El proceso de envejecimiento presenta características diferenciales entre hombres y mujeres tanto a nivel físico y psíquico como a nivel social. De esta manera, la sociedad percibe y valora de un modo distinto el envejecimiento masculino y femenino al asignarles roles distintos tanto en el ámbito público como en el privado.
En este trabajo tratamos de explorar los roles específicos que se asignan a la mujer y la incidencia que estos tienen tanto en el proceso de envejecimiento como en la calidad de vida de las mismas. Pretendemos profundizar en las estrategias que las mujeres mayores están empleando para tener una mejor calidad de vida en su vejez y que influyen de manera positiva en la sociedad.
El envejecimiento de las mujeres: Factores de protección y vulnerabilidades en relación a su calidad de vida.
Juan Lirio Castro; David Alonso González; Inmaculada Herranz Aguayo.
Universidad de Castilla La Mancha.
Resumen
El proceso de envejecimiento presenta características diferenciales entre hombres y mujeres tanto a nivel físico y psíquico como a nivel social. De esta manera, la sociedad percibe y valora de un modo distinto el envejecimiento masculino y femenino al asignarles roles distintos tanto en el ámbito público como en el privado. En este trabajo tratamos de explorar los roles específicos que se asignan a la mujer y la incidencia que estos tienen tanto en el proceso de envejecimiento como en la calidad de vida de las mismas. Pretendemos profundizar en las estrategias que las mujeres mayores están empleando para tener una mejor calidad de vida en su vejez y que influyen de manera positiva en la sociedad.
Introducción
El título que da nombre a este trabajo explicita un contenido de alta complejidad. Nos encontramos ante la puesta en relación de dos de las diferenciaciones sociales más arraigadas como fruto de la necesidad humana de organización: la edad y el sexo.
Un cruce de variables que no solo supone una estructura demográfica sino que además a través de la historia se le ha ido cargando de contenido asociado a estas diferencias de contenido biológico.
No podemos negar la diferencia física sexual, así como lo ineludible del paso del tiempo y por lo tanto los cambios producidos por este devenir. Sin embargo el sexo y la edad pasan de constituir una diferenciación biológica a una diferenciación social, esto es, el género y la construcción social de la edad.
Poner como centro de atención al colectivo de mujeres mayores no solo es hablar de edad y de sexo sino sobre todo de la suma de los indicadores asociados a los mayores y a las mujeres, esto es, una suma de la posición de género y la construcción social de la edad. De ahí su complejidad.
Cuando hablamos de género nos referimos a las diferencias sociales justificadas en la diferencia biológica de género que incluye tareas, actividades, actitudes y capacidades diferenciales en relación con esta diferencia. En el mismo sentido funciona la construcción social de la edad asignando roles y estereotipos diferenciales en función de los distintos intervalos de edad.
Así hablar de mayores y de mujeres en nuestras sociedades no solo nos permite analizar indicadores en función de estas variables “supuestamente objetivas” sino que contienen la carga socio-cultural de las sociedades de referencia.
En este sentido, analizar la situación y el proceso de envejecimiento de las mujeres mayores no solo supone prestar atención a los cambios biológicos, sino en buena medida al resto de contenidos sociales, culturales y psicológicos asociados a estas construcciones sociales que actúan como factores protectores o de vulnerabilidad en el proceso de envejecimiento de las mujeres.
Una vez delimitado el campo de análisis un punto de referencia puede constituirlo dimensionar el fenómeno del que estamos hablando.
De este modo, la mujer mayor ha experimentado un cambio importante tanto cuantitativamente como cualitativamente.
- Cuantitativo dado que el propio envejecimiento tiene como consecuencia la feminización de la población. A pesar de que nacen más hombres que mujeres debemos tener en cuenta que ya desde el primer año de vida mueren más hombres que mujeres. El índice de masculinización es mayor en todas las edades inferiores a los cuarenta años, pero a partir de esta edades ya se mantiene la tendencia a ser mayor el colectivo de mujeres que el de hombres hasta llegar al 60% de mujeres de la población mayor de 65 años. Esta tendencia demográfica supone que de mantenerse los mayores niveles de esperanza de vida de las mujeres la feminización de la población en edades avanzadas no dejará de aumentar.
- A nivel cualitativo también se han producido grandes cambios precisamente como consecuencia de este aumento de la esperanza de vida y de mejores condiciones físicas, sociales y económicas en las que se llega a la vejez. Si bien el mito del mayor se caracterizaba por la dependencia física, afectiva y económica del mayor a los hijos, en nuestras sociedades los mayores actúan como soporte físico, afectivo y económico de los hijos. Las inseguridades en el mercado de trabajo, el difícil acceso a la vivienda junto con las necesidades de cuidado de los hijos hacen de nuestros mayores el soporte básico sin el cual no estaría asegurado el desarrollo de los hijos supuestamente independientes.
A continuación se expone brevemente que implicaciones tiene el proceso de envejecimiento para las mayores así como los desafíos que les presenta, influyendo a su vez en su calidad de vida y conformándose dichos cambios y desafíos en factores protectores o vulnerabilidades.
El proceso de envejecimiento en las mujeres
Para nosotros el envejecimiento constituiría un tiempo de la vida que implica una serie de cambios en las personas que lo atraviesan. Dichos cambios tendrían que ver con algunos procesos que describimos brevemente a continuación:
- Un proceso biológico, entendido como el proceso de cambios biológicos que en esta etapa de la vida ocurren.
- Un proceso psicológico, caracterizado por los cambios psicológicos que la persona experimenta en este momento.
- Un proceso biográfico, en el que la persona elabora su historia, adquiere aprendizajes y vivencia su realidad de un modo único e intransferible.
- Un proceso social, en el que además de lo anterior aparecen cambios en los roles y formas de abordar los tiempos y las relaciones.
Procesos todos los anteriores que aparecen simultáneamente y que a su vez aparecen filtrados o decodificados por la construcción social que sobre este período de la vida se realice en la sociedad de referencia. En este sentido consideramos que existen construcciones sociales que potenciarían el desarrollo de una mayor o menor calidad de vida para los mayores, y por ende, para las mujeres mayores, en función de la representación que de ellos se realice. De ahí la importancia de conocer y analizar dichas representaciones.
Como decíamos al principio, en el envejecimiento en el caso de las mujeres nos encontramos con dos fenómenos que se cruzan y se entrelazan condicionándose mutuamente: el envejecimiento y el género.
Específicamente analizaremos los desafíos y retos que las mujeres tienen que resolver en esta etapa de la vida, si quieren enfrentarse de un modo positivo y aún transformador de su propia realidad. Realidad que viene condicionada por la forma en que las propias mujeres ven el envejecimiento, como interpretan su propio envejecimiento y cómo la visión social que se tiene del envejecimiento femenino les limita y condiciona o por el contrario les potencia y revaloriza.
Esta triple influencia en el envejecer de las mujeres va a constituir los tres ejes de análisis de nuestro trabajo y a su vez conformarían un triple desafío que las mujeres deberían abordar para adaptarse y vivir un envejecimiento activo, positivo y lleno de posibilidades.
. Primer desafío: Comprender el envejecimiento como algo normal
Para nosotros, el primer desafío para las mujeres mayores lo constituiría la interpretación que las mismas hacen del envejecimiento como realidad ineludible. En este sentido es común que se vea el envejecimiento como algo lejano en el tiempo, y por tanto, algo de lo que ocuparse más adelante (futuro que nunca llega a concretarse ni encontrar realización en la mayoría de las ocasiones).
También suele decodificarse este proceso como algo que no tiene que ver conmigo, es decir, “los viejos son los demás”. Visión que enmascara actitudes de rechazo y mecanismos de defensa ante lo que –para muchas personas- es algo negativo y a evitar.
Esta visión negativa que comentábamos puede ser también sustentada en la interpretación de la vejez como déficit, como “el principio del fin”, actitud que lógicamente lleva a rechazar y enmascarar una realidad que socialmente todos captan que no es valorada. Así vista la vejez se presenta como una etapa poco interesante, que no vende, no está de moda, y que se reduce al propio mundo de los que la atraviesan y que bien se refleja en la expresión coloquial “cosas de viejos”. Como si al tener una edad distinta aparecieran mágicamente unos intereses diferentes a los que se tenían y además esos intereses fueran los mismos en todas las personas por el hecho de tener una edad.
¿De dónde proceden estas ideas sobre el envejecimiento que influyen en la interpretación que hacen las personas de esta etapa de la vida?
A nuestro parecer esta visión se debe a dos razones:
1- La ausencia de una educación gerontológica. Es decir, la falta de información y formación que ayude a los ciudadanos a interpretar sin prejuicios esta etapa de la vida, valorarla y además prepararse para vivirla lo más plenamente posible.
2- La influencia de las teorías de la vejez como déficit. Fruto de la interpretación que desde la gerontología han realizado teorías como la de la desvinculación o la vejez como subcultura, y que presentaban esta etapa de la vida llena de limitaciones, dificultades y aspectos poco interesantes.
Como es lógico esta visión negativa que desde la propia ciencia se ha transmitido desde los años ochenta, sumada a una falta de formación e información realista sobre el envejecimiento hace difícil interpretar esta etapa de la vida como un fenómeno natural. Constituyendo este el primer reto que las mujeres se encuentran: entender que la vejez es una etapa más de la vida, y como tal, constituye una etapa que puede ofrecernos oportunidades y satisfacciones.
Si la mujer no consiguiera cambiar sus concepciones en este sentido, su tránsito por la vejez probablemente no sea todo lo positivo que puede llegar a ser.
. Segundo desafío: Integrar el propio envejecimiento
Un segundo desafío para las mujeres lo constituiría integrar su propio envejecimiento como etapa que conlleva retos y también oportunidades. En este sentido, resulta difícil pensar que si no se ve el envejecimiento en general como algo positivo, el propio envejecimiento sea muy valorado.
Este segundo desafío implica que las mujeres interpreten adecuadamente los cambios físicos, psíquicos y sociales que les acontecen en este momento.
1) En cuanto a los cambios físicos, es innegable que el proceso de envejecimiento produce una serie de cambios que hay que conocer y manejar. Por un lado, existe un descenso de la funcionalidad como resultado de dicho proceso, descenso que no tiene que conllevar necesariamente incapacidad, pero que las mujeres tienen que encajar ya que no todo se puede hacer igual que antes o realizarse en el mismo tiempo o a la misma velocidad. Por otro lado, las mujeres tienen que vivenciar la menopausia, proceso que les afecta únicamente a ellas y que conlleva una serie de cambios físicos.
Todo lo anterior produce en la mujer un cambio en su apariencia, una transformación en su belleza. Transformación que no todos sabemos ver, y que puede llevar a las mujeres a no sentirse valoradas y, a su vez, a rechazar la vejez por los cambios que produce. Hecho que se relaciona con la presión social y valoración que se realiza de las mujeres a través de su belleza física.
2) En cuanto a los cambios psicológicos, también en esta etapa aparecen nuevas realidades. La cognición parece ser que cambia con la edad, produciéndose una ligera disminución en el procesamiento de la información, a pesar de lo que los autores han descubierto una forma característica de pensar en esta etapa: el pensamiento postformal. Siendo sus señas de identidad el relativismo, la integración de información contradictoria, el pragmatismo y, en general, lo que se viene denominando “sabiduría”.
Otra novedad es que aparecen pensamientos en torno a la muerte y la mayor posibilidad de haber experimentado el proceso de duelo debido a los cambios sufridos a lo largo de la vida o la pérdida de seres queridos.
3) Finalmente, también los cambios sociales aparecen con fuerza en esta etapa de la vida. Por un lado, nos encontramos con la jubilación que en el caso de la mujer es relativa ya que aunque la mujer se libere del trabajo productivo, sigue siendo la encargada de realizar el trabajo reproductivo en el hogar, por lo que se puede afirmar que no se jubila nunca.
Aún así la jubilación conlleva además de un descenso o pérdida de poder adquisitivo, un aumento en el tiempo libre disponible para los mayores. Dado que el trabajo suele ser un organizador de la vida cotidiana, este cambio conlleva un profundo reajuste que hombres y también mujeres tienen que realizar en su nueva vida.
También es un tiempo de modificaciones en las relaciones familiares. Por un lado puede aparecer el “síndrome del nido vacío” (marcha de los hijos de casa) y, por otro, el reajuste que lógicamente la pareja tiene que realizar al re-encontrarse solos en casa y más tiempo del acostumbrado.
Otras nuevas facetas que las mayores pueden plantearse son la llegada de los nietos, la pérdida de familiares y amigos, y la posibilidad de la institucionalización.
Según Osuna (2006) el rol de abuela es más importante para las mujeres que para los hombres. Esta misma autora comprobó en un estudio con 30 abuelos/as que la actividad que más comparten abuelos y nietos era conversar (93, 3 %).
Como se puede observar, integrar el propio envejecimiento para las mujeres implica asumir, compensar y articular los cambios físicos, psíquicos y sociales que la edad conlleva. proceso que requiere del desarrollo de aprendizajes, habilidades, y establecimiento de nuevas relaciones y tareas que organicen su cotidianeidad de un modo gratificante y satisfactorio. Construyéndose de esta manera como mayores y como mujeres, categorías que se entrelazan y se retroalimentan, pero que conforman situaciones diferenciales ya que a pesar de ser mayor, la mujer sigue sintiéndose mujer, y como tal quiere vivir y ser reconocida.
. Tercer desafío: Modificar la visión social sobre la mujer mayor
El tercer desafío para las mujeres mayores viene condicionado por la propia visión social que de ellas se tiene. Constituyendo el reto modificar dicha visión.
Si tuviéramos que poner una etiqueta a la visión social que de las mujeres mayores se tiene, ésta sería la de la invisibilidad. Pareciera que las mujeres al cumplir una determinada edad dejasen de existir, perdieran visibilidad y valoración. Exclusivamente aparecen ligadas al rol único de cuidadoras y amas de casas, es decir, desempeñando tareas al “servicio de los demás” y no de ellas mismas. Además a esto se le añade la ausencia de roles alternativos, por lo que las mujeres mayores “deben” sentirse realizadas sirviendo y cuidando a los demás, constituyendo esta tarea su forma de realización personal. En palabras de Alonso y otros (2000) esta ausencia de imagen social o, en el mejor de los casos caracterizada por unos modelos sociales limitantes, les sitúa en una posición vulnerable frente al proceso de exclusión social.
Villar (1997) afirma que la actitud de la sociedad hacia los mayores es de rechazo o como mínimo negativa. Este autor realizó una investigación con 60 niños de primaria (9-11 años) en la que se valoraba la preferencia de los niños por hombres jóvenes, mayores, mujeres jóvenes y mayores. Encontrando que las más rechazadas eran las mujeres mayores (únicamente eran las más elegidas en las categorías “mejores personas” y preferidas para “que les cuenten cuentos”).
Si a lo anterior se le añade la “sobrevaloración de la juventud” y el rechazo más o menos explícito a la vejez que la sociedad refleja, las mujeres se enfrentan a una situación de marginación más o menos encubierta. Rechazo al que se suma el excesivo énfasis en la belleza, que en el caso de la mujer se concreta en su valoración a través de su físico. Situación que arrincona a las mujeres mayores al no encajar en el canon de belleza establecido, que reconoce como ideal de belleza física el de las mujeres jóvenes y a lo sumo de mediana edad.
Una constatación de estas ideas son refrendadas por Yuni, Urbano y Arce (2003) cuando a través de un análisis de la prensa escrita argentina afirman que:
- Los discursos de la prensa ligan la juventud, la belleza y el dinero al éxito.
- Identifican el envejecimiento positivo, saludable, con la mediana edad (especialmente mujeres de clase media-alta).
- Exaltan la dimensión biológica (que se intenta ocultar) del envejecimiento.
- Constatan un reduccionismo del envejecimiento a dos campos discursivos: 1) el envejecimiento biológico (arrugas, manchas, etc. ); 2) la tecnologización del cuerpo (avances de la ciencia).
En definitiva las mujeres mayores deben enfrentarse a una continua contracción entre su situación real y los modelos de conducta que se les presuponen por un lado por ser mayor y por otro por ser mujer.
Otra cuestión que contribuye en la construcción social del envejecimiento femenino son los diferentes mitos que sobre el mismo circulan por la sociedad. Algunos de los mitos más importantes que construyen la imagen social del mayor, y más concretamente de la mujer mayor, y que tienen como resultado la invisibilidad de este colectivo son:
- La noción de que el envejecimiento es un hecho natural y cronológico y no una construcción social que no obedece a características objetivas de los individuos.
- El mito de que el mayor es improductivo, eso es, que al acabar su vida laboral no aporta nada a la sociedad. Este mito se agrava en el caso de las mujeres dado que la no entrada de muchas mujeres en el mercado de trabajo junto con el mantenimiento de la figura de la mujer como sostén y garante de la protección afectiva y cuidado de la familia choca con las expectativas sociales que en esta sociedad se tienen sobre el rol de la mujer.
- El mito de la dependencia cuando en muchos casos son los hijos los que dependen de sus mayores (como por ejemplo ocurre cuando los mayores se ocupan de los nietos, o como cuando acogen de nuevo a sus hijos separados, etc). También mencionar a aquellos mayores que tienen a su cargo hijos no emancipados o con alguna discapacidad.
- El mito de las desvinculaciones afectivas o ausencia de relaciones sociales. Se presupone que por el hecho de ser mayor las relaciones interpersonales pierden importancia y en mayor medida en el caso de las mujeres donde se le presupone la estancia mayoritaria en el hogar familiar y la ausencia de relaciones sociales más allá de las relaciones de pareja.
- El mito de la inflexibilidad y la incapacidad para cambiar y renovarse.
- El mito del conservadurismo que se atribuye al mayor, y más a la mujer dado su papel transmisor de valores culturales dentro de la familia.
- El mito de la ausencia de sexualidad tanto por ser mayor y suponer la ausencia de la misma, como la censura social en el caso de la mujer.
- El ocio de la mujer como manera de consumir el tiempo cuando no se le asume que su ocio pasa por el disfrute del ocio del otro.
En definitiva todos estos estereotipos asociados a la mujer mayor no hacen más que presentar una imagen social de la mujer mayor que actúa como atadura que limita y hace invisible el importante papel de las mujeres mayores en nuestra sociedad. De esta manera cada uno de estos mitos supone una necesidad no cubierta del mayor en nuestras sociedades.
Estrategias para mantener o mejorar la calidad de vida
Antes de abordar la cuestión de las estrategias o herramientas de las que pueden hacer uso las mujeres mayores para mejorar su calidad de vida, se hace imprescindible recordar una serie de factores cuya incidencia es directa o transversal en esta cuestión.
Nos estamos refiriendo a tres tipos de factores:
1- Físicos: menopausia y funcionalidad.
2- Psíquicos: síndrome del nido vacío, síndrome de la buena esclava, asunción del propio envejecimiento, afrontamiento del duelo, autopercepción, aceptación de roles.
3- Sociales: redes, visión que ofrecen los medios de comunicación sobre las mujeres mayores y proceso de institucionalización de los mayores (residencias).
En el caso de las mujeres mayores nos encontramos ante una ruptura del modelo de las sociedades industriales de organización social por edad en el que en la juventud preparaba para la vida adulta, en la adultez se trabajaba y, finalmente, en la vejez se descansaba.
En su lugar, el reto consistiría en la construcción de un modelo de envejecimiento femenino, que lejos de esa separación estricta de obligaciones signadas por la edad, presentaría de modo transversal un continuo entre actividad y pasividad en el que se puedan entrelazar formación y aprendizaje, nuevas ocupaciones y uso del ocio y tiempo libre.
Así, es para muchas mujeres mayores un reto el redescubrimiento de unas potencialidades que durante mucho tiempo no han estado presentes y han sido invisibilizadas. De esta manera se permiten crear nuevas formas y posibilidades de envejecer en femenino alejadas de cualquier visión de corte deficitario o subcultural de la vejez. Así esas potencialidades son las que les permiten ajustarse a su nueva realidad, en un intento por asimilar y adaptarse a los cambios físicos, psíquicos y sociales que acontecen en esta etapa y han sido anteriormente descritos.
Para nosotros, las estrategias que las mujeres mayores están utilizando o pueden llegar a usar pasan por la posibilidad de generar espacios y tiempos para encontrarse consigo mismas y con otros que las ayuden a redescubrirse para poder afrontar los retos que su momento vital les presenta.
Entre los espacios a los que están accediendo las mujeres mayores hoy, y que se constituyen en estrategias para mantener y/o mejorar su calidad de vida encontramos los siguientes:
- Educación
- Voluntariado
- Ocio y tiempo libre
- Redes sociales
- Asociacionismo
- Acceso a las tecnologías de la información y la comunicación
Conclusiones
Del análisis realizado en este trabajo se puede observar que de la posición que adopte la mujer mayor frente a los desafíos que le plantea el envejecimiento, se concretará un mayor o menor equilibrio de ésta frente a su situación como mujer mayor. Hecho que se convertiría en sí mismo en un factor protector o en una vulnerabilidad en la calidad de vida, en función de cómo se manifieste en cada caso concreto.
Si las mujeres mayores quieren mantener y mejorar su calidad de vida deberían acceder o generar espacios y tiempos que les permitan reconocerse y reconstruirse a sí mismas. Para lo que se hace necesario la participación en diferentes programas o dispositivos que les permitan dedicarse tiempo en el que buscarse, programas que conseguirían mayor impacto si fueran de corte intergeneracional.
Se trataría que a través de dicha participación las mayores se visibilizasen en diferentes espacios públicos que hasta ahora se les vetaban (como por ejemplo en los órganos de representación). Constituyéndose así ellas mismas en nuevos modelos de referencia. Visibilidad que se amplificaría si en los medios de comunicación social se presenciaran nuevas formas de envejecimiento femenino.
En definitiva a través de la participación se concretaría el principio de actividad, lo que permitiría a las mujeres mayores la movilización de recursos cognitivos, físicos y sociales que se convierten en factores de protección en la calidad de vida.
Hecho que a su vez les convertiría en espejos en el que mirarse para las siguientes generaciones y en que reflejar las potencialidades de la mujer mayor. Convirtiéndose ellas mismas en un factor protector al posibilitar un modelo alternativo de envejecimiento femenino sustentado en un visión posibilitadora y positiva de esta etapa vital.
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