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No soy de aquí, ni soy de allá... o, ¿soy de aquí y de allá?. Resiliencia familiar y migración.

Autor/autores: Isabel Cárdenas
Fecha Publicación: 01/03/2007
Área temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En este trabajo basado en la teoría sistémica se da un enfoque de la migración desde la resiliencia, pasando por alto la tendencia a hablar de las dificultades del traslado de país como si de un problema se tratara. La perspectiva de la resiliencia familiar pone su foco en el análisis de los recursos familiares que pudieran encontrarse, para fortalecerlos.

La migración es considerada como una prueba que pone en crisis al sistema familiar y el papel como terapeuta consiste ayudar a redescubrir las capacidades familiares que se adecuen mejor al nuevo contexto social. Finalmente se expondrá un caso.

Palabras clave: Resiliencia, migración


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No soy de aquí, ni soy de allá. . . o, ¿soy de aquí y de allá?. Resiliencia familiar y migración.

Isabel Cárdenas.

Escuela de terapia Familiar del hospital de San Pablo, Barcelona.

En este trabajo basado en la teoría sistémica se da un enfoque de la migración desde la resiliencia, pasando por alto la tendencia a hablar de las dificultades del traslado de país como si de un problema se tratara. La perspectiva de la resiliencia familiar pone su foco en el análisis de los recursos familiares que pudieran encontrarse, para fortalecerlos. La migración es considerada como una prueba que pone en crisis al sistema familiar y el papel como terapeuta consiste ayudar a redescubrir las capacidades familiares que se adecuen mejor al nuevo contexto social. Finalmente se expondrá un caso.

Desde la escuela de terapia Familiar en el hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, hemos comenzado a trabajar, ya hace más tres años, con familias y parejas inmigrantes. A partir de la experiencia de trabajo en equipo es de dónde parte esta exposición.

Desde nuestra aproximación sistémica al fenómeno de la migración en las familias, arrancamos con la definición de Celia Falicov y la entendemos como una transición ecológica, masiva en tiempo y espacio, que se inicia previamente al acto de trasladarse y se prolonga en el tiempo más allá de éste, influyendo a las personas que han inmigrado como a las que permanecen en el lugar de origen y a sus futuras generaciones.

Existe cierta tendencia a hablar de las dificultades de la migración como si de un problema se tratara: duelos migratorios, síndrome de Ulises, choques culturales, etc. , lo que a veces nos hace perder de vista que la mayor parte de los procesos de cambio de país suelen resolverse favorablemente, sólo una mínima parte llegan a los servicios demandando ayuda y presentando dificultades, por ejemplo, en cuanto al proceso familiar de adaptación y, muchos menos, en cuanto a la salud mental. Esto tiene una explicación lógica y es que suelen emigrar la gente joven, sana, con empuje y ganas de salir adelante; con la posibilidad económica de comprarse un pasaje de avión, de patera o de pagarle al coyote para que los introduzca en la frontera México-americana. Es decir, no emigran los más pobres y sin recursos, porque éstos no pueden acceder a esta posibilidad. Son personas ricas en su haber de experiencias, de capacidades y recursos que ponen en marcha para salir adelante.  

Y si la resiliencia la entendemos como la capacidad de las personas para hacer frente a las situaciones adversas, superarlas y ser transformados por ellas, podemos decir que la gente que emigra es de naturaleza resiliente. Porque se enfrentan a un contexto difícil: discriminación; explotación; dificultad para encontrar vivienda cuando no está inflado su precio por ser extranjero; con una necesidad de una gran tolerancia a la frustración para iniciar sus trámites de legalización (incluida la reagrupación); red escasa y un largo etcétera. Y aún así, salen adelante.

Froma Walsh (2005) nos habla de la resiliencia en la familia y la considera como la capacidad de ésta para la recuperación y crecimiento de cada uno de sus miembros y de la totalidad ante situaciones adversas o difíciles, como puede ser la migración. La perspectiva de la resiliencia familiar pone su foco en el análisis de los recursos familiares que pudieran encontrarse, para fortalecerlos. Detecta el potencial y las fortalezas de cada grupo, más allá de sus limitaciones.  

Desde la sistémica, históricamente, es una práctica habitual señalar los recursos y el talento de las personas y los grupos familiares para resolver problemas. Creemos en la totalidad de la familia como unidad funcional. A las familias les explicamos que si les citamos conjuntamente a la terapia es porque entendemos que entre todos es más fácil conseguir que la situación cambie para mejor.


Migración y resiliencia

La migración puede ser considerada como una prueba que pone en crisis al sistema familiar. Los procesos familiares permiten que el grupo se aglutine y recobre energías en tiempos de crisis, que mitigue el estrés, que reduzca el riesgo de la disfunción y alcance una nueva manera de hacer más idónea con las circunstancias (Walsh, 2005).  

Nuestra función como terapeutas es tener un papel comprensivo ante la tendencia inicial de los padres o responsables de las familias inmigrantes a la cohesión del grupo, con su rigidización de normas y reglas pre-existentes, por aquello de “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Están recuperándose, ahorrando energía, intentando mitigar el impacto del cambio, de las nuevas formas de hacer. Nuestro papel es acompañar a la familia a re-descubrir sus capacidades y a desarrollar nuevas más eficaces para la resolución del trance.  

Cuando analizamos las dificultades con la familia inmigrante, éstos son releídos como resultados de una interacción entre la vulnerabilidad de la familia, que es sometida por el estrés del intento de adaptación, y los contextos sociales.  

A la vez, tomamos como base la propuesta de Falicov de análisis de la situación que la familia nos presenta a través del MECA, o Multicultural Ecosystemic Comparative Approach (Enfoque Comparativo Multicultural Ecosistémico), con el que revisamos con cada familia su contexto ecológico (su entorno: comunidad étnica, religiosa, sus condiciones de vida, el trabajo, el contacto con otras instituciones como puede ser la escuela o los servicios médicos, su relación con la cultura dominante: si hay discriminación); la organización familiar (jerarquía de género y generacionales, cohesión de grupo, colectivismo vs. individualismo, estilo de comunicación, etc); el ciclo de vida en el que está inmersa y las expectativas, el significado, etc; y el proceso de migración y cambio cultural (proceso migratorio, dificultades de transición cultural, redefinición de roles, quién está aquí y quién se ha quedado, etc).


Un caso

Fue derivado del servicio de atención a la mujer. Francisca es quién pide ayuda inicialmente a terapia familiar porque está preocupada por sus hijos, porque éstos cojan rumbos desconocidos, porque tiene miedo de perder su cariño y respeto. En esos momentos hay enfrentamientos agresivos (físicos) entre todos y hacia ella. Se siente desbordada. Está en proceso de separación, pero sus hijos no aceptan que su padre se vaya de casa: ¿a dónde irá?-dicen ellos desde la primera sesión. Todos los hijos están haciendo síntomas, excepto la pequeña.

Desde la primera sesión al que asisten los tres hijos menores y la madre, se observan y se resaltan las capacidades de esta familia: hay un gran cariño entre todos, los hermanos mayores cuidan mucho a sus hermanas, aunque en ese cuidado implica “corregirlas”. Son chicos que están haciendo un gran esfuerzo por encontrar un sitio dentro de la sociedad, por medio de estudios y de trabajo.

Y estas capacidades se deben a los padres. Incluso vemos como positivo que el mayor, gracias al semi-intento de suicidio, obtuvo el permiso de los padres para irse de casa y dejar de hacer de mediador y padre de sus padres.

Cuando llegan a terapia vienen ya con cambios positivos provocados por la emigración. Antes de migrar existía una violencia constante y mantenida por parte del padre hacia la madre y los hijos como manera de corrección. Como resultado de la emigración, Francisca decidió no aceptar más está situación y poner fin a ello. Ella fue la punta de lanza que abrió el camino y poco a poco fue trayéndoles a todos. Claro, de pasar a ser una familia de corte tradicional, ama de casa, pasó a ser ella quién tenía los papeles en regla y ser el soporte económico.  

Quiero destacar que Francisca es una mujer muy inteligente, con mucho sentido común y amor por sus hijos, lo que compartía con su marido.  

Desde la primera sesión escribimos al padre reconociendo su buena labor como tal e informándole de lo que sucedía en las sesiones familiares. A pesar de las reticencias inicialmente anunciadas por sus hijos, vino a la tercera sesión y la violencia que estaban viviendo fue releída como parte del estrés ante la nueva situación, de la sobre involucración de los hijos y de una vieja manera de hacer obsoleta que les estaba ocasionando más dificultades que aciertos.

Con la madre se trabajó su relación con los hijos, como podía ser más afectuosa y cercana, en lugar de autoritaria y controladora.

Se realizaron sesiones de mediación entre los padres para negociar la separación, lo que tranquilizó a los hijos porque desde el inicio se buscó una salida digna para el padre y les ayudó a destriangularse. Estos padres, por el amor que tenían a los hijos fueron capaces de hacer a un lado sus diferencias conyugales, parar la violencia, y ser muy generosos con el otro.

La resiliencia estaba allí, nuestro papel como terapeutas fue acompañarles en esta nueva transición, que fue la separación. Y ayudarles a que sacaran y se reconocieran lo mejor de sí.  

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