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Adolece(Ese)ncia.

Fecha Publicación: 01/03/2005
Autor/autores: Guillermo Pozo Pradas

RESUMEN

En este trabajo comenzamos desde el nacimiento del ser siguiendo con una mirada rápida hasta la adolescencia. Las consideraciones se particularizan en el trabajo con adolescentes en conflicto con la Ley. Se analizan las relaciones del contexto familia-infancia, psicología y factores socio-económico-culturales.

Finalmente se realizan algunas aproximaciones acerca del trabajo en el Instituto Nacional del Menor concluyéndose que los adolescentes en conflicto con la justicia penal representan un agudo problema social.


Palabras clave: Adolescencia
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .

Adolece(Ese)ncia.

Guillermo Pozo Pradas.

Psiquiatra-Psicoanalista. Clínica El Cedral, Caracas, Venezuela.

 

En este trabajo comenzamos desde el nacimiento del ser siguiendo con una mirada rápida hasta la adolescencia. Las consideraciones se particularizan en el trabajo con adolescentes en conflicto con la Ley. Se analizan las relaciones del contexto familia-infancia, psicología y factores socio-económico-culturales. Finalmente se realizan algunas aproximaciones acerca del trabajo en el Instituto Nacional del Menor concluyéndose que los adolescentes en conflicto con la justicia penal representan un agudo problema social.

Al salir a la luz, somos una primera apología de la familia. Nacemos con los ojos cerrados y una motricidad inmadura, con reflejos a flor de piel. Sin demora, dos momentos pasarán a ser nuestro hilo conductor: el pecho y la mirada materna, dándonos crecimiento y amor e introduciéndonos en el fantasma y la fantasía. Posteriormente, cabe entrar, bajo el manto de la ley del Padre a ese devenir que se ha dado en llamar "cultura" y del que se espera una marcha, crecimiento y maduración.

En los adolescentes que nos toca atender, quienes por estar incursos en graves actuaciones, son internados bajo régimen de privación de libertad, tales pasos suelen estar significativamente accidentados. Como resultado empezamos a hablar del “transgresor”, deslizamiento sociolingüístico de un más negro y crudo término: “delincuente”. Al respecto, fijamos como posición que la delincuencia es un modo de conducta social, es decir adquirido y, por ende, lejos estamos del pensar lombrosiano. Conductas mediatizadas bajo influencias del grupo que, identificándolas las lleva a códigos y proyectan mientras que la sociedad procede a la estigmatización.

Ya, desde lo teórico, están en el desencuentro de un complejo fenómeno familiar-psicológico más factores socio-económico-culturales.

De estos últimos destacamos marginación, situaciones de abandono, pobreza, ofertas culturales inexistentes para ellos y escasos incentivos hacia el deporte; el todo con la resultante de adversos encadenamientos.

Concerniente a lo familiar y psicológico, vemos claras grietas en la transmisión afectiva que llega a veces al rechazo o a las consecuencias de la vertiente de nociva permisividad y desinterés. También, cabe señalarse el eventual ambiente desvalorizante y la familia desestructurada con graves fallas del imago paterno que pueden conducir a un trastorno en la identidad, al dificultarse la evolución satisfactoria, por no realizarse la necesaria integración primaria de la tríada madre-hijo-padre, dándose una tendencia al anclaje narcisístico con incapacidad de amar al otro o trastorno del amor.

Con la pubertad y la adolescencia, se entra en esa etapa de turbulencia de la vida en la que, en nuestros jóvenes, bajo el agravamiento de la deprivación social, cultural y familiar, se realzarán rasgos de una infancia en frustración, pasando por períodos de duelos mal procesados, de pasiones ocultas, de dudas, de rebeldías, de desbordamientos agresivos, con frecuencia con deserción estudiantil, añadiéndose una problemática de gregarismo. Al respecto, tendiendo a formar grupos extra hogar y extra escuela o liceo, con fácil caída en la pandilla más el espejismo de riquezas fáciles, dentro de una sociedad consumista y mercantilista, llena de bombardeos publicitarios que se centran, significativamente, en la seducción del poder y del sexo.

Sobre la sexualidad, esta suele vivirse bajo una impronta narcisista. El reto es demostrar “poder”. Poco se preguntan sobre el sentir de su pareja, ni del silencio de la intimidad, apareciendo lo sexual solo como fuente primordial,  instintiva, primer movimiento, dejando a veces hijos sin otro compromiso que el de testimoniar virilidad. Por lo señalado, quedan ausentes, el segundo movimiento, registro del imaginario, que conjuga el deseo y se enuncia en la sexualidad transfigurada o erotismo, como también el tercer movimiento que, dejando atrás la aceptación, crece en la elección, llevando a la persona a sumergirse en las aguas de una verdadera relación de unión, con existencia del “yo-tu”. En su lugar, se asoman raíces con dendritas de pervertidos celos y actitudes posesivas, dificultándose la completud del deseo amoroso.

A título de resumen, podemos señalar que en sus biografías encontramos:

1) Desorganización de la familia nuclear, dominantemente con la única figura materna. 2) Deserción estudiantil con alta frecuencia de abandono escolar precoz y retardo pedagógico. 3) No ingreso y/o inestabilidad laboral, con prácticamente ausencia de oficio definido. 4) Alta contaminación social, facilitándose la pertenencia a grupos negativos y aceptación de antivalores sociales. 5) Situación de marginalidad con deprivación socio cultural que los lleva hacia la falta de acatamiento de normativas, con rechazo a las leyes, baja autoestima, desesperanza aprendida y, motivaciones y crecimiento personal limitados.

En relación con tales condiciones vivenciales, el adolescente sube peldaños de violencia, construyéndose como auto imagen, la del ser desafiante y endurecido caracterológicamente. Así, quedan expuestos a dimensiones de inmadurez, egocentrismo, fallas en vínculos positivos con el medio, ausencia de controles, bajo nivel de tolerancia, impulsividad y agresividad, entrando a reflejar perfiles de trastornos de conductas con andar hacia la infrasocialización, endurecimiento caracterológico y falta de sentimiento de culpa, ubicándose ante la vida como destino sin futuro, fatal, vida del momento, de la no-reflexión, de la inmediatez del actuar y con la no-capacidad de soportar frustraciones; el todo, agravado por un alto porcentaje de jóvenes que abusan y/o trafican con drogas ilícitas tipo marihuana, bazuco, perico, crack, éxtasis.

En los inicios de sus internamientos, los hechos por los cuales son ingresados son dominantemente minimizados, racionalizados, con tendencia al ocultamiento hasta poder llegar a la negación.


Ante el robo agravado de vehículo, apelan por el gusto de comprarse ropa y zapatos de marca, diversiones y gasto en drogas.
En ellos, rasgos pequeño burgueses están ausentes, en lo que vemos una falta en el orgullo personal, no-pertenencia a valoraciones sociales colectivas, mas no-visión de ascenso individual y social. Dos realidades podrían relacionarse con lo que se señala, uno, el futuro es negado y dos, cuando van, en sus decires a un “buen restaurante”, no se da innovación en otros platos, repitiendo un conservadurismo gastronómico de: pollo frito, pabellón y espaguetis.

En ingresos por atraco, el “porte ilegal” es la norma, teniendo acceso al arma de fuego vía obtención violenta, por compra o prestada. Tampoco hay autocrítica; lo claro es que la víctima no debe defenderse y si lo hace, es responsable al ser baleada.

Cuando la actuación es violación, si fue con un niño menor (de 5 a 12 años en frecuencia), lo culpabilizan: “Él lo pidió”, “Es raro”; si fue con una niña: “Solo la toqué”, “Ella me tocó”; al ser con una adolescente: “Ella lo quiso”, “Una regalada”; y si intervienen varios: “Fueron los otros”. Lo que no aparece o aparece en ignorancia es que él (la) otro (a) pueda tener derechos, ser respetado (a) y rechazar tal acto sexual.

Si estamos frente a la problemática del homicidio, hay mayor reconocimiento porcentual de la actuación pero con actitudes justificatorias y rara vez con conciencia reparatoria. En aumento van los “ajustes de cuentas”, la razón está con él: “O yo o el muerto”; si se trata de un tercero, ajeno, pero en medio de “una balacera”, verbalizan: “Quien lo mandó a estar o asomarse” y, si sucedió durante un atraco dicen, con frecuencia, sobre la víctima: “Se lo buscó”, “Se puso cómico”.

De amigos, solo hay uno: La madre; los demás no despiertan confianza y por ende, con terceros, solo tienen frágiles vínculos, limitados para la agresión ganancial.

Sobre preocupaciones y sufrimientos que causan a su familia, nace un silencio, patética caída del telón como fin de acto en el que no se esperan aplausos ni se abre una ventana a la crítica. Quizás la espera es la de colmar la fantasía antisocial para dar sentido al vivir tras la violencia y el no-amor, frágil piso que les posibilita un sobrevivir.

No todo adolescente es o pasará a ser un Ojalá no lleguen a su pleno y sentido canto de una sexualidad desencarnada, del delito en el vivir y la traición desde el Ser.
Ojalá muchos, traspasando límites, se re-encuentren con el adulto creador, maldito o trascendente o, al menos, con el libre deambular por calles, develando sana presencia, maduración y grados de responsabilidad, atesorando sonrisas y amigos para por fin, detrás de puertas y ventanas, lleven sus miradas para que surja lo perdido o lo no tenido, punto nodal que tiene como sur y como norte el crecimiento, la libertad y el amor.

Mientras, podemos hablar de continuos viajeros por la desesperanza y la marginalidad, desde ambientes de precaria sub existencia, huérfanos de aceptación, de comprensión y de amor, amputados, castrados en la posibilidad de vincularse afectivamente.

En resumen, cuadro humano rechazado, víctimas de una originaria y posterior mantenida agresión externa ante sus carencias, con un horizonte tachado, lo que los lleva a asumir la violencia como respuesta y el consumo de sustancias ilegales como transgresión y lento suicidio que develan tristes y crueles vidas errantes, sin rumbo, viajeros cargados de maletas repletas de abandono, de desamor, resentimiento y mero diario existir.
Existencias en serie, anónimas, efímeras y repletas de significación, que en lo metafórico nos demuestran que los fantasmas existen: son los que nos rodean.
En sus devenires, con rituales de agresión o códigos del transgresor, de esa verdad putrefacta de una ley de la selva con la potencial carga del sometimiento y el abuso sexual en ese otro u otros, como acto de brillo luciferino, destino de unas existencias trastocadas y signadas por la desdicha, lo escurridizo y lo voluble.

Lo sorprendente pasando a ser un espacio familiar, en una población encadenada con lo abominable, cada cual, cargando su de-ser sociopático y, a veces psicopático.
Si tales de-seres tuvieran la oscuridad del neurótico, la real falta en ser, tendría otra posibilidad de una aproximación a la salida del túnel tras una demanda psicoterapeutica.
La imagen la vemos cuando, ante puertas cerradas, el adolescente es internado, enfrentándonos a la realidad que la problemática sobrepasa la visión de los elementos psíquicos puros ya que es dominantemente el peso de lo social con sus niveles de deterioro el germen indispensable a atacar.

Panorama sombrío, realidad nuestra, reto que solo admite, desde otra ribera, voluntades, profesionalismo y entrega.

Necesitamos, que se asuma la responsabilidad paterna y familiar en general y en ello, el “INAM” -Instituto Nacional del Menor- es una cadena, digna y doliente, dentro de otras cadenas institucionales y de política.
Necesitamos, que se evite la deserción escolar, ahí el “INAM” es otro tardío eslabón de un alterado encadenamiento social.
Necesitamos, Centros de Juventud y Familia. . . más allá del” INAM”.
Necesitamos, Espacios Deportivos y personal capacitado en ellos y estaríamos en lo preventivo. . . pre “INAM”.
Necesitamos, Redes de orientación y Capacitación Juveniles que sin nacer del “INAM” generen provecho, herramientas y alejamiento del ocio estéril a nuestros adolescentes.
Necesitamos, la necesaria organización de la Comunidad y el clamor por una Dirigencia Nacional que sume Sensibilidad, juicio, inteligencia y voluntad.

En síntesis, es indispensable ir a respuestas más allá de sutiles políticas aisladas que se limitan a simples alegorías con efímeras explosiones de gestos que se desplazan entre lo humanitario y lo punitivo.

Las soluciones, a ese fragmento de la realidad social que conforman nuestros jóvenes transgresores, deberán pasar por profundos cambios estructurales de la compleja red de relaciones económicas, sociales, académico-culturales y familia para que dejen de seguir atrapados dentro de un túnel sin enigma.


Necesitamos, ya en el “INAM”, valoración de normas, deporte, actividades culturales, lo educativo y talleres de capacitación profesional como progreso y crecimiento individual, con capacidad de trabajo colectivo, responsabilidad en uso del tiempo y apuntalamiento de la posibilidad de aprender.

También, a dadores de afecto y de respeto quienes con su mirada y su palabra, lleven a nuestros adolescentes internados a sentirse atendidos y comprendidos posibilitándoles la apertura al encuentro del deseo, que deje atrás la no esperanza y la desvalorización general para atracar en el puerto de la autoconciencia y la autorrevelación, entendidos como la capacidad de experimentarse como sujetos y seres sociales.

Resaltaremos finalmente, un abordaje terapéutico para la toma de conciencia de problemática, fortalecimiento de la autoestima, incentivar la motivación al logro, promover el trato inter-personal e incrementar las relaciones familiares, mejorando su comunicación, enfrentando problemas cotidianos y reconocimiento de alteraciones conductuales.

Después, en el afuera, que existan las redes o alfombrado cultural, laboral y recreativo-deportivo, relevo y base para ese desarrollo necesario y obligatorio para todo joven en donde Estado, Sociedad y Familia deben llegar a ser, como las aguas del río llegadas al mar, metáfora de lo dulce y lo salado unidos y, para aquel río que no desemboque en la mar, que encuentre sauces y turpiales.

En nosotros,  un “INAM” se escinde en uno viejo y otro del soñar, ambos bebiendo de una misma fuente para llegar al continuo renacer del día, horizonte primaveral que abraza luz y canto bajo el orden incorruptible del cielo y sus estrellas. Más. . . a ser menos ese espejo diagnóstico que por estilo y en temerario transcribo desde una cuna fenomenológica y existencialista: Wir vom System Krankgemacht Typen.

Mientras,  más allá de los vientos, el ánimo no decae, la capacidad de crítica se mantiene y el reto sigue.


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