Ante la nueva perspectiva que toma la vida en la persona diagnosticada de un cáncer que no se puede operar o que a pesar de una posible operación, las posibilidades de sobrevivir son escasas, la persona debe enfrentarse ante lo que se podría denominar una preocupación suprema. Esta situación que ahora provoca la enfermedad, en ocasiones, reduce a dos las posibilidades de actuación: indefensión o confrontación.
Esta exposición intenta dar cuenta -dentro de las muchas variables intervinientes- de la capacidad de Lance Armstrong -ciclista profesional del equipo United States Postal Service- para ganar seis Tours de Francia después de haber superado a los veinticinco años, un cáncer testicular con metástasis. Partimos de la hipótesis que el hecho de haber superado un cáncer y los momentos de dolor y sufrimiento que dicha enfermedad implica, favoreció en este ciclista el desarrollo y potenciación de toda una serie de capacidades relacionadas con un rendimiento deportivo óptimo. Consideramos que la enfermedad pudo favorecer el paso a un estado que Heidegger denominaba "modo ontológico".
Explicación del fenómeno Armstrong en términos existenciales: No sólo cirugía y fisioterapia.
Fernández García, R. ; García Montes, J. M. ; Fornieles Ortiz, I.
Universidad de Almería
PALABRAS CLAVE: Rendimiento deportivo, Fisioterapia, Psicosomática, Variables físicas.
Resumen
Ante la nueva perspectiva que toma la vida en la persona diagnosticada de un cáncer que no se puede operar o que a pesar de una posible operación, las posibilidades de sobrevivir son escasas, la persona debe enfrentarse ante lo que se podría denominar una preocupación suprema. Esta situación que ahora provoca la enfermedad, en ocasiones, reduce a dos las posibilidades de actuación: indefensión o confrontación. Esta exposición intenta dar cuenta -dentro de las muchas variables intervinientes- de la capacidad de Lance Armstrong -ciclista profesional del equipo United States Postal Service- para ganar seis Tours de Francia después de haber superado a los veinticinco años, un cáncer testicular con metástasis. Partimos de la hipótesis que el hecho de haber superado un cáncer y los momentos de dolor y sufrimiento que dicha enfermedad implica, favoreció en este ciclista el desarrollo y potenciación de toda una serie de capacidades relacionadas con un rendimiento deportivo óptimo. Consideramos que la enfermedad pudo favorecer el paso a un estado que Heidegger denominaba “modo ontológico”.
Confrontación con la muerte
Ante la noticia que recibe una persona con relación al padecimiento de una grave enfermedad como puede ser un cáncer, la primera reacción suele ser la negación; entendida en un doble sentido (1). Por una parte la negación expresa una forma de mecanismo de defensa, de protección ante la angustia desgarradora que puede producir una noticia así. Se da una negación radical de todo lo se dice con relación a los contenidos negativos de la enfermedad que en esos momentos se padece; una suerte de bloqueo de la información y de reconocimiento de la misma. Por otra parte, la negación puede ser utilizada como un mecanismo para mantener la creencia en la propia inviolabilidad de la persona, en el sentido que la muerte es algo que no forma parte del propio yo, solamente les sucede a los demás.
Una vez rotas las defensas, cuando se es consciente de la posibilidad de abandono de la vida, nos sentimos perdidos y hasta cierto punto traicionados. A algunas personas que padecen una grave enfermedad, en ocasiones, se les oculta el diagnóstico durante la primera etapa, necesitan tiempo para asimilar lo que está por venir, otros manifiestan momentos breves de conciencia, negación, terror pasajero; para más tarde sentirse de nuevo preparados y recibir más información. Para otros es como una devastadora inundación de la persona.
Ante la noticia del padecimiento de una grave enfermedad; las personas suelen reaccionar de diferentes maneras (1);
1. Un replanteamiento de las cosas importantes y las prioridades de la vida restando importancia a la influencia personal de cosas triviales.
2. Una sensación de mayor seguridad hacia aquello que no se desea hacer, así como menos preocupación por el rechazo. Se trataría de la pérdida de interés al reconocimiento continuo de los demás. Schopenhauer (2) hacía ya referencia a esta cuestión aludiendo a la tendencia de la sociedad a tratar de obtener el reconocimiento continuo de los demás. Consideraba esta tendencia una forma de actuación que ejercía en la conducta una influencia desmesurada y hostil de conseguir la felicidad.
3. Un deseo inminente de no retrasar las propias acciones, de vivir en el presente más inmediato y menos en el futuro.
4. El sentimiento de sentir y apreciar las cosas más insignificantes: La estaciones, el viento, la caída de las hojas, las últimas Navidades, etc.
5. Una mayor capacidad de empatía hacia los seres queridos.
6. Menos miedos a la hora de asumir ciertas responsabilidades y menos temores en las relaciones interpersonales.
La búsqueda de un sentido a la muerte
Desde una postura existencial, se dan una serie de máximas vitales que mediatizan las formas de actuación humana, entre ellas citamos la muerte y el sentido de la vida. Ahora, quisiéramos detenernos en dar cuenta que tanto la vida como la muerte se da siempre a la vez, se nutren y deben ser entendidas una a partir de la otra. La muerte, entendida como conocimiento de nuestra limitación temporal, da un sentido a la vida y a su vez, las circunstancias vitales influyen en la angustia y el sufrimiento que puede producir la idea de muerte.
La idea de darle un sentido al sufrimiento, queda explicada magistralmente y de forma significativa (por cuanto de emocional y autobiográfico tiene) en Frank (3). Este autor establece una distinción entre varios tipos de “homos”;
Para Frank, los valores de actitud demuestran su mayor importancia y significación en comparación con los valores creadores. El sufrimiento, considerado dimensionalmente, goza de un sentido que supera el sentido dado al trabajo e incluso al amor. Frank nos da una explicación de porque es así.
Elabora una clasificación en la que divide al homo sapiens en “homo faber”, el cual orienta el sentido de su vida en la creación, en fabricar cosas; su “ser”, son sus creaciones. En el “homo amans” la vida cobra sentido en el amor, la realización personal es una medida de la bondad experimentada hacia los demás. Este tipo de “homo”, ser rige por el sentimiento interno de belleza y pureza y la irradiación de amor a todo lo que le rodea. Finalmente, el “homo patiens”, sería el que busca el sentido en lo más profundo, a saber; la búsqueda de realización personal en el sufrimiento, en la angustia y desconsoladora tiniebla del dolor (4) (5) (6) (7).
Una vez clasificado el “homo sapiens” en varias categorías, se explicarían las funciones vitales del “homo faber”. Se hablaría aquí de un tipo de persona con amplio reconocimiento social, la llamada comúnmente persona “triunfadora”, poseedora de una capacidad económica generosa, relacionada socialmente y cosechadora de notables éxitos. Para este tipo de persona solo existen dos cosas importantes en la vida: el éxito y el fracaso.
Para el “homo patiens”, la vida no se reduce al éxito o al fracaso, sus máximas vitales son; cumplimiento o desesperación. Y es precisamente en este aspecto donde se aprecia la superioridad del “homo patiens”, donde ante la mayor y absoluta desesperación encuentra la forma de realización personal. No nos coge de sorpresa el recuerdo de personas felices con una vida llena de problemas y contratiempos, así como personas con grandes fortunas económicas y grandes posibilidades y oportunidades que viven en la más absoluta desesperación y desasosiego.
La búsqueda de un sentido en el sufrimiento, atendiendo a la categoría de los valores, entrañaría propiamente mayor valor que el correspondiente al sentido creador.
Cáncer: buscándole un sentido
Ante la nueva perspectiva que toma la vida en la persona diagnosticada de un cáncer que no se puede operar o que a pesar de una posible operación, las posibilidades de sobrevivir son escasas, la persona debe enfrentarse ante lo que se podría denominar una preocupación suprema. Esta situación que ahora provoca la enfermedad, en ocasiones, reduce a dos las posibilidades de actuación: indefensión o confrontación.
La lucha y búsqueda de sentido a la enfermedad le ofrece a la persona la posibilidad de realización personal, el cumplimiento de un valor supremo que supera cualquier otro valor conocido: el sentido del sufrimiento.
Optar por dar sentido al sufrimiento implicaría tomar una actitud de afrontamiento ante un profundo padecimiento que sufre la persona y de la que no se puede escapar (8) (9). Vivir significa ser responsables de las propias decisiones y tratar de buscar una respuesta ante los problemas que la vida nos plantea. Los problemas difieren de una persona a otra, de un momento a otro, de forma que no podemos definir la vida en términos generales. Ninguna situación se repite y cada una pide una respuesta. La vida es dinamismo y en continua acción, es un quehacer que está por hacer y se construye continuamente en cada decisión y en cada elección propia; por eso la vida es la de cada cual (10).
El “modo ontológico” y su influencia en la mejora del rendimiento deportivo
La exposición que vamos a desarrollar a continuación, intenta dar cuenta -dentro de las muchas variables intervinientes- de la capacidad de Lance Armstrong -ciclista profesional del equipo United States Postal Service- para ganar seis tours de Francia después de haber superado a los veinticinco años, un cáncer testicular con metástasis.
Como referencia importante para desarrollar el contenido de este apartado está el libro “mi vuelta a la vida” (11), donde se relatan los diferentes momentos del ciclista en su lucha contra el cáncer, así como las implicaciones personales que supuso la superación del mismo.
Heidegger (12) mantenía que existían dos maneras fundamentales de ser en el mundo: una situación donde la persona se descuida de si mismo y un estado donde la persona está al tanto de sus necesidades y requerimientos personales. Estaríamos refiriéndonos en este caso a una situación de cuidado del ser.
Cuando se da el estado de descuido, la persona se olvida de la importancia de las cosas, que pierden sentido e interés, se descentra de si mismo y se enreda en los demás, se des-identifica y no se preocupa por la apreciación de lo humano.
En el otro estado, el de cuidado del ser, la persona se sorprende ante las cosas y no precisamente por la manera en que son, sino simplemente por el hecho de que existan. Este estado, suele ser denominado con el nombre de “modo ontológico”. Ante esta situación, la persona es ampliamente consciente de su capacidad para el cambio, para realizar cosas que antes no era capaz de hacer a consecuencia principalmente del miedo. Las autolimitaciones personales se trasforman en logros y la vida se vuelve más enriquecedora y luminosa. Esta forma del ser, implica a su vez la preocupación por el propio yo, el requerimiento urgente de cuidado del ser, como forma a su vez de desarrollo y proyección de amor a los demás. Se estaría hablando de una suerte centramiento personal. Con relación a lo explicado citamos aquí unas palabras del propio Lance Armstrong (11);
“La enfermedad me humillo y me abrió los ojos, forzándome a analizar la vida de forma más objetiva. En ella encontré muchos episodios vergonzosos: casos de egoísmo, tareas sin concluir, momentos de debilidad y cosas que lamentar. Tuve que preguntarme, si sobrevivo; en que me quiero convertir?, y descubrí que ese proceso tuvo mucho que ver con mi crecimiento como hombre. En cierto sentido, mi yo anterior murió y recibí una segunda vida (11, pag 14)”.
De forma habitual se vive en el primer estado, desarrollándose una forma de vida que Heidegger (12) consideraba como “inauténtica”, donde las personas no se dan cuenta de la responsabilidad que tienen con respecto a la vida y hacia el mundo. Sin embargo, cuando se entra en el segundo modo de existencia (el cuidado del ser), se vive auténticamente (de donde se deriva el frecuente empleo en la psicología de nuestros tiempos del término “autenticidad”). Se da la conciencia plena de uno mismo como yo trascendental (constituyente) así como del yo empírico (constituido).
Heidegger (12) dio cuenta que al “modo ontológico” no se accedía de forma espontánea. La forma de trascender de un estado a otro solo se daba a consecuencia de ciertas “experiencias urgentes”, situaciones vitales que nos conmueven y producen en nosotros una activación, un cambio radical en nuestro interpretación y forma de ser en el mundo, que nos eleva un estado superior; aquello que Jaspers llamaría más tarde “situaciones límite”. Otros autores (13) (14) (1) (15) también nos hablan del cambio experimentado por muchas personas que han experimentado situaciones de confrontación con la muerte y de como esta experiencia provocó en ellos el deseo de vivir una “segunda vida” con más intensidad y vitalidad, una conciencia superior y de mayor cuidado de sí mismos. A este respecto, viene al caso, el senador Richard Neuberger (1), donde poco antes de morir de cáncer describió esto:
“He sufrido un cambio en mi perspectiva vital. Cosas que antes eran de enorme importancia para mí, ahora carece de sentido. Mi esposa y yo jamás hemos vuelto a discutir. He aprendido a apreciar lo que antes no tenía sentido para mí; almorzar con un amigo, leer tranquilamente un libro, estar con mi esposa. Me estremezco en contemplar la cantidad de veces en que me compliqué la existencia dejándome llevar por mi orgullo y otras cuestiones sin importancia”
Atendiendo a lo presentado más arriba, consideramos “el modo ontológico” como una de las variables que ha podido influir significativamente en los éxitos cosechados por Lance Armstrong a lo largo de sucesivos Tours de Francia.
Desde este punto de vista, consideramos que el haber padecido la enfermedad del cáncer, provocó en este ciclista el paso de un estado a otro superior, repercutiendo de esta manera en el desarrollo de nuevas y potenciadas capacidades para poder enfrentarse a las duras condiciones físicas y psicológicas que requiere el ciclismo de competición. De esta forma, el hecho de haber superado un cáncer y todos los momentos de dolor y sufrimiento que dicha enfermedad incluye, pudo haber favorecido en buena medida el desarrollo y potenciado toda una serie de variables relacionadas con un rendimiento deportivo óptimo (16) (17) (18) (19) (20) (21) (22) (23) (24) (25) (26), entre otras, mejor concentración, planteamiento de objetivos más elaborados, niveles de activación más adecuados y, sobre todo, mayor capacidad para superar la fatiga y sufrimiento que exige el ciclismo de competición. Como dice el propio Lance Armstrong en el libro “mi lucha por la vida” (11):
“Correr y sufrir es duro, pero no es lo mismo que estar tumbado en la cama de un hospital con una sonda metida en el pecho, con el platino quemándote en las venas y vomitando las veinticuatro horas del día, los cinco días de la semana”. (pag 254)
Volviendo al libro “mi vuelta a la vida” (11), citamos a continuación distintos fragmentos que pueden tomarse como un indicativo sobre la posibilidad del cambio sufrido por este ciclista al “modo ontológico”; “Todo tenía ahora una nueva perspectiva: las angustias de la vida, adquirían su verdadera categoría como necesidades o simples deseos, como problemas reales o sustos sin importancia (pág. 83)”.
“Tener miedo supone una enseñanza de valor incalculable, porque cuando has estado tan asustado eres más consciente de tu fragilidad que la mayoría de la gente y creo que eso cambia a la persona (pag 108)”.
“Somos mucho más fuertes de lo que imaginamos, y la capacidad de creer es una de las características más valientes y perdurables del ser humano (pág 127)”. “El cáncer me estaba enseñando, día tras día, a examinar a mis semejantes con una mayor profundidad, dejando atrás mis ideas preconcebidas anteriores. (pag 137)”.
“La diferencia es que esta vez no permití que los malos resultados me decepcionaran. (pag 214)”.
“Prefiero ser un superviviente del cáncer que no el ganador del Tour, y lo prefiero por lo que ha hecho por mí como ser humano, como hombre, como marido, como hijo y como padre. (pag 275)”. “La definición del valor es: la cualidad del espíritu que nos permite enfrentarnos al peligro con firmeza y sin temor (pag 281)”.
“La única cosa de la que me ha convencido la enfermedad, más que todo lo que he vivido como atleta, es que somos mucho mejor de lo que pensamos. Disponemos de unas capacidades que no usamos, y que en ocasiones sólo emergen cuando pasamos por una crisis”. “De modo que si existe algún propósito dentro de este sufrimiento que es el cáncer, creo que debe de ser éste: está destinado a mejorarnos. ”. ”Me mantengo firme en la creencia de que el cáncer no es una forma de muerte sino que forma parte de la vida” (pag. 283).
La enfermedad puede ser una oportunidad para demostrar la valía personal, una heroica hazaña que magnifica a la persona, un sentimiento manifestado a flor de piel que hace brotar las lágrimas ante lo demasiado humano; lágrimas de una pureza que duele, transparentes como el cristal; el mismo cristal del que se compone nuestra existencia.
Referencias bibliográficas
(1) Yalom, I. D. (1984). psicoterapia existencial. Barcelona: Herder (Orig. 1980).
(2) Schopenhauer, A. (1993). El amor, las mujeres y la muerte. Madrid: Edaf (Org. )
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(4) Frank, V. E. (1999). La presencia ignorada de Dios. Barcelona: Herder.
(5) Frank, V. E. (2000a). Recollections: An Autobiography. Perseus Books.
(6) Frank, V. E. (2001b). psicoterapia y Existencialismo: Escritos selectos sobre logoterapia. Barcelona: Herder.
(7) Frank, V. E. (2005). L'Home a la recerca del sentit. París: Editions 62.
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(9) Frank, V. E. (2001c). Ante el vacío Existencial: hacia una humanización de la psicoterapia. Barcelona: Herder.
(10) Ortega y Gasset, J. (2001). ¿Qué es Filosofía?. Madrid: Revista de Occidente en Alianza Editorial.
(11) Armstrong, L y Jenkins, S. (2001). Mi vuelta a la vida: cómo gané el Tour después de superar el cáncer. Barcelona: Integral.
(12) Heidegger, M. (1951). El ser y el tiempo. México: FCE.
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