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La separación de lo público y lo privado y el problema de la violencia.

Fecha Publicación: 01/03/2013
Autor/autores: María de Lujan Piatti

RESUMEN

La comunicación aborda el tema de la separación entre espacio público y privado y el problema de la violencia contra las mujeres. Dentro del ámbito privado se situaba a la familia, recubierta de un halo de sacralidad, por consiguiente quedaba vedado al ámbito público inmiscuirse en ella, por ende, lo que ocurría de puertas para adentro quedaba oculto y ocultado, por tanto la violencia allí ejercida quedaba al margen de la justicia y de los derechos. Sin embargo, el delito rompe con el derecho a la privacidad y exige el auxilio del Estado o de las instituciones pertinentes. Esto ya no es un problema de mujeres o grupos de mujeres.

Se trata de una cuestión de tal envergadura que ha merecido la atención de organismos internacionales como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa y de gobiernos de distintos países que desde hace casi de treinta años se dispusieron a investigar, asistir y desarrollar programas de prevención, con el objetivo último de disminu ir el caudal de Violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar. No se debe ni justificar ni minimizar el problema de los malos tratos que deja de ser un asunto privado para constituirse en un problema social. Para solucionar este problema social se debe reconocer, identificarlo y definirlo. La violencia contra las mujeres tiene efectos muy graves y perniciosos que irradian a todos los miembros de la familia o de convivencia. Lo que resulta muy duro es aceptar que ese comportamiento violento es, necesariamente, generador de delitos de diversa índole, con sus consecuencias y víctimas correspondientes, por tanto deja de ser un tema que no sólo que atañe al espacio privado sino que involucra al espacio público.


Palabras clave: violencia, maltrato, mujer
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

LA SEPARACION DE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO Y EL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA

 

MARIA DE LUJAN PIATTI

Abogada, Doctoranda en Derechos Humanos, especialista en atención a las víctimas.

Palabras clave: VIOLENCIA DE GENERO – VIOLENCIA FAMILIAR – MALTRATO – MUJER – DERECHOS HUMANOS – VICTIMA -

Resumen

La comunicación aborda el tema de la separación entre espacio público y privado y el problema de la violencia contra las mujeres. Dentro del ámbito privado se situaba a la familia, recubierta de un halo de sacralidad, por consiguiente quedaba vedado al ámbito público inmiscuirse en ella, por ende, lo que ocurría de puertas para adentro quedaba oculto y ocultado, por tanto la violencia allí ejercida quedaba al margen de la justicia y de los derechos. Sin embargo, el delito rompe con el derecho a la privacidad y exige el auxilio del Estado o de las instituciones pertinentes. Esto ya no es un problema de mujeres o grupos de mujeres. Se trata de una cuestión de tal envergadura que ha merecido la atención de organismos internacionales como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa y de gobiernos de distintos países que desde hace casi de treinta años se dispusieron a investigar, asistir y desarrollar programas de prevención, con el objetivo último de disminuir el caudal de Violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar.

No se debe ni justificar ni minimizar el problema de los malos tratos que deja de ser un asunto privado para constituirse en un problema social. Para solucionar este problema social se debe reconocer, identificarlo y definirlo. La violencia contra las mujeres tiene efectos muy graves y perniciosos que irradian a todos los miembros de la familia o de convivencia. Lo que resulta muy duro es aceptar que ese comportamiento violento es, necesariamente, generador de delitos de diversa índole, con sus consecuencias y víctimas correspondientes, por tanto deja de ser un tema que no sólo que atañe al espacio privado sino que involucra al espacio público.

LA SEPARACION DE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO Y EL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA

El tema de la Violencia contra las mujeres, y en especial la violencia contra la mujer en relación conyugal y /o de pareja y la violencia intrafamiliar despierta aún una serie de actitudes defensivas y desconfiadas, pues señala cuestiones desagradables que nadie quiere ver asociadas con la familia. Sin embargo, como destaca Raimunda de Peñafort, “[b]ajo esa invisibilidad, prodigada por pautas culturales se ha extendido durante siglos el maltrato contaminando las relaciones interpersonales en lo más sagrado del ser humano: la intimidad”1.

El delito rompe con el derecho a la privacidad y exige el auxilio del Estado o de las instituciones pertinentes. Esto ya no es un problema de mujeres o grupos de mujeres. Se trata de una cuestión de tal envergadura que ha merecido la atención de organismos internacionales como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa y de gobiernos de distintos países que desde hace casi de treinta años se dispusieron a investigar, asistir y desarrollar programas de prevención, con el objetivo último de disminuir el caudal de Violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar.

El primer obstáculo que se debió vencer fue el constituido por la idea de que la familia conformaba un ámbito privado e intocable. Sin embargo “[e]s preciso ahondar en la democratización de la esfera privada, poniendo fin al mito de la familia armoniosa, que encubre practicas milenarias de control patriarcal y sometimiento femenino”2 .

A partir de la revolución industrial, los objetos de consumo fueron producidos masivamente por las fábricas. Se apartó entonces el ámbito del trabajo de lo que quedó delimitado como “la vida doméstica”, destinado universalmente, sólo a las mujeres, amparados en que “[l]a reproducción biológica parece simbolizar la mayor ‘justificación’para que sea un género y no el otro el responsable del trabajo doméstico”3 . Y se operó la diferenciación entre lo público y lo privado.

Al realizarse esta diferenciación se acepta la existencia de un trabajo remunerado y otro trabajo fantasma, invisible que es el que realizan las mujeres dentro del hogar. Es un trabajo no remunerado y por tanto las mujeres son económicamente dependientes del varón, así lo subraya Iván Illich “[e]n pratique, la théorie de la valeur-travail fondait la nouvelle division économique des sexes, elle transformait l’homme en catalyseur d’or et dégradait la femme confinée à la maison en ménagère économiquement dépendante et, pour la première fois, improductive. Telle que Kant l’a décrite, elle était désormais la belle propriété, le fidèle soutien de l’homme et, à ce titre, il lui fallait le refuge du foyer”4 .

No existe realmente una valoración del trabajo doméstico realizado casi siempre por las mujeres. Ese trabajo y ese esfuerzo son invisibles. Si es el varón el que sólo aporta ingresos y la mujer no trabaja fuera del hogar o sólo tiene un trabajo de media jornada, es frecuente que él pueda especializarse en su profesión o ascender en su trabajo “gracias y en gran parte a la inversión de tiempo, de energía que la mujer le ha quitado a su (posible) carrera tanto para dispensar al marido de las obligaciones de cuidar hijos o mayores, como para proporcionarle la ayuda material, afectiva y psicológica necesaria para dedicarse al trabajo y conseguir trabajos satisfactorios”5 . Sin embargo en pocos casos esta misma situación se da para que las mujeres asciendan en su profesión o cargo. No es el varón el que presta ese apoyo, la mayoría de las veces las mujeres encuentran apoyo por delegación a otras mujeres (madres, hermanas, amigas, cuidadoras).

Se organizó la forma de supervivencia según la división social de las labores que renovó la ideología de la inferioridad femenina. Reservándose para las mujeres el ámbito doméstico, es decir apta para las tareas domésticas, el cuidado de los niños, de los mayores y los enfermos, privándolas del espacio público y privado (confundiendo éste último con el doméstico), es decir “se inicia la socialización de las mujeres a estos valores y tareas para, finalmente, acabar afirmando que la mujer tiene unas ‘dotes naturales’. En el proceso se esfuma el carácter socialmente construido del género y aparece como natural y biológicamente determinado”6 .

El reparto funcional del trabajo y su evaluación ha sido desigual para mujeres y varones. El trabajo de las primeras dentro del hogar no se ha considerado ni siquiera trabajo. No ha sido jamás remunerado y ha sido y es socialmente devaluado y excluido de la regulación legal ya que se “ampara en la sacralidad del ‘ámbito privado’ para cerrar los ojos a la dominación que en su interior se ejerce. Con los actuales criterios, la estimación del valor del trabajo doméstico podría comportar su devaluación en la medida que se definiera como un trabajo que requiere nula formación y para el que se dispone de mano de obra abundante”7 .

Por contraposición al varón le ha sido asignado el espacio público y para afirmar su virilidad las características principales que debe tener un varón son: la agresividad y la violencia. “La construcción de la masculinidad implica no ser como las niñas, diferenciarse de ellas. La masculinidad se vive como lo no femenino”8 .

Tal es así que Kymlicka dice al respecto: “[d]esde una posición de igual poder no hubiéramos creado un sistema de papeles sociales que defina los trabajos ‘de los hombres’ como superiores a los de las mujeres”9 .

Aquí sería necesario señalar que por ámbito privado, debería entenderse que es el propio espacio vital de cada individuo. Donde todas y todos destinarían ese espacio para ocio, para reflexión, para el disfrute de su sexualidad etc. etc. Hay una asignación diferente para mujeres y varones. Porque para las mujeres por ámbito privado se entiende el ámbito doméstico que conlleva obligaciones y se cercena así el espacio vital de las mismas. Es entonces que no se permiten gozarlo para su propio beneficio, sino en aras del bienestar de los demás. “Privilegiar lo doméstico dejando de lado un mundo privado, resulta incompatible respecto a la construcción de la individualidad”10 .

El espacio doméstico debe ser corresponsabilidad de todos y todas los que conviven en él y no sólo un espacio destinado a las mujeres. “Porque privado no equivale a doméstico, más aún, aquellos y aquellas que disfruten de algún tiempo privado tienen resuelto (por vía propia o por delegación) la infraestructura doméstica, de lo contrario ‘su’ tiempo estará sujeto a restricciones. Carecer de vida privada no es sólo un matiz, incide en un desigual reparto de oportunidades personales, además de construir identidades con profundas deficiencias para ambos géneros”11 .

Que cada persona, sea varón o mujer, haga uso de su propio espacio vital no es un signo de egoísmo. Es necesario para su evolución personal, que se traducirá “[e]n la esfera privada, como autonomía y autorrealización éticas, y finalmente, en la esfera de la vida pública, como proceso de formación que se cumple a través de la apropiación de una cultura que se ha tornado reflexiva”12 . Quizás denominar el uso de espacio privado como sinónimo de espacio doméstico, no sea para nada inocente si con ello se preservan y mantienen los privilegios masculinos. “Esta incompatibilidad que han creado los hombres entre la crianza de los niños y el trabajo remunerado tiene implicaciones profundamente desigualitarias para las mujeres”13 .

J. Stuart Mill, que reconocía los derechos de las mujeres, cuando se refería al espacio doméstico lo atribuía destinado a ellas “[s]i asume una tarea complementaria, rara vez la aligera de todos estos trabajos, sino que sólo le impide cumplirlos bien; nadie pueda sustituirla en el cuidado de los hijos y de la casa”14 . Era impensable en ese momento integrar al varón al espacio doméstico porque él se desenvolvía en el espacio público y era el productor de ingresos y “[l]a mujer formaba parte del ajuar de la casa, del lugar de descanso al que el hombre volvía después del trabajo o de sus diversiones. El hombre tenía sus ocupaciones, como todavía las tiene, entre los hombres; también tenia sus satisfacciones y sus estímulos entre los hombres, sus iguales”15 .

Se puede constatar a través del tiempo que al realizarse la división sexual del trabajo al espacio privado confundiéndolo con doméstico allí eran relegadas las mujeres y los varones estaban exentos de toda corresponsabilidad y obligaciones respecto al cuidado de la casa y los hijos, así se verifica en el siguiente diálogo de autor renacentista:

“¿A que llamas familia?

_ A los hijos, la mujer y demás domésticos, a los familiares y a los siervos

_¿… Sabes cómo ninguno de ellos perderá el tiempo?

_Si cada uno hace su trabajo; si la mujer se ocupa de lo que sucede a sus hijos, custodia las cosas y vigila todos los trabajos y obligaciones domésticas” 16.

Aún hoy se asocia el espacio privado al doméstico y por ende se lo destina mayoritariamente a las mujeres. Debemos realizar el proceso de deconstrucción de este concepto. Si las mujeres no bregamos por disfrutar del espacio privado que es propio, sin sentirnos culpables, difícilmente lograremos la corresponsabilidad del otro (cónyuges, parejas, hijos/as) en el espacio doméstico, si no se llega a esto no habrá cambios sólo será un cambio de fachada. Se debe propulsar un eficaz reparto del espacio público, privado y doméstico si se quiere lograr la equidad en las relaciones entre mujeres y varones. Estos últimos muestran escasa disposición para las tareas doméstica, pero “al no hacerse cargo de las tareas domésticas, están explotando a sus compañeras, simple y llanamente”17 . Cuando las mujeres trabajan fuera, sea bajo dependencia o ejerciendo profesiones liberales, no se cuestiona su idoneidad en el ámbito laboral, pero se les exige ser “buenas esposas y madres”, esto acarrea muchas veces la estigmatización de ser “mala” madre por la dedicación profesional, mientras que al varón nadie lo llama “mal” padre porque no se ocupe de la crianza y educación de los hijos. Las mujeres bajo esta presión impuesta por la cultura sienten culpa. Los varones no sienten culpa. “La perspectiva de la mujer, con su valoración del tiempo reproductivo, es una perspectiva tan universalizable como la del varón, con su valoración exclusiva del tiempo productivo”18 .

Dentro del ámbito privado se situaba a la familia, recubierta de un halo de sacralidad, por consiguiente quedaba vedado al ámbito público inmiscuirse en ella, por ende, lo que ocurría de puertas para adentro quedaba oculto y ocultado, por tanto la violencia allí ejercida quedaba al margen de la justicia y de los derechos19 . Con el correr del tiempo se hizo inocultable la acumulación de arbitrariedades, abusos y crímenes que ocurrían dentro de la intimidad de los hogares. Así lo comprobaron las distintas instituciones sociales, que venciendo su renuencia a mezclarse en los asuntos privados, privilegiaron la necesidad de proteger a las personas en peligro. De allí que los poderes públicos, que se frenaban ante la intimidad doméstica, debieron intervenir en auxilio de las víctimas. Con la preocupación que las generaciones futuras, educadas bajo los influjos de conductas violentas intrafamiliares repitiesen el modelo aprendido. Además se constató que la violencia contra las mujeres y violencia intra familiar no se circunscribía solo al ámbito doméstico, sino que irradiaba sus nefastas consecuencias a otras áreas de la comunidad ya que las personas sometidas a situaciones crónicas de maltrato suelen presentar un desgaste físico y psíquico y en un futuro mediato presentaran secuelas psicofísicas por las situaciones de violencia vividas. Esto se puede constatar por un incremento de la demanda de servicios asistenciales en hospitales, centros de salud, unidades sanitarias. Es preciso señalar que en la mayoría de los casos tanto los consultantes como los profesionales ignoran o no relacionan los trastornos de salud con el hecho de estar viviendo en un continuo clima de violencia y miedo.

Distintos autores, entre ellos, Ferreira, Garrido, Lorente Acosta, Rojas Marcos, Sanmartín coinciden en afirmar que los niños y adolescentes se dañan de la misma manera tanto sean víctimas directas de maltrato como testigos de situaciones agresivas crónicas entre sus padres o parientes. Ser testigos de las agresiones, percibir la inseguridad frente a las amenazas, son situaciones que generan abuso psicológico. “Todo ello no pasa desapercibido ni deja indemne a los hijos que ven el resultado y viven la situación que lleva hacia él, y si un ambiente de carencia afectiva ha sido relacionado tradicionalmente con el maltrato psicológico, cuánto más lo será estar expuesto a un ambiente cargado de agresividad y violencia”20 .

Es probable que la niña, acepte como conducta futura el sometimiento y maltrato hacia la mujer y el niño, repita en un futuro acciones violentas hacia su pareja o hijos. Se normaliza así el uso de la violencia. Erradicar la violencia además de ser un compromiso individual es un problema social “[a] nuestros hijos, los ciudadanos más vulnerables de cualquier sociedad, les debemos una vida sin violencia ni temor. Para garantizarla hemos de ser incansables en nuestros esfuerzos por lograr la paz, la justicia y la prosperidad no sólo para los países, sino también para las comunidades y los miembros de una misma familia. Debemos hacer frente a las raíces de la violencia. Sólo entonces transformaremos el legado del siglo pasado de lastre oneroso en experiencia aleccionadora”21 .

No se debe ni justificar ni minimizar el problema de los malos tratos que deja de ser un asunto privado para constituirse en un problema social. “El primer paso para solucionar un problema social es reconocerlo, y para reconocerlo, hay que identificarlo y definirlo; antes de eso, no existe”22 .

La violencia contra las mujeres tiene efectos muy graves y perniciosos que irradian a todos los miembros de la familia o de convivencia. Lo que resulta muy duro es aceptar que ese comportamiento violento es, necesariamente, generador de delitos de diversa índole, con sus consecuencias y víctimas correspondientes.

El modelo de democracia que heredamos de Grecia, se basaba en la división de tareas y de espacios: el público destinado a un determinado tipo de varones, que adquirían la condición de ciudadanos, y con ella la posibilidad de participar en política, no accedían a la categoría de ciudadanos ni los esclavos, ni los siervos, ni las mujeres, ni los niños. Al espacio privado fueron relegadas las mujeres, que no adquirían la condición de ciudadanas. Es así que los varones se empoderaron del espacio público, lo cual permitió silenciar las voces de las mujeres, es decir la mitad de la población. En pleno siglo XXI se debe cambiar de paradigma. Las mujeres debemos estar presentes en el espacio público, intervenir en política para poder estar en los lugares donde se toman decisiones y se maneja el poder. La presencia de las mujeres es fundamental, para que puedan aportar el lenguaje y el pensamiento femeninos en la cultura política, que desde siempre se ha medido y se ha formado con conceptos ajenos a la vida de las mujeres. 23 La incorporación de las mujeres a la vida política activa, no sólo es necesaria por una cuestión de justicia, sino como factor de cambio.

 

 

BIBLIOGRAFIA

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SUART MILL, J y TAYLOR MILL, H, “La Emancipación de la mujer” en Ensayos sobre la igualdad sexual, Ed. Península, Barcelona. 1973.

 

 

1 PEÑAFORT, Raimunda, Una Juez frente al maltrato, Ed. Random House Mondadori S. A. , Barcelona, 2005, pág. 67

 

 

2 ALBERDI, Inés “Como reconocer y cómo erradicar la violencia contra las mujeres”, Violencia: tolerancia cero , Ed Obra Social La Caixa, 2005, pág 58
3

 

 MURILLO, Soledad, El mito de la vida privada, de la entrega al tiempo propio, ED. Siglo XXI de España editores, Madrid, 2006, pág. 12

 

 

4 ILLICH, Iván, Le travail fantôme, Edition Seuil , pág. 128
5

 

 PICH, Tamar, Un derecho para dos, Ed. Trotta, Madrid, 2003, pág. 146.

 

 

6 LARRAURI, Elena, Mujeres y Sistema Penal, Violencia doméstica, pág. 14
7 IZQUIERDO, María Jesús, Sin vuelta de hoja , pág. 61
8

 

 NOGUEIRAS GARCÍA, Belén , “Prevenir la violencia de género como madres y padres”, La Violencia contra las mujeres, BLANCO PRIETO, Blanca y RUIZ-JARABO QUEMADA, Consue (dir. ), Madrid, 2006, pág. 196
9

 

KIMLICKA, W, “Feminismo”, Filosofía Política Contemporánea, una introducción, Ed. Ariel, Barcelona, 1995, pág. 267
10

 

 MURILLO, Soledad, El mito de la vida privada, de la entrega al tiempo propio, op, cit, pág. 28
11 MURILLO, Soledad, El mito de la vida privada, de la entrega al tiempo propio, op. cit. , pág. xx
12

 

 HABERMAS, J, El discurso filosófico de la modernidad. Ed. Taurus, Madrid, 1989, pág 109
13

 

 KYMLIKA, Willi, “Feminismo”, Filosofía política contemporánea, op, cit, pág. 263
14 SUART MILL, J y TAYLOR MILL, H. “La sujeción de la mujer” en Ensayos sobre la igualdad sexual, Barcelona, Península, 1973, pág. 191
15
16 SUART MILL, J y TAYLOR MILL, H, “La Emancipación de la mujer” en Ensayos sobre la igualdad sexual, op, cit, pág. 136

 

 

17 IZQUIERDO, María Jesús, Sin vuelta de hoja, op, cit, pág. 75
18

 

 CAMPS, Victoria, El siglo de las mujeres, Ed. Cátedra (Grupo Anaya), Barcelona, 1998, pág. 36
19

 

 KYMLIKA, Will, Filosofía política contemporánea. Una introducción, op, cit, págs. 270-287
20 LORENTE ACOSTA, Miguel, Mi marido me pega lo normal, op, cit. pág. 136

 

 

21 MANDELA, Nelson, “Prólogo” INFORME MUNDIAL SOBRE LA VIOLENCIA Y LA SALUD
22

 

 ALBERDI, Inés, “Como reconocer y erradicar la violencia contra las mujeres”, Violencia: tolerancia cero , Ed. Obra Social La Caixa, 2005, pág 26
23

 

 RENAU, María Dolors, Ciudadanas y política, Ed. Fundacio Rafael Campalans, Barcelona, 2008, págs.


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