El tratamiento psicoanalítico de la anorexia plantea en primer orden la importancia del factor psíquico en la producción y sostenimiento de esta patología, así como en su remisión. El psicoanálisis, pensado como tratamiento, requiere un instrumento específico, que es el psicoanalista, su escucha.
Es decir, plantea que para que haya tratamiento psicoanalítico, tiene que haber psicoanalista, es decir, alguien formado en psicoanálisis, con todo lo que ello implica. Con este trabajo pretendemos una mirada sobre la formación de este profesional, aspecto crucial para poder pensar y hacer posible un tratamiento de la anorexia.
TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO DE LA ANOREXIA
Paola Duchên.
Psicoanalista. Psicóloga Clínica.
Hay enfermedades que sólo el psicoanálisis puede curar. Y no es que el psicoanálisis esté interesado en la cura, ya que la concibe como un beneficio secundario. Es que, después de Freud, no podemos pensar ningún acto humano sin participación inconsciente tanto en la producción de salud, como en la producción de la enfermedad. Sabemos también que no cualquiera puede enfermar de cualquier patología.
Por eso que la Interpretación Psicoanalítica (el tratamiento psicoanalítico) propone una nueva salud para el ciudadano en general y propone también una nueva y efectiva posibilidad para el tratamiento y curación de gran parte de las enfermedades que actualmente no encuentran el tratamiento apropiado, por no tomar en cuenta el concepto de inconsciente.
El término anorexia proviene del griego a/an (negación) y órexis (apetito, hambre, deseo). Se emplea este término para describir la falta de apetito o la inapetencia.
La mayoría de los manuales suelen distinguir la anorexia nerviosa de la anorexia como síntoma. Esta enfermedad se conoce desde la antigüedad. Ya en la Edad media se describieron casos. El médico inglés William Withy Gull la nombra por primera vez como “Anorexia Nerviosa” en una conferencia en Oxford y la describe como una enfermedad de orígen psíquico. Otro médico, Charles Lasègue, la estudia como anorexia histérica, para resaltar el origen psíquico de esta afección. A principio del siglo XX se la trata desde la endocrinología, y a partir de los años 30 se la encuadra dentro del tratamiento médico y farmacológico junto a la psicología y la psiquiatría.
Desde el psicoanálisis, distinguimos tres tipos de anorexia: una anorexia histérica, una anorexia paranoica y una anorexia depresiva.
- La anorexia histérica se puede ver por las frases que pronuncia la paciente: "No como porque me da asco", o "pensar en comida, me da ganas de vomitar". Sabemos que los vómitos son, en el alfabeto histérico, una manera de expresar la repugnancia moral.
- En la anorexia paranoica, subyace un temor paranoico al envenenamiento. "No como porque me quieren envenenar", o "la comida me sabe mal, creo que está en malas condiciones, pienso que me va a hacer daño, que me va a sentar mal…" Para el paranoico, las personas que le quieren causar daño, son justamente las amadas.
- En la anorexia depresiva, aparece un desinterés por toda la realidad exterior, que incluye a la comida. “No como porque no tengo ganas" "No me apetece comer" "Le he perdido el gusto a esto de la comida".
Aunque son todas frases respecto a la comida, no es ésta la que está en juego, sino la pulsión oral. En la anorexia decimos que hay una regresión a la fase oral de la libido. Sabemos que hay 4 fases por las que atraviesa todo ser humano en su desarrollo como sujeto: oral, anal, escópica e invocante.
Cuando comemos no gozamos del goce de la comida, sino del goce de la boca. La primera relación, con el pecho materno, es la primera fuente de comida para el bebé, o con el biberón. Incluso con su dedo pulgar que lo utiliza como chupete o cualquier objeto que lleve a su boca. No es el objeto, decíamos, es la boca.
Comer, para la escucha psicoanalítica, deja de ser el acto de alimentarse para pasar a ser un acto humano más desde donde el sujeto nos habla de su deseo.
Eso es lo interesante del psicoanálisis, como piensa la humanidad de cualquier sujeto. Cualquier acto humano tiene participación inconsciente, lo que convierte cualquier necesidad en una relación con la demanda y con el deseo.
Las pacientes anoréxicas suelen señalar que han tenido madres rechazantes respecto a la comida, lo que no quiere decir que toda madre con esta actitud produzca luego anoréxicas. Es desde la producción de la enfermedad que se puede ver esta situación.
La anorexia es el paradigma de la distinción del deseo y la necesidad. El niño, en su crecimiento se tiene que separar de la madre, tiene que separar la fábrica de leche del cuerpo de la madre, separarse del pecho de la madre. Y esto es algo a lo que se niega el sujeto que está en posición anoréxica.
El psicoanálisis hace posible esta operación. Operación, que por tratarse de un sujeto hablante es una operación de lenguaje. Una operación lógica y necesaria.
La anorexia pone al propio sujeto en posición de objeto perdido, donde el niño evoca su propia pérdida en sus relaciones de amor con sus padres. En esa relación, el niño enferma.
El niño depende totalmente de las palabras de sus padres. Vive en esas palabras. Por eso, aunque le pase al niño, hay que preguntarse también por el deseo de la madre, por las palabras que faltaron para que esa operación necesaria se hubiera llevado a cabo.
En psicoanálisis tratamiento y diagnóstico son simultáneos. Sólo después de comenzar un tratamiento psicoanalítico podemos saber de qué se trata.
Eso es lo que nos va a interesar como psicoanalistas, la posición del sujeto respecto a su propio deseo, posición que puede variar, depende de las frases que diga. Bajo la escucha analítica, el paciente podrá ir variando, poniendo en movimiento esas frases inamovibles que le condenaban a la enfermedad o al sufrimiento. El psicoanálisis moviliza cargas libidinales, permite esa movilización, ya que todo lo hacemos con pulsión.
Si el paciente no está en análisis, es decir bajo transferencia, no podemos saber qué es lo que le pasa.
Por eso que lo más importante de la clínica (del tratamiento de la anorexia o de cualquier afección psíquica o psicosomática), es la formación del psicoanalista. El psicoanalista es el medio de producción de la clínica.
En psicoanálisis se construye un nuevo sujeto, una nueva manera de gozar del lenguaje. El único aparato de goce es el lenguaje. Se goza con el lenguaje. Uno cree que es el cuerpo el que goza, pero es el lenguaje. El cuerpo en psicoanálisis es cuerpo significante. Por eso que se trata de operaciones lógicas del lenguaje.
La mayoría de los tratamientos de la anorexia son sintomáticos.
Una paciente anoréxica debe ser atendida desde el punto de vista médico. La nutrición correcta como la implementación de la corrección de las carencias alimenticias es necesaria. Pero el tratamiento psicoanalítico es imprescindible porque son los mecanismos inconscientes los que están en la base de la producción de la enfermedad.
La separación entre psique y soma es artificial. Cuerpo y psique en el ser humano son uno solo, tiene esa complejidad. Eso está en la escucha del psicoanalista.
Existen tres formas de falta de objeto: la castración, donde el objeto que falta es un objeto simbólico, y se produce la deuda simbólica, la frustración, que genera daño imaginario y la privación, que es una falta en lo real. Son tres categorías de la falta de objeto.
El complejo de Edipo es la articulación de toda la sexualidad. Deuda simbólica, daño imaginario, agujero real.
En el paciente psicosomático la fuente y el objeto están unidos.
La anorexia histérica se presenta como asco. La anorexia paranoica como temor a comer y la anorexia depresiva como inhibición a comer.
En la anorexia psicosomática no hay separación de fuente y objeto. No rechaza la actividad, no es negativismo, no es una inacción. Todo lo contrario, el juego pulsional está presente: come nada.
Está en juego la omnipotencia de la madre, la resistencia a esa omnipotencia, no es en la acción, en la actividad, sino en el objeto. No es no comer, es comer nada. Se alimenta de nada.
El primer objeto real es el pecho. Es un regreso a esa posición. Cuando el objeto real (pecho) sustituye la relación, se instala el objeto simbólico.
También se puede pensar como una venganza desde la posición edípica. Una venganza contra la posición que le tocó en el complejo de Edipo. La anorexia histérica no llega a ser una anorexia grave.
El paciente psicosomático no tolera pensar, todo lo resuelve por la vía somática.
La anorexia nerviosa no es en sí misma una enfermedad, podríamos decir que es un síntoma, es decir, un indicador, una señal de la existencia de una enfermedad. La anorexia no se puede reducir a una única entidad clínica.
A lo que habrá que prestar la escucha, es a la relación del paciente con su síntoma, es decir, a lo que el paciente dice del síntoma.
El problema de la anorexia no es la comida, a pesar de que se la encuadra dentro de los trastornos alimentarios. Y esta es una luz que permite ver la problemática bajo otra óptica desde donde se hace posible un tratamiento eficaz de la afección, por tomar en cuenta el concepto de inconsciente.
En todo caso, la posición de la anoréxica, la lleva a tener una particular relación con el acto de la comida.
Hay una regresión a la fase oral de la libido. Las relaciones con los demás, serán en términos oral-sádicos. En esta fase, el niño se come lo que ama, pero al hacerlo así, lo destruye. Los pacientes anoréxicos aman así apasionadamente, hasta la más extrema identificación con el objeto amado (se lo comen), para luego vomitarlo, cuando el otro muestra la más mínima diferencia con ellos.
Es característica de la anorexia nerviosa una alteración de la percepción del propio cuerpo. En psicoanálisis cuando hablamos de cuerpo, hablamos de cuerpo pulsional, cuerpo que se pone en juego en el análisis. no son más que un tratamiento sintomático. Se hace necesario un tratamiento profiláctico, psicoanalítico, el único capaz de modificar la posición del sujeto ante la castración del Otro.
Es condición del lenguaje que el ser humano no puede pronunciar nunca lo que le pasa, es una condición del funcionamiento inconsciente del psiquismo que cuando se dice: «esto es lo que me pasa», siempre se esté hablando de otra cosa. Por eso que no es suficiente la voluntad para modificar esa estructura.
En análisis se construye un nuevo sujeto, con nuevas maneras de relacionarse con el mundo, la sexualidad deja de estar confinada a la oralidad.
Un psicoanalista no es sólo aquel que está en una cadena de formación, sino aquel que da cuenta de ello, hablando y escribiendo, pues “escribir no es un lujo o algo obligatorio, es condición de posibilidad. ”
Esta novedosa concepción de lo que es un profesional, un trabajador que se ocupa de la salud mental, y cuya formación tiene que estar articulada en una escuela.
El psicoanálisis constituye la conjunción de un acto y un hacer. El psicoanalista es efecto del acto analítico, y el paciente es efecto del hacer del psicoanalista.
El psicoanalista introduce al sujeto en el orden del deseo. Por eso que sin psicoanalista no hay tratamiento de la anorexia. Y sin escuela donde se produzcan estos psicoanalistas, no hay formación de psicoanalistas.
Aunque ser psicoanalista es un trabajo, nada tiene que ver con el ser del psicoanalista que está forjado con el trabajo de su formación.
Freud produce un nuevo nivel de objetividad, el sueño soñado, el discurso del paciente y esto es porque se trata del sujeto que habla y que habita el lenguaje.
El inconsciente está estructurado por el lenguaje, por lo tanto la salud y la enfermedad están estructuradas en y por las leyes del lenguaje.
Un psicoanálisis es aquello que se espera de un psicoanalista. Sin deseo del psicoanalista, sin formación del psicoanalista no hay psicoanálisis y sin psicoanalista no hay producción del inconsciente en la clínica. No habría tratamiento para el paciente.
Freud descubre las leyes de funcionamiento del psiquismo humano, por eso que Freud es un pensamiento, no un pensador. muestra que los procesos normales y los llamados patológicos siguen las mismas reglas, las leyes del lenguaje.
Freud no escribe sobre los sueños sino sobre la interpretación, porque la interpretación es el deseo. Sólo le interesa su estructura de lenguaje, el sueño hablado.
Es decir que el inconsciente está estructurado como lenguaje y también la formación de los síntomas y la formación del psicoanalista. Menassa dice que el inconsciente está estructurado como poesía.
Así como concebimos al ser humano, así concebimos la enfermedad y el tratamiento de dicha enfermedad, por eso que interpretar es tener una nueva concepción de la humanidad y por lo tanto de la salud.
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