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Psicología positiva y salud.

Fecha Publicación: 01/03/2008
Autor/autores: Ana Jarne García

RESUMEN

En este artículo se pretende hacer un resumen de la historia y del estado actual de la llamada "Psicología Positiva", introducida por M. Seligman en la conferencia inaugural de la American Psychological Association en 1999, y que promete interesantes aportaciones en el campo de la salud.

Se describe el modelo teórico del que parte y sus seis dimensiones estudiado por C. Ryff, y los estudios de otros autores que han profundizado en las relaciones entre la felicidad y el optimismo con las respuestas adaptativas y el logro de los objetivos, sobre el bienestar psicológico, las emociones positivas, la auto-aceptación, la resiliencia y la "Terapia del Bienestar" desarrollada por G. Fava y sus aplicaciones clínicas en el campo de la Salud Mental.

También se hace mención de algunas de las críticas que han cuestionado tanto su novedad, como la calidad científica de sus aportaciones, y se hace una previsión de lo que puede ser el futuro de la "Psicología Positiva".


Palabras clave: Auto-aceptación, Bienestar psicológico, Emociones positivas, Psicología positiva, Resiliencia
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psiquiatría general .

Psicología positiva y salud.

Ana Jarne García; Ana María García Olmos.

Psicólogas clínicas. Centro de Salud Mental Puente de Vallecas. Área 1. Madrid

PALABRAS CLAVE: psicología positiva, Emociones positivas, Bienestar psicológico, Auto-aceptación, Resiliencia.

(KEYWORDS: Positive Psychology, Positive emotions, Well-being, Self-compassion, Resilience. )

Resumen

En este artículo se pretende hacer un resumen de la historia y del estado actual de la llamada “Psicología Positiva”, introducida por M. Seligman en la conferencia inaugural de la American Psychological Association en 1999, y que promete interesantes aportaciones en el campo de la salud. Se describe el modelo teórico del que parte y sus seis dimensiones estudiado por C. Ryff, y los estudios de otros autores que han profundizado en las relaciones entre la felicidad y el optimismo con las respuestas adaptativas y el logro de los objetivos, sobre el bienestar psicológico, las emociones positivas, la auto-aceptación, la resiliencia y la “Terapia del Bienestar” desarrollada por G. Fava y sus aplicaciones clínicas en el campo de la Salud Mental. También se hace mención de algunas de las críticas que han cuestionado tanto su novedad, como la calidad científica de sus aportaciones, y se hace una previsión de lo que puede ser el futuro de la “Psicología Positiva”.

Abstract

This article is intended to summarize the history and the current status of the so-called "Positive Psychology", which was introduced by M. Seligman at the inaugural conference of the American Psychological Association in 1999, and that promises interesting contributions in the field of health. It describes the theoretical model it derives from, as well as its six dimensions studied by C. Ryff, and the works of other authors who have deepened into the relationship between happiness and optimism with the adaptive responses and the achievement of the objectives on the psychological well-being, positive emotions, self-acceptance, resilience and the "Therapy of Well-being" developed by G. Fava and their clinical applications in the field of Mental Health. It also mentions some of the criticisms that have questioned both its novelty and the quality of its scientific contributions, and makes a prediction of what could be the future of the "Positive Psychology. "

Introducción

La psicología Positiva es “una rama de la psicología que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano” (1), representa un nuevo punto de vista desde el que entender la psicología y la salud mental, complementando los ya existentes, y tiene como objetivo mejorar la calidad de vida y prevenir la aparición de trastornos mentales.
Parece que estamos más predispuestos a tomar conciencia de nuestros estados emocionales negativos, y de hecho nuestro vocabulario es más abundante en términos negativos que positivos, pero es posible hacer un esfuerzo de auto-observación, para identificar nuestros estados emocionales positivos, como primer paso, para intensificarlos después. Tradicionalmente la psicología se ha centrado en el estudio de las emociones llamadas negativas, ansiedad, depresión, etc. , pero en las últimas décadas del siglo pasado y formando parte de un movimiento filosófico, sociológico y político comprometido con el estudio del bienestar, algunos psicólogos han puesto el foco de atención en los aspectos positivos de las personas y en sus “fortalezas”, con objeto de identificarlos, desarrollarlos y utilizarlos como “amortiguadores” frente a las adversidades y a los trastornos mentales.


Antecedentes

Pueden encontrarse claros antecedentes “positivistas” en la corriente humanista de la psicología floreciente en los años sesenta y representada por autores como Rogers, Maslow y Erikson (2, 3, 4), aunque no se vio acompañada de una base empírica sólida.  
Martin Seligman inició sus investigaciones en el departamento de psicología Experimental en la Universidad de Pensilvania, durante la década de los sesenta, y fruto de ellas formuló la conocida “Teoría de la indefensión aprendida” (5, 6). Observó las reacciones de varios grupos de perros, a los que se aplicaban series de descargas eléctricas en determinadas condiciones: un grupo de ellos podía encontrar la salida y así evitar el dolor, otro grupo no tenía esta posibilidad, y el tercer grupo no recibía ningún tipo de descarga. Posteriormente se sometió a los tres grupos a una serie de descargas, pero en esta ocasión todos ellos podían eludirlas simplemente saltando una valla. La mayoría de los pertenecientes al primer y tercer grupo no tuvieron dificultades para encontrar la salida, pero no ocurrió lo mismo con los del segundo, la mayoría de ellos se tumbaron y no hicieron nada por buscar la salida, se rindieron directamente sin intentarlo siquiera: habían aprendido que nada de lo que hicieran serviría para nada. Este fenómeno es conocido como “Indefensión aprendida”.
El autor nipoamericano Donald Hiroto trasladó los estudios sobre “Indefensión aprendida” a seres humanos y encontró resultados similares: dos de cada tres personas que habían estado sometidas a un estímulo desagradable sin posibilidad de escape, no intentaron encontrar la salida en situaciones posteriores en las que sí tenían esa posibilidad, y solo un 10% de los sujetos de los otros dos grupos se rindieron (7).
Diferentes autores subrayaron que un individuo de cada tres seguía intentándolo, es decir, no daba muestras de haber sucumbido a la “Indefensión aprendida”, y a partir de esta observación, se dedicaron a intentar explicar por qué unos individuos se rendían y otros no. Los integrantes de la psicología Cognitiva postulaban que la manera en que las personas explican sus contratiempos, condiciona su respuesta ante ellos. Beck sienta las bases de la terapia Cognitiva para la depresión, intentando modificar el patrón de pensamiento pesimista del paciente depresivo (8) y Ellis mantiene que lo que pensamos conscientemente es la causa principal de cómo nos sentimos y de los trastornos y a partir de esta tesis desarrolla la terapia Racional Emotiva, que tiene muchos puntos en común con la anterior (9). Estos dos autores y la mayoría de los psicólogos han dirigido su atención hacia los pensamientos y emociones negativas para intentar modificarlos.
Seligman a partir de la década de los ochenta empezó a centrar su atención justamente en el polo opuesto, en los que parecen inmunes a la indefensión aprendida. ¿Quiénes son los que nunca se dan por vencidos? Él postula que las personas con una visión optimista de sí mismos, del futuro y de la situación, piensan que pueden conseguir lo que se proponen si continúan intentándolo, de modo que no se rinden con facilidad y son menos vulnerables a la indefensión aprendida y a la depresión. Elaboró el Attributional Style Questionnaire (ASQ) (10) para medir optimismo. Encontró que la pauta explicativa optimista consiste en considerar que las adversidades son externas, transitorias y específicas, (es decir, no se atribuyen la causa de la desgracia a ellos mismos, piensan que es algo pasajero, y que afecta solo a determinados aspectos de la realidad, no son “globales”) y predice resistencia ante la indefensión aprendida.
Estudios posteriores confirmaron que el optimismo y el bienestar emocional actúan como factores de protección, no sólo para los trastornos mentales, sino para las enfermedades físicas. Chris Peterson llevó a cabo uno de los primeros estudios sistemáticos sobre el papel desempeñado por el pesimismo como factor de riesgo para la enfermedad. A mediados de los ochenta utilizó el ASQ con ciento cincuenta estudiantes, y además les preguntó datos sobre su salud y sobre el número de visitas que hacían a los médicos, siguiendo su evolución durante un año. Encontró que los pesimistas habían contraído el doble de enfermedades que los optimistas y habían hecho el doble de visitas al médico (11). Otros estudios demostraron resultados similares (12, 13, 14).
Carol, D. Ryff desarrolló un modelo teórico del “bienestar psicológico” que engloba seis dimensiones (Autonomía, Desempeño ambiental, Crecimiento personal, Relaciones positivas con otros, Propósito en la vida y Autoaceptación) (15, 16) y sugiere que la ausencia de “bienestar psicológico” genera condiciones de vulnerabilidad para la ocurrencia de sintomatología y que para mantener la recuperación no es suficiente aliviar lo negativo, sino que es necesario desarrollar lo positivo (17), este autor señala que la investigación en Salud Mental ha estado dirigida tradicionalmente hacia la disfunción psicológica, y la salud equiparada a ausencia de enfermedad, en lugar de presencia de bienestar.


Desarrollo

Martin Seligman desarrolló el término “psicología positiva”, y se señala como punto de inicio de esta corriente, la conferencia que pronunció en la inauguración de su período presidencial de la American Psychological Association en 1999 (18). A partir del establecimiento de la relación entre “bienestar psicológico” y salud, distintas investigaciones profundizaron en el conocimiento de esta relación, y en el desarrollo de las llamadas “emociones positivas”.  
Una de las figuras más representativas de esta corriente es Bárbara Fredrickson (19) que ha centrado sus investigaciones en las “emociones positivas” y su valor adaptativo. Postula que la alegría, el entusiasmo, la satisfacción, etc. , además de ser en sí mismas agradables y proporcionar un placer inmediato, producen otros efectos beneficiosos y duraderos para la salud, y prepara a las personas para tiempos difíciles del futuro, actuando como un escudo protector y complementando las funciones de las emociones negativas para la supervivencia, dentro de un contexto evolutivo. Estas últimas preparan al individuo para enfrentarse a problemas inmediatos y tienen asociadas respuestas específicas (el miedo la huída, la ira el ataque, el asco el rechazo, etc. ) y con un patrón de pensamiento con tendencia a la reducción del rango de respuestas posibles. Las emociones positivas sin embargo, amplían la forma de pensar y el abanico de respuestas posibles y propician las habilidades psicológicas necesarias para las actividades creativas y sociales que permiten crear vínculos entre personas y conductas de ayuda y solidaridad entre los grupos.
Numerosos estudios demuestran que el afecto positivo facilita una organización cognitiva más abierta, flexible y compleja, y con la habilidad para integrar distintos tipos de información (20, 21, 22, 23) y que también tienen relación con la salud y pueden prolongar la vida. Danner realiza un estudio de un excelente control experimental, con 180 monjas, en el que analizó los escritos autobiográficos que hicieron justo antes de ingresar en la orden religiosa, acerca de sus vidas y de lo que esperaban del futuro. Las que expresaron emociones positivas en sus relatos (esperanza, alegría, amor…) vivían una media de 10 años más que las presentaron un estilo pesimista (24). Otros estudios han corroborado la importante relación entre el estado de salud y el estado emocional. (25, 26).
Este contexto ha propiciado el interés por desarrollar estrategias terapéuticas encaminadas a incrementar el “bienestar psicológico”: encontrar significados positivos en la vida diaria, reevaluar de manera positiva ciertos aspectos de los acontecimientos adversos, establecimiento de metas realistas… (27). Fava ha diseñado un programa de corta duración, llamado “Well-being Therapy”, que enfatiza la auto-observación, mediante el uso de un diario estructurado y la interacción terapeuta-paciente y se basa en el modelo cognitivo de Ryff (28). Es una terapia estructurada, directiva y basada en el modelo educativo, que intenta primero identificar los estados emocionales positivos, detectar qué es lo que interrumpe prematuramente estos estados emocionales, y finalmente proporciona distintas estrategias para mantenerlos y fomentarlos. Dado que las terapias cognitivas estándar también pueden incluir el pensamiento positivo, pueden surgir dudas respecto a la diferencia entre ambas. La principal distinción consiste en que la terapia cognitiva, dirige la atención del paciente a sus estados de “malestar psicológico”, mientras que la terapia del bienestar lo hace a sus episodios de “bienestar”. La segunda diferencia importante es que mientras el objetivo de la primera es la “reducción del malestar” a través de la discusión y el control de los pensamientos automáticos, la meta de la segunda es la “promoción del bienestar psicológico” a través de las dimensiones de Ryff.  
Fava ha utilizado la terapia del bienestar dentro de un paquete de tratamiento cognitivo-conductual (TCC) para el tratamiento de los síntomas residuales de la depresión recurrente. Cuarenta pacientes con depresión mayor recurrente fueron designados al azar bien a TCC, que incluía terapia de Bienestar, bien a una condición de “manejo clínico”. En ambos casos se redujo y se eliminó el tratamiento farmacológico. El porcentaje de recaídas a los dos años, era significativamente menor en el grupo de TCC, y a los seis años de seguimiento la diferencia entre ambos grupos seguía siendo significativa, aunque hay que destacar que la muestra era insuficiente para extraer conclusiones definitivas, y que dado que la terapia del Bienestar se incluyó dentro de un paquete de TCC, tampoco es posible saber si su contribución a los resultados es significativa (29).
Aunque la terapia del Bienestar fue diseñada originalmente como una estrategia terapéutica para la fase residual de los trastornos afectivos, existen otras áreas de posible aplicación. El mismo autor la utilizó con veinte pacientes diagnosticados de trastorno de ansiedad generalizada (30), de forma aleatoria los pacientes fueron distribuidos en dos grupos, a uno de ellos se les aplicó un programa de ocho sesiones de TCC convencional y al otro un programa de cuatro sesiones de TCC convencional y cuatro de Well-being Therapy. El resultado fue favorable a este último, pero el pequeño tamaño de la muestra no permite extraer conclusiones generalizables.
Kristin Neff define el constructo de “autoaceptación” o “autoconcepto”, como una actitud benevolente y comprensiva hacia uno mismo en situaciones de adversidad o fracaso, percibiendo las experiencias de uno mismo como parte de una experiencia humana más amplia. Esta actitud puede protegernos contra las consecuencias negativas de los auto-juicios, el aislamiento y la rumiación, y a causa de su naturaleza no evaluativa y conciliadora, podría contrarrestar también la tendencia al narcisismo y al egocentrismo (31). Examina la relación entre salud psicológica y autocompasión (diferente de la autoestima), y encuentra que ayuda a amortiguar la ansiedad ante posibles amenazas. Plantea que la autocompasión es una cualidad medible, y que ofrece una alternativa conceptual a Occidente, que suele manejarse con conceptos más egocéntricos (32). M. R. Leary analiza cinco estudios que investigan los procesos emocionales y cognitivos mediante los que las personas con alto grado de auto-aceptación se enfrentan a los hechos adversos de la vida diaria. Los resultados concluyen que la aut-oaceptación protege a las personas contra los sentimientos negativos en situaciones de distrés social, que ayuda a reconocer su papel en los hechos negativos sin sentirse abrumados por emociones negativas, y que atenúa las reacciones de la gente ante hechos negativos de forma diferente y, en algunos casos, más beneficiosa que la autoestima (33).
En el marco de la psicología positiva se inscribe también el reconocimiento de la capacidad natural del ser humano para resistir y rehacerse frente a las experiencias llamadas traumáticas: “resiliencia”; este concepto viene a complementar el de “vulnerabilidad”, y nos recuerda que las personas podemos adaptarnos y hallar sentido a las situaciones más adversas. Bonano y otros autores han estudiado este fenómeno (34), y han encontrado que en determinadas ocasiones, las personas que se han enfrentado a situaciones verdaderamente traumáticas, no solo han conseguido sobrevivir, sino que han experimentado un cambio positivo. Fredrickson estudió este fenómeno tras los atentados de Nueva York, y encontró que la relación entre ajuste y resiliencia está mediada por las emociones positivas, que actúan como un velo protector contra la depresión y otros trastornos (35).


Críticas

El enfoque positivo de la psicología también ha recibido críticas por algunos de sus planteamientos (36). En primer lugar, se le discute su carácter novedoso y su afirmación de que la psicología haya estado anteriormente centrada exclusivamente en el sufrimiento y en la enfermedad. Aunque esta observación contiene una parte de verdad, también es cierto que el énfasis que la psicología positiva ha puesto en el estudio de las emociones positivas ha permitido desarrollar una teoría y una práctica de indudable interés para la intervención clínica y para mejorar la calidad de vida de las personas.
En segundo lugar, se ha cuestionado la calidad de sus definiciones, de las medidas utilizadas y de sus planteamientos metodológicos. Tampoco falta razón para ello, y es de esperar que futuros estudios determinen lo que pueda ser asumido por la ciencia y lo que no.
Otra cuestión que se le ha criticado a la psicología positiva es la diferenciación que hace entre emociones positivas y negativas, dado que considerar a una emoción positiva o negativa fuera de su contexto, es algo artificial y que puede llevar a error (37). Emociones que pueden considerarse negativas, como el miedo, pueden ser muy adaptativas y tener un importante papel en la supervivencia. Algunos autores han llamado “la tiranía de la actitud positiva” a este empeño por estar siempre alegres y optimistas (38). Desde luego, no parece razonable, realista, ni útil pretender estar en un estado de felicidad permanente, ni tampoco creo que sea ésta la pretensión de la psicología positiva. Pero una cosa es esto, y otra desestimar la posibilidad de dedicar una especial atención a nuestro bienestar psicológico y a desarrollarlo en la medida de nuestras posibilidades, con las estrategias que nos brinda la psicología Positiva.


Futuro de la psicología positiva

La psicología positiva tiene mucho camino y mucho trabajo por delante, son necesarios más estudios controlados, con muestras más numerosas y con instrumentos de medida válidos y fiables, y aunque no sabemos a ciencia cierta por qué senderos discurrirá este enfoque hacia lo positivo, si será una moda pasajera o si mantendrá un papel relevante en la psicología y en la salud, lo más probable, como menciona C. Vázquez, es que “acabará disolviéndose sin más estridencias dentro del quehacer de la Psicología…es decir, el escenario más verosímil de que lo que ahora llamamos psicología positiva estará perfectamente integrado en el quehacer cotidiano de las próximas generaciones de psicólogos y el análisis y medida del bienestar, de las emociones positivas, o de las mejoras efectivas en la vida de la gente que tienen nuestras intervenciones, será el modo incuestionado de hacer las cosas” (1). “No se trata de crear otra variante polarizada de la psicología sino de tener en cuenta, promover e investigar aquellos aspectos relacionados con el bienestar y la felicidad humana, incluso para iluminar lo que es el sufrimiento humano” (39).


Bibliografía

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