Se establece la relación del erotismo con el lenguaje y la transgresión. A continuación se describen los tipos de erotismo y el vínculo del erotismo con la significación imaginaria de la sexualidad.
Se señalan y se analiza la dinámica del deseo, amor y conocimiento de sí mismo. Finalmente se dan pinceladas del recorrido del erotismo con el arte pictórico y lo literario.
Erotismo y arte.
Guillermo Pozo Pradas.
Se establece la relación del erotismo con el lenguaje y la transgresión. A continuación se describen los tipos de erotismo y el vínculo del erotismo con la significación imaginaria de la sexualidad. Se señalan y se analiza la dinámica del deseo, amor y conocimiento de sí mismo. Finalmente se dan pinceladas del recorrido del erotismo con el arte pictórico y lo literario.
Erotismo
Pensar en el erotismo nos lleva a su vinculación inseparable con el lenguaje, marcándose así un claro rasgo diferencial de la especie humana, junto a la metáfora de la sexualidad, que afirma el placer y la imaginación mas no la procreación, develándose en historia y cultura.
Siendo el deseo humano consustancial al lenguaje, el erotismo será el lenguaje del deseo junto a sugestión, promesa, indignación insidiosa y como tal, deja que el imaginario realice su trabajo de representaciones y de creaciones infinitas.
Con el erotismo nos ubicamos en un espacio que es el de la transgresión de determinadas prohibiciones tras la búsqueda de la voluptuosidad del placer, con el contenido fantasmático del deseo el cual condiciona su existencia.
El efecto erótico es producido por todo cuanto adquiere significado de transgresión: lo prohibido y lo insólito combinan sus efectos para reactivar la culpabilidad oedipiana bajo la forma de esa angustia “deliciosa” que encoge el corazón.
El erotismo, dentro de su dimensión en el imaginario, es insinuación e invitación, manteniendo el deseo en lo que se diferencia de la pornografía, que tras ser una iterativa y fallida relación de objeto, ahoga el imaginario.
En el erotismo hay que ocultar pero, para mostrar mejor.
A título esquemático, se pueden describir tres tipos de erotismo:
a) el de los cuerpos, que apela a una dimensión violatoria;
b) el del corazón, que es la búsqueda de la unidad perdida mediante la pasión amorosa; y
c) el religioso, escenificado en el desenfreno de lo expresivo y de los actos sangrientos.
Vinculado con la sexualidad, el erotismo lo vivenciamos como una forma singular de la misma, pasando a ser una afirmación ferviente de la vida que postulamos como valor de la existencia humana, llegándose al extremo, desde las reflexiones de Georges Bataille a encontrar en el erotismo “la aprobación de la vida hasta en la muerte”.
Este último punto permite entrever un desfilar hacia la muerte acompañada de belleza tras el impulso del presente en su instante infinito del placer y búsqueda de una desnudez fundamental.
Erotismo viene de eros, Dios del amor en la mitología griega, marcándose la diferencia con la actividad sexual de reproducción, que se encuentra presente tanto en el hombre como en el animal y que solo el primero logra sumarle una capacidad que es la de su potencial actividad erótica y amorosa.
Cabe dejar en claro que la vida sexual humana no es inequívocamente erótica puesto que puede quedarse limitada al plano de lo simplemente animal. Al respecto, se puede citar la deformación de un supuesto “machismo” o “feminismo”, con roles pre-establecidos que conllevan obligaciones de actuaciones, suerte de “máquinas sexuales” que testimonian, en la relación sexual, la ausencia del erotismo.
El significado de las sexualidad humana nos muestra que el impulso sexual no es el instinto, ya que no conoce un objeto específico absoluto.
El carácter asociativo de la sexualidad humana condiciona su doble dimensión subjetiva implicada respectivamente en el erotismo y la afectividad.
Teniendo en cuenta que su finalidad esencial es la búsqueda de placer, la sexualidad humana aparece como una especie de desviación, de perversión del instinto sexual, cuya finalidad es asegurar la perpetuación de la especie.
En este sentido doble, tenemos que diferenciar el impulso sexual del instinto sexual, este ultimo siendo un impulso biológico, estereotipado, que obedece a esquemas preformados y que no entraña ninguna interioridad, mientras que el impulso si la entraña y se expresa a través de la existencia del fantasma, suerte de “instinto desnaturalizado”.
El paso del objeto real al objeto fantasmado, el paso de la satisfacción real a la satisfacción imaginaria, es el que decide la existencia del deseo, en el que la sexualidad humana funda su cualidad específica, esencialmente subjetiva.
En la búsqueda erótica hay siempre una dimensión autoerótica movilizada por la vida fantasmal. En esto es en lo que estriba su carácter de señuelo, es decir, que el objeto soñado, el objeto fantasmado, será siempre mas rico que la realidad, de manera tal que abrirá perspectivas infinitamente insospechadas.
El lugar donde quedan abolidas las diferencias de los mundos interior y exterior, donde la ilusión y la realidad se confunden en una necesidad constitutiva, donde la llamada al otro se nos hace presente en razón misma de su ausencia, ese lugar de las fronteras invisibles es el deseo.
Reiteramos que en la significación de la sexualidad humana, resalta su dimensión imaginaria, diferenciándose del instinto sexual al no depender de un objeto específico y tener como finalidad el logro de placer, lo que permite la lectura de una suerte de “perversión” del instinto sexual, este último en dirección exclusiva hacia la continuación de la especie, con anclages en lo biológico, sin interioridad subjetiva, dejando a la sexualidad humana en el guión de lo equívoco y lo errante.
Por lo tanto la sexualidad no es tan solo vivida como un acto en la práctica de las relaciones sexuales, sino que es también vivida en el imaginario, con la ayuda de escenarios construidos por nuestra imaginación personal o por la literatura o el arte; siendo el dominio de lo sexual el emplazamiento privilegiado del deseo.
El erotismo, dentro de su dimensión en el imaginario, es insinuación e invitación, manteniendo el deseo en lo que se diferencia de la pornografía, que tras ser una iterativa y fallida relación de objeto, ahoga el imaginario, lo mata, con ausencia total de la retórica, lo contrario a la alusión de la metonimia del erotismo.
Muy diferente es, dentro de la fantasía, un imaginario de posibilidades excesivas y voluptuosas de la vida que son develadas por la vía del erotismo en el que este pasa a ser el lugar de la articulación de la palabra sobre un cuerpo representado bajo determinadas posturas y partes erógenas, retórica erótica o lenguaje que va más allá de los cuerpos.
Dentro de la línea del pensar de Bataille, el erotismo puede llegar a ser el nombre mismo de la experiencia que el ser puede hacer de lo sagrado, independientemente de la religión, acercándonos, desde el exceso al “dominio de la violencia y de la violación” con su equivalencia de príncipe del mal y de la fiesta dionisíaca, dejando como secuela la disolución de formas sociales estructuradas tras el adoptar como forma aquella de la transgresión, de lo prohibido. A la vez, el erotismo nos facilita el luchar por la libertad, contrarrestando los eslabones negativos que representan los discursos autoritarios, dictaduras, la guerra y, a final de cuentas, la intolerancia.
El erotismo, vestido con su embriaguez, será también, en su unión de deseo y delirio, una columna eréctil, inamovible, claro desafío a la tiranía de la razón y el peso de las convenciones, perfilándose como borrachera del sentir y de la piel, placer y más placer.
En esta dinámica del deseo y del placer, la irrupción libidinal desconcierta el espíritu, modifica estados de conciencia y provoca esa bella confusión que deja el tiempo detenido para arribar al éxtasis que conduce al ser, en cuerpo y vivencias, a las puertas del vértigo del anudamiento del Yo-Ello-Super-yo bajo la explosión del placer.
Diremos que el erotismo es desarrollar la pasión, también la memoria arquetipal y el imaginario sobre un momento de deleite corporal.
Nietzsche nos dijo: “Con el placer como hilo conductor, el hombre deja de ser un artista siendo él mismo la obra de Arte”. Vemos, detrás de ello, que los amantes eróticos son artistas que esculpen en el placer del deseo y en el deseo del placer.
Si el deseo está del lado del sueño, es porque el mundo interior del sujeto es el de sus deseos. En su misma constitución, el deseo implica carencia. Deseamos lo que no tenemos. Cabe señalar que el deseo no es ilusión, a pesar de que entraña la ilusión como virtualidad inscrita en su constitución, para concluir que la relación del deseo y la ilusión es lo que constituye la mecánica del erotismo.
El deseo es un estado latente que necesita del erotismo para aflorar a la superficie.
El deseo no es la representación alucinatoria del objeto alimento, sino la tentativa, incesantemente consagrada al fracaso, de reconstituir la presencia perdida de la madre.
El deseo postula la existencia de la facultad de representación, es decir, la existencia de las estructuras de lo imaginario.
El deseo viene después de la necesidad, no porque no haya obtenido satisfacción, sino, al contrario, porque ha sido satisfecho. El deseo es aquello que falta una vez que la necesidad ha sido satisfecha.
El erotismo es la fase de satisfacciones imaginarias indefinidamente reanudado.
El deseo es deseo de placer y el erotismo sería el deseo del deseo.
El erotismo ante la sociedad es el fantasma amenazante capaz de romper diques de vigilancia dado que convoca y reúne todos los sentidos en un mismo tiempo.
El goce y encuentro con el deseo, estará en el poder jugar con los fantasmas en vez de encerrarlos.
Cabe puntualizar que en lo erótico nos encontramos en la orilla contraria de la perversión que crea obscenidad y tiende a negar la vida, mientras que el erotismo es alzamiento del deseo y de la libertad.
En su dimensión de placer, el erotismo es una suerte de regreso a la infancia con sus juegos, frescura, espontaneidad, gratuidad y profundidad del tiempo. Es la cultura quien en el camino a recorrer conduce al niño, ese “perverso polimorfo” desde la descripción freudiana, bajo el pretexto de una “normalidad” a ser un “perverso monomorfo”, con la concurrencia de la familia, la escuela, el trabajo y el Estado, llevándolo a ser un niño paradójicamente endurecido y avergonzado, potencialmente asomable a los ventanales de la pornografía.
Mientras, con la emergencia del erotismo, el caminar es entre callejuelas y avenidas, bajo ruido, olores y colores, vía del hombre más completo, sin mutilación, encontrándose, dentro de la perspectiva del deseo, donde los sentimientos de culpa dejan de tener cabida.
Sobre la escena erótica, esta queda marcada, más allá de la relación sexual, cuando el erotismo roza la mirada, acaricia la piel o escucha unas palabras.
Es de descartar que las formulas o ingredientes mecánicamente pre-establecidos se oponen al erotismo que necesita del atractivo y del velamiento o de lo que se muestra para que la imaginación se devele, teniendo que ver el erotismo con la tensión del surgir y no mostrar junto a los obstáculos para alcanzar lo deseado.
Lo erótico siendo lo desapercibido que súbitamente hace presencia, es el rapto, lo inquietante, el desacomodo, el peligro con la dimensión del placer de la sexualidad y la creatividad.
Dado que el amor es elevación y apertura, el erotismo, que entra en juego en tanto imaginación, siendo sin lugar a dudas un crecimiento, el entregarse al erotismo es familiarizarse en el amor que nos baña, desde la pulsión volcánica a la conciencia, uniendo el erotismo sensualidad e inteligencia, lascividad y placer.
Quizás, sin erotismo no hay amor, pero este traspasa el cuerpo deseado y busca a la persona plena, siendo el amor, por excelencia, una elección y el erotismo aceptación.
Finalmente, desde el erotismo estamos ante nuestro encuentro, en otra vía del autoconocerse y por ende, cuanto más nos conocemos, más eróticos podremos ser.
Erotismo y Arte
Como pinceladas acerca de la sensitividad y talento en lo erótico pictórico, recordamos su existencia desde el Paleolítico superior con la Caverna de Lascaux, arte erótico ligado a la muerte, inequívoco sello de lo humano.
En la India, citaremos los templos eróticos de Khazuraho y Komarak -siglos XI a XII- con sus características de lo irreverente y lo sacrílego, su sensualidad, sexualidad, ternura, humor, frecuencia de la relación sexual con animales -idea de la reencarnación-, conllevando principios cosmológicos y filosóficos.
De China y Japón, en el primero su gran auge durante la dinastía Ming y, en el segundo en el periodo Edo, cada uno con algunas características propias, entre ellas:
a) no hay exageración del tamaño de los genitales en el arte erótico chino, lo que si se da en el japonés;
b) mayor romantisismo en los primeros versus agresividad en los segundos;
c) el hombre, en lo corporal, aparece algo feminizado en los chinos;
d) cuando el hombre está con dos o mas mujeres, estas representarían a sus esposas o concubinas en los chinos, mientras que en los japoneses a cortesanas y sus asistentes;
e) en los chinos hay invitación a la relación sexual; en los japoneses se ve lucha, agresividad masculina y resistencia en la mujer; y
f) un elemento prácticamente ausente en el erotismo chino es la masturbación y el fellatio -planteamiento de la necesidad de evitar la eyaculación extra genital ante la creencia de una producción limitada del semen- y poco se ve la representación de lo homosexual.
En Occidente, solo aludiré a la Ciudad de Pompeya; a que la Edad media dio un lugar al erotismo, pero relegándolo al infierno, estilo vigoroso y atrevido uniendo el erotismo al sacrificio religioso y, siglos después, entre numerosos artistas, con injusticia y como desliz de travesura, cito a: Gustav Klimt, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Paul Delvaux y Leonor Fini; suma de fantasía, humor, agresividad, símbolos, lo surreal y el romantisismo, apareciendo el erotismo como un elemento de libertad y que en los surrealistas es discurso pleno, siendo a la vez placer, fiesta e imaginación.
En lo literario el erotismo se convierte en formas narrativas que pueden ser poéticas, noveladas, ensayos, hasta una escritura fragmentaria sobre el deseo, siendo tal escritura un abanico abierto desde un polo de sensibilidad y belleza al de la provocación, la violencia, el pensar escandaloso. En total, en su conjunto y particularidad, parábola mágica de la vida.
El fin de lo escritural erótico es la excitación del lector, en donde se alude a la imposible concreción del deseo o a su concreción desde otra vertiente de la esperada.
Si bien el erotismo se insinúa en la descripción, el clímax residirá en las palabras.
En función de deslindar erotismo y pornografía, señalamos que en la escritura pornográfica el sexo es el eje que pone en movimiento el texto, jugando más a la erección, al efectismo y al espejismo sexual, mientras que en la escritura erótica lo que está en juego es el lenguaje como proceso creativo por lo que se puede afirmar que la pornografía literaria es el analfabetismo de la fantasía en acción que, invocando a la hipertrofia, hiperclaridad de lo explícito y la inmediatez, termina exponiéndose al tedio, mientras que lo erótico, siendo búsqueda, persigue el fuego devastador de los sentidos que en estilo poetisa y, atravesando barreras, a diferencia de la pornografía, permite el volar de los sexos.
Mientras mayor sea la insinuación y más velada, más erótico será el texto, provocando en el lector el afloramiento de sus fantasías, entendiéndose el erotismo como principio del placer y posterior sublimación mística del mismo.
No queremos dejar de lado el factor cultural que en el erotismo nos dará variables para un oriental, un musulmán, un cristiano, u otra cultura.
También entra en consideración que el erotismo tiene además una dimensión subjetiva y cada quien podrá encontrarlo en un lugar diferente e insólito, estando el enigma del erotismo en cualquier detalle que inquiete los sentidos.
Se habla de fantasías desde una imaginación que permanece insatisfecha y, siendo el cuerpo humano sensible a las palabras, la literatura lo afecta y al causar efectos físicos es Literatura, como toda Literatura. Por lo tanto, en un sentido amplio, dada la relación del autor con su texto, que es íntima y fantasmal, todo texto propio es erótico por lo que cabe afirmar que ser escritor es sentir el placer de la lengua.
Obras desde la más lejana antigüedad han elevado loas al erotismo y como breve e injusto itinerario solo daré algunas citas relacionadas, desde diferentes épocas, con brillantes páginas eróticas, corriendo el reto que al estar prácticamente todo dicho, cabe repetir e intentar dar nacimiento a otra variante del relato.
Los antiguos griegos practicaron abiertamente la literatura erótica, cantando en sus comedias al falo; también los romanos y los textos sagrados védicos con las celebraciones y éxtasis hindúes.
Llevando la mirada a la China de la antigüedad, leemos gran riqueza erótica dentro de un exquisito refinamiento; solo reproduciré, de un anónimo del siglo XV: “Loto Dorada se deshizo de su blusa oro y añil, tornasolada como la cola del pavo real, con el gesto grácil y ensoñador de una doncella en su soledad. Wu Ta palpitaba de alegría y lleno de admiración alzó la mirada hacia aquellos senos torneados y vigorosos, suaves y luminosos que empobrecían el resplandor de las linternas de la humilde casa. ”
El Imperio del Sol Naciente vierte fuerza desafiando límites.
En el Medio Oriente se crea ensoñación y música.
Del Medioevo sabemos que se da un especial tratamiento a la lujuria, siendo objeto de persecución y denuncia.
Saltando al amor cortés cantado por los trovadores, estamos ante claros transgresores del orden social de su época.
La Celestina o Tragicomedia de Calixto y Melibea, de Fernando Rojas cierra la literatura medieval para insinuarse en la frontera del Renacimiento con una expresividad rodeada por el deseo sensual, el ansia de los placeres libidinosos con el goce de los sentidos atravesado, desde lo erótico, por el temor a lo corporal.
Entrando en el Siglo VXI, Pierre de Ronsard es el poeta del Renacimiento francés, renovador de la lírica francesa, poeta que canta al amor y poetiza lo erótico.
No eludieron la fascinación por la carne y su dimensión erótica Maquiavelo, del Siglo XVI, como tampoco los dos Grandes del Siglo XVII: Cervantes y Shakespeare.
Quiero detenerme brevemente en Abelardo y Eloisa, en donde el amor no vence a la muerte pero la integra a la vida, sirviendo a la muerte como puente de unión de los amantes. Amor y erotismo que nos recuerda a Quevedo en su soneto: “Polvo seré, mas polvo enamorado”, este último, pionero de los libertinos del Siglo XVII.
La Ilustración, Siglo XVIII, encuentra la nueva comedia con Marivaux describiendo las vivencias y ambivalencias del eros en el encuentro amoroso.
Donatien Alphonse François de Sade, nos entrega “Justine, o los infortunios de la virtud”, literatura maldita y moralizante que eleva la pasión hacia extremos límites, ubicando la felicidad en el puro placer.
El Romanticismo, entra en el Siglo XIX con sus gritos secretos aportándonos la concepción erótica de Flaubert, la pasión en rojo y negro de Stendhal, las flores del mal de Baudelaire y el amor desenfrenado de Werther en Goethe.
Del Siglo XX, mi citar continúa mutilante y destaco la ética de los deseos locos en Henry Miller y la exploración del amor y de lo erótico en la mujer con Anaïs Nin, ramo literario, florido por sus detalles, sutilezas y ramificaciones psicológicas en la búsqueda de la libertad de actuar desde el deseo, enfrentándose contra las ataduras, prejuicios y culpabilidad, llevando a la palabra el apasionado relato de su vida dentro de un lirismo tenso y descarnado en el que expresa sus emociones más profundas junto a sus experiencias eróticas.
Con Nabokov, el erotismo es más sexuado.
Apollinaire nos deja once mil vergas en un escrito lúbrico y Bataille sus agudas reflexiones y escritos.
Bretón decía que el hombre moderno debería descubrir un nuevo sagrado -no religioso- que fuese el punto de convergencia entre la libertad, el amor y la poesía.
De nuestro idioma nos encontramos con el juego fogoso de Rubén Darío; con la represión y lujuria de una Andalucía convertida en mujer en Lorca; con el mar, la luna y el amor, destellos y eclipses, metáforas e imágenes en Neruda y Alberti; Cela es el académico irreverente; Cortázar elogia un erotismo discreto y profundo; Octavio Paz nos ilumina con La llama doble; Esther Tusquets exploradora contemporánea de lo erótico amoroso femenino como también Ana Teresa Torres e Irene Frei González quien con “Tu nombre escrito en el agua” expresa con un lenguaje poético sensual la relación lésbica dando a la vez una bella mirada al mito de narciso, desde la imagen del espejo y, dejando de mencionar a toda una pléyade de Autores y Obras, finalizo citando a Michel Houellebecq con sus “animáculas elementales” que sueñan en como hacer de la relación sexual un eterno retorno.
Quizás debemos resaltar como elemento común del erotismo la mirada.
Próximos a finalizar, nos hacemos eco de la siguiente reflexión de Feuerbach: “Todos los hombres son buenos en la alegría y el placer, malos en la tristeza”.
¿Qué esperamos, para romper encadenamientos y promover el erotismo con su apertura al deseo y al océano de placer?
Con la caída del telón, más allá del silencio, el erotismo alza la mirada.
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