En los años 80, el noruego Olweus ofrecía una definición de "bullying" que incluía las principales características de este fenómeno: - La intención de hacer daño por parte de los agresores - La reiteración de conductas de agresión - El desequilibrio de poder o la situación de desventaja en que se halla la víctima y que la impide salir por sí sola.
Tras décadas de investigación, se puede concluir que el fenómeno, al que preferimos denominar "maltrato entre iguales por abuso de poder", sólo se llega a entender completamente cuando es considerado en el contexto de grupo.
Escolares que maltratan a sus compañeros: Algunas pautas de actuación. 1
Ángela Barrios; Soledad Andrés.
Universidad Autónoma de Madrid.
1 Texto parcialmente adaptado del documento elaborado por las autoras para el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (2007). La actuación ante el maltrato entre iguales en el centro educativo. Guía para el profesorado. En protocolos de respuesta para equipos directivos y profesorado ante situaciones problemáticas en centros educativos. Madrid: Defensor del Menor.
En los años 80, el noruego Olweus ofrecía una definición de “bullying” que incluía las principales características de este fenómeno:
- La intención de hacer daño por parte de los agresores
- La reiteración de conductas de agresión
- El desequilibrio de poder o la situación de desventaja en que se halla la víctima y que la impide salir por sí sola.
Tras décadas de investigación, se puede concluir que el fenómeno, al que preferimos denominar “maltrato entre iguales por abuso de poder”, sólo se llega a entender completamente cuando es considerado en el contexto de grupo.
Así, de manera más ajustada, habría que definir el “maltrato entre escolares” como un tipo negativo de relación interpersonal que tiene lugar en grupo y se caracteriza por comportamientos –reiterados- de intimidación y exclusión dirigidos a otro que se encuentra en una posición de desventaja (Barrio, Martín, Almeida y Barrios, 2003).
A partir de esta definición, puede explicarse que la intención de hacer daño a un compañero o compañera se debe o procede de una búsqueda de poder o estatus por parte de los agresores dentro de un grupo. Esta búsqueda se lleva a cabo a través de un procedimiento nada lícito que supone dirigir a la víctima diferentes formas de agresión.
Dicho esto, antes de continuar avanzando en el análisis del fenómeno, en las diferentes formas que adopta, y en las consecuencias que tiene su aparición para las víctimas, pero también para agresores y testigos, conviene detenerse brevemente en las causas que se encuentran en el origen de estas conductas: el contexto relacional en el grupo-clase.
El maltrato entre iguales en la escuela: el papel del grupo-clase
El centro escolar, particularmente el aula, supone un escenario privilegiado de interacciones y relaciones entre escolares, aunque también con adultos. A diferencia de las relaciones que se establecen entre los alumnos y sus profesores, las relaciones entre los estudiantes se caracterizan por hallarse en un plano de simetría horizontal. Esto es, son relaciones entre iguales, quienes comparten posición o estatus a ojos de un tercero.
Las interacciones y relaciones entre iguales inciden en el desarrollo social del niño en uno u otro sentido. No siempre estas relaciones son de carácter positivo. La institución escolar, además de promover que surjan grupos naturales de amigos de forma espontánea, obliga a formar parte de un grupo de clase al agrupar al alumnado en función de criterios relacionados con la edad, el rendimiento, etc. Este grupo funciona a través de ciertas dinámicas de relación que a veces pueden generar conflictos. Si en los grupos de amigos pueden emerger relaciones negativas a partir de conflictos que no se han sabido resolver, aún con más probabilidad podrán instaurarse y mantenerse éstas en el grupo que no se forma espontáneamente y durante cursos comparte el aula, e incluso extenderse al grupo como centro que resulta aún más heterogéneo.
De esta forma, las dinámicas de funcionamiento, tanto del grupo amplio que forman los alumnos del centro como del grupo limitado al aula, pueden favorecer relaciones negativas como el maltrato entre iguales o bullying.
El bullying en el contexto del grupo de iguales
En el contexto de grupo, la reiteración de las agresiones se convierte en una característica habitual, pero ya no definitoria del maltrato entre estudiantes. Pudiera suceder que un episodio se dé con tal virulencia que sea suficiente para calificar como negativa la relación entre alumnos de una misma clase o un mismo centro. Piénsese, por ejemplo, en una novatada al iniciarse el curso escolar. Por mucho que la persona que la ha sufrido trate de evitar a los alumnos que le agredieron, se encuentra obligada a compartir escenario e incluso a interactuar en el aula, en ocasiones por exigencia del docente. Entre las características del fenómeno destaca el desequilibrio de poder, que sólo adquiere verdadero sentido cuando se percibe la situación desventajosa de la víctima en relación con la de sus compañeros de grupo. Cabe preguntarse, ¿cómo un alumno o alumna se sitúa en esa situación? Resulta fácilmente perceptible si pensamos en un grupo de agresores que se meten constantemente con un compañero o una compañera. La diferencia numérica ya indica un abuso de poder. Pero en ocasiones, basta un solo agresor porque las reacciones del resto del grupo, ya sea animando ya sea mostrando indiferencia o pasividad, toleran que suceda y que la relación negativa se mantenga.
En realidad, durante años nos hemos planteado esta pregunta sin caer en la cuenta de que es el grupo quien coloca a la víctima en tal situación.
A principios de la década de los ochenta, al inicio de esta línea de investigación, con la intención de explicar por qué sucede, los estudios se centran en los protagonistas del fenómeno y sus características individuales. Algunos tratan de describir el perfil del agresor, basándose en la idea de que quienes maltratan presentan más rasgos comunes que diferencias. Además, suelen creer que esos rasgos responden a problemas asociados. Esto es, se relaciona maltrato entre iguales con agresores procedentes de familias desestructuradas o/y de sectores sociales bajos, con características de personalidad que señalan bajo control de los impulsos, con déficit atencional y problemas de concentración, que muestran conductas disruptivas y que, en consecuencia, arrastran una historia de fracaso escolar. Sin embargo, resulta ésta una visión simplista del fenómeno que no encaja en la totalidad de los casos. Investigaciones posteriores muestran cómo los agresores o agresoras a menudo planifican los episodios de maltrato, pueden ser líderes de su clase, presentar alto rendimiento académico y despreciar al que se esfuerza pero no puede o a quien les hace sombra, pertenecer a familias nucleares tradicionales, ser incluso hijos de profesores de ese mismo centro y proceder de entornos sociales aventajados cultural y económicamente.
Otros estudios se ocupan de la víctima pretendiendo hallar las características que la posicionan en desventaja. Ciertamente, es fácil pensar que la víctima cuenta con características físicas y psicológicas valoradas negativamente a partir de los cánones que actualmente impone la sociedad. Por ejemplo, que lleve gafas, sea obeso/a, tartamudee al hablar delante de otros, sea torpe en algún deporte o estrafalario/a al vestir. Pero la atribución de esos “defectos” a la víctima de nuevo responde a una mirada parcial del problema que tampoco puede generalizarse a todos sus casos. A veces, el chico o la chica agredida cuenta con cualidades destacables en su grupo: obtiene las mejores calificaciones de su clase, tiene un notable éxito entre los compañeros del sexo opuesto, marca tendencia a la hora de vestir… Parecería entonces que la víctima se sitúa en una posición vulnerable por mostrarse diferente del grupo en uno u otro sentido. La situación es aún más difícil de comprender cuando la diferencia es únicamente perceptible o evidente para el grupo de iguales, no para el adulto (profesores, familiares directos)
De modo que resulta fundamental entender que es el grupo quien convierte una diferencia de la víctima en motivo de conductas que son injustificadas de cualquier manera.
La amistad, un factor esencial de protección de las víctimas
Sin embargo, sí se halla un factor frecuentemente asociado a las conductas de intimidación y exclusión, tal y como reflejan los dos informes elaborados en el ámbito estatal sobre violencia escolar (Defensor del Pueblo 2000, 2007): la falta de amigos de la víctima. Como en otros tipos de maltrato (piénsese en la violencia doméstica, por ejemplo), la ausencia de apoyo social no sólo incide en la comisión de agresiones, si no que contribuye a mantenerlas.
Del estudio psicológico de las relaciones de amistad en la infancia y la adolescencia viene ocupándose, desde hace tiempo, el campo del conocimiento social. En la adolescencia se producen cambios evidentes en los patrones de relación y en los contextos sociales, adquiriendo los iguales mayor significación como compañeros, proveedores de consejo y apoyo, modelos de comportamiento y fuentes de información sobre cualidades y destrezas personales. En los momentos de transición, y en la orientación socioprofesional, aunque sigue siendo la familia el lugar preferente de consulta e influencia, con el avance a lo largo de la adolescencia, la mayoría de los chicos y chicas acaban prefiriendo la compañía de los iguales a la de su familia (Coleman y Hendry, 1999).
El carácter evolutivo de las relaciones de la amistad, que, junto con la simetría de poder y la existencia de reciprocidad en la relación, es típico de esta etapa del desarrollo. Los cambios notables con respecto a la infancia media que se experimentan en el desarrollo social tienen que ver con los amigos: con ellos comparten la gran mayoría de sus experiencias vitales, alcanzando así un alto grado de conocimiento mutuo, de desarrollo del razonamiento que, realizado conjuntamente, les permite organizar la experiencia y definirse a sí mismos como personas. Asimismo, con gran diferencia con respecto a la etapa anterior, la adolescencia presenta un notable desarrollo, en cuanto a la perdurabilidad de las relaciones en el tiempo y su capacidad para superar conflictos entre las personas. Además, a partir de los 15 años, los adolescentes (y los adultos) intentan comprender la perspectiva del otro, esperando que coincidan con las del grupo social del que forman parte. A su vez, la amistad en este período reúne las características de intimidad y mutualidad precisas para compartir problemas personales, pudiéndose en la última, además, comprender el concepto de independencia –aceptar que el otro necesita establecer relaciones, también con otras personas, para avanzar en su desarrollo- como el de dependencia –la relación de confianza es básica para la amistad, porque sólo así se puede pedir y ofrecer apoyo psicológico, y percibir la sensación de autoidentificación a través de la identificación con el otro como persona significativa.
No obstante, es preciso tener en cuenta que se están exponiendo potencialidades del desarrollo en esta etapa de la vida, que no implican, por tanto, que todos los chicos y chicas las alcancen por igual, ni al mismo tiempo. Las diferencias en el desarrollo social y moral en el período adolescente son tan variadas como lo son los cambios físicos propios de la pubertad.
Lo que sí es posible comprender mejor al tener en cuenta estas consideraciones, es el carácter multicausal del fenómeno social del maltrato entre escolares y su gran complejidad: desde el punto de vista de las víctimas, no todos los chicos y chicas han desarrollado las capacidades necesarias para formar parte de la red social de apoyo que supone el grupo de amigos (el factor preventivo más potente para evitar la condición de víctima), ni todos han alcanzado el suficiente desarrollo de la empatía emocional que impide llevar a cabo las agresiones al ser capaces de compartir sus sentimientos, el factor que evita la condición de agresor, o de animar al agresor o agresora en la práctica de las conductas de daño al otro (aunque sí pueda haberlo hecho la empatía cognitiva). Por tanto, de acuerdo con todo lo expuesto, sería más correcto partir de factores de riesgo en víctimas y agresores, desterrando algunos mitos en relación con el bullying y sus causas. De ellos se ocupa el siguiente apartado.
Las manifestaciones del maltrato entre escolares
El maltrato entre iguales puede adoptar diferentes formas. Las formas más estereotipadas son las que implican interacciones explícitamente agresivas. Por ejemplo, varios niños o jóvenes pegando a otro que es físicamente más débil. Sin embargo, se piensa menos en formas de maltrato más soterradas pero con consecuencias tan o más dañinas que las anteriores. Por ejemplo, los casos de exclusión social u ostracismo.
En los Informes del Defensor del Pueblo y UNICEF sobre incidencia del maltrato entre iguales en la Educación Secundaria Obligatoria (2000, 2007), se usan las siguientes categorías generales: exclusión social, maltrato físico, maltrato verbal y maltrato mixto. En el mixto se incluyen las amenazas, el chantaje y el acoso sexual que implican maltrato tanto físico como verbal. Esta clasificación se desglosa aún para un estudio más pormenorizado, distinguiéndose en cada categoría diferentes formas de agresión.
La exclusión social puede ser activa (“no dejar participar”) o pasiva (“ignorar”). La agresión verbal puede ser directa (“insultar” y “poner motes ofensivos”) o indirecta (“hablar mal de alguien o sembrar rumores dañinos”). También la agresión física puede llevarse a cabo de forma directa (“pegar”) o indirecta, procurando hacer daño a la víctima a través de sus propiedades (“esconder cosas”, “romper cosas” y “robar cosas”). En cuanto a las amenazas, se distingue entre las que tienen como fin meter miedo a la víctima y las que se realizan con armas. Las amenazas forman parte del chantaje al obligar a alguien a hacer lo que no quiere mediante ellas. La siguiente tabla recoge las distintas formas en que se manifiesta el maltrato entre iguales por abuso de poder.
Tabla 1. Formas de maltrato entre iguales (basada en los informes del Defensor del Pueblo- UNICEF sobre violencia escolar en Educación Secundaria Obligatoria 2000-2007)
Vistos los diferentes tipos recogidos en la tabla, es preciso tener que en cuenta que no es frecuente encontrar una víctima que lo sea sólo de una forma de maltrato. Generalmente, las víctimas sufren varias modalidades al mismo tiempo.
Además, algunas de estas formas o manifestaciones pueden ejercerse a través de las nuevas tecnologías: el teléfono móvil y la Red. Son medios muy eficaces para el agresor, tanto si se usan para hacer partícipes a otras personas de las agresiones -lo que llevaría muy poco tiempo-, ganando de este modo cierto estatus o popularidad de manera rápida, como si se hace para dañar a la víctima desde la distancia, en una situación nuevamente aventajada. Los medios de comunicación social recogen con cierta frecuencia casos de este tipo, por ejemplo, el reciente caso de un chico que recibe amenazas de muerte a través del correo electrónico. Los agresores no actúan a escondidas, pero tampoco delante de la víctima y ella se siente insegura e impotente incluso fuera del contexto escolar.
En este sentido, es pertinente señalar que las conductas de amenaza (en su distinto grado, verbales, para amedrentar o las más graves dirigidas a extorsionar a la víctima) hacia compañeros o compañeras se venían produciendo antes del uso generalizado de las nuevas tecnologías entre niños y jóvenes, como ya detectaron los primeros estudios. Lo que es nuevo, por tanto, es la potencialidad que permiten de ampliar el daño en la víctima, al multiplicar indefinidamente la publicidad del acoso –por el número de hipotéticos destinatarios: del grupo-clase al centro, incluso, al conjunto de la red- y por la velocidad de transmisión de los episodios de maltrato (instantaneidad).
Mitos e ideas erróneas sobre el maltrato entre iguales
Como se ha mencionado con anterioridad, conocer los mitos culturales y las concepciones erróneas sobre el maltrato entre iguales es esencial para la correcta comprensión del fenómeno, así como para el planteamiento de la intervención adecuada a cada caso. Siguiendo a del Barrio, van der Meulen y Barrios, (2002; tomado de Andrés y Barrios, 2007), serían los siguientes:
1. Siempre ha existido y no ha pasado nada. Es cierto que el fenómeno siempre ha existido aunque no se haya atendido antes. Ahora bien, el hecho de que sea una dinámica instaurada en la escuela no significa que sea una conducta legítima.
2. En nuestra escuela no hay maltrato. Se trata de un mito bastante frecuente. Se tiende a asociar maltrato entre iguales con escuelas de áreas duras que presentan además otros problemas. Es inútil negar el problema porque el maltrato existe en todas las escuelas.
3. Lo mejor es ocultar lo que ocurre para no dañar la imagen del centro. Mientras que para muchos, una escuela que pone en marcha un programa contra el maltrato entre sus alumnos es una escuela comprometida, segura y eficaz; otros podrían pensar que el programa es la señal inequívoca de una escuela problemática. La toma de conciencia respecto al fenómeno, que es el primer paso para intervenir, contribuye a desmontar esta idea.
4. Estas cosas fortalecen, curten el carácter de quien las padece. Relacionando esta idea con la primera, hay personas que sostienen que estas experiencias sirven para que uno aprenda a defenderse por sí mismo en la vida. Es uno de los mitos más peligrosos porque implica no sólo no hacer nada sino considerar bueno que esto ocurra. Como constatan las consecuencias del maltrato para quienes lo sufren, ni forma el carácter ni puede ser bueno para nadie.
5. Es una broma, cosa de chicos, no pasa nada. Aunque puede iniciarse como una broma pesada, los autores se aprovechan de la actitud de la víctima y continúan abusando de ella. Lo que era una broma se convierte en una situación nada inofensiva ni divertida para quien lo sufre.
6. Se lo merecía. Es bastante común decir que la víctima ha debido provocar lo que le sucede. Es cierto que en algún caso podemos encontrarnos con una víctima que no descanse en su empeño de ser aceptada por el grupo a pesar de las patentes negativas de éste. Pero, aún con escasas habilidades sociales, nada justifica el trato que recibe por parte de algunos de sus compañeros.
7. El profesorado sabe cómo enfrentar las situaciones de maltrato. Un buen número de profesores reconoce no disponer de la formación adecuada para enfrentarse a estas situaciones. Si el profesor no conoce el fenómeno puede estar ocurriendo delante de él y no apreciarlo. Además, las investigaciones informan de que las víctimas no suelen contar a los docentes lo que les ocurre, antes buscan a un amigo e incluso lo comentan en casa. Esto complica aún más las cosas si el profesor no tiene formación. Sin embargo, desde su posición privilegiada, conoce como nadie el funcionamiento del grupo. Con la formación apropiada, seguro que puede intervenir para modificar la dinámica que esta favoreciendo el maltrato.
8. Los agresores son chicos fuertes de familias desestructuradas que atacan a los empollones. Este error surge de tratar de simplificar el problema. Como ya se ha comentado al hablar de los autores del maltrato, no hay perfiles concretos. Los agresores son de todo tipo, como también lo son las víctimas.
9. ¿A quién no han dejado alguna vez a un lado? Esto no es tan grave. Ciertamente, podríamos ordenar las diferentes formas de maltrato según la gravedad de sus consecuencias. Pero debemos ser prudentes en la utilización del concepto, ya que los diferentes tipos de maltrato resultan más o menos dañinos en función de las capacidades con las que cuentan las personas para afrontarlos.
Las consecuencias del maltrato
Desde el punto de vista que se viene defendiendo, puede observarse, por tanto, que el maltrato entre iguales resulta de la combinación de factores como: a) la búsqueda de poder o estatus en el grupo por parte de los agresores a través de conductas inaceptables dirigidas a un individuo del que se destaca una/s diferencia/s y b) un contexto permisivo, que contribuye al daño debido a que no se frenan las actuaciones.
El hecho de no apreciar el contexto grupo y sostener que, o bien el agresor, o bien la víctima, muestran características individuales que motivan el maltrato, tiene implicaciones prácticas que generalmente se revelan ineficaces. Por ejemplo, pensar que la víctima tiene algo que provoca su situación llevaría a tratar de modificarlo para atajar el problema. Pero las intervenciones individualizadas no son suficientes, aunque sí sean necesarias para paliar los efectos del maltrato.
¿Qué posibles efectos podría conllevar el sufrir maltrato de manos de uno o varios compañeros?
La consecuencia más inmediata es el miedo que, sin duda, puede contribuir al sentimiento y estado de indefensión en que se encuentra la víctima. Se sabe que el miedo puede paralizar a quien lo sufre, de manera que verse inmerso en una relación negativa como ésta influiría en otras consecuencias.
Puede producirse un descenso en la autoestima de la víctima, y trastornos de ansiedad, depresión e incluso de estrés postraumático. Todo ello incidirá en su desarrollo social y podrá marcar la forma en la que proceder a la hora de establecer futuras relaciones.
En lo que respecta a la actividad académica, el maltrato entre iguales puede afectar de manera directa cuando se agrede a la víctima de forma física indirecta. Esto es, escondiendo, rompiendo o robando sus trabajos y libros u otros materiales escolares. Y también, afectar gravemente cuando provoca falta de interés, motivación y atención en clase. Lo que deriva en un detrimento del rendimiento académico o/y en el deseo de abandonar la escuela que a veces se materializa. Por eso no es de extrañar que tras algunos casos de absentismo y fracaso escolar se halle el fenómeno bullying.
Recogiendo lo expuesto anteriormente, se deduce que el docente, más concretamente el profesor-tutor del grupo, será el adulto que se encuentre en mejor disposición para intervenir en estos casos. Su posición privilegiada le permite obtener conocimiento sobre el funcionamiento de su grupo. Junto a este conocimiento, requeriría, si no la tiene, información suficiente para comprender el problema en todas sus dimensiones y plantear actuaciones eficaces. Por motivos de espacio, y pertinencia, no es posible detenernos en el conjunto de ellas que el profesorado puede y debe desarrollar para, en primer lugar, detener el daño, seguido de la intervención en el conjunto del grupo clase dirigida a la creación y consolidación de un clima relacional de total intolerancia hacia las conductas de agresión.
Lo que sí es necesario, aun brevemente, es insistir en la necesidad de analizar cada caso, de tal forma que las intervenciones se ajusten a las circunstancias particulares de todos los implicados –víctimas, agresores o agresoras, resto de compañeros y compañeras- y de cada clase y escuela (y etapa educativa).
En este sentido, es esencial la toma de conciencia por parte de los adultos acerca de la importancia de los episodios, como medida básica para apoyar a la víctima y favorecer el desarrollo social y moral del conjunto de chicos y chicas. En la mayor parte de los casos, cuando el profesor tutor del alumno o alumna afectado planifica de forma coordinada actuaciones preventivo-educativas –con el Departamento de orientación del centro educativo, el Equipo Directivo, el resto de profesorado del grupo- éstas suelen ser suficientes para detener las agresiones y restablecer un clima relacional saludable en el aula. Y si se desarrollan de acuerdo con las familias –de la víctima y de los agresores- las posibilidades de éxito aumentan de forma notable.
Entre el conjunto de actuaciones es preciso considerar, además, en función de nuevo de las necesidades del caso, el recurso a otros servicios, sanitarios o sociales. Cuando se presentan casos de alta gravedad, aquellos en los que se han manifestado consecuencias en las características personales de las víctimas –por ejemplo, relacionadas con el estrés postraumático-, la coordinación de todos los servicios que intervienen al abordar el problema es fundamental: familia, escuela, y personal sociosanitario. El conocimiento profundo del fenómeno, basado en el intercambio de información y la colaboración conjunta, es la herramienta básica para garantizar el éxito de la intervención.
Referencias bibliográficas
Andrés, S. y Barrios, A. (2006). El modelo del alumno ayudante a discusión: la opinión de los alumnos participantes y sus beneficiarios. En F. Justicia y J. L. Benítez (Coords) Monográfico sobre el Maltrato entre Iguales (Bullying) Revista de Investigación psicoeducativa. Versión impresa y electrónica en español e inglés www. investigacion-psicopedagogica. org/revista
Coleman, J. C. y Hendry, L. B. (1999). The nature of adolescence. Londres: Routledge. [Trad. Cast. : psicología de la adolescencia. 4ª ed. actualizada. Madrid: Morata, 2003].
Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (2007). La actuación ante el maltrato entre iguales en el centro educativo. Guía para el profesorado. En protocolos de respuesta para equipos directivos y profesorado ante situaciones problemáticas en centros educativos. Elaborado por S. Andrés y A. Barrios.
Defensor del Pueblo-UNICEF (2007). Informe sobre violencia escolar: El maltrato entre iguales en la ESO 1999-2006 (Nuevo estudio y actualización del Informe 2000) Elaborado por C. del Barrio, A. Espinosa, E. Martín, E. Ochaíta, I. Montero, A. Barrios, M. J. De Dios y H. Gutiérrez, por encargo del Comité Español de UNICEF. Madrid: Publicación de la Oficina del Defensor del Pueblo. Versión electrónica: www. defensordelpueblo. es/documentacion/informesmonograficos/Del Barrio, C; Martín, E; Almeida, A y Barrios, A (2003) Del maltrato y otros conceptos relacionados con la agresión entre escolares, y su estudio psicológico. infancia y aprendizaje, 26, 9-24.
Del Barrio, C; Van der Meulen, K y Barrios, A (2002) Otro tipo de maltrato: el abuso de poder entre escolares. Bienestar y Protección Infantil, Vol. 1, núm. 3, págs. 37-70.
Del Barrio, C. , Gutiérrez, H. , Barrios, A. , Van der Meulen, K. y Granizo, L. (2005). Maltrato por abuso de poder entre escolares, ¿de qué estamos hablando? Revista de Pediatría y atención Primaria. 7, 75-100.
Matamala, A. y Huerta, E. (2005) El maltrato entre escolares. Técnicas de autoprotección y defensa emocional. Para alumnos, padres y educadores. Madrid: A. Machado Libros. Colección aprendizaje en práctica.
Olweus, D. (1993b). Bullying at school. What we know and what we can do. Oxford: Blackwells. [Ed. cast. : Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Madrid: Morata, 1998].
IMPORTANTE: Algunos textos de esta ficha pueden haber sido generados partir de PDf original, puede sufrir variaciones de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.
Maltrato infantil en Colombia y alteraciones en las funciones cognitivas, emocionales y sociales.
Jaime Andrés García Vilaró
Fecha Publicación: 05/03/2021
Caso clínico: mujeres bidependientes atraídas por maltratadores
Pilar Blanco Zamora et. al
Fecha Publicación: 24/05/2020
Violencia hacia animales por menores... ¿cosas de niños?
Núria Querol i Viñas
Fecha Publicación: 04/01/2020
Síndrome de Munchausen por poderes: Adictos a la empatía. Breve revisión y presentación de una serie de 7 casos.
Diego Carranza Tresoldi et. al
Fecha Publicación: 11/08/2019
TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN Y VIOLENCIA DE GÉNERO
PILAR VILARIÑO BESTEIRO et. al
Fecha Publicación: 01/04/2019
Desarrollo emocional en menores víctimas de maltrato
Ana Mª Rico de la Cruz et. al
Fecha Publicación: 01/04/2019