantallas, en una edad en la que es más fácil desarrollar algún tipo de trastorno o patología”, considera Teresa Moratalla, psicóloga clínica y secretaria del Col·legi de Psicòlegs de Catalunya. “También comienza la adquisición de la propia identidad sexual, lo que es especialmente sensible en esta etapa y también se ha truncado”, añade.
La incertidumbre tampoco los ayuda. “Reciben mensajes superconfusos a través de los medios, de los representantes políticos, de la familia, que se suman al mar propio de incertidumbres de la adolescencia. Y les resulta muy desconcertante”, considera Òscar Altide, director del IES Quatre Cantons, en Poblenou (Barcelona), que advierte que muchos chicos y chicas se sienten apáticos, lo que les genera muchos problemas de sueño. “Algunos viven en un descontrol horario”.
Muchos adolescentes se sienten apáticos, (Boogaloo Films)
A finales de febrero, la revista científica The Lancet publicaba un estudio realizado por científicos del King’s College de Londres (Reino Unido) que revisaban más de 3000 artículos previos sobre los efectos de cuarentenas sobre la salud mental de la población y destacaba que factores como el miedo a la infección, la frustración, el aburrimiento, el estigma aumentaban el riesgo de sufrir síntomas de estrés postraumático, rabia, confusión. “Estudios como este junto con la experiencia China nos tienen que poner en alerta. Demuestran que aumenta la cantidad de adicciones, depresiones y suicidios en la población”, destaca Porcar.
Si bien los chavales tienen mucha capacidad de adaptación, la situación es excepcional y “su malestar no está siendo ni escuchado ni tenido en cuenta, pero se tendrá que atender y canalizar para evitar que tenga consecuencias a largo plazo”, concluye Marina Alba, psicóloga del SAIF.
Algunos consejos
- Asambleas familiares: Los expertos recomiendan establecer un día a la semana para hablar padres e hijos de aquello que ha molestado y también de lo que ha gustado. Hay que evitar discutir en caliente.
- Hacer cosas juntos: Cocinar, realizar actividades deportivas dentro de casa, ver alguna película juntos y comentarla son recursos para evitar que el adolescente se encierre en sí mismo. También para compartir tiempo de calidad juntos.
- A partir de los 14 años Deben estar informados de qué pueden hacer y qué no. Es importante que se responsabilicen de las medidas de seguridad que hay que tomar al salir y dejarlos ir a tirar la basura o a comprar.
-Rutinas: Con flexibilidad, es importante ayudarlos a que mantengan unas rutinas en cuanto a comidas, sueño, escuela, ocio.
- Contactar con el SAIF Se puede llamar o enviar un wahstapp al 601 641 056, de lunes a viernes de 10 a 19h.
Los adolescentes dicen
Aitana, 2º bachillerato “Durante el curso iba todo el tiempo arriba y abajo. Ahora tengo más tiempo y leo, dibujo, estudio piano y guitarra, miro series, hago deporte. Pero echo de menos a mis amigos y a mi abuela, por videoconferencia no es lo mismo. Lo que más me preocupa es qué pasará con la selectividad y el futuro. He cursado el programa de Bachibac y me gustaría ir a la universidad en Francia.
Albert, 1º ESO “Hay días de todo, días que estoy más agobiado, días que menos. Echo de menos a mi abuela. Lo mejor del confinamiento es que nos hemos hecho amigos de los vecinos. Por Sant Jordi, decoramos juntos la calle. Desde que no voy al insti, todos es un poco caos: me levanto tarde, desayuno tarde, empiezo los deberes tarde. Tengo una habitación para mí, y eso está bien, porque me puedo encerrar a jugar y nadie me molesta”.
Anna, 4ºESO “Estaba estudiando en Estados Unidos y aún me quedaban más de dos meses, cuando me dijeron de repente que tenía que regresar. Fue todo tan rápido que no me pude ni despedir de mis amigos. Fue muy duro, la verdad, regresar a casa y tampoco poder estar con los amigos de aquí, ni ver a la familia, y tener que quedarme encerrada en casa. Se me han alterado bastante los horarios de sueño y utilizo más el móvil para hablar continuamente con mis amigos vía whatsapp, facetime, Instagram o Snapchat. Intento mantenerme positiva, pensando que cada día queda menos”.
Jan, 2ºESO. “Echo de menos salir con los amigos, jugar a la pelota con ellos o a cualquier otro juego. Hablar hablamos, mientras jugamos a la consola o en las clases del colegio, que son por videoconferencia. Cuando la profe acaba y se va, nos quedamos charlando. Y hablamos por whatsapp o redes sociales. Pero no es lo mismo. Para pasar el rato, juego a la consola, es lo que más me distrae”.
La otra cara de la moneda
No todos los adolescentes y familias viven el confinamiento de la misma forma. En algunos casos este tiempo de reclusión les ha servido para fortalecer las relaciones y la comunicación. Asimismo, ha estimulado la creatividad de los chavales, que han hecho vídeos, canciones, dibujos y también se han implicado socialmente. En el IES Quatre Cantons (Barcelona), por ejemplo, están trabajando con escuelas de primaria para que los chicos y chicas del instituto graben cuentos infantiles o canciones para los más pequeños; han emprendido una iniciativa para crear parejas entre chavales y personas mayores, que se intercambian poemas o cartas, hablan. “Creemos en el aprendizaje significativo y estamos realizando un trabajo globalizado: cómo podemos contribuir nosotros a solucionar la situación actual”, explica el director del centro, Òscar Altide.
Riesgo de desarrollar una adicción
La mayoría de adolescentes se están pasando este confinamiento enganchados a las pantallas. No solo siguen el curso a través de ellas, sino que las usan para comunicarse con sus amigos y también para tener ratos de ocio. Es uno de los temas que más preocupan a las familias, que suelen llamar a servicios como los del SAIF para consultar qué hacer en estos casos. “Se tiene que intentar encontrar un equilibrio, porque ellos también necesitan jugar a la consola, chatear con los amigos. Hay que pactar en casa unas normas básicas para el uso de pantallas, ayudarlos a gestionar el tiempo durante el día”, señala Aguilera. Porcar, no obstante, advierte que la adolescencia es también una etapa muy vulnerable de riesgo a adicciones. “La mayoría, como el tabaco o el alcohol, comienzan en la adolescencia y ahora estamos poniéndoles extraordinariamente fácil a los chavales acabar en una adicción a pantallas, porque se pasan el día en ellas”.
Los chavales tienen mucha capacidad de adaptación, pero la situación es excepcional y “su malestar no está siendo ni escuchado ni tenido en cuenta, pero se tendrá que atender y canalizar para evitar que tenga consecuencias a largo plazo.