En un principio la neurosis fue definida de forma ?negativa?, como aquel trastorno que cursaba sin alteraciones en el organismo, sin lesión demostrable; cuando un paciente ?no tenía nada? era considerado ?neurótico?. Se trata de una concepción que ha perdurado hasta nuestros días, de modo que hay médicos que aún la siguen usando. Para alcanzar una definición ?positiva? hay llegar a Freud, quien reconoce a la neurosis por sus síntomas característicos y por su etiología ?psicógena?, lo que supone un avance extraordinario.
La posición que la psiquiatría actual mantiene al respecto es ambivalente pues, a partir de 1980, se la intenta desalojar del cuadro de los diagnósticos.
Este deslizamiento se debe a la aparición de los Criterios Diagnósticos, que han acabado con cualquier vestigio del ?sujeto? en nuestra especialidad. Basándonos en los pacientes que atendemos, nuestro recorrido en este trabajo va a consistir en: 1º) pensar la neurosis como una ?estructura?, esto es, como un conjunto organizado que muestra unas características definidas y que va más allá del síntoma, pues este es entendido como un elemento más de la ?totalidad? y, sobre todo, 2º) plantear cómo se organiza la ?interioridad? en la neurosis. En este sentido, aunque se considere que su ?juicio de realidad? es correcto, el neurótico no puede evitar contemplar el mundo exterior de manera ?subjetiva?. ello nos lleva directamente a una ?epistemología neurótica? en la que fácilmente se produce la confusión entre ?subjetivo?, ?subjetividad? y ?objetivo?, elementos que serán esclarecidos a lo largo de la presentación.
LA ORGANIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD EN LA NEUROSIS
José Manuel García Arroyo; Mª Luisa Domínguez López, Pedro Fernández-Argüelles Vinteño, Olga
García López.
Departamento de psiquiatría. Facultad de Medicina de Sevilla.
jmgarroyo@us. es
RESUMEN:
En un principio la neurosis fue definida de forma "negativa", como aquel trastorno que cursaba
sin alteraciones en el organismo, sin lesión demostrable; cuando un paciente "no tenía nada" era
considerado "neurótico". Se trata de una concepción que ha perdurado hasta nuestros días, de modo
que hay médicos que aún la siguen usando. Para alcanzar una definición "positiva" hay llegar a
Freud, quien reconoce a la neurosis por sus síntomas característicos y por su etiología "psicógena",
lo que supone un avance extraordinario. La posición que la psiquiatría actual mantiene al respecto
es ambivalente pues, a partir de 1980, se la intenta desalojar del cuadro de los diagnósticos. Este
deslizamiento se debe a la aparición de los Criterios Diagnósticos, que han acabado con cualquier
vestigio del "sujeto" en nuestra especialidad. Basándonos en los pacientes que atendemos, nuestro
recorrido en este trabajo va a consistir en: 1º) pensar la neurosis como una "estructura", esto es,
como un conjunto organizado que muestra unas características definidas y que va más allá del
síntoma, pues este es entendido como un elemento más de la "totalidad" y, sobre todo, 2º) plantear
cómo se organiza la "interioridad" en la neurosis. En este sentido, aunque se considere que su
"juicio de realidad" es correcto, el neurótico no puede evitar contemplar el mundo exterior de
manera "subjetiva". ello nos lleva directamente a una "epistemología neurótica" en la que fácilmente
se produce la confusión entre "subjetivo", "subjetividad" y "objetivo", elementos que serán
esclarecidos a lo largo de la presentación.
1. INTRODUCCIÓN
El término "neurosis" aparece en el argot médico en 1777, en un texto del escocés W. Cullen
que lleva por título First Lines of the Practice of Physic (1). En él se presenta una definición
"negativa" de la neurosis: aquella afección que se muestra en ausencia de alteraciones o lesiones en
el organismo (fiebre, inflamación, heridas, etc). Cuando el paciente "no tiene nada" es un
"neurótico"; una versión de esta afección que viene manteniéndose aún hoy en día, pues existen
profesionales de la medicina que siguen realizando este diagnóstico "por exclusión".
La vertiente "positiva" se inicia con Charcot, cuando habla de una supuesta "lesión dinámica"
y la seguimos hallando en el intento de localizarla en distintos órganos, hablándose propiamente de:
neurosis cardiaca, gástrica, etc; son las llamadas "neurosis de órgano" u "organoneurosis". Siempre
ha sido más fácil atenerse a lo observable del cuerpo que a lo "inobservable" del psiquismo.
La culminación de la versión "positiva" la hallamos en Freud quién, con el instrumento
psicoanalítico usado como método de investigación de la vida mental, la define por su etiología y por
sus síntomas. Desde la primera, la entiende como una afección "psicógena", quiere decir que sus
manifestaciones pueden explicarse por una etiología inconsciente y, respecto a los segundos, la
asocia a la angustia y las correspondientes medidas defensivas que se toman para protegerse de
ella. También es mérito del vienés ir reuniendo bajo la rúbrica de "neurosis" diferentes síntomas un
tanto dispersos hasta entonces, como son: obsesiones, preocupaciones por la salud, fobias,
manifestaciones seudoneurólógicas, etc; trátase de una agrupación que ha llegado intacta hasta
nuestros días y, tanto es así, que conforma el mayor contingente de la psiquiatría (2).
Llegados a este punto de sistematización se produce un movimiento involutivo,
protagonizado por la psiquiatría estadounidense, que liquida la unidad lograda con gran esfuerzo,
eliminando el término "neurosis"; esto sucede en 1980, con el DSM-III. Se vuelve entonces al
estado anterior de dispersión y a realizar diagnósticos aislados, sin cohesión alguna y según el
síntoma predominante (t. fóbico, t. ansiedad generalizada, TOC, t. de conversión, . . . ), conformando
una especie de catálogo interminable y disperso.
Un problema paralelo consiste en que la psiquiatría contemporánea, al proponer estas
categorías, ha desubjetivado al enfermo, el cuál queda excluido como persona y reducido a mero
órgano cerebral. Un aspecto que se torna ambivalente para muchos especialistas pues pretenden, al
mismo tiempo, apoyar psicológicamente al paciente lo que implica, en cierto modo, reconocer que
tiene "mente".
La pretensión que nos guía en esta ocasión consiste en aproximarnos al funcionamiento de la
subjetividad neurótica, intentando definir sus características más sobresalientes pero, para
conseguirlo, hemos de pensar la neurosis como una "estructura" en la que el síntoma es un
componente más de la organización funcional y no necesariamente el más importante. Resta añadir
que lo expuesto en las páginas siguientes no es un mero producto de una especulación, sino de la
observación atenta de quiénes nos consultan y de la reflexión posterior, que se sostiene en las
sesiones de psicoterapia que mantenemos con ellos. En estos encuentros se pone de manifiesto,
además, la demanda que los neuróticos hacen a la medicina actual, a saber: que el médico les
reconozca en cuanto personas y pueda, sobre esta base, ayudarlos a vencer el sufrimiento que les
hace consultar, a ser posible por medios "naturales", mediante la escucha de sus malestares. Que
nuestra especialidad tenga o no mala prensa entre esta población depende directamente de si se
respetan estas dos premisas que ellos tienen bastante claras.
2. SUPUESTOS PREVIOS
2. 1. La neurosis como "estructura"
Afortunadamente, los clínicos contamos hoy en día con una corriente paralela de
pensamiento que se separa del "atomismo", planteamiento este último que guía las clasificaciones
internacionales. Se trata de una pretensión inaugurada por Lacan (3), de la que vamos a dar buena
cuenta seguidamente.
Tanto la definición freudiana, como la de la psiquiatría (anterior a 1980), se aproximan al
modelo de una "neurosis clínica", montada sobre uno o varios síntomas, muy en sintonía con el
saber médico. Pero, parece que el campo de la neurosis resulta bastante más extenso que las
manifestaciones puramente sintomáticas, pues hallamos neuróticos que quedarían fuera al no
presentar síntomas tan definidos. Son aquellos que muestran cualquiera de las siguientes
características: inseguros, dramáticos, dubitativos, timoratos, retraídos, hipersensibles, intolerantes
con la frustración, inhibidos, bloqueados, miedosos, etc, y que las clasificaciones al uso introducen
en los "trastornos de la personalidad" (4, 5). Algunos autores, como Reich y Glover, hablaron de
"neurosis de carácter" en estos casos.
Sobre esta base, Lacan (3) vuelve a la unificación y levanta un edificio imponente, que es el
relativo a las "estructuras clínicas", sustentándose en la "estrategia estructural". Esta pretende
negar la existencia de datos sueltos y buscar las leyes que gobiernan la reunión de elementos
aparentemente dispersos entre sí. Dichas leyes no son objetos de la experiencia inmediata, al no ser
datos observables directamente, sino que hay que realizar un esfuerzo intelectual para poder
captarlas. El rasgo más importante del análisis estructural, al decir de Lévi-Strauss (6), consiste en
el descubrimiento de relaciones fijas que persisten sean cuales sean los elementos ubicados en las
posiciones especificadas por una estructura dada. Cualquier componente no interactúa con los
demás sobre la base de propiedades intrínsecas al mismo, sino simplemente en virtud de la posición
que ocupa en la estructura.
Este pensamiento original tuvo la recompensa de definir en nuestro terreno las estructuras
neurótica, psicótica y perversa (7, 8) que, volvemos a repetir, no hay que entenderlas como meras
colecciones sintomáticas, al tiempo que se definen por las oposiciones que generan entre sí (p. ej. la
e. neurótica se opone a la e. psicótica).
2. 2. Aproximación a la "subjetividad"
Cuando se explora al neurótico en la entrevista clínica se intenta dirimir su estado mental, en
cuyo caso se presupone la existencia de una "interioridad", escenario de sus experiencias. Ortega
decía que el hombre vive también una "vida interna" suya, en la que siente, piensa y se plantea
todos los problemas de conocimiento, tanto los del mundo exterior como los de sí mismo.
Precisamente por eso, Wukmir (9) llamó a la psicología "endoantropología", debido a considerarla la
rama de la antropología que se ocupaba del intus.
La subjetividad hay que entenderla como "espacio interior" de carácter virtual por el que
circulan ideas, pensamientos, imágenes, recuerdos, sueños, etc, un material de carácter
representacional con el que se intenta captar a uno mismo y al entorno social, siendo el lugar desde
el que se organiza cualquier sentido posible.
Ahora bien, si la subjetividad resulta algo tan evidente ¿cómo es posible que no sea
considerada en las disciplinas "psi"(psicología, psiquiatría, psicoterapia, psicohigiene,
psicoprofilaxis, . . . )? La respuesta es que no se la piensa como algo objetivable y, en consecuencia, lo
más fácil es negarla. Al respecto sostenemos que un estudio sobre la subjetividad no tiene por qué
ser subjetivo, puede cumplir ciertas exigencias de objetividad.
En la línea expuesta, hablar de "subjetividad" es considerar una localidad psíquica, sin
dimensiones físicas que se corresponde con la impresión de "interioridad". Su captación no tiene por
qué ser subjetiva en tanto que "subjetivismo" se asimila a "perspectivismo". Significa tratar un
asunto o problema desde un punto de vista particular, matizado por los valores y creencias que se
poseen y que, a nivel práctico, se presenta en forma de opiniones. En el Esquema 1 se presentan
estas diferencias.
Para que el conocimiento de la subjetividad no sea subjetivo tenemos que cumplir una serie
de requisitos para captar el material psíquico, que ya hemos presentado en otro lugar al que
remitimos (10) y que pasa por saber registrar adecuadamente el material verbal, evitando cualquier
interferencia de quién hace la observación. Con estos (dos) supuestos estamos ya en condiciones de
definir la subjetividad en la neurosis.
3. LA ORGANIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD NEURÓTICA
3. 1. El precio de la inserción en la cultura
El neurótico se incluye en las directrices que prescribe la cultura a la que pertenece y se
conduce según lo establecido por ellas; de esta manera, y a diferencia de otras estructuras clínicas,
se interesa por el trabajo, crear una familia, desarrollar una profesión, formar pareja, etc. Y en el
empeño que pone en cada terreno sufre, a veces en extremo, por distintas razones: no poder
desempeñar bien las tareas, buscar el reconocimiento por lo realizado, que todo transcurra a la
perfección, que no se produzcan obstáculos, exagera éstos últimos si se presentan, teme el
abandono, necesita amor de los demás, etc. Al no contar con esta misma inserción, los
representantes de otras estructuras clínicas (psicópatas, parafílicos, esquizofrénicos, bipolares, etc)
no muestran esas mismas pretensiones/preocupaciones.
Al ser la cultura algo producido por el hombre crea los principios y directrices que rigen los
comportamientos en sociedad. Estos impiden la libre fluencia de las tendencias naturales que, en
calidad de ser viviente, lleva consigo. Sin embargo, el animal al no atenerse a principio alguno,
desarrolla dichas tendencias sin trabas (p. ej. si tiene delante un rival, lo amenaza y si no huye, lo
mata; si precisa alimento, se lo procura; etc). Freud habló en este sentido del "malestar en la
cultura"(11).
Por tanto, al humano se le va indicando, desde el comienzo de su historia, los cauces por los
que introducir sus necesidades. Se le especifica cómo solucionar las eventualidades que se le
presenten (p. ej. trabajar, procurarse alimento, aparearse, etc) y todo aquello que parece natural,
en realidad no lo es porque se halla mediatizado por prescripciones artificiales (p. ej. saciar el
hambre es necesario, pero no es lo mismo comer en una hamburguesería que hacerlo en un
restaurante de cuatro tenedores, aunque el proceso digestivo sea idéntico).
El síntoma neurótico es el precio a pagar por el sometimiento a las directrices culturales y
resulta de una "composición interna" entre la adecuación a las mismas y la respuesta individual.
Tales preceptos vienen ya dados, están impresos en forma de lenguaje y van a formar parte de lo
que Lacan llama la "Ley" (3).
Por el contrario, la medicina considera que los síntomas (neuróticos) tienen una causa en el
organismo, podemos decir que los entiende como "índices" en el sentido de Peirce (12), algo del
orden natural (ej. el humo asociado al fuego o las ampollas en la piel a la varicela). Pero, el síntoma
se produce psíquicamente como un ardid subjetivo, que salva de la presión que supone satisfacer
fuerzas opuestas: una que proviene del medio y otra de la propia naturaleza.
Jaspers (13), cuando se refiere al síntoma neurótico, habla de un material "comprensible" y
con ello indica que podemos entenderlo con tal de esperar a que la subjetividad se revele y ponga
de manifiesto sus claves, lo que él denomina "conexiones de sentido". Lo comprensible solo es
posible si paciente y médico tienen la misma "lógica", que es la que se desprende de la inserción de
ambos en los mismos procesos semióticos. Geertz (14) definió la cultura como "redes de
significación tejidas por los seres humanos"; son éstas las que posibilitan una coparticipación de
sentido. Dicho de otra forma: el neurótico comparte símbolos con los otros miembros de su
comunidad, lo cuál solo es posible en la medida en que habla y son aquellos los que posibilitan el
sentido compartido.
Las claves que aportan el sentido solo pueden hallarse si se conoce el plano subjetivo del
paciente y la manera de lograrlo es hacer que se exprese y explique sus razones, que son propias e
intransferibles. Pero, es curioso comprobar cómo estas claves se ejecutan de manera automática,
prescindiendo prácticamente de la dimensión consciente.
Por el "efecto subjetividad" ningún síntoma neurótico posee un sentido universal, puesto que
es el producto de la historia singular del sujeto del que se trata. A pesar de sus aparentes
semejanzas, los síntomas neuróticos son singulares en su organización. Aquí surge una pregunta:
¿cómo es posible que existiendo un sentido compartido se produzcan diferentes significaciones
subjetivas de los síntomas neuróticos, a pesar de la monotonía que presentan en la clínica?
Intentaremos responderla después.
3. 2. La asíntota del autoconocimiento
El neurótico muestra una individualidad dentro de la cultura que le envuelve, existiendo
variaciones personales al abordar un mismo asunto. Solo así es posible comprender la diversidad
dentro de un mismo medio y negar la equivalencia entre "subjetividad" y "medio social", una
confusión bastante frecuente, que parece implícita cuando se utiliza la expresión "psicosocial".
Pues bien, ciertos productos de la subjetividad pueden ser conocidos por uno mismo (p. ej.
evocar un recuerdo y recrearse en él) o por los demás, a partir de ciertas manifestaciones externas
(lenguaje, mímica, motricidad, etc). Pero, este conocimiento es parcial en ambos sentidos, ya que
existen "zonas oscuras" que no son evidentes. Esto se debe, básicamente, a que la misma
organización social propicia una manera superficial de comportarse que favorece el desconocimiento
propio. En este sentido, se tiende a que todos los individuos hagan lo mismo y queden clavados en
una imagen a la que aspirar. Esta se halla compuesta de elementos baladíes (vestimenta, consumo,
posesiones, dinero, etc). Se trata de "encantamientos" que prometen la felicidad, que se asumen sin
elaboración alguna. El resorte que mueve a congraciarse con la imago social es la aceptación por
parte del grupo, temiéndose la exclusión. Evidentemente, mientras más acentuado se halla este
temor, se dan mayores intentos de adecuación a la imagen.
Dentro de esta última no entran ciertos aspectos personales que quedan sepultados bajo el
enorme peso de la imagen y esta es, justamente, la mejor forma de quedar atrapado en el
autodesconocimiento. ello es debido a que se excluyen del teatro social ciertos componentes
subjetivos cuya expresión provocarían el rechazo.
Aquí también hay que reconocer una conflictiva particular del neurótico consistente en que,
por un lado, quiere formar parte del grupo y no ser un "bicho raro" pero, por otro, desea ser
"único", ya que ser amado implica serlo en exclusiva; dicho de otra forma, la demanda de amor
implica la particularidad. La aporía está servida: al recubrir de imagen lo que se es, se está
actuando como los demás, aún buscando exclusividad pero, si se mostrara más conforme a lo
"interno" podría alcanzarse el estado al que se aspira pero a costa de la exclusión. Estamos en un
enclave en el que no se muestra, sino que se actúa por apariencia.
3. 3. Subjetividad alienada
Aunque el neurótico crea (y afirme) que se ha hecho a sí mismo, que sus ideas y
actuaciones son originales y que nada las ha determinado, está en un error. En realidad, ese mundo
interno que cree suyo no le pertenece, tratándose de una subjetividad alienada que se siente propia.
Detrás de las producciones subjetivas se descubren los mensajes del Otro que le han
constituido como sujeto y la aportación de este, en tanto lugar que provee símbolos, se encuentra
más allá del control consciente, viene de "otro lugar" fuera de la conciencia.
Ahora bien, ¿cómo es posible que el neurótico crea en su autodeterminación? Hemos de
indicar que el "yo" es el agente que sostiene esta ilusión, que parece completamente verosímil; su
papel es producir autoengaños. Veamos un ejemplo:
* Ej. 1. Uno de nuestros pacientes creía que era militar porque así lo había decidido
en un momento concreto de su vida, "olvidando" que su padre lo posicionó subjetivamente
con sus mensajes cuando le dijo: "Tú vas a ser militar". El descubrimiento de éstos le
produjo una gran sorpresa.
De ahí que, en el neurótico, la subjetividad tiene un origen externo, que el "yo" intenta
rectificar haciendo caer en el autoengaño del "yo soy yo" o "yo me he hecho a mí mismo". En
consecuencia, lo que en realidad determina al sujeto no es una supuesta esencia, sino el conjunto
de símbolos que provienen del Otro. Estos le hacen crear un "Esquema Mental de Vida" (EMV) con el
que establece pautas de desarrollo personal dentro de su medio y de acuerdo con los márgenes que
este le permite. Así las cosas, va a ocupar dentro de aquel un "lugar", que es simbólico y no físico
(como el sillón en que se sienta), es decir determinado por el lenguaje (ej. ser Abogado del Estado,
Inspector de Educación, Profesor de Instituto, Militar, etc).
Lo que afirmamos es completamente lógico: el sujeto no puede determinarse a sí mismo, ni
tampoco otorgarse el sitial que va a ocupar en el seno de la organización social. De ahí que,
podamos decir que el sujeto es producto de la estructura y no al revés, pues no posee una esencia
que lo determine.
Debido a tener que ejecutar lo que se le dijo, el sujeto se halla en continua "división": entre
lo que quiere y lo que quieren los demás, lo que dice y lo que hace, piensa lo mejor pero hace lo
peor, el sacrificio frente a su deseo, se encuentra bien pero llora, cree que puede con todo pero
desfallece, ama y odia, etc. No lo hace queriendo sino que es el resultado de la spaltung subjetiva,
afirmación moderna de aquello que los existencialistas nombraban como el "tributo a la condición
humana".
Ahora bien, los mensajes del Otro, no son entendidos tal y como se produjeron porque no
puede conocerse con absoluta seguridad qué quería decir. Esto provoca un malentendido que
podemos ilustrar con el siguiente caso:
* Ej. 2. Mujer de 30 años, con un problema importante con el papel femenino; es la
única hembra de una fratría compuesta por cinco hermanos. En una de las sesiones
recuerda dolorosamente cómo su madre le decía: "tienes que atender a tus hermanos" y, en
el momento en que llegaban a casa, tenía que ponerles la comida, lavar sus platos, etc.
Creía que, cuando la madre dijo aquello, era porque pensaba que "los hombres eran
superiores a las mujeres" y se le instó a que comprobara si era así hablando con ella. Una
vez preguntada la madre le respondió algo que la dejó perpleja, pues reflejaba lo contrario
a lo que ella creía: "los hombres son débiles y las mujeres son fuertes, por eso hay que
estar pendientes de ellos".
Podemos ver que la paciente recibió un mensaje ("atender a los hermanos") y aportó un
significado propio ("quiere decir que las mujeres somos inferiores a los hombres"). La opacidad del
Otro se subsana aportando un significado que completa el sentido, que seguramente no coincide con
la intención previamente atribuida.
3. 4. El mundo objetivo
Estamos acostumbrados a escuchar que el neurótico se encuentra en la "realidad", mientras
que el psicótico no. Se dice, al mismo tiempo, que existe una realidad "consensuada" y con ello se
da a entender que la realidad es "lo que vemos" (ej. si miro un árbol o a la luna, sé que existen
porque los percibo).
Pero, esta concepción "perceptiva" de la realidad es un tanto ingenua porque atiende a algo
demasiado obvio, cuando las relaciones humanas son bastante complejas. Más allá de eso, cabe
entender la realidad como un "principio": el "principio de realidad" y con ello entendemos que se
trata de un producto mental, una construcción mental, y no el simple percipi.
Los objetos no se captan de manera aislada, sino en un conjunto de relaciones y en conexión
con quién los capta. Así las cosas, hablar de realidad, más que hablar de objetos "sueltos" es la
captación que hace alguien de su mundo y especialmente el lugar que ocupa en el entramado social
(ej. soy carpintero, tengo una hipoteca, estoy casado, etc). De ello se desprende la intelección de
las ventajas/inconvenientes que me otorga mi posición y cómo esta se aleja o acerca a mi EMV y de
la captación de las posibilidades de evolución/estancamiento en la posición que ocupo, la cuál es
fuente para mí de restricciones.
Se trata de la interiorización del lazo social, de su subjetivación, lo que me hace estar en la
realidad. Un proceso de creación que se realiza a lo largo del desarrollo, que puede producir
conflictos (p. ej. entre lo que soy y lo que me gustaría ser).
3. 5. El escape mediante la fantasía.
Vivir en una comunidad implica limitaciones y estas se encuentran asociadas al sitial que se
ocupa y a los inconvenientes que se desprenden del mismo, junto con las que se desprenden del
propio contacto con los demás. Ante tales limitaciones el neurótico tiene una forma de escapar:
mediante la fantasía. Con su participación organiza mentalmente mundos posibles por fuera de los
inconvenientes de la posición que ocupa en su medio.
El neurótico, mediante la fantasía no solo escapa a las cortapisas, sino que intenta alcanzar
un estado de completud que su propia realidad jamás podría ofrecerle. Resulta obvio, dado que en la
realidad siempre falta "algo" para realizarse conforme al deseo. En cambio, la fantasía lo realiza
plenamente. Esta última se forma a partir de los retales de la realidad, pero añadiendo aquello que
le falta y anulando la propia falta.
Al mismo tiempo, el neurótico construye una (auto)biografía que no resulta conforme a los
hechos acaecidos, sino que se trata de un ordenamiento subjetivo de aquellos y de una lectura
propia de los mismos. De ahí que en la biografía el imaginario tenga un papel muy destacado.
También aquí la fantasía completa aquello que falta y crea explicaciones, a veces inverosímiles, de
por qué sucedieron las cosas de tal forma (ej. "soy débil porque mi padre me pegaba mucho",
"siempre estoy cansada porque soy como mi madre"). Se constituye entonces una narrativa que
singulariza a la persona implicada y la coagula en el relato que insiste y se repite hasta la saciedad
porque contiene una serie de convencimientos que explican ideas y actuaciones.
3. 6. El "Colapso objetivo" del neurótico
La fantasía en la neurosis no es tan solo un recurso para escapar al dolor de pertenecer a un
medio (social) que frustra, sino que llega a superponerse a la realidad contaminándola con sus
producciones (15, 16). ello ocasiona importantísimas desviaciones en la captación de la realidad
misma, recibiéndose un producto que es conforme a lo deseado.
Para conseguirlo, el "yo" se vale de artimañas para hacer un puente con la realidad misma:
eliminando ciertos elementos contrarios a lo anhelado, añadiendo otros nuevos, interpretando
sucesos según guiones subjetivos, buscando situaciones que confirman, etc. La ilusión es perfecta.
De ahí se sigue que no hay "objetividad" en la neurosis, sino solo la aspiración a lograrla.
Creer en la objetividad aquí es aproximarse a un "ideal" imposible de lograr; esto se produce incluso
en aquellos casos en que el paciente piensa que se desenvuelve en la realidad, como es el caso del
obsesivo. Veamos un caso:
* Ej. 3. Varón de 46 años. Tiene la idea de que es "muy realista" y, sin embargo,
cuando se explica en la consulta se observa que no es tan objetivo como él cree. Por el
contrario, es una persona bastante pesimista que busca aquellas situaciones que confirman
que la vida es "horrible". Se descubre que: no celebra las cosas buenas que le pasan y ni
siquiera las reconoce, desaparece de aquellas reuniones en las que podría disfrutar,
conduce sus pensamientos y su discurso hacia los sucesos desagradables que ha vivido,
etc.
Este efecto de la subjetividad neurótica podemos denominarlo "colapso objetivo", debido a
que sus producciones (imaginarias) contaminan el medio que le rodea y, en consecuencia,
selecciona, deforma e interpreta cuanto está a su alrededor de una forma particular, propia de él.
Con el título de "colapso objetivo" intentamos indicar que el propio deseo triunfa impidiéndole la
objetividad o creyendo que el propio material subjetivo es acorde con la realidad.
El tratamiento psicoterapéutico de estas personas les ayuda a desarrollar sus capacidades y a
realizar una evolución en su propia línea, pero también a aceptar sus limitaciones y a reescribir su
historia. La consecuencia favorable va a ser poner ciertas cortapisas al "colapso objetivo" que le
caracteriza como estructura.
4. CONCLUSIONES
Del término "neurosis" propuesto por Cullen, retomado después por Pinel y popularizado por
Charcot, poco queda ya. Su desaparición, como por arte de magia de la nosografía, ha supuesto un
retroceso debido a que volvemos a la dispersión más que a la unificación, una directriz esta última
que tiene una larga historia en nuestra especialidad. Basta con recordar el esfuerzo de Emil
Kraepelin al introducir en la "demencia precoz" cuadros clínicos hasta ese momento separados o el
del mismísimo Freud en el terreno de la neurosis.
La consecuencia se deja sentir rápidamente, pues aparecen clasificaciones interminables en
las que el síntoma, separado de cualquier organización subjetiva, se convierte en el leit motiv y lo
demás no interesa. Se sigue así una forma de pensar atomista que pretende ser científica, de donde
surge una pregunta: ¿cómo puede pasar por científica una disciplina que desprecia la mayor parte
del objeto observado? No hay excusas para eliminar una parte tan importante de la realidad,
tratándose de una actitud que, en sí misma, se parece bastante a aquellas que antes hemos
expuesto para la neurosis: aquello que no me interesa o no me cuadra, no existe para mí.
Sin embargo, aquí hemos seguido un camino diferente, que comienza retomando el concepto
de "neurosis", para después entenderlo como una "estructura". De este modo, se superan dos
escollos: a) la separación entre neurosis "con síntomas" y "sin síntomas" y b) la eliminación del
sujeto. La base se encuentra en la estrategia estructural que rechaza de plano la existencia de datos
directamente observables, esto es aislados del contexto en el que se dan; trátase de una línea que
se opone al empirismo exagerado que colecciona datos y aplica estadísticas, soporte de las
clasificaciones al uso.
Lo que hemos propuesto no está exento de riesgos, ya que va en contracorriente con las
directrices científicas (¡?) que dominan las ciencias "psi" (desprecio hacia la subjetividad por no ser
observable, rechazo de la estructura a favor de datos sueltos cómodamente coleccionables, etc).
Posiblemente vayamos en contra de las directrices actuales, sí, pero a favor de los pacientes quiénes
solicitan una y otra vez su reconocimiento como personas por parte de los médicos. Esto
únicamente puede conseguirse con la escucha y no estando tan pendientes de ponerles una
etiqueta.
Aquello que diferencia al humano como especie es precisamente su capacidad para crear una
cultura y, en consecuencia, ningún pueblo vive en estado de "naturaleza" como el animal, como
demostró Lévi-Strauss (6). ello plantea el problema de qué hacer con las tendencias naturales, pues
tienen que ser canalizadas de modo artificial (ej. la comida ha de conseguirse previo pago, existen
reglas de unión sexual). Para el neurótico las directrices culturales son ineludibles y, como
consecuencia, ha de someterse a una Ley simbólica que tiene una sintaxis lógica propia. El síntoma
neurótico deviene de cómo se integran subjetivamente los preceptos y qué hacer con las tendencias
naturales, armonizándose con ellos, aunque se trate de un matrimonio imposible.
Los requerimientos al neurótico, al mismo tiempo, implican exigencias cuyo cumplimiento se acompaña
de reconocimiento, entonces puede temer no realizarlas bien, dudar qué hacer, no sentirse capaz de
ciertos logros, etc; que así sea aporta al síntoma neurótico su nota de "comprensibilidad"
jaspersiana (13).
De todas maneras, la comprensibilidad está del lado del médico, dado que el paciente no
conoce la mayor parte de sus claves subjetivas que, diremos son inconscientes. Queda claro,
además, que existe un autodesconocimiento propiciado por el "yo", debido a que ciertas
producciones subjetivas pueden desalojarlo de su "peana". Recordemos que el "yo" tiende a la
complacencia y autoestima; Lacan (17) identificó al yo, siguiendo a Freud (18), como el componente
narcisista por excelencia del aparato psíquico. Basta con pensar en toda esa cadencia que sigue a la
palabra ego: egoísmo, egolatría, egocentrismo, . . . y que ha confundido a muchos clínicos que han
hecho de él el centro del aparato mental; se ha llegado incluso a acuñar términos un tanto
desviados de su función (egostasis, egosíntesis, ego sano, función diacrítica del yo, . . . ).
El "yo" al neurótico le produce la impresión de autodominio y tampoco es algo cierto. Más allá
de eso, la subjetividad se caracteriza por la alineación, algo que se intenta borrar para hacer pasar
por mérito propio lo que, evidentemente, se ha recibido del Otro. Volvemos a encontrar en el "yo" el
agente de la ilusión de autodeterminación. Hasta aquello que aquí hemos llamado EMV, que se
comporta como una brújula en el medio pues da lugar a prioridades de actuación, proviene de la
determinación del mensaje del Otro.
La realidad no puede entenderse como el "dato suelto" percibido, el "objeto aislado", sino en
sentido pragmático como "situación vivida" o conjunto de elementos en interacción por un contexto
significativo. Esta situación está regulada por leyes simbólicas que otorgan a la persona un "sitio"
también legislado, que puede alejarse más o menos del EMV. Pero, en el binomio sujeto/situación-1115º Congreso Virtual de Psiquiatria. com.
sitial se producen muchos desencuentros que el neurótico procura restañar mediante la fantasía.
Con ella se fabrican "mundos posibles", aquellos de los que Leibniz habló, pero el gran filósofo se
equivocó al afirmar que el mundo en el que vivimos es "el mejor de los posibles". No es cierto, si no,
que se lo pregunten al neurótico, quien piensa que el "mejor" de todos solo esta en la fantasía
porque ésta rellena todas las posibles fisuras de su realidad.
Lo que aquí hemos denominado "colapso objetivo" alude a que la vida del neurótico aparece
modelada, organizada por la actividad fantaseadora y tanto es así que, incluso, se halla detrás de
sus síntomas. Pero cuidado porque tenemos que hacer dos salvedades: a) cuando hablamos de
fantasía no siempre tiene un talante triunfador, como cuando se dice "voy a conseguir todo lo que
me proponga", sino que puede ser "penosa", como se registra en "jamás tuve en mi vida un
momento agradable"; en el segundo caso también se trata de fantasías neuróticas y b) no hay que
pensar que toda producción fantasiosa tiene un talante negativo, pues muchas veces puede
asociarse al aspecto creador (15, 16). En cualquier caso destacamos que, en la neurosis, la fantasía
se superpone a la realidad haciendo que la aproximación a la misma sea subjetiva, dando lugar a
una funcionalidad particular en esta estructura. Se trata de un papel en el que ya había reparado
Anatole France, cuando dejó escrito que: "sin la fantasía, la humanidad moriría de desesperación o
de aburrimiento".
BIBLIOGRAFÍA
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14. Geertz C. Interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa, 1988.
15. García Arroyo JM. psicología y psicopatología de la fantasía (parte I). Alcmeon, Rev Arg
Clin Neuropsiquiatr (actualmente en prensa).
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18. Freud S. Introducción al narcisismo. En Obras Completas (Vol. 2). Madrid: Biblioteca
Nueva, 1981.
SUBJETIVIDAD
SUBJETIVISMO
------------------------------------------------------Espacio interior,
Perspectiva personal de
donde el sujeto
alguien sobre el mundo
experimenta distino sobre los demás.
tos fenómenos
(recuerdos, ideas,
sentimientos, . . . ).
Se expresa en forma
de palabras que son
isomórficas al estado interior.
Supone una interpretación
propia de cuanto acaece.
Se revela en la
espontaneidad de
la expresión.
Se trata de un juicio de
valor sobre algo (p. ej.
sobre lo dicho).
Tiene que ser captada científicamente
(problema de
metodología)
No tiene nada que ver con
la ciencia y a veces forma
parte del conocimiento
popular (el bulo, el comentario, la crítica, . . . )
-------------------------------------------------------Figura 1
-1315º Congreso Virtual de Psiquiatria. com. Interpsiquis 2014
www. interpsiquis. com - Febrero 2014
Psiquiatria. com
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