La psiquiatría de hoy en día construye sus categorías diagnósticas, en una propuesta que se ha denominado a sí misma ?ateórica?, por dos vías fundamentales. La primera, por la vía del análisis estadístico, seleccionando conjuntos sindromáticos, para luego agruparlos en entidades mórbidas, en función de análisis de frecuencia y concurrencia de los síntomas. La segunda, tiene por fundamento las modernas neurociencias, y por su intermedio llegar hasta descifrar la base material de las conductas mórbidas. Ambos procedimientos han dado excelentes frutos en la normalización y diseño de investigaciones dirigidas a la obtención de fármacos y procedimientos diagnósticos cada vez más eficaces.
El problema es que dejan por fuera la subjetividad, el ambiente cultural del enfermo y su mundo de vida, o que inclusive estos aspectos sustanciales, tratan de ser obviados a través de técnicas estadísticas como el doble ciego, por ser considerados obstáculos en el proceso de afirmación del conocimiento que se quiere demostrar. Una nueva postura dialógica exige que los criterios de verdad no se satisfagan con los requerimientos surgidos desde su propio seno epistémico, sino que además resulten coherentes con los fragmentos teóricos de la vida, la estética y el contexto cultural que los permean. De tal manera, que una propuesta diagnóstica surgida desde la psiquiatría podría no ser válida para un determinado sujeto y su mundo de vida, lo cual haría virtualmente imposible seguir adelante con un esquema terapéutico coherente con el diagnóstico propuesto. No hay entonces, otra alternativa que el diálogo de saberes, así provengan ambos de estructuras disímiles de construcción del conocimiento. Es aquí donde surge la posibilidad de consignar un eje de diagnóstico idiográfico que tome en consideración la perspectiva del sujeto y su mundo de vida en la concepción de la enfermedad, la vida, la muerte y sus peculiares maneras de aproximación al tratamiento. Tal aporte, surgido de la investigación cualitativa etnográfica, ya hace parte de una propuesta que comienza a ser conocida como Guía Latinoamericana de diagnóstico Psiquiátrico (GLADP) y ha sido discutida en diversos encuentros de psiquiatras latinoamericanos con muy favorable acogida.