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Sesgo atencional en la ansiedad mediante estímulos pictóricos.

Fecha Publicación: 01/01/2003
Autor/autores: Mª Dolores Castillo Villar

RESUMEN

El sesgo atencional que manifiestan las personas con ansiedad elevada consiste en dirigir la atención, de forma preferente, hacia estímulos que pueden representar un peligro o amenaza potencial, en comparación con información neutra o no amenazante. Existen numerosas evidencias de este fenómeno con estímulos verbales (1 para revisión), pero son más limitadas con estímulos pictóricos.

Las investigaciones que van a ser consideradas en este trabajo son aquéllas en las que han participado sujetos "normales" (subclínicos) con rasgo y/o estado de ansiedad elevado. El interés por comprobar si el sesgo atencional selectivo observado con palabras de amenaza es generalizable a expresiones faciales con signos de hostilidad, unido a algunas limitaciones de los estímulos verbales, ha promovido el empleo de estímulos pictóricos, como un complemento al material verbal (2).

Por ejemplo, las palabras, a pesar de su uso generalizado no transmiten información de la realidad de forma directa, sino indirectamente (es decir, conceptualmente). El material pictórico, en cambio, es más natural, puede ser más informativo que las palabras aisladas y representar de forma más fidedigna la realidad. Además, comparadas con las palabras, las imágenes no presentan confusiones entre los efectos de familiaridad o frecuencia de uso, y los correspondientes a la valencia emocional (3).

En el ámbito de las emociones en general ha sido frecuente el uso de imágenes, tales como expresiones faciales (4 y 5 para revisiones), animales con relevancia biológica o estímulos potencialmente fóbicos (6 y 7). Sin embargo, han sido más escasos los estudios con expresiones faciales para explorar el sesgo atencional en la ansiedad. En los últimos años, el interés que este tipo de estímulos ha suscitado se ha incrementado notablemente.

Esto se debe a que una cara humana con expresión de amenaza, que mira directamente a un sujeto, pueden ser un signo claro de hostilidad y representar una amenaza más potente y con mayor validez ecológica que una palabra con significado amenazante (8). Es más, esto también ocurre incluso con caras presentadas esquemáticamente con rasgos que denoten enfado (9 y 10).

En este trabajo se revisan algunos de los estudios más relevantes con caras emocionales, agrupados por paradigmas experimentales. Estos paradigmas provienen de los estudios con estímulos verbales, aunque adaptados para la presentación de imágenes.


Palabras clave: Ansiedad, Caras de amenaza, Caras emocionales, Estímulos pictóricos, Sesgo atencional
Tipo de trabajo: Comunicación
Área temática: Psiquiatría general .

Sesgo atencional en la ansiedad mediante estímulos pictóricos.

Mª Dolores Castillo Villar.

Dpto. de psicología Cognitiva, Social y Organizacional, Facultad de psicología, Universidad de La laguna (Tenerife)

PALABRAS CLAVE: sesgo atencional, ansiedad, Estímulos pictóricos, Caras de amenaza, Caras emocionales.

(KEYWORDS: Attentional bias, Anxiety, Emotional pictures, Angry faces, Emotional faces. )

página 1
 
[24/2/2003]


Resumen

El sesgo atencional que manifiestan las personas con ansiedad elevada consiste en dirigir la atención, de forma preferente, hacia estímulos que pueden representar un peligro o amenaza potencial, en comparación con información neutra o no amenazante. Existen numerosas evidencias de este fenómeno con estímulos verbales (1 para revisión), pero son más limitadas con estímulos pictóricos.

Las investigaciones que van a ser consideradas en este trabajo son aquéllas en las que han participado sujetos “normales” (subclínicos) con rasgo y/o estado de ansiedad elevado.

El interés por comprobar si el sesgo atencional selectivo observado con palabras de amenaza es generalizable a expresiones faciales con signos de hostilidad, unido a algunas limitaciones de los estímulos verbales, ha promovido el empleo de estímulos pictóricos, como un complemento al material verbal (2). Por ejemplo, las palabras, a pesar de su uso generalizado no transmiten información de la realidad de forma directa, sino indirectamente (es decir, conceptualmente). El material pictórico, en cambio, es más natural, puede ser más informativo que las palabras aisladas y representar de forma más fidedigna la realidad. Además, comparadas con las palabras, las imágenes no presentan confusiones entre los efectos de familiaridad o frecuencia de uso, y los correspondientes a la valencia emocional (3).

En el ámbito de las emociones en general ha sido frecuente el uso de imágenes, tales como expresiones faciales (4 y 5 para revisiones), animales con relevancia biológica o estímulos potencialmente fóbicos (6 y 7). Sin embargo, han sido más escasos los estudios con expresiones faciales para explorar el sesgo atencional en la ansiedad. En los últimos años, el interés que este tipo de estímulos ha suscitado se ha incrementado notablemente. Esto se debe a que una cara humana con expresión de amenaza, que mira directamente a un sujeto, pueden ser un signo claro de hostilidad y representar una amenaza más potente y con mayor validez ecológica que una palabra con significado amenazante (8). Es más, esto también ocurre incluso con caras presentadas esquemáticamente con rasgos que denoten enfado (9 y 10).

En este trabajo se revisan algunos de los estudios más relevantes con caras emocionales, agrupados por paradigmas experimentales. Estos paradigmas provienen de los estudios con estímulos verbales, aunque adaptados para la presentación de imágenes.



Paradigmas experimentales en el estudio del sesgo atencional

1. TAREA DE “POP-OUT”

El procedimiento básico en esta técnica consiste en presentar matrices formadas por fotografías de caras, en número variable, de las que sólo una difiere en valencia emocional. Por ejemplo, una cara con expresión de amenaza o enfado entre un grupo de caras alegres, o viceversa. A los participantes se les pide que detecten, lo más rápidamente posible, la cara de la matriz que es diferente a las demás.

Hansen y Hansen (11), pioneros en el uso de esta técnica para explorar el sesgo atencional, presentaron caras alegres y de enfado entremezcladas en matrices compuestas por un gran número de caras. La selección de los participantes se hizo sin atender a ningún desorden emocional (v. gr. , ansiedad). Se observó que: (a) los sujetos tardaron menos tiempo en identificar una cara de enfado entre caras alegres que una alegre entre varias de enfado, y (b) este resultado fue independiente del número de estímulos de la matriz. Los autores interpretaron estos resultados como un “efecto de superioridad de la amenaza”, que se refleja en una facilitación en el procesamiento atencional de las caras que implican una amenaza real o potencial.

Además, el procesamiento de las caras de amenaza se realiza de forma automática, mientras que el de las caras alegres es serial, como se desprende del hecho de que en el primer caso no influye el número de estímulos de la matriz, y sí en el segundo. Ahora bien, una posibilidad es que dicha facilitación se debiera a un mayor grado de saliencia de estos estímulos y a la capacidad de captar más recursos atencionales con respecto a estímulos positivos. Similares resultados han obtenido otros autores con esta misma técnica (12, 13 y 14).

Byrne y Eysenck (2) seleccionaron dos grupos de sujetos en función del rasgo de ansiedad –elevado y bajo-. Les presentaron una serie de diapositivas con caras que expresaban enfado, alegría o caras neutras. Las personas con ansiedad elevada tardaron menos tiempo en detectar la cara de enfado entre las neutras, y más tiempo en detectar la cara alegre entre las de enfado, que las personas con baja ansiedad. Sin embargo, no hubo diferencia entre ambos grupos en el tiempo necesario para detectar la cara alegre entre las neutras. Estos resultados apoyan la hipótesis de que las personas con rasgo elevado de ansiedad muestran una facilitación en la detección de estímulos de amenaza y una interferencia cuando los distractores son estímulos de amenaza.

Mogg y Bradley (citado en 15, pág. 834) también encontraron que el "efecto de superioridad de la amenaza" dependía de las diferencias individuales en el nivel de ansiedad. Sin embargo, dicho efecto, a diferencia del estudio de Byrne y Eysenck (2) que estaba asociado con el rasgo de ansiedad, en el estudio presente estaba asociado a medidas de estado.

Otra cuestión examinada en este estudio fue el grado en que el mencionado efecto (de superioridad de la amenaza) estaba relacionado con la localización de la cara crítica en la matriz. Según la teoría de la hipervigilancia (16), las personas con ansiedad no sólo detectan más rápidamente los estímulos de amenaza, sino que también manifiestan una mayor amplitud atencional, previa a la detección de amenaza. De ser así, la cara crítica situada en la periferia de la matriz debería verse facilitada con respecto a otra en posición central.

Los resultados no confirmaron este supuesto. La cara crítica, situada en la periferia, no se detectó antes ni por efecto de la ansiedad ni por la naturaleza de la emoción que expresaba. Por lo tanto, con esta técnica no se tuvo evidencia de que las personas con ansiedad desplieguen una mayor amplitud atencional hacia el entorno. Sin embargo, cuando la cara estaba próxima al centro de la matriz, todos los participantes tardaron menos tiempo en detectar la cara de amenaza entre las alegres que la cara alegre entre las de amenaza. Este efecto se mostró con mayor probabilidad en las personas con estado de ansiedad elevado que en las de menor reactividad. Los autores concluyen que la naturaleza de este efecto es consistente con la hipótesis de que la ansiedad facilita la detección de la amenaza expresada pictóricamente.

 

2. TAREA DE DETECCIÓN DE PUNTOS

En esta técnica se presentan brevemente pares de caras emocionales, dispuestas en sentido vertical –una en la parte superior y la otra en la inferior de la pantalla de un ordenador- u horizontalmente -una al lado de otra- con una separación mínima entre ellas de 3 cm. Esta separación espacial entre las imágenes permite el procesamiento independientemente de cada una, y el registro de la captación de atención de cada una. A cada par de caras le sigue un punto que sustituye a una de ellas. La tarea del sujeto consiste en indicar la posición –arriba/abajo o izquierda/derecha- en la que aparece el punto, presionando lo antes posible unas determinadas teclas del ordenador. Se registra la latencia de respuesta, que se toma como una medida indirecta de la atención que capta el estímulo, en función de que el punto reemplace la cara emocional o la neutra.

Los resultados con esta técnica y estímulos verbales han mostrado de forma consistente que las personas con ansiedad elevada tienen latencias menores cuando el punto coincide con la localización de las palabras de amenaza que las neutras. En cambio, en las personas con baja ansiedad las latencias menores se observan en los estímulos de no-amenaza y/o neutros. Los resultados con caras emocionales, por el momento, son más contradictorios. Así, Yuen (17) encontró que las personas con niveles elevados de ansiedad social apartaban su atención de las caras de amenaza, mientras que el grupo de control no exhibía este sesgo.

Bradley et al. (3) en una muestra de sujetos disfóricos (“normales”, con niveles elevados en ansiedad y depresión) y no disfóricos (niveles bajos de ansiedad y depresión) observaron que los disfóricos tenían una latencia similar ante las caras de amenaza y alegres, mientras que la latencia de los no-disfóricos fue mayor en las caras de amenaza que en las alegres y neutras. Los resultados de ambos estudios revelan una ausencia de sesgo atencional ante caras de amenaza asociado a la ansiedad. Por el contrario, los estudios de Bradley, Mogg, Falla y Hamilton (18), y Mogg y Bradley (19) aportan evidencias a favor de dicho sesgo.

3. MOVIMIENTOS OCULARES

Esta técnica permite registrar en tiempo real los movimientos que efectúan los ojos. Se considera que estos movimientos son un índice continuo de despliegue de la atención visual. El uso de esta técnica presenta notables ventajas si se compara con los paradigmas anteriores y, en particular, con la técnica de detección de puntos, de la cual se deriva. Por ejemplo, la información que proporciona la detección de puntos sobre un estímulo determinado es estática, a modo de "instantánea", y no permite conocer el patrón atencional previo y posterior a esa posición crítica. Esto, en cambio, es posible con los movimientos oculares, ya que el registro de éstos es continuo a lo largo de todo el procesamiento. Además, no requiere tarea secundaria, y el patrón visual es más natural que en el caso de la detección de puntos.

El procedimiento general con esta técnica consiste en enviar un haz de luz infrarroja a los ojos del sujeto, que resulta imperceptible para éste. Parte de esta luz se refleja en la córnea y otra parte en la retina a través de la pupila. Una cámara sensible a la radiación infrarroja registra estas reflexiones y, según las imágenes detectadas, el ordenador computa el vector entre el centro de la pupila (haz reflejado por la retina) y la reflexión en la córnea. Este vector corresponde a una posición específica del globo ocular cuando éste se fija en una posición particular de la pantalla. A medida que el ojo se mueve, la posición relativa de la reflexión de la córnea, respecto al centro de la pupila, cambia. Cada pocas milésimas de segundo, el aparato computa las coordenadas X e Y del punto de fijación. Se considera que, cuanto mayor es el tiempo que los ojos permanecen fijos en un determinado punto, mayor carga cognitiva implica su procesamiento o mayor atención se le está dedicando.

Bradley, Mogg y Millar (19) utilizaron esta técnica junto con la de detección de puntos para estudiar la orientación inicial de la atención (abierta o encubierta) ante caras con expresiones emocionales. La orientación abierta se refiere a los cambios que se producen en la mirada, como consecuencia de dirigirse la fóvea hacia determinadas partes del estímulo para un procesamiento más minucioso. La orientación encubierta, a la asignación de recursos atencionales a estímulos o localizaciones espaciales específicos para procesarlos con preferencia a otros estímulos.

Se presentaron cuatro tipos de caras -de amenaza, tristes, alegres y neutras- a tres grupos de personas, seleccionadas según el estado de ansiedad –ansiedad alta, media y baja-.

 

Cada par de estímulos permaneció expuesto durante 500 ms, e inmediatamente después apareció una tarea de detección de puntos. Se registraron dos medidas: a) la latencia en responder a la tarea de detección, como una medida de la orientación encubierta de la atención, y b) la dirección inicial de la mirada hacia las caras emocionales o en dirección a alejarse de ellas, como una medida de orientación abierta de la atención.

Las personas con ansiedad elevada y media tuvieron tiempos de reacción más cortos en las caras de amenaza que en las neutras, comparadas con las personas con ansiedad baja. Esto fue interpretado como un sesgo de vigilancia para las caras de amenaza en los niveles de ansiedad medio y elevado. Dicho sesgo parecía deberse a una combinación entre el valor de amenaza del estímulo y el nivel de ansiedad de los sujetos, más que a la orientación abierta de su atención, debido al escaso volumen de movimientos oculares registrado. Sin embargo, en un análisis sobre las personas que realizaron dichos movimientos más frecuentemente se observó una concordancia entre las medidas de tiempo de reacción y movimientos oculares.

Las personas con ansiedad tuvieron tiempos de reacción más cortos y menos movimientos oculares (i. e. , mayor fijación visual) ante las caras de amenaza que ante las de otra valencia emocional. Esto indica que cuando se presentan expresiones faciales de amenaza, las personas con ansiedad orientan inicialmente su atención hacia esa dirección. Esta idea de “orientación inicial de la atención” se basa en el hecho de que la exposición de los estímulos fue de 500 ms, y este tiempo es considerado como un índice valioso de la dirección inicial de la atención.
Similares resultados se han observado en pacientes con trastornos de ansiedad generalizada y con mayor tiempo de exposición de los estímulos -1000ms- (21).

4. TAREA DE STROOP

En la versión adaptada de esta técnica para la presentación de caras emocionales, éstas aparecen impresas sobre un fondo de diferentes colores. Al sujeto se le pide que nombre el color de fondo sobre el que las imágenes están sobreimpresas e ignore cualquier otra característica (v. gr. , la valencia emocional de la cara). Una latencia de respuesta mayor en pronunciar el color, cuando las caras presentan signos emocionales con respecto a signos neutros, será un indicador de que las primeras captan la atención del sujeto en mayor grado que las segundas. Pocos estudios han utilizado esta técnica y caras emocionales, a diferencia de su empleo con estímulos verbales. Van Honk et al. (22) la utilizaron para estudiar la atención selectiva hacia caras de amenaza en personas, seleccionadas según los rasgos de ira y de ansiedad.

En el primer experimento los estímulos no fueron enmascarados. Los sujetos con rasgo de ira elevado mostraron un sesgo atencional hacia las caras de amenaza. En el segundo experimento, los estímulos se presentaron de forma enmascarada y no-enmascarada. No se halló relación entre el sesgo atencional y la ansiedad. Sin embargo, cuando los sujetos fueron reasignados según sus puntuaciones en ira, el grupo con mayor nivel en ira mostró un sesgo atencional hacia las caras de amenaza en ambas versiones de la tarea (enmascarada y no-enmascarada). Los autores concluyen que el sesgo atencional tanto para caras de amenaza enmascaradas como no-enmascaradas está más relacionado con el rasgo de ira que con el de ansiedad, al menos como es registrado por la tarea de Stroop.

 

Curso temporal del sesgo

En apartados anteriores hemos presentado algunas evidencias relativas a un sesgo de orientación inicial de la atención hacia la información de amenaza, cuando el tiempo de exposición de los estímulos es breve. Sin embargo, no está claro qué ocurre a continuación. Mogg y Bradley (23) han propuesto tres hipótesis. La primera sugiere que las personas con ansiedad elevada pueden mostrar un sesgo del tipo “vigilancia-evitación“ (24, 25). La atención inicialmente se dirigiría hacia la amenaza, e inmediatamente después se desviaría hacia otro punto para evitar su procesamiento con mayor detalle.

Este desvío atencional, supuestamente, tendría la función de minimizar el desagrado que la amenaza produce en el organismo e impedir un incremento del estado de ansiedad. Ahora bien, esta estrategia es menos eficaz que promover una conducta de habituación o extinción de la amenaza. Más bien se sugiere que puede contribuir al mantenimiento del estado de ansiedad. La razón es que las personas con ansiedad pueden detectar con gran rapidez peligros potenciales, pero su inmediata retirada atencional de ellos, probablemente les impide aprender que, en realidad, son inocuos. Por lo tanto, la atención reiterada a estímulos potencialmente dañinos y la falta de estrategias de aprendizaje adecuadas para llegar a conocer que esos estímulos no implican necesariamente riesgo, puede contribuir a mantener un elevado estado de ansiedad en las personas con rasgo alto.

La segunda hipótesis se refiere a un “sesgo de vigilancia en la orientación y de mantenimiento de la atención”, conjuntamente. Es decir, una vez focalizada la atención en un estímulo de amenaza, las personas con ansiedad podrían tener dificultades para desviar su atención de dicha amenaza y, a consecuencia de ello, producirse un sesgo generalizado en todos los procesos atencionales Este planteamiento es el que asumen los modelos cognitivos clásicos de ansiedad (26, 27).

La última hipótesis es que la ansiedad únicamente influya en los procesos implicados en orientación inicial de la atención hacia la amenaza, pero no ejerza influencia alguna en su mantenimiento.

Para investigar estas hipótesis, Mogg y col. han realizado varios grupos de experimentos con diferentes técnicas, estímulos (verbales y caras emocionales) y tiempos de exposición. En un estudio, Mogg et al. (28) presentaron palabras de amenaza y neutras durante tres intervalos temporales (100, 500 y 1500 ms) a personas con diferente estado de ansiedad. Las personas con mayor ansiedad, con respecto a las de menor ansiedad, tuvieron latencias más cortas al detectar las palabras de amenaza que las neutras en la exposición de 100 ms, y la misma tendencia, aunque sin alcanzar significación estadística, en las exposiciones de 500 y 1500 ms.

En otra investigación, Bradley, Mogg, Falla y Hamilton (18) presentaron caras emocionales durante 500 y 1250 ms, a personas con diferente nivel en rasgo de ansiedad. El grupo con rasgo elevado, comparado con el de rasgo bajo, tuvo latencias menores ante las caras de amenaza que las alegres y las neutras en la exposición de 500 ms, y una tendencia similar, aunque no significativa, en 1250 ms. El hecho de que ambos grupos mostraran una tendencia similar en este intervalo temporal es contrario a la idea de un sesgo atencional inicial hacia la información de amenaza, seguido de una respuesta rápida de evitación asociado a la ansiedad elevada.

Los resultados de estos dos estudios son contrarios a la hipótesis de un sesgo atencional de vigilancia de información de peligro o amenaza, seguido por estrategias de evitación, al menos hasta los 1500 ms de exposición de los estímulos (intervalo máximo explorado en estos estudios). Según los autores, este fracaso en el empleo de estrategias de evitación está en contradicción con la función del sesgo de evitación de reducir el desagrado que producen los estímulos que provocan ansiedad. No obstante, pudo deberse al contenido moderado de amenaza de los estímulos, pudiendo estar el sesgo asociado con contenidos más amenazantes y/o con niveles extremos de ansiedad.

 

Mogg, Bradley, Elloy y Smith (citado en Mogg y Bradley, 15) investigaron esta cuestión. Es decir, si niveles elevados de ansiedad y/o el grado elevado de amenaza podrían facilitar el sesgo de evitación atencional. Presentaron fotografías de arañas durante 200, 500 y 2000 ms a personas con fobia a los animales y personas sin fobia alguna. Las personas fóbicas, comparadas con las no fóbicas, tardaron menos tiempo en detectar los arácnidos de 200 ms de exposición. Sin embargo, ningún grupo mostró evidencias del sesgo en las exposiciones largas -500 y 2000 ms. -.

Esto muestra un sesgo de vigilancia asociado al rasgo fóbico en las exposiciones cortas, pero dicho sesgo no parece operar en todos los procesos atencionales. Más bien parece consistente en las exposiciones estimulares breves y, probablemente, refleje una orientación de la atención automática hacia los estímulos de amenaza.

Los resultados de estas investigaciones llevan a Mogg y colaboradores a las siguientes conclusiones. Primera, las personas con ansiedad elevada muestran un sesgo de vigilancia atencional en los estímulos de amenaza que no es contrarrestado por estrategias de evitación. Segunda, el sesgo de orientación inicial hacia la amenaza no parece ir seguido de un sesgo de mantenimiento. La atención mantenida en la información de amenaza potencial puede estar determinada por el nivel de ansiedad y/o el grado subjetivo de amenaza que representen los estímulos, pero los mecanismos que subyacen pueden ser independientes de los responsables del sesgo de orientación. Y, tercera, la conveniencia de explorar otros períodos de exposición de los estímulos de mayor duración, a fin de determinar de modo más preciso si la ansiedad interviene sólo en el sesgo de orientación atencional y no está implicada en los procesos de mantenimiento.

Nuevos estudios han retomado estas consideraciones de Mogg y col. y ponen a prueba las hipótesis referidas con otro tipo de técnicas y medidas. Rohner (29) ha examinado la hipótesis de vigilancia-evitación mediante una técnica de electro-oculografía, que hace un seguimiento de los movimientos oculares. Éstos se han registrado durante tres intervalos temporales: de 0 a 1000 ms tras la presentación de caras emocionales, de 1000 a 2000 ms y de 2000 a 3000 ms. Los resultados muestran que en el intervalo comprendido entre 0 y 1000 ms, todos los sujetos tuvieron una preferencia por las caras de amenaza con respecto a las alegres. En el intervalo entre 1000 y 2000 ms no se observaron diferencias entre ambos grupos, a favor de las caras con una determinada valencia emocional. Los tres tipos de caras captaron por igual la atención de todos los sujetos. Finalmente, en el intervalo entre 2000 y 3000 ms, las personas con ansiedad desviaron su atención más rápidamente que las menos ansiosas de las caras de amenaza que de las alegres.

De acuerdo con estos resultados, Rohner concluye que su estudio apoya sólo parcialmente la hipótesis de vigilancia-evitación atencional asociada a los niveles elevados de ansiedad. Si bien la evitación atencional de la información de amenaza es consistente con la hipótesis, no lo es el hecho de que todos los participantes (tanto con ansiedad elevada como baja) mostraran una mayor vigilancia hacia las caras de amenaza en los primeros momentos del procesamiento.

Implicaciones de los subsistemas atencionales en el sesgo

Una cuestión importante en el sesgo atencional es comprobar el efecto de la ansiedad sobre todos los aspectos de la atención selectiva. Estudios recientes en neurociencia cognitiva sugieren que el sistema atencional no es unitario y, en particular, se hace una distinción entre tres subsistemas: cambio atencional, mantenimiento y desenganche (30). Esta distinción puede ser relevante para las teorías cognitivas de la ansiedad. Más aún, el hecho de que las personas con ansiedad puedan dirigir inicialmente su atención hacia información del entorno potencialmente peligrosa (15) no implica que necesariamente la mantengan en ella.

Fox y col. (10) han investigado las posibles implicaciones de los componentes del modelo de Posner y Petersen (30) en el sesgo atencional. Una cuestión explorada es si el sesgo realmente se debe a que los estímulos de amenaza por sí mismos captan la atención inicial de las personas con ansiedad, o más bien el sesgo es consecuencia de la dificultad de estas personas para “desenganchar” su atención de la localización donde aparecen dichos estímulos, una vez que han sido detectados. De ser esto último así, implicaría que el sesgo atencional ocurriría después de que la atención se ha orientado inicialmente hacia la amenaza y que las personas con ansiedad tendrían más dificultades en “desenganchar” su atención de ella que las personas menos ansiosas.

Para probar esta idea del “desenganche” atencional en la ansiedad, Fox et al. (10) realizaron 5 experimentos, dos con material verbal (Exptos. 1 y 5) y tres con caras emocionales, pudiendo ser éstas fotografías reales (Expto. 4) o esquematizadas (Exptos. 2 y 3). Los participantes tenían diferente estado de ansiedad. La técnica empleada fue una modificación del paradigma de señal exógena de Posner, Inhoff, Friedrich y Cohen (31). Consiste en localizar un estímulo target (v. gr. , la figura geométrica de un círculo) que puede aparecer en diferentes posiciones y pre-señalizado por una pista o señal. Como pistas se utilizaron palabras de amenaza, positivas o neutras (Exptos. 1 y 5) y caras de amenaza, alegres o neutras (Exptos. 2, 3 y 4). Pistas y targets podían aparecer en la misma localización –ensayos válidos- o en diferentes localizaciones –ensayos inválidos-. Los tiempos de los ensayos válidos se tomaron como un índice para evaluar el componente de cambio atencional del modelo de Posner y Petersen (30); los correspondientes a los ensayos inválidos, el componente de desenganche. Se esperaba que las personas con ansiedad fueran más rápidas que el grupo de control en cambiar su atención hacia la localización pre-señalizada por una pista de amenaza (ensayos válidos). En cambio, serían más lentas en desenganchar su atención de la información de amenaza (ensayos inválidos). No se esperaban diferencias entre ambos grupos en el caso de pistas con información neutra.

Los resultados más relevantes fueron los siguientes: En los dos estudios con estímulos verbales, se produjo un enlentecimiento en las targets de los ensayos inválidos cuando las pistas eran palabras de amenaza, con respecto a las pistas con palabras positivas y neutras. Este patrón fue similar en ambos niveles de ansiedad en el Expto. 1. En contraste, en el Expto. 5 se hallaron diferencias en función de la ansiedad. Las personas con mayor ansiedad tuvieron mayores latencias que las menos ansiosas. Esto indica que en los niveles elevados de ansiedad (estado) se tarda más tiempo en desengancharse de los contenidos de amenaza.

En los estudios con expresiones faciales el patrón de resultados fue similar en ambas modalidades de presentación (fotografías reales: Expto 4 o esquematizadas: Exptos. 2 y 3). Las personas con ansiedad, comparadas con las menos ansiosas, tardaron más tiempo en localizar una target en los ensayos inválidos, cuando la pista era una cara de amenaza que una alegre o neutra.


Fox et al. (10) concluyen que la diferencia entre las personas con diferente nivel de ansiedad se encuentra en los procesos implicados en el mecanismo de desenganche atencional. A las personas con ansiedad elevada les resulta más costoso o tienen más dificultad en desenganchar su atención de los estímulos relacionados con peligros o amenazas potenciales (ya sean palabras o caras).

En relación con el componente de cambio atencional, que se pretendía explorar a través de los ensayos válidos, los autores reconocen que el paradigma empleado no resultó suficientemente fidedigno. Esto se debe a que la aparición repentina de una pista periférica, independientemente de la valencia emocional de ésta, siempre atrae la atención visual. Por consiguiente, el estudio de este compone requiere de una metodología en la que se permita variar el tiempo de presentación entre pista e inicio de la target. Éste y otros aspectos, como por ejemplo la naturaleza encapsulada o no este componente (Stolz, 32), están siendo examinados actualmente.

Los resultados de Fox, Russo y Dutton (33) proporcionan nuevas evidencias a favor de un incremento en el componente de desenganche atencional ante estímulos de amenaza, asociado a la ansiedad elevada (rasgo y estado). En esta investigación, el incremento se observó en la magnitud del efecto de inhibición de retorno (IOR) en los ensayos inválidos.


Sesgo pre-atencional

Varios estudios han examinado si se produce un sesgo pre-atencional para caras emocionales, similar al observado con estímulos verbales (34 para revisión). Para ello, se han desarrollado versiones enmascaradas de algunas técnicas, como detección de puntos o Stroop emocional.

Mogg y Bradley (8) presentaron caras y máscaras que les seguían durante 14 ms (Expto. 1), 17ms (Expto. 3) y 34 ms (Expto. 2). Cada ensayo contenía una cara (v. gr. , de amenaza y neutra) y su correspondiente máscara, e inmediatamente después aparecía una tarea de detección de puntos. Las máscaras se formaron a partir de trozos pequeños y recompuestos aleatoriamente al cortar las fotos originales. De este modo, las máscaras contenían la misma información física que las caras originales, pero no eran reconocibles como tales caras.

Con 14 ms de exposición se observó una preferencia generalizada por orientar la atención hacia la localización de las caras de amenaza enmascaradas. No se hallaron diferencias en función de la ansiedad. Todos los participantes detectaron más rápidamente la señal que sustituía a las caras de amenaza que a las alegres o neutras.

Similares resultados se obtuvieron con respecto a la preferencia de los sujetos por la valencia emocional de las caras con 17 ms de exposición. Ahora bien, hay que destacar que, a diferencia del estudio anterior, en éste las personas con ansiedad elevada (estado) tuvieron una latencia significativamente menor en las caras de amenaza que en las alegres o neutras que las personas con ansiedad baja. Esto sugiere un sesgo pre-atencional para las caras
de amenaza, asociado a los niveles elevados de ansiedad.

Sin embargo, el efecto de la ansiedad desapareció cuando los estímulos permanecieron expuestos 34 ms. El sesgo pre-atencional con 17 ms no emergió con 34 ms.
Los resultados de estos estudios contrastan básicamente en dos aspectos. Primero, en la presencia vs. ausencia, respectivamente de un sesgo pre-atencional para caras de amenaza en la ansiedad. Y, segundo, en la probabilidad para poder discriminar particularidades de los estímulos con tiempos de exposición tan breves. Con 14 ms (y también con 17 ms) los participantes no pudieron discriminar, por encima del nivel de azar, características como el género de la persona al que correspondía la cara ni otros detalles como, por ejemplo, si la boca o la nariz estaban invertidas. Este hecho parece haber facilitado el orientar la atención hacia las caras con mayor peligro. En cambio, con 34 ms la discriminación del género fue posible en la mayor parte de los sujetos, mientras que la proporción de aciertos en los elementos particulares no superó el 50%.

Mogg y Bradley concluyen que la existencia de un sesgo pre-atencional para caras de amenaza, parece ser más consistente a medida que las exposiciones estimulares son más breves. Así mismo, el nivel de conocimiento consciente que el sujeto puede extraerse de las características de los estímulos puede ser un elemento modulador del sesgo.

En un reciente estudio, Fox (35) ha investigado la contribución del conocimiento consciente de los estímulos y el nivel de ansiedad (auto-informada por los sujetos) como factores determinantes del sesgo. En el Expto. 1 se presentaron pares de caras (de amenaza o alegres) emparejadas con otras neutras durante 500 ms, e inmediatamente después una prueba de detección puntos. En el Expto. 2, el par de caras fue enmascarado a los 17 ms de su presentación por una máscara compuesta por piezas pequeñas a partir de la original. El sesgo se observó en los sujetos con rasgo elevado de ansiedad sólo cuando las imágenes aparecían en el campo visual izquierdo . Este patrón fue más potente cuando el tiempo de exposición de los estímulos impedía conocer conscientemente las caras emocionales (Expto. 2) que cuando la exposición era más prolongada (Expto. 1). La autora concluye que los estímulos enmascarados pueden tener un efecto más potente sobre el sesgo atencional que los no-enmascarados. Es más, cuando la presentación de los enmascarados se acerca al umbral perceptible, el sesgo desaparece (8).


Rasgo vs. estado de ansiedad

La contribución que el incremento transitorio de ansiedad –estado- tiene sobre el sesgo atencional, en comparación con una disposición relativamente permanente, a nivel de rasgo, ha sido un tema de interés para la investigación.

Byrne y Eysenck (2), hallaron evidencias de que las personas con rasgo elevado de ansiedad eran más rápidas, que las de rasgo, en detectar cara de amenaza en un conjunto neutro. (Véase “tarea de pop-out” para mayor detalle). Varios estudios posteriores (18, 19 y 20) también proporcionan este tipo de datos cuando la prueba (detección de puntos) aparece en la misma localización espacial que una cara de amenaza, presentada inmediatamente antes. En contraste, en el estudios de Fox et al. (9) no se observaron diferencias en función del rasgo de ansiedad en la detección de caras esquemáticas de amenaza.

En relación con el estado de ansiedad, éste ha resultado ser un buen predictor del sesgo en una tarea de pop-out (véase 15, pág, 834). Fox, Russo, Bowles y Dutton (10) también observaron que las personas con estado elevado de ansiedad tienen latencias mayores en desenganchar su atención visual de localizaciones donde previamente ha aparecido una fotografía con una cara real (o esquemas) con signos de amenaza. El patrón contrario ocurrió con caras alegres. (Véase “Implicaciones de los subsistemas atencionales en el sesgo” para un mayor detalle de este estudio).

En definitiva, no es fácil determinar la participación del rasgo y estado de ansiedad en el sesgo atencional, en parte por la elevada correlación que existe entre ambos factores, generalmente superior a + 0. 7 (16, pág. 73). Y, en parte también, por problemas metodológicos que apuntan algunos autores (15), como la selección de las muestras (v. gr, rasgo general de ansiedad vs. estado, ansiedad social, fóbica, disforia, etc), el tipo de pruebas utilizadas (v. gr. , autoinformes), etc. Todo ello ha podido contribuir a encubrir la importancia de cada factor. Las evidencias, más bien, sugieren que la atención selectiva de información potencialmente amenaza se favorece en mayor medida ante la interacción del rasgo y del estado de ansiedad, que ante la presencia individual de cada factor. Niveles elevados de estado de ansiedad están asociados con una orientación atencional selectiva hacia estímulos de amenaza en aquellos sujetos con rasgo alto.


Conclusiones

Como resumen de las investigaciones con estímulos pictóricos podemos concluir lo siguiente:

· Las expresiones faciales con signos de amenaza, correspondan éstas a caras reales o formas esquemáticas, han resultado más naturales y con mayor validez ecológica que palabras con significado amenazante.
· Este tipo de imágenes capta la atención de las personas, especialmente con niveles elevados de ansiedad, como lo demuestra la naturaleza robusta de los resultados.
· Los estudios con distintos paradigmas (pop-out, detección de puntos, movimientos oculares y tarea de Stroop), tareas (detección, clasificación, etc. ) y tiempo de exposición de los estímulos han revelado, en su mayor parte, un sesgo atencional de amenaza asociado a los niveles elevados de ansiedad.
· Las implicaciones del rasgo vs. estado de ansiedad como factor determinante del sesgo no son consistentes. Las evidencias sugieren que es la combinación de ambos factores la que contribuye poderosamente a la ocurrencia del sesgo.
· En relación con el efecto de las condiciones de estrés, el sesgo parece haber sido determinado por la saliencia de amenaza de los estímulos, no siendo necesaria la presencia de estrés externo.
· Finalmente, la necesidad de nuevos estudios que permitan determinar las implicaciones precisas de los distintos componentes del mecanismo atencional (enganche, mantenimiento y desenganche) en el sesgo que manifiestan las personas con ansiedad.


Referencias

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