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Factores asociados a la población universitaria de riesgo de trastornos del comportamiento alimentario.

Autor/autores: A. R. Sepúlveda
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Personalidad, Trastornos de la Personalidad .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

ANTECEDENTES Y OBJETIVOS: La etiología específica de los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) no está clara, pero se han identificado numerosos factores de riesgo que reflejan una compleja interacción de variables implicadas. El objetivo de este estudio es conocer las características sociodemográficas, psicopatológicas, familiares y de hábitos de salud asociadas a la población universitaria con riesgo de TCA, y las diferencias entre género en estas asociaciones.

METODOLOGÍA: Se ha realizado un estudio trasversal realizado en una muestra de 2551 estudiantes de ambos sexos de 18 a 30 años en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). La encuesta incluía cuatro cuestionarios, el inventario de Trastornos Alimentarios (EDI-2; Garner, 1998), el cuestionario de la Figura Corporal (BSQ; Cooper et al. , 1987), Symptom Check List 90 (SCL-90; Derogatis, 1973) y la escala de autoestima (RSE; Rosenberg, 1965) y otras preguntas que exploran distintos aspectos sociodemográficos, familiares y de hábitos de salud. Se estudia la asociación entre la probabilidad de ser población de riesgo de TCA y la de presentar los distintos factores estudiados, mediante análisis de regresión logística.

RESULTADOS: La prevalencia de la población universitaria con Alto riesgo de desarrollar un TCA es de 14, 9% (11, 6-18) en varones y un 20, 8% (18, 7-22, 8) en mujeres. Las escalas del cuestionario BSQ, SCL-90 y escala de autoestima presentaban asociación con la población de riesgo, tanto en chicos como en chicas. Entre las mujeres incluidas en la población de Alto riesgo, comparadas con la población con Bajo riesgo, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 75-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 1-3, 1), con insatisfacción corporal (OR del 1, 05-1, 07) y con una baja autoestima (OR del 0, 85-0, 95), una depresión (OR del 1, 3-2, 97) paranoia (OR del 1, 3-2, 97). Los chicos de la población de riesgo, comparados con el resto, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 59-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 05-8, 6), con insatisfacción corporal (OR del 1, 02-1, 06) y con una baja autoestima (OR del 0, 76-0, 9), y con una mayor sensibilidad interpersonal (OR del 1, 7-7, 5).

CONCLUSIÓN: Los datos de este estudio corroboran el hecho de que las conductas no saludables tienden a agruparse en determinados adolescentes vulnerables, y que las actitudes alimentarias anormales suelen formar parte de esta agregación. Además estos datos dan información adicional que puede ser útil para organizar programas de prevención. Aunque estos esfuerzos no pueden cambiar determinadas vulnerabilidades, pueden enseñar y apoyar actitudes, referidas a las conductas alimentarias saludables o estrategias para reducir el consumo de alcohol y tabaco en el ámbito universitario.

Palabras clave: Facultad, Prevalencia de riesgo, Trastornos del comportamiento alimentario, Universitarios


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Factores asociados a la población universitaria de riesgo de trastornos del comportamiento alimentario.

A. R. Sepúlveda1; J. A. Carrobles2; A. Gandarillas3.

1 y 2E ating Disorder Unit, Guys hospital, London
2 Dpto. psicología Biológica y de la Salud. Facultad de psicología. UAM
3 Servicio de epidemiología. Instituto de Salud Pública . CAM

PALABRAS CLAVE: prevalencia de riesgo, Trastornos del comportamiento alimentario, Universitarios, Facultad.

 

Resumen

ANTECEDENTES Y OBJETIVOS: La etiología específica de los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) no está clara, pero se han identificado numerosos factores de riesgo que reflejan una compleja interacción de variables implicadas. El objetivo de este estudio es conocer las características sociodemográficas, psicopatológicas, familiares y de hábitos de salud asociadas a la población universitaria con riesgo de TCA, y las diferencias entre género en estas asociaciones.

METODOLOGÍA: Se ha realizado un estudio trasversal realizado en una muestra de 2551 estudiantes de ambos sexos de 18 a 30 años en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). La encuesta incluía cuatro cuestionarios, el inventario de Trastornos Alimentarios (EDI-2; Garner, 1998), el cuestionario de la Figura Corporal (BSQ; Cooper et al. , 1987), Symptom Check List 90 (SCL-90; Derogatis, 1973) y la escala de autoestima (RSE; Rosenberg, 1965) y otras preguntas que exploran distintos aspectos sociodemográficos, familiares y de hábitos de salud. Se estudia la asociación entre la probabilidad de ser población de riesgo de TCA y la de presentar los distintos factores estudiados, mediante análisis de regresión logística.

RESULTADOS: La prevalencia de la población universitaria con Alto riesgo de desarrollar un TCA es de 14, 9% (11, 6-18) en varones y un 20, 8% (18, 7-22, 8) en mujeres. Las escalas del cuestionario BSQ, SCL-90 y escala de autoestima presentaban asociación con la población de riesgo, tanto en chicos como en chicas. Entre las mujeres incluidas en la población de Alto riesgo, comparadas con la población con Bajo riesgo, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 75-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 1-3, 1), con insatisfacción corporal (OR del 1, 05-1, 07) y con una baja autoestima (OR del 0, 85-0, 95), una depresión (OR del 1, 3-2, 97) paranoia (OR del 1, 3-2, 97). Los chicos de la población de riesgo, comparados con el resto, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 59-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 05-8, 6), con insatisfacción corporal (OR del 1, 02-1, 06) y con una baja autoestima (OR del 0, 76-0, 9), y con una mayor sensibilidad interpersonal (OR del 1, 7-7, 5).

CONCLUSIÓN: Los datos de este estudio corroboran el hecho de que las conductas no saludables tienden a agruparse en determinados adolescentes vulnerables, y que las actitudes alimentarias anormales suelen formar parte de esta agregación. Además estos datos dan información adicional que puede ser útil para organizar programas de prevención. Aunque estos esfuerzos no pueden cambiar determinadas vulnerabilidades, pueden enseñar y apoyar actitudes, referidas a las conductas alimentarias saludables o estrategias para reducir el consumo de alcohol y tabaco en el ámbito universitario.



Introducción

La etiología específica de los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) no está clara. La falta de identificación de uno o dos factores de riesgo principales y la comprensión certera de la relación causal entre los mismos, dificulta el conocimiento de su génesis (1). En nuestro país, pocos estudios se han dedicado a investigar los factores de riesgo que intervienen en la población para desarrollar una patología de estas características. Esta situación de escasez en este tipo de estudios queda ilustrada por la sugerencia de Toro (2000) (2), la investigación a partir de ahora debería ir dirigida a la epidemiología asociada a los factores de riesgo.

Los resultados indican que aunque la prevalencia de casos clínicos en el ámbito poblacional es menor, se sitúa alrededor de un 4, 8%. Este índice coincide entre los estudios de doble fase realizados nivel nacional como europeo (3-7). No podemos decir lo mismo al considerar todos los casos incompletos o población de riesgo, que presentan varios síntomas pero no cumplen un diagnóstico clínico, estas cifras varían entre estudios y se sitúan entre 2, 2%-12% en varones y entre un 11%-31% en mujeres (3-7) o la alta proporción de adolescentes con conductas alimentarias no saludables, como la dieta restrictiva, el ejercicio excesivo, el uso de laxantes o diuréticos, entre otras (8, 9). La frecuencia y la extensión de la sintomatología alimentaria a rangos de edad más amplios parece estar relacionado con la influencia de factores socioculturales (10).

Los estudios sugieren que existe una transición desde las formas no diferenciadas a entidades clínicas reconocidas(11-14). Por ejemplo, los datos epidemiológicos dan mayor consistencia a la idea de que la dieta restrictiva, es uno de los factores principales del inicio de un TCA. En las poblaciones donde la dieta es más común, los trastornos son más frecuentes.

Patton et al. (1990) sugiere que el 60% de los casos de TCA provenía de realizar una dieta recientemente. Aunque todavía no está claro, cuáles son los factores causantes de que sólo algunas personas que realizan una dieta evolucionan hacia un trastorno alimentario. Quizá sea la mayor psicopatología encontrada en las personas que hacen dieta, lo que les dirige a un TCA(11). Se ha encontrado que la depresión y eventos estresantes fueron los antecedentes más comunes entre las pacientes con AN. Dada la unión entre depresión y estrés actual es posible que los trastornos afectivos podrían determinar la transición de dieta a trastorno.

La práctica de una dieta sin que haya presente un problema paralelo, no parece contribuir a desarrollar un TCA(12, 13). El desarrollo de una baja autoestima en una adolescencia temprana se ha asociado también a un mayor riesgo de desarrollar un TCA. En un estudio reciente con un diseño de cohortes en una muestra española Gual et al. (2002)(14) tratan de estudiar la relación de un TCA con la autoestima y la personalidad en 3. 472 estudiantes. Las adolescentes con una puntuación mayor en neuroticismo y baja autoestima obtenían una tasa de prevalencia de TCA mayor (13, 5%), mientras que las que puntuaban bajo en neuroticismo y alta autoestima, su prevalencia de TCA fue de 0, 8%.

Por otro lado, Killen et al. (1994)(15) estudiaron un grupo de adolescentes de 12 años durantes tres años y encontraron que la preocupación por el peso era un fuerte predictor asociado al desarrollo de un TCA. Así mismo, Gowers y Shore (2001) (16) comprobaron si era necesario que estuviera presente la preocupación por el peso y la figura para desarrollar un trastorno alimentario.

Concluyendo que la preocupación por la figura y el peso era predominante en las personas que realizaban una dieta, aunque no todas desarrollaban un trastorno mayor.
En líneas generales, se observa que los mismos estudios longitudinales crean confusiones, donde los factores de riesgo pueden coincidir con los síntomas o criterios clínicos de la enfermedad. Autores como Leung y su equipo17 han revisado distintos modelos etiológicos y señala la existencia de dos tipos, los basados en las conductas que son síntomas del trastorno y los basados en las conductas que no son síntomas y que facilitarían la aclaración de los presentes dilemas respecto a los factores de riesgo.

Teniendo presente por tanto, las dificultades para estudiar los factores que anteceden a un trastorno del comportamiento alimentario, las encuestas realizadas en población universitaria han demostrado ser de gran utilidad para estudiar los hábitos de la salud entre los jóvenes. Y a pesar de que esta población no se ha estudiado con la misma rigurosidad, diversos estudios coinciden en la alta prevalencia de actitudes y conductas alimentarias inapropiadas, en la cual sería necesario conocer qué otras variables se asocian a las mismas (18-21).

El objetivo de este estudio es conocer las características sociodemográficas, psicopatológicas, familiares y de hábitos de salud asociadas a la población universitaria con riesgo de TCA, y las diferencias entre género en estas asociaciones.


Metodología

Encuesta y procedimiento

El estudio estaba dirigido a los estudiantes de los cursos 1º y 4º de la Universidad Autónoma de Madrid matriculados en el 2000-01. Se seleccionaron 13 Facultades por su mayor número de alumnos matriculados. El tamaño muestral diseñado como representativo, según curso y facultad en la UAM, era de 4. 682 estudiantes. Finalmente participaron 2. 551 alumnos, lo que supone una tasa de respuesta del 54, 5 %.

Instrumentos

La encuesta autoadministrada en el aula incluía el inventario de Trastornos de la conducta Alimentaria (EDI-2; Garner, 1998) como cuestionario específico de conductas alimentarias problemáticas; el cuestionario de Imagen Corporal (Body Shape Questionnaire, BSQ; Cooper et al. , 1987), que evalúa específicamente la satisfacción con el peso y la figura; el inventario de Síntomas Clínicos-90-R (Symptom Check List 90 Revised, SCL-90-R; Derogatis, 1977, 1983), que evalúa la existencia de la psicopatología y sintomatología psíquica y la escala de autoestima de Rosenberg (Self-Esteem Scale; Rosenberg, 1965). Estos cuestionarios se completaron con preguntas que evaluaban síntomas propios de un TCA, y otras preguntas que exploran distintos aspectos sociodemográficos, familiares y de hábitos de salud.

Definición de la población de estudio

Definimos como POBLACIÓN DE ALTO riesgo de padecer un TCA a aquellas personas que obtienen una puntuación igual o superior al punto de corte de 40 en el EDI total (suma de las 8 escalas originales).

Análisis estadísticos

Para el análisis de los resultados se ha utilizado los paquetes estadísticos del SPSS V. 10. Una vez calculada la prevalencia de la población de riesgo de TCA por sexo, y sus respectivos intervalos de confianza al 95% corregido el efecto de diseño. Se estudia la asociación entre la probabilidad de ser población de alto riesgo de TCA y la de presentar los distintos factores estudiados, calculando los “Odds Ratios” mediante regresión logística univariante de las diferentes variables, ajustada por sexo, y sus intervalos de confianza. Se desarrolló un modelo de relaciones causales hipotéticas mediante el análisis de regresión logística múltiple.


Resultados

La muestra total está formada por 2. 386 alumnos y alumnas, de los cuáles, el 31, 4% eran varones, el 67, 9% mujeres y un 1% no ofrecía este dato. La edad media para los chicos y para las chicas era de 20 años (DT=2, 1). La población que supera el punto de corte (EDI>=40) son 454 universitarios, 99 (23%) de ellos varones y 350 (77%) mujeres, que supone el 19% de la población total. La prevalencia de la población universitaria con Alto riesgo de desarrollar un TCA es de 14, 9% (11, 6-18) en varones y un 20, 8% (18, 7-22, 8) en mujeres. EL 78, 6% de la población universitaria se considera de Bajo riesgo y un 2, 3% (56 casos) no tienen completo el EDI.

Entre las mujeres incluidas en la población de alto riesgo, comparadas con el resto, se observa mayores OR estadísticamente significativos respecto a la edad, la talla, el peso y el IMC. La edad no se asocia al riesgo de un TCA en la población masculina. En las mujeres la edad se considera un factor protector, a mayor edad, el riesgo de padecer un TCA se reduce 1, 1 veces.

Respecto a las variables familiares y sociales, no se encontró asociación con la población de alto riesgo, excepto el estatus socioeconómico, el estatus bajo comparados con el estatus medio y alto, tiene 2, 3 veces en chicos y 2, 1 veces en chicas mayor riesgo de padecer un TCA.

Entre las variables de hábitos de la salud, las mujeres del grupo de Alto riesgo comparadas con el resto, obtienen mayor prevalencia en realizar deporte y en la conducta de dieta. En cambio, entre la población masculina existe mayor prevalencia en el ejercicio físico, en el consumo de alcohol y en el consumo de tabaco.

En cuanto a la consulta con un psicólogo o un psiquiatra alguna vez por algún tipo de problema personal, donde 2, 2 veces entre los chicos y 2, 4 veces entre las chicas, tienen mayor riesgo de padecer un TCA, siendo este OR significativo.

Las escalas del cuestionario BSQ, SCL-90 y escala de autoestima presentaban asociación con la población de riesgo, tanto en chicos como en chicas, de forma estadísticamente significativa. Los chicos tienen una prevalencia de 11, 9 veces en la población de riesgo de desarrollar una patología alimentaria respecto al Indice (GSI), que indica la gravedad de la psicopatología respecto al resto, mientras las chicas de riesgo de un TCA tienen una prevalencia de 9, 4 veces en este Índice psicopatológico, comparadas con el resto de la población.

Siguiendo el modelo multivariante, sólo cinco factores se agrupan en el grupo de varones y 6 factores en el grupo femenino. La autoestima y la edad son factores protectores en el grupo de riesgo de un TCA tanto en varones como en mujeres, comparados con el resto. Entre las mujeres incluidas en la población de Alto riesgo, comparadas con la población con Bajo riesgo, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 75-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 1-3, 1), con insatisfacción corporal (OR del 1, 05-1, 07) y con una baja autoestima (OR del 0, 85-0, 95), una depresión (OR del 1, 3-2, 97) paranoia (OR del 1, 2-3, 1).

Los chicos de la población de riesgo, comparados con el resto, se observa una asociación mayor con la edad (OR del 0, 59-0, 9) y la realización de dieta (OR del 1, 05-8, 6), con insatisfacción corporal (OR del 1, 02-1, 06) y con una baja autoestima (OR del 0, 76-0, 9), y con una mayor sensibilidad interpersonal (OR del 1, 7-7, 5).


Conclusiones

Este estudio muestra las distintas asociaciones de las variables sociodemográficas, psicopatológicas, familiares y de hábitos de salud en la población universitaria de riesgo de desarrollar un TCA a partir de un punto de corte global en el EDI-2, según género.

Parece que los factores estudiados en el modelo univariante no se mantienen cuando los estudiamos mediante un modelo multivariante. En el grupo masculino, encontramos que el peso (y por lo tanto el IMC), el estatus socioeconómico, la dieta y haber consultado a un psicólogo o psiquiatra son variables muy relevantes en este grupo. Y en el grupo femenino, la edad, la altura, el peso (y por lo tanto el IMC), el estatus socioeconómico, el curso, la dieta y haber consultado a un psicólogo o psiquiatra son variables muy relevantes en este grupo. En ambos grupos, el BSQ, la autoestima y, las escalas del SCL-90-R y el GSI son dimensiones fuertemente asociadas al grupo de alto riesgo.

Finalmente, la dieta, la insatisfacción corporal y la autoestima están presentes de forma más frecuente en ambos grupos. Observamos que la edad y la autoestima es un factor protector en este modelo, por lo que, a mayor edad y mayor autoestima, menos probable es el riesgo de presentar un TCA, tanto en población masculina como en femenina.

Aparte en la población masculina se asocia una mayor sensibilidad interpersonal, casi 4 veces mas frecuente en comparación con el resto del grupo. Estos factores se asemejan a las características que presentan la población clínica masculina, donde los varones son más sensibles a la crítica social y a las presiones sociales respecto al modelo de belleza masculino. En cambio en la población femenina, se asocia otras dos variables más, niveles de depresión y de paranoia. Este modelo se aproxima con bastante precisión a la población clínica femenina, ya que las variables afectivas como las paranoicas están presentes con frecuencia en la enfermedad, aunque realmente no se puede precisar si precedían o no a la sintomatología alimentaria.

Los datos de este estudio corroboran el hecho de que las conductas no saludables tienden a agruparse en determinados adolescentes vulnerables, y que las actitudes alimentarias anormales suelen formar parte de esta agregación. Además estos datos dan información adicional que puede ser útil para organizar programas de prevención. Aunque estos esfuerzos no pueden cambiar determinadas vulnerabilidades, pueden enseñar y apoyar actitudes, referidas a las conductas alimentarias saludables o estrategias para reducir el consumo de alcohol y tabaco en el ámbito universitario.

Una de las limitaciones del estudio podría ser la selección de la población de riesgo a través de un punto de corte en un cuestionario. El EDI-2 está estandarizado para la población clínica española y aunque existe un perfil clínico para discriminar la población general de la población clínica, no cuenta con un punto de corte asignado para diferenciar a los individuos de riesgo. En la mayoría de los estudios de cribaje de población de riesgo se utiliza con mayor frecuencia y de forma intuitiva, los puntos de corte en las escalas, aunque nosotros hemos preferido un punto de corte de la escala global, al tener en cuenta un aspecto más completo de la sintomatología que rodea al trastorno, utilizado también por Morandé et al (1999) (4) y Lameiras et al. (2002) (21).

Aunque todavía no nos encontramos en la mejor posición para diseñar programas efectivos de prevención ni con la suficiente información acerca de los factores asociado a los trastornos alimentarios, algunos programas que se están llevando a cabo a nivel nacional están teniendo éxito en su intervención (Ruiz et al. , 2002; Petit et al. , 2000). No obstante, habría que seguir promoviendo más investigación sobre estudios longitudinales, cuidadosos diseños pilotos de intervención y modelos teóricos para sostener una eficaz investigación experimental y mejorar los actuales programas de prevención dirigidos a los jóvenes.

 

Agradecimientos: Beca de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid concedida a Ana R. Sepúlveda (Orden 490/2000).


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