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Malos tratos: Simulación de daño psíquico.

Autor/autores: Dolores Seijo
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Psiquiatría general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Una de las claves en las decisiones judiciales en casos de malos tratos es la falta de pruebas. Una de ellas es la huella psicológica. Para que la huella psicológica pueda ser considerada como prueba debe ser sometida a un análisis sobre la simulación. Con el objetivo de conocer la potencialidad de simulación de dicha huella pedimos a una muestra de 101 mujeres que intentaran simular las consecuencias psíquicas de los malos tratos.

Tras una semana que les dimos para entrenamiento fueron evaluadas a través del MMPI-2. Los resultados mostraron que los sujetos reconocen como propios de una situación de maltrato los síntomas de todas las escalas clínicas básicas a excepción de la masculinidad- feminidad e hipomanía. Asimismo, simularon los síntomas propios del trastorno de estrés postraumático. En resumen, los sujetos siguieron una doble estrategia "combinación de síntomas" y "severidad de síntomas". Por último, se discuten los resultados con vistas a la práctica forense.

Palabras clave: Malos tratos, MMPI, Práctica forense, Simulación, Trastorno de estrés


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Malos tratos: simulación de daño psíquico.

Olaia Carrera (*); Francisca Fariña (**); Alicia Carballal (*); Dolores Seijo (***).

*Departamento de psicología Social,
Universidad de Santiago de Compostela
**Área de psicología Básica, Universidad de Vigo
***Departamento de psicología Social, Universidad de Granada.

PALABRAS CLAVE: simulación, Malos tratos, Práctica forense, MMPI, trastorno de estrés.

[24/2/2003]


Resumen

Una de las claves en las decisiones judiciales en casos de malos tratos es la falta de pruebas. Una de ellas es la huella psicológica. Para que la huella psicológica pueda ser considerada como prueba debe ser sometida a un análisis sobre la simulación. Con el objetivo de conocer la potencialidad de simulación de dicha huella pedimos a una muestra de 101 mujeres que intentaran simular las consecuencias psíquicas de los malos tratos. Tras una semana que les dimos para entrenamiento fueron evaluadas a través del MMPI-2. Los resultados mostraron que los sujetos reconocen como propios de una situación de maltrato los síntomas de todas las escalas clínicas básicas a excepción de la masculinidad- feminidad e hipomanía. Asimismo, simularon los síntomas propios del trastorno de estrés postraumático. En resumen, los sujetos siguieron una doble estrategia "combinación de síntomas" y "severidad de síntomas". Por último, se discuten los resultados con vistas a la práctica forense.

 



Introducción.

Las personas que experimentan bruscamente sucesos aversivos no habituales pueden sufrir trastorno de estrés postraumático. Entre estos eventos vitales estresantes se cuentan las guerras, accidentes, los intentos de asesinato y los malos tratos (Ochberg, 1988). En el caso de los malos tratos o violencia doméstica, la evaluación de este trastorno en las presuntas víctimas como elementos de prueba judicial es un fenómeno reciente. De hecho, en muchas valoraciones de las consecuencias psíquicas de las agresiones sexuales, de los accidentes de tráfico o de la violencia familiar se han valorado indicadores psicopatológicos indirectos (depresión, baja autoestima, ansiedad, inadaptación global, disfunciones sexuales, etc. ), pero no propiamente el trastorno de estrés postraumático (Echeburúa, y Corral, 1998). Este hecho tiene su origen en que el trastorno de estrés postraumático es la conjunción de otros trastornos lo que ha posibilitado la utilización de la medida de sus componentes para su evaluación.

Dado que los delitos de violencia doméstica pertenecen al ámbito privado no es frecuente contar con pruebas claras e irrefutables de la misma. Además, el daño físico, la prueba más buscada, sólo se da en parte de los malos tratos y usualmente acompañada de maltrato psíquico (v. gr. , amenazas, vejaciones). Al igual que el daño físico deja una huella física, el daño psíquico deja una huella psíquica. Por ello, una prueba clave y complementaria es la huella psicológica. Pero, dado que la prueba psicológica se ha de obtenerse a través del testimonio de la propia víctima debe sospecharse simulación, en los procesos penales, y, en los civiles, además exageración (APA, 1995; Resnick, 1988). En la práctica forense no sólo es necesario, por tanto, diagnosticar el trastorno sino también, a diferencia de la práctica clínica, controlar la simulación o exageración.

El trastorno de estrés postraumático constituye la huella psicológica de la victimación, estando presente en torno al 25% del total de las víctimas ampliándose, cuando menos, este porcentaje hasta un 50-60% en al caso de agresiones sexuales y violencia familiar (Kilpatrik, Veronen y Best, 1985; Echeburúa y otros, 1997). Esta prevalencia se explica porque previamente a llegar a padecer este síndrome se llega tras no superar exitosamente las víctimas dos etapas previas (Hanson, Greenber y Hymer, 1987): La primera, de una horas de duración tras el evento crítico, supone una conmoción, una desorientación así como un bloqueo afectivo y sentimientos de vulnerabilidad e impotencia. La segunda, que puede llegar a durar hasta tres meses, presupone un intento de integración personal del evento. De no darse éste, se llega al trastorno de estrés postraumático.

Por todo ello, nos hemos planteado un estudio con el que abordar la potencialidad de simulación del daño psicológico asociado a malos tratos.

 

 

Método.

Muestra.
La muestra estuvo compuesta por un total de 101 mujeres con un rango de edad que oscilaba entre los 19 años y los 61, y una media de 32. 4 (Sx = 12. 5) años.

 

 

Instrumento de medida.
Como instrumento de medida utilizamos el MMPI-II (Hathaway y McKinley, 1999), centrándonos en el perfil obtenido por los sujetos a partir de sus respuestas en las escalas clínicas y las escalas suplementarias para la medida del trastorno de estrés postraumático. Las escalas clínicas son: Hipocondriasis (Hs), depresión (D), histeria (Hy), Desviación Psicopática (Pd), Masculinidad-Feminidad (Mf), paranoia (Pa), psicastenia (Pt), esquizofrenia (Sc), hipomanía (Ma) e introversión Social (Si). Por su parte, las escalas de medida del trastorno de estrés Postraumático son: la escala de estrés Postraumático de Keane (Pk) y la escala de estrés Postraumático de Schlenger (Ps).

 

 

Procedimiento.
A los sujetos, que participaron de forma voluntaria, se les solicitó que se pusiesen en el lugar de una mujer que había sufrido malos tratos. Se les informaba que iban a ser evaluadas en las consecuencias psíquicas de los mismos para aportarla como "prueba central" en un juicio penal. Se les dio una semana para que se prepararan y entrenaran en tal evaluación habida cuenta que el entrenamiento puede mejorar las destrezas de los sujetos para fingir un trastorno mental (Rogers y otros, 1991). Cuando recolectamos a los sujetos se les pidió se les pidió la máxima implicación posible y se les comunicó la existencia de una recompensa económica de 150 Euros para la mejor simulación. Tras el transcurso de esa semana de auto-formación y entrenamiento, los sujetos fueron evaluados en las consecuencias psíquicas de los malos tratos a través del MMPI-II.

 

 

Resultados.

El primer dato a resaltar es que las potenciales simuladoras no utilizan como estrategia de simulación la no respuesta (véanse las contingencias en la tabla 1). En otras palabras, los sujetos cooperan con la evaluación que, de acuerdo con Arce, Pampillón y Fariña (2002), se fundamenta en que los sujetos razonan que si no aportan síntomas de la enfermedad no podrán ser diagnosticados de la misma.

 


Tabla 1. Resumen de no respuestas a los ítems.

 

Una vez establecido que los sujetos son posibles de evaluación psicopatológica, pasamos a analizar qué daño psíquico, si es que entienden alguno, asocian a los malos tratos. Los resultados (cotéjense en la tabla 2) muestran que los sujetos reconocen como daño psíquico propio de los malos tratos un cuadro comórbido compuesto por hipocondriasis, depresión, histeria, desviación psicopática, paranoia, psicastenia, esquizofrenia e introversión social. Complementariamente, discriminan como no propios de los malos tratos trastornos en la las dimensiones masculinidad-feminidad e hipomanía. Asimismo, los sujetos reconocieron como propios de este daño, la sintomatología del trastorno de estrés postraumático, tanto en la escala de Keane como en la de Schlenger. En otras palabras, los sujetos disponen de las destrezas metacognitivas suficientes para simular tanto la huella psíquica de los malos tratos como para discriminar efectivamente ciertos trastornos no relacionados con los malos tratos. No obstante, simulan otros daños no vinculados en la literatura con la huella psíquica de la violencia doméstica (p. e. , desviación psicopática, paranoia, psicastenia y esquizofrenia).

 


Tabla 2. T para una muestra con el valor de prueba de 70. Respuestas simuladas.

 

En relación con las estrategias de simulación recogidas en la literatura (Rogers, y Mitchell, 1991), dos son las seguidas por nuestros sujetos: Severidad de síntomas y Combinación de síntomas. La estrategia de severidad de síntomas se infiere en que manifiestan muy diversos trastornos a niveles muy elevados (T=70), esto es, simulan múltiples patologías muy severas. Mientras que otra característica de los simuladores es la estrategia de combinación de síntomas, incluidos síntomas raros (p. e. , esquizofrénicos), que prácticamente nunca se presentan juntos.

 

 

Discusión.

Los resultados obtenidos nos permiten realizar las siguientes inferencias para la práctica forense:

a) Los sujetos cooperan con la evaluación lo que apoya la hipótesis sostenida por Arce y Fariña (en prensa) frente al "modelo criminológico" sostenido por la APA en los DSM-III y IV que pronostica que la no cooperación es una estrategia de simulación.

b) La simulación de la huella psíquica en el MMPI-2 es perfectamente viable. Arce, Pampillón y Fariña (2002) sostienen que esta efectividad se da porque estamos ante una tarea de reconocimiento de síntomas que facilitan la tarea de simulación o exageración. Por ello proponen, tras demostrar su viabilidad y complementariedad, proceder con una tarea que implique el conocimiento de síntomas, una entrevista clínico-forense (Arce y Fariña, en prensa).

c) Por tanto, son necesarias medidas de control de la validez de los datos obtenidos. Entre éstos, la literatura informa de la consistencia de las escalas de control del MMPI-2 (Graham, 1992), pero asimismo también de que puede llevar a la comisión de errores y falsos positivos (p. e. , Long, Nelson y Butcher, 1995). También se han formulado la combinación de medidas (Rogers, 1997) y, como más robusta, la combinación no sólo de medidas sino también de tareas (Arce, Fariña y Pampillón, 2002). La combinación de tareas se basa en que la instrumentación psicométrica facilita la simulación al aportar los síntomas y llevar a los sujetos a una tarea de reconocimiento de los mismos. Por su parte, una entrevista clínica no directiva sobre el estado del sujeto, asume "un conocimiento" de los síntomas que el sujeto padece. Nuestros datos también advierten que el estudio de las estrategias de simulación y la viabilidad del perfil evaluado pueden ser indicadores válidos. No obstante, todo indica que es necesario proceder con lo que Arce, Pampillón y Fariña (2002) etiquetaron como validez o invalidez convergente. En otras palabras, para alcanzar una estimación fiable de la validez de los datos es necesario considerar diferentes estimadores de la validez y si varios (al menos, más de dos) informan de su falta, entonces declararemos los datos no válidos judicialmente.

 

 

Referencias.

APA (1995). DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson.

Arce, R. , y Fariña, F. (en prensa). La obtención del testimonio y evaluación de la veracidad de las declaraciones. En G. Buela-Casal, D. Bunde, y E. Jiménez (Comps. ), Manual de psicología forense. Madrid: Biblioteca Nueva.

Arce, R. , Pampillón, Mª. del C. , y Fariña, F. (2002). Desarrollo y evaluación de un procedimiento empírico para la detección de la simulación de enajenación mental en el contexto legal. Anuario de psicología, 33(3), 385-408.

Echeburúa, E. , Corral, P. , Amor, P. J. , Sarasua, B. , y Zubizarreta, I. (1997). Repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer: Un estudio descriptivo. Revista de psicopatología y psicología Clínica, 2, 7-19.

Echeburúa, E. , y Corral, P. (1998). trastorno de estrés postraumático. En M. A. Vallejo Ed. ), Manual de terapia de conducta. Madrid: Dyckinson.

Graham, J. R. (1992). Interpretation of MMPI-2. Validity and clinical scales. Brujas, workshop.

Hathaway, S. R. , y McKinley, J. C. (1999). inventario multifásico de personalidad de Minnesota-2. Manual. Madrid: TEA.

Kilpatrick, D. G. , Veronen, L. J. , y Best, C. L. (1985). Factors predicting psychological distress among rape victims. En C. R. Figley (Ed. ), trauma and its wake: Vol. 1. The study and treatment of posttraumatic stress disorder. Nueva York: Brunner/Mazel.

Long, B. , Nelson, O. , y Butcher, J. N. (1995, marzo). The MMPI-2 in work place sexual harrashment discrimination cases. comunicación presentada al 30th Annual Symposium on Recent Developments in the Use of MMPI-2, St. Petersburg, Fl.

Ochberg, F. M. (1988). Post-traumatic therapy and victims of violence. New York: Brunner/Mazel.

Resnick, P. J. (1988). Malingering and post-traumatic disorders. En R. Rogers (Ed. ), Clinical assessment of malingering and deception. Nueva York: Guilford Press.

Rogers, R. , Gillis, J. R. , Bagby, R. M. , y Monteiro, E. (1991). Detection of malingering on the Structured Interview of Reported Symptoms (SIRS): A study of coached and uncoached simulators. Psychological Assessment: A Journal of Consulting and Clinical Psychology, 3(4), 673-677.

Rogers, R. , y Mitchell, C. N. (1991). Mental health experts and the criminal courts: A handbook for lawyers and clinicians. Scarborough, ON. : Thompson Professional Publishing Canada.

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