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Tratamiento psicológico de la disfunción eréctil.

Fecha Publicación: 01/03/2008
Autor/autores: M. Y. Vellisca

RESUMEN

La disfunción eréctil es el trastorno sexual de mayor prevalencia entre los varones que demandan una atención clínica. Actualmente podemos afirmar que existen tratamientos psicológicos para esta alteración cuya eficacia ha sido probada. Sin embargo, dadas las características etiológicas de este trastorno, se hace necesario un acercamiento biopsicosocial, lo cual implica un enfoque multidisciplinar del mismo.


Palabras clave: disfunción eréctil
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psiquiatría general .

Tratamiento psicológico de la disfunción eréctil.

Latorre, J. I. ; Vellisca, M. Y. ; Quintanilla, M. A. ; García, M. A. ; Lliteras, M. ; Soro, P.

Resumen

La disfunción eréctil es el trastorno sexual de mayor prevalencia entre los varones que demandan una atención clínica. Actualmente podemos afirmar que existen tratamientos psicológicos para esta alteración cuya eficacia ha sido probada. Sin embargo, dadas las características etiológicas de este trastorno, se hace necesario un acercamiento biopsicosocial, lo cual implica un enfoque multidisciplinar del mismo.

Abstract

The erectile dysfunction is the sexual disorder with the highest prevalence among males demanding for clinical attention. Nowadays, we can assure that there are psychological treatments for this disturbance of proved efficacy. Nevertheless, according to the etiological characteristics of this disorder, it is necessary a biopsychosocial approach that implies a multidisciplinary focusing of it.

Introducción

De acuerdo con los datos de prevalencia que especifica la Asociación Psiquiátrica Americana (1997), la eyaculación precoz afecta a un 27% de la población masculina, mientras que un 10% padecen una disfunción eréctil. Sin embargo, es éste último el trastorno sexual por el que más solicitan ayuda especializada los varones (Hurtado et al. , 1997), llegando a alcanzarse tasas del 50% en población clínica según O’Donohue et al. (1999).
Lamentablemente, sólo una pequeña parte de las personas que padecen alguna disfunción sexual acude a consulta, y de éstas sólo un número reducido decide finalmente ponerse en tratamiento (Osborn, Hawton y Garth, 1988). Por este motivo, se hace necesario transmitir a la población general la existencia de métodos para solucionar estos problemas cuya eficacia ha sido probada ya por varios estudios (Labrador y Crespo, 2003; Mohr y Beutler, 1990; O’Donohue et al. , 1999; Segraves y Althof, 1998; Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures, 1995).


Diagnóstico diferencial

Antes de plantear un tratamiento, es importante hacer un buen diagnóstico diferencial. La clásica división entre impotencia psicógena vs. orgánica es simplista y excesivamente restrictiva (LoPiccolo, 1992; Mohr y Beutler, 1990). No se puede separar el organismo de la persona, y en la mayor parte de los casos algún factor psicológico influye en la génesis, el mantenimiento o la exacerbación de los síntomas.
Ahora bien, de cara a plantear el tipo de tratamiento más adecuado para cada paciente concreto es necesario evaluar la contribución de varios aspectos orgánicos y emocionales en el desarrollo del trastorno. Algunos de estos factores son (American Psyquiatric Asociation, 1997; Kolodny, Masters y Johnson, 1983; Labrador, 1998):
• Alteraciones físicas: diabetes mellitus, esclerosis múltiple, insuficiencia renal, neuropatía periférica, trastorno vascular periférico, lesión medular, alteraciones del sistema nervioso vegetativo…
• Fármacos: antihipertensivos, antidepresivos, ansiolíticos, neurolépticos, esteroides anabolizantes, antiepilépticos…
• Consumo de sustancias: alcohol, tabaco, anfetaminas, cocaína, opiáceos, cannabis…
• Trastornos psicológicos: deseo sexual hipoactivo, trastorno dismórfico corporal, anorexia nerviosa, trastorno depresivo mayor, trastorno obsesivo-compulsivo, hipocondría, alucinaciones, fobias…

Sería deseable que el especialista en psicología clínica pudiese actuar en todos los casos formando parte de un equipo multidisciplinar, que valorase los factores anteriormente citados, sin embargo, en muchas ocasiones esto no es posible.
El psicólogo clínico debe conocer la influencia de todos estos factores para realizar un correcto diagnóstico diferencial, pero también puede valerse de algunos indicadores de la adecuación de un enfoque más psicológico, como son, entre otros, la ausencia de problemas de erección durante la masturbación o cuando el hombre cambia de pareja sexual; la presencia de erecciones matutinas o durante la fase de movimientos oculares rápidos del sueño; o bien el hecho de que la pérdida de la erección se produzca en el momento en que se intenta la penetración.


Evaluación de la disfunción eréctil

Además de las características propias del trastorno en sí, recogidas en el análisis funcional por medio de la entrevista, la historia sexual, cuestionarios, autoinformes y autorregistros (Carboles y Sanz, 1998; Labrador, 1994), es necesario evaluar el nivel de conocimientos (educación y mitos sexuales), problemas de falta de comunicación, ansiedad social, falta de habilidades para iniciar interacciones, mala relación de pareja, problemas de autoestima o falta de seguridad, percepción de la interacción sexual como una lucha de poder, así como la presencia del “rol de espectador”, es decir, estar más pendiente del desempeño durante las relaciones sexuales que del disfrute de las mismas.
Si se detecta la existencia de alguno de estos problemas, será necesario incluir su abordaje específico dentro del tratamiento.


Tratamientos psicológicos para la disfunción eréctil

Si bien los tratamientos basados en las ya clásicas aportaciones de Masters y Johnson (1970) se consideran los únicos cuya eficacia está bien establecida por un amplio número de estudios de calidad, en los últimos años han surgido varios tipos de tratamientos psicológicos para hacer frente a los trastornos de la erección (Labrador y Crespo, 2003).
A continuación se describen grosso modo algunos tratamientos psicológicos cuya efectividad ha sido probada y se esbozan las líneas generales de un plan de tratamiento basado en las aportaciones de Masters y Johnson (1970), Hawton (1985) y Kaplan (1975).

Programas educativos:
En algunos casos, se ha demostrado la efectividad de programas educativos de forma aislada (Goldman y Carroll, 1990) o en combinación con programas de habilidades sociales y de relación interpersonal (Kilmann et al. 1986; Price et al. , 1981).
En estos programas se trata de aportar información, corregir errores, modificar actitudes, expectativas y objetivos. Algunos de los errores más comunes son: reducir la sexualidad al coito, no considerar los factores situacionales, evitar las relaciones sexuales, considerar los logros sexuales como un índice de éxito personal y social, tener una concepción estereotipada acerca de los papeles masculino y femenino, o considerar que la terapia consiste en aprender técnicas sexuales (Labrador, 1998).
El objetivo principal de la terapia ha de ser que ambos miembros de la pareja disfruten de su sexualidad.

Terapia racional emotiva:
La terapia racional emotiva de Ellis parte de la supremacía de lo cognitivo sobre lo emocional y conductual. De acuerdo con su teoría, nuestras emociones y conductas están determinadas por nuestros pensamientos y en la base de todos los trastornos emocionales podemos encontrar pensamientos disfuncionales a los que da el nombre de “ideas irracionales” (Ellis y Dryden, 1989).
Este acercamiento se ha aplicado a la disfunción eréctil, y ha resultado efectivo en varios estudios (Everaerd y Dekker, 1985; Munjack et al. 1984).

Desensibilización sistemática:
La desensibilización sistemática es un procedimiento diseñado originalmente por Wolpe, que consiste en exponer al paciente de forma progresiva al estímulo ansiógeno en presencia de una respuesta incompatible con la ansiedad, que suele ser la relajación (Wolpe, 1977).
Este procedimiento también se ha aplicado con éxito a los trastornos de la erección (Auerbach y Kilmann, 1977), lo cual demuestra el importante papel que desempeña la ansiedad en algunos casos.

Biofeedback:
Las técnicas de biofeedback consisten en utilizar instrumentos específicos que proporcionen al sujeto información inmediata, precisa y directa, mediante señales normalmente acústicas o visuales, sobre la actividad de sus funciones fisiológicas, facilitando la percepción de éstas y el someterlas a un control voluntario (Carrobles y Godoy, 1987).
En el caso de la disfunción eréctil, se ha utilizado la pletismografía del pene, si bien con resultados ambiguos, probablemente debidos al efecto negativo que produce el aumentar la atención del hombre sobre su erección con la consiguiente “presión de rendimiento” (Labrador y Crespo, 2003).


Terapia sexual para la disfunción eréctil

La mayoría de los tratamientos incluyen paquetes amplios con medidas conductuales, cognitivas, sistémicas y de comunicación interpersonal. En los siguientes puntos se esboza tan sólo el eje central de la terapia sexual para el trastorno de la erección:
• Focalización sensorial: se dedican varias sesiones a que la pareja se acaricie mutuamente por todo el cuerpo con el fin de descubrir y comunicar qué zonas del cuerpo y qué forma de estimularlas resultan más placenteras para cada uno. Durante esta etapa se excluye de forma explícita la estimulación de pechos y genitales y se prohíbe el coito.
• Focalización genital: en esta fase se incluye la estimulación de pechos y genitales, pero sin centrarse exclusivamente en ellos. En un primer momento la estimulación se realiza sin la intención llevar a la pareja al orgasmo. Sólo se permitirá una vez superado este paso.
• Estimulación conjunta: en las primeras fases la estimulación se hace de forma alternativa, para después pasar a hacerse de forma simultánea.
• Aproximación progresiva al coito: la estimulación se va orientando progresivamente al coito, pudiendo en este punto la mujer acariciar sus genitales con los de su pareja.
• Penetración: Al principio las penetraciones deben durar poco tiempo y no deben realizarse movimientos pélvicos, con el fin de que el hombre se concentre solamente en las sensaciones placenteras.
pérdida provocada de la erección. Durante esta fase debe interrumpirse varias veces toda estimulación para que el hombre pierda la erección y vuelva a recuperarla al volver a iniciar la estimulación. De esta forma se elimina el temor a la pérdida de la erección, ya que el hombre comprueba que la pierde y puede volver a recuperarla.
• Inicio de los movimientos pélvicos. En la etapa final se recomienda que el hombre adopte una actitud más activa para que él mismo pueda ajustarse mejor a un ritmo que le ayude a mantener la erección.


Prevención de recaídas

Dado que las tasas de recaída son altas, es conveniente incluir en el tratamiento estrategias específicas para prevenirlas (Hawton, Catalan, Martín y Fagg, 1986) como comentar con la pareja el problema en cuanto aparezca, volver a utilizar las estrategias de afrontamiento aprendidas, considerar la recaída como una fase pasajera y una oportunidad para utilizar las estrategias aprendidas, y dar escasa relevancia a los síntomas (Labrador y Crespo, 2003).


Conclusión

Podemos asegurar que existen tratamientos psicológicos efectivos para la disfunción eréctil y, dado que este trastorno afecta a una proporción considerable de hombres, es necesario divulgar la disponibilidad de dichos tratamientos.
Considerando la participación en este trastorno de factores tanto orgánicos como psicológicos, se hace ineludible la colaboración entre el especialista en psicología clínica y los demás profesionales de la salud.
Desde un enfoque no excluyente, que abandone la clásica distinción orgánico vs. psicógeno podremos, en beneficio de todos, ofrecer a la población general un tratamiento más comprehensivo y de mayor calidad, que englobe de una forma más amplia todas sus necesidades.


Bibliografía

-American Psyquiatric Asociation (1997). DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (4ª ed. ). Barcelona: Masson.
-Auerbach, R. y Kilmann, P. R. (1977). The effects of group systematic desensitization on secondary erectile failure. Behavior Therapy, 8, 330-339.  
-Carrobles, J. A. y Godoy, J. (1987). Biofeedback: Principios y aplicaciones. Barcelona: Martínez Roca.
-Ellis, A. y Dryden, W. (1989). Práctica de la terapia racional-emotiva. Bilbao: Desclée de Brouwer.
-Everaerd, W. y Dekker, J. (1981). A comparison of sex therapy and communication therapy: Couples complaining of orgasmic dysfunction. Journal of Sex and Marital Therapy, 7, 278-289.
-Goldman, A. y Carroll, J. L. (1990). Educational intervention as an adjunct to treatment of erectile dysfunction in older couples. Journal of Sex And Marital Therapy, 16, 127-141.
-Hawton, K. (1985). Sex therapy. Nueva York: Oxford University Press.
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-Kolodny, R. C. , Masters, W. H. y Johnson, V. E. (1983). Tratado de medicina sexual. Barcelona: Salvat.
-Labrador, F. J. (1994). disfunciones sexuales. Madrid: Fundación Universidad-Empresa.
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-Osborn, M. , Hawton, K. y Garth, D. (1988). Sexual dysfunction among middle age women in the community. British Medical Journal, 296, 959-962.
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-Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures (1995). Training and dissemination of empirically validated psychological treatments: Report and recommendations. The Clinical Psychologist, 48, 3-23.
-Wolpe, J. (1977). La práctica de la terapia de conducta. México: Trillas.


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