Existen unos principios básicos que definen el mundo de la ciencia, del arte y de la sociología. Todas estas materías evolucionan al unísono regidas por los principios sagrados de la física, de la geometría.
los físicos se han interesado mucho por definir la enfermedad mental. Carl Sagan en su programa Cosmos nos habla de dos dimensiones, tres dimensiones, la cuarta dimensión.
En este trabajo trato de realizar una síntesis de todo lo aprendido a traves de la física y de la psiquiatría.
osakidezta
Einstein versus Freud: La ecuación espacio-tiempo
Charo Merino Villaquira
Medico psiquiatra del Centro de Salud Mental Ajuriaguerra
Resumen
Existen unos principios básicos que definen el mundo de la ciencia, del arte y de la sociología.
Todas estas materías evolucionan al unísono regidas por los principios sagrados de la física,
de la geometría. Los físicos se han interesado mucho por definir la enfermedad mental. Carl
Sagan en su programa Cosmos nos habla de dos dimensiones, tres dimensiones, la cuarta dimensión.
En este trabajo trato de realizar una síntesis de todo lo aprendido a traves de la física y de la
psiquiatría.
Palabras Clave: Einstein, Freud
Introducción
Hemos heredado de nuestros antepasados el anhelo profundo de un conocimiento unificado
y universal. El mismo nombre, dado a las más altas instituciones de enseñanza, nos recuerda
que desde la Antigüedad y a través de los siglos, el aspecto universal de la ciencia ha sido el
único que ha merecido el crédito absoluto. Pero la propagación, tanto en profundidad como
en amplitud, de las múltiples ramas del conocimiento humano durante los últimos cien años
nos ha enfrentado con un singular dilema. Por un lado, sentimos con claridad que solo ahora
estamos empezando a adquirir material de confianza para lograr soldar en un todo indiviso
la suma de los conocimientos actuales. Pero, por otra parte, se ha hecho poco menos que
imposible para un solo cerebro dominar completamente más que una pequeña parte especializada.
Principios básicos
Una teoría científica es un conjunto coherente de elementos, en el que partiendo de un
axioma se deducen una serie de proposiciones que nos hablan acerca del funcionamiento de
la naturaleza.
Los axiomas o leyes básicas son las piedras fundamentales de una teoría, sus pilares.
Los dos axiomas a los que me voy a referir en este trabajo son el concepto dimensión y el
concepto sistema.
El universo puede ser comparado con un edificio. Este está mantenido por una estructura que
representa su pilar básico. Si se anula el edificio se derrumba.
Además el edificio hay que cerrarlo. Un edificio abierto es inhabitable. En su interior seguimos
haciendo divisiones.
Los físicos dicen que la tierra es redonda, los planetas son redondos, el universo es redondo.
El universo está sujeto a un mecanismo de feebak o retroalimentación.
El concepto dimensión
El siglo XX es el siglo de la física. Su máximo mentor fue Albert Einstein.
La mente de Albert Einstein se alzaba por encima de este mundo terrenal, más allá de lo "puramente personal", hasta acceder al ámbito en que reside el secreto de la aguja del compás,
a un mundo estructurado según los axiomas del sagrado folleto de la geometría, un mundo
donde los experimentadores mentales perseguían ondas lumínicas.
Albert Einstein fue un físico que entendió: la geometria es la base formal de la vida. Como diría
Carl Sagan en su programa "Cosmos"(1970) "la geometria es Dios".
Los primeros estudiosos de geometría fueron los griegos.
Euclides es el matemático más famoso de la antigüedad.
Nació hacia el 300 antes de Cristo
Su obra más importante es un tratado de geometria que recibe el título de "Los Elementos",
cuyo contenido se ha estado enseñando hasta el siglo XVIII, cuando aparecieron las geometrias no Euclideas.
No hay momento superior en la historia del pensamiento griego que el de la composición de
esta obra, la obra matemática por excelencia, en la que con la precisión, elegancia y saber del
cirujano mejor dotado, se compone un acabado edificio de proposiciones matemáticas a partir
de un grupo previamente establecido de definiciones y axiomas, que se combinan siguiendo
las reglas de la lógica.
En ella se presenta de manera formal, partiendo únicamente de cinco postulados, el estudio
de líneas y planos, círculos y esferas. Triángulos y conos etc. ; es decir de las formas regulares.
Euclides concluyó que los únicos poliedros posibles eran el tetraedro, octaedro, cubo, icosaedro, dodecaedro.
Posteriormente surgieron las geometrías no euclídeas (elíptica e hiperbólica) con la misma
consistencia que la Euclídea.
La geometría de Euclides, además de ser un poderoso instrumento de razonamiento deductivo, ha sido extremadamente útil en muchos campos del conocimiento; por ejemplo en la
física, la astronomía, la química y diversas ingenierías.
Inspirados por la armonía de la presentación de Euclides, en el siglo II se formuló la teoría
ptolomeica del Universo, según la cual la tierra es el centro del Universo, y los planetas, la
Luna y el Sol dan vueltas a su alrededor en líneas perfectas, o sea círculos y combinaciones de
círculos. Sin embargo, las ideas de Euclides constituyen una considerable abstracción de la
realidad. Por ejemplo, supone que un punto no tiene tamaño; que una línea es un conjunto
de puntos que no tiene ni ancho ni grueso, solamente longitud, por lo que adquiere una dimensión igual a uno. Una superficie no tiene espesor, no tiene altura, por lo que tiene dimensión dos, ancho y largo. Finalmente un cuerpo sólido, como un cubo, tiene dimensión tres;
largo, ancho y alto.
En los Elementos se encuentran definiciones que han sido superadas. Una de ellas, la de que
"si dos rectas no son paralelas, se encontrarán finalmente en algún punto", parece evidente,
pero solo es cierta en un determinado tipo de espacios (euclideos).
En el siglo XIX, algunos matemáticos demostraron que es posible sustituir este axioma por
otros diferentes, lo que condujo al establecimiento de otras geometrías, "no euclidianas". De
hecho, según la teoría de la relatividad general, propuesta por Eintein, en realidad vivimos en
uno de esos espacios curvos.
A los griegos les fascinaba la circunferencia e hicieron de ella uno de los pilares para comprender la naturaleza; se afanaron, por ejemplo, en explicar los movimientos de todos los cuerpos
celestes como circunferencias o combinaciones de ellas.
Esta figura geométrica esconde al menos una propiedad tan sencilla como extraordinaria. Si
se mide la longitud de una circunferencia, L, se encuentra que es igual a dos veces su radio, r,
multiplicado por un número que siempre es el mismo, y que se denota con la letra griega pi.
Al igual que raíz cuadrada de 2, pi es un número irracional ( su valor es 3, 14159265. . . , donde
estos puntos significan que siguen una secuencia infinita de números, de los que los matemáticos saben que nunca llegan a formar una secuencia que se repite. Cuando descubrieron que
era irracional, es decir, que 2 no puede expresarse de modo preciso como la razón de dos
números enteros determinados, por grandes que fueran estos números. " Irracional" significaba en principio que un número no podía expresarse como una razón. Para los pitagóricos
llegó a suponer algo amenazador, un indicio de que su concepción del mundo podía carecer
de sentido, lo cual es el otro sentido que puede tener la palabra irracional. En lugar de compartir estos importantes conocimientos matemáticos, los pitagóricos les ocultaron. Como dirá
Carl Sagan en su programa "Cosmos", "el mundo no debía saberlo".
Los pitagóricos creyeron que la esfera era "perfecta" porque todos los puntos de su superficie
están en la misma dirección del centro. Los círculos también eran perfectos. Y los pitagóricos
insistieron en que los planetas se movían siguiendo caminos circulares a velocidades constantes. Al parecer creían que no era muy decoroso que un planeta se moviera más lento o más
rápido en puntos diferentes de la órbita; el movimiento no circular era en cierto modo un
movimiento defectuoso, impropio de los planetas, los cuales por ser libres con respecto a la
Tierra se consideraban "perfectos".
Muchos jonios creían que la armonía subyacente del universo era accesible a la observación
y al experimento, método este que domina la ciencia actual. Sin embargo, Pitágoras empleó
un método muy distinto. Enseñó que las leyes de la naturaleza podían deducirse por el puro
pensamiento. El y sus seguidores no fueron fundamentalmente experimentalistas. Eran matemáticos. Y eran místicos convencidos.
Los pitagóricos se deleitaban con la certeza de la demostración matemática, la sensación de
un mundo puro e incontaminado accesible al intelecto humano, un Cosmos en el cual los lados
de los triángulos rectángulos obedecen de modo perfecto a relaciones matemáticas simples.
Esto contrastaba de modo acentuado con la desordenada realidad del mundo de cada día.
Creían haber vislumbrado en sus matemáticas una realidad perfecta , un reino de los dioses,
del cual nuestro mundo familiar es solo un reflejo imperfecto.
Cicerón escribió: En la discusión lo que debe exigirse no es tanto el peso de la autoridad como
la fuerza de los argumentos. De hecho, la autoridad de quienes profesan la enseñanza es a
menudo un obstáculo positivo para quienes desean aprender.
Pitágoras y Platón, al reconocer que el Cosmos es cognoscible y que hay una estructura matemática subyacente en la naturaleza, hicieron avanzar mucho la ciencia. Pero al suprimir los
hechos inquietantes, al creer que había que reservar la ciencia para una pequeña, al expresar
su desagrado por la experimentación, al abrazar el misticismo y aceptar fácilmente las sociedades esclavistas, hicieron retroceder la empresa del hombre. Después de un sueño místico
en el cual yacían enmoheciéndose las herramientas del examen científico, el método jonio fue
la final redescubierto. El mundo occidental despertó de nuevo.
En la actualidad vivimos en un mundo de sólidos irregulares. Un sólido irregular es la suma de
dos.
Siglo I, la primera gran revolución
El siglo I fue el siglo de la primera gran revolución porque la humanidad pasó de dos dimensiones a tres.
Fue una época en la que el hombre detentaba el poder absoluto y la mujer en la sombra luchaba por conseguir su hijo fuera el heredero.
Marañon en su libro, Tiberio, historia de un resentimiento, 1936, nos describirá como era esa
sociedad.
En tiempo de Cesar Augusto el imperio Romano estaba gobernado por dos familias, los julios
y los claudios. Eran rivales entre sí pero unidas por lazos de sangre.
Cesar Augusto, de la familia de los julios, estaba casado con Escribonia y tuvieron una hija Julia.
Livia, de la familia de los claudios, estaba casada con Tiberio Claudio Neron y tuvo dos hijos
Tiberio y Druso I.
Livia embarazada de Druso I seduce a Cesar Augusto y se casa con él, previo divorcio de ambos.
Fue una boda que escandalizo a Roma dado que la novia estaba embarazada.
Tiberio (hijo de Livia) se casa con Vipsania.
Cuando Julia (hija de Cesar Augusto) enviuda, este (el emperador) ordena a Tiberio separarse
de su mujer (Vipsania) y casarse con Julia.
Estas eran órdenes que las personas no podían desobedecer, pues se las mataba.
Marañon dirá: " Aquellos casamientos y divorcios bruscos y continuados sin consultar jamás,
y por cortesía, al amor. La más cínica trata de blancas de nuestro tiempo es menos inmoral
que lo que fue aquella verdadera prostitución en nombre de la razón de estado".
"Livia fue, como tantas otras romanas de su siglo, un ejemplo memorable de esa impetuosa
ambición de poderío femenino, la que se ejerce utilizando al varón. El ansia de dominación de
Livia se aplicó enteramente al empeño de hacer triunfar su raza, la de los Claudios, sobre la
raza rival de los Julios, la de su propio esposo. Es posible que ninguna otra época de la Historia
haya estado el destino de los pueblos tan en manos de la mujer como en la de los Césares. Y
la razón es que entonces alcanza uno de sus momentos culminantes la categoría legítima de
la mujer, la maternidad. Para el romano, la mujer era, ante todo, madre y alma del hogar; y
por esto logra también uno de los momentos de apogeo de su capacidad de seducción frente
al hombre. Por esto, también, aparecen los excesos de esta ascensión, los casos de dominación imperativa, como Livia, o como Agripina. Entonces es cuando surgen en el sexo débil las
grandes voluntades de mandar; y también las grandes capacidades; y cuando familias enteras,
se invierten las habituales normas, y vemos, de generación en generación, el espectáculo del
varón recio sometido a la mujer muy femenina. En ninguna otra época como en la que él vivió
hubiera podido decir Catón: los hombres manejamos el mundo, pero las mujeres nos manejan
a nosotros. "
El ansia de dominación de Livia se aplicó enteramente al empeño de hacer triunfar su raza, la
de los Claudios, sobre la raza rival la de los Julios, la de su propio esposo. Pocas cosas dan idea
de la insuperable calidad de político de Augusto como el tacto supremo con que supo hacer
convivir esta actitud de su mujer con la paz conyugal. Mantener este juego un día tras otro,
durante 50 años, con la persona que compartía la vida en el hogar y las noches en el tálamo,
supone más diplomacia y más energía que conseguir la paz entre los pueblos innumerables
que formaban el imperio de Roma".
El Cristianismo vino a poner orden en este caos cuando declaró al matrimonio como unidad
indisoluble.
Cesar Augusto perdió el poder absoluto y la humanidad añadió una nueva dimensión a su vida.
Como consecuencia de este hecho, fue necesario promulgar una ley que fuera igual para todos
y que no dependiera de la libre voluntad de una persona.
La revolución del siglo I fue una revolución existencial.
Todos nacemos en un universo bidimensional. El paso al universo tridimensional se realizará
a base de gran tesón y esfuerzo. Algunos, los enfermos psicóticos, no la conseguirán.
Yo pienso que esta es una de las razones por la que durante tantos años la sociedad mantuvo
de forma férrea la idea de que un matrimonio no se podía separar. Por el temor a perder una
dimensión que tanto esfuerzo costó conseguir.
Siglo XX la segunda gran revolución
En el siglo XX la humanidad ha vivido la segunda gran revolución, dado que ha pasado de tres
a cuatro dimensiones.
A diferencia del siglo I que vivió una revolución existencial, la vivida en el siglo XX es una revolución existencia y técnica.
La cuarta dimensión está definida por las teorías de Einstein, el psicoanálisis, los impresionistas y Proust. También está definida en la música, la moda, la escultura etc, etc
En el epicentro de estas enormes transformaciones se encontraba el debate que enfrentaba
a la representación con la abstracción. En el arte existía un enérgico movimiento contrario a
la figuración y la perspectiva
-en primer plano desde el Renacimiento-que se reveló con total vehemencia en el posimpresionismo de Paul Cezanne.
En el ámbito científico, el descubrimiento de los rayos X pareció mostrar la ambigüedad de las
ideas de interior y exterior; lo opaco se hizo transparente y la distinción entre bidimensionalidad y tridimensionalidad quedó difuminada. La radioactividad con sus cantidades de energía
aparentemente ilimitadas, parecían demostrar que el espacio está lleno de rayos alfa, beta,
gamma y X que circular por doquier, cruzándolo todo. De modo más abstracto, los matemáticos cavilaban sobre exóticas y novedosas geometrías que podían representarse en más de tres
dimensiones. A la gente le fascinaba la idea de un espacio cuatridimensional con sus repercusiones sobre el movimiento en el espacio y el tiempo.
Las imágenes múltiples de la cinematografía pionera permitieron retratar el cambio temporal
, mediante fotogramas sucesivos o a través de uno solo, además de mostrar diferentes perspectivas en series de fotogramas.
Poincaré es un denominador común de nuestra historia . En 1904 Einstein leyó el libro La
ciencia y la hipótesis y se sintió inspirado por su empuje matemático, filosófico y científico.
Del mismo modo que en su sugestiva forma de jugar con las dimensiones superiores incitó a
Picasso a descubrir la geometría como nuevo lenguaje del arte, las interpretaciones de Poincaré sobre el tiempo y la simultaneidad inspiraron también el descrubrimiento de la relatividad por parte de Einstein.
La teoría de la relatividad acabó con el carácter absoluto del espacio y el tiempo y el cubismo
de George Braque y de Picasso destronó a la perspectiva en el mundo del arte.
Tendencias filosóficas y literarias
La ciencia del siglo XIX había asistido a una sucesión de ciclos de concepciones del mundo que
alternaban el realismo y el romanticismo. Lo mismo le ocurrió, hasta cierto punto, a la literatura. El final de siglo fue testigo de una reacción en contra del realismo o naturalismo dominante, representado por la literatura y el teatro de Emile Zola, Henrik Ibsen y Andre Antoin,
autores que se centraban en los pormenores de la vida cotidiana. Las tramas y las escenografías se fueron complicando cada vez más, para ser tan fieles como fuera posible a la vida real,
mientras se iba prescindiendo de los sueños, las ilusiones y las leyendas para privilegiar los
temas filosóficos y morales.
Esta tendencia estaba imbuida de positivismo. El primero en detallar el punto de vista positivista fue el filósofo Auguste Comte. En los años 80 del siglo XIX, esas ideas fueron elaboradas
por Ernst Mach, un maduro filósofo y científico de Viena, cuya concepción del positivismo
subrayaba que únicamente los fenómenos reducibles a las percepciones sensoriales, pueden
considerarse físicamente reales: lo que ves es lo que hay; la imaginación no tiene ninguna
función, y más allá de la presencia física solo hay ilusiones.
La reacción filosófica contra el positivismo de Compte y Mach fue la revitalización del idealismo, cuyo paladín fue el filósofo francés Henri Bergson. Su idealismo hacía incapié en un
ímpetu vital y en una fe en la creatividad inexplicables mediante la ciencia. Fue en parte una
reacción a la doctrina positivista de la no existencia de lo invisible y lo inefable.
Para Bergson, la duración es un proceso dinámico que nos permite a todos reflexionar a un
tiempo- simultáneamente -sobre la experiencia inconsciente interna, la cual, al constituir
nuestra memoria, es la fuente de todo lo que conocemos: "El intelecto puro es una contracción. . . de un poder mayor (que conforma) una vaga intuición", ejercitada en el inconsciente
profundo.
El movimiento literario conocido como simbolismo se moldeó en gran medida a partir de
cierto idealismo filosófico dado al misticismo. Así se aisló de la vida, oponiéndose también al
positivismo.
Henry Bergson disertó con tono decididamente antipositivista sobre la primacía de la imaginación .
El siglo XX es considerado el siglo de la imaginación
Tendencias científicas
Tres destacados avances de los postreros momentos del siglo sacaron a la ciencia de su propio
bache de fin de siglo: El descubrimiento de los rayos X en 1985, el de la radiactividad en 1896
y el del electrón en 1897. Los científicos se vieron obligados a tomar en serio la idea de que
esos efectos podían causarlos entidades que escapaban a la percepción sensorial.
La forma de experimentar el tiempo y el espacio había sido alterada por innovaciones tecnológicas como el teléfono, la telegrafía sin hilos, los rayos X, las bicicletas, las películas, el automóvil, el dirigible y, posteriormente el aeroplano.
Henry Poincaré en su libro La ciencia y la hipòtesis , 1902, analiza hasta que punto, en un
sentido superficial, la ciencia puede parecer un sistema lógico infalible cuya certeza está fuera
de toda duda; sin embargo, al hacerse eco del papel desempeñado por las hipótesis y su dependencia respecto a presupuestos interconectados, Poincaré mostraba lo inestables que son
en realidad las teorías científicas.
Alfred Jarry, un filósofo del siglo XX, dijo: es preciso liberar la propia mente para imaginar
todos los mundos imaginarios, para ir más allá de las apariencias.
En la búsqueda de lo absoluto se necesita la geometría para ampliar más el arte.
Ordenaba tanto a los artistas como a los escritores que se apartaran del realismo para lanzarse
a mundos imaginarios.
Albert Einstein
Ha sido el máximo representante de la gran revolución del siglo XX.
Para desarrollar sus famosas teorías se basó, en todos los conocimientos que sobre física se
tenían hasta entonces que eran muchos.
El primer físico por excelencia era Newton que elaboró las tres leyes de la mecánica. Leyes
que nos han servido extraordinariamente bien durante siglos para saber como se mueven
todo tipo de objetos. Todavía se utilizan, aunque reconociendo sus límites: cuando las velocidades implicadas son pequeñas comparadas con la velocidad de la luz.
Esas leyes no tienen explicación, esto es, no se pueden deducir de otras leyes o axiomas.
Los axiomas son, en realidad, hipòtesis que hacemos. Siempre llega un momento en que hay
que hacer hipótesis que nadie antes había imaginado. Según va progresando la ciencia, las
hipótesis en que se basan las nuevas teorías suelen ser más sorprendentes, más "contraintuitivas" que las que sustentan las formulaciones previas.
Un ejemplo especialmente transparente se encuentra en una teoría muy famosa: la teoría
especial de la relatividad, que propuso Albert Einstein.
Uno de los aspectos más importantes que de esta teoría se derivan es: los valores longitudinales o tiempos no son los mismos para observadores que se encuentran en diferentes sistemas de referencia "inerciales".
En la base de la teoría de la relatividad especial se encuentra el axioma de la constancia de la
velocidad de la luz, A lo que hay que añadir que no existe en la Naturaleza velocidad que exceda a la de la luz: 300, 000 km/seg.
Junto a la velocidad de la luz y la teoría especial de la relatividad, el otro ejemplo canónico es
la física cuántica, que nos dice que partículas, los electrones, pueden comportarse también
como ondas. Es decir que los electrones son partículas y ondas a la vez. O son una cosa o la
otra. . . según nuestro modo de entender.
Einstein dijo en cierta ocasión que "el misterio eterno del mundo es que sea comprensible. El
hecho de que sea comprensible es un milagro".
La naturaleza de la luz
Desde la época de Newton, ha habido dos formas de ver la luz: en forma de partículas o de
ondas. Para Newton, estaba constituida por partículas que se comportaban como cualquier
otro objeto, ya fuera este un planeta o una manzana. Sin embargo a mediados del siglo XX, los
datos experimentales apuntaban hacia una teoría ondulatoria.
En la década de 1800 el investigador Michael Faraday descubrió las propiedades de los campos eléctricos y magnéticos. Demostró que una corriente eléctrica producía magnetismo, y
luego demostró también que un campo magnético cambiante podía generar una corriente
eléctrica. Cuando se mueve un imán junto a una bobina, o viceversa, se produce una corriente
eléctrica.
Posteriormente Maxwel concibió una serie de maravillosas ecuaciones que especifican entre
otras cosas, como los campos magnéticos cambiantes crean campos eléctricos. El resultado
de este acoplamiento es una onda electromagnética.
Ese era un teórico que se había despojado de los prejuicios, había dejado que las melodías
matemáticas le llevaran a territorios inexplorados y había encontrado una armonía que se
basaba en la belleza y la simplicidad de una teoría de campo.
Apareció un nuevo concepto en física, la invención más importante desde la época de Newton:
el de campo. Hacía falta una gran imaginación científica para darse cuenta de que no son las
cargas ni las partículas, sino el campo que hay en el espacio comprendido entre dichas cargas
y partículas, lo que resulta esencial para la descripción de los fenómenos físicos.
Al principio, la teoría de campo electromagnético desarrollada por Maxwel parecía compatible
con la mecánica de Newton. Así, por ejemplo, Maxwel creía que las ondas electromagnéticas,
que incluyen la luz visible, podían explicarse por medio de la mecánica clásica, siempre que
presupongamos que el universo está inundado de un fino e invisible "éter portador de luz",
que actúa como la sustancia física que ondula y oscila para propagar las ondas electromagnéticas, un papel comparable al que desempeña el agua en las olas del mar y el aire con las ondas
sonoras.
Sin embargo ¿cómo puede haber ondas sin un medio en que sustentarse? Fue necesario crear
un medio en el que se sustentaran al que se llamó eter.
Su sugerencia de que la luz se propaga no solo en ondas, sino también en diminutos paquetescuantos de luz que más tarde se denominarían "fotones"-nos sumerge en una extraña bruma
científica que resulta mucho más tenebrosa, y, de hecho, mas espeluznante, que incluso los
aspectos más extraños de la teoría de la relatividad.
¿Esta hecho el universo de partículas, como los átomos y electrones?
¿ O bien es un continuum ininterrumpido, como parece serlo un campo gravitatorio o electromagnético. Y si los métodos de describir las cosas resultan válidos a veces, ¿Qué ocurren
cuando ambos se intersecan?
Lorentz descubrió que la luz se componía de partículas llamadas electrones.
Planck descubrió que la energía de la radiación se dividía en paquetes diferenciados, o cuantos
de energía, que no eran múltiplos arbitrarios sino integrales de una unidad básica. Esto iba en
contra de la teoría de Lorentz, porque, en la representación habitual de la luz como onda, se
espera que su energía se distribuya continuamente.
Para Einstein era antinatural, o antiestético, juntar las representaciones de las ondas y de las
partículas, es decir de la continuidad y de la discontinuidad.
Einstein supo unir las dos teorías y demostrar que la luz puede ser una partícula y una onda.
En realidad ambas cosas a la vez: una dualidad partícula-onda.
En consecuencia, era imposible que el retrato electromagnético del mundo llegara a buen
puerto, porque la teoría de Lorentz solo podía representar la radiación, o la luz, únicamente
en forma de onda, de modo que nunca conseguiría explicar como la masa del electrón es generada por su propia radiación.
ello fue posible gracias a la famosa fórmula E=m. v. A través de esta fórmula demostró que la
masa del electrón es generada por su propia radiación. Esta ecuación se ha convertido en
sinécdoque de la física, la cosmología y, de hecho, la ciencia moderna.
La energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz.
El resultado es una elegante conclusión: masa y energía son manifestaciones diferentes de
una misma cosa. Ambas son fundamentalmente intercambiables. Como el mismo decía en su
artículo: "La masa de un cuerpo es una medida de su contenido de energía"
Era necesario acomodar el enfoque ondulatorio y el enfoque corpuscular para comprender la
naturaleza de la luz. Además de la electrodinámica de Maxwel admitió los cuantos de Plank.
La teoría de Einstein fue fundamentalmente integradora.
Al entender que en la naturaleza de la luz existían dos movimientos, dividió el Cosmos en dos
espacios, dos movimientos, dos tiempos.
La gran aportación que realiza Einstein al mundo de la ciencia fue demostrar que el tiempo no
es un concepto absoluto sino que existen dos tiempos. Uno es el tiempo cronólogico que es
un tiempo que progresa y el otro el tiempo a la velocidad de la luz, que es un tiempo que
progresa, regresa y se detiene.
Newton le había legado a Einstein un universo en el que el tiempo tenía una existencia absoluta que transcurría independientemente de los objetos y observadores, y en la que el espacio
tenía una existencia absoluta. Se creía que la gravedad era una fuerza que ejercían las masas
unas sobre otras de una manera bastante misteriosa a través del espacio vacío. En este marco,
los observadores obedecían leyes mecánicas que se habían revelado extraordinarimente acertadas-casi perfectas-a la hora de explicarlo todo, desde las órbitas de los planetas hasta la
difusión de los gases, pasando por el movimiento de las moléculas y la propagación de las
ondas del sonido (aunque no las de la luz).
Entendió que vivimos en un espacio curvo donde tres dimensiones corresponden al espacio y
la cuarta es el tiempo. La gravedad es la curvatura del espacio-tiempo.
La materia le dice al espacio-tiempo como curvarse, y el espacio curvo le dice a la materia
como moverse.
El espacio y el tiempo se convierten en actores en un cosmos en evolución. Cobran vida. La
materia de aquí hace que se deforme el espacio de allí, lo cual hace que la materia de acá se
mueva, y esto hace que el espacio de allá se deforme todavía más y así sucesivamente. La
relatividad general proporciona la coreografía de una entrelazada danza cósmica de espacio,
tiempo, materia y energía.
Con su teoría de la relatividad especial, Einstein había demostrado que el espacio y el tiempo
no tenían existencia independiente, sino que, en lugar de ello, configuraban juntos la estructura del espacio-tiempo. Ahora con su versión general de la teoría, dicha estructura del espacio-tiempo dejaba de ser un mero contenedor de objetos y acontecimientos. Lejos de ello
poseía su propia dinámica, la cual venía determinada por- y a su vez contribuía a determinar, el movimiento de los objetos en su seno; exactamente del mismo modo que la superficie de
una cama elástica se verá curvada u ondulada por una bola de bolera inmóvil y algunas bolas
de billar que rueden junto a ella y harán que las bolas de billar se dirijan hacia la bola de la
bolera.
Marx Born, lo calificó de "la mayor azaña del pensamiento humano en torno a la naturaleza,
la más asombrosa combinación de penetración filosófica, intuición física y habilidad matemática".
En el centro, el espacio-tiempo se curvaría infinitamente sobre si mismo. En tal situación nada
podría escapar a la fuerza gravitatoria, ni siquiera la luz o ninguna otra forma de radiación.
También el tiempo formaría parte de esa curvatura, dilatándose hasta cero.
Einstein acabó desarrollando un universo finito pero sin límites. Las masas del universo hacían
que el espacio se curvara, y a lo largo de toda la extensión del universo hacían que el espacio
(de hecho, toda la estructura tetradimensional del espacio-tiempo) se curvara completamente
sobre sí mismo. El sistema es cerrado y finito, pero carece de fin o de límites.
Un método que empleaba Einstein para ayudar a la gente a visualizar esta noción era empezar
por imaginar a unos exploradores bidimensionales en un universo bidimensional, como una
superficie plana. Estos habitantes "planestres" pueden deambular en cualquier dirección de
la superficie plana, pero el concepto de ir de arriba abajo carece de significado para ellos.
Ahora imaginamos una variación. ¿Y si las dos dimensiones de estos planestres siguieran estando en una superficie, pero dicha superficie estuviera (de una manera muy sutil para ellos)
suavemente curvada? ¿Y si ellos y su mundo siguieran estando en dos dimensiones, pero su
superficie plana fuera como la superficie de un globo? Como decía Einstein: "Consideramos
ahora una existencia bidimensional, pero esta vez sobre una superficie esférica, en lugar de
una plana". Si uno de aquellos planestres disparaba una flecha, a ellos les parecía que esta
describía una trayectoria recta, pero a la larga daría toda una vuelta y regresaría, del mismo
modo que un marinero en la superficie de nuestro planeta que zarpara en línea recta a través
de los mares acabaría volviendo por el horizonte opuesto.
Podemos tratar de imaginar como el espacio tridimensional puede curvarse de forma similar
para crear un sistema cerrado y finito que no tenga límites. No resulta fácil para nosotros,
criaturas tridimensionales , visualizarlo, pero si se describe con facilidad matemáticamente
mediante la geometrías no euclidianas de las que fueron pioneros Gauss y Riemann. Y lo
mismo puede decirse de las cuatro dimensiones del espacio-tiempo.
En tal universo curvo, un rayo de luz que parta en cualquier dirección puede recorrer lo que
parece una línea recta y, sin embargo, curvarse sobre sí mismo. "Esta sugerencia de un espacio
finito pero ilimitado constituye una de las grandes ideas sobre la naturaleza del mundo que
jamás se haya concebido", declara el físico Max Born.
Este aparente rechazo de las certezas y el abandono de la fe en lo absoluto les pareció vagamente herético, quizá incluso impío a algunas personas. "Formó como un cuchillo-escribe el
historiador Paul Jonson en su magnífica historia del siglo XX, Tiempos modernos- que contribuyó a cortar las amarras tradicionales de la sociedad, dejándola a la deriva".
Es muy posible que los aspectos físicos de este malestar, la guerra, las huelgas, las revueltas
bolcheviques, sean en realidad los objetos visibles de algún transtorno más profundo subyacente de carácter mundial. Este mismo espíritu de malestar ha invadido la ciencia.
Existía una relación más compleja entre las teorías de Einstein y todo el brebaje de ideas y
emociones que a principios del siglo XX hervían en el abarrotado caldero del modernismo. En
su novela Baltasar, Lawrence Durrel le haría declarar al personaje: "la propuesta de la relatividad fue directamente responsable de la pintura abstracta, la música atonal y la literatura
informe".
Resulta evidente que la propuesta de la relatividad no fue directamente responsable de nada
de eso.
Lejos de ello, su relación con el modernismo tuvo un carácter más misteriosamente interactivo. Hay momentos en la historia en que una conjunción de fuerzas produce un cambio en la
perspectiva humana. Eso fue lo que le sucedió al arte, a la filosofía y a la ciencia del siglo XX.
Se produjo una combustión espontánea que incluiría las obras de Einstein, Picaso, Matisse,
Stavinski, Shonberg, Joyce, Eliot, Proust, Diaguilev, Freud, Wittgentein, y varios más de pioneros que parecían romper los vínculos del pensamiento clásico. Cuando Einstein divide el Cosmos en dos conceptos introduce la cuarta dimensión, porque esta obedece a parámetros diferentes de las tres que ya conocemos.
A nivel físico los dos espacios son el terrestre y el extraterrestre. Los dos movimientos son el
terrestre y el movimiento a la velocidad de la luz y los dos tiempos el local y el movimiento a
la velocidad de la luz.
A nivel psíquico los dos espacios, los dos movimientos y los dos tiempos son el neurocientífico
y el psicoanalítico.
Concepto tiempo
Se sabe que existen dos formas de entender el tiempo. Uno, es el tiempo local y otro, el tiempo
a la velocidad de la luz y el tiempo inconsciente.
Velocidad de la luz e inconsciente obedecen a los mismos principios.
H. Reeves en su libro " La historia más bella del mundo"(2007) nos dirá: Gracias a nuestros
instrumentos, los de la física y de la astronomía, recuperamos huellas del pasado y del universo. Podemos reconstruir su historia, como los prehistoriadores reconstruyen el pasado de
la humanidad a partir de fósiles abandonados en las cavernas. Pero tenemos una inmensa
ventaja sobre los historiadores: podemos ver directamente el pasado.
Nuestros telescopios nos permiten observar astros muy distantes, los cuásares por ejemplo,
cuya luminosidad es diez mil veces mayor que la de toda nuestra galaxia. Algunos cuásares
están situados a doce mil millones de años de distancia. Los vemos entonces, en el estado en
que se encontraban hace doce mil millones de años.
El telescopio es una máquina para retroceder en el tiempo. Al contrario que los historiadores,
que jamás podrán contemplar la Roma antigua, los astrofísicos verdaderamente pueden ver
el pasado y observar los astros tal como fueron antaño.
Vemos la nebulosa de Orión tal como era a fines del Imperio Romano. Y la galaxia de Andrómeda, visible a simple vista, es una imagen que tiene dos millones de años.
Si los habitantes de Andrómeda contemplaran en este momento nuestro planeta, lo verían
con el mismo desfase: descubrirían la tierra de los primeros hombres.
Cuanto más se retrocede en el pasado, más opaco se vuelve el Universo. La luz no puede llegar
más allá de un límite determinado. Este horizonte corresponde a una época en que la temperatura era de unos tres mil grados. Según un reloj convencional, el Big Bang ya tiene entonces
cerca de trescientos mil años.
También los psicoanalistas a través del inconsciente pueden saber con exactitud que es lo que
sucedió en el pasado.
H. G. Wells escribió un libro "La máquina del tiempo" 1895. En él nos habla de la posibilidad de
viajar en el tiempo. Dice que podemos viajar a la edad media, hablar con personajes de esa
época y modificar acontecimientos ya sucedidos.
Se sabe actualmente que ello no es posible. A través de este libro nos va a dar una nueva
dimensión del concepto tiempo que será la base del psicoanálisis.
Todo cuerpo debe extenderse en cuatro direcciones: debe tener longitud, anchura, espesor
y. . . duración.
En realidad existen cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del espacio, y
una cuarta el tiempo. Hay sin embargo, una tendencia a establecer una distinción irreal entre
las tres primeras dimensiones y la última, porque sucede que nuestra conciencia se mueve
intermitentemente en una dirección a lo largo de la última desde el comienzo hasta el fin de
nuestras vidas.
Esto es lo que, en realidad, se quiere decir con la cuarta dimensión. No es más que otra forma
de considerar el tiempo. No hay ninguna diferencia entre el tiempo y cualquiera de las tres
dimensiones del espacio, salvo que nuestra conciencia se mueve a lo largo de ella.
Sobre una superficie plana que solo tiene dos dimensiones podemos representar la figura de
un sólido de tres dimensiones, y de la misma manera creen que con modelos de tres dimensiones podrían representar uno de cuatro. . . si pudieran dominar la perspectiva del objeto.
Se está trabajando sobre la geometría de las cuatro dimensiones.
Los hombres de ciencia saben muy bien que el tiempo es solo una especie de espacio.
¿Y por qué no podemos movernos en el tiempo como nos movemos en las otras dimensiones
del espacio?
¿Y por qué no había de esperarse que finalmente seamos capaces de detener o de acelerar el
movimiento por la dimensión del tiempo, o hasta de dar la vuelta y de viajar en el otro sentido?
El hombre no puede moverse libremente en el espacio. Podemos ir a la derecha y a la izquierda, adelante y atrás con bastante libertad. Nos movemos libremente en dos dimensiones. Pero en el arriba y abajo la gravitación nos limita.
El hombre es capaz de detener o acelerar su movimiento por la dimensión del tiempo , o hasta
de dar la vuelta y de viajar en otro sentido.
Pienso que una buena definición del psicoanálisis sería: estudio del espacio tiempo tal como
la entendía Wells
Concepto movimiento
Ya sabemos que hay dos espacios, dos movimientos, dos tiempos.
Yo he trabajado en un medio en el que se me han pedido todas las respuestas. He tenido que
ser especialista en neurociencias y en psicoanálisis.
Un día me di cuenta de que era una tarea imposible porque estaban sujetos a ritmos diferentes.
Pondría el ejemplo de un corredor al que se le dice que tiene que ser oro en cien metros y oro
en maratón. El corredor se acabará dando cuenta de lo imposible de la tarea porque existen
dos ritmos.
El concepto ritmo es fundamental si se quiere ser un buen profesional. El ritmo te lleva y además es placentero. Yo diría que el ritmo genera "adicción". Ya no sabrás salir de él. De ahí la
insensatez de pedirte que asumas ritmos diferentes. Fracasarás.
El ritmo nerocientífico es estímulo-respuesta. El ritmo psicoanalítico es estímulo-represiónrespuesta. Hemos añadido un nuevo elemento.
inconsciente y velocidad de la luz también comparten el concepto movimiento.
Sabemos que no podemos desplazarnos más de 300, 000 km por segundo.
Carl Sagan en su programa Cosmos lo expresa como un mandato divino: No superarás la velocidad de la luz.
Pondría el ejemplo de una carretera y sus carteles: prohibido pasar de 20, de 40, de 60 etc. Si
nos saltamos la prohibición nos matamos.
A través del inconsciente hemos introyectado la ley. Cuando la violamos nos sentimos culpables. Los sentimientos de culpa son el freno que no nos dejan superar la ley. Por eso nos asustan tanto las personalidades psicopáticas, porque no se sienten culpables y superan la ley,
poniendo en peligro su vida y la de los demás.
La pintura
He comenzado este artículo diciendo que el impresionismo representaba la cuarta dimensión.
La primera vez que leí la comparación impresionismo-psicoanálisis fue leyendo a Gregorio Marañon.
Marañon escribió un libro El Greco y Toledo (1956) donde realiza un estudio de las pinturas
de El Greco. Consideraba que los primeros psicoanalistas españoles fueron los místicos y El
Greco.
Este es un libro magnífico donde dirá que en los cuadros de El Greco estan representadas
todas las características que definen al psicoanálisis.
El proceso de creación de El Greco es, en realidad, como un esquema apasionante por su claridad, del problema bien conocido, de la creación genial.
La función que caracteriza al genio es la creación de formas desconocidas de lo que esta desde
el principio creado.
La creación de los genios se diferencia de la de los hombres vulgares en que lo creado por él
es algo inesperado y sorprendente.
La creación del hombre de genio está fuera de lo común y muchas veces contra lo común,
contra lo que se llama normal.
Que Doménico a Theotocópuli tuvo, él, nativamente, la llama y el aliento creador de los
grandes genios es a posteriori evidente. Llevaba dentro, desde que vio la luz en Creta, como
una semilla misteriosa, su mundo de hombres, de santos y de interpretaciones.
El Greco, aparte de sus aptitudes pictóricas, era, sin duda, un espíritu superior, complejo y
atormentado. Ha habido grandes pintores de genio puramente sensorial, sin que esto presuponga nada peyorativo, pues en lo sensorial se encierra un mundo psicológico y filosófico. El
prototipo genial de este pintor puro es Velazquez. Para el pintor puro, pintar es sólo pintar
bien y resolver todos los problemas de la técnica, pintar del mejor modo posible obras bellas,
sin otra trascendencia intelectual que el afán estético y los tópicos sociales que en cada época
constituyen una preocupación y son, por lo tanto, temas habituales del artista.
Frente al pintor puro está el pintor o el artista trascendente cuyo arte está acendrado de interna inquietud. Pinta este, y quiere pintar bien, pero para decir algo de su alma a través de
su pintura.
El Greco fue uno de estos espiritualistas influidos por "el clima del siglo", que alcanzó también
a otros ambientes semejantes al español. La población de Creta, donde nació el Greco, se
parecía a la de muchas ciudades de España en la situación propicia a las pasiones místicas, por
influencia ancestral y por la diversidad de razas. Era la hermosa isla en parte bizantina, en
parte sarracena y en parte judía. El Greco, de familia tal vez procedente del Peloponeso o de
las islas Cícladas , nació y vivió en sus primeros años en Creta, educado por los monjes Candiotas de Santa Catalina, donde " no solamente se aprendía el arte de la pintura, sino también
la filosofía de la Grecia antigua y la teología del Bizancio cristiano".
Esta influencia recayó, sin duda, sobre un alma nativamente predispuesto a la vida interior. El
tiempo había de demostrarlo. Tenía la capacidad típicamente mística de crear metáforas y de
dar realidad a sus metáforas, de soñar y de transformar en imágenes sus sueños.
La mujer
La mujer, como es universal paradigma, es causa y motor de cuanto hacen los hombres; incluso de los hombres que han vivido ajenos a toda preocupación femenina; y quizá más en
estos que en los muy mujeriegos; porque la maliciosa pregunta de "quien es ella " nunca tiene
más realidad que cuando "ella" no existe. La mujer que no ha tenido nunca realidad se convierte en sueño o en fantasma y multiplica su tiranía.
Sabemos quién era esta mujer: doña Jerónima de las Cuevas. Fuera o no su esposa legítima,
es probable que la conociera en Toledo, de donde debía de ser, pues a los pocos meses de
llegar nació su hijo Jorge Manuel, el único que tuvo, en 1578. Dicen los eruditos que nada se
sabe de esta señora, fuera de su nombre. Pero algo se sabe, y esto es muy importante: que
fue la única mujer que aparece en la intimidad del Greco. Y cuando esto acaece en un hombre
de su complicación y de su genio es seguro que ella era también una mujer excepcional.
Yo creo firmemente que doña Jerónima de las Cuevas murió pronto, quién sabe si a poco de
su único parto o durante el, porque entonces la maternidad era fieramente homicida.
Una u otra suposición, la muerte o un forzado apartamiento, contribuirían a dar sentido a que
cesase, después de Jorge Manuel, la descendencia; al recogimiento que hacendró la vida interior del artista; a la ternura que le unió a su hijo único; y a la sublimación de la figura de la
madre ausente, repetido sin cesar en sus imágenes de mujer, y siempre con idéntica devoción
y representada en la misma edad; y, finalmente, a la religiosa fidelidad que guardó a Toledo,
donde floreció su única amor y donde acaso reposaban sus huesos o alentaba aún su espíritu
al otro lado de una reja.
El segundo aspecto del medio enigma de la mujer del gran pintor es su identificación en las
imágenes femeninas de sus lienzos. La gran aventura que es la vida de Doménico se sublima
con la realidad de que esta divina mujer, fragante y delicada, de elegancia externa, en cuyo
rostro se mezclan, con un cierto desdén irónico, una conciencia absoluta de su belleza y una
misteriosa atracción, hubiera sido la compañera del pintor y teólogo genial. Y puesto que es
obra del Greco, hemos de pensar que la dama de armiño fue la mujer a quien el pintor amó;
porque está pintada con idéntico celo y fruicción creadora con que el complicado Leonardo
pintó a la Gioconda, o el hasta entonces impasible Velazquez modeló, como en éstaxis, el
cuerpo de la Venus del espejo, o el tremendo Goya retrató, humedeciendo su pincel en pasión
a su Maja desnuda.
Esta mujer encandiló al espectador, pero porque primero encandiló al artista, sin sensualidad
directa y fugaz, sino con aquella otra alquitarada y sutil que penetra en el alma sin estremecer
la carne o que se queda allí por largo tiempo o para siempre. La imagen ya no se borró nunca
más del alma del Greco, que, como la de todos los místicos, tenía una poderosa capacidad
eidética, y gracias a ella repitió el retrato, de memoria, una y otra vez. Certeramente los rostros femeninos en el Greco son muy uniformes y característicos. Salvo retratos aislados casi
todos los rostros de mujeres que el Greco pintó tienen un próximo o lejano parecido a la dama
del armiño, y, como antes he dicho, casi todos detenidos en una época, la que marcó el dedo
de la muerte o de la separación. Si es la primera de las tres mujeres del hijo del Greco, Jorge
Manuel no cabe duda que, como tantas veces sucede, Jorge Manuel tenía las mismas preferencias sentimentales y físicas que su padre, porque la nuera se parece a doña Jerónima en
los luminosos ojos negros, en el óvalo de la cara, en la nariz, y sobre todo en el frescor de la
correcta boca, que debió de ser la gran atracción para el pintor, porque la reprodujo con expresión e invariable fruición. Aparte de que el Greco transformaba instintivamente todo rostro
de mujer que veía, en el que tenía clavado en el alma.
En los retratos pintados por los grandes maestros, el retrato es una suma del modelo y de las
normas estéticas del propio pintor.
Sobre todo en los que, como Theotocópuli, son fuertemente idénticos. Con las técnicas antropométricas que se usan en los gabinetes de policía, no habría, en la pintura del Greco, una
sola cabeza de mujer identificable a las demás, porque el hombre que las pintaba estaba en
perpetuo flujo y reflujo de su tempestad interior y porque el modelo era una sombra y, como
todas las sombras, se transformaba en cada aparición.
Pero el ojo empírico y sentimental del espectador no se equivoca, y ve siempre a la misma
mujer, modificada, de una a otra versión, por la magia del ensueño.
fase interpretativa de la pintura del Greco
Después del romanticismo, precisamente después, es cuando crece súbitamente la fama de
la pintura del Greco en el mundo intelectual, aunque todavía fuera muy discutido por propios
y extraños. Hay en el siglo XIX una corriente que era prolongación, hasta muy adelantada la
centuria, del espíritu del XVIII, con su fe en la ilustración y en las ciencias aplicadas y con sus
sentimentalismos llorones aunque llenos de humanitaria nobleza. Sus hombres, imbuidos en
este espíritu conocían y admiraban la pintura del Cretense, pero seguían sin poder comprenderla. Citaremos entre ellos como muy representativos, a tres grandes escritores: a Justi,
docto y miope- son cualidades con frecuencia compatibles- a Havellock Ellis, inteligente pero
estancado en una psicología prefreudiana, y por eso se le escapaba lo que el Greco significó
en la expresión del pensamiento y, por fin, con harto sentimiento mío, a Galdós, cuyas primeras visitas a Toledo, en plena juventud y muy trabajado en sus gustos por un atroz academicismo, hicieron ver un Greco "en que los terribles efectos de una enajenación mental oscurecieron las prendas de un Tiziano o un Rubéns".
Por ventura, paralelamente a esta actitud de incomprensión, surge, en el siglo XIX, la actitud
entusiasta que se prolonga hasta nosotros y que coincide, una vez más, con un estado difuso
del medio intelectual, con un nuevo "espíritu de siglo". Parte esencial de este espíritu de siglo
es la evolución de las ideas estéticas en un sentido de innovación y de libertad. Un critico
moderno dice acertadamente que " para que nosotros hayamos podido comprender al Greco
ha sido necesario que hayamos pasado por todos los movimientos del arte moderno desde
Delacroix a Cezanne, pasando por Monet y los impresionistas hasta Van Gogh y Lautrec"; pero
yo añadiría que ha sido, sobre todo, preciso que pasemos por el afán interpretativo del art
que se desprende de los nuevos puntos de vista psicológicos, del conocimiento de la personalidad profunda, del cual Freud y los psicoanalistas son una consecuencia y no la causa, pero
una consecuencia ilustre y representativa.
Quiero decir, en suma, que el gran auge actual de la pintura de Theotocópuli no depende de
la muda admiración del valor estético de su pintura, sino del afán interpretativo de los problemas psicológicos que el pintor intentó explicar en sus lienzos. No importa que muchos comentadores exageren o creen en este camino problemas colaterales a la pintura, porque el privilegio de los genios no es tanto su propia inversión como su capacidad de sugerir invenciones
nuevas, sean exactas o arbitrarias. No puede llamarse un genio auténtico al que carece de esta
propiedad que podría llamarse "catalítica" sobre la mente de los demás.
Esta disgresión histórica era necesaria para separar dos cosas que suelen confundirse, a saber:
la reputación que logro el Greco entre los críticos y los doctos y la que tuvo, entonces y después, en el pueblo, que no sabe de arte, sino que juzga las creaciones artísticas directamente,
según le emocionen o no. Y es del todo cierto que este pintor que admiraron desde el principio
algunos intelectuales, más por simpatía estética que por valoración exacta de su pintura, pero
que ha tardado casi tres siglos en ser comprendido totalmente, fue, desde que sus obras salieron del tal
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