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La sensibilización hacia la integración en psicoterapia: El programa de Beitman y su aplicación en distintos contextos formativos.

Fecha Publicación: 01/03/2010
Autor/autores: Aranzazu Madrazo

RESUMEN

El clínico hoy se enfrenta a la necesidad de utilizar herramientas psicoterapéuticas que parten de modelos teóricos diferentes. La formación tradicional en psicoterapia, que ha tendido históricamente hacia un cierto dogmatismo y una visión muy unilateral de los abordajes posibles constituye un obstáculo serio para este tipo de práctica. Es por ello necesario diseñar los programas de formación en psicoterapia partiendo de un primer escalón que haga énfasis en los factores comunes a los diferentes modelos y genere en el clínico una actitud abierta e integradora. Una herramienta últil para este objetivo formativo es el programa de fundamentos de psicoterapia diseñado por Beitman y Yue, que proponen una comprensión del proceso psicoterapéutico a través del estudio detallado de las cuatro fases básicas de una terapia: construcción de la alianza de trabajo, detección de patrones maladaptativos, inducción de cambios en esos patrones y separación. Este programa puede incorporarse a la formación general en psicoterapia de psiquiatras, psicólogos clínicos y otros profesionales, posibilitando un conocimiento básico de diferentes modelos y, sobre todo, una actitud de interés y respeto hacia las distintas técnicas y marcos de trabajo. A partir de ese primer paso el psicoterapeuta se acercará a los diferentes modelos, profundizando idealmente en aquel o aquellos que mejor se adapten a su realidad clínica y sus características personales. Exponemos además nuestra experiencia con este programa en distintos escenarios formativos del pregrado, posgrado y especialización de médicos y psicólogos.


Palabras clave: psicoterapia
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Tratamientos .

LA SENSIBILIZACIÓN HACIA LA INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA: EL PROGRAMA DE
BEITMAN Y SU APLICACIÓN EN DISTINTOS CONTEXTOS FORMATIVOS

Miguel Angel Gonzalez Torres1, 2, Aranzazu Fernandez Rivas2, Aranzazu Madrazo2,
1

D neurociencias. Universidad del País Vasco
Servicio de psiquiatría. hospital de Basurto. Bilbao
JLGdeRivera@fjd. es
2

RESUMEN:
El clínico hoy se enfrenta a la necesidad de utilizar herramientas psicoterapéuticas que parten de
modelos teóricos diferentes. La formación tradicional en psicoterapia, que ha tendido históricamente
hacia un cierto dogmatismo y una visión muy unilateral de los abordajes posibles constituye un
obstáculo serio para este tipo de práctica. Es por ello necesario diseñar los programas de formación
en psicoterapia partiendo de un primer escalón que haga énfasis en los factores comunes a los
diferentes modelos y genere en el clínico una actitud abierta e integradora. Una herramienta útil
para este objetivo formativo es el programa de fundamentos de psicoterapia diseñado por Beitman y
Yue, que proponen una comprensión del proceso psicoterapéutico a través del estudio detallado de
las cuatro fases básicas de una terapia: construcción de la alianza de trabajo, detección de patrones
maladaptativos, inducción de cambios en esos patrones y separación. Este programa puede
incorporarse a la formación general en psicoterapia de psiquiatras, psicólogos clínicos y otros
profesionales, posibilitando un conocimiento básico de diferentes modelos y, sobre todo, una actitud
de interés y respeto hacia las distintas técnicas y marcos de trabajo. A partir de ese primer paso el
psicoterapeuta se acercará a los diferentes modelos, profundizando idealmente en aquel o aquellos
que mejor se adapten a su realidad clínica y sus características personales. Exponemos además
nuestra experiencia con este programa en distintos escenarios formativos del pregrado, posgrado y
especialización de médicos y psicólogos

Introducción
En el complejo panorama de la psicoterapia de hoy en día se viene produciendo un innegable
movimiento hacia el uso combinado de intervenciones provenientes de distintos modelos teóricos. La
causa de esto es múltiple: por una lado las necesidades de los pacientes en psicoterapia, muchas
veces con patologías graves y niveles funcionales bajos, por otro un espíritu menos dogmático de los
profesionales, que intentan cada vez más emplear todas las medidas posibles para beneficiar a los
pacientes, independientemente de que estas provengan del modelo teórico en el que se formaron o
no. El eclecticismo en la práctica es casi universal, tanto a través de la utilización expresa de
intervenciones variadas como a través del reconocimiento de que en la práctica todos los modelos
psicoterapéuticos incluyen intervenciones de todo tipo (Ablon & Jones 2002). El terapeuta ecléctico
se halla ante una disyuntiva difícil: la verdadera integración de teorías y prácticas o la mera suma
de intervenciones sin encaje racional. El camino que finalmente tome depende en buena parte de la
capacidad del terapeuta para entender las diferentes intervenciones como complementarias tanto en
la teoría como en la práctica. Si ello ocurre la integración surge como consecuencia lógica; en caso
contrario se tratará de una acumulación de intervenciones que ni el terapeuta ni el paciente sentirán
como parte de un todo coherente. El probable resultado es una pérdida de la capacidad terapéutica
y una situación de confusión.

Dogmatismo en la formación tradicional en psicoterapia
La formación que han seguido la mayoría de los psicoterapeutas puede calificarse de dogmática y
unilateral. En el mejor de los casos se proporcionaba conocimientos y entrenamiento práctico sobre
un modelo teórico, incluso sobre un modo particular de entender ese modelo teórico. Las demás
perspectivas de la psicoterapia eran sencillamente ignoradas cuando no ridiculizadas. Comentarios
rotundos y poco razonados servían de base para desacreditar con un solo movimiento a teorías y
quienes las aplicaban. De este modo, los futuros psicoterapeutas se enfrentaban a sus primeros
pacientes desde una visión parcial de la patología y los tratamientos sintiendo unas veces una
certidumbre alejada de la realidad y otras un mar de dudas que no podían ser explicitadas ante el
riesgo de verse rechazados por el grupo.
Curiosamente, esta actitud de ignorancia o incluso desprecio hacia modelos teóricos ajenos se da en
todas las perspectivas. Las intervenciones conductuales son para algunos una mera aplicación de
una psicología simplista y deshumanizada. Las propuestas del psicoanálisis no pasan para otros de
ser una aportación literaria, sin datos sobre su eficacia y cimentadas en la buena fe de los pacientes
y su necesidad de dependencia. Estas actitudes son cuasi universales, y se dan en todos los niveles
de la formación: desde el pregrado en las facultades de medicina o psicología hasta los cursos
avanzados para especialistas en institutos de investigación. Podemos encontrar facultades de
psicología que dedican tres horas a lo largo de cuatro o cinco años a modelos teóricos que han
puesto los fundamentos del trabajo que desarrollamos todos los terapeutas. Incluso dentro de los
grandes modelos se reproduce esta actitud excluyente y dogmática, tomando como posiciones
enemigas lo que no son sino meras variantes de las propuestas nucleares del modelo. Es así que
muchas veces es más informativo sobre la posición que un grupo ocupa fijarnos en los autores
proscritos en su bibliografía que en aquellos recomendados. La identidad como psicoterapeuta se
adquiere tanto definiendo quién es uno como a que grupo uno no pertenece. Estas "fronteras en
negativo" han creado a lo largo de los años una cierta impermeabilidad hacia modelos
psicoterapéuticos ajenos al "propio" que empobrece la cultura profesional y daña a nuestros
pacientes.
Todo esto nos lleva a considerar el modo actual de formar a nuevos profesionales en algunas
escuelas de psicoterapia como algo más propio de instituciones religiosas de otra época que de
colectivos verdaderamente científicos. El largo noviciado, la existencia de múltiples niveles dentro de
cada institución sobre los que el nuevo miembro transita apoyándose en reglas no siempre claras, la
dificultad para acceder a posiciones docentes dentro de cada grupo, no hacen sino añadir
dificultades a la ya de por sí compleja vía de acceso al conocimiento en psicoterapia. Es
imprescindible un espíritu de autocrítica ausente en general en la mayoría de los modelos. Es cierto

que personas y grupos concretos han intentado profundizar en este tema (Kernberg 1996; Tuckett
2001) pero existe una inercia que ha impedido de hecho la puesta en marcha de cambios en los
programas docentes hacia posiciones más abiertas y, por qué no decirlo, hacia una mayor
focalización en los intereses del paciente por encima de los intereses del grupo en cuestión, sus
luchas internas y el reparto de posiciones de poder dentro del colectivo.

Diferentes modos de situarse ante el paciente al paciente
Una reacción hasta cierto punto lógica a ese estado de cosas nos lleva a los clínicos a tomar una
peculiar actitud ante el paciente. En vez de buscar cuál es la mejor manera de prestar ayuda a quien
nos consulta, nos planteamos en primer lugar cómo encajar al paciente en cuestión en el estrecho
corsé de nuestro modelo. Las entrevistas iniciales se convierten así en un filtro que el paciente debe
atravesar para llegar a convertirse en verdadero paciente y no en una verdadera exploración de las
características del paciente que habrán de orientarnos sobre cuál va a ser la propuesta terapéutica
más adecuada. En la práctica se hace necesario por ello contar con un profesional "previo" al
psicoterapeuta, que realice la labor que éste no desarrolla: conocer el caso a fondo y revisar
posibles indicaciones y contraindicaciones.
Este modo de trabajar, afortunadamente en retirada aunque aún frecuente, es más propio de
modelos de práctica privada en los que el profesional no es responsable del cuidado de un grupo
humano en materia de salud mental sino se limita al ejercicio libre con aquellos clientes que le
escogen y son escogidos por él. Desde una perspectiva pública donde el profesional debe ofrecer
una orientación terapéutica global y no una práctica psicoterapéutica concreta, son poco justificables
estas posiciones que permiten al terapeuta escudarse en cierto modo en un abordaje terapéutico
muy restrictivo. Y el hecho es que si queremos dar una respuesta verdaderamente orientada y
profesional al paciente que acude a nosotros, no queda otro remedio que abandonar nuestro castillo
particular y manejar al menos los fundamentos de diferentes modelos terapéuticos, lo que nos
permitirá una verdadera evaluación y una orientación con sentido.
En ocasiones esta reflexión provoca en los profesionales suspiros de fatiga. Uno mira hacia atrás,
observa los años que le ha costado adquirir la formación y la experiencia que posee y considera
imposible repetir ese maratón con otros modelos terapéuticos, hacia los que además puede que se
sienta poco atraído. Digamos en seguida que esto es una falacia: un terapeuta no puede y desde
luego no debe, convertirse en un experto en varios modelos. Bastante difícil es adquirir un nivel
elevado en una técnica para obligarnos a realizar un segundo noviciado, o un tercero. Sin embargo
si puede ser verdaderamente útil conocer los grandes fundamentos de otros modelos; qué se puede
esperar de ellos, sus indicaciones y sus contraindicaciones, sus ventajas y sus limitaciones. Viene a
cuento aquí utilizar la imagen del Director de Orquesta. Se trata normalmente de un músico que
domina un instrumento, habitualmente el piano, pero que conoce las posibilidades de todos los
demás instrumentos del grupo. Sabe qué se puede pedir al trombón y al oboe, a la tuba y al
contrabajo, cuáles son sus dificultades técnicas y que piezas son más apropiadas. De ningún
Director se espera que sea un gran contrabajista, que domine el arpa y que sea una figura de la
percusión. Pero todos damos por hecho que conoce al detalle las características básicas de cada
instrumento para poder pedir lo posible y evaluar lo conseguido. El psicoterapeuta debería imitar al
Director de Orquesta en el sentido de poseer el dominio de una determinada técnica y a la vez
conocer en detalle los fundamentos de las demás, sus indicaciones y dificultades para paciente y
terapeuta.
Comparaciones entre técnicas de psicoterapia
Las razones que justifican este cambio de actitud de los profesionales, más abiertos ahora a
enfoques eclécticos o integradores son diversas. Por un lado la entrada progresiva de las
psicoterapias en la red pública, donde como antes señalábamos la exigencia hacia el profesional que
atiende es diferente. Por otro la evolución socioeconómica de las sociedades occidentales ha jugado
un papel relevante. Hace ya casi treinta años comenzó a extenderse una gran preocupación entre
los gestores sanitarios por el alza constante del gasto en sanidad de los distintos países. Se daba el
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caso de que ese incremento imparable se producía tanto en sociedades donde la sanidad es de
gestión básicamente privada (USA, por ej. ), como en aquellas que disponían de sanidad pública
avanzada (Reino Unido, Francia, Alemania. . . ). Las compañías de seguros americanas, que hasta
entonces financiaban tratamientos de larga duración de psicoterapia psicoanalítica, pasaron a limitar
drásticamente esta posibilidad, proponiendo sufragar sólo tratamientos breves, de no más allá de
veinte sesiones. Paralelamente, comenzaron a escucharse voces que hablaban de cubrir solo los
tratamientos que hubieran demostrado su eficacia en ensayos controlados como los que se llevaban
a cabo con medicamentos. El pragmatismo llevó enseguida a la realización de los primeros ensayos
clínicos randomizados en psicoterapia, incluyendo no sólo comparaciones entre intervenciones
psicoterapéuticas y placebos, sino entre ellas y psicofármacos, entre combinaciones diversas y entre
psicoterapias diferentes entre sí.
Los investigadores se lanzaron a aplicar el Ensayo Clínico Aleatorizado (RCT en sus siglas en inglés)
soslayando las dificultades inherentes a la naturaleza de la intervención psicoterapéutica (placebo
difícil de diseñar y doble ciego imposible, por ejemplo. . . ) y los problemas generales que presentan
este tipo de diseños de investigación (eficacia vs efectividad, por ej. ). Los resultados fueron en parte
esperables y en parte sorprendentes. Las diferentes técnicas eran en general superiores al placebo y
con frecuencia eran más eficaces cuando se combinaban con medicación. La parte sorprendente es
que, cuando se comparaban las distintas técnicas unas con otras, se obtenían resultados muy
similares. De ese modo, modelos teóricos muy distintos si no antagónicos, eran capaces de inducir
mejorías en medida muy similar. Tanto era así que algunos autores (Luborsky 2000) hablaban del
"veredicto del pájaro Dodo", refiriéndose a un pasaje de "Alicia en el País de las Maravillas" donde el
pájaro Dodo, juez de una carrera donde todos habían llegado a la vez, señaló que "cada uno ha
ganado y todos merecen premio".
Distintos autores se enfrentaron a este misterio con ánimo de desentrañarlo. Algunos pensaron que
se trataba de un problema sólo de insuficiencias metodológicas pues los tamaños muestrales tendían
a ser pequeños y ello podía hacer las diferencias entre resultados menos visibles. Otros hablaron de
lo inadecuado de aplicar a la psicoterapia diseños de investigación preparados sólo para la
investigación farmacológica, que encajan mal con muchas otras intervenciones en salud, como la
cirugía, por ejemplo, o las psicoterapias. Y otros, finalmente, señalaron que podían existir "factores
comunes" subyaciendo a la acción terapéutica de todas las psicoterapias y que causaban buena
parte del efecto curativo de las mismas.
Factores comunes en psicoterapia
Estos factores comunes pueden ser examinados desde perspectivas diferentes. Es un hecho que los
modelos psicoterapéuticos tienden a incluir intervenciones del terapeuta propias de diferentes
modelos. Aunque desde cada escuela teórica se insista en que las intervenciones fundamentales son
X e Y, lo cierto es que también se utilizan Z o W. Descendiendo a la práctica, podemos señalar, por
ejemplo, que un terapeuta cognitivo-conductual efectúa en las sesiones intervenciones de tipo
interpersonal además de aquellas más propias de su modelo. Y lo mismo podríamos decir de otros
modelos y técnicas. Autores como Ablon y Jones (2002), han dado soporte experimental a esta
percepción muy extendida entre los terapeutas. Las comparaciones entre técnicas serían así muy
difíciles cuando no imposibles, al incluir unas y otras intervenciones similares además de otras
diferenciadas. Intentar una comparación entre dos técnicas de psicoterapia sería tanto como
estudiar la respuesta terapéutica de dos grupos de pacientes depresivos, tratados uno de ellos con
fluoxetina y venlafaxina y el otro con venlafaxina y fluoxetina.
Pero existe además otra forma de ver los llamados "factores comunes". En este caso no serían
intervenciones usadas en distintos modelos, de modo explícito o implícito, sino verdaderos
fundamentos de la intervención psicoterapéutica que subyacerían a cualquier intervención que
pudiera darse. El principal de estos elementos clave en toda técnica PT sería la llamada Alianza
terapéutica o vínculo de colaboración que se establece entre paciente y terapeuta y permite
cualquier avance hacia la curación o mejoría. Uno de los autores más dedicados a la investigación de
este y otros factores comunes es Bernard Beitman, de la Universidad de Missouri-Columbia.
Situándose más allá, o más acá de los diferentes modelos, Beitman y su grupo han intentado
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acercarse a lo que sustenta la práctica psicoterapéutica en toda su variedad, intentando descubrir lo
que los modelos diferentes tienen en común.
Bernard Beitman y su colaboradora Dongmei Yue desarrollaron un programa de formación en
fundamentos de psicoterapia (2003) dirigido a clínicos sin experiencia previa en el área. Los
residentes de psiquiatría o psicología clínica podían ser los destinatarios ideales del programa, pero
también médicos de familia u otros médicos o incluso profesionales de Enfermería o Trabajo Social.
La meta de los autores era aportar unos conocimientos básicos sobre psicoterapia que trascendieran
los diferentes modelos y permitieran al alumno mantener una perspectiva global sobre los procesos
psicoterapéuticos, considerándolos como una cadena de intervenciones y respuestas que poseía
características comunes fuera cual fuera la técnica empleada. Esta perspectiva "panorámica"
obligaba al que se inicia en psicoterapia a mantener una actitud integradora, pues se plantean las
distintas técnicas como modos diferentes de provocar cambios en el paciente actuando desde
perspectivas distintas pero totalmente complementarias. Si alguien inicia su formación por esta vía,
la integración es algo natural e inevitable y no una imposición organizativa o un disfraz ideológico.
Desde nuestro punto de vista, la propuesta de Beitman & Yue incluye además un énfasis refrescante
en la evaluación de la tarea clínica y del aprendizaje. ello tiene consecuencias tanto para la
autoevaluación continuada del clínico como para familiarizarle con la complejidad de la investigación
en psicoterapia. Por ello el alumno comienza desde el primer minuto a ver la psicoterapia no como
una disciplina arcana y misteriosa difícil de conocer e imposible de medir, sino como una
intervención terapéutica más, que puede ser analizada, medida y evaluada. Los autores proponen
en cada módulo de los que componen el programa diferentes herramientas de evaluación que
permiten monitorizar los cambios en las habilidades del terapeuta y algunos de los efectos sobre el
paciente. Finalmente, la propuesta de Beitman & Yue está repleta de viñetas clínicas que suscitan de
inmediato una sensación de familiaridad en el lector; los casos se parecen a los que cualquier clínico
ve en su consulta cada día y las conclusiones que extraen los autores son aplicables a nuestra tarea
habitual.
Programa de fundamentos de psicoterapia de Beitman & Yue
Merece la pena esbozar los aspectos fundamentales del programa de Beitman & Yue. Destacaremos
las ideas centrales que lo sostienen
1. El proceso psicoterapéutico dividido en cuatro etapas. Se considera que cualquier proceso de
PT atraviesa necesariamente, sea cual sea el modelo seguido por cuatro etapas diferentes.
a. La primera es la construcción de la alianza de trabajo. En esta fase se erige ese
vínculo especial de colaboración entre paciente y terapeuta que pone en marcha el
proceso. Esa alianza es el factor clave en el éxito final de cualquier terapia y para
algunos (Safran & Muran 2003) puede llegar a constituir el centro de todas las
intervenciones del terapeuta, pudiendo incluso organizar un tratamiento alrededor de
los vaivenes de esta especial relación, su fortalecimiento y sus crisis.
b. La segunda fase es la detección de patrones. Los pacientes acuden presentando
modos particulares de lidiar con los otros o consigo mismos que no son adaptativos y
han generado sufrimiento. El clínico debe ser capaz de detectar ese modo peculiar
causante de dolor, precisar sus límites y su resistencia al cambio. A veces la mera
exposición del patrón inadecuado convierte algo no consciente y egosintónico en algo
plenamente consciente y ya egodistónico, lo que de hecho pone en marcha el proceso
de cambio.
c. La tercera fase supone la inducción de cambios. El paciente debe abandonar el patrón
inapropiado, causante de sus síntomas, escoger un nuevo patrón más saludable,
ponerlo en marcha y mantenerlo. Para ello existen técnicas generales, comunes a
todas las escuelas y técnicas más precisas dependientes del modelo fundamental
desde el que uno trabaje. Todas las intervenciones deben ser reiteradas una y otra
vez pues el cambio duradero y significativo debe enfrentarse a una resistencia
(entendida como inercia de mantenimiento de la homeostasis, incluso patológica)
presente en alguna medida en todos los pacientes.
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d. La cuarta fase supone la entrada del tiempo en la ecuación terapéutica y tiene que ver
con la etapa final o de terminación. El final del tratamiento y la separación supone
siempre un momento especial para paciente y terapeuta y los temores a la ruptura y
sus consecuencias están a menudo presentes. Se podría pensar que en el mundo
actual de las terapias "breves" el impacto del tiempo sobre la relación y la ruptura
sería desdeñable. No es así. En primer lugar las terapias nunca son "breves".
Utilizamos ese término tan solo para distinguir la mayoría de los abordajes actuales de
las psicoterapias psicoanalíticas de larga duración del pasado. Pero en la práctica, la
mayoría de los tratamientos breves hoy duran seis meses, tiempo suficiente para que
la terapia y el terapeuta ocupen un lugar en el historial vincular del paciente. Negociar
el final y la separación se convierte así en un paso obligado en cualquier abordaje y,
como siempre, es mejor adelantarnos a los problemas y tener en cuenta su posibilidad
sin esperar a encontrarnos por ejemplo ante un recrudecimiento de la clínica ya
pasada como expresión de la angustia ante el final y la ruptura.
2. Perspectivas de exploración. El terapeuta, observa el mundo interno y relacional del paciente
desde una serie limitada de puntos de vista, que suponen la base de partida para la inducción
de patrones y a la vez el destino de nuestras intervenciones. Un concepto fundamental en el
que Beitman & Yue insisten es en la intercomunicación entre perspectivas. Cada punto de
vista nos permite observar una patología y sus problemas, aunque obviamente habrá
perspectivas que nos permitirán visiones más amplios de según que situaciones. A la hora de
las intervenciones terapéuticas, cada una de ellas se centra principalmente en una de estas
áreas pero todas se ven afectadas como si se tratara de verdaderos vasos comunicantes. La
perspectivas recogidas en el programa son
a. emoción. Podemos observar los problemas del paciente estudiando su vida emocional
y el manejo de sus afectos. También podemos intervenir sobre estos para lograr
cambios.
b. cognición. Las creencias del paciente son a veces disfuncionales y nos ofrecen un
panorama de las dificultades generales a la vez que son una diana terapéutica
potencial.
c. conducta. Lo que el paciente hace en su vida diaria es otra puerta abierta hacia el
conocimiento y el cambio.
d. Interpersonal. La vida del ser humano se desarrolla básicamente en relación con otros
y observando estas relaciones podemos detectar patrones disfuncionales y desarrollar
acciones de cambio.
e. Sistémica. Cada persona se halla envuelta en una red de vínculos, de pareja,
familiares, sociales. Cada grupo relacional constituye un sistema que tiende a la
homeostasis, puede expresar su mal funcionamiento a través de la patología de uno
de los miembros y a la vez ejercer un efecto terapéutico cuando se actúa sobre el él
de la manera adecuada.
3. psicoterapia como saber científico transmisible. Felizmente Beitman & Yue desechan la idea
de la psicoterapia como una labor misteriosa y al alcance sólo unos pocos que disponen de no
se sabe qué cualidades personales especiales. La psicoterapia puede y debe ser enseñada
como cualquier otra arte terapéutica, a través de pasos explícitos, transmisibles, progresivos
y finitos.
4. psicoterapia e investigación. Dado que las psicoterapias son intervenciones en salud, se
impone la medición y el estudio de sus procesos y sus efectos para tratar de mejorar cada
día su potencial curativo. También la enseñanza de la psicoterapia puede ser evaluada con
las herramientas apropiadas e incluso el propio rendimiento del terapeuta en distintas áreas,
algunas tan importantes como la calidad de la alianza construida, puede ser también
analizado y medido. De este modo el novel psicoterapeuta va adquiriendo con naturalidad la
costumbre de medir y examinar.
Una consecuencia nada desdeñable de formación inicial con este programa es que el alumno se ve
enfrentado a perspectivas diferentes y complementarias desde el primer momento. Esto le ayuda a
seleccionar mejor cuál va a ser su modelo preferente, su instrumento principal siguiendo el símil
orquestal que antes señalábamos. Las características personales del alumno van a facilitar que se
sienta más cómodo con un tipo de trabajo u otro y a partir de ahí el paso ideal sería que el alumno
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que deseara avanzar hacia una mayor especialización en psicoterapia buscara formación no sólo a
partir de los programas docentes disponibles en su entorno o de las patologías que preferentemente
le interesan sino también a partir de sus propias características personales y sus habilidades más
destacadas.
Nuestra experiencia con el programa de Beitman & Yue
A lo largo de los últimos años hemos utilizado el programa de Beitman en diferentes contextos
formativos (Gonzalez-Torres & Fernandez-Rivas 1995), en general con éxito. Pasamos a describir
algunos de los escenarios de mayor interés.
1. Formación de residentes. El programa docente de nuestros MIR y PIR se compone de una
serie de etapas que intentan hacer avanzar al residente desde unos presupuestos básicos
hacia el manejo inicial de terapias de progresiva dificultad y dirigidas hacia patologías más
complejas. La primera etapa la cubrimos con el programa de Beitman y Yue que permite un
aterrizaje coherente y sensato, cercano a la clínica, alejado de dogmatismo ideológicos. A
partir de este cimiento básico, progresamos hacia modelos de apoyo siguiendo las propuestas
de Rockland (2003), para continuar con la psicoterapia dinámica de Luborsky (CCRT) (2000)
dirigida a pacientes "neuróticos" y la psicoterapia focalizada en la transferencia de Clarkin y
Kernbergy (2006) dirigida a trastornos graves de la personalidad. . El programa completo se
extiende a lo largo de los cuatro años e incluye seminarios teóricos y supervisión de casos.
Paralelamente los residentes van familiarizándose con el formato de trabajo grupal y la
lectura de la obra freudiana. En la formación grupal hacemos hincapié en el trabajo con
técnicas educativas y de apoyo, dirigidas sobre todo a pacientes con trastornos graves y
crónicos. Se les aporta así mismo formación básica en abordajes cognitivo-conductuales
ofreciéndoles la posibilidad de profundizar más en estas y otras técnicas de modo voluntario.
La experiencia de estos años nos permite seguir considerando al programa de Beitman & Yue
como un excelente primer paso formativo para los residentes.
2. Programas de posgrado en psicología y medicina. El programa de Beitman & Yue tiene la
mayor utilidad cuando el alumno es alguien con actividad clínica abundante, como son los
residentes de psiquiatría y psicología clínica. Sin embargo, en contextos formativos donde los
alumnos poseen menor experiencia resultan también útiles por la forma sencilla y accesible
en la que muchos conceptos complejos son explicados. La abundancia de material didáctico
clínico, con numerosas viñetas, permiten al profesor acercar la realidad de la terapia a los
alumnos muy noveles y dotarles también de herramientas fundamentales para cuando se
enfrenten a la clínica diaria.
3. Programas de pregrado. La propuesta de Beitman & Yue resulta útil como forma de conectar
a los alumnos de medicina o psicología con la realidad del proceso psicoterapéutico,
aportándoles una visión más integradora que resultará útil en el futuro aunque no acaben
actuando nunca como psicoterapeutas. Dada la frecuencia con la que un colega no
psicoterapeuta puede colaborar o bien interferir un proceso terapéutico, es excelente el ir
sembrando en nuestros futuros colegas de campos cercanos una idea realista y científica
sobre la psicoterapia, sus procesos y sus acciones terapéuticas.
A modo de conclusión, podemos señalar que el programa descrito constituye una herramienta muy
útil para dar el primer paso en la formación psicoterapéutica en diferentes contextos y ofrece una
experiencia gratificante tanto para el alumno como para el profesor. Creemos que genera una
actitud integradora real, extremadamente necesaria en el futuro que nos aguarda, donde las
intervenciones combinadas y de alta complejidad serán la norma. Las nuevas perspectivas del
programa de formación de residentes de psiquiatría, que incluye la posibilidad de dedicar un año
completo a abordajes psicoterapéuticos nos obligará a todos los equipos a avanzar aún más hacia
una integración en la teoría, en la docencia y en la práctica clínica.

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Bibliografía
Ablon JS; Jones EE. Validity of controlled clinical trials of psychotherapy: findings from the NIMH
Treatment of Depression Collaborative Research Program. Am J Psychiatry 159:775-783, May 2002
Beitman B, Yue D. psicoterapia; un programa de formación. Masson. Barcelona 2003.
Bion WR. Attention and interpretation. Tavistock Publications. London. 1970.
Clarkin J, Yeomans F, Kernberg O. Psychotherapy for Borderline Personality: Focusing on Object
Relations . American Psychiatric Publishing. Washington DC. 2006.
M. A. González Torres, A. Fernández Rivas. "Enseñanza de la psicoterapia psicoanalítica a los
residentes de psiquiatría". psiquiatría Pública, Vol 7, Número 2, Marzo-Abril, pp 98-105. 1995
Kernberg OF. Thirty ways to destroy the creativity of psychoanalytic candidates. International
Journal of Psychoanalysis 77; 1031-1040. 1996
Luborsky L. Principles Of Psychoanalytic Psychotherapy: A Manual For Supportive-expressive
Treatment. Basic Books. New York. 2000
Rockland L. . Supportive Therapy. Basic Books. New York. 2003
Safran JD, Muran C Negotiating the Therapeutic Alliance: A Relational Treatment Guide. The Guilford
Press. New York. 2003
Tuckett, D. Towards A More Facilitating Peer Environment1. Int. J. Psycho-Anal. , 82:643-651. 2001

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