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Estudio de algunos factores psíquicos concurrentes en la obesidad.

Autor/autores: Ruy Henríquez
Fecha Publicación: 01/03/2013
Área temática: Psiquiatría general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Dentro de los trastornos de la alimentación más frecuentes del mundo desarrollado, o en vías de desarrollo, destaca la obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren 2, 6 millones de personas en el mundo a causa de la obesidad, mientras que más de 1000 millones de adultos tienen problemas de sobrepeso. Estas cifras convierten la obesidad en una verdadera epidemia. En términos generales, la obesidad se define como un desequilibrio entre las calorías consumidas y las calorías gastadas. Esto quiere decir que se consume más energía de la que se necesita para la normal actividad diaria.

La investigación hace hincapié en los factores socio-ambientales, así como en las dietas excesivamente calóricas de la vida moderna. No obstante, existen importantes componentes psíquicos, poco considerados al estudiar los trastornos alimentarios por obesidad. La boca, como órgano en juego en la ingesta de alimentos, sirve a otras funciones diferentes en el ser humano. Sirve tanto para besar, como para hablar y comer. Convirtiéndose en un lugar en el que se desarrolla toda la complejidad del sujeto. Estudiar algunos de los factores psíquicos en juego en la obesidad es el propósito del presente estudio.

Palabras clave: obesidad


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INTERPSIQUIS 2013

PSICOANÁLISIS DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

 

ESTUDIO DE ALGUNOS FACTORES PSÍQUICOS CONCURRENTES EN LA OBESIDAD

Ruy Henríquez, Psicoanalista

Escuela de psicoanálisis y Poesía grupo Cero

 

Introducción

De los trastornos de la alimentación más frecuentes, tanto del mundo desarrollado como en vías de desarrollo, destaca la obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren 2, 8 millones de personas en el mundo a causa de la obesidad, mientras que más de 1400 millones de adultos tienen problemas de sobrepeso. Estas cifras convierten la obesidad en una verdadera epidemia a escala mundial.

En términos generales, la obesidad se define como un desequilibrio entre las calorías consumidas y las calorías gastadas. Esto quiere decir que se consume más energía de la que se necesita para la normal actividad diaria. Las investigaciones hacen hincapié en los factores socio-ambientales, así como en las dietas excesivamente calóricas de la vida moderna.

No obstante, existen importantes componentes psíquicos, poco considerados al estudiar los trastornos alimentarios producidos por la obesidad. La boca, como órgano en juego en la ingesta de alimentos, sirve a funciones muy diferentes en el ser humano. Además de comer, la boca se usa para besar, hablar, cantar, etc. , siendo un lugar en el que se desarrolla toda la complejidad del sujeto humano. Estudiar algunos de los factores psíquicos en juego en la obesidad es el propósito del presente estudio.

 

 

Aspectos generales de la cuestión

La OMS considera la obesidad como una enfermedad crónica y no transmisible. Según los datos que ofrece, en el año 2008, 1400 millones de adultos tenían sobrepeso, alcanzando la población infantil menor de cinco años los 40 millones en el 2010.

En la identificación de la obesidad y el sobrepreso, el indicador más utilizado es el denominado “índice de masa corporal” (IMC), resultado del cálculo de dividir el peso (Kg) del sujeto por el cuadrado de su estatura (m2). Según la definición de la OMS: un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso; un IMC igual o superior a 30 determina obesidad.

Un dato importante a tener en cuenta es que tanto la obesidad como el sobrepeso constituyen el quinto factor de defunción en el mundo. Cada año fallecen 2, 8 millones de adultos por este motivo, además de suponer la base de otras importantes enfermedades graves como la diabetes (44%), las cardiopatías isquémicas (23%), el cáncer del endometrio, mama o colon (entre el 7 y el 41%), así como numerosos trastornos del aparato locomotor (osteoartritis), hipertensión arterial, infarto agudo de miocardio, arteriosclerosis, infarto cerebral, apnea del sueño, etc.

La causa fundamental de la obesidad, es atribuida al desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas por los individuos que la padecen. La creciente sedentarización, producto de los cambios sociales en el ámbito del trabajo y de las formas de vida urbana; y el consumo de alimentos hipercalóricos, “ricos en grasa, sal y azúcares pero pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes”, destacan entre la posible etiología de la obesidad.

Según la Sociedad Española de Cardiología el riesgo de obesidad depende en gran medida de la localización de la grasa, siendo aquélla que se acumula en el abdomen la que afecta en mayor medida al corazón. Los pacientes con aumento de la grasa abdominal presentan un incremento importante del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

En este sentido habría dos tipos de obesidad:

Obesidad periférica o ginecoide. Grasa acumulada en glúteos, muslos y brazos.
Obesidad central, abdominal o androide. Grasa acumulada en el abdomen.
De acuerdo con las estadísticas ofrecidas por esta institución, 3 de cada 100 españoles padecen obesidad abdominal.

Como la OMS, la Sociedad Española de Cardiología define la obesidad como una acumulación excesiva de reservas en forma de grasa. Pero además del estilo de vida, atribuye a un posible componente hereditario la posibilidad de padecer esta enfermedad: “tanto por las tendencias metabólicas de la acumulación de grasa como por los hábitos culturales y alimenticios socialmente adquiridos en su entorno”.

Desde una perspectiva que quiere ser evolucionista, atribuye la alta proporción de individuos con tendencia a la obesidad a “una ventaja evolutiva”, de acuerdo con la cual los sujetos propensos a la obesidad tendrían “más capacidad para almacenar grasa en las temporadas de abundancia y luego sobrevivir a las hambrunas. ” La interacción de los genes supervivientes con la abundancia de alimentos daría lugar a la obesidad.

No obstante, alteraciones hormonales o endocrinas también pueden provocar obesidad, como el consumo de ciertos medicamentos y algunas enfermedades mentales.

Algunos investigadores1 han podido comprobar, sin embargo, que el uso de índice de masa corporal (IMC) en la detección y diagnóstico de enfermedades como las insuficiencias cardiacas, no siempre ofrece garantías de certeza, pues según diversos experimentos realizados, un gran número de pacientes con insuficiencia cardiaca y un mayor índice de mortalidad, presentaban síntomas de desnutrición, respecto a aquellos que podían ser denominados obesos; produciéndose de este modo una situación paradójica, es decir, contraria a la corriente de opinión vigente sobre la obesidad. Al parecer, el IMC no permite diferenciar entre la masa adiposa y la masa grasa de determinados sujetos, como podrían ser aquellos que conforman la población de la tercera edad, dificultando las posibilidades de un diagnóstico acertado. Tales investigaciones nos invitan a ir más allá de los métodos habituales de diagnóstico y a tener en cuenta otros aspectos del sujeto, poco considerados hasta el momento.

 

 

Una aproximación psicoanalítica

Las circunstancias sociales han cambiado y ya no está bien visto el exceso de peso, sin embargo, en las frases populares el imaginario colectivo sigue asociando la gordura con la prosperidad (“tocarte el gordo”, “una perra gorda”, “época de vacas gordas”, “estar sin gorda”, “ganar unos kilos”) y lo importante (“armarse la gorda”, “algo gordo”).

El lenguaje popular recoge siempre, en sus innumerables frases cotidianas, una cuota de verdad humana, pues desde el principio, para el sujeto, hambre y amor están unidos. En el seno de la madre, fuente del primer alimento que recibimos al nacer, confluyen tanto el amor como el alimento. De este modo, dice Freud, “los usos del lenguaje han tomado de esta fase oral la sexualidad de determinados giros y califican así de «apetitoso» a un objeto erótico o de «dulce» a la persona amada”2.

El desarrollo de la sexualidad humana tiene como apoyo, una de las grandes funciones que sirven a la conservación de la vida: la alimentación. La satisfacción erógena aparece de este modo asociada con la satisfacción del hambre. Cuando se ve al niño saciado, una vez se le ha retirado el pecho de la madre, dice Freud, “con las mejillas enrojecidas y una bienaventurada sonrisa, para caer en seguida en un profundo sueño, hemos de reconocer en este cuadro el modelo y la expresión de la satisfacción sexual que el sujeto conocerá más tarde”3.

La búsqueda de la repetición del goce que ha dejado la primera satisfacción, hace que la satisfacción sexual se separe e independice de la necesidad de satisfacer el apetito, haciéndose autoerótico al elegir un órgano de su propio cuerpo (el dedo, por ejemplo) para la succión. Esto supone que los labios, en la operación del chupeteo, se erogenizan. Precisamente, en el acto de la succión productora de placer se pueden observar “los tres caracteres esenciales de una manifestación sexual infantil, que apoyada en alguna de las funciones fisiológicas de más importancia vital, no conoce ningún objeto sexual, es autoerótica, y su fin sexual se halla bajo el dominio de una zona erógena”4.

En “El desarrollo de la función sexual”, Freud nos dice que “la boca es, a partir del nacimiento, el primer órgano que aparece como zona erógena y que plantea al psiquismo exigencias libidinales. Primero, toda actividad psíquica está centrada en la satisfacción de las necesidades de esa zona. . . El chupeteo del niño, actividad en la que éste persiste con obstinación, es la manifestación más precoz de un impulso hacia la satisfacción que, si bien originado en la ingestión alimentaria y estimulado por ésta, tiende a alcanzar el placer independientemente de la nutrición, de modo que podemos y debemos considerarlo sexual. ”5

Es sabido que el sujeto no abandona fácilmente aquellos lugares donde alguna vez ha encontrado satisfacción y goce. Cuando las circunstancias concretas de la vida infligen al sujeto un duro correctivo y ve dificultada la satisfacción inmediata de sus pretensiones, en ocasiones prefiere retornar a modos previos de goce en los que su libido, antaño, había encontrado plena satisfacción. Precisamente, una de las características más destacadas de las afecciones que incluyen trastornos alimentarios, como la anorexia o la bulimia, consiste en la regresión a estados previos de la organización genital infantil.

Los caminos que van desde las grandes funciones hasta la sexualidad, son caminos de influjo recíproco. Si la alimentación es una fuente de excitación sexual se puede decir con Freud “que todos los caminos de enlace que nos conducen a la sexualidad partiendo de otras funciones pueden ser recorridos también en sentido inverso. Si, por ejemplo, la dualidad de funciones de la zona labial es el fundamento de que en la alimentación surja simultáneamente una satisfacción sexual, el mismo factor nos permitiría también llegar a la comprensión de las perturbaciones de las funciones alimenticias cuando las funciones erógenas de la zona común estén perturbadas”6.

Si tenemos en cuenta la duplicidad de funciones de la zona labial y la influencia recíproca entre ambos caminos, el sexual y el de la alimentación, podremos entender cuestiones que están en juego en la obesidad y que sin ellas resultan enigmáticas e incomprensibles. Las represiones llevadas a cabo en el orden sexual se extenderán, perturbándola, a la pulsión de la alimentación.

Esta situación se presenta también en otras funciones como la visión, las funciones ambulatorias, etc. El cuerpo humano es un cuerpo pulsional, atravesado y alterado por el lenguaje. La sexualidad humana, comprendida en su sentido más amplio, supera los bordes restringidos de la genitalidad y abarca todo aquello que en el sujeto está tocado por la palabra. En este sentido, Freud nos acerca a la cuestión cuando afirma que “Los instintos sexuales y los del yo tienen a su disposición los mismos órganos y sistemas orgánicos. El placer sexual no se enlaza exclusivamente con la función de los genitales. La boca sirve para besar tanto como para comer o para la expresión verbal, y los ojos no perciben tan sólo las modificaciones del mundo exterior importantes para la conservación de la vida, sino también aquellas cualidades de los objetos que los elevan a la categoría de objetos de la elección erótica, o sea sus «encantos»”7.

Es precisamente esta complejidad la que tenemos que tener en cuenta cuando tratamos con nuestros pacientes. En los sujetos aquejados por trastornos alimentarios como la obesidad, la múltiple función de los órganos corporales son el escenario de un conflicto que revela la dificultad de “servir bien simultáneamente a dos señores. Cuánto más estrecha relación adquiere uno de estos órganos de doble función con uno de los grandes instintos, más se rehúsa al otro. Este peligro tiene ya que conducir a consecuencias patológicas al surgir un conflicto entre los dos instintos fundamentales y proceder el yo a una represión del instinto sexual parcial correspondiente”8.

En el análisis del caso de alguien que presenta síntomas de obesidad y de sobrepeso tenemos que considerar la posibilidad de que el núcleo de la afección del sujeto puede estar en otro lugar distinto al que señala su IMC, pues lo que está en juego en todos los casos es la sexualidad del sujeto, una manera concreta de gozar. La sintomatología de algunas neurosis, como señala Freud, derivadas “de las perturbaciones de los procesos sexuales se manifiesta en la perturbación de otras funciones físicas no sexuales, y esta influencia, hasta ahora incomprensible, se hace menos misteriosa cuando no representa más que la parte correspondiente en sentido opuesto a las influencias, entre las cuales se halla la producción de la excitación sexual. Los mismos caminos por los que las perturbaciones sexuales se extienden a las restantes funciones físicas tienen también que servir a otras funciones importantes en estados normales. Por estos mismos caminos tienen que tener lugar la orientación del instinto sexual; esto es, la sublimación de la sexualidad”9.

La definición que de la obesidad suele ofrecerse, como la acumulación exagerada de recursos sin un gasto equivalente, es decir, como el desequilibrio entre las calorías consumidas y las calorías gastadas, bien podría servir para concebir que algunos sujetos sin ser obesos físicamente, pueden padecer de síntomas de obesidad psíquica. Una ambición desmedida acompañada por una escasa capacidad de trabajo, es un ejemplo claro de obesidad de este tipo. Como dice Menassa: “Son gordos del alma. No tienen dinero pero sí ambiciones. ”10 ello explicaría algunos aspectos ininteligibles y sorprendentes que bajo el término “paradoja de la obesidad” expresan, tal vez sin saberlo, las más recientes investigaciones.

 

 

Bibliografía

Freud, S. (1905): “Tres ensayos para una teoría sexual”, en Obras completas, T. I, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

Freud, S. (1910): “Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión”, en Obras completas, T. II, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

Freud, S. (1914): “Historia de una neurosis infantil (Caso del ‘Hombre de los lobos’)”, en Obras completas, T. II, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

Freud, S. (1938): “El desarrollo de la función sexual”, en Obras completas, T. III, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

Menassa, A. (2007): “La obesidad”, en Extensión Universitaria Nº 89. http://www. extensionuniversitaria. com/num89/pg1. htm

Menassa, M. O. (1989): “Segundo manifiesto de poesía y psicoanálisis. La cosa de la carne”, en Poesía y psicoanálisis (1971-1991). 20 años de la historia del grupo Cero. Editorial grupo Cero, Madrid.

OMS: “Obesidad y sobrepeso”, Nota de prensa Nº 311 (Mayo de 2012), http://www. who. int/mediacentre/factsheets/fs311/es/

Srikanthan, Preethi, y Horwich, Tamara B. (2012): “La paradoja de la obesidad: es hora de adoptar una perspectiva nueva sobre un paradigma antiguo”, en Revista Española de Cardiología, pp. 403-4. - Vol. 65 Núm. 05 DOI: 10. 1016/j. recesp. 2011. 12. 011.

1 Srikanthan y Horwich (2012): “La paradoja de la obesidad: es hora de adoptar una perspectiva nueva sobre un paradigma antiguo”.
2 Freud (1914): “Historia de una neurosis infantil (Caso del ‘Hombre de los lobos’)”.
3 Freud (1905): “Tres ensayos para una teoría sexual”.
4 Ibíd.
5 Freud (1938): “El desarrollo de la función sexual”.
6 Freud (1905): “Tres ensayos para una teoría sexual”.
7 Freud (1910): “Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión”.
8 Ibíd.
9 Freud (1905): “Tres ensayos para una teoría sexual”.
10 Menassa (1989): “La cosa de la carne” Segundo manifiesto de poesía y psicoanálisis.

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