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Conductas individuales y reacciones ante una situación de catástrofe.

Autor/autores: J. I. Robles Sánchez
Fecha Publicación: 01/01/2002
Área temática: Ansiedad, Trastornos de ansiedad y relacionados con traumas y factores de estrés .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

El término "catástrofe" se puede definir como cualquier suceso infausto que altera gravemente el orden de las cosas. En general son acontecimientos de aparición imprevisible que producen graves consecuencias, tanto pérdidas humanas o afectados como destrucciones materiales, el desbordamiento de los recursos y medios de la colectividad, así como una importante desorganización social. Son situaciones excepcionales y los comportamientos deben comprenderse dentro del contexto situacional en el que se producen.

Ante tal evento traumático, nos podemos encontrar reacciones esperables como las adaptadas, inadaptadas y un gran número de indecisos que actúan bajo la presión de circunstancias ambientales. Por otro lado, desde el punto de vista clínico es importante distinguir tres etapas o momentos evolutivos distintos: las reacciones inmediatas a la catástrofe, es decir, las conductas que pueden observarse en presencia del acontecimiento catastrófico como respuesta a esta violenta agresión; por otro lado, las secuelas postraumáticas agudas que aparecen cuando ha cesado el acontecimiento catastrófico, como reacción a una amenaza fijada en el recuerdo que tiene el sujeto de la situación traumática vivida anteriormente; y por último, las secuelas postraumáticas crónicas como el trastorno por estrés postraumático crónico. Todas ellas definidas por características clínicas claramente diferenciadas.

Palabras clave: catástrofe


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Conductas individuales y reacciones ante una situación de catástrofe.

Marcos González, E. ; Medina Amor, J. L. ; Pérez-Iñigo Gancedo, J. L. ; Robles Sánchez, J. I. ; Gómez-Trigo Ochoa, J.

H. M. C. "Gómez Ulla" (Madrid)
General Yagüe, 57, C. P. : 28020
Madrid. España

[otros artículos] [6/2/2002]


Resumen

El término "catástrofe" se puede definir como cualquier suceso infausto que altera gravemente el orden de las cosas. En general son acontecimientos de aparición imprevisible que producen graves consecuencias, tanto pérdidas humanas o afectados como destrucciones materiales, el desbordamiento de los recursos y medios de la colectividad, así como una importante desorganización social.

Son situaciones excepcionales y los comportamientos deben comprenderse dentro del contexto situacional en el que se producen. Ante tal evento traumático, nos podemos encontrar reacciones esperables como las adaptadas, inadaptadas y un gran número de indecisos que actúan bajo la presión de circunstancias ambientales.

Por otro lado, desde el punto de vista clínico es importante distinguir tres etapas o momentos evolutivos distintos: las reacciones inmediatas a la catástrofe, es decir, las conductas que pueden observarse en presencia del acontecimiento catastrófico como respuesta a esta violenta agresión; por otro lado, las secuelas postraumáticas agudas que aparecen cuando ha cesado el acontecimiento catastrófico, como reacción a una amenaza fijada en el recuerdo que tiene el sujeto de la situación traumática vivida anteriormente; y por último, las secuelas postraumáticas crónicas como el trastorno por estrés postraumático crónico.

Todas ellas definidas por características clínicas claramente diferenciadas.

 



Introducción.

El término “catástrofe”, se puede definir como cualquier suceso infausto que altera gravemente el orden de las cosas. Existen otros sinónimos que también se utilizan de forma indistinta como “desastre”, “siniestro” o “calamidad”. En conjunto estos términos se refieren a una serie de situaciones o acontecimientos trágicos (desgracias, pérdidas, infortunios), en cierto modo, imprevisibles (fortuitos, fatales), que se escapan al control de las personas (grupos o comunidades) y producen graves consecuencias (pérdidas de vidas humanas, destrucción de bienes materiales, desorganización social, elevados niveles de frustración y sentimientos de impotencia personal).

Las catástrofes tienen una serie de características:

A. Son acontecimientos de aparición generalmente imprevisible, en general de forma brutal y repentina y que producen graves consecuencias.

B. Por lo general producen gran número de afectados no necesariamente siempre víctimas mortales, sino también un sinfín de heridos, quemados, intoxicados, siniestrados, . . . Incluye tanto a los sujetos afectados directamente por la catástrofe, como a los afectados indirectamente como familiares, amigos, testigos, equipos de socorro, servicios sociales, técnicos, organizadores o responsables.

C. Causan importantes destrucciones materiales, en general, ya que en ocasiones pueden darse también catástrofes sin destrucción material.

D. Las consecuencias de las catástrofes superan y desbordan los recursos y medios de la colectividad, haciendo ineficaces las medidas tradicionales de respuesta y precisando ayuda exterior, sobre todo a países en vías de desarrollo, que poseen peores infraestructuras para la protección de su población y medio ambiente.

E. Las catástrofes producen una importante desorganización social. Las peores consecuencias de una catástrofe son las alteraciones en medios de producción y consumo de energía, agua potable y víveres, la circulación de las personas y bienes, el mantenimiento del orden, las comunicaciones, la distribución de cuidados sanitarios e incluso la gestión de cadáveres.

 

 

Alteraciones conductuales en catástrofes.

Como se ha expuesto anteriormente, las situaciones de catástrofe afectan directamente a las personas que han visto su vida, la de sus íntimos y/o sus bienes amenazados. También pueden verse afectados, directa o indirectamente, los testigos, socorros y dirigentes, sobre todo si carecen de la experiencia y de la formación necesaria para actuar en este tipo de situaciones, al ser desbordados por el impacto del horror y la extensión de los daños producidos por la catástrofe.

Se pueden distinguir tres tipos de reacciones posibles ante el impacto de un evento traumático:

1) Reacciones adaptadas: Se estiman aproximadamente del 10 al 20% de los afectados, variable según el tipo y características del desastre. Se caracterizan por la capacidad de mantener la calma, la adopción de medidas de protección y auxiliar a los compañeros. Suelen ser personas informadas o preparadas, con experiencia de mando y elevado sentido de la responsabilidad cívica y moral.

2) Reacciones inadaptadas: Se estima un porcentaje entre el 20 y el 25% de los sujetos afectados los que pueden presentar conductas inadaptadas, desde reacciones emocionales intensas (pánicos) a comportamientos de agitación, inhibición o estupor, o marcadamente de negación y oposición.

3) La mayoría (50 al 60%) de los afectados es altamente influenciable, se muestran inseguros e indecisos y actúan bajo la presión de las circunstancias ambientales. Pueden dirigirse hacia un sentido positivo (conductas de cooperación y socorro) o hacia un sentido negativo (inhibición, pánicos, fugas). A esta población se dirigen de forma preferente los esfuerzos y medidas preventivas como la información o el entrenamiento.

En condiciones que sean favorables en la mayoría de las ocasiones nos encontramos con un control por parte de los afectados con lo que los comportamientos suelen ser adecuados, e incluso generosos y abnegados hacia el sacrificio por los demás; aunque no es óbice para encontrarnos por otro lado con alteraciones psicopatológicas severas. Así tenemos:

- Conductas de hiperactividad, a veces frenética y desordenada, estado de exaltación emocional, conductas motoras incontroladas, incluso marchando directamente hacia el peligro (“fuga hacia delante”), arriesgando la vida propia y/o la ajena.

- Comportamientos apáticos, sin iniciativa, con inmovilidad o desplazamientos sin sentido. Dóciles ante las órdenes que les imparten, muestran conductas próximas al automatismo.

- Conductas que persiguen el distanciamiento del acontecimiento traumático, llegando, incluso, hasta el estupor psicógeno, con disminución profunda o ausencia de la motilidad voluntaria y de la respuesta normal a los estímulos externos (luz, ruido, tacto).

- Comportamientos violentos. Se pueden desencadenar, tanto por los sentimientos de frustración personal, ante la magnitud de la catástrofe, pero en otras ocasiones aparecen como reacciones a determinadas medidas de los equipos de socorro y orden, (actuaciones a veces “impersonales”) y, sobre todo, por la desinformación. Estas conductas violentas, pueden materializarse sobre bienes o personas.

 

 

Curso clínico y evolutivo.

Las conductas que pueden observarse como respuestas a un acontecimiento catastrófico deben comprenderse como un proceso dinámico que evoluciona en el tiempo conforme se van modificando las condiciones ambientales. Desde un punto de vista clínico y evolutivo conviene distinguir tres etapas o momentos evolutivos distintos:

* Reacciones inmediatas a la catástrofe.
* Secuelas postraumáticas agudas.
* Secuelas postraumáticas crónicas y/o retardadas.

(a) Reacciones inmediatas a la catástrofe. Son las conductas que pueden observarse en presencia del acontecimiento catastrófico (amenaza real). Se producen a los pocos minutos del acontecimiento. En general, son de breve duración y en su mayor parte remiten sin secuelas. Se caracterizan por una respuesta de ansiedad como reacción de alarma ante la situación de excepcional amenaza que implica la catástrofe. Esta reacción, en principio, se produce como una respuesta defensiva (adaptativa) para movilizar los recursos individuales para afrontar las amenazas, daños o pérdidas producidas por la catástrofe. Será patológica cuando pierda el valor adaptativo o alcance una intensidad o duración, desproporcionadas, que superen los recursos del sujeto. Hay que tener en cuenta que en este momento el sujeto está sometido a estímulos muy intensos y por ello nos podemos encontrar con diversas conductas:

* Como aspecto adaptativo, se incrementa la concentración sobre la situación de peligro y se moviliza la energía para una eficaz reacción psicomotriz. Así, los sujetos, capaces de mantener la calma, pueden captar los elementos esenciales de la situación (evaluar los riesgos), adoptar las medidas adecuadas para su protección y acudir en socorro de los demás.

* Por el contrario, el estado de sobreestimulación sensorial puede desbordar al sujeto, embotar sus sentidos y conducirle a un estado de estupor con reducción del campo de la conciencia y de la atención. Las personas afectadas se encuentran aturdidas, a veces, con desorientación transitoria y se muestran incapaces para asimilar otros estímulos. La reducción de la conciencia y atención actúa como una defensa para evitar el impacto de los estímulos dolorosos.

* Otros sujetos no soportan el peligro o riesgo de muerte, reaccionando con emociones muy intensas (terror, pánico), que contribuyen a reducir su capacidad de control racional de la situación. Pueden darse conductas de rechazo (negación) del acontecimiento. Otros pueden llegar a creerse el “centro” de la catástrofe (ilusión de centralidad). También pueden sentirse tremendamente desvalidos, sin protección, ni socorro posible (impresión de vulnerabilidad).

En este sentido resultan decisivos los esquemas previos que tenga el individuo sobre:

- La seguridad del ambiente, si percibe habitualmente al mundo plagado de amenazas o si considera un entorno muy seguro y confiable;

- Y la confianza en su propia invulnerabilidad, si se considera muy frágil y vulnerable o un exceso de autoconfianza le hace sentirse inmune a cualquier riesgo.

Pasados los primeros momentos del impacto estresor, la reacción inicial puede disminuir progresivamente, pero también persistir, incrementarse o incluso modificarse de diferentes formas. Pueden darse estados afectivos intensos con angustia, ansiedad, ira, desesperación con hipervigilancia y un correlato vegetativo con manifestaciones cardiovasculares (taquicardia, palpitaciones, hipertensión), respiratorias (respiración rápida y superficial), digestivas (nauseas, vómitos, diarrea, dolores abdominales, boca seca), palidez, sudoración, temblores, necesidad frecuente de orinar y otras.

El estado emocional puede prolongarse, una vez que el sujeto ha sido apartado del lugar de peligro, en forma una “descarga emocional tardía”, por crisis de llanto, angustia, agitación, logorrea e incluso micción o defecación involuntarias. Otras veces pueden manifestarse por alteraciones de las relaciones interpersonales (malhumor, irritabilidad, tendencia al aislamiento) de forma aislada o en combinación con las anteriores.

 

 

(b) Secuelas postraumáticas agudas. Se trata de alteraciones de conducta que se observan (persisten o se desarrollan) una vez que ha cesado el acontecimiento catastrófico (situación real de amenaza o riesgo), generalmente horas o semanas después. Surgen ante el recuerdo de la catástrofe, que han sido incapaces de procesar adecuadamente y por ello ha adoptado la significación de “traumático”. Se corresponde con el “trastorno por estrés postraumático agudo”. Pueden incluso estar precedidas de un periodo de ausencia de manifestaciones inmediatas (periodo de latencia) como si el acontecimiento traumático hubiese sido superado. Estas secuelas se dan como reacción a una amenaza fijada en el recuerdo que se tiene de la situación traumática vivida. Puede constar de las siguientes alteraciones clínicas:

* Episodios reiterados de reexperimentación del trauma en forma de recuerdos intrusivos, sueños o pesadillas o incluso "flashbacks".

* Un estado de "entumecimiento" y "embotamiento emocional", con desapego de los demás, falta de capacidad de respuesta al medio y anhedonia.

* Conductas de evitación de todas aquellas actividades y situaciones evocadoras del trauma.

* Estado de hiperactivación con hipervigilancia, incremento en la reacción de sobresalto e insomnio. Se asocia a hiperactividad vegetativa.

* Alteraciones disociativas (conciencia, memoria, percepción). Con estrechamiento del campo de la conciencia, permaneciendo el sujeto como ausente de cualquier referencia sensorial (temporal o espacial), concentrado en algún elemento del acontecimiento traumático. Se asocia a una inhibición de la actividad motriz, mímica y gestual. También pueden producirse amnesias con respecto a determinados aspectos del acontecimiento traumático.

* depresión. Los síntomas predominantes son las ideas de culpabilidad, los autorreproches y sentimientos de autodepreciación y desvalorización, con vivencias de vergüenza e indignidad que pueden conducir a gestos suicidas. Pueden evolucionar en forma de desinterés, apatía y a veces en forma de cuadros depresivos más severos. En algunos casos se ha observado el fenómeno contrario (cuadros de hipomanía con agitación, logorrea y vivencias de inmortalidad).

* ansiedad. En forma difusa, contaminando los recuerdos y las percepciones actuales. Otras veces en forma de crisis agudas paroxísticas. También puede estar ligada a situaciones, lugares o personas que evocan el acontecimiento traumático, determinando conductas de evitación fóbica.

* Alteraciones de la psicomotricidad. Desde los cuadros de agitación con tempestad de movimientos, a los cuadros opuestos, con inhibición o estupor psicógeno.

* Otras como alteraciones del comportamiento con conductas de aislamiento, rechazo, incomprensión, impulsividad y descargas de agresividad mal controladas que con frecuencia generan conductas de fracaso y dificultades adaptativas; abuso de sustancias (alcohol y otras drogas) y Trastornos somatoformes, de conversión y alteraciones psicosomáticas como parálisis, temblores, trastornos sensoriales (ceguera, sordomudez), dolores erráticos y/o persistentes, úlceras gastroduodenales y el desencadenamiento de cuadros asmáticos y diabetes.

 

 

(c) Secuelas postraumáticas crónicas y/o retardadas. El cuadro de secuelas postraumáticas crónicas se corresponde con el “trastorno de estrés postraumático crónico” de las clasificaciones internacionales (DSM-IV, 1994), caracterizado por evocaciones o representaciones intrusivas del trauma, un desapego emocional claro, embotamiento afectivo y conductas evitativas, con alteraciones vegetativas y del estado de ánimo. Este trastorno puede evolucionar hacia una transformación persistente de la personalidad (CIE-10, 1993) caracterizada por una serie de alteraciones conductuales (desconfianza, hostilidad, aislamiento, retraimiento social, desesperanza, embotamiento, sentimientos de extrañeza, vacío, hipervigilancia) que permanece indefinidamente y que conducen a un deterioro progresivo de las relaciones interpersonales y de la actividad sociolaboral.

 

 

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