Este trabajo es un ensayo sobre la angustia y el duelo que experimentan los humanos ante la vejez.
Se presenta una revisión teórica desde la categoría de lo siniestro del envejecimiento, el duelo y la angustia experimentados ante la crisis por la pérdida de la juventud y la belleza física además de los cambios físicos y mentales.
Angustia y duelo ante la vejez
Autora: María de los Angeles López Ortega
Resumen:
Este trabajo es un ensayo sobre la angustia y el duelo que experimentan los humanos ante la vejez. Se presenta una revisión teórica desde la categoría de lo siniestro del envejecimiento, el duelo y la angustia experimentados ante la crisis por la pérdida de la juventud y la belleza física, además de los cambios físicos y mentales.
Palabras clave: Angustia, envejecimiento, duelo, psicoanálisis
Claudio García Pintos (1) explica que una de las vivencias más temidas y más naturales para el hombre es la angustia, la cual experimentamos ante muchas situaciones, pero este trabajo sólo se va a enfocar en la angustia ante la vejez.
De acuerdo a este autor, envejecer y morir no le es grato a ninguna persona, porque por lo general el ser humano tiende a conservar su vida con pleno vigor, y el devenir de su historia lo va acercando a etapas en las cuales siente o presiente que puede perder la vida y la plenitud (1).
Con este narcisismo quizás sea posible contrarrestar en parte la angustia que se experimenta al ir envejeciendo, no todo tiene que ser pérdida, también hay ganancia.
García Pintos (1) afirma que la vejez es socioculturalmente asociada con una edad de pérdidas: el vigor físico, intelectual, social, familiar, sensual o erótico, etc.
Freud (2) reflexiona acerca de la caducidad de lo bello y perfecto y dice que esto puede derivarse de dos diversas mociones del alma; una lleva al dolorido hastío del mundo y la otra a la revuelta contra esa facticidad aseverada. El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. A la hermosura del cuerpo y del rostro humano se le puede desaparecer para siempre dentro de nuestra propia vida, pero esa brevedad agrega a sus encantos uno nuevo. La libido se aferra a sus objetos y no quiere abandonar los perdidos aunque el sustituto ya esté aguardando. De lo anterior se podría afirmar que con la vejez se podrá perder belleza, agilidad, salud, pero se sustituye con sabiduría, madurez.
Ricardo Iacub (3) afirma que un elemento clave para el psicoanálisis, el narcisismo con el cual se ha asociado la vejez, presenta ventajas: representa la posibilidad integradora de desarrollo personal coherente con creatividad, empatía y mayor interioridad; alternativa para enfrentar los cambios vitales; respuesta a la influencia de los ideales sociales frente a la vejez.
Sólo si el hombre comprende que es ama-con-cuerpo se dará cuenta que el vigor anímico o espiritual no se declina con el envejecimiento, sino que se tonifica por la madurez (1).
Al respecto Didier Anzieu (4) dice que la senectud es una etapa de intensa carga libidinal, provocada por la perspectiva de tener ante sí aún tiempo por vivir. A los ochenta años la alegría de que se ha rebasado la edad promedio de vida, según las estadísticas, la esperanza de alcanzar el centenario, la perspectiva de tener aun veinte años más de vida estimulan la escisión entre la pulsión de muere, que es denegada o proyectada (sólo mueren los demás), y la pulsión de vida que se libera y es llevara a su paroxismo al creer más o menos conscientemente en la propia inmortalidad. Frente a una muerte próxima, se afirma abiertamente como fuente del poder de crear una obra (es el caso de los escritores que hacen sus últimos trabajos en esta etapa de vida). Aquí se puede observar una alternativa más de hacer frente a la angustia por la vejez y por lo mismo enfrentar la angustia a la muerte.
Amelia DeFalco (5) escribió el libro Uncanny subjects: Aging in Contemporary Narrative (Temas de lo siniestro: envejecimiento en la narrativa contemporánea), y señala que el envejecimiento tiene un carácter siniestro y cómo ha sido narrado en diferentes obras literarias contemporáneas de ficción y en el cine. En su texto la autora sugiere que al convertirse una persona en más vieja, esto envuelve una creciente conciencia de la alteridad dentro de ella, una conciencia que revela una identidad múltiple, cambiante y contradictoria, es decir, siniestra.
Amelia DeFalco examina en su libro las diferentes formas en que tanto en el cine como en la literatura se puede apreciar el carácter siniestro del envejecimiento: cuando un narrador de edad avanzada mira hacia atrás en su vida, los cuidadores y pacientes luchando con las complicaciones de la edad avanzada con la patología, sujetos enfrentándose a su misma imagen alterada y consecuentemente con su propia diferencia.
Amelia DeFalco señala que las ansiedades por el envejecimiento no se limitan sólo al miedo a una edad avanzada. Los medios masivos capitalizan efectivamente en el público el miedo a las arrugas y hace que consuman productos para prevenirlas a cualquier costo. La edad avanzada ha sido un tema de miedo y trepidación, e incluso de disgusto.
DeFalco menciona que debido a la preocupación por "el cuerpo como el significante dominante de la Edad avanzada" en la gerontología tradicional y en la cultura popular se sigue asociando a la vejez con la caída y la muerte. Aunque muchos críticos hacen grandes esfuerzos para presentar alternativas para mayores de edad, o por lo menos, examinar el término "edad avanzada" y sus fuentes ideológicas.
DeFalco indica que los siniestro de la vejez es más impresionante que la confrontación con un reflejo no familiar; envejecer, particularmente, llegar a una edad avanzada, abre nuestros ojos hacia la ubicuidad (omnipresencia) de lo siniestro, lo más desestabilizador y perturbador, la contradicción que constituye la individualidad.
DeFalco cita a Kristeva, quien dice que somos extraños a nosotros mismos, negamos envejecer y llegar a una edad avanzada.
La autora cuestiona cómo es que uno entiende, se adapta e interpreta vivir con lo que pareciera la simultánea igualdad y diferencia que acompañan a la vejez. DeFalco asimismo indica que ella cree que envejecer puede ayudarnos y a veces forzarnos a reconocer nuestra ocupación de espacio entre la singular individualidad y la enteramente sometida subjetividad.
Envejecer puede introducirnos en la conciencia siniestra de nuestra propia distinción, nuestro estado fluctuante, nuestra propia diferencia. Lo siniestro del envejecimiento puede enseñarnos que el yo es siempre otro del que fue, otro aún de lo que es.
DeFalco explica que nuestra temporalidad es nuestra fragilidad, y eso es el conocimiento de la naturaleza limitada de la vida que no sólo convierte nuestras vidas en narrativa, sino que nos obliga a contar nuestras historias.
De acuerdo a la autora, envejecer involucra una transformación perpetua que trastorna cualquier demanda de asegurar la identidad, permitiendo a la novedad extraña inmiscuirse en una visión del sujeto de su yo familiar, y socavar los esfuerzos de construir una coherente revisión de la vida.
La condición mortal es inevitablemente siniestra, de acuerdo a DeFalco. Aunque la muerte es nuestra conclusión garantizada, pues se mantiene desconocida e incomprensible.
Al respecto Leticia Glocer Fiorini (6) afirma que envejecer es desplazado y localizado en la mujer y dice que este miedo es a la mortalidad y al envejecimiento físico. Las mujeres tienden a hacerse cargo de la parte abyecta vinculada al cuerpo y a su decadencia. Existe horror al envejecimiento en una cultura que apuesta a la inmortalidad y a la belleza, y que localiza ese horror en la mujer que pierde esos atributos. Lo femenino está ligado a una relación muy especial con el cuerpo. La vida de una mujer transcurre a través de marcas corporales (menarca, embarazos, partos, climaterio) que señalan tiempos, secuencias y rupturas que la alejan desde temprano de esa posibilidad de abstracción del cuerpo, generalmente más asociada a lo masculino.
Bilbring, 1961, citado por Estella Welldon (7), dice que una vez que se es adolescente no se puede volver a la infancia, y una vez que se tiene la menopausia ya no se puede volver a tener hijos, y una vez que se es madre no se puede ser una sola unidad, así es como se dan las etapas en la mujer, y así es como se da cuenta del paso del tiempo.
Glocer (6) cita a Freud y dice que el asombro, la angustia y hasta la sensación amenazante frente a la aparición de aspectos rechazados de la propia madre, en una mujer en las etapas medias de la vida hacen que lo familiar se haga inquietante, ajeno y hostil. Y el envejecer no sólo se refiere al cuerpo biológico, sino a un cuerpo erógeno, libidinal.
Las cirugías estéticas, las prótesis y las nuevas técnicas reproductivas ofrecen una ilusión de inmortalidad, ya sea a través de la juventud y la belleza eternas, o por la posibilidad de engendrar hijos en edades impensadas (Glocer, 2001) o en situaciones que pudieran parecer imposibles.
De Falco (5) concluye que negar las dificultades del envejecimiento, ya sean la del silencio y la soledad que se incrementan, la enfermedad o la discapacidad, o la conciencia de la oscuridad y la muerte, es contraproducente. Aprovechar nuevas posibilidades, percepciones y relaciones puede surgir de modificaciones perpetuas que pueden aliviar o al menos mitigar, algunas de estas discapacidades.
Erik H. Erikson (8) señala en su teoría de ciclo vital que hay ocho estadios o etapas por las que pasa el ser humano, la octava es la que tiene que ver con la adultez tardía o madurez. La tarea primordial es la integridad contra la desesperación. De acuerdo a este autor la vejez exige la acumulación de toda la experiencia previa y apoyarse en ella, manteniendo alerta la conciencia y la creatividad con un nuevo talante; es una integración del pasado, del presente y del futuro. La fuerza básica es la sabiduría, la cual obviamente compensa las pérdidas y deterioro físico sufrido con el envejecimiento.
Como se pudo observar a lo largo de este trabajo, la vejez trae pérdidas, pero también ganancias. La angustia ante la vejez y la muerte es natural, pero se puede compensar haciendo conciencia de que se ha ganado madurez y sabiduría, uno se puede sentir afortunado de llegar hasta etapas avanzadas de la vida, ya que no todos logran llegar hasta ahí, se puede dar sentido a las pérdidas, al sufrimiento, a la enfermedad y a la discapacidad, es parte del precio que hay que pagar por crecer también en interioridad, desarrollando la espiritualidad y la intelectualidad.
Referencias
García Pintos C. y otros. Frankl por definición. Consultor temático de logoterapia y análisis Existencial. Buenos Aires: San Pablo; 2007.
Freud S. La transitoriedad. 1916. Obras Completas. Volumen 14. Buenos Aires: Amorrortu; 2000.
Iacub R. identidad y envejecimiento. Buenos Aires: Paidós; 2011.
Anzieu D. El cuerpo de la obra. México: Siglo veintiuno editores; 1993.
DeFalco A. Uncanny subjects: Aging in Contemporary Narrative. Ohio State University Press: Canada; 2010.
Glocer Fiorini L. (2001) Lo femenino y el pensamiento complejo. Buenos Aires: Lugar Editorial.
Welldon E. (1993) Madre, virgen, puta. idealización y denigración de la maternidad. Madrid: Siglo Veintiuno de España editores.
Erikson E. El ciclo vital completado. Barcelona: Paidós; 2000.
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