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La sensibilidad o accesibilidad materna, factor clave para el desarrollo de un apego seguro.

Fecha Publicación: 01/01/2002
Autor/autores: Begoña Gutiérrez Nieto

RESUMEN

En el presente artículo vamos a profundizar acerca de la influencia que ejerce la sensibilidad materna o de cualquier figura substituta para el establecimiento y desarrollo de un apego seguro. Para ello, vamos a señalar investigaciones de diversos autores significativos que han estudiado dichas relaciones familiares.

Partimos de la concepción de que el apego predice el posterior desarrollo cognitivo, la competencia social y el componente afectivo de tal forma que mejorar las relaciones tempranas será el primer paso para incrementar la calidad de las relaciones interpersonales. La tendencia filogenética del ser humano es a estar vinculado y unido a otros, por ello, se trata de un tema de máxima importancia para el desarrollo integral desde las primeras edades.

 


Palabras clave: Infancia, Psicología evolutiva
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

La sensibilidad o accesibilidad materna, factor clave para el desarrollo de un apego seguro.

Cano de Escoriaza, Jacobo; Gutiérrez Nieto, Begoña.

Psicopedagogo y terapeuta familiar.
Universidad Complutense de Madrid.
Profesora Asociada de la Universidad de Zaragoza.
Universidad Complutense
C/ José Pellicer 50, 3ºA
50007 - Zaragoza (España)

PALABRAS CLAVE: psicología evolutiva, infancia.

 

Resumen

En el presente artículo vamos a profundizar acerca de la influencia que ejerce la sensibilidad materna o de cualquier figura substituta para el establecimiento y desarrollo de un apego seguro. Para ello, vamos a señalar investigaciones de diversos autores significativos que han estudiado dichas relaciones familiares. Partimos de la concepción de que el apego predice el posterior desarrollo cognitivo, la competencia social y el componente afectivo de tal forma que mejorar las relaciones tempranas será el primer paso para incrementar la calidad de las relaciones interpersonales. La tendencia filogenética del ser humano es a estar vinculado y unido a otros, por ello, se trata de un tema de máxima importancia para el desarrollo integral desde las primeras edades.



En el presente artículo vamos a profundizar acerca de la influencia que ejerce la sensibilidad materna o de cualquier figura substituta para el establecimiento y desarrollo de un apego seguro. Para ello, vamos a señalar investigaciones de diversos autores significativos que han estudiado dichas relaciones familiares. Partimos de la concepción de que el apego predice el posterior desarrollo cognitivo, la competencia social y el componente afectivo de tal forma que mejorar las relaciones tempranas será el primer paso para incrementar la calidad de las relaciones interpersonales. La tendencia filogenética del ser humano es a estar vinculado y unido a otros, por ello, se trata de un tema de máxima importancia para el desarrollo integral desde las primeras edades.

Comenzamos señalando que es importante mencionar que la predisposición biológica en la infancia a mantener proximidad al cuidador existe a lo largo de numerosas especies. En este sentido, creemos necesario preguntarnos acerca de qué hay debajo de lo que se denomina “estilo de apego”. ¿Cuál es la esencia del sustrato de dicha expresión? ¿Es un conjunto de categorías que define diferentes tipos de personas o un conjunto de ideales prototípicos a los que la gente se tiene que comparar? No es de extrañar que dependiendo de la teoría de la que uno parta, el estilo de apego puede ser definido por diversos medios y maneras. Cada una de estas aproximaciones lleva enfoques diferentes, partiendo de que la validez clínica del constructo del apego ha sido demostrada con detalle (Rutter, 1995). El hombre, la especie humana, tiene especiales características que le llevan a configurar ese vínculo que le sirve como soporte y plataforma para desarrollar su vida en el mundo, para dar sentido a cada una de sus relaciones. Ser dotado de inteligencia para buscar, discriminar, aislar, seleccionar, comparar. Ser dotado de inteligencia para elegir, renunciar, priorizar.

Un descubrimiento general de recientes investigaciones es también clínicamente relevante: las relaciones tempranas son moduladores críticos del comportamiento en niños menores de cinco años y son de este modo, relevantes en la evaluación de cualquier comportamiento no normal (Cassidy, J. and Berlin, L. J. , 1994).

De acuerdo con Bowlby (1988), “la teoría del apego es una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una separación o pérdida”.

 

Bowlby y otros (Weiss, 1982) han señalado la influencia duradera del sistema del apego en la calidad de las relaciones. Las investigaciones han mostrado que el comportamiento del apego puede ser indentificado en adultos tanto en matrimonios que funcionan bien como en aquellos que funcionan mal (Weiss, 1975) y entre amigos (Little 1964; Weiss, 1979).

Los conceptos de apego o alianza han sido propuestos como requerimientos para un resultado positivo en muchos tipos de tratamiento psicosocial (Bordin, 1979). Ya desde comienzos de siglo, el psicoanálisis, por medio de su fundador S. Freud (1921) se refirió al uso del apego a los padres, el cual llamó la transferencia no objetal positiva. Johansen (1984) aplicó la teoría del apego al tratamiento de los borderline en hospitales haciendo hincapié a la necesidad de una base segura dentro de la problemática de estos pacientes.

En esta línea, la importancia de relaciones seguras e íntimas para el ajuste general y el crecimiento personal ha sido recalcado por diferentes orientaciones teóricas desde hace cuarenta años (Bowlby, 1969; Erikson, 1950). La investigación muestra, por ejemplo, que la intimidad con los padres declina en la adolescencia, con un incremento paralelo con el grupo de iguales (Kroger, 1985). Sin embargo, la importancia del apego y vínculos emocionales en las relaciones con los padres durante este periodo de la vida ha sido también demostrado. Algunos estudios han revelado que esas relaciones están relacionadas con un concepto positivo de uno mismo, desarrollo del yo, satisfacción en la vida y bajos niveles de soledad (Armsden y Greenberg, 1987; Barnes y Olson, 1985; Franzoi y Davis, 1985; Marcoen, Goosens y Caes, 1987; Moore, 1987). Además, los datos han mostrado que positivas relaciones con los padres van acompañadas de buenas relaciones con el grupo de iguales (Bell, Avery, Jenkins, Feld y Schoenrok, 1985).

Algunos autores como Sroufe y Fleeson (1986) argumentaron que un mecanismo por el cual las tempranas relaciones influyen más tarde en el desarrollo evolutivo es la tendencia de las personas de desempeñar los roles que han aprendido en relaciones previas. Es importante considerar también, tal como señalan Hinde y Stevenson Hinde (1985) y Gjerde (1986), la necesidad de estudiar las relaciones dentro del contexto social. Armsden y Greenberg (1987), a su vez, emplearon el apego como predictor para variables relacionadas con el equilibrio personal y con la satisfacción vital que experimenta una persona. Nosotros creemos que la familia juega un papel preponderante en el desarrollo la personalidad del niño. Los primeros años de su vida son fundamentales ya que reciben la impronta de los padres, donde aprenden que pueden ser valorados y queridos por lo que son y no por lo que tienen que hacer. Aquí es donde entra a jugar un papel importante las relaciones y vínculos que se establecen.

El apego predice el posterior desarrollo social y competencia cognitiva. La competencia social de los niños se asocia con la interacción con sus iguales, con extraños y con los propios padres. Aunque el mecanismo causal está todavía siendo debatido (Lamb, M. E. ; Hwang, C. P. ; Frodi, A. and Frodi, M. , 1982), podemos concluir que la relación entre el apego seguro, evaluado en el procedimiento de la “Situación Extraña” (Ainsworth et al, 1978) y el posterior desarrollo social está apoyando en diversos estudios (Cohn, J. F. and Tronick, E. 1988) y forma parte dicho desarrollo de la evolución integral del niño.

 

No podemos obviar, sin embargo, que la relación o unión entre el apego seguro y el desarrollo cognitivo es menos clara. En un metaanálisis de más de 30 estudios aparecía la relación débil con la inteligencia (r=0. 09) y la asociación moderada con la competencia en el lenguaje (r=0, 28) (Van Ijzendoorn, M. H. 1995). Interesa, al mismo tiempo señalar, que Paterson y Moran (1988) sugirieron que el valor predictivo del apego seguro puede ser más fuerte en las áreas especiales del desarrollo cognitivo, tales como la motivación y la confianza en las tareas cognitivas, dato que deja en entredicho la afirmación anterior.

Los medios en los que los niños modifican sus comportamientos y las estrategias en sus relaciones, están influidas primeramente por la historia de sus cuidadores y su temperamento (Cassidy, J. and Berlin, L. J. , 1994) Estas estrategias han sido denominadas como patrones de apego y pueden ser medidas con el procedimiento estadarizado de laboratorio de Ainsworth et al. (1978).

En la línea argumentativa que estamos empleando, es preciso preguntarnos acerca de la estabilidad del apego. Para ello, los estudios de Kenny (1990) muestran que el apego se mantiene estable a lo largo de las diferentes edades, manifestándose evolutivamente según corresponda. Parte también de la hipótesis de que el apego seguro favorece las correctas, equilibradas y sanas separaciones progresivas de los adolescentes de sus padres. El apego seguro evaluado con el procedimiento de la situación extraña muestra una estabilidad considerable, de tres a seis meses (Bretherton, 1985; Lamb et al. 1985). Recientemente, nuevas medidas del apego seguro en preescolares y en niños más mayores han mostrado también una estabilidad considerable de los patrones de apego durante estos periodos (Howes y Hamilton, 1992; Main y Cassidy, 1988). Sin embargo, la inestabilidad del apego seguro debido a acontecimientos vitales y los cambios en las circunstancias de la vida influyen en la sensibilidad de la respuesta de la figura de apego (Lamb et al. , 1985; Vaughn et al. , 1979).

En estos últimos años ha crecido el interés sobre cómo las dinámicas familiares influyen en el desarrollo, consolidación y éxito de la identidad de los jóvenes (Allison y Sabatelli, 1988; López, F. ; 1993). Hay que señalar que la asociación entre el apego entre padres y adolescentes con el desarrollo de la identidad no está todavía muy clara (Rice, 1990). Creemos que este resultado desafortunado puede ser debido en parte al hecho de la ambigüedad existente en los conceptos de los constructos teóricos de apego y de separación y de que distintas investigaciones emplean diversos modos de evaluar dicho apego.

 

Es importante observar el estilo del niño para mostrar afecto y la búsqueda de seguridad y comodidad desde el cuidador; la confianza del niño de cara a recibir ayuda y el grado de cooperación que se da entre ambos. En este caso, la excesiva dependencia en el cuidador o la no habilidad para buscar y usar el apoyo que le brinda, es preocupante. Los cuidadores también reclaman frecuentemente el poco caso que reciben de los niños a sus instrucciones, mientras que los niños que han sufrido el abuso pueden exhibir miedo y excesiva conformidad ante las instrucciones de sus cuidadores (Crittenden y DiLalla, 1988). En algunas situaciones, el niño se convierte excesivamente mandón o agresivamente controlador hacia el adulto.

Queremos señalar que evaluaciones de laboratorio de los patrones del apego no son fácilmente transferibles a la esfera clínica. De hecho, adoptando procedimientos basados solamente en separaciones y encuentros entre el niño y sus cuidadores no nos ofrecen una completa versión clínica del apego del niño hacia sus padres. Del mismo modo, la evaluación del apego concentrando ésta en el cuidador sola y exclusivamente, es insuficiente. En cambio, la evaluación clínica del estado del apego en el niño debería centrarse en la historia focalizada y observaciones recogidas desde una evaluación sistemática de la interacción, yendo a observaciones más naturales en el propio entorno familiar, para poder extraer los datos relevantes de las relaciones familiares de la forma más ecológica posible.

El niño puede estar apegado a su madre, a su padre o a las cuidadoras, descritas como figutas substitutas de dicho apego (Van Ijzendoorn, M. H. ; Juffer, F. and Duyvesteyn, M. G. C. (1995).

Comenzamos señalando cuatro aspectos importantes del comportamiento maternal en la interacción familiar:
1. La sensibilidad, entendida como la habilidad de la madre para percibir con precisión las señales del niño y responder a dichas señales correcta y rápidamente.
2. La contigüidad de respuesta de la madre, definida como la frecuencia de respuesta a las señales del niño.
3. La calidad y cantidad del contacto físico.
4. La cooperación, entendida como presencia o ausencia de comportamiento de la madre intrusivo o que interfiere. Este concepto fue originalmente definido por Ainsworth (1969).

 

En “Attachment and Loss” (1969), Bolwby señala la urgente necesidad de determinar las condiciones antecedentes que influyen en el desarrollo del apego. Una de las condiciones que se relacionan con el establecimiento de un apego seguro puede ser la sensibilidad de la figura de apego en responder a las señales de los niños: cuando la experiencia de éstos y sus iniciativas de relación tienen éxito a la hora de relacionarse con la madre.

La cuestión es si la sensibilidad de las madres está asociada con el apego seguro infantil. Los 21 estudios (N=1099) en el que fue usado el procedimiento de la situación extraña con casos no clínicos así como las medidas correspondientes de observación de la sensibilidad materna, obtuvieron una r=0, 24, que según el criterio convencional de Cohen (1960) dicha asociación era moderadamente fuerte. La conclusión es que dicha sensibilidad es importante pero no es la condición única relacionada con un apego seguro.

En el primer metaanálisis sobre apego y sensibilidad, Goldsmith y Alansky (1987) concluyó que “muchos estudios… reprodujeron los hallazgos del poder predictor de la sensibilidad materna cuando ésta era señalada en términos de significación estadística, en los estudios de Ainsworth”.

Tras cierto escepticismo, muchos autores se adhirieron a la original propuesta de Bowlby (1969) de que la sensibilidad de la madre es un antecedente crucial para el establecimiento del apego seguro (Bretherton, 1985; Main, 1990; Sroufe, 1988). Recientemente, Isabella (1993) concluyó que la teoría del apego consideraba la sensibilidad materna como una importantísima característica de la interacción vinculada al apego seguro.

· Algunos investigadores habían restringido sus observaciones a una visita a la casa mientras que otros emplearon la observación en situaciones de laboratorio para profundizar en el concepto de la sensibilidad materna (Frodi, A. ; Grolnick, W. and Bridges, L. , 1985). Algunos estudios incluyeron entrevistas para evaluar la actitud positiva durante la infancia, mientras que otros pusieron hincapié en la frecuencia del contacto físico (Kerns, K. A. and Barth, J. M. , 1995).

 

Algunos estudios revelan una unión entre el apego inseguro o desorganizado en la infancia y el comportamiento disruptivo y desordenado en niños preescolares sugiriendo por consiguiente un claro camino para localizar el origen de los desórdenes y prevenirlos (Greenberg et al. 1990). En esta línea de investigación, se encuentra claramente la correlación de que estos niños con este tipo de apego desorganizado no son tenidos en cuenta por sus cuidadores o figuras de apego, no tienen en sus representaciones internas la disponibilidad y accesibilidad que revierten en un desarrollo más armónico de la interacción.

La gran mayoría de las medidas del comportamiento materno provienen de las observaciones de la interacción entre la madre y el hijo. Por ejemplo, Benn (1986) y Bretherton, Biringen, Ridgeway, Maslin y Sherman (1989) evalúan la sensibilidad materna en una entrevista con la madre, mientras que Izard, Heynes, Chisholm y Baak (1991) usan un cuestionario para evaluar el estilo materna en lo que se refiere a las expresiones emocionales. El procedimiento de la situación extraña es empleado en la mayoría de los estudios. En algunos, dicho procedimiento se cambia porque los investigadores lo adaptan a una situación más familiar, o porque quieren de alguna manera limitar la situación de estrés al niño (Capps, Sigman y Mundy, 1994). Contrariamente a algunas expectativas, la duración de las observaciones en el hogar no están relacionadas con la magnitud de la asociación entre sensibilidad y apego.

De hecho, la habilidad del cuidador para percibir señales que implican el apego y responder adecuada y prontamente a las mismas, es uno de los factores más importantes y determinantes para establecer el apego seguro (Ainsworth, 1978). Aunque la asociación entre apego y sensibilidad en la respuesta no es tan fuerte como se había señalado, es claro que hay una evidencia correlacional y experimental clara (ver revisiones en Goldsmith y Alansky, 1987; Van Ijzendoorn, Juffer y Duyvesteyn, 1995). La vida estresante y el apoyo social influyen lógicamente en la sensibilidad en la respuesta de los cuidadores y, por consiguiente, en el establecimiento del apego seguro (Belsky, 1997; Belsky, J. and Isabella, R. 1988; Vaughn, Egeland, Sroufe y Waters, 1979).

Citamos a continuación el procedimiento del “Atachment Q-Set” (Waters y Deane, 1985) y su relación con la sensibilidad en las respuestas obtenidas por dicho instrumento. Moran, Pederson, Pettit y Krupka (1992), Pederson, Moran, Sitko, Campbell, Ghesquire y Acton (1990), Pederson et al. (1992), Vereijken y Kondo-Ikemura; Vereijken, Kondo-Ikemura y Riksen-Walraven; Symons, Noiles and Richards (1995); Krupka (1995); y Schiller, Seifer, Resnick y Riordan (1995) estudiaron si la sensibilidad en la respuesta predecía el apego seguro con el “Attachment Q-Set”.

 

La asociación entre la sensibilidad de los cuidadores y el apego en los niños fue investigado en trece estudios con el procedimiento anteriormente señalado. Pederson et al. (1990) y Pederson et al (1992) encontraron correlaciones moderadas entre la sensibilidad materna y el Attachment Q-Set. Estos descubrimientos fueron confirmados por Blicharski y Verissimo (1992) quienes aportaron también moderadas relaciones. De Roos (1995) encontró moderadas correlaciones entre el AQS y la sensibilidad en la respuesta a los 24 y 42 meses pero no a los 12. Caldera (1992) encontró una correlación significativa a los 14 pero no a los 18. En los estudios de Vereijken, Meij y Riksen-Walraven; Van Dam y Van Ijzendoorn (1988) y Vereijken y Kondo-Ikemura la sensibilidad materna no estaba relacionada con el AQS de la madre. Kochanska (1995) no encontró tampoco una asociación significativa. Teti, Nakagawa, Das y Wirth (1991) y Teti, Sakin, Kucera, Corns y Das Eiden encontraron correlaciones moderadas con el compromiso de las madres. Wachs y Desai (1993) encontraron una fuerte relación con la calidad del desarrollo social dado por los cuidadores. Bretherton et al. (1989) encontró una fuerte relación entre la sensibilidad materna y el AQS. Schölmerich, Fracasso, Lamb, Anders y Broberg (1995) encontraron fuertes relaciones con la harmonía en la interacción, tanto a los siete como a los diez meses.

El modelo mental interno, la representación y esquemas que se desarrollan, que resultan de la historia de apego de la diada, puede determinar de qué manera los conflictos emocionales se resuelven. Para evaluar los modelos internos de trabajo de los adultos con respecto a sus relaciones de apego, George, Kaplan y Main (1985) desarrollaron el Attachment Adult Interview. Definieron dichos esquemas como un conjunto de reglas para la organización de la información relevante del apego y para obtener o limitar el acceso a dicha información. Se ha hipotetizado que dicho modelo o estado de la mente respecto a las relaciones de apego determina la sensibilidad de los padres hacia el comportamiento de sus hijos (Main, M. and Goldwyn, R. ; 1984). La representación mental de los padres hacia las experiencias de sus hijos en relación con el apego son creencias que determinan el grado en que dicha información puede ser procesada de manera más o menos libre.

La hipótesis de la sensibilidad en la respuesta muestra que las madres de niños del tipo B en cualquier cultura son más sensibles y respondientes a las señales de los niños del tipo A y C (Van IJzendoorn, M. H. 1997), según la clasificación de tipologías de apego empleado con el procedimiento de la situación extraña (Ainsworth et al. , 1978).

Queda una gran tarea por realizar, teniendo en cuenta que la sociedad de finales de siglo no facilita ni favorece establecer y mantener una relaciones enmarcadas en una atención especial por las necesidades y signos de demanda de los niños, cuyo desarrollo evolutivo está muy condicionado por el conjunto de experiencias que van almacenando de su núcleo familiar con sus padres, abuelos y cuidadores.

 

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