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La utilización de la actividad en psiquiatría: confluencias, paralelismos y discordancias.

Autor/autores: Pablo A. Cantero Garlito
Fecha Publicación: 01/03/2005
Ãrea temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Asistimos, desde los años 60, a una profunda transformación en la atención a las personas con enfermedad mental caracterizado por el desmantelamiento de los hospitales psiquiátricos y el paso del núcleo de la atención a la comunidad. Este proceso ha estado claramente vinculado con un proceso de desconstrucción institucional y un necesario elemento crítico de desconstrucción conceptual (Vázquez, C. , 2001). Es en ese contexto donde comienzan a participar profesiones que hasta el momento habían estado alejadas de los procesos de intervención con este colectivo de personas: terapeutas, monitores de todo tipo, pedagogos, educadores, animadores comienzan a repartirse el espacio profesional ligado a la psiquiatría y a la salud mental.

Ese proceso de participación profesional va a estar condicionado por la práctica y por el desarrollo de otras profesiones, condicionada por diversos factores sociopolíticos y por el respeto a los de/a los límites que se van estableciendo y a la propia configuración interna de la profesión. Educadores Sociales, Terapeutas Ocupacionales, Pedagogos y Enfermeras comparten, en muchas ocasiones, modelos conceptuales comunes que pueden provocar confusión a la hora de utilizar (y cómo) diversas técnicas y estrategias de intervención con las personas con las que desempeñan su labor profesional. Revisamos en esta ponencia diversos elementos que confluyen en la utilización de la actividad en la práctica profesional en psiquiatría, así como elementos diferenciadores desde las diferentes profesiones y profesionales que pueden utilizarla en el mismo ámbito.

Palabras clave: Actividad, Práctica profesional, Praxis


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La utilización de la actividad en psiquiatría: confluencias, paralelismos y discordancias.

Pablo A. Cantero Garlito.

Terapeuta Ocupacional; Educador Social
CRPS – Plasencia
Presidente de AEXTO

PALABRAS CLAVE: Actividad, Praxis, Práctica Profesional.

(KEYWORDS: Activity, Practice, Professional Practice. )

 

Resumen

Asistimos, desde los años 60, a una profunda transformación en la atención a las personas con enfermedad mental caracterizado por el desmantelamiento de los hospitales psiquiátricos y el paso del núcleo de la atención a la comunidad. Este proceso ha estado claramente vinculado con un proceso de desconstrucción institucional y un necesario elemento crítico de desconstrucción conceptual (Vázquez, C. , 2001).

Es en ese contexto donde comienzan a participar profesiones que hasta el momento habían estado alejadas de los procesos de intervención con este colectivo de personas: terapeutas, monitores de todo tipo, pedagogos, educadores, animadores comienzan a repartirse el espacio profesional ligado a la psiquiatría y a la salud mental. Ese proceso de participación profesional va a estar condicionado por la práctica y por el desarrollo de otras profesiones, condicionada por diversos factores sociopolíticos y por el respeto a los de/a los límites que se van estableciendo y a la propia configuración interna de la profesión.

Educadores Sociales, Terapeutas Ocupacionales, Pedagogos y Enfermeras comparten, en muchas ocasiones, modelos conceptuales comunes que pueden provocar confusión a la hora de utilizar (y cómo) diversas técnicas y estrategias de intervención con las personas con las que desempeñan su labor profesional. Revisamos en esta ponencia diversos elementos que confluyen en la utilización de la actividad en la práctica profesional en psiquiatría, así como elementos diferenciadores desde las diferentes profesiones y profesionales que pueden utilizarla en el mismo ámbito.



Primer Momento |Historia|

1. f. Narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados.

La utilización de la actividad a lo largo de la historia, de diferentes culturas y civilizaciones, ha quedado suficientemente constatada en diferentes textos publicados en los últimos años. La actividad empleada como elemento terapéutico, como forma de eliminar o aminorar el dolor, de reducir el sufrimiento han sido formas frecuentemente utilizadas a lo largo del tiempo. La música, el teatro, diferentes manifestaciones artísticas y manuales, o el juego están en el origen de esta forma de utilizar las actividades con un objetivo diferente que el de obtener placer por el solo hecho de realizar esta actividad.
Este hecho queda muy bien reflejado por Herodoto que, en Historias, cuenta que siendo Atis (hijo de Manes) rey de Lidia, su reino sufrió un grave periodo de hambruna. Los lidios aguantaron las carencias y penurias durante un cierto tiempo “hasta que comprendieron que debían encontrar alguna distracción que les permitiera apartar la mente de tanto sufrimiento” (Figueras, M; 2004). Fue así como los lidios inventaron, según Herodoto, los juegos que se practican con dados, tabas y pelotas. Figueras, además hace una reflexión que nos parece muy adecuada como punto de partida de esta ponencia: “La historia de los lidios tiene además otro atractivo. Me gusta que atribuya la creación de los juegos no al aburrimiento ni al ocio filosófico, sino al sufrimiento. Los lidios no jugaban porque no tenían nada mejor que hacer. Jugaban para no sucumbir”.

Pero ya entrados en el siglo XVIII, parece existir un consenso suficiente a la hora de ubicar en el tratamiento Moral el origen de nuevas formas de intervenir con las personas con enfermedad mental y de utilizar la actividad en este contexto. Los Terapeutas Ocupacionales sitúan aquí su principal origen, aunque Moruno (2003) hace un recorrido mucho más amplio por diversos factores que dieron lugar a esta profesión; aún así, este movimiento de reforma surgido a finales del siglo XVIII es, también, el origen de nuevas formas de intervención en otras profesiones que ya existían como la psiquiatría o la psicología y su influencia en lo que posteriormente se denominaría la rehabilitación psicosocial y por extensión a todos los profesionales que actualmente forman parte de esta: psicólogos, psiquiatras, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, educadores sociales1.

No debemos obviar, tampoco, que siglos antes del tratamiento Moral y de Pinel y los suyos, un español, el Padre Jofré funda en Bétera (Valencia) el que podría ser el precursor de los Hospitales Psiquiátricos, reclamando así un espacio olvidado en la literatura anglosajona para este religioso que propicia nuevas formas de atención a las personas con discapacidad2.

De igual modo y especialmente vinculado con las profesiones educativas, no debemos olvidar las incuestionables aportaciones de Luis Vives para la concepción de las intervenciones con las personas con discapacidad y sus importantes y visionarias aportaciones filosóficas, psicológicas y educativas. Entre las muchas aportaciones que se le puede reconocer a este gran humanista español está su interés por las personas con discapacidad, que forman parte del conjunto de personas pobres que suponen el fenómeno más preocupante de los núcleos urbanos de la época, en este sentido García Carcel (2004) señala que el problema de la marginalidad constituye un problema acuciante que amenazaba con romper las costuras sociales y la estabilidad del sistema. Tal y como indica Labrador Herránz en el programa socioeducativo de Vives hay un claro interés por el trabajo como medio rehabilitador y educativo: “Ni a los ciegos se les permita estar o andar ociosos, hay muchas cosas en que pueden ejercitarse; unos son apropósito para las letras habiendo quien les lea, […] otros son aptos para la música, canten y toquen instrumentos de cuerda o de soplo, hagan otros andar tornos y ruedecillas, trabajen otros en los lagares ayudando a mover prensas, den otros a los fuelles en las oficinas de los herreros, se sabe también que los ciegos hacen cajitas, cestillas y jaulas, y las ciegas hilan y devanan; en pocas palabras, como no quieran holgar y huir del trabajo, fácilmente hallarán en qué ocuparse; la pereza y la flojedad y no el defecto del cuerpo es el motivo para decir que nada pueden” (Vives, 1987), las últimas palabras de esta cita resumen con cierta claridad la preocupación del autor: “la educación para el trabajo”, esto es, “la idea medieval del valor religioso del trabajo implica la condena de la ociosidad. La pobreza queda desmitificada; es un mal que hay que combatir” (Labrador Herráiz; 1999). En otro orden de cosas, y por el asunto que nos interesa en esta ponencia, destacar la importancia que Vives da al juego en el contexto de la escuela3 como herramienta de aprendizaje, de relación, …

Tal y como señalábamos anteriormente el tratamiento Moral trajo consigo una importante crítica a las formas en las que eran confinados, apartados los “locos” (y no solo ellos, sino también todos aquellos que podían interferir en el orden establecido). Pinel libera a los “locos” de sus cadenas y coloca al trabajo de manera principal, y el ejercicio físico y las manualidades, de modo secundario, como eje central para garantizar la salud y el orden moral (e institucional).


El trabajo y la utilización de actividades cotidianas, de entretenimiento y el ejercicio físico constituyen también la base fundamental del Retiro de York fundado por Tuke en 1796, continuado a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, de aquí y a través de los cuáqueros se produce la expansión de este tipo de instituciones y filosofía de intervención por Estados Unidos. Pese a un rápido esparcimiento, el cambio en las condiciones socioeconómicas de este país trajo consigo un retroceso en las formas y estilos de tratamiento de las personas con enfermedad mental: el aislamiento, los tratamientos bio-médicos, vuelven a constituir la base principal de la intervención.

Moruno (2003) en su recorrido por el contexto ideológico, cultural, social e institucional de la fundación de la terapia Ocupacional reconoce los siguientes fenómenos: el pragmatismo, el funcionalismo y la educación; el Movimiento de las Artes y Oficios y el Settlement Movement; la Reforma de la asistencia psiquiátrica estadounidense y la influencia de la Primera Guerra Mundial. Debemos reconocer que ciertas particularidades de estos fenómenos proporcionan las condiciones adecuadas para la generación de esta profesión, pero están íntimamente entrelazadas con el desarrollo de otras profesiones y con nuevas formas de intervenir y de entender el mundo, la educación, la psicología, la práctica de la psiquiatría, … Trataremos, a continuación, de aproximarnos a estas relaciones y confluencias.

El pragmatismo con Pierce (1839-1914), James (1842 – 1910) y especialmente con John Dewey (1859 – 1952) tienen una influencia enorme en la teoría y práctica educativa de la época. La defensa de Dewey de “aprender haciendo” tuvo una enorme repercusión no solo en la educación sino también en otras profesiones sociales y sanitarias de la época y muchas de sus ideas tienen absoluta permanencia y validez en la actualidad. Este autor es además unos de los que más profusamente escribió sobre el valor y la utilidad de la actividad… como medio de entrenamiento de hábitos, habilidades, …

Obviamente y tal y como señala Moruno (2003): “La producción de un saber está condicionada por aspectos sociopolíticos y, generalmente, tiene lugar en marcos institucionales que sirven de soporte a los grupos y personas productores o difusores de los conocimientos y prácticas asociados a ese saber”, la atención a las personas con discapacidad, de manera genérica, y en particular a las personas con enfermedad mental ha estado ligada de manera inexorable con los diferentes movimientos sociales y a los contextos socioeconómicos y políticos en los que estos se producían acaecidos en los últimos siglos. El Movimiento de las Artes y Oficios, o el de higiene mental, dejaron su huella en las profesiones a las que nos estamos acercando y a su forma de entender la actividad y su utilización en el contexto de la salud mental4. Según Moruno (2003) para los el Settlement Movement “la función educativa del trabajo reside en constituirse en medio de transmisión cultural, de significados, habilidades y valores”.

Los planteamientos pragmáticos de la época ponen el foco de la atención en las posibilidades y opciones del trabajo como herramienta para la recuperación de la salud, como medio de estar “ocupados” y como forma de contribución socialmente útil; en segundo lugar en importancia se van a desplazar la utilización de las actividades artesanales y manuales que apenas podría proporcionar ingresos económicos a las personas que las realizaban.

El periodo entre guerras supuso un periodo de crisis institucional y de búsqueda de rentabilidad económica, de aprovechamiento de los recursos basados en el tratamiento de la enfermedad aguda en menosprecio de otras intervenciones dirigidas a las enfermedades crónicas o a las consecuencias de las mismas. Aun así, muchas actividades utilizadas en las instituciones psiquiátricas constituyen formas de sostener el propio recurso y de ahorro económico (y poco suponen de terapéuticas o rehabilitadoras): lavandería, jardinería, huerto, cocina, …

Sin embargo a partir de los años 60, tras la aparición de tratamientos neurolépticos que suponen una mejora trascendental en las condiciones sintomatológicas de las personas con enfermedad mental que permitirá, así, la implementación de otras intervenciones, se origina toda una corriente crítica hacia los excesos de la práctica psiquiátrica tradicional que supondría el origen del Movimiento de Reforma Psiquiátrica: caracterizado por el desmantelamiento de los Hospitales Psiquiátricos y el paso del núcleo de la atención de los manicomios a la comunidad.


Este cambio importantísimo, que se realizó en diferentes tiempos y fases según los países y contextos a los que nos refiramos, y que se ha producido de un modo más ralentizado en el Estado Español a lo largo de las dos últimas décadas, trajo consigo la posibilidad de intervención en el campo de la salud mental de profesiones y profesionales “no – tradicionales” que sitúan su intervención en la recuperación de habilidades, la participación en la comunidad, el retorno en las mejores condiciones posibles al entorno habitual del usuario, …

El reparto del espacio se produce atendiendo a las crisis, grupos de poder, intereses profesionales y políticos. La utilización de la actividad pasa también por momentos complejos de pérdida de credibilidad, utilidad y necesidad al darse una especial preponderancia al tratamiento biomédico y farmacológico… muchos tratamientos pasan así a considerarse tratamientos “secundarios” o triviales. Y en el germen de determinadas profesiones está presente la participación de otras: los fundadores de la terapia Ocupacional provenían de contextos hospitalarios o del campo de la asistencia social.

Si nos ceñimos al ámbito educativo, a lo largo de la historia han sido innumerables los filósofos y pedagogos que han apostado por la utilización de la actividad como herramienta, como método educativo y forma una parte inherente a estas disciplinas. Desde Luis Vives durante el renacimiento hasta la actualidad, la actividad como herramienta educativa ha ido cobrando cada vez una mayor importancia y significación en los diferentes contextos educativos. De igual modo, la vinculación de la educación con la discapacidad probablemente surja con la preocupación de Vives por este colectivo, especialmente por los ciegos.

En el siglo XVIII, el “Naturalismo Pedagógico” focalizó la renovación pedagógica con las corrientes anteriores en la importancia del descubrimiento del conocimiento a través de las actividades experimentales surgidas del interés y la acción del individuo. En este contexto histórico, Pestalozzi (1746 – 1827) ensayó con menor o mayor acierto numerosas experiencias teóricas y prácticas; este autor otorga una gran importancia a la intuición como experiencia activa que el individuo adquiere de las cosas y al trabajo como elemento educativo.

El origen de los Jardines de infancia tienen su base primera en las teorías y desarrollos prácticos de Fröebel (1782-1852), cuya principal metodología era el juego y para fomentar la actividad creadora de los niños ingenia los “dones” y las “ocupaciones”: los primeros son seis pelotas con los colores del arco iris, cien poesías sobre el juego de la pelota y también cubos y esferas de madera; las segundas tenían como objetivo la estimulación de la fantasía: recortables de papel y cartón, trenzado de fundas y tapetes, modelado en arcilla5.

De manera muy sintética hemos intentado transitar por los principales autores y momentos históricos que han dejado su impronta en el valor de la actividad como herramienta y elemento educativo; pero sin lugar a dudas ha sido con el Movimiento Pedagógico de la escuela Nueva cuando estos planteamientos teóricos han cobrado una mayor importancia y han sido capaces de arrastrar su filosofía a otras disciplinas.

De un modo muy esquemático podemos acotar, también, las teorías que se encuentran en el fondo de este movimiento: la educación debe estar centrada en la vida; debe girar en torno a los intereses del individuo; debe ser activa (aplicación del principio de actividad); el contexto educativo debe ser una auténtica comunidad vital; es necesario revalorizar el papel del educador (Alejo Montes, J. ; 2000). Los principios pedagógicos que guían la práctica de la escuela Nueva son: la individualización; la socialización como valor en el proceso de enseñanza; la globalización de la enseñanza y la autoeducación como consecuencia lógica de la teoría de la escuela activa.

John Dewey (1859 -1952) probablemente sea uno de los mayores representantes de este movimiento, y también uno de los que más hayan profundizado en la utilización de la actividad como herramienta educativa. Sus planteamientos teóricos y prácticos tuvieron una influencia notable en diferentes disciplinas como la psicología o la pedagogía. Su concepción del ser humano como un organismo activo que va tomando forma en contacto con el entorno, haciendo frente así a la pedagogía tradicional, plantea su máxima de “la educación por la acción”; en torno a esta última, Dewey estructura el curriculum sobre las “ocupaciones”, el objetivo no era otro que el acercamiento de los niños a las actividades de la vida cotidiana mediante las que se pretendía integrar la actividad del niño a través de la escuela y la familia (Alejo Montes, 2000). Es considerable la importancia de Dewey para la trayectoria de la terapia ocupacional y para algunos de sus principales teóricos como Reilly o Kielhofner.

No podemos obviar, de modo muy esquemático a otros pedagogos que aportaron, a principios del siglo pasado, interesantes planteamientos para el entendimiento de la utilización de la actividad. Tal es la influencia de Ovide Decroly (1871 – 1932) en torno a dos grandes aportaciones teóricas: el principio de globalización y los centros de interés. Interesa también Eduard Claparéde (1873 – 1940) con la utilización de la “actividad” que para este autor suizo tiene una doble vertiente: por un lado, se trata de una respuesta a una necesidad del organismo; y por otro lado, se toma como proceso, trabajo, realización.


Estos planteamientos ocasionaron también numerosas críticas, aún hoy presentes, al valorar la actividad por encima de cualquiera otra consideración educativa (García Molina; 2003).

No vamos a adentrarnos en más autores, ni movimientos teóricos. Creemos que hasta el momento hemos hecho un acercamiento a ciertos lugares comunes y a otros que, pese a su notable influencia en otras disciplinas, han sido obviados por éstas pero representan importantes contribuciones al entendimiento de la actividad.


Segundo Momento |Actividad|

f. Conjunto de operaciones o tareas propias de una persona o entidad. 2. Facultad de obrar

Resulta, cuanto menos, significativa la definición que ofrece el Diccionario de la Lengua Española acerca de la actividad: “operaciones o tareas propias de una persona”; obviamente debemos preguntarnos por aquellas tareas que son propias de las personas. ¿Es posible determinar esto? ¿Cuáles son, por tanto, estas tareas propias? ¿Cómo podría vincularse con la salud mental? ¿Qué utilidad puede tener esta actividad para recuperar y fomentar la salud? Y en la mesa en la que estamos, debemos ser capaces de preguntarnos por cuáles son los aspectos específicos de la actividad que tienen que ver con una profesión u otra (si es que es posible determinarlo).

Tal y como hemos señalado en la primera parte, diferentes autores abordaron la vinculación inicial de la actividad y su poder “sanador”, su potencial recuperador de la salud. En estos momentos primigenios la actividad no está vinculada con ninguna profesión, si no con un conjunto de personas que desean mejorar la calidad de las intervenciones, de la estancia de las personas en las instituciones sanitarias, por un afán de cambio social, de dignificar las condiciones de vida de las personas, por organizar los espacios, también por controlar a las personas que viven en las instituciones.

Con posterioridad, los marcos sociopolíticos, institucionales y profesionales fueron estableciendo separaciones en los diferentes espacios de intervención profesional que se han ido adaptando a los tiempos y a las diversas circunstancias, entre ellas la aparición de nuevas profesiones. Insistimos en que algunas de éstas basan en la utilización de la actividad de manera terapéutica su base fundamental, su paradigma y el elemento básico que justifica su existencia y su base de intervención (este es el caso de la terapia Ocupacional); pese a esto, otras profesiones utilizan la actividad de forma muy similar entrando en “eternas” disputas. Pero tal y como señala Moruno (2004) “no todo lo que tiene como objeto de estudio o intervención la ocupación o lo ocupacional es terapia ocupacional”, tampoco todo lo que tiene que ver con la actividad, por lo tanto es obvio entender que la utilización de la actividad (como así ocurre) puede ser utilizada legítimamente por parte de diferentes profesiones.

Pero debemos avanzar: ¿Cómo son las actividades que unos y otros utilizan? El trabajo con enfermos mentales supone el enfrentarse con una ingente cantidad de horas en blanco, de horas por llenar, de horas en las que hay que proporcionar actividades con las que poder ocupar el tiempo, con las que mantenerse activos o relacionarse con otros, … Para los profesionales de la salud mental llenar los espacios y los tiempos con actividades puede resultar fácil, pero dar un paso más allá resulta mucho más complicado: formas ocupacionales, ocupación, actividades educativas, …

Al final se correr el riesgo de “hacer, hacer y hacer” con una cierta carencia de objetivos y alejándonos de aquellos aspectos que configuran la esencia de nuestras profesiones. Aunque, casi con toda seguridad, seremos capaces de encontrar justificaciones más o menos apropiadas para todo aquello que hacemos.

En otro orden de cosas, hay un debate que heredamos desde los orígenes de la utilización de la actividad en instituciones psiquiátricas: la utilidad de los objetos, la utilidad de las producciones; y por otro lado, la utilización del trabajo (actividad realizada de manera cotidiana y por la que se percibe una remuneración) como elemento terapéutico. ¿Qué actividades utilizar? Quizá aquí radique la principal diferencia entre lo que unos y otros hacen; nos gusta especialmente la aportación que Moruno (2004) hace y que tal vez (sólo tal vez) puede ayudarnos a salir del atolladero: “el terapeuta ocupacional utiliza o aplica terapéuticamente diferentes actividades que constituyen una unidad cultural y personalmente significativa”. Otras profesiones buscan vincular a las personas con determinadas actividades que les pueden resultar satisfactorias, pero ante las cuales no hay una enlace tan palpable por estos tres aspectos que nos parecen trascendentales para entender esta diferenciación: el objetivo terapéutico, la vinculación cultural de la actividad y la significación personal; obviamente estos tres aspectos deben producirse de manera conjunta, de lo contrario nos estamos aproximando a otras formas distintas de utilizar la actividad.

No podemos dejar de lado la importancia de la vinculación del lenguaje con la actividad. El lenguaje da sentido, contenido a lo que nos rodea, a quienes nos rodean, y sobre todo, la denominación que le damos a las cosas que hacemos. Las formas ocupaciones, aquellas que responden a determinados nombres que se otorgan en nuestra cultura y aquellas que son ajenas (o han perdido el valor simbólico que pudieran tener, han perdido el nombre que se le otorgaba6), pese a la globalización de determinadas actividades, objetos o símbolos que sugieren formas ocupacionales cada vez más comunes en contextos muy diferentes. Y en la era de las Nuevas Tecnologías de la Información y la comunicación los profesionales continuamente proponiendo actividades no vinculantes ni vinculadas, actividades que difícilmente van a poder vincular a unos y otros con la sociedad, con el ambiente que les rodea. Seguimos viendo en muchas instituciones a personas utilizando actividades que son propias de otras etapas del desarrollo, seguimos viendo a muchos adultos “pintar conejitos”, insertar bolas o colocar por orden fichas de colores (probablemente muy útiles para la recuperación de las funciones cognitivas pero inútiles o perjudiciales para la vinculación con lo significativo, con lo cultural y con lo realmente terapéutico).

 

Se trata por tanto de buscar aquellas actividades que como en la historia de los Lidios que comentábamos al principio ayuden a no sucumbir, ayuden a las personas a encontrarse con su identidad, proporcionen un sentido de competencia adecuado y les permita el desarrollo del proyecto vital escogido.

El lenguaje es importante también como forma de denominación de las personas con enfermedad mental (desgraciadamente también como forma de injuria y de difamación); la historiadora Carmen Iglesias narra de una manera muy precisa en su Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua esta situación: “Cuando, según se cuenta, el zar Pedro I pronunciaba contra algún enemigo de su poderosa nobleza la sentencia: «Yo te hago loco», el poder de la palabra y la palabra del poder, en este caso, acababan convirtiéndole en tal, pues al tratarle todos los demás como demente, el desgraciado vivía la realidad de la sinrazón y perdía toda cordura. ”

Es impresionante el poder que las palabras tienen para “ubicar” a las personas en determinados espacios y el poder del lenguaje para crear determinadas expectativas sobre estas personas. En ocasiones, ubicamos a las personas con las que trabajamos en espacios de inferioridad, con niveles mínimos de expectativas desde los que difícilmente se puede salir (aunque, en numerosas ocasiones, las personas son capaces de hacer estallar los condicionantes que pretenden minar sus posibilidades).

También el lenguaje debe ayudarnos a diferenciar entre lo que unos y otros hacemos. Cuando lo que hacemos determina y configura nuestra identidad y competencia profesional, cuando lo que hacemos “determina y/o configura” lo que somos. Ese hacer que conduce al ser sobre el que muchos han pensado ya en otras ocasiones. ¿Qué actividades configuran al Educador Social? ¿Y al Terapeuta Ocupacional? En ocasiones los profesionales “se esconden” detrás de la seguridad que ofrece la técnica (las actividades). Tal vez sea los que se busca en la etapa de iniciación profesional: la búsqueda de la seguridad detrás de muchas actividades, muchos ejercicios, mucho hacer (sin saber por qué); a veces para no encontrarse con el otro, con los deseos, con lo que es significativo para la persona que se tiene al lado; a veces para no reconocer que no somos capaces de hacer frente a las necesidades que el otro tiene; a veces para no encontrarnos con nuestra propia frustración, …

Es obvio reclamar un espacio de investigación en el que poder demostrar aquellos planteamientos que sustentan la práctica de la actividad y poder confirmar la utilidad, el potencial y los beneficios de la utilización de la actividad en el ámbito de la salud mental. En definitiva, la investigación en la actividad como fuente para el conocimiento.


Tercer Momento |Conclusión|

f. Fin y terminación de algo. 2 Resolución que se ha tomado sobre una materia después de haberla ventilado.

Planteábamos al inicio de esta ponencia el tratar de encontrar algunas confluencias, paralelismos y discordancias a la hora de utilizar la actividad en el ámbito de la salud mental y la psiquiatría, aún a sabiendas de los múltiples caminos que se podían entrecruzar y que en ocasiones hay caminos que conducen a una meta pero otros suponen una manera de ir descubriendo el paisaje y el entorno que nos rodea.

Así lo hemos querido. Tal vez las respuestas no hayan sido claras, no lo hemos pretendido. Tal vez tras la lectura de este trabajo, los interrogantes hayan aumentado, no nos importa. En nuestra intención y en nuestro deseo estaba el ser capaces de apuntar ciertas pistas que conducían a lugares comunes transitados por las más diversas profesiones. Tal vez en este mundo globalizado todos nos enriquecemos con todos (o nos empobrecemos) con todos (o no). Tal vez sean más las cosas que nos unen que las que nos diferencien. Tal vez sea necesario recuperar los espacios de trabajo conjunto, de interrelación profesional, de lectura compartida de la realidad, …

Tal vez sea necesario flexibilizar aún más los espacios, los perfiles profesionales. Tal vez sea necesario preguntarse por la hiper fragmentación profesional a la que se está tendiendo y a qué fuerzas corresponde esto realmente. Tal vez sea necesario acercarse más, para encontrarnos; que no intentar alejarnos para acotar de un modo virtual y arbitrario lo que es en realidad algo una unicidad (global y compleja, pero única).


Bibliografía

- Alejo Montes, J (2000): Historia de la Educación Social (no publicado)

- Diccionario de la Real Academia Española. 22ª ed. (2001). Real Academia Española. Madrid. Espasa Calpe

- Figueras, M (2004: Kamchatka. Madrid. Alfaguara

- García Molina J (2003): Dar (la) palabra. Deseo, don y ética en educación social. Barcelona. Gedisa

- García Carcel (2004): Los olvidados de la historia: Marginales. Barcelona. Círculo de Lectores.

- Herodoto (2000): Historia. Madrid. Alianza Editorial.

- Iglesias, C (2002): “De Historia y de Literatura como elementos de ficción”. Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua.

- Labrador Herráiz C (1999): Luis Vives y el primer programa de Educación Social de la Modernidad. Hist. Educa. , 18, pp: 13 – 31

- Moruno P. (2004): terapia Ocupacional en Salud Mental: la ocupación como entidad, agente y medio de tratamiento. Revista Gallega de terapia Ocupacional TOG. Número 1

- Romero D y Moruno P (2003): terapia Ocupacional: teoría y técnicas. Barcelona. Masson.

- Vives (1987): Diálogos sobre la Educación. Madrid: Alianza Editorial


Citas

1 Quedaría fuera de los límites de este trabajo, pero no deseamos dejarlo de lado, el ser capaces de analizar cómo la introducción de determinadas profesiones y profesionales “no – tradicionales” al campo de la rehabilitación psicosocial puede estar haciendo variar el fondo (filosofía, concepto, paradigma) y las formas (técnicas, intervenciones).

2 Es obvio señalar que este concepto es nuevo, que en los tiempos del Padre Jofré (1409) no existen las palabras que hoy utilizamos para designar determinadas formas conceptuales.

3 Etimológicamente, Ludus, ludere, admite el triple significado de juego, ejercicio y escuela. Así lo explica Vives en el Diálogo 5
LUCIO: - ¿No jugamos hoy?
ESQUINES: No, hoy es día de labor, ¿o crees que has venido aquí para jugar? Aquí no se juega, se estudia.
LUCIO: ¿Por qué, entonces, llaman a este lugar ludem: escuela?

4 No podemos dejar de lado esta vinculación profesional con los movimientos sociales imperantes en ese momento histórico para reclamar un compromiso sociopolítico, que no partidista de los profesionales de la salud mental. En una sociedad que presenta como ideales la independencia, la autonomía, . . . qué espacio podrán ocupar los enfermos mentales. Nunca nuestro trabajo va alcanzar las metas que perseguimos si no conseguimos que cambie el actual sistema económico. En definitiva, las nuevas políticas neoliberales están convirtiendo el campo de la atención a la salud en un mercado útil para las grandes multinacionales. Nos preguntamos así qué pasará así en el futuro con la atención a los enfermos mentales.

5 Cuanto le recuerda esto a uno a la utilización de determinadas actividades en determinadas instituciones y con determinados colectivos de personas: crónicos, ancianos, . .

6 Recuerda a una preciosa cita que García Molina (2003) toma de esa maravillosa historia de amor que es Rayuela de Cortazar: “Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo […] Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo; él entierra a sus muertos y guarda sus llaves”.

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