Consideren que si pienso lo que voy a decir, la palabra ya está en mi corazón. Pero, si quiero comunicarme con ustedes, me preocupa el hacer presente en sus corazones lo que ya está presente en el mío. Por lo tanto, buscando un modo de que la palabra que se encuentra en mi llegue a ustedes y more en ustedes, recurro a mi voz. Su sonido les comunica mi palabra y su significado.
Cuando termina se desvanece. Mas, mi palabra está ahora en ustedes, sin jamás haberme dejado. San Agustín, Sermón 293, 3 La relación mente-cerebro ha cobrado una relevancia especial en psiquiatría con el exitoso advenimiento de la neurociencias. Sin embargo, es frecuente observar inconsistencias y confusión sobre esta relación en la literatura de la disciplina. En un esfuerzo por proveer información básica y estimular la reflexión sobre el tema, se presenta en este trabajo un esbozo de las teorías filosóficas sobre la mente más conocidas. En esta revisión se parte del dualismo cartesiano para continuar con una reseña de otras tesis que intentan resolver los problemas planteados por esta dicotomía. Se revisan someramente otros dualismos y doctrinas materialistas como la identidad teórica, el materialismo eliminativo, el funcionalismo y la teoría de las propiedades emergentes. Se presenta un acercamiento pluralista y pragmático como una alternativa práctica en psiquiatría.
El problema de la relación mente-cerebro en psiquiatría
(Mind-brain relationship problems in psychiatry. )
Fernando Ruiz Rey.
Psiquiatra. Wake County Human Services
PALABRAS CLAVE: Mente-cerebro
(KEYWORDS: Mind-brain)
Resumen
Consideren que si pienso lo que voy a decir, la palabra ya está en mi corazón. Pero, si quiero comunicarme con ustedes, me preocupa el hacer presente en sus corazones lo que ya está presente en el mío. Por lo tanto, buscando un modo de que la palabra que se encuentra en mi llegue a ustedes y more en ustedes, recurro a mi voz. Su sonido les comunica mi palabra y su significado. Cuando termina se desvanece. Mas, mi palabra está ahora en ustedes, sin jamás haberme dejado. San Agustín, Sermón 293, 3
La relación mente-cerebro ha cobrado una relevancia especial en psiquiatría con el exitoso advenimiento de la neurociencias. Sin embargo, es frecuente observar inconsistencias y confusión sobre esta relación en la literatura de la disciplina. En un esfuerzo por proveer información básica y estimular la reflexión sobre el tema, se presenta en este trabajo un esbozo de las teorías filosóficas sobre la mente más conocidas. En esta revisión se parte del dualismo cartesiano para continuar con una reseña de otras tesis que intentan resolver los problemas planteados por esta dicotomía. Se revisan someramente otros dualismos y doctrinas materialistas como la identidad teórica, el materialismo eliminativo, el funcionalismo y la teoría de las propiedades emergentes. Se presenta un acercamiento pluralista y pragmático como una alternativa práctica en psiquiatría.
Abstract
The mind-brain relation has become particularly relevant for psychiatry with the successful developments of neuroscience. The literature, however, shows inconsistencies and confusion in the treatment of this relationship. This paper tries to provide basic information on the issue in an effort to motivate interest and reflexion. A concise review of the principal filosophical theses on mind is presented, including Cartesian dualism and the doctrines that have attempted to resolve the problems that it entails. Identity theory, eliminative materialism, functionalism and the theory of emergent proprieties are briefly discussed. A pluralistic pragmatic approach is presented as a practical alternative in psychiatry.
Introducción
La relación mente-cuerpo es un tema que se ha discutido ampliamente en círculos filosóficos, no así en el ámbito psiquiátrico en donde la relación mente-cerebro ha cobrado una relevancia especial con el desarrollo de las neurociencias. El psiquiatra en su práctica diaria utiliza conceptos y ejecuta procedimientos que cubren ambos términos de esta relación: se habla de trastornos funcionales y de trastornos orgánicos, se realizan técnicas psicoterapéuticas para fortalecer la auto-estima y el sentido de autonomía, se prescriben drogas psicotrópicas para modificar la situación de los neurotrasmisores en diversas áreas del cerebro, se habla de entendimiento psicológico y de causalidad física, etc. .
En la teoría y en la práctica, los psiquiatras hablan de la unidad de la mente y el cerebro, sin embargo, el carácter de esta relación no es explícitamente formulada y, es frecuente notar que se aluda a ella de diversas maneras, con distintos supuestos, lo que resulta en una situación confusa, tanto en la práctica clínica, como en la presentación de los resultados de las investigaciones de las neurociencias.
En el siglo XX se generó un progresivo aumento de la explicaciones biológicas de las enfermedades mentales. Al comienzo de esa centuria, lo que se solía explicar por medios psicológicos encuentra su razón en la genética, en los tumores y accidentes vasculares cerebrales, en las infecciones, en las endocrinopatías, etc. Siguen unas décadas de psicologización de la psiquiatría y, luego, se desencadena, a fines de ese siglo, una eclosión de información biológica derivada de las investigaciones de laboratorio, de la biología molecular, de la psicofarmacología y de las nuevas técnicas de neuroimagen cerebral. Las explicaciones psicológicas terminan siendo relegadas y, casi eliminadas del discurso psiquiátrico. A pesar de haberse establecido un sistema axial de diagnóstico con una dimensión psicosocial, la psiquiatría Biológica polarizó la disciplina, usando esquemas conceptuales y diseños de investigaciones, correspondientes al punto de vista del materialismo, especialmente del materialismo reductivo; con este proceso, el desarrollo teórico e investigacional de la psiquiatría Biológica ha tendido a perpetuar su propia perspectiva. Esta situación ha generado considerables consecuencias de orden práctico y teórico; intereses político-sociales han utilizado esta constricción generada por el monismo biológico, para fragmentar y cambiar el papel profesional del psiquiatra que se ha convertido en un simple técnico, ha alterando la relación médico-paciente tradicionalmente central en la intervención psiquiátrica y, ha impedido un desarrollo amplio e integral de la especialidad.
Es por lo tanto, muy importante familiarizarse con la conceptualización de las relaciones mente-cerebro y las dificultades que ésto implica. No es posible lograr una conclusión definitiva y universalmente aceptada sobre este tema, por su complejidad y las múltiples implicaciones que posee. No obstante, es preciso clarificar en lo posible esta relación para facilitar la comunicación y el progreso de las distintas especialidades que contribuyen a la práctica de la psiquiatría y, la integración de los hallazgos de las neurociencias con la situación clínica del paciente.
En el presente trabajo se hace un bosquejo de algunas de las diversas y complejas posturas filosóficas que intentan clarificar la relación mente-cerebro. La presentación de este tema corresponde, en verdad, a los expertos en estas materias, pero dada la urgente necesidad por conocerlo que enfrentan los psiquiatras en el momento actual, me aventuro a presentarlo, con cautela y con consciencia de sus limitaciones.
Dualismo de substancia
El dualismo de substancia o, como se le conoce habitualmente, dualismo cartesiano, proviene de René Descartes (1) filósofo francés del siglo XVlI. Descartes en su afán por lograr un conocimiento claro y evidente, llega con el método de la duda metódica, a una certeza, clara y distinta, de la cual ya no puede dudar -ni siquiera con la hipótesis de la existencia de un genio maligno que lo pudiera engañar, incluso con las verdades matemáticas- se trata del hecho que, al dudar, piensa y, si piensa, luego existe -Cogito ergo sum-. Yo pienso: luego yo existo; soy una cosa pensante que no requiere de nada material: “De manera que ese yo, es decir el alma, por la cual yo soy el que soy es enteramente distinto del cuerpo. . . ” (2, pag. , 148): la cosa pensante (res cogitans).
También, en forma clara, pero no primariamente como el alma, se muestra a Descartes el mundo físico, pero con una propiedad diferente, la extensión: la substancia extensa (res extensa). La res cogitans y la res extensa se definen cada una por exclusión de la otra: lo pensante no es extenso y, lo extenso no piensa. Las dos cosas difieren en varios sentidos, la cosa extensa, queda reducida al espacio y al movimiento, por lo que posee propiedades como color, forma, y es accesible a otras personas. En cambio, la res cogitans no está ubicada en el espacio, no posee las propiedades descritas para la cosa extensa y, es privada; solo tiene acceso a ella la persona que piensa.
Esta conceptualización de lo que hay en el universo -dos substancias completamente distintas- con propiedades tan diferentes, enfrenta el serio problema de la relación entre ellas -mente-cuerpo-, cómo la decisión de caminar, por ejemplo, hecha en la interioridad de la persona; en la cosa pensante, se pone en acción, movilizando las piernas en la cosa extensa, con el dualismo es como vivir en dos mundos apartes. Descartes mismo no encontró una solución a esta dificultad, postuló que la mente y el cuerpo se unen en interacción en la recóndita glándula pineal. Esta explicación contradice las leyes de la física, es filosóficamente muy dudosa y, en el mundo actual, a la luz de las neurociencias, es claramente inadecuada.
El dualismo cartesiano que divide nítidamente la mente del cerebro ha tenido una importante influencia en el modo como se ha desarrollado la psiquiatría y ciencias afines; ésto se refleja, por ejemplo, en la separación de la psiquiatría de la neurología y en la clasificación de los trastornos mentales en “funcionales” y “orgánicos”, popular hasta no hace mucho tiempo atrás. Pero esta separación de mente y cerebro como dos substancias independientes, dificulta la conceptualización de sus interacciones y se ha hecho problemática con la creciente evidencia aportada por las investigaciones biológicas. Los estudios de neuro-imagen cerebral indican que las enfermedades mentales mayores -por años consideradas funcionales (esquizofrenia y psicosis maníaco-depresiva)- muestran perturbaciones cerebrales comprobables, que las circunstancias vitales estresantes afectan la indemnidad de estructuras cerebrales y, que, incluso, la psicoterapia, modifica la neuroimagen de los estados depresivos (3, 4, 5). La mente y el cerebro interactúan íntimamente, su división no parece ya ser tan clara y distinta. Pero la interfase de lo mental y lo físico permanece en la oscuridad.
Si se pudiera encontrar cómo interactúan estas dos substancias cartesianas, la unión de la psicología y de las neurociencias no sería problemática. Se ha propuesto que estas substancias completamente separadas no interactúan, solo aparecen paralelamente (“paralelismo”), como en un estado de “armonía preestablecida” (Leibniz) (6), su aparente interacción es solo una ilusión. Esta tesis tropieza con serias dificultades filosóficas y científicas y, no tiene vigencia actual.
Recientemente se ha intentado resolver algunas de las dificultades planteadas por el dualismo con un análisis del concepto de causalidad y sus implicaciones metafísicas, señalando que el evento causal debe ser entendido en el contexto en que se da y que posibilita su causalidad; con este tipo de análisis y, considerando a los contenidos perceptuales como exploratorios del mundo, se muestra la causalidad de los procesos mentales. Los procesos neurológicos coexistentes en la conducta [por ej. : ir al refrigerador, abrir la puerta y sacar una cerveza] que realiza a un deseo [beber una cerveza], no poseen la determinación necesaria -para ser considerados causales del logro del deseo, ya que las circunstancias que rodean la realización de éste, pueden ser distintas [caminar más lento o más rápido; o estar más lejos o más cerca del refrigerador, etc. ], cambiando los estados neurológicos de la conducta; lo que permanece determinante es el estado mental, por lo que se le atribuye el papel causal (ver detalles de este análisis en referencia 7).
El problema de la relación mente-cerebro desaparecería si se pudiera argumentar exitosamente que el dualismo no existe. Un idealismo extremo solucionaría el problema planteado por el dualismo sosteniendo un inmaterialismo en el que el ser de los objetos queda reducido a su percepción, pero no todo el movimiento idealista adhiere a esta tesis extrema. El idealismo - en distintas formas y dosis- prevalece durante los siglos XVII y XVIII, luego con el desarrollo del positivismo y de la ciencia, se va imponiendo una solución materialista al problema del dualismo. El materialismo postula la materia como lo único primariamente existente en el universo, de este modo, las neurociencias operarían sin problema alguno, sin preocupación de los estados mentales; este tipo de pensamiento tiene considerable popularidad entre fiósofos y neurocientíficos.
Pero, si se pudiera argumentar en favor de la imposibilidad de eliminar o reducir la mente a la materia, ésto significaría que la ciencia -evidencia empírica-, no sería capaz de proveer un entendimiento completo de ella, o sea, el estudio del cerebro no podría entregar una comprensión acabada de la mente. (8d)
Otras formas de dualismo incluyen:
Dualismo de propiedades
El dualismo de propiedades sostiene que lo mental y lo físico son dos clases diferentes de propiedades metafísicas que se pueden predicar de un mismo objeto (persona). Un ser humano es más que cerebro y mente, lo que permite que la persona enfrente directamente sus experiencias, y pueda formar ideas acerca de ellas sin tener que recurrir a ninguna explicación causal neuronal. La justificación de las ideas acerca de las experiencias no dependen solo de los aspectos físicos (cerebrales), sino que también de los rasgos no físicos (mentales) que se dan en la experiencia misma (9a). Esta teoría desconecta el problema del conocimiento (de las experiencias) del proceso causal de los acontecimientos físicos neuronales, evitando así, convertir al ser humano en un espectro ilusorio dependiente de la materia (ver: epifenomenismo).
En la tesis del dualismo de propiedades la mente ya no es producto de lo físico, sino que ambos tienen un origen común. Esta doctrina une mente y cerebro, pero no queda claro como estas propiedades interactúan; algunos dualistas de propiedades recurren al reduccionismo materialista al intentar explicar esta interacción (ver: identidad teórica) (8b, 10). Pero el dualismo de propiedades tiene que enfrentar la dificultad ontológica de explicar como se produce la emergencia de propiedades tan dispares de un tronco común. Ante esta dificultad, ha reemergido el panpsiquismo (lo mental y lo material coexisten de alguna manera en toda la realidad) como una posible teoría explicativa de la aparición de dos propiedades tan distintas. El panpsiquismo no es una teoría especialmente atractiva para los filósofos actuales, aunque hay autores que lo consideran seriamente. (10, 11)
Dualismo explicatorio
El dualismo explicatorio se aleja de lo ontológico -de lo que son las cosas - para limitarse a los procedimientos de entendimiento, este acercamiento es más bien epistemológico, o sea, cómo conocemos o explicamos los fenómenos. No se intenta mostrar lo que son la mente ni el cerebro, ni como se relacionan, sino que se postula que para conocer al ser humano se requieren dos tipos diferentes y complementarios de explicaciones de los sucesos mente-cerebro. Una que puede llamarse psicológica o mental y la otra material o biológica. El conocimiento de las cosas inanimadas ofrece solo una explicación de lo que ellas son y como funcionan; en cambio, el conocimiento de los seres animados y, particularmente el hombre, no se puede lograr en su totalidad con un solo tipo de explicación, requiere, por las manifestaciones de su ser, una explicación dual. El dualismo explicatorio se acerca a un acercamiento pluralista (ver Comentario)
El epifenomenalismo es una doctrina filosófica que enfrenta el problema de la mente-cerebro partiendo inicialmente del dualismo e intenta resolverlo, transformando la mente en un subproducto inerte de la materia.
Epifenomenalismo
El epifenomenismo nace en el siglo XlX, acepta el dualismo cartesiano, lo supone correcto y trata de explicar la relación entre las dos substancias: mente y cerebro. Esta teoría propone que los procesos mentales son causados por sucesos físicos: la actividad neuronal. Estos sucesos físicos tienen como causa eficiente otros sucesos físicos, la mente no tiene ningún papel causal en este proceso, ésta es solo un epifenómeno de la actividad neuronal. (9a, e)
El epifenomenalismo se basó inicialmente en el dualismo cartesiano, pero relegó a la mente a ser una substancia banal, un epifenómeno inerte de la materia. Los epifenomenalistas posteriores abandonan el dualismo ontológico, y se hacen explícitamente monistas materialistas, conservando la mente como una especie de “secreción” insubstancial y pasiva de la materia. (6)
Para el epifenomenalismo es insostenible la solución cartesiana de la acción de la mente sobre el cuerpo a través de la glándula pineal, produciendo en ella pequeños cambios en su forma, porque para que se produzca un cambio es necesario un movimiento, y éste se debe a una fuerza física; si la mente produjera este cambio habría una violación de la causa eficiente física, premisa básica de la teoría epifenomenista.
El epifenomenismo argumenta que el hecho de que los sucesos de la vida mental -pensamientos, sensaciones, deseos, etc. - ocurran regular y concomitantemente con la conducta, no es una razón suficiente para postular que estos fenómenos mentales provocan la conducta; ambos sucesos, el fenómeno mental y la acción conductual, pueden tener una causa común subyacente: procesos neuronales. Los epifenomenalistas nos dicen, que hay numerosas asociaciones que aparecen regularmente, pero no tienen relación causal, por ejemplo: la caída del barómetro asociado con las tormentas, el hecho que ocurran regular y concomitantemente no significa que la caída del barómetro cause las tormentas.
Un ejemplo que ilustra la tesis del epifenomenalismo se puede ver cuando se toca inadvertidamente una estufa caliente, de inmediato la mano es retirada antes de experimentar el calor y el dolor; las señales nerviosas viajan de la mano al sistema nervioso que reacciona de inmediato con el comando motor de retirar la mano de la estufa; en el proceso, se informa, además, a la mente de lo que está ocurriendo. Este ejemplo parece en verdad válido para los casos extremos, pero no en otros, el acto reflejo puede ser interrumpido por un acto voluntario. Se citan otros ejemplos de situaciones más complejas como las realizadas en algunas investigaciones neurofisiológicas que indican que la toma de conciencia, de mover un dedo siguiendo una orden de hacerlo, ocurre después de que el cerebro se prepara para iniciar la actividad motora, esto determinado con un electroencefalograma (12, 13). Estos resultados han recibido serias críticas y permanecen en cotroversia.
Una objeción que se hace al epifenomenalismo es que al asignar causalidad solo a los procesos físicos, los procesos mentales inertes causalmente, no serían capaces de generar el conocimiento de las propias experiencias mentales. Porque para que se genere este conocimiento, la experiencia mental debe causar el conocimiento de la misma y, esta causalidad, no cabe en el epifenomenalismo.
La consecuencia del epifenomenalismo es que toda la vida mental, incluyendo los complicados argumentos que se hacen para atacar o defender al epifenomenalismo, no tienen ningún significado, porque no tienen injerencia causal; los procesos mentales y conductuales ocurren, porque son el producto de la causalidad neuronal (física) (reduccionismo causal). El epifenomenalismo nos convierte en espectros ilusorios producto de la causalidad material. (9a) El epifenomenalismo se defiende de este ataque sosteniendo que los estados mentales que se consideran efectos de estados mentales anteriores tienen la propiedad de saber que esos estados mentales anteriores ocurrieron, pero ésto no implica causalidad (la causalidad ocurre solo a nivel físico, los estados mentales son solo epifenómenos). Se ha criticado, también, la pasividad atribuida al epifenómeno, señalado que si algo “es” (el epifenómeno), tiene poderes causales (Samuel Alexander citado en 8h).
Si el epifenomenismo fuera verdadero, la mente y la conciencia, siendo inertes, no tendrían razón de ser desde una perspectiva extricta de la evolución y, la historia de la humanidad hubiera ocurrido sin que nadie, nunca y en ninguna parte estuviera consciente de ello; una conclusión tan anti-intuitiva que se puede decir con Searle, se trata de una: reductio ad absurdum (citado por 6) .
La causalidad del epifenomenalismo ocurre “de abajo hacia arriba”, es decir, desde lo material a lo psicológico, y no en el sentido contrario; ésto no da cabida a la acción causal de la mente sobre el cerebro. (14). El psiquiatra clínico no estaría dispuesto a aceptar el esquema del epifenomenalismo; los fenómenos psicológicos tienen para él, una importancia primaria como para pensar que la vida mental sea un simple epifenómeno inerte de la materia.
El epifenomenismo, como se señaló, se inicia aceptando la dualidad cartesiana, pero se aleja posteriormente de ella, para entregarse exclusivamente al materialismo. Al epifenomenalismo siguen otras tesis materialistas que intentan superar el dualismo y las dificultades del epifenomenalismo. En éstas, la mente es explicada por las teorías de la materia (identidad teórica) o, simplemente se elimina (materialismo eliminativo), con lo que mente y cerebro son, de alguna manera, lo mismo: materia; así, estando al mismo nivel, la interacción mente-cerebro no ofrece ninguna dificultad. Ambas posturas filosóficas rechazan el epifenomenalismo, sin embargo, al describir los estados mentales y aparecer tan distintos a los estados neuronales, el epifenomenalismo inevitablemente se esboza.
Identidad teórica
Identidad se refiere a mismidad, por ejemplo, se habla de identidad cuando hay varios nombres para designar una misma cosa. La teoría de la identidad teórica (9c, 14) sostiene que el poder explicativo de la razón posibilita establecer una relación en términos de identidad entre los estados y procesos de la mente y los estados y procesos del cerebro revelados por las neurociencias y, no, una simple correlación.
La doctrina de la identidad teórica debe explicar por qué unos estados cerebrales causan estados mentales y otros no. Searle (15) señala que si no hay una conexión explicativa específica entre procesos neurales y procesos mentales, no hay razón para no poder imaginar la posibilidad de inventar una máquina o, imaginar criaturas extraterrestres con una estructura mental diferente a la nuestra, que tengan estados mentales. Ante estas críticas la tesis de identidad teórica sostiene que los juicios de identidad entre la mente y el cerebro son de carácter contingente, ésto es, se aceptan, porque las ciencias los proponen como verdad, pero cambian con las respuestas que éstas van generado en su desarrollo. Se debe señalar, no obstante, que las ciencias no prueban relaciones de identidad, solo establecen relaciones de ‘causalidad’. Además, esta contingencia, que otorga variabilidad y flexibilidad a la teoría, amenaza, el concepto mismo de identidad que requiere de estabilidad para ser tal; esta inestabilidad se hace muy patente con el estudio de la historia de las ciencias, que según Khun (16), muestra que el progreso científico ocurre por cambios “revolucionarios”; las nuevas teorías simplemente desplazan a las anteriores
Un ejemplo de identidad teórica es la temperatura -caliente, frío- y la explicación ofrecida por los científicos: energía kinética media de las moléculas. De acuerdo a esta teoría, no tendría sentido decir que el movimiento molecular causa la temperatura, el movimiento molecular es la temperatura. En el caso de la relación mente-cerebro, la mente es explicada científicamente por la actividad cerebral y es identificada con esta explicación.
No hay evidencia científica adecuada que apoye la identidad teórica de tipo, ésto es, la identificación de un proceso neuronal específico para cada proceso psicológico genérico; teóricamente podría especularse que, aunque no exista todavía evidencia empírica que apoye la identidad teórica de tipo, ésta es razonablemente posible. Sin embargo, la ‘realizabilidad múltiple’ -un mismo estado mental generado por distintos estados neuronales- (ver: funcionalismo), causa problemas a las explicaciones de la identidad teórica, pero no ha logrado desbancarla totalmente (ver referencia 6). Se acepta que, tal vez, haya alguna evidencia para apoyar la identidad teórica de “token”, ésto es, identidad para el individuo, o ‘token’ particular, de un género o categoría (un perro particular de la categoría de perro) (8i). Pero la identidad teórica para el caso particular, con posibilidad de cambio neuronal, intra e interindividual, dificulta la generalización y el propósito mismo del acercamiento de identidad teórica: proceder identificando la relación mente-cerebro con la actividad cerebral, marginando a la mente; una respuesta que se ha dado a esta objeción es que no se trata de actividad neuronal bruta, sino que de “función” neuronal, con ésto se pasa de la identidad teórica, al funcionalismo (ver funcionalismo). (17)
La teoría de la identidad teórica al proponer las explicaciones de las neurociencias como fundamento de los fenómenos mentales, olvida las diferencias radicales de las propiedades de ambos estados -mente-cerebro-. Viola así, la Ley de Leibniz, que exige para establecer identidad entre dos estados, que ambos compartan las mismas propiedades.
Además, puede agregarse de acuerdo con Leibniz (18, pag. , 18): “Porque no hay en la Naturaleza dos Seres que sean perfectamente el uno como el otro, y donde no sea posible encontrar una diferencia interna, o fundamental en una denominación intrínseca. ”. Dicho de una manera y perspectiva diferente, para que haya una identidad de tipo se requeriría que el cerebro y la mente fueran isomórficas, lo que no es el caso (19). Además, al decir, por ejemplo: “el relámpago es una descarga eléctrica”, se identifica relámpago con descarga eléctrica, sin embargo se tiene que reconocer una diferencia de significado de relámpago y de descarga eléctrica, porque para saber que algo es un relámpago hay que mirar, y para saber que es una descarga eléctrica, hay usar la experimentación y una teoría. Además, la reducción a la teoría científica en vigencia no elimina la presencia del dato primario de la conciencia. Para Searle (15) el dato primario consciente es irreductible a otra cosa, este autor señala que para hacer este tipo de reducción se requiere la distinción entre apariencia y realidad; por ejemplo: apariencia: el sol cae en el horizonte; realidad: la tierra rota frente al sol.
Para Searle esta diferenciación no se da en el caso de la consciencia en el que la apariencia y la realidad son una misma cosa: “si conscientemente parece que estoy consciente, entonces estoy consciente” (pag. 213).
La teoría de la identidad teórica y, en general las teorías materialistas, enfrentan el serio problema de explicar la subjetividad o, ‘consciencia’, de las sensaciones, las vivencias visuales, auditivas, de dolor, etc. Esta subjetividad o, consciencia, se ha denominado en el vocabulario filosófico como “qualia”, y representa un verdadero desafío a las explicaciones de la teoría de la identidad teórica (y de todas las tesis materialistas que eliminan o reducen la subjetividad a lo físico), por éso se dice que la qualia -o -”el problema de la conciencia”- constituye una “hendidura” en los intentos de explicación unitaria materialista: ésto es, como explicar en términos naturalistas la generación de la conciencia desde la “mera materia”, y como ésta se conecta necesariamente con los procesos neuronales para influir en la conducta. La subjetividad, o conciencia, (que se da en primera persona: al que la experimenta) y la conducta (que se da en tercera persona: al observador) son dos fenómenos distintos, ésto se ilustra si se concibe a un grupo de personas con alteración de la percepción visual de colores que al mirar un objeto rojo para los individuos normales, lo ven “verde” y, al mirar un objeto verde lo ven “rojo”, no fallan en la prueba discriminativa de colocar lápices verdes y rojos en cajas separadas. La conducta puede ser explicada por complejos procesos neurológicos, pero no la subjetividad. (17)
La teoría de la identidad teórica es materialista reductiva (la teoría de la mente es reducida a -explicada por- la teoría de la materia), su popularidad ha disminuido por las dificultades mencionadas y por ignorar la acción de la mente sobre el cerebro. No acepta la causalidad “de arriba hacia abajo”, ya que la mente es identificada con la actividad cerebral, y es allí -en el cerebro- donde ocurren las interacciones de la vida humana en su totalidad.
Así planteada la relación de causalidad, la tesis de la identidad teórica no resulta atractiva para la psiquiatría.
Searle (15), sostiene que los estados mentales tienen una ontología en primera persona (se dan a los que los experimentan) y no pueden ser reducidos a nada que se de en tercera persona (se dan a un observador), porque al hacer ésto, se deja de lado lo que se quiere explicar, la conciencia.
De la tesis de la identidad teórica emerge el materialismo eliminativo que intenta resolver los problemas del dualismo que se filtra como epifenómeno en la teoría de la identidad teórica, simplemente eliminando la mente de la ecuación (materialismo no reductivo).
Materialismo eliminativo
El materialismo eliminativo (9, b) se basa en dos supuestos: las concepciones populares de nuestros estados mentales, lo que se ha llamado “psicología popular” (“folk psychology”: esquema conceptual del sentido común que empleamos para entender, predecir y explicar la conducta de otros seres humanos y animales) es confusa, defectuosa y definitivamente falsa en su explicación de la conducta humana; y, esta psicología popular, será reemplazada por las teorías, más claras, efectivas y verdaderas de la neurociencia futura. Conceptos usuales como, pensar, creer, valorar, serán reemplazados por conceptos neurofisiológicos.
Para el materialismo eliminativo los estados mentales -las experiencias de los objetos físicos ordinarios e incluso nuestros estados interiores- no son dados directamente, si no que son formaciones teóricas. Al concebir a la psicología popular como teoría, no puede escapar de ser comparada con otras teorías acerca del tema, particularmente, en este caso, las provenientes del campo de las neurociencias. Los filósofos que adscriben a este movimiento piensan que las explicaciones -teorías- de las neurociencias, por su excelencia, desplazarán a las teorías que constituyen la psicología popular. Paul Churchland (20), el principal exponente de este movimiento filosófico, sostiene que: “nuestro entendimiento común y, aún nuestra introspección, podrán, entonces, reconstruirse en el esquema conceptual de la neurociencia completa, una teoría que se puede esperar sea mucho más poderosa que la psicología del sentido-común que desplaza, y más substancialmente integrada en la ciencia física”.
La teoría es materialista (o fisicalista, como muchos filósofos prefieren, ya que hay entidades físicas que difícilmente pueden denominarse materiales) al postular que la ciencia del cerebro podrá últimamente explicar la conducta, y es eliminativa al vaticinar la desaparición de la psicología popular, que será reemplazada por una ontología post-neurocientífica. El desarrollo de la neurociencia mostrará que no hay, ni creencias, ni deseos, como los caracteriza el sentido común. Estos filósofos profesan un desmesurado optimismo en la capacidad de la ciencia para proveer conocimientos, sin análisis de las limitaciones y supuestos del método científico. Los materialistas eliminativos no adscriben a la teoría de las propiedades emergentes (ver más adelante), aunque aceptan una forma benigna de esta teoría en el sentido que las propiedades de un artefacto no son solo la suma de sus partes.
La mayoría de los argumentos para sostener al materialismo eliminativo están dirigidos a señalar las fallas de la psicología popular para desarrollar una teoría explicativa de la conducta. Para Churchland (20), por ejemplo, la psicología popular es básicamente una teoría con un conjunto de leyes de sentido común y, como tal, es susceptible de análisis. Así planteada la situación de la psicología popular, el conocimiento de la mente de otros individuos es, de acuerdo a esta psicología y a este autor, una hipótesis explicatoria, cuya función “en conjunto con las leyes de la psicología popular, es proveer explicaciones/predicciones/entendimiento de la continuidad de la conducta de los individuos”. Del mismo modo, la instrospección, sería “una respuesta conceptual a los estados internos de uno mismo” y, toda respuesta conceptual, es contingente a la teoría que la enmarca.
Los estados mentales intencionales (dirigidos a un objeto) o, como también se les denomina, “actitudes proporcionales”, -tradicionalmente irreductibles a las propiedades de lo físico- tampoco escapan al análisis de Churchland; según este autor, la teoría de la estructura de los estados intencionales es la misma estructura que en la teoría de las ciencias físicas (Churchland se refiere a la “actitud numérica” que aparece en el esquema conceptual de la física: “tiene la masa de n. . . tiene la velocidad de n. . . tiene la temperatura de n. . . etc. ” En las actitudes proposicionales se ve lo mismo: “cree que p. . . piensa que p. . . teme que p. . . etc. ” Tanto n como p se pueden sustituir, una por un número y la otra por una proposición concreta; en ambas se pueden estudiar las relaciones que surgen y, más aún, son susceptibles de cuantificación).
Para los materialistas eliminativos la teoría de la psicología popular es una teoría empírica, por lo que se debe evaluar con respecto a la efectividad explicatoria, a sus posibilidades de desarrollo y a su coherencia y continuidad con otras teorías bien establecidas en disciplinas vecinas, como la biología y las neurociencias.
La psicología popular, según Churchland, falla en numerosas áreas como: el explicar la diferencia de capacidad intelectual entre individuos, la naturaleza y dinámica de las enfermedades mentales, la facultad de la imaginación creativa, etc. y, muy especialmente, en el aprendizaje y, particularmente, el aprendizaje no linguístico.
En lo que se refiere a la evolución y progreso de la psicología popular, Churchland considera que ésta está en un lamentable estado de estagnación e incapacidad de generar ningún programa de investigación. Tampoco la psicología popular es realmente parte del ímpetu de las numerosas disciplinas que avanzan en la elaboración de una síntesis de conocimiento acerca del ser humano, sus categorías intencionales permanecen aisladas, sin posibilidad visible de reducirse a ese gran cuerpo de conocimientos e investigación. La posición de Churchland implica una concepción de ciencia unificada a partir de la física en la que la psicología sería eliminada por ineficiente e incapaz de integrarse a las neurociencias.
Se ha criticado esta postura unitaria señalando que una ciencia a un nivel inferior (físico) no puede reemplazar a otra en un nivel superior (psicológico o social), una teoría de un nivel reemplaza a otra del mismo nivel, pero no de un nivel distinto. (8a)
Churchland (20) espera que el desarrollo de las neurociencias generará una teoría integrativa, compleja que dará las bases para una nueva racionalidad que reemplazará la racionalidad proveniente de la psicología popular y de la linguística. Incluso este autor piensa que el desarrollo científico será de tal envergadura que desentrañará las estructuras mismas encerradas en el cerebro, de las cuales la psicología popular solo refleja una fracción. Este potencial podría no solo generar una nueva racionalidad, sino que también, un nuevo lenguaje y un nuevo sistema de comunicación entre los seres humanos.
Un argumento proveniente de las neurociencias que ha tenido especial importancia en el desarrollo de la teoría del materialismo eliminativo está basado en el desarrollo de las neurociencias cognitiva y computacional. Central a estas es la concepción de la neurona como un sistema computacional, -un transformador vector a vector- con “in put” de actividad: -frecuencia de potenciales de acción- que es transformada en el sistema y despachada como “out put” por el axón. La frecuencia de potencial de acción puede matematizarse con los recursos de los sistemas dinámicos, de tal manera, que se hacen objetivamente manejables. El in put puede ser modificado por la neurona, cambiando las condiciones de la sinápsis: plasticidad sináptica. El aprendizaje ocurre precisamente por esta capacidad de plasticidad que modifica el in put y consecuentemente el out put, en cada intento de realizar una tarea determinada; con ésto disminuye el margen de error del sistema y se logra el aprendizaje. (9 a)
Con esta conceptualización proveniente de las neurociencias, los promulgadores del materialismo eliminativo, intentan reemplazar las nociones de cognición representativa y la computación subyacente a ella, de tipo lógico semántico, que utiliza la psicología popular. Se ha señalado que este reemplazo con eliminación de teorías de la psicología popular, tal vez, pueda tener cierto sentido, pero hay muchos otros aspectos de la cognición que no pueden ser reemplazados por una teoría científica vigente, y para los cuales la psicología popular tiene teorías muy razonables como para la intencionalidad de ciertas cogniciones.
Las pretensiones -especulativas- del materialismo eliminativo van aún más allá de la eliminación de la psicología popular, pretende que las teorías científicas señaladas, servirían de base a la misma filosofía de las ciencias, ofreciendo una teoría que fundamentaría el desarrollo de las teorías en las ciencias: teoría de las teorías. Churchland sigue a Quine (Epistemology Naturalizad, 1969) que sostiene que no puede haber una filosofía primera que provea sustento a cualquier otra actividad de investigación, por lo que la epistemología no puede ser separada de las ciencias naturales; para Churchland, la epistemología, se conformaría por la influencia de las neurociencias y cumpliría su papel normativo, guiando a las demás teorías que se elaboran para la actividad en el mundo y su comprensión; la epistemología para este autor es naturalizada y normativa (8a).
El gran problema que debe responder el materialismo eliminativo es que el desarrollo de las neurociencias no es suficientemente avanzado para proveer teorías capaces de substituir a la psicología popular, menos aún, capaces de fundamentar una teoría de las teorías, como especuló Churchland en sus primeros escritos. Pero si las neurociencias avanzaran, como lo hacen, y lograran un alto nivel de sofisticación y detallismo en el conocimiento de las bases biológicas de la vida psicológica, aún quedaría la subjetividad (qualia) de la experiencia mental -arbitrariamente eliminada- sin explicación convincente. En un sentido similar hay que agregar que el materialismo eliminativo no acomoda bien la causalidad “de arriba hacia abajo”, porque elimina el arriba (la mente), una opción no atractiva para la psiquiatría.
El materialismo eliminativo se basa en la esperanza de que en un futuro se desarrollarán teorías científicas que desplazarán las teorías de la psicología popular, pero ésta es una esperanza que se formula dentro del ámbito actual de la psicología popular, considerada superficial, insuficiente y falsa; cabe preguntarse si estas debilidades también afectan el carácter y la validez de esta esperanza.
Otra crítica que se hace al materialismo eliminativo es su falta de análisis del concepto de teoría y de explicación; algunos críticos insisten que los contenidos mentales se dan espontánea y directamente, y no constituyen una teoría propiamente tal. Debe aceptarse que estos estados mentales no son ajenos a las creencias y al ambiente cultural en que se desenvuelve el ser humano, pero no son el producto de una actividad intelectual consciente y dirigida para lograr entendimiento y unidad, ni están sometidas a una constante comprobación experimental como lo son las teorías científicas. Pero, si en realidad, la psicología popular no fuera más que una teoría probada falsa por los resultados de las neurociencias, y la misma consciencia fuera explicada por bases neurofisiológicas y la aparente libertad del hombre no fuera más que un sutil mecanismo de feedback ¿no seríamos más que autómatas ilusos en un mundo sin sentido ni significado? Una conclusión difícil de aceptar.
Se ha señalado también que si se adscribe a un realismo científico como vulgarmente se entiende (teoría científica=realidad), como lo hiciera Churchland al comienzo de sus escritos, no se podría defender esta postura filosófica con el advenimiento de una nueva teoría científica ‘verdadera’ que elimina las anteriores como falsas. Frente a esta crítica, Churchland ha suavizado su concepción de las teorías: verdadera vs. falsa, para aceptar grados de validez en las distintas teorías. Pero con ésto se abre a un pluralismo que se aleja de su concepción inicial de la unicidad de las ciencias (básicamente derivadas de la física). Hay que agregar que una teoría puede ser errada o falsa, pero aún está referida a ‘algo en el mundo’ con lo que la crítica del materialismo eliminativo a la psicología popular como falsa pierde fuerza y se abre al pluralismo. (8a)
Las pruebas empíricas que las neurociencias proveen al materialismo eliminativo son muy escasas en la actualidad. Donde este movimiento filosófico encuentra más evidencia es en los cuadros psiquiátricos en los que el estado mental se puede explicar por un daño orgánico o alteración cerebral que se hace evidente en pruebas de neuroimagen. En el terreno de la psicología normal se debilita por las razones ya mencionadas. Brendel (21) sostiene que la debilidad de esta teoría se hace más evidente en el terreno en que es más fuerte, en el patológico: hay creciente evidencia que muestra que la patología psiquiátrica tiene múltiples causas que van desde el espectro psicosocial al puramente biológico, necesitando un modelo explicatorio multifactorial para comprender adecuadamente la génesis de estos trastornos (21, 22, 23).
Una forma de materialismo eliminativo que es pertinente mencionar en esta revisión por el impacto que causó en un momento en la práctica de la psicología clínica y de la psiquiatría, es la teoría conductual de Skinner, BF (24, 25). Este autor rechaza categóricamente la psicología popular como precientífica y falsa, y la reemplaza por su psicología conductual. Pero este acercamiento conductual extremado bloquea muchas posibilidades de desarrollo y de investigación para la psicología, por lo que ha sido relegado más bien a la historia de esta disciplina.
Otra teoría materialista de gran aceptación es el funcionalismo. En esta tesis el énfasis está en la función generada por los sistemas neuronales. Se podría decir que esta tesis se aleja un tanto de un monismo materialista, para incorporar otro nivel: la función.
Funcionalismo
El funcionalismo (9, b) postula que la mente es una organización de los estados internos -mentales- sin referencia directa a los estados físicos -cerebrales- que la constituyen. Las propiedades de la mente difieren de las propiedades de la materia, en virtud del papel causal y funcional que poseen. Algo es un deseo o una creencia en virtud de lo que hace, de sus relaciones causales y, no en virtud de los estados materiales que componen su sistema.
Los estados mentales son estados físicos nenuronales, definidos como ‘mentales’ por sus relaciones causales, no por su constitución física. El sistema de organización causal, sus efectos e interacciones genera la conducta física. Según Searle (15, pag 139-140), se trata de un proceso meramente físico que no tiene ningún componente mental propiamente tal. Una creencia consiste enteramente en estas relaciones causales, y como tal, es solo una parte de un conjunto de relaciones causales (“organización funcional”) y es definida por su posición en este conjunto.
Los estados mentales se ven como estados funcionales y, los estados funcionales son estados físicos, definidos como funcionales en virtud de sus relaciones causales. En una computadora, el programa puede ser considerado como una organización funcional de la máquina (hardware).
El funcionalismo intenta conciliar la premisa básica de la causalidad física eficiente (sin necesidad de la intervención mental) con la intuición que se tiene de la eficacia de los procesos mentales en la generación de respuestas Para el funcionalismo, el supuesto básico de la psicología, la sociología y la biología es que el objeto de su estudio es el como funcionan las cosas, y no de que están hechas (8e, i)
La analogía utilizada por el funcionalismo para explicar los rasgos esenciales de la tesis es un artefacto compuesto de numerosas piezas, como una bomba aspirante-impelente. Hay distintos tipos de bombas construidas con diferentes diseños y materiales, pero que cumplen con la propiedad de mover el agua. Para que estas propiedades se hagan efectivas, se necesitan las propiedades parciales de los componentes de la bomba y, que ésta esté en el medio adecuado para que se realice su propiedad o función. De manera análoga, la mente es la propiedad de distintos sistemas neuronales y sus propiedades respectivas, que integrados generan la propiedad mente, que es más que la suma de las propiedades de los componentes y, depende de todo el sistema neuronal y del cuerpo, además del ambiente en el que su propiedad se proyecta. Así, un pensamiento, por ejemplo, la creencia en la verdad de una proposición, se realiza por distintos estados neuronales en distintas personas o en la misma persona en momentos diferentes. Una creencia tiene los efectos que habitualmente se le atribuyen, porque tiene base neuronal, y ésta está en conexión con todo el sistema nervioso. (26 citado por 9, a).
La mente es la función del cerebro, no importa que estados físicos la constituyen; un ejemplo concreto de esta teoría en psiquiatría lo constituye un estado depresivo que puede ser el resultado de diferentes estados cerebrales cerebrales (endocrinopatías, alteraciones metabólicas, etc. ). Así planteada la relación de la función con el cerebro se da la paradójica ironía -para el materialismo- de poder estudiar la mente (función) independientemente de la materia (cerebro).
El funcionalismo ha encontrado un apoyo fundamental en la teoría de la realizabilidad múltiple (“multiple realizability”): un estado o suceso mental dado puede ser producido por una amplia variedad de situaciones físicas (cerebrales), por lo que el conocimiento de un solo tipo de este sistema de situaciones cerebrales (físicas) no permite entender la naturaleza fundamental de la mente; un estado psicológico es autónomo de los mecanismos cerebrales que lo producen.
Se ha argumentado, sin embargo, en base a observaciones hechas en otras ciencias, especialmente la química, que la tesis del funcionalismo y el de la realizabilidad múltiple, son lógicamente diferentes, una no implica a la otra (8e), con lo que se debilita uno de los pilares de sostén del funcionalismo A ésto se podría agregar que la neurobiología tampoco aporta un apoyo sólido a la realizabilidad múltiple, incluso para el caso de la depresión mencionado más arriba, y citado con frecuencia en la literatura pertinente, se podría argumentar que los distintos estados cerebrales provocan una depresión que no es realmente (semiologicamente) igual para los diferentes estados biológicos que la generan.
Hay distintos tipos y variaciones de funcionalismo, uno de los más conocidos es el funcionalismo de los inputs y outputs o funcionalismo computacional de representaciones.
Para este tipo de funcionalismo, la esencia de un sistema funcional radica en el papel que juega en relacionar los in puts a los outputs y sus relaciones con otros sistemas funcionales. Esta tesis se basa fundamentalmente en la analo
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