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La dimensión espiritual en la psicoterapia.

Autor/autores: María Isabel Rodríguez Fernández
Fecha Publicación: 01/03/2010
Área temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Desde que existe el hombre, éste se ha planteado preguntas sobre cuestiones relacionadas con la espiritualidad y ha tenido experiencias que se han llamado ?espirituales?. Diferentes autores (Frankl, Jung, Assaglioli, James, Wilber, etc.) a lo largo de la historia de la Psicología y la Psiquiatría, han señalado la importancia de tener en consideración la dimensión espiritual, dentro de un planteamiento global de abordaje del paciente. Diversas investigaciones e historias de personas individuales, muestran que ciertas experiencias, en este ámbito, ayudan a las persona a recuperarse antes de padecimientos psíquicos y a llevar mejor las dificultades de la vida. Si se tiene en consideración la dimensión espiritual, como una más que constituye la realidad de la persona, se ha de tener en cuenta dentro del abordaje psicoterapéutico, especialmente, si los pacientes manifiestan aspectos relacionados con esta temática. De tal forma, que al menos respetemos y tengamos un mínimo de conocimientos sobre las cuestiones que se nos plantean en una consulta de psicoterapia, para no frenar o minusvalorar aspectos de lo espiritual, que puedan ser de ayuda al paciente. Y en el mejor de los casos, sepamos como alentar al desarrollo de inquietudes y estímulos en este sentido.

Palabras clave: psicoterapia


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LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL EN LA PSICOTERAPIA

Mª Isabel Rodríguez Fernández, José Antonio Delgado González
maribelrodriguezpsiq@hotmail. com

RESUMEN:
Desde que existe el hombre, éste se ha planteado preguntas sobre cuestiones relacionadas con la
espiritualidad y ha tenido experiencias que se han llamado "espirituales". Diferentes autores (Frankl,
Jung, Assaglioli, James, Wilber, etc. ) a lo largo de la historia de la psicología y la psiquiatría, han
señalado la importancia de tener en consideración la dimensión espiritual, dentro de un
planteamiento global de abordaje del paciente. Diversas investigaciones e historias de personas
individuales, muestran que ciertas experiencias, en este ámbito, ayudan a las persona a recuperarse
antes de padecimientos psíquicos y a llevar mejor las dificultades de la vida. Si se tiene en
consideración la dimensión espiritual, como una más que constituye la realidad de la persona, se ha
de tener en cuenta dentro del abordaje psicoterapéutico, especialmente, si los pacientes manifiestan
aspectos relacionados con esta temática. De tal forma, que al menos respetemos y tengamos un
mínimo de conocimientos sobre las cuestiones que se nos plantean en una consulta de psicoterapia,
para no frenar o minusvalorar aspectos de lo espiritual, que puedan ser de ayuda al paciente. Y en
el mejor de los casos, sepamos como alentar al desarrollo de inquietudes y estímulos en este
sentido.

PLANTEAMIENTO GENERAL
Un tema recurrente en los textos de Frankl es el de la importancia de la dimensión espiritual en el
ser humano, como un aspecto esencial de su existencia. Ésta sería "la genuina dimensión del existir
humano" (1), y sería importante tomar conciencia de ella, porque es relevante para las personas
con las que nos podemos encontrar como pacientes y puede serlo para nosotros mismos, como
terapeutas, y está íntimamente conectada con lo que dota de sentido a la vida humana. Pero, como
Frankl afirma, la psicología, en general, no tiene en cuenta la dimensión espiritual, ya que en su
ansia de pretender ser objetiva incurre una y otra vez en numerosos reduccionismos (1-3). Así que
la psicología se olvida de un fenómeno fundamental, dentro de la experiencia humana, en aras de
ser científicos, cuando se supone que ser científico es tener en cuenta los diferentes elementos que
acontecen en la realidad. Y si en la realidad humana, se dan diversos fenómenos relacionados con la
espiritualidad, lo que parece poco objetivo es obviarlos, porque no entren en el esquema conceptual
del científico.
Para ser realmente científicos, parece que sería más adecuado, que no hacerlo, tener en cuenta las
diferentes dimensiones y vivencias del paciente. Pero para saber cuáles son, habría que tener una
mirada libre de prejuicios, que facilitara adquirir una visión lo más global posible de lo que es una
persona. Y para contemplar al hombre en su totalidad es preciso incluir la dimensión espiritual,
configurando así una antropología más completa y más realista (1, 4). Jung, por su parte, ahondó
en la idea, de que la convicción moderna acerca de la primacía de lo físico conducía a una psicología
sin alma, en la que lo psíquico no puede ser contemplado sino como un epifenómeno de sustrato, es
decir, como un efecto de la bioquímica del cerebro (algo que sostienen gran parte de los
neurofisiólogos). Así, resulta bastante impopular la idea de un espíritu per se, de un sistema
espiritual basado en sí mismo, que sea el presupuesto necesario para la existencia de almas
individuales autónomas. Dicho sistema espiritual tendría que ver con lo que Jung denominó
inconsciente Colectivo (5).
Una reflexión relativamente sencilla nos conduce a darnos cuenta de que el conflicto entre lo físico y
lo espiritual, es sólo aparente y en él se refleja la paradójica esencia de la psique: ya que ésta tiene
un aspecto físico y un aspecto espiritual o intangible. Y esta es una contradicción aparente porque,
en realidad, no entendemos en qué consiste la esencia última de lo anímico, pese al hecho,
innegable, de que las imágenes anímicas constituyen nuestra experiencia más directa y, en
consecuencia, podríamos decir que la psique es la única realidad inmediata (pues lo psíquico son los
fenómenos que acontecen en nuestra conciencia y, por lo tanto, es lo que se nos hace más
evidente). Un análisis de este último concepto, el de la realidad inmediata de la psique, nos conduce
directamente al asunto que nos interesa, que es, en definitiva, la importancia del factor espiritual en
el ser humano. De esta suerte, cuando decimos que algo es físico o que es espiritual, aludimos, en
última instancia, al supuesto origen del que proceden los contenidos psíquicos que acuden a la
consciencia. De modo que, así considerada la realidad psíquica, el conflicto entre naturaleza y
espíritu se disipa, puesto que ambos son elementos constitutivos de una única y misma psique (6).
Llama la atención, además, la idea de Frankl de que hoy en día las personas han puesto a los
médicos en el compromiso de hacerse cargo "de la cura de almas en la psicoterapia" (1), teniendo
que hacer, según Jaspers "tareas que anteriormente eran del sacerdote y del filósofo" (1). En el
mismo orden de ideas, Jung afirma que en la búsqueda del sentido que tiene el padecer de su
paciente el médico bien podría "remitir a su paciente a un teólogo o a un filósofo", mas la mayoría
de los enfermos acuden al médico, y no al sacerdote (7). Estas ideas abren un nuevo campo al
quehacer de la psicoterapia, mostrando una nueva dimensión posible, en la que intervenir en el
mundo del paciente, pero también se podría añadir que quizás sea una dimensión desde la que el
terapeuta también puede amplificar su conciencia para hacer una intervención adecuada. Es decir,
se puede intervenir en el espíritu, pero esto parece ser más adecuado desde el espíritu, en una
conciencia de responsabilidad y libertad, por parte del propio terapeuta (2).
Este nuevo horizonte, de plantear lo espiritual en la terapia, es una nueva perspectiva, que muestra
la logoterapia, con una propuesta propia y original. Pero la idea de incluir y valorar lo espiritual en
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la terapia no es propiedad exclusiva de la logoterapia; podemos encontrar esta inquietud en otras
escuelas psicológicas que denuncian los diferentes reduccionismos de escuelas previas y apuntan
hacia la dimensión espiritual de la conciencia humana, como un campo en el que es fundamental
intervenir o, al menos, considerar o reforzar si resulta de ayuda al paciente. Por ejemplo, la
psicología Analítica considera fundamental una actitud espiritual o religiosa, en el sentido original de
ésta última palabra, es decir, una actitud que favorezca al paciente religarse con su esencia última.
A esta esencia la psicología Analítica la denomina Sí-Mismo y al proceso que conduce a esa reunión
con el arquetipo del Si-Mismo lo llama proceso de individuación. Por su parte, el psiquiatra Stanislav
Grof, incide en la importancia que supone considerar seriamente el aspecto espiritual de la psique o,
como este autor lo denomina, el dominio transpersonal del psiquismo humano (8, 9).
Dentro de la historia de la psicología, sabemos que el prestigioso psicólogo William James, hace un
primer intento serio de considerar lo espiritual en la psicología, en su libro "Las variedades de la
experiencia religiosa", que abre nuestra mirada hacia una nueva perspectiva. En sus propias
palabras: "para un psicólogo, las tendencias religiosas del hombre deben ser como mínimo tan
interesantes como cualquiera de los distintos hechos que forman parte de su estructura mental"
(10). Este es un claro intento de incluir lo espiritual, considerado como "tendencias religiosas",
dentro de un estudio serio y riguroso del ser humano. En la citada obra, James critica los
reduccionismos y las visiones sesgadas de la realidad, y plantea la apertura a lo espiritual de una
forma honesta y seria, dejando de lado los prejuicios científicos, algo que Frankl también pone de
manifiesto en sus obras. Asimismo, se hallan semejanzas con Frankl (en relación con la posibilidad
de desarrollar valores de actitud), en la siguiente idea de James: "en el fondo, todo el asunto de la
moralidad y la religión se encuentra en nuestra manera de aceptar el universo", en ese "aceptar el
universo" está implícita la posibilidad de posicionarnos ante lo que nos sucede, que también en
Frankl tiene resonancias con lo espiritual. De igual modo, encontramos paralelismos entre James y
Frankl, con respecto a la cuestión del sentido, cuando James hace alusión al significado de las cosas
concretas del mundo "en un universo de ideas abstractas más amplio y elevado que lo dotan de
significado" (10). Refiriéndose al sentido explícitamente, más adelante, en su libro, lo expresa en la
siguiente frase: "Es como si en la conciencia humana hubiese un sentido de la realidad, un
sentimiento de presencia objetiva, una percepción de lo que podemos llamar algo más profundo y
general que cualquiera de los sentidos especiales y particulares mediante los cuales la psicología
actual supone que se revelan originalmente las realidades existentes" (10). Como podemos
observar, la búsqueda de la dimensión espiritual desde una perspectiva psicológica lleva a
conclusiones parecidas en Frankl y James.
Por otra parte, ya se ha señalado que Carl Gustav Jung consideraba importante la dimensión
espiritual del hombre dentro de su visión psicoterapéutica, por ser algo que tiene relevancia en la
experiencia cotidiana de muchos de los pacientes a los que atiende (11). Esto lo deja plasmado en
las siguientes palabras: "en virtud de que la religión constituye ciertamente, una de las más
tempranas y universales exteriorizaciones del alma humana, sobreentiéndese que todo tipo de
psicología que se ocupe de la estructura psicológica de la personalidad humana, habrá por lo menos
de tener en cuenta que la religión no sólo es un fenómeno sociológico o histórico, sino también un
importante asunto personal para crecido número de individuos" (11). Dejando así una clara
justificación del por qué la psicología debe preocuparse por la dimensión religiosa (que no
necesariamente está relacionada con lo espiritual, ya que esta dimensión puede expresarse más allá
de cualquier religión). No obstante, Jung asume una perspectiva respecto a dicha dimensión
diferente a la de Frankl, algo más difusa y menos personal, al focalizar su atención en fenómenos
más abstractos, que específicamente humanos, como es el caso de su idea del Inconsciente
colectivo, concepto que, en cierto sentido, se acerca a la idea de inconsciente espiritual que postuló
Frankl. En ambos autores está presente la idea de que en el inconsciente puede haber elementos
positivos de la personalidad, entre los cuales estaría la dimensión espiritual. Así, Jung ensalza el
valor de las religiones como sistemas psicoterapéuticos. Tan es así, que afirma que una renovada
comprensión de la religión constituiría un modo exitoso de abordar la curación de buena parte de los
padecimientos y de las dificultades que se presentan en la vida del ser humano (11).
Hay otras escuelas psicológicas que apuntan hacia la dimensión trascendente dentro de su
concepción. Son bien conocidos todos los intentos de las diferentes escuelas de la Psicología
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Transpersonal, que lamentablemente no siempre tienen elementos suficientes de rigor y seriedad y
generan confusión entre fenómenos realmente espirituales y aspectos de tipo mágico o supersticioso
que son más bien egocéntricos y regresivos (12), en contraste con la dimensión espiritual de la que
hablan Frankl, Jung o Grof, por ejemplo, y que implica una evolución de la consciencia hacia estados
de madurez y de autotrascendencia.
Otra opción más realista y bastante cercana a la logoterapia por su intento serio de incluir la
dimensión espiritual es la propuesta de psicología integral de Ken Wilber, que justifica la inclusión de
la dimensión espiritual desde la perspectiva psicológica, en base a la idea de que las raíces de la
psicología se asientan en las profundidades del alma y del espíritu del ser humano, aunque la
psicología como ciencia empírica se haya olvidado de ello (12).
También es interesante la propuesta de incluir lo espiritual en la psicoterapia, que hace la escuela
psicológica llamada Psicosíntesis de Roberto Assaglioli (13). Este autor propone la idea de que el
hombre es una realidad bio-psico-espiritual. En sus palabras: "La concepción espiritual de la vida y
de sus manifestaciones, lejos de ser teórica o no práctica, es eminentemente revolucionaria,
dinámica y creativa" (13). Lo espiritual lo equipara a lo Transpersonal y lo define como ámbito del
ser en donde reside una cualidad superior. Lo espiritual consiste, para este autor, en experiencias
religiosas, diversos estados de conciencia y todas las funciones y actividades que contienen valores
superiores (valores éticos, estéticos, heroicos, humanitarios y altruistas) (13), de modo que su
abordaje de la psique humana se asemeja mucho al adoptado por Jung.
Pero, ¿por qué este rápido repaso a las escuelas que consideran lo espiritual en la psicología? La
respuesta la podríamos enfocar en que es relevante tener esto en cuenta para comprender mejor la
psicología humana. Autores como Frankl, Jung, James, etc. conectan con ideas que están latiendo
en la cultura de su época y, sobre todo, con la sensibilidad que se mueve en el siglo XX en otros
autores de ir más allá de una psicología limitada, que reduce al hombre a un "homúnculo", a un ser
bidimensional que ha perdido la dimensión que, en esencia, le convierte en humano (la espiritual).
La sociedad de hoy en día está cada vez más necesitada de un sentido que se enraíce en algo
consistente y, paradójicamente, parece que lo más sutil e inconsistente de la existencia humana,
desde la perspectiva empírica y materialista, podría ser lo que más sentido, consistencia y plenitud
le aportara. Las personas que se toman en serio la existencia, se comprometen con la misma
mediante una actitud libre y responsable y, en consecuencia, son más felices y menos susceptibles
de sufrir trastornos psíquicos, tal como reflejan numerosos estudios empíricos que se están
desarrollando en diversos países del mundo. El objetivo de este trabajo es señalar que diversos
autores, desde diferentes enfoques psicoterapéuticos, incorporan la dimensión espiritual del ser
humano, como es el caso de la logoterapia, la psicología Analítica, la Psicosíntesis, la Psicología
Transpersonal o la psicología Integral, aunque constituyan una minoría en el ámbito académico y el
clínico, y su perspectiva parezca propia de unos pocos excéntricos, que quieren hacer algo original.
Los autores citados y muchos otros que aún viven y comparten inquietudes similares, tras
enfrentarse al sufrimiento de muchos seres humanos, buscan un sustento real para las personas, un
apoyo consistente y firme para ayudar a quienes viven hoy día en nuestro mundo, a encontrar un
sentido y un contenido real a su existencia, un sentido que le ayude a soportar mejor las
adversidades de la vida sin romperse, aprovechando la oportunidad que toda crisis encierra al darse
cuenta de que en su interior yace una potencia en la que reside la posibilidad de repararse,
reconstruirse e incluso de renacer.
Los que hacemos psicoterapia, tenemos que añadir a las numerosas herramientas terapéuticas que
han demostrado con creces su eficacia, la búsqueda de un mayor nivel de conciencia pues es el
anhelo que yace en lo más profundo del corazón de los seres humanos, la finalidad que persiguen
muchas crisis psicológicas, y, probablemente, todas las desorientaciones existenciales. Por ese
motivo, no podemos contentarnos con parches anestesiantes, que mantengan al paciente en un
estado de adormecimiento, en el que no vea lo que es incoherente y falso en su vida, como si nada
pasara, para seguir funcionando desde la incoherencia, la falta de responsabilidad y la desconexión
para con esa personalidad real, a veces oculta, latente que busca desplegarse desde la oscuridad del

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caos interior, a la luz de un nuevo orden integrador.
Frankl nos señala la "necesidad de incorporar lo espiritual en el tratamiento" (2), viendo que esa
incorporación de la dimensión espiritual es un complemento a lo que consideramos tratamiento
psicoterapéutico. Es decir, no hay por qué descartar todo lo que ya sabemos hacer o las distintas
aportaciones de diversas escuelas de psicoterapia, sino que es posible y, parece importante, tomar
conciencia e incorporar la consideración de la dimensión espiritual, al tratamiento de las personas
que necesitan ayuda psicoterapéutica.
Por ejemplo, Frankl, al igual que Jung, como hemos visto más arriba, considera que la confesión con
un sacerdote tiene efectos terapéuticos porque "la pena comunicada es una pena compartida" (2),
aunque evidentemente, desde una perspectiva espiritual puedan suceder cosas que escapan a
nuestra comprensión racional. En la confesión, se interrelacionan aspectos psicológicos y
espirituales, puesto que en el ser humano las diferentes dimensiones actúan sincrónicamente en el
seno de una totalidad omniabarcante. Si podemos comprender qué aspectos de una confesión tienen
la capacidad de sanar y lo hacemos desde nuestra perspectiva de terapeutas, es posible que
ayudemos mejor a nuestros pacientes. La logoterapia y el análisis Existencial que Frankl propone,
así como la psicología Analítica y el análisis de lo inconsciente en un proceso de individuación,
propuesto por Jung, o la adopción de una orientación holotrópica, como la denomina Grof (9),
constituyen ejemplos diversos cuyo principal objetivo es conseguir una cura de almas, que
complemente a la psicoterapia, tal y como se hace habitualmente (2, 4). No se trata de métodos
excluyentes, sino, por el contrario, de considerar a la persona como a una totalidad, conformada por
tres dimensiones, la dimensión física, la mental y la espiritual, incluyendo más aspectos que pueden
repercutir en la sanación del individuo. Por otra parte, Frankl muestra una diferencia importante
entre una psicoterapia y la confesión, y es que ésta tiene como finalidad la salvación del alma y no
está centrada exclusivamente en su curación. En este sentido, hay que tomar conciencia de que
nuestro papel como psicoterapeutas no es asumir lo que hace un sacerdote, sino aprender de los
aspectos en los que es capaz de tocar la psique de la persona sufriente, y ayudarla,
independientemente de la administración de un Sacramento, del que no dudamos que pueda tener
unos beneficios, que van más allá de nuestras pretensiones.
También Frankl plantea que, la intervención considerando lo espiritual, no es algo que sirva para
ayudar exclusivamente a quienes son religiosos. También sirve para quienes no son religiosos y
buscan respuestas a problemas que les inquietan en lo más profundo de su ser (2). Esto se puede
relacionar con la idea de Frankl de un inconsciente espiritual, o con la idea de Jung de una función
generadora de símbolos espirituales en lo inconsciente (11) que tiene que ver con que, en el fondo
del ser humano, hay un deseo de trascendencia y unos anhelos más allá de las satisfacciones
materiales inmediatas, idea afín a la propuesta por Maslow (14), se sea o no consciente de ello (3).
Este sentido de la ayuda, que toca lo espiritual, tiene que ver con que las personas buscan en el
médico o en el terapeuta a alguien que tiene experiencia de la vida (2) y les puede orientar. Por eso
es tan importante que la persona que trata a otros cultive realmente todas sus dimensiones, cuerpo,
alma y espíritu. Es decir, que si quiere ayudar a otros se ayude en primer lugar a sí mismo, busque
armonía, equilibrio y, sobre todo, sabiduría, para poder realmente ayudar a los demás en sus
tribulaciones y necesidades. Porque si no, el quehacer psicoterapéutico se puede reducir a la
aplicación mecánica de una serie de técnicas vacías de contenidos reales que, convierten la relación
terapéutica en una relación despersonalizante e incluso iatrogénica. Si realmente cultivamos nuestro
equilibrio y sabiduría interiores, podemos llegar a ser un modelo o al menos mostrar un mínimo de
coherencia para hacer de guías a otros seres humanos que se hallan en una situación de
enfermedad, sufrimiento y vulnerabilidad. En este sentido Frankl (2) habla del valor del encuentro
con el otro, un encuentro que si tiene una base de amor incondicional, puede facilitar enormemente
la labor terapéutica, siempre y cuando se apoye en la autenticidad del terapeuta, algo muy en
conexión con las ideas de equilibrio y sabiduría citadas anteriormente. Y muy en relación también
con los supuestos éticos implícitos en el acto médico y los valores que considera preponderantes. No
es difícil encontrar puntos de unión entre la espiritualidad y dichos supuestos éticos y valores.
Es posible que al plantear estas cuestiones, nos surja la pregunta sobre los aspectos en los que
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religiosidad, espiritualidad y psicoterapia pueden solaparse, pues se podría decir que toda
experiencia religiosa auténtica, remite en última instancia al conocimiento de lo más profundo de
uno mismo (15). Ante esta cuestión se nos plantea la necesidad de delimitar hasta dónde podemos
llegar, pero también podemos tomar conciencia de que los límites entre unas y otras disciplinas son
difusos. A veces una persona cae en un cuadro aparentemente ansioso o depresivo por una crisis de
fe, porque se le tambalean las ideas que hasta entonces consideraba seguras y eso le desestabiliza
psicológicamente. Ahí la función del psicoterapeuta no puede ser elucubrar sobre cuestiones
teológicas, sino que su función debe estar en una posición lo más neutral posible y de sumo respeto
al proceso que está atravesando el paciente; brindando un apoyo humano y a la vez tratando de
ordenar la maraña mental y emocional en la que se ha metido la persona en crisis. Nuestra ayuda
ha de tocar lo psíquico, pero sin despreciar la fuerza del espíritu a la que autores como Frankl, Jung,
Grof, Assaglioli o Wilber hacen alusión. Aunque es importante tener en cuenta que podemos reforzar
la autenticidad de la persona, su búsqueda de sentido o de mayor coherencia personal, pero no está
en nuestra mano demostrar la existencia o inexistencia de Dios. Tal vez sí podemos ayudar a que se
desarrolle una imagen más madura y equilibrada de Dios, en el caso de que la persona crea en Él. O
bien, dejar que el paciente interprete cuál es su propia responsabilidad ante el Dios en el que cree
(2).
Otro tipo de situación que se puede dar en el transcurso de una terapia es aquella en la que alguien
que no tenía fe o la había perdido, la encuentre después de ponerse de manifiesto que estaba a un
nivel inconsciente y latía por ser expresada. En este caso, la función del terapeuta es ayudar al
paciente a expresar y a tomar conciencia de lo que está buscando realmente. Según la perspectiva
de Jung, este algo, sería aquello que estaría emergiendo de lo inconsciente, por ejemplo, mediante
la aparición de imágenes psíquicas, de orden, como mándalas (figuras simétricas, circulares, que
representan armonía, unidad y totalidad).
También podemos hallar conexión entre la religiosidad y la psicoterapia, en la logoterapia, en la
idea expresada por Frankl, de que logos quiere decir espíritu, además de sentido. Así que
traduciendo esto literalmente, podríamos decir que la logoterapia es una terapia del espíritu o desde
el espíritu.
Otra idea en la que se puede relacionar psicoterapia y espiritualidad, tiene que ver con la pregunta
sobre el sentido de la existencia humana, que se manifiesta de forma implícita o explícita en las
principales religiones, en las que se muestra una estructuración de la existencia humana en
horizontes de sentido. Un sentido que no se limita al universo material, ni al ser humano aislado
sino que apunta a la trascendencia y a un significado más profundo de la existencia. En esta línea
también hay elementos comunes con la logoterapia, o con la psicología Analítica, que tratan de
buscar sentido, pero no parten de una estructura de sentido como las diferentes confesiones
religiosas, sino que empujan al hombre a preguntarse por dicho sentido y a buscarlo por sí mismo,
en función de sus características personales. No cabe duda de que esta búsqueda puede llevar a
más de una persona a encontrarse con la dimensión trascendente de su existencia y, en ciertos
casos, a buscar su estructuración en la religión. En conexión con esta idea de la relación entre
búsqueda de sentido y religiosidad es interesante lo que Albert Einstein escribió al respecto:
"plantear la pregunta sobre el sentido de la vida es ser religioso" (2).
Aparte de los innumerables aspectos positivos citados en relación con la consideración de lo
espiritual en la psicoterapia, es importante señalar algunos riesgos que pueden producirse. El más
importante sería el de imponer una concepción del mundo o un sistema de valores al enfermo (2,
16). Si un terapeuta es ateo, puede creer que lo bueno es transmitirle el ateismo al paciente y
despreciar o no saber valorar sus creencias religiosas. Lo mismo puede suceder a la inversa, es
decir, si el terapeuta es creyente y pretende imponer sus creencias al paciente. En ambos casos
habría una vulneración de la libertad del paciente y, por lo tanto, no estaríamos ayudándole, sino
perjudicándole. Es importante, por ello, ser cuidadosos con este aspecto, para respetar a la persona
que acude a solicitar nuestra ayuda, pues no tenemos que imponerle nada sino enseñarle a ser más
libre y responsable, estimulando su decisión y momento de evolución personal, desde la
comprensión y la acogida auténtica. Algo que es mucho más fácil integrando en la relación, una
actitud de apertura y aceptación, que ayude al paciente a plantearse cuestiones esenciales de su
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existencia y a mirar más allá de lo aparente y lo superficial. Y, por supuesto, es imprescindible que
el psicoterapeuta sea consciente de su ecuación personal, para que ésta se inmiscuya lo menos
posible en su relación con el paciente. La idea en palabras de Frankl, es que la cura de almas médica
sirva para "guiar al enfermo hasta la vivencia radical de su responsabilidad" (Frankl, 1990, p. 319).

CONCLUSIONES
En base a lo dicho, podemos concluir que:
1. - Diversos autores, dentro de la psicología y la psiquiatría, han señalado que la dimensión
espiritual ha de ser tenida en cuenta, dentro de estas disciplinas.
2. - La dimensión espiritual, o los aspectos relacionados con la misma, han de ser tenidos en cuenta
en una visión completa y no reduccionista del hombre.
3. - La relación psicoterapéutica se puede ver enriquecida por la consideración de la dimensión
espiritual, tanto para facilitar una mejor comprensión del paciente, como para aprovechar su
potencial terapéutico.

REFLEXIÓN FINAL
Ante todo lo planteado, es posible que más de uno afirme que estos planteamientos no son
científicos, porque lo espiritual no se puede ni pesar ni medir. Pero me pregunto, ¿realmente es
mensurable o medible lo más importante de la experiencia humana? ¿Se puede medir un
sentimiento? ¿Se puede medir la sabiduría de una persona? ¿Se puede medir la felicidad? Es cierto
que ciertos terrenos de la psique son de difícil acceso y pueden parecer resbaladizos, pero si no nos
adentramos en ellos, obviaremos una parte importante de la naturaleza humana.

BIBLIOGRAFÍA
(1) Frankl VE. teoría y terapia de las neurosis: indicación a la logoterapia y al análisis
existencial. Barcelona: Herder; 1992.
(2) Frankl VE. 1990 . psicoanálisis y Existencialismo: de la psicoterapia a la logoterapia. México:
Fondo de Cultura Económica; 1990.
(3) Frankl VE. La idea psicológica del hombre. 6ª edición. Madrid: Rialp, Biblioteca del
Cincuentenario; 1999b.
(4) Frankl VE. El hombre en busca de sentido último. Barcelona: Paidós; 1999a.
(5) Jung CG. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Madrid: Ed. Trotta; 2002. p. 4.
(6) Jung CG. La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Ed. Trotta; 2004. p. 342-354.
(7) Jung CG. Acerca de la psicología de la Religión Occidental y de la Religión Oriental. . Madrid:
Ed. Trotta; 2008. p. 347-348.
(8) Grof S. La mente holotrópica. Barcelona: Kairós; 1994. p. 38-40.
(9) Grof S. , psicología transpersonal: nacimiento, muerte y transcendencia en psicoterapia.
Barcelona: Kairós; 1988. p. 115.
(10) James W. Las variedades de la experiencia religiosa. Barcelona: Ediciones Península; 1999.
(11) Jung CG. psicología y religión. Barcelona: Paidós; 1998.
(12) Wilber K. Una visión integral de la psicología. México: Ed. ALAMAH; 2000.
(13) Assaglioli R. Psicosíntesis: ser transpersonal. El nacimiento de nuestro ser real. Madrid:
Ediciones Gaia, 3ª Edición; 2000.
(14) Maslow A. El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser. Barcelona: Kairós; 1993.
(15) Delgado González JA. ¿Fue Jung un egregio necrófilo? 2008
Disponible en:
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www. interpsiquis. com - Febrero-Marzo 2010
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http://www. odiseajung. com/jung-psicologia-ensayos/jung-egregio-necrofilo. php

(16) Delgado González JA. El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura. Soria:
Sotabur; 2004.

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www. interpsiquis. com - Febrero-Marzo 2010
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