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Delitología de los trastornos del estado del ánimo: Una revisión bibliográfica.

Fecha Publicación: 01/03/2008
Autor/autores: Beatriz Vallejo Sánchez

RESUMEN

Los casos en los que suele encontrarse una asociación entre delito y trastorno del estado de ánimo son poco prevalentes y tienen que ver con los síntomas característicos del trastorno, como es el caso del suicidio ampliado en los trastornos depresivos, o de la ideación de superioridad y grandeza, que puede llevar al sujeto a la suplantación de funciones o identidades en los sujetos con trastorno bipolar.

Sin embargo, la presencia de un trastorno psiquiátrico puede tener repercusiones importantes, en cuanto a imputabilidad y responsabilidad. En éste, se hace una revisión de los estudios realizados en los últimos años sobre la relación existente entre los diferentes trastornos del estado de ánimo y la violencia, agresividad y delincuencia en general, así como con varios tipos delictivos, como el homicidio, el suicidio ampliado, o el maltrato, entre otros.


Palabras clave: Delitología, trastornos del estado del ánimo
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psiquiatría general .

Delitología de los trastornos del estado del ánimo: Una revisión bibliográfica.

Beatriz Vallejo Sánchez.

USM Puertollano (Ciudad Real, España)

Resumen

Los casos en los que suele encontrarse una asociación entre delito y trastorno del estado de ánimo son poco prevalentes y tienen que ver con los síntomas característicos del trastorno, como es el caso del suicidio ampliado en los trastornos depresivos, o de la ideación de superioridad y grandeza, que puede llevar al sujeto a la suplantación de funciones o identidades en los sujetos con trastorno bipolar. Sin embargo, la presencia de un trastorno psiquiátrico puede tener repercusiones importantes, en cuanto a imputabilidad y responsabilidad. En éste, se hace una revisión de los estudios realizados en los últimos años sobre la relación existente entre los diferentes trastornos del estado de ánimo y la violencia, agresividad y delincuencia en general, así como con varios tipos delictivos, como el homicidio, el suicidio ampliado, o el maltrato, entre otros.



Introducción

Algunos autores señalan el aumento en muchos países y durante las últimas décadas de los delincuentes con enfermedad mental grave, atribuyéndolo en parte a la desinstitucionalización producida en los últimos años en ausencia de mecanismos de atención y control adecuados (Sestoft, 2006)

La prevalencia de trastornos mentales, tanto en delincuentes en libertad como en internos, parece ser elevada, aunque los datos son escasos y procedentes en la mayoría de los casos de EEUU. Así, en cuanto a población reclusa, según Good (1978) hay una prevalencia de Trastornos del estado de ánimo en general del 10%, lo cual se sitúa por encima de la media en población general. Y estas cifras aumentan si se trata de internos sentenciados a muerte, lo cual no resulta de extrañar. Así por ejemplo, Freedman y Hemenway (2000) estudian una muestra de 16 sujetos sentenciados a esa pena, y encuentran que 13 de ellos sufrían una depresión severa.  

También hay que tener en cuenta que en delincuentes es frecuente que los trastornos afectivos aparezcan tras el encarcelamiento, lo cual no tiene repercusiones penales ya que no son causa del delito, sino consecuencia del proceso judicial y encarcelamiento posterior.

Schanda y cols. (2004) hacen una revisión de la literatura y encuentran que todos los estudios apuntan a altos índices de comorbilidad entre los trastornos psiquiátricos y el homicidio, aunque estos autores consideran que parte de esa asociación se debe a la contribución del abuso de sustancias (más prevalente en sujetos con trastorno mental, y que a su vez lleva a la descompensación y a la violencia)

Los casos en los que suele encontrarse una asociación entre delito y trastorno del estado de ánimo son poco prevalentes (Kunjukrishnan y Varon, 1992) y tienen que ver con los síntomas característicos del trastorno.  

Así, por ejemplo no suelen aparecer sujetos delincuentes con un trastorno o episodio depresivo, aunque se dan casos:

- La conducta suicida es frecuente (15%), pudiendo ser solitaria o una acción violenta homicida en los seres queridos, previa al suicidio. Se denomina «suicidio ampliado» u «homicidio por compasión», y es el tipo de homicidio más frecuentemente cometido por mujeres con trastornos psiquiátricos (Xie y Yamagami, 1996)(encontrándose por tanto diferencias de género en cuanto a la delitología)

- Se pueden dar también actos de inhibición u omisión, autoinculpaciones de delitos, dejar o abandonar funciones, maltrato por negligencia, etc. , aunque son más infrecuentes

Especial mención merecen los trastornos bipolares, en especial en fase maníaca, en la que los sujetos pueden protagonizar diferentes actos delictivos debido a las características del trastorno. Según un estudio de Quanbeck (2004) en EE. UU. el 6% de los pacientes con trastorno bipolar están en la cárcel, frente al 1% de la población general. Según Kunjukrishnan (1979), es un 2% de los internos los que padecen Trastornos bipolares. Además, los pacientes bipolares tienen el doble de probabilidades de ser arrestados que los pacientes depresivos, siendo los síntomas maníacos (grandiosidad, impulsividad, agitación, psicosis) los responsables del mayor riesgo de arresto. En concreto, en los episodios maníacos o hipomaníacos, aparece:

- Disminución o abolición de las inhibiciones normales y frecuente consumo de alcohol, lo cual puede llevar a conductas de riesgo (p. ej. , conductas imprudentes, con elevado riesgo de implicación en accidentes de tráfico por conducción temeraria)

- Aumento de actividad e impulsividad y pocas horas de descanso y sueño, que puede dar lugar a conflictos con familiares, vecinos, viandantes, etc.

- Ideación de superioridad y grandeza, que lleva al sujeto a la suplantación de funciones o identidades o al enfrentamiento o resistencia a las autoridades o fuerzas de seguridad

- crisis o estados de agresividad, que les hace más propensos para ocasionar lesiones o cometer homicidios

- crisis o estados de violencia, caracterizados por falta de preparación, rapidez en su ejecución, falta de motivación y, en ocasiones, respuestas a provocaciones mínimas; y violencia irreflexiva, inesperada y expresión de descarga de gran tensión patológica

- Aumento de la libido y disminución o pérdida de las inhibiciones, que puede llevar a agresiones sexuales en el hombre u ofrecimiento, facilidad, condescendencia y comercio sexual en la mujer, con riesgos de embarazos y contagio de enfermedades.

Según Kunjkrishman y Bradford (1990) la mayoría de crímenes cometidos por pacientes con trastornos afectivos mayores son crímenes menores (53% de casos) o delitos contra la propiedad (29%), siendo los delitos contra personas menos frecuentes (18%), aunque esto no es así en los casos relacionados con violencia familiar o en los homicidios-suicidios.


Delitología de los trastornos afectivos

A. Delincuencia, agresividad, violencia

 

En general, se ha encontrado una asociación entre los trastornos afectivos y diferentes actos de delincuencia, tanto en adolescentes como en adultos, aunque lo más frecuentemente estudiado ha sido el trastorno depresivo (Fariña, Arce y Vázquez, 2006; Langhinrichsen-Rohling y cols. , 2004; Beyers y Loeber, 2003; Santtila y cols. , 2003; Vermeiren, 2003; Leas y Mellor, 2000).

En cuanto a la relación con la agresividad y la violencia, diferentes autores encuentran que los trastornos afectivos en general (Weisbrot y Ettinger, 2002) y el trastorno bipolar (Fieldmann, 2001; Harrer y Kofler-Weslergren, 1986) y la depresión en particular (Flannery, Singer y Wester, 2001) están asociados a ésta, aunque otros no consideran que la depresión sea un factor de riesgo de violencia (Shergill y Szmukler, 1998), e incluso algunos asocian el decremento en la depresión con particulares actos criminales (Telesnicki, Patla y Boloz, 2005).  

Según Mason y cols. (2004) la relación entre violencia y depresión podría explicarse por el hecho de que ambos son predichos por problemas de conducta infantil. Hay otros factores implicados en esa relación, como son:

- El tipo de depresión, asociándose la depresión endógena con más baja criminalidad (Modestin, Thiel y Erni, 2002)
- El género, dándose una relación bidireccional entre depresión y delincuencia en el caso de las mujeres, pero en un solo sentido en el caso de hombres (Wiesner, 2003)
- Los trastornos comórbidos, encontrando Fombonne y cols. (2001) mayores índices de criminalidad cuando se asocia a la depresión un trastorno de conducta, y concluyendo Borges y cols (2004) que la relación entre depresión y violencia es mediada por el consumo de alcohol, y Schanda y cols. (2004), que la probabilidad de homicidio aumenta en pacientes con trastornos mentales mayores, como depresión mayor y trastorno bipolar, que además presentan abuso o dependencia de alcohol.  

 

B. Homicidio

Parece que la depresión severa es a menudo infraestimada como causa de peligro para otros, pero el riesgo existe (Reid, 2004)

En un estudio realizado por Myers y Kemph en 1990 con homicidas jóvenes, el 93% tenía al menos un trastorno mental, siendo frecuentes los trastornos afectivos (en conjunción con trastornos de conducta)
Sin embargo, en un estudio finlandés realizado por Eronen, Hakola y Tiihonen (1996), entre los 1089 casos revisados había 36 homicidas reincidentes, de los cuales solo 2 tenía un trastorno Depresivo Mayor (siendo más frecuentes trastornos por consumo de sustancias o trastornos de personalidad).

Parker (1979) examinó 100 sujetos acusados de homicidio o intento de homicidio y encontró que el 23 % estaba deprimido, habiendo bebido en exceso muchos de ellos antes de la comisión del crimen.

Allen (1983) analizó 104 casos de homicidio seguido por suicidio de los registros de la policía de Los Angeles y encontró que en el 18% de los casos la “depresión” fue considerada por la policía como el motivo del crimen.

Rosembaum (1983) encuentra en un estudio que la mitad de los “asesinos domésticos”, la mitad de los perpetradores de asesinato-suicidio y todos los instigadores de un pacto suicida tenían un trastorno mental, siendo el más frecuente el trastorno depresivo.  

Rosembaum y Bennett (1986) estudian seis casos de homicidio por personas deprimidas, y concluyen que los pacientes deprimidos en riesgo de homicidio (o asesinato-suicidio) son aquellos con un trastorno de personalidad comórbido, una historia de abuso infantil, abuso de alcohol o drogas, o conducta suicida, siendo el factor precipitante de la depresión una infidelidad sexual por la pareja, real o imaginada, que es más una herida narcisista que una perdida de objeto. Recuerdan el concepto psicoanalítico de suicidio como la manifestación de impulsos agresivos dirigidos contra uno mismo y añaden que la relación entre homicidio y depresión ha sido pasada por alto debido a que los pacientes raramente revelan si no son preguntados los pensamientos o conductas homicidas, y también porque las escalas más comúnmente utilizadas para la evaluación de la depresión no incluyen cuestiones relacionadas con pensamientos o intentos homicidas.

Analizan también 81 casos bien documentados por Shepherd (1961), y encuentran que el 78% son hombres, tienen una media de edad de 40 años (24-57), y 35 pueden ser diagnosticados como deprimidos, encontrándose las categorías de trastorno depresivo mayor (n=11), trastorno distímico (n=15) y depresión atípica (n=9). No había entre ellos ningún paciente con trastorno bipolar.

De los 35 pacientes, 15 tenía historia de conducta homicida (todos hombres) y 10 (9 de ellos hombres) tenían historia de intentos suicidas. No había alcohólicos, solo dos bebedores moderados.
Concluye que los pacientes deprimidos mostraron significativamente mayor probabilidad de tener una historia de conducta homicida y suicida que los no deprimidos.

El suicidio extendido, término introducido por Näcke en 1908, se caracteriza por el hecho de que 1) la voluntad principal de la persona es morir, 2) la inclusión de al menos una segunda persona sin su consentimiento en el acto suicida, 3) la coincidencia de los delitos, no siendo el suicidio una consecuencia del homicidio y 4) un motivo altruista o pseudoaltruista para hacer a esa persona víctima (Meszaros y Fisher-Danzinger, 2000).

Según Böker y Häfner (1973) el 14% de los delitos violentos cometidos por pacientes psiquiátricos son suicidios extendidos. Marzuk y cols. (1992) encontraron un índice de asesinatos-suicidios del 1. 5% entre todos los suicidios y del 5% del total de homicidios cometidos cada año en EEUU.  

Dettling, Althaus y Haffner (2003) estudiaron 9 casos de suicidio extendido y encontraron que los perpetradores eran principalmente los padres (no encontrándose diferencias de género), dándose en casi todos ellos un trastorno depresivo.  

En un estudio reciente en España, De la Serna y De Pedro (2004) llaman la atención sobre el aumento progresivo del riesgo de suicidio en ancianos, deteniéndose en factores de riesgo (depresión, institucionalización, pobre salud física, . . . ), y analizando cómo en muchos casos se convierten en casos de suicidio-homicidio o suicidio extendido

A menudo se ha utilizado el término “homicidio-suicidio” u “homicidio seguido de suicidio” de forma indistinta, aunque existen diferencias entre ambos tipos de delitos. En este caso el suicidio es consecuencia del homicidio, usualmente es cometido por hombres y ocurre dentro del contexto familiar, incluyendo a veces a los hijos. De hecho, Friedman y cols (2005) encontraron estudiando una muestra de filicidas (homicidio de hijos) y encontraron que había el doble de hombres que de mujeres, aunque Karakus y cols. (2003) encontraron igual número de hombres y mujeres en su muestra. Sin embargo, en la mayoría de los casos las víctimas son las esposas o parejas (Starzomski, Nussbaum, 2000; Cohen et al. , 1998). Según algunos autores, los homicidios que se producen en el contexto familiar van seguidos de suicidio en gran parte de los casos; según Bourget, Gagne y Moamai (2000) en el 40%, y en el 60% según Bourget y Gagne (2005). También en el caso del homicidio-suicidio son frecuentes los trastornos depresivos, a diferencia de cuando se produce únicamente un homicidio. Así, Rosenbaum (1990) encontró que los perpetradores de un homicidio-suicidio estaban deprimidos en el 75% de los casos (no dándose ningún caso de depresión en un grupo de comparación de homicidas). Lecompte y Fornes (1998) encuentran la misma prevalencia, y Malphurs y Cohen (2005) encuentran datos muy similares, siendo en su muestra estudiada la prevalencia del 65%, pero Malphurs, Eisdorfer y Cohen (2001) encuentran tasas menores, del 37%; Karakus y cols. (2003) del 22%; Cohen, Llorente y Eisdorfer (1998) solo del 19%, y Chan, Beh y Broadhurst (2003) del 18%. También encuentran una asociación entre este tipo de delito y el hecho de ser cuidador de una esposa dependiente (Malphurs y Cohen, 2005; Malphurs, Eisdorfer y Cohen, 2001), aunque más en el caso de hombres mayores.  

Además, añadido a todo lo anterior, se suele hablar de diferencias en las características entre los filicidas y los neonaticidas (Simpson y Stanton, 2000), que suelen definirse como aquellos que matan a niños menores de un año

Bourget y Bradford (1990), debido a la confusión de términos en la literatura, define cinco categorías en los casos de asesinato a niños por parte de los padres: 

1) Filicidio patológico, para los casos en que las madres sufren un trastorno psiquiátrico mayor, incluyéndose aquí el suicidio extendido.
2) Filicidio accidental, cuyo prototipo es el síndrome del niño maltratado
3) Filicidio vengativo, cuando los niños son asesinados deliberadamente para manipular y causar sufrimiento al cónyuge.
4) Neonaticidio, frecuentemente resultado de embarazos no deseados en mujeres jóvenes y solteras
5) Filicidio paterno, siendo poco frecuente y encontrándose en los padres habitualmente problemas caracteriológicos.

Los pacientes suelen mencionar diferentes factores psicosociales adversos adicionales como factores mediadores o precipitantes en el momento del delito. Así por ejemplo, en el estudio de Meszaros y Fisher-Danzinger (2000) hacían referencia a problemas maritales o económicos severos

Meszaros y Fisher-Danzinger (2000) estudiaron 9 casos de madres que habían cometido un suicidio extendido y encontraron que el diagnóstico más frecuente era la depresión severa con síntomas psicóticos (seguido de la esquizofrenia). Bourget y Bradford (1990) encontraron resultados similares en una muestra de 13 adultos (9 mujeres) que habían asesinado a sus hijos, dándose el diagnóstico de depresión Mayor en más del 30% de los casos.

La historia de suicidio de los pacientes también es significativa. En el caso de las 9 pacientes estudiadas por Meszaros y Fisher-Danzinger (2000), cuatro de ellas habían realizado al menos un intento de suicidio antes del delito.

El motivo primario de esos pacientes es altruista. Las madres perciben que sus hijos son totalmente dependientes de ellas y que, en caso de que se suiciden, se quedarán solos. Además, en muchas pacientes se encuentra una identificación psicótica con la víctima, en la que las madres perciben a sus hijos como una “parte extendida” de sí mismas. Esto les induce a matar a sus víctimas para librarles de la existencia injusta que ellos mismos viven. Meszaros y Fisher-Danzinger (2000) encontraron entre las nueve mujeres estudiadas, que todas las que tenían un trastorno de personalidad diferente al ansioso-evitativo tenían sin embargo motivos egocéntricos.

En el caso del homicidio suicidio, los motivos son diferentes. Según Cohen, Llorente y Eisdorfer (1998) son frecuentes los conflictos y las separaciones previas. Chan, Beh y Broadhurst (2003) encuentran también como frecuentes estas dos razones, siendo la prevalencia del 20 y 39% respectivamente, y añaden las razones económicas. Según Haenel y Elsasser (2000), los trastornos psiquiátricos, entre ellos la depresión, en combinación con estresores como enfermedades físicas, soledad y perdidas sociales son los factores precipitantes.

Otro caso también estudiado es el que se ha llamado “suicidio asistido por la policía”, referido a casos de suicidas que poseen armas y amenazan a otros, requiriendo la intervención policial y en muchos casos, siendo asesinados por la misma policía. En estos casos, se ha encontrado una prevalencia de historial de trastorno psiquiátrico en el 60% de los casos, siendo frecuente la depresión (Wilson y cols. , 1998). Es por esto que no ha estado claro si se trataba de un homicidio o de un suicidio “encubierto”.


C. Delitología asociada a Suicidio

 

Según el DSM-IV-TR, los sujetos con trastorno depresivo mayor que mueren por suicidio llegan el 15%, aumentando las tasas de mortalidad a partir de los 55 años hasta llegar a cuadriplicarse.

En el caso de los sujetos con trastorno bipolar, el suicidio consumado se produce en el 10-15% de los sujetos. La ideación suicida y los intentos de suicidio aparecen más probablemente cuando el individuo se encuentra en un estado depresivo o mixto.

Considerando ahora los trastornos más frecuentemente asociados al suicidio, el 50-80% tiene un trastorno depresivo (Malphurs y Cohen, 2005; Malphurs, Eisdorfer y Cohen, 2001), siendo un factor de mayor riesgo, entre otros, la mejoría inicial (Harrer y Kofler-Weslergren , 1986).

Harrer y Kofler-Weslergren (1986) describen casos de suicidios que pueden convertirse en actos criminales, por ejemplo, los homicidios por negligencia criminal, en los que el delincuente, intentando suicidarse, mata accidentalmente a otras personas.  

La relación entre trastornos afectivos y suicidios está mediada por algunos factores. Así, por ejemplo, tanto Krakowski y Czobor (2004) como Vermeiren y cols. (2003) encuentran mayores niveles de depresión en suicidas violentos, y según Baca-García y cols (2005) la impulsividad en los intentos suicidas se asocia con más baja letalidad y ausencia de depresión.

 

D. Maltrato doméstico

 

Aunque algunos autores han encontrado mayor prevalencia de trastornos psiquiátricos en maltratadores que en la población general, dándose la depresión en el 16% de los casos (Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997), según Echeburúa (2003), la mayor parte de los maltratadores son personas sin un trastorno psicopatológico, y cuando está presente, lo más frecuente no son los trastornos afectivos. Es posible que los trastornos comórbidos por consumo de alcohol jueguen un papel importante. Así, Lipsky y cols. (2005) encuentran que la depresión actual y el abuso de sustancias aumentan la probabilidad de ser perpetrador de violencia en la pareja. Oriel y Fleming (1998), que los hombres en los que aparecen juntos consumo de alcohol, depresión y ser víctima de abuso infantil tienen una probabilidad de violencia del 41%. Y Cano y Vivian (2001), que variables como la depresión y el abuso/dependencia de alcohol, entre otros, median y moderan la relación entre la presencia de estresores y la violencia hacia la mujer.

 

E Maltrato infantil

 

En general, muchas veces se han asociado los trastornos depresivos en los padres con el maltrato infantil (Berger, 2005), siendo muy estudiada la relación entre la depresión postparto en las madres y el maltrato o negligencia (Reck y cols. , 2004; Sagami, Kayama y Senoo, 2004; Bifufulco y cols. , 2002).

Imputabilidad y responsabilidad

Imputabilidad se refiere a la capacidad para ser culpable en función de la relación causal, entre la patología y la anulación (eximente completa) o alteración (eximente incompleta) de las capacidades cognitivas y volitivas del sujeto.

En las psicosis ciclotímicas o TEA la imputabilidad dependerá de la profundidad psicopatológica de las mismas, para ponerlas en relación con el delito que se haya cometido suponiendo por tanto una anulación o disminución de la imputabilidad en relación con el grado y profundidad psicopatológica. En los Cuadros mixtos de manía angustiada y depresión agitada se da inimputabilidad en la mayoria de los casos, son los casos de ciclotímia.

En cuanto a depresión debemos diferenciar entre depresión endógena y depresión reactiva.

En la depresión endógena, se considera como causa de los hechos el factor constitucional endógeno, como es el caso del trastorno depresivo mayor. En estas circunstancias la imputabilidad queda anulada o atenuada, ya que existe relación causal entre los hechos y la psicopatología.
El 15 % de estos enfermos se suicida. Es también destacable el suicidio ampliado o suicidio por compasión, anteriormente comentado, así como actos de inhibición u omisión, autoinculpaciones, abandono de funciones, despidos por disminución de rendimiento…
En la depresión reactiva, la consecuencia de los hechos es lo que se denomina factor reactivo vivencial. Aquí la imputabilidad no debe verse afectada ya que no existe relación causal entre hechos y psicopatología.

En el trastorno maníaco, podemos distinguir entre:

Cuadro maníaco mayor: englobado en auténtica psicosis, por lo que la imputabilidad queda totalmente anulada. (eximente completa). Como ejemplos, mencionamos escándalos públicos, desacatos, estafas, falsificaciones

Fase maníaca secundaria: se da de manera excepcional y aquí la imputabilidad no se ve afectada.
Los episodios maníacos o hipomaníacos se caracterizan por exaltación del estado de ánimo que unido a un frecuente consumo de alcohol hace que estos enfermos presenten un gran riesgo por ejemplo entre las conductas imprudentes como conflictos con familiares, vecinos…
La ideación de superioridad y grandeza puede llevar a suplantar identidades o actos de enfrentamiento y resistencia a las autoridades.
Pueden aparecer crisis de agresión y violencia irreflexiva, inesperada y expresión y descarga de una gran y patológica tensión; Actos delictivos como lesiones y homicidios que se caracterizan por la falta de preparación, motivación y rapidez de ejecución.
El aumento de la líbido y la pérdida de la inhibición lleva a agresiones sexuales en el hombre y a condescendencia y comercio sexual en la mujer.  

En los Cuadros mixtos de manía angustiada y depresión agitada se da inimputabilidad en la mayoria de los casos, son los casos de ciclotímia.
Generan gran número de problemas civiles en las fases larvadas e incapacitación en el hipomaníaco (riegos en negocios, actividad erótica y movilidad social)
Fuera de las fases maníaco-depresivas, el matrimonio es válido ya que el sujeto conoce y quiere sus actos. Dicha unión como sociedad compartida, no sería válida tanto en fase maníaca como depresiva, circunstancia que se extiende al testamento.


Riesgo y peligrosidad en los trastornos del estado de ánimo

El tema de la peligrosidad del enfermo mental es más bien un problema jurídico y social que psiquiátrico o psicológico. En la ley 26/70 del 4 de Agosto sobre Peligrosidad Social, se incluyen una relación de sujetos y situaciones que se consideran como peligrosas. Entre ellos se encuentran los ebrios habituales, toxicómanos, así como todos aquellos que tienen un notorio menos precio por las normas de convivencia social, los que producen riesgo o perjuicio para la comunidad y tienen una evidente inclinación delictiva, despareciendo de este epígrafe los enfermos y débiles mentales, que hasta la modificación de 1978 figuraban en la referida ley. No existen datos concluyentes que muestren que el enfermo mental es más peligroso para la sociedad que los sujetos denominados “normales”. En este sentido y a manera de ejemplo la Confederación Española de Asociaciones de familiares de Enfermos Mentales ( F. E. A. F. E. S. ) colectivo que agrupa a 10. 000 familias de pacientes psíquicos maneja las cifras internacionales de un 3% como el porcentaje máximo de violencia con resultado de delitos, presentada en el conjunto de los enfermos mentales.

Ahora bien, sin renunciar a esta afirmación, no tenemos inconveniente en admitir que determinadas enfermedades y durante periodos concretos de las mismas, pueden ser origen de conductas agresivas, hostiles e incluso homicidas. Conductas todas ellas que suelen originar una gran alarma social, por lo rudo, imprevisible, desproporcionado y llamativo de las mismas, lo que con frecuencia les lleva a ser noticia de actualidad ocupando las portadas de algunos de los medios de comunicación social.  

En lo que a trastornos del estado de ánimo se refiere podemos argumentar lo siguiente:

• Depresión

- Autoacusación en delitos
- Homicidios especialmente a los seres queridos
- suicidio y suicidio ampliado
- Accesos de destrucción incontrolada con incendios, ( reacción de nostalgia de Kraft-Ebing, 1830)

manía ( psicosis maníaca)

- Homicidios en pleno furor maníaco
- Lesiones y estafas por exaltación tímica 
- Acometimiento de empresas imposibles
- Delitos sexuales por exaltación de la líbido
- Usurpación de títulos y honores en la creencia imaginaria de su posesión
- Prodigalidad sintomática que desencadena en desorden público,


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