Los porcentajes de obesidad infantil en España en 2012 (19%) han superado los porcentajes de EEUU (16%). Los riesgos de desarrollar problemas cardiometabólicos, diabetes tipo 2 o aterosclerosis antes de llegar a convertirse en adultos, se ven incrementados en los niños obesos o con sobrepeso. El aumento del ejercicio físico y control sobre la alimentación ayudan a regular el exceso de peso, pero
¿Qué papel juegan los padres en la obesidad de sus hijos? ¿Esta problemática tan actual es una cuestión física o, también, psíquica? ¿Cómo intervienen la envidia, los celos, el amor, el odio en los trastornos alimentarios de los niños? ¿La obesidad infantil de qué nos habla? Estas y más preguntas constituirán las líneas a trabajar en esta ponencia.
LA obesidad INFANTIL
El desarrollo estructural que cualquier niño ha de resolver en el transcurso de su crecimiento, no sólo de manera consciente sino también inconsciente, durante los años de vida en los que se constituye su sexualidad, es decir, hasta la pubertad o adolescencia, requiere de muchas transformaciones psíquicas y físicas que, es su mayoría, están determinadas por cómo los padres aceptan el crecimiento de sus hijos. Es cierto, que, también el niño en su camino a la sexualidad adulta, ha de realizar un trabajo que comprende el recorrido completo por todas las fases de su propia sexualidad.
La sexualidad humana se constituye en dos tiempos: sexualidad infantil y metamorfosis de la pubertad, ambos separados por un periodo de latencia. En este transcurso diferentes zonas del cuerpo se significan como zonas erógenas, donde la libido, considerado un órgano irreal, apoyada en la pulsión, puede llegar a fijarse o detenerse, no en el proceso mismo de constitución, sino una vez hecho todo el recorrido, es decir, una vez definida su sexualidad, la libido puede retornar a alguna de las fases anteriores.
La definición de nuestra sexualidad, socialmente entendida, se considera un proceso que transcurre en el adulto o que corresponde a dicha edad, sin embargo, el descubrimiento freudiano plantea que la sexualidad germina en la infancia.
La sexualidad infantil presenta una serie de impulsos sexuales que más tarde serán inhibidos por las restricciones sociales. Por ejemplo, el chupeteo, algo que resulta para observador un acto que desprende ternura, nos indica una de las primeras fuentes de placer señalando la boca como zona erógena. El fin sexual, en este periodo, es la satisfacción de la función nutricia, que se sacia por la ingestión de alimentos.
Si centramos este trabajo, como su propio nombre indica, en la obesidad infantil, tema que está siendo motivo de estudio y de preocupación social por los trastornos que produce en la salud infantil y, si no se trata y pone remedio, en la salud adulta, deberíamos preguntarnos por la relación entre los llamados “hábitos de conducta”, tan recurrentes en los estudios publicados y los factores psíquicos que se ponen en juego en el desarrollo del infantil sujeto.
La relación entre padres e hijos en el periodo infantil, es la primera y más importante relación que establece el niño con el exterior, por medio de los padres, los niños aprenden los hábitos a los que nos referíamos anteriormente, es decir, no es que los niños tengan malos hábitos en relación a la comida o por una tendencia sedentaria, sino que los niños aprenden de los padres y cuidadores estas conductas.
Varios trabajos publicados hablan, refiriéndose a los hábitos alimentarios, del consumo de bollería industrial, comida rápida (hamburguesas o comida precocinada), golosinas, entre otros, como principal problema junto con el sedentarismo de esta enfermedad. Insisten en procurar a los niños una alimentación sana que incluya productos como fruta, verdura, legumbres, pescados, carnes, etc. Es cierto, que el consumo de determinados alimentos, favorece y potencia el acúmulo excesivo de tejido adiposo, lo que definiríamos como obesidad, pero ¿qué factores encubren dichos hábitos alimentarios?
Las sociedades en que vivimos promulgan la falta de tiempo y, por tanto, rapidez y velocidad para realizar cualquier actividad, esta falta de tiempo está provocada por una carga excesiva de trabajo para conseguir un alto rendimiento laboral y, así, provocar la mejora del nivel adquisitivo, que en algunos casos conlleva un aumento del nivel de vida familiar, potenciado por el consumismo. Esta situación social, creada por los medios de comunicación y la ambición propia del hombre, desencadena el descuido y la no ocupación de los detalles que, por cotidianos, dejan de tomar un valor importante en la vida diaria.
Satisfechos los deseos ambiciosos de conquista social que complementan y se apoyan en lo deseos eróticos ¿para qué ocuparse de las pequeñas tareas cotidianas como puede ser la educación de los hijos? Muchas veces hemos escuchado frases como: Yo trabajo todo el día para pagarle un buen colegio, que se ocupen ellos de su educación. O trabajo para ganar el dinero suficiente y pagar una persona que le atienda todo el día, yo tengo otras cosas que hacer.
Es cierto, que la educación de los hijos no pasa sólo por la relación que mantienen con los padres, los niños han de ir al colegio, aprender a relacionarse con otros niños y a aceptar las normas que el colegio y los profesores les trasmiten, pero a pesar de todo, la conversación con sus primeros modelos de identificación, sus padres, es fundamental.
Aprender a conversar con los hijos, sin imponerles el criterio propio, dejando que sean ellos mismos los que forjen su idea sobre las cosas, que estudien lo que deseen, que crezcan de manera dispar al crecimiento de los padres, es fundamental para el desarrollo psíquico e intelectual de cualquier niño.
Para los adultos, resulta demasiado sencillo todo si se trata de juzgar a un niño, pero cuando ese adulto era niño, no tenía el saber y el conocimiento sobre la vida que tiene en la edad actual, así que cualquier juicio sobre la conducta infantil, no ha de pasar por lo que el adulto sabe, sino por las circunstancias por las que el niño está pasando. Si se desea conocer la situación de los hijos, hay que escucharles, hablarles, dedicar un tiempo para establecer una relación donde la comunicación sea más importante que la incomunicación que, algunos padres, fomentan en sus hijos llenándoles la boca de comida, no tanto porque necesiten comer, sino para taparles la boca, porque ellos, como padres, no saben conversar, ni con sus hijos, ni entre ellos mismos.
Los niños se adaptan a cualquier cosa, y como cualquier sujeto, gozan de cualquier cosa, si comen aprender a el goce de comer, si leen aprender el goce de leer, si hablan aprenden el goce de hablar, y aunque sabemos que es imposible enseñar nada a nadie, porque sólo se puede aprender, lo que los niños aprenden tiene relación con lo que ven y escuchan, con lo que en primera instancia reciben de sus padres, si sus padres hablan, aprenden el goce de hablar, si sus padres comen para no hablar, aprenden ese goce, y si los padres discuten, gozan de las discusiones.
Los seres humanos nos diferenciamos de los animales porque somos seres hablantes, esta capacidad, nos permite comunicarnos y establecer lazos afectivos muy diferentes a los que se generan en otras especies, muchos cachorros del reino animal, cuando nacen, son autosuficientes, es decir, pueden caminar, alimentarse y crecer por sus propios medios, pero el cachorro humano, nace “prematuro”, cuando llega al mundo necesita que alguien le atienda, le dé de comer, le procure calor, higiene, y lo más importante, que alguien le hable. La madre o la persona que ejerce esta función, ya que la madre es una función, es para el niño imprescindible.
Al comienzo de este texto hablábamos del trabajo que el niño tiene que hacer para constituir su sexualidad, en este punto es importante señalar que este recorrido lo hace a través del lenguaje, no se trata únicamente de una conquista genital, sino de una adquisición del lenguaje. La sexualidad humana es todo aquello que está tocado por la palabra: amar, aprender, comer, estudiar, soñar, cualquier verbo en infinitivo, es una construcción significante que el niño tiene incorporar en su psiquismo.
El aparato psíquico se forja sobre las leyes del lenguaje, antes no hay nada, incluso, llegamos a decir, que cuando lo niños son muy chiquititos y presentan problemas en la alimentación o en la respiración, por ejemplo, hay que psicoanalizar a la madre.
La madre transmite ideología en la manera de darle el pecho, en cómo le mece, en su forma de agarrarle, todo lo que el niño aprende le llega, en primera instancia a través de la madre. Más tarde, a los 3 ó 4 años adquiere la figura del padre, este momento es decisivo para su constitución como sujeto psíquico, la entrada del tercero, del padre, de la ley, del lenguaje inaugura a ese humano como sujeto psíquico.
Los datos son alarmantes, la prevalencia de obesidad en el grupo que comprende niños hasta la pubertad o adolescencia en España se estima en un 13, 9%, y para el sobrepeso en un 12, 4%. En conjunto sobrepeso y obesidad suponen el 26, 3%. La obesidad es más elevada en los varones (15, 6%) que en las mujeres (12%), diferencia estadísticamente significativa.
En el subgrupo de varones, las tasas más elevadas se observaron entre los 6 y los 13 años. En las chicas las tasas de prevalencia más elevadas se observaron entre los 6 y los 9 años. La prevalencia de obesidad es más elevada en los chicos cuyos padres han completado un nivel de estudios bajo, especialmente si la madre tiene un nivel cultural bajo. El nivel de instrucción de la madre sólo parece tener influencia en los niños más pequeños, hasta los 10 años.
Es fundamental que el enfoque sobre el tratamiento de la obesidad infantil de un giro, ya que lo importante, no es tanto el cambio de hábitos, que también, sino el tratamiento de los aspectos psíquicos inconscientemente que en cada sujeto sobredeterminan dichos hábitos y que le han sido transmitidos desde su más tierna infancia.
Aprender a hablar, ya que la boca, además de llenarse de comida, también se puede llenar de palabras.
El psicoanálisis es imprescindible en el tratamiento de la obesidad infantil.
BIBLIOGRAFÍA
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Obesidad Infantil. Recomendaciones del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría Parte I. prevención. Detección precoz. Papel del pediatra
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