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Elogio al delirio.

Autor/autores: Martín Correa Urquiza
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Psiquiatría general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En este trabajo se analiza la dimensión terapéutica, en el contexto de un hospital neuropsiquiátrico, de una radioemisora que trabaja sobre la revalorización del discurso del interno como eje de su reinclusión en una red social específica y posteriormente, en el entramado social global. La Colifata, la primer radiodifusora en emitir desde un hospicio, funciona de alguna manera desestimando el absolutismo pretendido por el llamado paradigma biomédico.

La labor terapéutica vista aquí como proceso y fin en simultáneo, ya no está centrada en el individuo como ser exclusivamente biológico sino en los aspectos sociales que determinan su conducta o su situación psicofísica. Podría decirse que La Colifata trabaja poniendo a prueba permanentemente una perspectiva antropológica de la esquizofrenia. Lo hace poniendo el ojo en planteos durkheimianos de valorización del contexto, del espacio social y de la red como determinantes de la situación específica del individuo y en definitiva de sus relaciones con el colectivo en el que está inmerso.

Palabras clave: Antropología de la esquizofrenia, Comunicación, Delirio, Integración, Red social, Reinclusión, Revalorización


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Elogio al delirio.

Martín Correa Urquiza.

Universidad Autónoma de Barcelona

PALABRAS CLAVE: delirio, Revalorización, Reinclusión, comunicación, red social, antropología de la esquizofrenia, Integración.

 

Resumen

En este trabajo se analiza la dimensión terapéutica, en el contexto de un hospital neuropsiquiátrico, de una radioemisora que trabaja sobre la revalorización del discurso del interno como eje de su reinclusión en una red social específica y posteriormente, en el entramado social global. La Colifata, la primer radiodifusora en emitir desde un hospicio, funciona de alguna manera desestimando el absolutismo pretendido por el llamado paradigma biomédico.

La labor terapéutica vista aquí como proceso y fin en simultáneo, ya no está centrada en el individuo como ser exclusivamente biológico sino en los aspectos sociales que determinan su conducta o su situación psicofísica. Podría decirse que La Colifata trabaja poniendo a prueba permanentemente una perspectiva antropológica de la esquizofrenia. Lo hace poniendo el ojo en planteos durkheimianos de valorización del contexto, del espacio social y de la red como determinantes de la situación específica del individuo y en definitiva de sus relaciones con el colectivo en el que está inmerso.



Introducción

El presente trabajo es en parte el resultado de una investigación realizada durante dos años en la comunidad neuropsiquiatrica del hospital José T. Borda en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Más precisamente pude llevarlo adelante gracias a mi participación como voluntario en la Radiodifusora LT 22 La Colifata, primera radio en el mundo en transmitir desde una institución manicomial. Cabe aclarar que el análisis primero, del funcionamiento y desarrollo de la radio y de sus funciones a nivel de lo terapéutico como medio centrado en nociones comunitarias, fue realizado fundamentalmente desde la perspectiva de las teorías de la comunicación y la teoría sistémica.

En estos últimos meses y a raíz de mi participación en el doctorado en antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona, he decidido actualizar y modificar, aunque no la tesis básica, sí algunas formas de acceso a las explicaciones teóricas de aquel trabajo inicial. Creo formalmente que la perspectiva antropológica en el ámbito de la esquizofrenia y sus problemáticas adyacentes, es sumamente enriquecedora. A mi entender, el desarrollo del trabajo realizado por la radio en la institución, está de alguna manera absolutamente sumergido en esta perspectiva que centra el interés en la importancia del contexto para la aparición, desarrollo, manutención o desaparición relativa de los llamados “trastornos mentales”.


Mapa de situación

A mediados del año 2000, a través de una legislación amparada en criterios de la OMS (Organización Mundial de la Salud) en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, se puso en marcha un programa denominado como de desmanicomialización que pretendía transformarse en ejemplo a seguir para las demás regiones del país. Sin embargo, salvo en el caso de las provincias de Río Negro y San Luis que ya habían iniciado este programa con anterioridad y de forma independiente al centralismo porteño, hasta hoy los movimientos en este sentido han sido prácticamente nulos. Y más se comprende esta situación si tenemos en cuenta la actual crisis económica de los países latinoamericanos, ahogados entre otras cosas por los perversos mecanismos de pago de intereses de la deuda externa, las presiones de los organismos económicos internacionales y una endémica clase política cruzada por distintos tipos y niveles de corrupción.

Es innegable que la situación económico-social de un país determina el estado de su salud como comunidad y la de los individuos que la componen, (Martínez:1998) y plantea prioridades sociales, dentro de las cuales los hospitales neuropsiquiátricos no se encuentran precisamente en los primeros puestos. A partir de esto el proceso de desmanicomialización, que tenía previsto como paso previo fundamental la creación de los llamados dispositivos alternativos a la internación que permitirían a los “afligidos” una contención paralela a la familiar, no ha sido desarrollado ni en su más mínimo grado.

Es sabido que el impulso a los tratamientos ambulatorios, siguiendo las pautas del movimiento iniciado por Basaglia en Italia, si bien podría considerarse terapéuticamente positivo, no puede llevarse adelante sin una ley que al mismo tiempo asegure cuestiones tales como un seguro de salud, un salario mínimo y una red de contención correcta y eficientemente organizada. La carencia absoluta de los medios económicos para llevar adelante este proceso repercute en definitiva sobre la salud de los pacientes. Lo hace sobre sus posibilidades de obtener tratamientos alternativos y sobre el crecimiento de las dificultades a la hora de intentar la integración social, lo que al mismo tiempo genera el desarrollo cada vez más frecuentes de fenómenos de cronicidad. Este es el caso de gran parte de los países latinoamericanos, y es el caso de la Argentina al momento.

Por lo tanto a partir del punto en el que los pretendidos “talleres protegidos”, “casas de medio camino” y otras instancias que tendrían como objetivo la asistencia y reincersión social de los pacientes neuropsiquiátricos una vez fuera de la institución, no han sido llevados adelante, los llamados manicomios mantienen su funcionamiento tal y como lo han venido haciendo desde siempre. El hospital José T. Borda es el más importante en su tipo, por número de pacientes e historia. Es al mismo tiempo el centro de nuestro trabajo.


El Borda y la radio

El hospital neuropsiquiátrico José T. Borda se creo en 1863 siguiendo las pautas de los modelos manicomiales de la época. En los ´50 del siglo XX fue objeto de una remodelación general y adoptó entonces, estética y físicamente, fuertes connotaciones carcelarias. La reconstrucción tuvo lugar en pleno gobierno del General Juan Domingo Perón (1) cuyas mayores pretensiones arquitectónicas estaban vinculadas a la uniformidad y “funcionalidad” del estilo de edificación militar: bloques rectangulares interconectados entre sí, con un gran patio central. Casi un panóptico como el descripto por Foucault al hablar de Bentham. En la actualidad es un hospital sólo para hombres en el que malviven unos 1300 pacientes aproximadamente. Existe un centro de mujeres, el Moyano, a pocos metros del Borda.

Cada sábado, dentro del hospital, precisamente en uno de los patios centrales, los internos (2) desarrollan como actividad extra a la institución, la elaboración y emisión de un único y gran programa radiofónico. El mismo surge de la que según confirmó Isaac Levov, presidente de la Organización Panamericana de la Salud en 1994, fue la primera radiodifusora del mundo en transmitir desde un hospital neuropsiquiátrico. La emisora LT 22 La Colifata es producida y llevada adelante íntegramente por los “pacientes” de la institución coordinados por una serie de voluntarios, psicólogos, antropólogos, estudiantes y personas que llegan a título individual para colaborar en el trabajo.

La hipótesis que planteo en este caso es que la radio lleva adelante una labor terapéutica a partir de la reconstrucción de la red social de los internos y de la revalorización del discurso individual sin importar las particularidades del mismo, que en gran medida es mucho más efectiva que la llevada a cabo por la institución manicomial y sus mecanismos. El hecho de que La Colifata ubique el eje de su trabajo en la legitimación del delirio y del discurso en general, plantea la relación entre internos y la sociedad en general como un vínculo entre iguales, lo que a su vez termina repercutiendo positivamente sobre la reconstrucción identitaria y personal (como persona) de los internos. Los mismos internos que al ingresar al hospital lo hicieron simultáneamente a un proceso justamente de despersonalización y pérdida gradual de identidad.

Para la institución cada individuo es sólo un número sin nombre, un número a medicar para paliar el posible “brote” visto siempre como una amenaza terminal. “Aquí estamos para pasar el tiempo neutralizados mientras nos dedicamos a morir” me explicaba una vez un paciente, y esto puede tomarse como el paradigma de la dinámica interna de un neuropsiquiátrico en estos rincones del mundo.


El concepto de “embodyment” (Martínez:1998), según el cual la economía política afecta sobre el cuerpo física y psíquicamente, podría ser también utilizado en este caso. La cronicidad y el estado abúlico de la mayoría de los pacientes del Borda puede ser resultado en definitiva de la mecánica existente en el mismo hospital. Allí son “cuerpos errantes” sin mayores requisitos que transformarse de tanto en tanto en foco de descarga de las políticas internas de neutralización.

Así, trayendo a colación teorías como la de la “Fenomenología de la Percepción” (Merleau Ponty: 1981) podemos ver que las formas a través de las cuales se percibe el entorno determinan el estado y la actitud individual para con ese entorno. Los pacientes “perciben” y se constituyen de alguna manera como influenciados por el estado del hospital. Así; su actitud, dentro de una institución que plantea el abandono generalizado como regla de lo normal, es de total y absoluto abandono. Con todo, a mi entender, La Colifata en cierta forma rescata identidades de ese suelo de la desmemoria, rescata personas de su alienación tantas veces irrevocable.


Como nació La Colifata

Hacia 1971 Alfredo Moffat, psicólogo social de Buenos Aires, creó la “Peña Carlos Gardel”, un espacio de encuentros semanales dentro del hospital Borda. En ese contexto se realizaban una serie de talleres y actividades recreativas en general con la participación de una veintena de personas del “afuera”, independientes de la institución, y de aquellos pacientes internados que tenían el deseo de formar parte. Esta “peña”(3) se articulaba sobre dos pilares que aún hoy siguen vigentes en La Colifata:

A) La reconstrucción de los vínculos ha de hacerse a través del afecto, del encuentro entre seres humanos, de la revalorización de la persona por sobre la patología.

B) Las técnicas de terapia comunitaria grupal deberán ser montadas sobre el rescate de las formas populares de interacción social, proyecto de vida e identidad cultural.

Dos años después de su puesta en funcionamiento, la “peña” fue interrumpida por razones políticas, para volver a abrirse en 1984 con el advenimiento de la democracia bajo el nombre de “Cooperanza”. Este movimiento mantuvo los pilares fundamentales de su precursor y orientó sus intenciones hacia la producción de talleres centrados en cuestiones tales como la pintura, la cerámica, la literatura, el debate abierto, etc. De a poco “Cooperanza” se fue transformando en una comunidad terapéutica, autogestiva y alternativa al modelo manicomial que funcionaba dentro de la institución, estaba formada por todo tipo de personas y abierta a la participación del público en general.

En ese contexto y como resultado de un taller de conversaciones anecdóticas y reflexiones sobre las vivencias de los internos dentro del hospital, nació hacia 1991 La Colifata. Fue a raíz de que ese taller en un momento determinado comenzó a ser grabado en cintas de audio por su coordinador y mentor principal, Alfredo Olivera. Este hecho le daría el puntapié inicial al proyecto radial.

En julio de ese mismo año, Olivera fue invitado como participante de “Cooperanza” a formar parte de un programa radiofónico especial dedicado a la “locura” en la emisora comunitaria S. O. S. del barrio de San Andrés en Buenos Aires. A partir de esto, él contrapropuso la idea de que las reflexiones sobre esta problemática las hiciesen las mismas personas que la padecen. Y así, se propuso el tema en el taller del Borda y se realizaron las grabaciones que más tarde fueron emitidas en la radio abierta de San Andrés. El programa tuvo un éxito tan grande que surgió la idea de mantener semanalmente una “columna” del Borda.


Con el tiempo y ante la excelente recepción del fenómeno por parte del público, se planteó entre los participantes del taller la necesidad de otorgarle un nombre a la “columna del Borda”. Así surgió, de los mismos “pacientes” la idea de comenzar a estructurarse como una radio en sí misma, con programación autónoma y propia. Votación de por medio surgió la denominación de “LT 22 La Colifata”. “Colifa” significa “loco” en el argot local y el 22 es el número del “loco” en la lotería nacional.

De a poco y gracias a la continua repercusión que tenían las emisiones en aquella radio comunitaria de San Andrés, las grabaciones que tenían lugar los días sábados en el interior del hospital, comenzaron a ser requeridas por varias de las principales radiodifusoras del país. Periodistas y locutores de renombre comenzaron a tener un micro programa dentro de los suyos, dedicado a La Colifata. El impacto mediático sobre el “afuera” fue inesperado y la radio pasó de ser sólo un micro, a transformarse en una emisora con equipo propio (donado por oyentes) que transmitía para todo el Borda y los alrededores, aunque sin descuidar su tarea de grabación para las radios del “afuera” que seguían creciendo en número a pasos de gigante.

 

Actualmente La Colifata desarrolla una tarea integral en diversos ámbitos vinculados a lo socio-comunicacional que apuntan a labores terapéuticas en distintos grados para con los internos. En primer lugar, la radio se posiciona desde dos objetivos fundamentales:

a) Trabajar por la reincorporación de los internos como sujetos a nivel social y en la recuperación identitaria de cada uno, a partir de la generación de espacios de integración, de la valorización del discurso individual aunque no sea mas que un par de gestos imprecisos, y de la inclusión del delirio como discurso válido contraponiéndose a los métodos psquiátricos que suelen combatirlo. De muchas maneras, a través de la radio, los internos vuelven a sentirse valorados como personas. Es decir que en La Colifata se busca por sobre todas las cosas la “personalización” a partir de la valorización de la palabra y de la creación de instancias de participación social de los internos.

b) Por otro lado, la radio intenta a través de su trabajo permanente al interior del hospital y de la interacción con el “afuera”, desmitificar los preconceptos y prejuicios establecidos socialmente en relación a las personas con algún tipo de trastorno mental severo (TMS) llamados “locos”. Se buscan quebrar las barreras de resistencia que existen a nivel de lo social con respecto a la “locura”, generadas por el desconocimiento y el miedo, que a su vez y en última instancia legitiman la existencia de las instituciones manicomiales de tipo asilar. El hecho de desestimar esas barreras intenta lograr una mayor integración y retroalimentación de experiencias entre el “adentro” y el “afuera”.

A partir de esto fueron diseñandose una estructura y unas formas de trabajo que tienen por objetivo incentivar y llevar adelante esas mismas pautas establecidas.


La estructura y el funcionamiento

La Colifata pone el acento sobre la inclusión del discurso individual del interno; tanto da que se trate de un delirio inconexo como que sea una impecable formación retórica con sentido “oficial” vinculada a un tema específico. Ambos casos se entrelazan, se sostienen e impulsan permanentemente en el espacio de la radio. Esta inserción tiene lugar a diferentes niveles y a través de distintas técnicas puestas en práctica antes, durante y después de la emisión de los programas. Veamos cuales son esas técnicas de inclusión que no apuntan a más que a poner en marcha las formas de participación social por parte de los internos.

1-Salidas al aire dentro del hospital y alrededores

Cada sábado entre las 14 hs. y las 17 hs. funciona en el hospital Borda la radio La Colifata. A esas horas los internos descienden de sus habitaciones y junto a los coordinadores y colaboradores diseñan el espacio. Se colocan las mesas, se conecta el transmisor de 4 wats a la antena, se prepara el retorno y se pone a punto todo lo necesario para salir al aire hacia los alrededores del hospital y efectuar al mismo tiempo las grabaciones. En este ámbito se dan dos metodologías específicas y fundamentales que se alternan permanentemente a lo largo del día. Por un lado se diseña una grilla de programación, en donde cada uno de los internos debe ir inscribiéndose para exponer lo que haya preparado durante la semana o lo que quiera improvisar en el momento. Existen espacios fijos como el de “Enrique” que canta un bolero al inicio de cada programa o el de “José María” que cuenta sus sonetos en voz alta, o el de “Luis Alberto” que plantea sus análisis sobre la sociopolítica actual o el de “Ramón” que plantea su programa de tintes folcklóricos, etc. Pero también hay espacios de improvisación absoluta en los que está contemplada la intención, no programada, de participar.

Esto funciona como catalizador de deseos repentinos de algunos internos que no se han inscripto en la grilla, la cual precisamente pretender establecer criterios de orden en pleno caos. Sin embargo, todo es flexible.

Al mismo tiempo, en algún momento de la tarde se articula un espacio para el debate grupal que también es emitido y grabado. Se improvisa una mesa redonda para incentivar la comunicación interpersonal, para generar lazos de unión entre los participantes y para dejar abierto un contexto en el que tienen cabida todo tipo de cuestiones. Pueden surgir denuncias contra la institución, denuncias sobre malos tratos o discusiones sobre la realidad nacional, mundial, sobre la historia del país, etc. Es una mesa para el debate abierto y un momento para la pluriparticipación, pues incluso aquellas personas que no proponen un programa unitario durante la primera parte, encuentran aquí la posibilidad de decir lo que crean necesario. Todo discurso es válido. Todo comentario, mientras no implique agresividad entre ellos mismos, es tomado como verdad en ese contexto y por lo tanto, aplaudido, incentivado y contenido por todo el grupo. Eso se ha instalado ya como dinámica constante, por eso cuando hay un nuevo participante siempre se lo “sostiene” anímicamente a través del agradecimiento por sus palabras y la interpretación metafórica o real en tanto discurso subjetivo en un contexto específico.

2- La Agencia de Noticias

Paralelamente a las salidas al aire, los sábados existe lo que se ha dado en llamar “Agencia de noticias”. Básicamente consiste en el registro escrito por parte de alguno de los colaboradores “externos” de todos los comentarios, denuncias, cuentos o cualquier frase de los “pacientes”. Casi al final de cada jornada se exponen al micrófono las noticias de la agencia bajo un titular vinculador. De esta manera se integra a las personas que no participan por razones individuales y que están caminando, girando, estando, en los alrededores de la radio durante la emisión.


3- El multimedio colifato

Es el nombre que se le asigna al “corpus” de escritos generados en o para el espacio de La Colifata por los internos. Aquí se plantean aquellas cuestiones que no salen al aire durante la programación pues requieren de una instancia de mayor elaboración generada a través de la reflexión y la escritura. Más tarde, ese material se recopila, se clasifica por grandes temas y se publica en diferentes medios gráficos de Buenos Aires y el interior del país. Existen, por convenio y por expresa solicitud de los medios, espacios reservados, columnas semanales, en algunos periódicos barriales que son exclusivos de La Colifata.

4- Los corresponsales internos

Estas son unas de las figuras más interesantes dentro de la radio, sobre todo por la intención de hacer participar a la mayor cantidad de personas del hospital en el proyecto general. Los corresponsales internos son algunos de los propios pacientes que se autoeligen y salen, grabador en mano, a recorrer los inmensos pasillos de la institución recopilando comentarios, informaciones generales o buscando opiniones sobre un tema específico que se este tratando en la radio. De esta manera se cumple una doble función, el acercamiento de todos los internos a la radio y el acercamiento de la radio a todos los internos. Las entrevistas son emitidas al aire en algún momento de la programación.

5- Los corresponsales externos

La misma tarea realizada por los corresponsales en el interior del hospicio, es trasladada, con el permiso de la institución (que generalmente es muy difícil de conseguir) hacia el “afuera”. La propuesta es salir a la calle a hablar con la gente a partir de una temática específica vinculada a la locura desde la posición de corresponsales de La Colifata. Poco a poco los corresponsales se fueron orientando hacia fenómenos sociales de mayor envergadura y actualmente “cubren” como periodistas aquellos acontecimientos del “afuera” que puedan tener alguna conexión con el tema del encierro, la locura, etc. De esta manera no sólo los internos con permiso pueden acceder a un diálogo en prácticamente igualdad de condiciones con las personas del “afuera”, sino que los de “afuera” empiezan a escucharlos, a verlos como representantes de La Colifata perdiéndoles el miedo y animándose a la comunicación.

6- Las salidas al aire en las radios del “afuera”. El proyecto comunicaciónal de “radio sin antena”, una antigua limitación convertida en ventaja.

Lo que en cierta manera hizo que La Colifata se conociese a nivel nacional primero e internacional más tarde, fue una de sus metodologías de trabajo. Precisamente la de su inserción en distintos programas de las radios “comerciales” mayores y de las “comunitarias” menores de Buenos Aires y del interior del país. Esta técnica que fue impulsada entre otros por los mismos periodistas que demostraron un gran interés por el fenómeno, consiste en la inclusión de bloques de La Colifata (que surgen de las grabaciones de los sábados, editadas y mezcladas por los coordinadores para darles una mayor fuerza radiofónica) dentro de los programas de las principales radios del “afuera”. Estos bloques son fragmentos editados con criterios específicos según el medio hacia el que se dirija. Cada programa plantea políticas diferentes y una visión de la realidad individual y a partir de esto se hace una selección de la cualidad del material que se envía a cada uno.


Cada sábado se producen alrededor de 90 minutos de material grabado que junto a lo que surge de los corresponsales internos, externos y de la agencia, generan un “corpus” de información de gran interés. De ese material se generan bloques de 4 o 5 minutos que después se envían a las distintas emisoras. De allí la necesidad de seleccionar y editar antes de la distribución. El material seleccionado se articula con música que realza el contenido o el significado del mensaje. En muchos casos es música donada por oyentes o propuesta por los mismos internos.

7- Las salidas al aire en FM Latinoamericana

Tres años después de haber nacido, La Colifata fue invitada por la FM local Latinoamericana a realizar un programa unitario en vivo de una hora de duración. Así fue como se planteó la idea entre los internos, y un grupo de cuatro pacientes que rotan semanalmente se dirigen desde entonces todos los martes a las 17 hs hacia las instalaciones de la radio. Allí, bajo la coordinación de Olivera se explayan sobre temáticas más vinculadas a la actualidad, se leen e interpretan las noticias del periódico, o se realizan comentarios sobre los espectáculos, casos policiales, humor, etc. Es decir, se utiliza la inmediatez del espacio “en vivo” para dar lugar a la visión de los internos sobre el “afuera”.

Sin embargo lo más importante de los programas en vivo es la comunicación directa con los oyentes. A partir de llamadas, felicitaciones y comentarios por teléfono se generan lazos de unión e interacción mucho más sólidos entre ambas partes, y esto deriva en una participación activa de los internos en el entramado social cotidiano.

8- Los festivales

Los festivales son espacios por excelencia de interacción de los internos con un “afuera” que esta vez llega al hospital. Específicamente se trata de la organización de conciertos gratuitos dentro de la institución en los que participan grandes figuras del ámbito nacional que se brindan de forma gratuita. De esta manera se promociona en las principales radios y se plantea como único costo para la entrada un alimento no perecedero, yerba mate, cigarrillos o cintas para grabar. Las fiestas son un espacio de encuentro entre los que están a ambos lados del muro y donde sobre todo se intensifican los lazos de unión y se generan espacios para que los internos participen activamente del juego social entremezclándose con el resto de la sociedad.


El feed back, uno de los mayores logros

Otra de las instancias fundamentales es la vuelta del material emitido, a la radio del Borda. El feed back es la respuesta de los oyentes a los micro programas emitidos por todo el país que fueron grabadas por las distintas radios, para posteriormente ser emitidas en La Colifata para los internos el mismo día sábado. Así, la radio rescata la dimensión básica de la comunicación como generadora de relaciones humanas, de interacciones socioculturales.

Este feed back se articula de diferentes maneras: por un lado, cada salida al aire de La Colifata en otras radios es grabada y devuelta al espacio del Borda enriquecida ahora por los comentarios de los locutores y las preguntas, inquietudes y felicitaciones de los oyentes en general. De esta manera los internos “toman consciencia” de que su trabajo tiene una relativa repercusión, de que existe alguien al otro lado que está dispuesto a escuchar. Esta radio plantea así a la comunicación como una relación en sí misma. Es decir, a partir del sesgo comunicativo que en términos generales sufren los internos, el espacio de la emisora no sólo genera una comunicación más fluida y respetuosa entre los mismos internos, sino que provoca la articulación de sus repersonalizaciones individuales a través de la participación en el juego social y a partir del contacto con el “afuera” que se gesta sobre las mismas bases de respeto e interés mutuo.

La identidad de las personas se articula a través de las relaciones y los procesos sociales; por eso la radio, al generar tanto contacto entre internos y entre ellos y el “afuera”, al promover la inclusión en la sociedad del discurso del “loco”, permite esa repersonalización, reidentificación constante por parte de los pacientes.

 

Reflexiones y conclusiones

Para analizar el funcionamiento de La Colifata y sus implicancias tanto dentro como fuera del hospital, creo interesante echar mano primero de la llamada teoría Sistémica. Así podemos partir de la base de que es necesario “. . . investigar el organismo como un todo, pues este constituye un sistema de elementos que interactúan dinámicamente, lo que a su vez indica que el comportamiento del sistema no puede ser descripto mediante una simple suma de conductas de sus partes, investigadas aisladamente” ( Von Bertalanffy:1980).

La radio es un todo, un sistema que se articula como organismo de interacción consigo mismo, entre sus partes y con el “afuera”. Aquí los participantes forman una estructura que los contiene, les da espacio a sus discursos y los alienta a traspasar con su voz las paredes del hospital e interconectarse con ese “afuera”. La Colifata es de alguna manera un organismo perfecto, donde se legitima y valora constantemente la “personalidad” (en el sentido de ser persona), la identidad y la palabra de cada interno a partir de la permanente interacción. Ellos sienten a la radio como su espacio propio, incluso algunos lo sienten como su familia. Todos tenemos la capacidad legítima de la expresión y por lo tanto todos deberían tener la posibilidad de gritar su verdad.

Al introducir un espacio para esto, La Colifata plantea una labor terapéutica que va mucho más allá del tratamiento psiquiátrico, una labor centrada en la revalorización del otro como persona, como individuo con discurso propio y válido. Esto sucede, mientras al mismo tiempo la constante interacción genera en el “afuera” un proceso de naturalización con respecto a la “locura”. Se desendemoniza la figura del “loco” para transformarse en una persona que sólo posee un discurso “distinto”, “quizás metafórico” pero quizás “interesante” en sí mismo. La sociedad empieza a escuchar a los internos, a apoyarlos y contenerlos en ese proceso como prisioneros de un viaje eterno (Foucault: 1979). Los ve como detentadores de un nuevo tipo de verdad que debe ser leída y comprendida en ese contexto específico.
Pero vayamos también a la cuestión de las redes sociales, a la que aquí es interesante prestar atención: “Toda red posee cierta inercia, dice Carlos Sluzki, (Sluzki:1995) y sigue.

La enfermedad tiende a debilitar al enfermo y como consecuencia, el sujeto reduce su iniciativa de actividad de la red, lo que es, a la larga suficiente para reducir la participación de los otros, cosa que desvitaliza el intercambio interpersonal en una suerte de círculo vicioso”. Alrededor de los llamados enfermos mentales suele existir una gran tendencia a que se destruyan las redes sociales, lo que aísla y despersonaliza cada vez más al individuo. La Colifata de alguna manera reconstituye esa red social, destrozada para los internos a partir del momento de su ingreso al hospital. La construye sobre las bases del encuentro, las reflexiones conjuntas y la valorización permanente del discurso y la persona por sobre la patología.

Carlos Sluzki puede también ayudarnos a comprender aún más este punto cuando plantea que “las relaciones sociales contribuyen a dar sentido a la vida de sus miembros, es decir, favorecen la organización de la identidad a través de los ojos y las acciones de los otros, de lo que deriva la experiencia de que “estamos ahí para alguien” o “sirviendo para algo”, lo que a su vez otorga sentido a las prácticas de cuidado de salud, y en última instancia, a seguir viviendo. ” ( Sluzki: 1995). Los lazos que en cierta forma unen a todos los miembros de la radio contribuyen a otorgarle sentido a sus vidas.


Se ha llegado a hablar en varias ocasiones del suicidio “como una forma legítima de acabar con la angustia que provoca el encierro” y son ellos, durante los programas, que manifiestan que es “gracias a la radio que se “permiten” seguir viviendo, que pueden hacer nuevos amigos por que allí su palabra es tan importante como la de todos y que es gracias a la radio que pueden sentirse periodistas y servir a la sociedad mientras la sociedad les sirve a ellos. ”


Más desde la perspectiva antropológica

La Colifata funciona de alguna manera desestimando el absolutismo pretendido del llamado paradigma biomédico. La labor terapéutica vista como proceso y fin en simultáneo, aquí ya no está centrada en el individuo como ser exclusivamente biológico sino en los aspectos sociales que determinan su conducta o su situación psicofísica. Podría decirse que La Colifata trabaja poniendo a prueba permanentemente conceptos antropológicos. Lo hace poniendo el ojo en una perspectiva durkhemiana de revalorización del contexto, del espacio social y de la red como determinantes de la situación específica del individuo y del colectivo.

Incluso la función “colifatiana” puede analizarse desde el más puro materialismo histórico: “las condiciones materiales de la existencia definen al individuo” diría Marx, y en nuestro caso, las condiciones materiales de existencia, las que brinda el “calor” de La Colifata y sus tareas cotidianas, influye positivamente sobre el proceso terapéutico de los internos del Borda. Según ellos mismos, La Colifata hace más por los “afligidos” que la misma institución.

Por otro lado, entonces, es interesante observar como de alguna manera es también “gracias” a las formas de acción y concepción de la enfermedad mental por parte del hospital Borda, que La Colifata obtiene su espacio de “discurso alternativo”. Es decir, mientras la institución lleva adelante prácticas en psiquiatría que parecen seguir ese paradigma centrado en la noción del “vacilo” como multigenerador de la enfermedad (Martínez:1998) y se sube en volandas de las pautas biomédicas de posguerra que resurgieron con el neokraepelianismo; mientras las normas institucionales se plantean desde una definición biológica de la aflicción, negando la función de la cultura y lo social en su desarrollo, la Colifata hace hincapié justamente sobre lo contrario. La “locura” para el hospital sería principalmente el resultado de un proceso “natural”, azaroso o sin causas aparentes.

Esta forma de pararse frente a la enfermedad propone una relación de dependencia absoluta por parte del paciente con el saber médico, sobre todo a partir de la incorporación colectiva de la idea de que uno como individuo nada puede hacer frente al desarrollo biológico al interior del cuerpo de la enfermedad. Sólo es juridicción de los médicos como entidades inalcanzables e inigualables “detentoras” del “saber absoluto”. Así, al quitarle peso a lo social como posible causante, se percibe sobre todo una pretención por mantener a salvo lo que podríamos denominar brevemente como cuotas de poder. De esta manera, mientras médicos y psiquiatras se posicionan desde el lugar del saber, no están “abiertos” o “predispuestos” para acercarse al “paciente” y a su historia como persona, planteando así una barrera insalvable para con él. Sin embargo, el interno es antes que todo individuo que percibe, y como tal percibe los juegos de poder, los roles que se gestan en una conversación con el psiquiatra.

Permanentemente los participantes de la Colifata planteaban que “la visita al psiquiatra ( una vez al mes ) les generaba angustia y les hacía retroceder cien pasos en el desarrollo de sus procesos de curación”. Esa angustia estaba vinculada sobre todo al hecho de que el psiquiatra es quien más hace por reposicionar permanentemente al “loco” en su espacio del “no saber”, y de la enfermedad como una condición que estaría incluso por encima de la persona. De esa manera se define perfectamente la “naturaleza” del paradigma biomédico que rodea a la psiquiatría actual en algunos países. Es el caso de la valoración del signo contra la valoración del síntoma como discurso subjetivo del paciente planteado por Ángel Martínez (Martínez: 1998 ).


Así; como la antropología puede trabajar con el saber del otro, posicionándose desde el lugar del no saber y poniendo en práctica una perspectiva epistemológica que cambia las maneras de acercarse al paciente (Martínez: 1998), La Colifata en el entorno del Borda actúa precisamente desde esa concepción, escuchando, revalorizando el discurso del otro por sobre la enfermedad, valorando el mismo hecho de la libre expresión de la palabra propia como generador de una circunstancia de recuperación identitaria en el seno del entramado social general. Al promover la participación del interno en un acto de dimensiones sociales como lo es el de la radio, el mismo acto de la escucha se transforma en el eje de una nueva dimensión terapéutica. La escucha valoriza al orador, lo sube a un estrado simbólico en el que se le devuelven sus atributos de persona, individuo, se reconstruye identitariamente como ser humano y como eje de un determinado discurso válido en sí mismo y por lo tanto válido en tanto tal.

La fenomenología nos viene al dedillo nuevamente en este caso. La fenomenología plantea la “validez” (como verdad) de la interpretación del mundo y en definitiva la del “macro” discurso individual como resultado de un ser en sí mismo en relación con el individuo y el contexto que lo plantea. Si es válido para alguien, desde y hacia ese alguien, la validez es irrefutable en ese espacio y aspecto. “No existe la verdad objetiva platoniana, define Ponty, todas son verdades subjetivas que juegan a establecer niveles de consenso”.

La Colifata de alguna manera retoma estos conceptos y pone en práctica una dinámica constante de relativización de la verdad en tanto verdad pretendidamente objetiva, para dar paso a la valoración como verdad en un cierto contexto y bajo ciertas circunstancias, del “discurso” generado desde el sitio de la “enfermedad mental”. Esto termina repercutiendo positivamente a niveles terapéuticos sobre la personas internadas en el hospital Borda. Así, lo relativo se acaba al chocar con el cuerpo “afligido” y por eso es necesario que la palabra de los internos sea interpretada como “verdad” en sí misma, más allá de si es verdad para la cultura oficial.

Es todo cuestión de perspectivas, pero ese todo relativo se acaba cuando se vuelve necesario entre otras cosas, el rescate de aquellos individuos que por una u otra razón se han ido perdiendo entre las islas flotantes y desarraigadas del interminable entramado social. Todo es relativo, salvo la muerte o el cuerpo doliente.

 


Bibliografía

ALFARO, Rosa María, 1992, “Una comunicación para otro desarrollo”. Buenos Aires.
BASAGLIA, Franco, “La institución en la picota”. Buenos Aires.
BASAGLIA, Franco, “Razón, Locura y Sociedad”. Buenos Aires.
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DE ROTERDAM, Erasmo, 1975, “Elogio a la locura”. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
FOUCAULT, Michel, 1979, “Historia de la locura en la época clásica”. México: Fondo de Cultura Económica.
MARTÍNEZ HERNÁEZ, Angel, 1998, “Antropología versus psiquiatría: el síntoma y sus interpretaciones”. Barcelona.
MARTÍNEZ HERNÁEZ, Angel, “Has visto llorar a un cerezo”. Barcelona: Ed. Universidad de Barcelona.
MERLEAU PONTY, Maurice, 1981, “La fenomenología de la Percepción”. Barcelona: Ed. Gedisa.
SLUZKI, Carlos, 1995, “De como la red social afecta la salud del individuo y la salud del individuo afecta la red social”, En “Redes. El lenguaje de los vínculos”, Elina Dabas compiladora. Buenos Aires: Paidos-Ideas y perspectivas.
VON BERTALANFFY, Ludwig, 1980, “Perspectiva de la teoría General de Sistemas”. Madrid: Ed Alianza.


Notas

1- El general Perón fue el eje de un gobierno populista en la Argentina que dio lugar al llamado movimiento “peronista”. Gobernó entre 1945 y 1955 con algunos intentos posteriores, y puso en práctica entre otras cosas, una dinámica de construcción de edificios públicos con marcados tintes militares en cuanto a su funcionalidad y estética.

2- Cabe aclarar que utilizaré con más frecuencia está palabra sin connotaciones carcelarias sino más bien para hablar de aquellos individuos que efectivamente viven dentro del hospicio. La prefiero en este caso a la de “pacientes” pues considero que dentro de la institución los afligidos pasan a ser no- pacientes, números, “seres-nada”, sobre todo a partir de la casi ausencia de atención que reciben de parte del hospital y sus trabajadores. Sin embargo el término “paciente” lo utilizaré en algunos casos sólo que ubicándolo entre comillas por esa razón.

3- La palabra “peña” en este caso es utilizada como agrupación de personas en un espacio específico para con un fin común.

4- Este movimiento (Martinez: 1998) fue de alguna manera el responsable de volver a colocar como esencial la noción del signo, y de la creación de los muros neuroquímicos de paliación del delirio que reemplazarían en algunos países europeos a los tradicionales manicomios.

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