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Escuchar para saber. Un análisis terapéutico- alimentario.

Fecha Publicación: 01/01/2004
Autor/autores: Yolanda M. Vélez de León

RESUMEN

Presentamos el análisis y proceso psicoterapéutico de una paciente, en el que se trabajó en conjunto la parte psicológica y la alimentaria. El caso hace referencia a aquello que nos sucede como humanos en nuestra trayectoria temprana de vida. - Hecho que, al caernos como balde de agua helada, nos dejó desconcertados desde el núcleo de nuestro incierto y aún no estructurado mundo emocional. Y que, debido a nuestra incapacidad para discernir de qué se trataba la vivencia experimentada, nos condenaba -según nuestra percepción- a una vida sin sentido. Y que, por alguna razón, hubo de convertirse, desde ese entonces, en ?EL GRAN SECRETO?. Pues además de llenarnos de vergüenza, nos hacia sentir indignos de cualquier compasión.

Abordamos lo referente a la crisis interior desde la perspectiva existencial, presentando el caso de una paciente a quien se pidió autorización para comentarlo con ustedes en este congreso. La crisis interior a que hacemos referencia, es la crisis que permanece en el silencio sepulcral de quien la experimenta de manera sofocante, y que suele pasar inadvertida por los demás, aunque se refleje en el físico y el estado de ánimo. Condicionando así toda la existencia en tristeza profunda, desasosiego, desnutrición, rechazo y negación de la imagen corporal, en melancolía no identificada de ?lo que pudo haber sido y no fue?. Se presenta el caso por sesiones - psicoterapéuticas como entrevistas nutricias ? y se concluye con un trabajo conjunto entre el psicoterapeuta y la nutrióloga. En esta crisis, toda la energía esta destinada a sobrevivir, mientras se deambula en un mundo del cual se quiere escapar al sentir no se pertenece a él, por tenerse la creencia distorsionada, pero cierta y profunda, de no tener derecho a estar en él. En el Aquí y en el Ahora.


Palabras clave: Desasosiego, Desnutrición, Rechazo y negación de la imagen corporal, Tristeza profunda
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Personalidad, Trastornos de la Personalidad .

Escuchar para saber. Un análisis terapéutico- alimentario.

(Listen to know. Therapeutic and nourishing analysis. )

Eduardo Herrasti Aguirre*; Yolanda M. Vélez de León**.

*Tabiyat
Ciudad de México

** Facultad de psicología. UNAM
Ciudad de México

PALABRAS CLAVE: tristeza profunda, Desasosiego, Desnutrición, Rechazo y negación de la imagen corporal.

 

Resumen

Presentamos el análisis y proceso psicoterapéutico de una paciente, en el que se trabajó en conjunto la parte psicológica y la alimentaria.

El caso hace referencia a aquello que nos sucede como humanos en nuestra trayectoria temprana de vida. - Hecho que, al caernos como balde de agua helada, nos dejó desconcertados desde el núcleo de nuestro incierto y aún no estructurado mundo emocional. Y que, debido a nuestra incapacidad para discernir de qué se trataba la vivencia experimentada, nos condenaba -según nuestra percepción- a una vida sin sentido. Y que, por alguna razón, hubo de convertirse, desde ese entonces, en “EL GRAN SECRETO”. Pues además de llenarnos de vergüenza, nos hacia sentir indignos de cualquier compasión.

Abordamos lo referente a la crisis interior desde la perspectiva existencial, presentando el caso de una paciente a quien se pidió autorización para comentarlo con ustedes en este congreso. La crisis interior a que hacemos referencia, es la crisis que permanece en el silencio sepulcral de quien la experimenta de manera sofocante, y que suele pasar inadvertida por los demás, aunque se refleje en el físico y el estado de ánimo. Condicionando así toda la existencia en tristeza profunda, desasosiego, desnutrición, rechazo y negación de la imagen corporal, en melancolía no identificada de “lo que pudo haber sido y no fue”.

Se presenta el caso por sesiones - psicoterapéuticas como entrevistas nutricias – y se concluye con un trabajo conjunto entre el psicoterapeuta y la nutrióloga.



En esta crisis, toda la energía esta destinada a sobrevivir, mientras se deambula en un mundo del cual se quiere escapar al sentir no se pertenece a él, por tenerse la creencia distorsionada, pero cierta y profunda, de no tener derecho a estar en él. En el Aquí y en el Ahora.

Primera sesión. Una mujer o una niña de 28 años, quien fue abusada desde los 6 años, vino a consulta. Cuando la contacté y pasó al consultorio, la vi corporalmente derrotada. Nerviosa. Agitada. No dejaba de llorar. La invité a sentarse. La acompañé guardando silencio, respetando su propio sentimiento, su tiempo interno. Sabía era valiente, pues había intentado o decidido de alguna manera, desde el inconsciente, y por la angustia que le asfixiaba, abrir su ”Gran Secreto”. Esto, independientemente del momento en que pudiese hacerlo, de modo consciente, ante sí misma, al poder responsabilizarse de su verdad. Después de aproximadamente 20 minutos me dijo: “Necesito ayuda”. ”Ya no puedo más”. “No se cómo salir de esto en lo que estoy”. Sabía era honesta con lo que decía. Toda su expresión corporal y verbal decía y expresaba, que efectivamente no podía más. . . que se sentía derrumbada internamente.  “Que estaba en crisis existencial total”.

Así, no de otra manera, la asumí. Así la abracé desde mi mundo psíquico. Así, como se presentó, intenté comprenderla y respetarla profundamente. Volví a decirle. ¡En qué puedo servirte! Su respuesta fue tajante. Enfática. ¡No sé! Pero ya no quiero vivir más así. Estaba realmente perturbada. Se le miraba físicamente mal. Delgada. Desaliñada. Abandonada de su cuidado personal. Dije cálidamente. . . te escucho. Me compartió un sentimiento muy doloroso diciéndome que había tenido una vida promiscua. Seguí acompañándola en el silencio acompañante. También habló de vivir una relación con un hombre casado. Que ella era dependiente de esa relación. Que no podía salirse de ella. Que no se atrevía a dejarla, aun sabiendo el daño que le causaba, porque le daba mucho miedo estar sola. Me compartió que había estado en terapia anteriormente.

Pregunté: ¿a qué te dedicas? Dijo soy psicóloga, fui su alumna. Ejerzo mi profesión. Me va bien en lo que hago. Doy orientación psicológica por teléfono como apoyo del servicio que presta la empresa en que laboro.
Le comenté que era bueno que fuese psicóloga, porque eso nos podría servir para entendernos más rápido, por la información que ella tenia. Que era una buena herramienta para apoyarse a sí misma y comprender mejor lo que realmente le sucedía. Esto me hizo saber, de alguna forma, con qué recursos “racionales” contaba para su autoayuda.

Luego comentó que había tenido que someterse a cirugía. No pregunté de qué se trataba. Solamente asumí. Avergonzada y con pudor dijo: Tengo una infección vaginal. Es que he tenido una vida muy disipada repitió. ¡Estoy muy asustada! añadió. Me dedique a escucharla con atención empática y a mirarla con profundo amor humano. Me dolía lo que podía sentir de sí misma. Quería que se sintiera aceptada, que se sintiera no juzgada. Traté de darle algunas palabras que reconfortaran su espíritu. Dijo le gustaba escuchar lo que decía, que le daba tranquilidad. Para cerrar esta primera sesión, le propuse escribiera en papel qué puntos eran los que consideraba importantes o le gustaría tocáramos en las sesiones, además de lo dicho ya. Le comenté que eso me ayudaría a saber cuáles eran sus inquietudes y cuál el objetivo que perseguía al asistir a psicoterapia.

Segunda sesión. Llegó puntual. Su aspecto era malo. En esta ocasión dijo que no le era fácil comer. Que la comida le causaba náuseas y que no comía. No dije nada. Comentó que estaba muy deprimida. Le pregunté que cómo se sentía al sentirse deprimida. Esto, con el propósito de que contactara con su propio sentir y se responsabilizara de él. Que contactara con su propio sentido de existencia, y con su sin - sentido de vida. De manera rápida respondió. ¡Me siento mal! ¡No sé! No podía respirar. Se sofocaba. La sensación de falta de aire por la angustia pura, es la que la sofocaba. Jalaba aire. Miraba yo que no le era suficiente. Lo que se decía a sí misma y ante mi mirada, era que sentía no poder con su propia existencia. Jaló aire una vez más, dándose valor, y dijo: ¡No puedo estar sola! ¡Me da mucho miedo! ¡Me da miedo dormirme! Me la paso en vela. Casi no duermo. Entendí esta expresión como me da miedo morir y no darme cuenta. O son tantos los fantasmas que me atormentan, que temo auto agredirme. Me participó que sus papás no sabían nada de lo que sucedía con ella.
Comenté sugerentemente. . . ¡Qué de malo tiene que sepan tus papás que te has operado! Me miró como diciendo. . . ¿Cree que estoy loca para decirles lo que me sucede y por qué me sucedió? Pretendí con ello, hacerle saber que no estaba sola, que era ella la que se había aislado y que su miedo lo tenía que resolver y enfrentarlo de alguna manera tarde o temprano.

Enfrentar “la realidad papás”, es enfrentar, de buena manera, el propio sentido de vida. Muchas de nuestros vacíos existenciales tienen como origen, la sensación de haber fallado en algo fundamental a la vida. Haber fallado a un principio de orden y armonía. A un principio de honestidad. A un principio de confianza. Por tanto, de acercamiento físico y emocional. “Ante la sensación y certeza emocional de haber fallado”, se niega, en el silencio, por la vergüenza sentida, el temor existencial de verse uno desposeído del amor y aceptación de los demás.


Pregunté. ¿Cuándo fue tu cirugía?. He tenido dos. Una en Enero y otra poco antes de venir. Añadí. ¡Por qué no lo comentas en casa! ¡Lograrás acercarte a tus papás! Me volvió a mirar inquisitivamente. No hice, ni dije nada. Simplemente la acompañaba haciéndole sentir que no tenía de qué o por qué avergonzarse. Reaccionó diciendo. ¿Cómo se los voy a decir? dije. Responsabilizándote de lo que has hecho con tu vida. Asumiendo las consecuencias. Enfrentando tu realidad como es. En esta entrevista aún no sabía yo que había sido abusada por un primo. Casi al final de la sesión me preguntó si le podía recomendar algo que leer. Le comenté que había escrito un artículo al que titulé “Deja que te caiga el veinte y conéctate”. Que me parecía podría ayudarle a entender algunas de las situaciones que le sucedían, como algunas de sus conductas. Como por ejemplo. . . el saber por qué muchas veces tenemos miedo a enfrentar las cosas. Le pregunté si le interesaba leerlo. Sabía me diría que si, pues ella misma se estaba dando la posibilidad de agarrarse de alguna palabra para encontrarle sentido a su vacío existencial. Le dije que se lo enviaría por correo electrónico. Así lo hice esa misma noche. En ese momento le di un libro que estaba leyendo. Inferí que por su contenido, le podría aportar bienestar.

 

Tercera sesión. Mi sensación fue que estaba un poco mas relajada. Sin embargo, no quise preguntar. La saludé como lo hago con todos los pacientes. Se sentó y no dilató en decirme. Ya leí el artículo. Guardé silencio cálido o un cálido silencio. Comentó. . . ¡Me pareció muy interesante! Me hizo pensar mucho dijo. Para esto no me miraba a los ojos, su mirada la dirigía hacia el piso. Ella guardaba silencio. - es importante respetar los silencios del paciente, pues representan, en situaciones como ésta, la elaboración de procesos internos que significan toma de consciencia - De pronto dijo alzando su mirada. . . tengo algo que decirle. Fui violada cuando niña. . . por un primo. La acompañaba en silencio empático. Me gustaba que fuera así dijo. Cuando no sucedía, deseaba que sucediera. Me sentía celosa de mis primas cuando él manifestaba preferencia por alguna de ellas.

Me parece que ella, ante la confusión de todo lo sucedido, y al no saber como ubicarlo existencialmente, necesitaba confirmarse de alguna manera, para asegurar ante sí y ante mí, que tenía que ser ella y nadie más, la culpable de lo que había sucedido. “De que así tenía que ser, pues así lo había estructurado internamente”. Posiblemente en su mente confundida aún, y en su conciente racional necesitaba que yo la confirmara en su “pecado” o le dijese que cómo era posible que le gustara que sucedieran las cosas así con su primo. Al fin y al cabo, como ella había decidido que era y tenía que ser mala, necesitaba que yo la confirmarla en que era mala. ¡Que estaba mal! Es sabido que la víctima siente y se vive en la creencia de que tuvo que haber hecho algo para que sucediera eso. En la mentalidad de quien se vive así, existe la idea de que quienes están frente a ellas “les leen su debilidad”, que pueden “abusar de ellas” o que “las condenan”. Por ello, es que físicamente son distantes, poco comunicativas. “No quieren ser descubiertas, en lo que consideran es su vulnerabilidad”.

Mi comentario. . . Me da mucha pena lo que has tenido que vivir. Nadie merece le sucedan cosas así. Me duele tu dolor le dije. Añadí, para confirmarla hacia su propio valor de haber compartido el hecho. ¿Ya lo habías platicado con alguien? Dijo, en terapia. Se lo había dicho a mi hermana, y a un ex-novio. Sin embargo, nunca le había dado un significado como el que le doy ahora. ¡No lo había visto así! Y ¿cómo te sientes al verlo así? Su respuesta. Me siento agotada. Me duele la cabeza.

Esta reacción refleja el esfuerzo emocional de la auto confrontación. La lucha entre las emociones agolpadas, los sentimientos encontrados, y la necesidad de querer seguirse culpando, y ya no poderlo hacer. Es como decirse: ¡Se me salió! pero en verdad no lo quería decir. Viví su dolor. Su lucha. Su miedo, como su satisfacción de haber hallado una salida a tan tremendo vacío de soledad existencial. La siguiente pregunta, para confirmarla en su silencio y negación de tanto tiempo. ¿Cuántos años tuviste esto callado? ¡Toda mi vida! Muchos años dijo. ¿Cómo te sientes al saber que eres tan valiente? No sé, estoy confundida, dijo.

Sugerí por qué no escribía, para ella, lo que había experimentado realmente al respecto por la vivencia. Que podría resultarle esclarecedor. Contestó que no sabía si lo haría, si lo querría hacer. No insistí. La verdad es, que cuando ponemos las cosas en papel y lápiz, y sabemos que otro las puede leer, (en este caso yo) uno se tiene que esforzar por ser objetivo. Esto es. . . darle el alcance verdadero a las emociones. Esto ayuda a esclarecer los sentimientos no resueltos. A re-tomarse uno y a manifestar sentimientos y emociones ya sin distorsionarlos. Lo cual es frecuente suceda debido a lo distorsionado de la propia percepción y los bloqueos existentes.

Nos despedimos agradeciéndole su valor, la honestidad ante sí misma y su confianza para compartir y confiarme algo tan importante de su vida. Sonrió. Se despidió diciendo. . . nos vemos la próxima semana. !Cuídate, vales mucho como persona! ¡Hasta la próxima semana! dije.


Primera Sesión nutricia. Se presenta con la nutrióloga para hacer un diagnóstico diferencial sobre anorexia nervosa ya que es muy delgada. Es una mujer que mide 1. 63 cm y pesa 51. 2 Kg por lo que presenta una desnutrición ligera. Tiene presión arterial baja 98/58 y un porcentaje de grasa normal de 26%. Ella cuenta que siempre ha sido delgada como su papá, que incluso ha llevado dietas para subir de peso pero es muy nerviosa y aprensiva. Usa ropa holgada para pasar desapercibida. Confiesa que tiene piernas muy delgadas. Cuenta que desde pequeña ha recibido muchos comentarios negativos de parte de la familia por ser delgada ya que sus tías y primos son obesos. Cuando está deprimida pierde el apetito y cree que pudo haber tenido un episodio anoréxico pero no por obsesión del peso. Confiesa que quiere empezar a hablar como adulta ya no como niña mimada lo que antes hacía para tener el control de las personas y sus afectos. Está empezando a relacionarse con sus padres como persona adulta, está aprendiendo a conocerlos de forma diferente. Tiene miedo a la soledad y al rechazo. Está consciente de que tiene que evitar la desnutrición por su bienestar físico y empezar a trabajar en la aceptación de su cuerpo

Cuarta sesión. Su apariencia física sigue siendo mala, sin embargo, su presencia anímica denota un cambio. Su expresión es más franca. Pasamos al consultorio. Cada quien tomó su lugar. El paciente rara vez cambia el lugar en que se sentó por primera ocasión. No lloraba tanto como en las reuniones anteriores. Sentada y mirándome de frente dijo: Tengo algo que decirle. (Dentro de mí pensé. ) ¡Por Dios, qué más penas trae esta mujer! A boca de jarro soltó. He intentado dos veces quitarme la vida. Mi respuesta fue inmediata. Platícame por que te falló. Es obvio que te falló, pues estás aquí diciéndomelo. Se quedó, ante mi respuesta, desconcertada totalmente. Seguramente, en su vivencia de tener que ser descalificada, porque ella lo había hecho así muchas veces consigo misma. Tenía que “escandalizarme” Entiéndase, para que la descalificara. Sin embargo, lo que hacía ella, era probar si yo tenía algún argumento que “NO” la descalificara y que “SÌ” la rescatara. Ella lo había dicho. . . ¡Ya no se quería vivir así! En el fondo, ella se la estaba jugando de todas todas, para confirmar que realmente no era juzgada y si aceptada. Cosa que no había podido hacer consigo misma en el plano emocional, pero si en el plano racional. Le dije que me hacía sentir que poseía un YO fuerte que la rescataba.

Terminó su licenciatura. Ahora está pensando en la maestría o en hacer un diplomado. Para cualquier persona que no tiene autoestima le resulta, en el plano racional, muy fuerte el verse aceptada incondicionalmente. Es, en verdad, una confrontación muy revolucionaria. Es como mirar desde fuera que uno es más humano de lo que uno ni si quiera sospecha de sí mismo. Esta sensación y sentimiento, le devuelve a uno el derecho a estar vivo. El derecho a ocupar un lugar existencial en el mundo. En el Aquí y el Ahora. El derecho a ser alguien cuando se ha vivido por tantos años sin personalidad propia, con emociones totalmente alteradas, con sentimientos distorsionados y con dolor existencial inagotable.

Este giro violento se convierte en esperanza para el paciente diciéndose. . . ¡No puedo desaprovechar esta oportunidad! ¡Tengo que “re-tomarme”! ¡Ya no puede haber marcha atrás! Se dice el paciente también. ¡Cómo es posible que alguien que apenas me conoce, pueda aceptarme como soy, cuando yo no lo he podido hacer conmigo en toda mi vida!

 

Quinta sesión. Lo primero que dijo la paciente con expresión profunda de alegría. Saliendo de aquí, estoy deseando sea otra vez tiempo de mi terapia. Esto significa, estoy involucrada con mi bienestar. Me interesa lo que estoy haciendo conmigo y por mí. ¡Si puedo controlar mi existencia! ¡Le encuentro un sentido a mi existencia! Es la decisión de seguir creciendo cueste lo que cueste. Haya que cambiar lo que haya que cambiar dentro y fuera de uno. Existe la confianza, porque se ha re-tomado uno, de que uno se puede liberar de las propias ataduras. “Es el principio de regreso a la individualidad perdida”.

En mi experiencia profesional, se que esta expresión es solamente el principio. El punto de partida para iniciar, en verdad, la búsqueda del sentido de vida.
Es comenzar a respirar después de haber sentido uno estarse ahogando; pensando en la muerte; viviendo en el desasosiego, por lo dramático de la misma circunstancia existencial.

Es apenas, el inicio para reconocer la capacidad y los recursos personales que se tienen como herramientas para comprometerse uno con el propio manejo de las emociones. Mismas que antes se desbordaban y le mantenían uno a la deriva, zarandeándolo a su propio antojo y arbitrio. Es hasta este momento existencial, cuando se comienza a tomar en las propias manos, “las riendas del propio sentido de vida”. Es el inicio para la construcción un de proyecto de vida.  “DE UN PROYECTO CON SENTIDO DE VIDA”.


En esta sesión dijo la paciente. . . “Me va a regañar” interactué diciéndole, no juzgo a nadie. No tengo por qué regañarte. Tú eres la dueña de tu vida. Dijo. Me fui a Veracruz el sábado y estuve ahí conmigo misma. Metí los pies al mar y. . . lo pude hacer sola. Sin sentir el miedo aterrador que sentía. Continuó diciendo. . . Tenía que imponerme esta prueba. Le pregunté si se había ido sola. Si había manejado. Contestó que no. Que había preferido ir en autobús y que había regresado ya por la noche, sin haberle avisado a nadie. Ni a sus papás con quienes vive. Intervine diciéndole. ¿Qué aprendizaje tuviste con esta experiencia? -

Pude haber pensado mil cosas. El hecho, es que ella estaba sentada allí frente a mí, y sabía que no se había quitado la vida, que no había conducido su auto como una forma de cuidarse, de no exponerse. Pensé que quizás el mar había sido para ella, en algún momento, alternativa para quitarse la vida ahogándose. Haciéndolo parecer un accidente. - Con expresión de satisfacción comentó. Me siento segura de mi misma. El haberlo hecho, me dio confianza ante mi misma. ¡Lo pude hacer! ¡Pude estar conmigo por primera vez sin sentir demasiada ansiedad! continuó diciendo. . . Sabía “que iba y que tenía que regresar”. Entendí esta práctica liberadora como una forma para re-tomarse. Necesitaba confirmar-se, al haber llenado su vacío existencial, y decirse “ante su propio regreso”, que sí, que verdaderamente SÍ era confiable ante sí misma. Que efectivamente puede poner un orden a su existencia, al tener control sobre sus impulsos. Que es capaz de enfrentar y vencer, uno a uno, los fantasmas que rondaron en su mente de forma obsesiva durante mucho tiempo.

 

Sexta sesión. Llamó por teléfono en la hora de su entrevista. Me dijo con esta claridad que la caracteriza. No voy a ir hoy. Ya estoy en mi casa. Me vine directo del trabajo. Le pregunté si se sentía mal. Contestó que no. Que no iba porque tenía resistencia. Que no sabía qué era. Que no lograba identificarla. Añadió. ¡Pagaré mi sesión! Esto es. No voy, pero si estoy, y quiero seguir, pero necesito acomodar muchas cosas. Sugerí. Ya que vas a estar en casa, trata de contactar con el sentimiento o la emoción que pudiese ser la causa de la resistencia. Ya platicaremos cuál fue, en qué consiste.

Segunda Sesión nutricia. Se observa un cambió notable en su apariencia, viste mostrando más su cuerpo con vestimenta sencilla pero ya no holgada. Sigue usando pantalones por sus piernas delgadas pero confiesa haber ido a nadar a un balneario y haber usado bikini y sentirse bien. Cuenta que estaba tan insegura con su imagen que llevó una terapia psicocorporal por un año para gustarse a sí misma y que practica el aceptar sus piernas y el estar a gusto con su cuerpo, pero todavía le cuesta verse al espejo
No ha dejado de comer aunque dice que cuando algo se altera tiene problemas para dormir y pierde el apetito pero ya no acepta quedarse mal sino trata de resolverse y hablar las cosas. Aprendió que tiene que responsabilizarse de su salud.
Quiere independizarse y trabajar cerca de pacientes terminales, su mamá padece esclerodermia desde hace 21 años. Dice que aunque las cosas sean terribles siempre aprendes de ellas, quiere ayudar. También ya está escribiendo cuentos.

 

* Aportación hecha por la paciente ante la solicitud de qué es para ella lo que le ha servido dentro del proceso como lo hemos llevado a cabo. Su respuesta tal como la remitió.
Puedo identificar dos esferas en el proceso terapéutico, el terapeuta y la paciente y en cada una encuentro diferentes razones que han influido para que se lleve a cabo una transformación de un estado a otro y son:

Terapeuta

1. El conocerlo a usted previamente como maestro.

2. La confianza de saber que estoy con un experto en el ramo de la psicología.

3. Su apariencia amable, su voz que inspira seguridad y confianza.

4. La atención que pone en mi discurso y por lo tanto la capacidad que tiene para entenderlo, la empatía.

5. La aclaración de ser un acompañante durante el trayecto.

6. La fe y la seguridad que tuvo en mí para hacerme ver que tengo la capacidad y las herramientas para hacer un trabajo de autoconocimiento.

7. El espacio terapéutico como un espejo en el que se reflejan mi pensar, hacer y sentir y en el que se me regresa una imagen con diferentes tonalidades como alternativas de vida y entendimiento.

Paciente

1. Tomar conciencia de la necesidad de hacer cambios en mi porque hay cosas carentes de sentido.

2. Tomar la decisión de buscar el vehículo que lleve a ese cambio.

 


3. La capacidad para poder confiar en sus palabras, en su intuición y en su conocimiento.

4. El sentirme acompañada, escuchada y no juzgada en el trayecto.

5. El procurar retomar las riendas de mi vida y encontrarle sentido y gozo.

6. Aprender a decidir.

7. El decidir ya no mentirme más.

8. Darme la oportunidad de sentir el miedo en toda mi persona, "tocar fondo" con la seguridad de que podré salir de nuevo.

9. Aprender a vivir y a desapegarme de las actitudes con las que me he dañado.

10. Practicar el "no abandono de mí misma".


Conclusiones

La paciente se ha sentido sola en el sentido de desprotección ante la vida. Con una mamá que no la podía atender se sentía totalmente desamparada. Esto nos lleva a cuestionarnos hasta dónde el estar delgada y verse enferma mantenía la atención de su familia sobre ella.
La vida la ha enfrentado a muchas exigencias para su cuerpo, su mente y sus emociones y ha intentado sobrepasar. En un momento de su vida se enfrenta con un cuerpo adulto y se siente desprotegida ante él y se ve obligada a ocultar su cuerpo “siendo descuidada con su vestir y su arreglo personal” para no ser vista al ojo del hombre y para no ser criticada por la mujer. Ahora está tratando de tener una valoración adecuada de su imagen corporal que le permita una relación satisfactoria consigo misma y con su entorno.

 

La paciente, dadas las condiciones en que hubo de ir desarrollándose desde buena parte de su infancia, se ha visto obligada para sobrevivir, a construir, apoyada en su capacidad y cualidades intelectuales, un andamiaje racional en el que se ha permitido sostenerse y transitar con un discurso que la ha hecho sentirse adaptada [vinculada] al mundo en que se mueve, “hablando el lenguaje” que los demás hablan. “Que la normalidad habla”. Sin embargo, su discurso aunque, le da espacio social y comunicacional con los demás, no llega a otorgarle, para sí misma resonancia afectiva. Situación que se le presenta como su talón de Aquiles, dado que cuando no se encuentra identificada con el decir, se viene abajo emocionalmente con todo el andamiaje construido.

Parte del trabajo que se ha pretendido ha consistido, precisamente, ir construyendo imágenes sí significativas (con carga emocional) dentro del mismo lenguaje utilizado, para crear vínculos entre el decir y el sentir. Entre el pronunciar y sentir se puede respaldar lo dicho mediante la palabra y el actuar generando una sensación de congruencia que sea la que le sostenga por sí misma. Durante el proceso terapéutico se ha pretendido identificar las partes del Yo escindidas, para ayudar a una integración – integral que de consistencia y soporte a las propias acciones de toma de conciencia alejando el pensamiento mágico – omnipotente, para tornar a la posibilidad del reconocimiento y manejo de los impulsos, las emociones y sentimientos negados, manifiestos en la depresión y manejados como huída mediante la hiperactividad.
Está aprendiendo a tenerse, no nada más estar. Está desarrollando un concepto de sí misma.

Escuchar para saber. Es entendido que la psicoterapia y el trabajo interdisciplinario se sostiene a través de la comunicación interactiva en donde el paciente al escucharse así mismo, va toma distancia respecto de sus propios impulsos, emociones y sentimientos hasta ir dándoles, en la medida que va estructurándose internamente, su dimensión adecuada. La que le es propia a su realidad total e integral. Cuando se va esto sucediendo, el paciente comienza a escucharse así mismo dentro de una armonía. La que le devuelve el sentido a su existencia. Misma que va acompañada, cuando el proceso es el adecuado, de un bienestar integral anímico-biológico. Es un ritmo, en el que el mismo paciente se permite ir armando, por sí mismo, al no autosabotear, el rompecabezas que conforma su propia expresión. Antes sin sentido o sentido vago o desintegrado. Ahora, con un nuevo sentido que se siente armoniza con lo que se es en verdad. vivencia existencial y práctica de bienestar que despierta interés honesto y compromiso por ser, cada vez más, uno la persona que verdaderamente se es. Esto es: caminando con sentido propio de vida en torno a la convivencia con y entre los demás.


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