Objetivo. Analizar el papel de la solidaridad práxica como un fundamento del discernimiento ético frente a los dilemas éticos que se presentan en la psiquiatría. Metodología. La realización del estudio incluyó cuatro fases: analítica, comprensiva, reconstructiva y crítica. El punto de partida fue la reflexión crítica del concepto de solidaridad confrontando la propuesta de Gadamer, Habermas, Adela Cortina y Edgar Morin, posibilitando integrar un horizonte de comprensión con las siguientes coordenadas: construcción social del sentido, relación epistémica compleja infinita y cambiante, y praxis generadora de solidaridades. Las categorías de análisis fueron: el cuidado (Sorge), la solicitud, y la amistad. Resultados.
El punto de partida es la necesidad de ofrecer un ámbito de reflexión y fundamentación de naturaleza ética para dirimir los dilemas éticos propios de la psiquiatría. El análisis del concepto de solidaridad desde la perspectiva de la hermenéutica filosófica, la acción comunicativa y el pensamiento complejo permite comprenderla como una praxis humana que se orienta al cuidado del otro (Fürsorge) lo que posibilita rehabilitar el enfoque kantiano del imperativo categórico en el ámbito de la neuroética. Conclusión. La búsqueda de vías de solución a los dilemas éticos que presenta la práctica médica psiquiátrica requiere sustentarse en una dimensión de naturaleza filosófica y ética. Pensar la solidaridad práctica como el horizonte que da sentido al discernimiento ético en los dilemas éticos de la psiquiatría posibilita recuperar, desde el ámbito de la ética de los sufrientes, el sentido originario de la amistad.
SOLIDARIDAD PRÁXICA EN LOS DILEMAS ÉTICOS DE LA PSIQUIATRÍA
Arturo G. Rillo
Doctor en Humanidades, Jefe del Departamento de Fisiología, Facultad de Medicina, Universidad
Autónoma del Estado de México.
dr_rillo@hotmail. com
Solidaridad práxica, Neuroética, Dilemas éticos psiquiátricos, Hermenéutica ética
RESUMEN:
Objetivo. Analizar el papel de la solidaridad práxica como un fundamento del discernimiento ético
frente a los dilemas éticos que se presentan en la psiquiatría.
Metodología. La realización del estudio incluyó cuatro fases: analítica, comprensiva, reconstructiva y
crítica. El punto de partida fue la reflexión crítica del concepto de solidaridad confrontando la
propuesta de Gadamer, Habermas, Adela Cortina y Edgar Morin, posibilitando integrar un horizonte
de comprensión con las siguientes coordenadas: construcción social del sentido, relación epistémica
compleja infinita y cambiante, y praxis generadora de solidaridades. Las categorías de análisis
fueron: el cuidado (Sorge), la solicitud, y la amistad.
Resultados. El punto de partida es la necesidad de ofrecer un ámbito de reflexión y fundamentación
de naturaleza ética para dirimir los dilemas éticos propios de la psiquiatría. El análisis del concepto
de solidaridad desde la perspectiva de la hermenéutica filosófica, la acción comunicativa y el
pensamiento complejo permite comprenderla como una praxis humana que se orienta al cuidado del
otro (Fürsorge) lo que posibilita rehabilitar el enfoque kantiano del imperativo categórico en el
ámbito de la neuroética.
Conclusión. La búsqueda de vías de solución a los dilemas éticos que presenta la práctica médica
psiquiátrica requiere sustentarse en una dimensión de naturaleza filosófica y ética. Pensar la
solidaridad práctica como el horizonte que da sentido al discernimiento ético en los dilemas éticos de
la psiquiatría posibilita recuperar, desde el ámbito de la ética de los sufrientes, el sentido originario
de la amistad.
Introducción
La naturaleza dialogal de la relación hombre-mundo articula las experiencias originarias del
ser-ahí (Dasein) en términos de su finitud y lingüisticidad, de manera que el respeto responsable y
solidario que subyace en el acto médico durante la consulta psiquiátrica entre médico y paciente, se
expresa en términos de una solidaridad práxica mediante el reconocimiento de sí mismo y del otro
en el deseo de ser y existir. Pero ¿de qué solidaridad estamos hablando durante la consulta
psiquiátrica?
Para comprender la solidaridad de la que se está hablando es preciso tener presente que en
el reconocimiento en sí mismo se experimenta una dimensión ética. "Kant ya describió
correctamente esta experiencia, aunque no la llamó reconocimiento, sino que la describió como el
afecto de la razón, denominado «respeto»" (1); en tanto que el término "deseo" se utiliza en el
sentido de la elección o deliberación, de manera que un acto deliberado implica tener como objeto
algo que se halle en nuestro poder tras haber realizado una deliberación. Según Heidegger, "el ser
para las posibilidades "se muestra como "puro desear"; este desear presupone ontológicamente el
cuidado (la Sorge) (2).
En este contexto, el concepto de solidaridad está inscrito en un mundo de significaciones
ambiguas. Su origen es polémico y su aparición en el escenario filosófico se remonta poco más de
cien años, pero se ha identificado inicialmente en la ciencia del derecho y la teología cristiana. Su
origen se remonta al latín soliditas que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero,
unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza. Gadamer indica en su ensayo
Amistad y solidaridad que tras el concepto de solidaridad se encuentra el término latino solidum,
sueldo, en el sentido de que la remuneración debe ser en moneda auténtica, expresando una
inseparabilidad sólida y fiable (3).
En el derecho romano evoca la corresponsabilidad de los deudores frente a la obligación
contraída y la posibilidad de liberarse conjuntamente de ese compromiso en el que destaca un
conjunto jurídicamente homogéneo de personas o bienes que integran un todo unitario y, en el que
resultan iguales las partes desde el punto de vista de la consideración civil o penal. Para el derecho,
la solidaridad implica una relación de responsabilidad compartida, de obligación conjunta en la que
todos son individualmente responsables por la totalidad de las obligaciones; en tanto que la teología
cristiana la asume mediante la comunidad de todos los hombres, la igualdad de todos por ser hijos
de Dios y vinculados estrechamente en sociedad.
La herencia que otorga el derecho y la teología cristiana a la tradición cultural occidental
circunscribe el horizonte de comprensión para la solidaridad como la obligación mancomunada
regulada por el derecho, la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros, la comunidad
e interdependencia de intereses, sentimientos y aspiraciones, así como la ayuda prestada por
razones de orden social o político; y explica las acepciones del concepto de solidaridad como
sinónimo de igualdad, fraternidad y ayuda mutua, además de estar cerca de la responsabilidad,
generosidad, desprendimiento, cooperación y participación.
Al mirar desde este punto el acto médico durante el quehacer psiquiátrico, se muestra la
existencia de una relación del tipo tu-yo y yo-nosotros, de manera que se hace manifiesto un
vínculo caracterizado por un sentimiento de solidaridad, de cercanía hacia el paciente que es otro,
pero también se hace presente una actitud permanente de apertura a la aceptación de la diversidad
y la necesidad de ayudarlo y acompañarlo en el largo camino de la restitución del estado de salud y
a su crecimiento personal desde el ámbito de la cultura y valores en los que está circunscrito. Sin
embargo, este sentimiento y su consecuente acción es unidireccional, se dirige del médico al
paciente y perpetúa el vínculo de dominación y dependencia que caracteriza al modelo de atención
médica de carácter paternalista y biomédico (4).
En este tipo de modelo curativo construido desde el escenario de la enfermedad, se da la
apariencia de que la solidaridad que se presenta en la relación yo-nosotros es propia de la
enfermedad y la dependencia, donde el médico tendrá la obligación moral de compadecer al
paciente, de acortar la distancia con él, de dirigir su atención hacia la negatividad de la situación y
resaltar las carencias de la vida. Se habla aquí de una solidaridad circunscrita al sentimiento por el
cual se compadece al otro. ¿Es la solidaridad un sentimiento que surge exclusivamente en la
experiencia dolorosa de la vida? ¿Se funda solamente en compadecer al otro cuando se encuentra
en una situación límite? ¿La solidaridad del médico con el paciente puede darse en la salud? ¿Es
posible pensar una solidaridad del paciente para con el médico?
Frente a un mundo dominado por la racionalidad técnica y donde la aplicación del
conocimiento científico es el eje central del bienestar humano y de la felicidad del hombre, es fácil
aceptar la solidaridad como una adhesión circunstancial que se presenta según la causa, empresa u
opinión de otro; y permitir que regule la relación del ser en el mundo frente al otro, así como la
relación médico-paciente en situaciones límites de enfermedad.
La solidaridad donde se busca identificar y reconocer al otro implica para el médico reconocer
al paciente como persona, pues en la tradición occidental, es habitual identificar al paciente por el
tipo de enfermedad: así se dice del paciente diabético, el paciente tuberculoso, el paciente
epiléptico, el paciente esquizofrénico, etc. Además, involucra a su entorno familiar: la familia del
paciente hipertenso, la familia del paciente obeso, la familia del paciente psicótico, la familia del
paciente depresivo, por dar algunos ejemplos. ¿Se reconoce la identidad del paciente cuando éste se
encuentra sano? Caso paradigmático es la estigmatización del paciente con enfermedad crónicadegenerativa o enfermedad mental, pues de acuerdo a la tradición médica occidental, aquella
persona con algún tipo de estas enfermedades estará enferma, aún cuando se encuentre
médicamente controlada.
La solidaridad que surge de situaciones límite (5), exige cercanía con el otro y condiciona que
exista como substrato una distancia, un acercamiento o un alejamiento en cuya magnitud nunca
sabremos que tan cerca o que tan lejos se está del paciente que es otro, otro que solo conocemos
por su estado de enfermedad. Entonces la solidaridad se reduce a decir simplemente "estoy
contigo", sin trascender la simpatía por la opinión del otro, ni mucho menos va más allá de la
cercanía con él. La adhesión al otro como estándar para acortar distancias es producto del
reconocimiento de un mundo aislado, fraccionado y carente de sentido donde el egoísmo, la
competitividad, el consumismo, el neoliberalismo económico y el individualismo son los puntos
cardinales para su comprensión.
La práctica médica psiquiátrica se caracteriza por desarrollarse en situaciones límites
desfavorables para el ser humano. El universo en el que incide es la comunidad de marginados,
sufrientes y dolientes del mundo de la vida. Dar apertura al altruismo como expresión concreta del
sentimiento de solidaridad que surge frente al paciente en sufrimiento, al ser que se le margina y se
acongoja, es negar la posibilidad de ser solidario frente a situaciones favorables donde el ser-en-elmundo encuentra la posibilidad de realizar el proyecto que es; por tanto, la acepción de solidaridad
como acercamiento y adhesión al otro en situaciones desfavorables es insuficiente para comprender
el encuentro médico durante el acto médico psiquiátrico cuando se generan tensiones que derivan
en dilemas éticos, e incompatible para constituir un ethos; así, la psiquiatría se desenvuelve en un
ámbito en el que se confrontan diversas actividades terapéuticas y surgen solidaridades.
De lo anterior, surge la interrogante en relación a dejar en claro si ¿es posible que la
solidaridad práxica disminuya la tensión en la triada psiquiatra-atención médica-paciente? Para
explorar esta interrogante, el estudio se orienta hacia el análisis del papel de la solidaridad práxica
como un fundamento del discernimiento ético frente a los dilemas éticos que se presentan en la
psiquiatría.
Metodología
Para acceder a la comprensión del surgimiento de solidaridades durante los dilemas éticos en
la consulta psiquiátrica, se transitó por la hermenéutica filosófica de Hans-Georg Gadamer, corriente
del pensamiento contemporáneo que tiene por objeto la demostración del carácter universal y
específicamente hermenéutico de toda experiencia del mundo, y que, en relación con la psiquiatría,
se constituye en "el arte, el poder conocer lo que les ocurre a los demás y la fuerza empleada en
escuchar al otro . . . Entender lo incomprensible y, sobre todo, entender lo que quiere ser entendido,
compromete la totalidad de nuestra capacidad de meditar, que siempre encuentra en las religiones,
en el arte de los pueblos, en el torrente de nuestra tradición histórica nuevas preguntas y, junto con
cada nueva respuesta, una nueva pregunta. En eso consiste la hermenéutica como filosofía" (6), y
ofrece la posibilidad de entender al paciente, aunque éste se retraiga.
En este sentido, el estudio se realizó mediante dos etapas y cuatro fases. Las etapas fueron:
destructiva y constructiva (7-9). En la etapa destructiva, se desveló el sentido de la solidaridad
durante las situaciones clínicas psiquiátricas que posibilitan la generación de dilemas éticos, al situar
a la relación solidaria en el mundo de la vida, incluyó dos fases: analítica y comprensiva.
Durante la fase analítica se construyó un horizonte de comprensión y se definieron las
categorías de análisis. Las coordenadas del horizonte de comprensión se integraron por un punto de
mira, la dirección de la mirada y el horizonte de la mirada (8). El punto de mira hace referencia a la
construcción social del sentido en la comprensión de la solidaridad durante la consulta psiquiátrica y
se sustentó en la visión ética de Jürgen Habermas (10-12).
La dirección de la mirada se circunscribe a la relación médico-paciente durante la consulta
psiquiatría, destacando por su naturaleza de carácter epistémica, compleja, infinita y cambiante; por
lo que se construyó desde la perspectiva del pensamiento complejo de Edgar Morin (13, 14). El
horizonte de la mirada, incluye la praxis generadora de solidaridades y se sustentó en la propuesta
ética de Adela Cortina (15-17). Las categorías de análisis fueron las siguientes: el cuidado (Sorge),
la solicitud, y la amistad.
En la fase comprensiva se construyeron esquemas y matrices de recuperación; se elaboraron
preguntas relevantes con opciones de respuestas alternativas; y se identificaron contenidos
conceptuales que permanecen en la tradición médica y dan contenido al significado de los dilemas
éticos en psiquiatría. Los esquemas delimitaron las categorías filosóficas para su aplicación en el eje
temático de la solidaridad práxica. Las matrices de recuperación cumplieron una doble función. Por
una parte, permitieron confrontar las ideas filosóficas de Gadamer, Habermas, Adela Cortina y Edgar
Morin; por otra, establecer un diálogo mediante preguntas y respuestas con la tradición médica
occidental. La relevancia de las preguntas se determinó con la posibilidad que ofrecía cada cuestión
para trascender las respuestas latentes en la cultura médica contemporánea. Por cada interrogante,
se obtuvieron diferentes respuestas relacionadas con los contenidos conceptuales que permanecen
latentes en la tradición en forma de prejuicios.
La etapa constructiva se orientó hacia la articulación de las categorías en estudio y posibilitó
comprender el modo en que se construye la solidaridad práxica durante atención médica
psiquiátrica, aún cuando sea generadora de dilemas éticos, e incluyó la fase reconstructiva y la
crítica.
Durante la fase reconstructiva, se recuperaron los elementos conceptuales que subyacen en
la tradición médica respecto al quehacer psiquiátrico para ser confrontados con el desarrollo
analítico de las categorías en estudio. Esta confrontación posibilitó tematizar los contenidos
olvidados por las abstracciones metodológicas de la teoría ética de naturaleza deontológica para
lograr la fusión de horizontes y cumplir con las diferentes etapas de la hermenéutica filosófica
(comprensión-interpretación-aplicación) (18). En la fase crítica, se integraron los resultados de la
fase reconstructiva en una propuesta optativa para comprender la solidaridad práxica y, exponer las
consecuencias de su aplicación en la orientación de nuevas áreas de investigación hermenéutica.
Resultados
Para Gadamer, es clara la proximidad entre la hermenéutica y la psiquiatría, aunque, como
indica, "resulta indudable que la tarea hermenéutica del psiquiatra es muy diferente de la que
involucra cualquier otro tratamiento médico de una enfermedad, el cual, también supone, a su vez,
una camaradería, por pasajera que ésta sea, entre el médico y el paciente" (6). En este contexto, la
solidaridad que surge del encuentro yo-yo de naturaleza dialógica en la acto médico del quehacer de
la psiquiatría, es una solidaridad de hombre a hombre, que se genera en un sentido horizontal, es
decir, de igual a igual, constitutiva del ser-en-el-mundo que asume conscientemente la existencia
del rostro del otro que deviene de la alteridad en el reconocimiento de sí mismo y de la pluralidad
del otro; donde el horizonte de sentido está delimitado por la amistad, el amor, el cuidado y la
hospitalidad.
Esta pluralidad hace referencia al reconocimiento de la posibilidad de existencia de un
conjunto de culturas y sistemas de valores que asume el ser humano al ir tomando conciencia de su
estar-en-el-mundo (19), de tal manera que se trata de una solidaridad práxica porque posibilita en
el otro, comprender su posición en el mundo, reconocer su contribución al configurar la realidad
ética donde se experimenta como proyecto al vivirse en el mundo de la vida; una experiencia que lo
conduce a reconocer el rostro del otro al momento de comprender cómo está construyendo un ethos
compartido mediante su deseo de ser y existir al reconocerse a sí mismo y al otro. Este doble
reconocimiento facilita que la solidaridad práctica posibilita la participación consensuada en la
empresa común de forjar un estilo de vida (ethos) cada vez más coherente con la dignidad humana.
La construcción de la solidaridad se asocia con la noción de autoridad, personalidad,
subsidiaridad y bien común en el ámbito de la filosofía social. Comprender entonces este término
requiere preguntarle a la tradición filosófica occidental y escuchar atentamente lo que dice e
interpretar su horizonte en la búsqueda del sentido originario de la solidaridad. Para aclarar el
concepto de solidaridad práctica expresemos la pregunta filosófica en sentido kantiano: ¿cómo es
posible una solidaridad práctica?
La solidaridad reaparece en el discurso filosófico moderno, insinuada en la reflexión política
de Kant por un lado (20), y en la filosofía positiva de Augusto Comte por el otro. Emilio Durkheim
conceptúa la solidaridad como una categoría central en el análisis de la tipología social y de la
división del trabajo social, del cual desprende sus conceptos de solidaridad mecánica y solidaridad
orgánica. Posteriormente Habermas, Rorty y Gadamer destacarán la importancia de la solidaridad
como rasgo distintivo de la moral comunitaria (21).
Augusto Comte introduce el término de altruismo para expresar la base de una moral
sistemática. La moral del altruismo está sustentada en la estética esencial de la vida social. La
postura ética en Comte se resumen en lo siguiente: "el amor como principio, el orden como base, el
progreso como fin". A pesar de la oposición a Comte, el altruismo es recuperado por Herbert
Spencer para quien la moralidad es una aspiración y un esfuerzo, el intento de servir a la
colectividad humana y la justificación del individuo para aspirar al perfeccionamiento de la sociedad.
Ambos sostenían la fundamentación del altruismo en el interés propio, concepción defendida por
quienes se adhieren al pensamiento de la ética utilitaria. Max Scheler consideraba el altruismo de
Comte y Spencer como la culminación de la moral moderna de la filantropía.
En el pensamiento de Habermas, la solidaridad expresa la preocupación por la integridad de
la participación en el mundo de la vida en la construcción del ethos humano, lo que incluye el interés
de participar en la comunidad humana haciéndolo partícipe de la felicidad; en tanto que Gadamer,
explora el sentido originario del concepto de solidaridad mediante el de amistad, pues en la reflexión
filosófica, ésta es un título de la solidaridad (22).
Para Adela Cortina, la solidaridad "consiste en una doble actitud: la actitud personal de
potenciar la trama de relaciones que une a los miembros de una sociedad, pero no por afán
instrumental, sino por afán de lograr un entendimiento con los restantes miembros de la sociedad, y
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SOLIDARIDAD PRÁXICA EN LOS DILEMAS ÉTICOS DE LA PSIQUIATRÍA
también como actitud social dirigida a potenciar a los más débiles, habida cuenta de que es preciso
intentar una igualación, si queremos realmente que todos puedan ejercer su libertad" (23); en tanto
que para Edgar Morin, la solidaridad es una solidaridad vivida que se deriva del vínculo solidaridadcomplejidad-libertad y que posibilita en el contexto de una sociedad de alta complejidad la autoética
que aparece como virtud intelectual y virtud social (14).
Haciendo un paréntesis, la comprensión de la solidaridad en el pensamiento ético de Edgar
Morin se aclaran desde el horizonte de los nueve mandamientos para una ética planetaria, a saber
(14):
1. "La toma de conciencia de la identidad humana común a través de las diversidades de
individualidad, de cultura, de lengua.
2. "La toma de conciencia de la comunidad de destino que en adelante une cada destino humano al
del planeta, incluida la vida cotidiana.
3. "La toma de conciencia de que las relaciones entre humanos están desvastadas por la
incomprensión, y que debemos educarnos en la comprensión no sólo hacia los allegados, sino
también hacia los extranjeros y lejanos en nuestro planeta.
4. "La toma de conciencia de la finitud humana en el cosmos, que nos conduce a concebir que, por
primera vez en su historia, la humanidad debe definir los límites de su expansión material y
correlativamente emprender su desarrollo psíquico, moral, mental.
5. "La toma de conciencia ecológica de nuestra condición terrena, que comprende nuestra relación
vital con la biosfera. . .
6. "La toma de conciencia de la necesidad vital del doble pilotaje del planeta: la combinación del
pilotaje consciente y reflexivo de la humanidad con el pilotaje ecoorganizador inconsciente de la
naturaleza.
7. "La toma de conciencia cívica planetaria, es decir de la responsabilidad y la solidaridad hacia los
hijos de la Tierra.
8. "La prolongación en el futuro de la ética de la responsabilidad y la solidaridad con nuestros
descendientes, de ahí la necesidad de una consciencia con un teleobjetivo dirigido alto y lejos en
el espacio y el tiempo.
9. "La toma de conciencia de la Tierra Patria como comunidad de destino/origen/perdición. . . " (14).
En esta breve andar por el sendero de la solidaridad, es evidente desde un inicio estar
circunscrito a un sentimiento moral, es decir, a una vivencia mediante la cual es posible aprehender
los principios del comportamiento, su justificación y sus fuentes. ¿Qué vivencias hacen posible que
el ser humano manifieste conductas solidarias? A decir de Karl Jaspers (5), las situaciones límite
como la pobreza, la violencia, la enfermedad, la marginación, la exclusión, la segregación, motivan
el rechazo de la crueldad, la humillación y el sufrimiento de alguien, y posibilitan el surgimiento del
sentimiento de comunidad, de compasión por el otro y la disposición a socorrerlo.
Estas situaciones límite surgen de la vida misma, de la convivencia con el otro, de estar con
el descamizado, el sin rostro, es decir, los grandes problemas de la humanidad derivan del ahí del
estar-en-el-mundo con el postergado y el doliente en una comunidad de sufrientes donde el ¿sufres?
es la categoría antropológica, sociológica, teológica y metafísica sobre la cual la Humanidad se
cohesiona cultural y universalmente mediante la "identificación imaginativa con los detalles de las
vidas de otros" (24). Situaciones que ha decir de Gadamer, "en realidad la diversidad de intereses y
de situaciones vitales podría dar pie a la tentación de buscarse cada uno la vida y olvidar el
bienestar ajeno" (25).
¿Realmente existe el riesgo de olvidarnos del bienestar ajeno? Algunos lo han denominado
insolidaridad (26) y se traduce en la indiferencia hacia el otro, la negación de la existencia y de la
presencia del otro y de lo otro. Se expresa en casos extremos mediante actitudes egoístas, crueles,
insensibles, de falta de tacto y camaradería, desamor por la humanidad. Debido a que actualmente
el tema es muy sensible, esta insolidaridad se viste de asistencialismo y de proclamación de
injusticias.
Sin embargo, el ser humano no es sólo dolor y sufrimiento. Es mucho más que eso. Los
marginados, los desposeídos de sus derechos, los pobres, los descamisados de Evita Perón, quienes
no tienen el desarrollo humano y social conveniente, los que tienen hambre, los desempleados, los
pacientes infectados con el virus de inmunodeficiencia humana, los pacientes enfermos de SIDA,
pero también los pacientes con capacidades diferentes, los enfermos de cáncer, los pacientes con
enfermedades psiquiátricas o los niños agobiados por los efectos de la desnutrición, y muchos mas;
para todos ellos, la moral social dice que son objeto de solidaridad.
Pero qué sucede con el amigo, el hermano, la madre, el padre, o aquel otro que no pertenece
a la inmensa comunidad de sufrientes y dolientes, que no están postergados en el devenir de la vida
¿no son objeto de solidaridad? Si esto es así, ¿el médico podrá solidarizarse con el paciente sano?
¿Hay que abandonar entonces al paciente cuando mejora su calidad de vida y su bienestar? ¿El
acercamiento y el reconocimiento al otro cuando es feliz, no es solidaridad? ¿Acaso en la unión
matrimonial, sólo se pide estar con la pareja en las situaciones de pesar? ¿Compartir el éxito del
otro, no es solidarizarnos con el otro? Y si durante su tratamiento surge un dilema de naturaleza
ética, ¿hay que negar la solidaridad hacia él?, ¿es posible que la solidaridad práxica conduzca el
proceso de deliberación?
Si pensamos en la solidaridad como un sentimiento moral, intencionado pero que deriva de la
compasión por el sufrimiento del otro, la respuesta a estos cuestionamientos será negativa. En
ningún caso cuando las cosas van bien, se expresará la solidaridad por y con el otro. Esto explica el
motivo por el cual el psiquiatra, durante el proceso terapéutico, llega a recurrir necesariamente a
conductas altruistas, compasivas y filantrópicas, así como al ejercicio de la lástima y la limosna para
manifestar su solidaridad para con el sufriente y su familia. Difícilmente se solidariza con el paciente
en términos de salud. También se da respuesta al por qué el médico se olvida del paciente cuando
éste sana.
Esta solidaridad, claro que es universal y puede sustentar una ética como lo es la
responsabilidad solidaria que deriva de la ética discursiva de Karl Otto-Apel y ampliamente difundida
por Adela Cortina. Todo ser humano es susceptible de sufrir, es una condición de nuestra existencia.
Pero los pobres de hoy, ¿no son los pobres de ayer, y también serán los de mañana? ¿El paciente
que enfermó hoy de SIDA, no morirá mañana por y con ello? ¿Es acaso, la solidaridad un valor
aplicable solamente a la comunidad de sufrientes?
O más bien, ¿será la solidaridad el principio de una ética social y comunitaria que proporcione
tranquilidad de conciencia a la comunidad de no sufrientes? Finalmente, ¿la comunidad de sufrientes
son susceptibles de sentir y expresar solidaridad? Claro que sí, pero quién sufre más. . . tú o yo.
Entonces, ¿quién se solidariza con quién?, ¿tú conmigo o yo contigo? O bien, ¿será que los dos nos
solidarizamos en nuestro padecer? ¿Es posible una solidaridad en ambas direcciones
Al iniciar la reflexión de estos cuestionamientos se retorna a la pregunta filosófica: ¿cómo es
posible una solidaridad práxica? Por lo expresado hasta el momento, la solidaridad como un
sentimiento moral no la hace posible.
Pero si consideramos que todo el dolor, el sufrimiento, el padecer así como el éxito, la
felicidad, el bien-estar, la calidad de vida, derivan de las relaciones que establece el ser humano con
las cosas, consigo mismo y con los otro, la solidaridad se sitúa en el mundo de la vida, en el ahí del
ser-en-el-mundo, desvelando el sentido ontológico de la solidaridad, el cual ha sido evitado en la
tradición filosófica occidental desde Kant.
Sirva de aclaración en este punto, que el término "óntico" constituye con "ontológico" una
pareja de conceptos paralelos al binomio existencial-existenciario, aún cuando los significados no se
superponen completamente. Óntico es toda consideración, teórica o práctica, del ente que se atiene
a los caracteres del ente como tal, sin poner en tela de juicio su ser; ontológico es en cambio la
consideración del ente que apunta al ser del ente. La "descripción del ente intramundano" es óntica;
la "interpretación del ser de ese ente" es ontológica. . . . el conocimiento del ente presupone cierta
comprensión previa del ser del ente; en la base de toda verdad óntica está la verdad ontológica
(27).
Esto quiere decir que debemos situar la solidaridad en el ser-ahí (Dasein) como posibilidad de
ser. El poder ser es, en efecto, el sentido mismo del concepto de existencia. Así, la solidaridad es
una posibilidad de ser del hombre, un modo del ser-en-el-mundo, un existencial en tanto modo de
encontrarse, de sentirse de esta o aquella manera, la totalidad afectiva en la cual nos encontramos
(27), según la terminología de Heidegger.
Situar la solidaridad en el mundo de la vida como posibilidad del Dasein, abre a la atención
médica psiquiátrica generadora de dilemas éticos, un horizonte de comprensión diferente al
delineado por la tradición occidental; pues involucra al mundo como la condición necesaria y
suficiente para que la solidaridad sea, y será en la medida en que el Dasein del psiquiatra y el
paciente, esté familiarizado con una totalidad de significados y experimente el mundo y la realidad
social conforme el cumplimiento del proyecto que es. Pero también recupera la presencia silenciosa
del otro
La solidaridad no se posibilita como un sentimiento moral, sino como un elemento
constitutivo del ser humano en el proceso de reconocimiento de sí mismo como el otro del otro,
vinculado estrechamente con el modo en que vive su phatos, con la disposicionalidad, es decir, con
el modo en el que se encuentra, la manera en que se siente en la totalidad afectiva en la cual el ser
humano está en el mundo de la vida; por lo tanto, la solidaridad es una estar-ahí-con que no se
puede hacer, ni se puede planear por medio del dominio objetivante ni es capaz de introducirse
mediante instituciones artificiales; pues la solidaridad existe previamente, en contraste con toda
posible vigencia y acción de instituciones, ordenamientos económicos, ordenamientos jurídicos y
costumbres sociales, y los sustenta y hace que sean posibles (22). En este sentido, la solidaridad
subyace en la existencia del paciente.
Tanto el paciente como el psiquiatra, en su estado-de-yecto (arrojados al mundo), son
abiertos al mundo en su totalidad mediante la disposicionalidad, lo cual posibilita que se dirijan hacia
el otro, dando sentido a su vida en el reconocimiento del conjunto de relaciones que configuran el
mundo que los rodea. Este modo de ser (estar abierto al mundo del otro) cuando se esta-en-elmundo-con es anterior a la solidaridad, de manera que este modo de estar-en-el-mundo-con es
fundada por el modo originario de encontrarse y sentirse en el mundo. Esto implica y explica por
qué, frente al mundo de la vida dominado por la técnica, al control social de la vida, a la
planificación de la vida fáctica por el pensamiento, se encuentran aún reminiscencias de solidaridad,
compasión y reconocimiento por el otro y para consigo mismo (1).
Efectivamente, la solidaridad no surge exclusivamente frente a una comunidad de sufrientes
(28, 29), ni mediante el consenso sobre lo que es o no correcto y que deriva de la acción
comunicativa (10-12), ni de la preocupación por el otro en situaciones de sufrimiento y pérdida, sino
de la vida fáctica en la que el ser humano está abierto a nuevos horizontes de comprensión donde la
solidaridad con y para los demás, es un modo de ser básico, originario y práctico del existir humano
en el mundo de la vida del que deriva la experiencia humana en la que historicidad y lingüisticidad
participan como determinaciones básicas explicativas (30).
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SOLIDARIDAD PRÁXICA EN LOS DILEMAS ÉTICOS DE LA PSIQUIATRÍA
Pensando en una ética ante las víctimas y del sufrimiento de los inocentes, la noción de
solidaridad práxica consiste en un asentimiento aconsejado por la amistad de estar-ahí-con el otro
acompañándolo y posibilitando la elección y decisión entre posibilidades para una vida buena.
En el pensamiento gadameriano, la solidaridad es la finalidad última de toda búsqueda
individual, porque la utilidad para cada ser humano es el entendimiento común de todos (31). La
solidaridad implica synesis o decisión de cómo juzgar con otros (25). Depende de las virtudes
aristotélicas y de la phrónesis, porque no es un objeto que pueda aplicarse técnicamente, ni su
cumplimiento se sigue de condiciones formales; sino que es algo que ocurre cuando discernimos y
juzgamos con los otros para encontrar una realidad común libremente compartida en ese estar-con
en el mundo de la vida (32, 33).
Para Gadamer, la construcción y reconocimiento de solidaridades mediante la comprensión
del otro y el olvido de sí mismo es una de las tareas esenciales de la humanidad frente a los desafíos
de la racionalidad técnica. En el ensayo ¿Hay una medida en la tierra? (1) Gadamer señala que si al
amor y la compasión se les da un sentido de comprensión amplio, intencionado, de solidaridad
práxica, podrán ubicarse junto al reconocimiento, de manera que las virtudes de amor, compasión y
reconocimiento estarán presentes siempre que exista un mundo humano. Estamos ahora frente a
las dimensiones de la solidaridad práxica.
Prevenir la enfermedad, mantener la salud, tratar la enfermedad, restituir la salud.
Expresiones que conservan su unidad en la existencia humana, en la convivencia que deriva de la
conversación. Esta unidad está garantizada, a decir de M. Horkheimer en la universalidad del
sufrimiento. Al preguntar por el sentido de la salud, se comprendió que el dolor, el sufrimiento, el
saber-se enfermo, es lo que denuncia la pérdida de la salud (34, 35). Es paradójico que sea el olvido
de la salud el que aísle, nos separa del otro, de los otros y de nosotros mismos y, el sufrimiento, el
que nos reintegra a la humanidad mediante el reconocimiento de nosotros mismos y del otro así
como de los otros (36). ¿Es el sufrimiento y la muerte lo que permite tomar conciencia del deseo de
ser y existir?
En Horkheimer, el sentimiento de solidaridad surge a partir de mirar la infelicidad real de los
otros, considera que el dolor y la muerte no solo desgarran, interrumpen, limitan o fracturan la vida
humana en sus posibilidades de convivencia con el otro, sino que nos hermana en el uno-para-elotro a partir de una fraternidad basada en la experiencia dolorosa que conforma una comunidad de
sufrimiento por lo que se aleja del terreno de la ontología (37). Pero Gadamer va más allá de la
simple experiencia del dolor y el sufrimiento como el punto cero de la solidaridad pues la solidaridad
no se reduce a un sentimiento o una acción sino que es un elemento constitutivo del Dasein.
Desde la universalidad del lenguaje y de su comprensión, sustentada en la ontología del seren-el-mundo y la hermenéutica de la facticidad, Gadamer hace uso de la solidaridad como un
constitutivo del ser humano, un existencial del Dasein, un modo de ser-en-el-mundo, por lo que
escuchando al otro se abre el camino en el que se forma la solidaridad (38). Camino que al
recorrerlo ofrece la posibilidad de ampliar el horizonte de comprensión de la solidaridad práctica y
hace manifiesto dos dimensiones fundamentales: la dimensión ontológica y la dimensión ética; que
no por ser dos se contradicen o se excluyen, sino que se complementan y vinculan en el mundo de
la vida.
La dimensión ontológica de la solidaridad práxica permite comprender el ahí (el da) del ser
humano en su permanente actuación en la vida fáctica que no se reduce a un mero sufrimiento, a
puro dolor, sino que también se es solidario cuando las cosas van bien y entonces el ser humano se
hermana con el otro y con los otros en y para la felicidad, en la realización del proyecto que es el
Dasein. No hay felicidad sin solidaridad.
La dimensión ontológica ofrece a la solidaridad práctica la posibilidad de trascender el pathos
de la vida humana y develar el cuidado de sí mismo y del otro, sea en términos de bienestar o
malestar. La solidaridad práctica se va constituyendo como el deseo de ser y de existir para
realizarse como posibilidad que es en el mundo de la vida.
Además hace manifiesto que el ser
humano está implicado en las relaciones que establece con el otro y los otros en el mundo de la
vida, lo que significa que cada uno de los seres humanos que componen la sociedad están
involucrados con el todo social que contribuye a configurar el mundo de la vida. Por otra parte, el
todo social está indisolublemente implicado en el ser y el hacer de cada uno de sus miembros.
Cuando una conversación se logra, nos queda algo, y algo queda en nosotros que nos
transforma. Por eso la conversación ofrece una afinidad peculiar con la amistad y la solidaridad. Sólo
en la conversación pueden encontrarse los amigos y crear ese género de comunidad en la que cada
cual es él mismo para el otro porque ambos encuentran al otro y se encuentran a sí mismos en el
otro (25).
El ámbito ético incorpora en su sentido originario la responsabilidad como la conciencia que
posee el ser humano en la construcción del bien de la comunidad, en tanto que la comunidad se
orienta hacia el bien de cada uno de sus integrantes. La promoción y consecución del bien común a
través de la solidaridad fundan el estado moderno y la antigua ciudad-estado. Se trata de la
"solidaridad natural de la que emanan decisiones comunes, que todos consideran válidas, sólo en el
ámbito de la vida moral, social y política" (39).
Si recordamos que el ámbito de la vida moral, social y política circunscriben la posibilidad del
ser-en-el-mundo a la intervención en la situación límite para que ésta pueda ser de otra manera, la
vida fáctica del ser arrojado en el mundo de la vida adquiere su justa dimensión práctica en la que el
ser humano se conduce y actúa en solidaridad; de manera que la solidaridad es la condición decisiva
y la base de toda razón social (40); y que da sentido a la amistad, el reconocimiento, la compasión y
el cuidado; de tal manera que la solidaridad como praxis humana, se orienta al cuidado del otro
(Fürsorge) y posibilita un encuentro con el prójimo.
Así, la atención médica psiquiátrica es una mediación en la experiencia vital de la dualidad
salud-enfermedad; articula la decisión del psiquiatra y el paciente con la responsabilidad solidaria
que surge entre ambos. Durante el acto médico, el psiquiatra concreta un asentimiento aconsejado
por la amistad de estar-ahí-con el otro, acompañándolo, posibilitando la elección y decisión entre
posibilidades para una vida sustentable que se configura en la virtud de la phrónesis y trasciende el
enfoque kantiano del imperativo categórico en el ámbito de la neuroética (41, 42).
Conclusión
Frente a un mundo dominado por la racionalidad técnica y en el que la aplicación del
conocimiento científico es el eje central del bienestar humano y de la felicidad del hombre, posibilita
la búsqueda de vías de solución a los dilemas éticos que presenta la práctica médica psiquiátrica,
una búsqueda que requiere sustentarse en la dimensión de naturaleza filosófica y ética de la
tradición solidaria que acompaña el ejercicio genérico de la médica. En este sentido, es fácil
comprender que la acepción de la solidaridad como adhesión circunstancial a la causa, empresa u
opinión de otro sea el concepto que regula la relación del ser en el mundo frente al otro.
Lo expresado obliga a puntualizar de qué solidaridad no se está hablando. De la solidaridad
como sentimiento y acción en búsqueda de acercamiento al otro para adherirse a él y tomar por
propias las cargas del otro y responsabilizarse junto con éste de dichas cargas. Tampoco de la
solidaridad limitada a decir "estoy contigo" a una comunidad de destino mortal y de finitud dolorosa
en donde se incluye la pobreza, la violencia, la injusticia estructural, los medios de destrucción
atómica, la amenaza genética o el ecocidio. Ni de aquella solidaridad sustentada en la sensibilidad
para tomar conciencia de una realidad circunscrita por las amenazas y peligros que se ciernen sobre
la vulnerabilidad de los seres humanos.
Tomar conciencia de la tradición solidaria que subyace en la atención médica psiquiátrica
remite a la promoción del desarrollo personal y grupal de una serie de valores que permite a
psiquiatras y pacientes aproximarse, no sólo de forma terapéutica, sino sobre todo de forma
práctica, a otras situaciones humanas desfavorecidas con ánimo de ayudar a superarlas (26), de
manera que se es solidario respecto a algún problema o situación límite pero también en los
momentos de mejoría y éxito terapéutico. Estas acciones configuran un conjunto que delinea un
camino de naturaleza hermenéutica que llevan a tomar decisiones personales y colectivas en las que
se recupera, desde el ámbito de la ética de los sufrientes, el sentido originario de la amistad.
El camino hermenéutico seguido durante el estudio, conduce a pensar la solidaridad práxica
como el horizonte de sentido en la relación entre psiquiatra, atención médica y paciente. Se ubica en
el escenario de la relación terapéutica que subyace en el discernimiento ético en los dilemas éticos
de la psiquiatría, posibilita recuperar el sentido originario de la amistad y la solidaridad a partir de
los siguientes baremos: compasión, saber hacer, confidencialidad, confianza, conciencia de sí mismo
y del otro, tacto, escucha atenta y solícita, y comprensión del otro.
Finalmente, se abre al análisis hermenéutico pensar: ¿la medicina debe ser altruista? Frente
a la práctica médica regulada por la economía de mercado, ¿es posible hablar de altruismo en el
ejercicio médico?
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