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Freud: Aproximación a su obra y vida.

Autor/autores: Guillermo Pozo
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Psiquiatría general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Se analiza la vida y obra de Freud con un selectivo resumen en el que entran en cosideración antecedentes que facilitaron el descubrimiento del incosnciente y el nacimiento del psicoanális junto a los principales conceptos de la teoría freudiana, considerándose que el psicoanálisis representa en su lucha y reto un paso definitivo dentro del pensamiento científico sobre el funcionamiento mental.

Palabras clave: Freud


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Freud: Aproximación a su obra y vida.

Guillermo Pozo.

Psiquiatra-Psicoanalista

 

Se analiza la vida y obra de Freud con un selectivo resumen en el que entran en cosideración antecedentes que facilitaron el descubrimiento del incosnciente y el nacimiento del psicoanális junto a los principales conceptos de la teoría freudiana, considerándose que el psicoanálisis representa en su lucha y reto un paso definitivo dentro del pensamiento científico sobre el funcionamiento mental.

El conjunto de las influencias que dejaron su huella en Freud forman un caos, es decir, precisamente lo que espera un acto de creación.

Al estudiar su obra, llama la atención muy significativamente su valor y fuerza con los que se enfrenta a problemas que pareciera que son abordados por vez primera.
Nos recuerda que la mayoría de tales descubrimientos ya existían, potencialmente, antes de pasar a ser conscientes.

La literatura ha sido rica y predecesora. Freud reconoce entre sus precursores, mas que a psiquiatras y psicólogos a literatos, principalmente: Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Cervantes, Ibsen, Dostoyevski, cuyos solos nombres excluyen la necesidad de citas. No solo da cuenta de su deuda sino además pondrá de manifiesto que la psiquiatría y la psicología habían evitado rozar el tema mismo de la motivación, forma de negación de la realidad; proceso al que habría de dedicar sus decisivos estudios.

Será también la literatura y el cine, para solo citar esas áreas de la creación cuyo devenir tendrá de alguna u otra forma algo que remita a la obra de Freud. Es indudable que en tal sentido cabe citar a: Joyce, Artaud, Bretón, Aragón, Becket, Huxley o Thomas Mann, como a Buñuel, Antonioni, Passolini o Bergman entre otros.

Diremos que el inconsciente ya se conocía, pero es al genio de Freud que le debemos el poderlo estudiar en un plano racional mediante la cura psicoanalítica.

Es oportuno resaltar que lo que caracteriza al psicoanálisis como ciencia, no es tanto sobre la materia que trata sino sobre la técnica sobre la que se sirve. Su destino será el descubrimiento del inconsciente, siendo un método terapéutico, una teoría metapsicológica del individuo y una forma de interpretación de la cultura y de la historia.

Freud nace el 6 de Mayo de 1856 en Freiberg, pequeña ciudad ubicada a 240 Km. al noreste de Viena, en la antigua Moravia.
Su padre era un modesto comerciante quien de su primer matrimonio tuvo dos hijos, Emmanuel y Philippe. En 1855 tiene lugar su segundo matrimonio con una joven de 20 años, sus hijos antes citados teniendo 24 y 20 años. El bebé Sigmund imagina, vagamente, que su padre era el esposo de la ya entrada en años gobernanta que lo cuidaba y que su madre real estaba casada con Philippe. Cuarenta años después interpretará este fantasma incidiendo en el descubrimiento del complejo de Oedipo.
Después de pensar en consagrarse a la filosofía, opta por la medicina, recibiéndose de médico en 1881 y se especializa primero en la neurología hasta que obtiene una beca y viaja a París en 1885 en donde estudiará junto a su gran Maestro, el Profesor Charcot, Jefe del Servicio de psiquiatría del hospital de la Salpetrière.

De regreso a Viena, su amigo el Dr. Breuer le refiere la historia de “Anna O” lo que decidirá su orientación definitiva descubriendo el papel de la sexualidad infantil en la génesis de las neurosis, construyendo las primeras bases del psicoanálisis, después de haber incursionado con anterioridad en la hipnosis, método que abandona por encontrar, si bien aparentes curaciones rápidas, frecuentes recaídas, además de una técnica no siempre realizable y haber pasado por la sugestión, bajo la influencia de Bernhein, acosando a sus pacientes para tener acceso a los recuerdos olvidados hasta que uno de ellos le dice la frase decisiva: “Doctor, ¡déjeme hablar!’.

Desde entonces, deja de interrogar y comienza con lo que progresivamente dará cuerpo a la técnica del psicoanálisis, descubriendo y analizando el “transfert” -afectos de amor o de odio del analisante para con el analista- situación y análisis de la misma, fundamental dentro del acto psicoanalítico. Señalemos brevemente, dentro del proceso de la transferencia, sus características de violencia, de lo infantil y lo negativo.

Recurre a la técnica de la asociación libre y al análisis de los sueños, esa “realización -disfrazada- de un deseo reprimido”, en donde algo del inconsciente triunfa sobre la represión, para expresarse en un discurso que permanece incomprensible para el sujeto quien es protegido de su propia verdad por defensas secundarias que no pertenecen al inconsciente propiamente dicho y que sin embargo escapan a la conciencia.

Se puede recordar que su primera gran obra monumental: “La interpretación de los sueños”, de comienzos de siglo, cayó en el vacío y la modesta edición de 600 ejemplares tardó 10 años en agotarse.

Los actos fallidos y lapsus son sometidos a minucioso análisis.

Realiza estudios sobre la sexualidad, lo que en la rigurosa Viena le significará una hostilidad general.


Freud nos señala que tres hombres ya le habían comunicado un saber, que rigurosamente hablando no poseían. Así, Breuer al explicar el estado de una enferma “por secretos de alcoba”; Charcot quien a propósito de un caso análogo exclamó su célebre sentencia: “Mais dans de cas pareils, ¡c`est toujours la chose genitale, toujours, toujours!” y Chrobac, eminente ginecólogo quien declaró que desgraciadamente no se podía dar a una histérica la única receta eficaz: “Penis normalis, a renovar”.
Freud teorizará sobre la sexualidad infantil, descubriendo las diferentes etapas de dicha evolución que supone la unidad de la energía sexual o libido. Esta, según determinados acontecimientos podrá fijarse en un estadio: oral, anal, fálico o regresar a uno anterior, lo que guardará relación con el origen de la neurosis.

Establece la dinámica de tres instancia psíquicas: el “Ello”, conjunto de pulsiones instintivas, sexuales y agresivas; el “Yo”, suerte de armonizador entre el ello y el Mundo Exterior; y el “Super-Yo”, heredero del complejo de Oedipo, introyección de la censura de los imagos parentales y la Ley.

Para Freud, la cuestión irresuelta estriba en la antinomia surgida entre la instancia a la satisfacción de nuestras pulsiones libidinales y destructivas -el Principio del Placer- que rige para la economía del ello y las exigencias de la realidad que obligan a su inhibición, represión y en algún caso a su negación.

Estar en la realidad, nuestra realidad social, supone poner en juego el Principio de Realidad, por el cual se rige el Yo frente al ello, y esto implica frustración, cualquiera sea la transacción verificada. El precio pagado por ello, dirá en su ultimo libro, es el malestar de la cultura, es el precio de la cultura conseguido tras la represión de nuestros impulsos del eros, que es la neurosis.

En Freud, normal no es una categoría fija. Normalidad y anormalidad son formas de actuación en la realidad social que pueden ser intercambiadas en el mismo sujeto.
Nos dirá que lo normal reviste dos formas: la evasión de la realidad y la negación de la realidad. En el primer caso estamos ante lo neurótico. En el segundo caso estaríamos ante lo psicótico en que cabe puntualizar que se niega la realidad y se vive la fantasía substitutiva como la realidad real, teniendo el delirio y la alucinación una lógica interna.

Para Freud, curar significa validar al neurótico para que opere modificadoramente en la realidad, no para que la acepte tal cual es, es decir, con el sistema de valores que, al fin puede ser reputado como causa de la neurosis misma; y al psicótico, para que no opere en su realidad interna sino en la de todos.

“Donde era ello ha de ser Yo”, esto es. alcanzar tal lucidez incluso sobre la realidad interna de cada cual, que el Yo se fortalecería hasta el punto de aceptarlos como tales realidades. No negar nada, aceptar todo para dominarlo en la medida de nuestras posibilidades y de nuestros requerimientos.

A su llegada a Londres, anciano ya, tras la “Auschluss” que conducirá a la absorción de Austria por la Alemania Nazi, Freud responderá a un periodista sobre la pregunta de los rasgos característicos del hombre normal: “Lieben und Arbeiten”. Solo dos palabras, la segunda con la connotación del trabajo creativo.

Entre las muchas significaciones que su vida tuvo, una muy importante fue su integridad moral. Se resiste a salir de Viena ocupada por los nazis.

Siendo agnóstico, se siente mas que nunca cerca del pueblo judío, preso de la mas cruenta de sus persecuciones.

No pudiendo quedarse mas en Viena y ante la exigencia de sus amigos de tener que partir hacia el exilio, logrará por fin que la Gestapo autorice su viaje a Inglaterra, pero le imponen como condición que estampe su firma al pié de un documento escrito por ellos y que dice: “El abajo firmante, Profesor Freud, confirma que después del “Auschluss” de Austria con el Reich alemán, he sido tratado por las autoridades alemanas, y la Gestapo en particular, con todo el respeto y la consideración debida a mi reputación científica, que he podido vivir y trabajar en plena libertad, que he podido continuar y proseguir mis actividades de acuerdo a mis deseos, que he contado con el apoyo de todos y que no tengo el menor motivo de queja”. Freud firma el documento pero solicita poder añadir algo, lo que se le permite, Freud añadirá, de su puño y letra: “Puedo recomendar, de todo corazón, la Gestapo a todos”.

Freud nos sitúa ante la visión científica racional concluyendo que el narcisismo general ha sufrido tres graves ofensas o humillaciones, entendiendo que la humillación es solo tal para quien está dispuesto a ser exaltado por sus solas fantasías.
La primera es la cosmológica, con Copernico al descubrir que el hombre no habita el centro del Cosmos.
La segunda es la biológica, con la concepción darwiniana del hombre al considerar la evolución de las especies.
Pero aún quedaba, según Freud, un reducto al narcisismo. El hombre estaba seguro de la superioridad de su conciencia. “La humanidad, escribe a L. Bisnwanger, ya sabía que tenía espíritu. Yo tenía que mostrar que también tiene instintos”.

La ofensa psicoanalítica consiste en haber mostrado al hombre que sus mas elevadas instancias son, en el fondo, formas sublimadas de satisfacción de pulsiones egotistas, y que los mas elevados valores, por los que de modo auto ilusorio pretende movilizarse, no son sino disfraces de sus instancias libidinales insatisfechas o mecanismos de defensa frente a instancias destructivas de aquello mismo que aparenta amar.


Freud identifica la conciencia moral con el Super-Yo; por otra parte, los impulsos instintivos, el ello, no tienen connotación valorativa. Lo bueno y lo malo de los mismos están en dependencia de los usos de la comunidad en cada momento histórico, lo que resulta hiriente. Significa también que los valores morales son subproductos sociales, inherentes al aprendizaje de la socialización. Por lo tanto, las instituciones sociales están históricamente sujetas a modificación.
Al respecto, constata que en la ideología del Super-Yo no solo se trata de subvenir a las necesidades sociales del presente, sino que, en la medida que en la sociedad hay tendencia al mantenimiento del status quo, también coexiste la necesidad surgida de la conservación del pasado.
Al marxismo oficializado, esta consideración del Super-Yo como cristalización de la superestructura, no ligado mecánicamente al condicionamiento económico, habría de molestarle.

Cuestionar el sistema de valores significa cuestionar las instituciones sociales y por ende, poner entredicho la existencia del poder.

Queda por recordar que Freud muere.

El cáncer del maxilar, que desde 1922 se le diagnostica y que había motivado el que hubiese de ser intervenido 33 veces, se agrava definitivamente en Agosto de 1939.
Freud tiene la evidencia que ha llegado al final, un hecho de la realidad le hace tomar exacta conciencia de su estado. El hedor que despide es tan desagradable que cuando Jofi, su perrito que tanto amaba es acercado hasta él, este huye hacia el rincón más alejado de la alcoba, de acuerdo al relato de E. Jones, a quien llama para decirle adiós.

Dos días después dice a su médico: “Mi querido Schur, recuerde nuestra primera conversación. Me prometió ayudarme cuando no pudiera más. Ahora esto no es mas que una tortura y no tiene ya ningún sentido” “Hable con mi hija Ana de nuestra conversación”.

“No había traza alguna de sentimentalismo o de piedad hacia sí mismo, nada mas que la realidad” dice Schur acerca de la escena.

A la mañana siguiente, Schur le administra una dosis de morfina, suficiente para hacerle abandonar, como había pedido: “Decente y razonablemente este mundo” un 23 de Septiembre de 1939.

Mas allá del recuerdo imposible, lo imaginario recorre escenas: una pequeña ciudad con tierras en flor, encuentros con idiomas, lecturas y manuscritos a cual mas enriquecedores, el año 30 con el Premio Goethe, el 33 con la quema en Berlín del representante de una vida y el viaje final a Londres.

Ese recuerdo imposible lleva como nombre: Sigmund Freud.

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