El propósito de esta conferencia es diferenciar los actos criminales articulados desde la posición subjetiva de quien comete el acto, de este modo vamos a ocuparnos de los rasgos de perversión de presencia regular en todas las neurosis que impulsan algunos actos criminales cuando el sujeto neurótico toma la vía delictiva para la satisfacción de sus pulsiones agresivas y de la posición perversa y su articulación con el acto criminal perverso.
RESUMEN:
El propósito de esta conferencia es diferenciar los actos criminales articulados desde la posición
subjetiva de quien comete el acto, de este modo vamos a ocuparnos de los rasgos de perversión de
presencia regular en todas las neurosis que impulsan algunos actos criminales cuando el sujeto
neurótico toma la vía delictiva para la satisfacción de sus pulsiones agresivas y de la posición
perversa y su articulación con el acto criminal perverso.
1. Introducción
Se trata en este escrito de diferenciar los rasgos de perversión de presencia regular en las neurosis
respecto a las satisfacciones pulsionales de la posición perversa cuya causa reside en el mecanismo
psíquico de la desmentida. Luego se establecen los tipos de perversiones y se realiza un pequeño
recorrido histórico para ubicar la aparición de los libertinos, figuras que encarnarían la posición del
perverso en su época evidenciando las modalidades de goce imperantes en sus prácticas. Pero con
la intención de actualizar la perversión y su relación con los crímenes actuales se ha elegido articular
el acto perverso con los actos violentos ejercidos en el marco del conflicto armado colombiano
desplegado en cinco regiones del Caribe Colombiano. Los relatos de los sujetos participantes en la
investigación que soporta este artículo, hacen posible ilustrar los efectos de las acciones perversas
sobre la subjetividad de la víctima.
2. Referentes teóricos
1. Satisfacciones pulsionales perversas en la sexualidad
El mantenimiento de las pulsiones dentro de las fronteras consideradas normales depende de los
diques que circunscriben las pulsiones entre ellos el asco, la vergüenza y la moral que representan
barreras frente a lo irrefrenable del empuje pulsional . Dichos diques se erigen desde la infancia
como protección y se esperaría que se activen antes que las pulsiones tomen mayor intensidad, esto
ocurre en la mayoría de los sujetos con excepción de los perversos.
No obstante lo anterior, subsisten en las neurosis rasgos de perversión que se conjugan de modo
regular con formas variadas de satisfacción sexual, o se hacen manifiestas en tendencias criminales
o delictivas, en las cuales sin embargo es posible advertir la existencia de límites. Por esto afirma
Freud que "la neurosis es, en cierto modo, un negativo de la perversión" (Freud, S. 1905) puesto
que el neurótico reprimiría lo que el perverso ejecuta en actos. Estas inclinaciones perversas en las
neurosis van, en algunos casos,
acompañadas de culpabilidad y moralidad por esto pueden
trasformarse en síntomas o mantenerse en el campo de las fantasías. Rara vez hay una paso al
acto de tales contenidos imaginados. Por cuanto opera en los neuróticos una suerte de moralidad
que conlleva consideraciones hacia el otro que faltarían en los sujetos perversos.
Estos rasgos perversos en los neuróticos se manifiestan en el campo de lo sexual bajo la forma de
1) trasgresiones anatómicas respecto de las zonas del cuerpo destinadas a la unión sexual, o 2)
demoras en relaciones parciales con el objeto sexual (Freud, S. 1905), pueden encontrarse en
personas que no manifiestan en otro campo de su existencia inclinación perversa alguna, es decir
que sus rasgos perversos permanecen circunscritos al ámbito de lo sexual, mientras que la posición
perversa puede realizarse en éste o en otros aspectos de la vida del sujeto.
Respecto a las satisfacciones pulsionales puede presentarse las siguientes particularidades
el
cambio de vía del objeto de satisfacciones: en el trastorno hacia lo contrario bajo dos modalidades:
1) la vuelta de la actividad a la pasividad y 2) la
trasformación del amor en odio. Ejemplos del
primer proceso: la sustitución de la actividad por la pasividad - lo brindan los pares de opuestos
sadismo-masoquismo y placer de ver-exhibirse. El trastorno se relaciona sólo con las metas de la
pulsión; la meta activa -martirizar, mirar- es remplazada por la pasiva -ser martirizado, ser mirado. En cuanto al par de opuestos sadismo-masoquismo, la transformación puede presentarse del
siguiente modo: El sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a
otra persona como objeto. Luego este objeto es resignado y sustituido por la persona propia. Con la
vuelta hacía la persona propia se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en
una pasiva. En el caso de los neuróticos obsesivos la pulsión sádica se comporta de este modo
tornándose en automartirio, y reproches pero no llega hasta el masoquismo. Continúa el proceso
con la búsqueda de otra persona que toma el papel de agente de la acción sádica sobre el sujeto
sometiéndolo a sus agresiones (Freud, S. 1905).
El sadismo comporta no sólo la destrucción del objeto sino también acciones de humillación,
juzgamiento y actos para infligir dolor. En la infancia dicha pulsión agresiva no se propone causar
dolor, sólo destruir o eliminar el objeto sin embargo cuando esta pulsión agresiva se conjuga con lo
sexual las sensaciones de dolor, como otras sensaciones de displacer, desbordan sobre la excitación
sexual y producen un estado placentero en aras del cual puede consentirse aún el displacer del
dolor. Una vez que el sufrir dolores se ha convertido en una meta masoquista, puede surgir la meta
sádica de infligirlos (Freud, S. 1915).
Produciendo dolor en el otro, uno mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el
objeto que sufre. Desde luego, en ambos casos no se goza del dolor mismo, sino la excitación sexual
que lo acompaña. El gozar del dolor sería, por tanto, una meta originariamente masoquista (Freud,
S. 1915)
La indagación del otro par de opuestos: el de las pulsiones que tienen por meta, respectivamente,
el ver y el mostrarse -«Voyeur» y exhibicionista trasformación del sadismo en masoquismo; aunque la
muestran un proceso similar al de la
pulsión de ver por ser en su origen
-3-
autoerótica tiene su objeto en el cuerpo propio. Solo más tarde el cuerpo es permutado por un
objeto análogo en el cuerpo de otro sobre el cual se ejerce la actividad de mirar.
Luego
se
produciría la renuncia al objeto que se mira y la pulsión se volcaría de nuevo sobre el propio cuerpo.
De modo que la pulsión ahora tiene por meta ser mirado. El proceso concluiría con la inserción
de un nuevo agente al que uno se muestra a fin de ser mirado por él. (Freud, S. 1905)
Apenas puede dudarse que la meta activa aparece también más temprano que la pasiva, el mirar el
propio cuerpo y a otros, precede al ser-mirado" (Freud, S. 1905). Una etapa previa semejante
faltaría en el sadismo, que desde el comienzo se dirige a un objeto ajeno.
"Para los dos ejemplos de pulsión aquí considerados vale esta observación: la mudanza pulsional
mediante trastorno de la actividad en pasividad y mediante vuelta sobre la persona propia nunca
afecta, en verdad, a todo el monto de la moción pulsional. La dirección pulsional más antigua,
activa, subsiste en cierta medida junto a la más reciente, pasiva. . . Todas las etapas de desarrollo de
la pulsión (tanto la etapa previa autoerótica cuanto las conformaciones finales activa y pasiva)
subsisten unas junto a las otras" (Freud, 1915) y se muestran de modo regular y alternante en el
ejercicio de la sexualidad.
2) La mudanza de una pulsión en su contrario sólo es observada en un caso: la trasposición del
amor en odio. El yo se encuentra al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones, y
es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. Llamamos narcisismo a ese estado, y
autoerótica a la posibilidad de satisfacción (Freud, S. 1914)
El objeto es aportado al yo desde el mundo exterior en primer término por las pulsiones de
autoconservación puesto que requiere del otro, de sus cuidados y alimentos para poder subsistir,
esta dependencia del otro puede dar sentido al odiar en tanto habría una relación siempre
tensionante y en desventaja con ese mundo exterior que al bebé se le presenta como hostil y
proveedor de estímulos discordantes que no puede del todo procesar y entender (Freud, 1933).
La indiferencia se subordina al odio, a la aversión, como un caso especial, después de haber
emergido, al comienzo, como su precursora. Lo exterior, el objeto, lo odiado, habrían sido idénticos
al principio. Y si más tarde el objeto se revela como fuente de placer, entonces es amado, pero
también incorporado al yo como haciendo parte del mundo psíquico, de suerte que para el yo, el
objeto coincide nuevamente con lo ajeno y lo odiado (Freud, S. 1914)
A la inversa, cuando el objeto es fuente de sensaciones de displacer, una tendencia se afana en
aumentar la distancia entre él y el yo,
repitiendo el intento originario de huida frente al mundo
exterior emisor de estímulos. Sentimos la «repulsión» del objeto, y lo odiamos; si este odio se
acrecienta surge la inclinación a agredir al objeto, con el propósito de aniquilarlo (Freud, S. 1915).
El yo odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él
en fuente de sensaciones displacenteras. Tanto si estos objetos significan una frustración de la
satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación. Y puede afirmarse que los
genuinos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por
conservarse y afirmarse.
El odio es, como relación con el objeto, más antiguo que el amor; brota de la repulsa primordial que
el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior del cual provienen estímulos discordantes,
confusos que alteran el equilibrio que el yo lucha por mantener en estos primeros tiempos con los
escasos recursos con los que cuenta para autorregularse (Freud, 1933).
2. Tipos de perversiones
Se ha planteado que en la sexualidad del neurótico
hay fijaciones
a determinadas formas de
satisfacción pulsional perversas que se conjugan con la vida sexual, mientras que en la perversión
propiamente dicha hay una reducción, un condicionamiento de cierta exclusividad a un modo de
satisfacción pulsional que es el único que cuenta y de modo definitivo. Este es un aspecto esencial
de la perversión resaltado por Freud y retomado luego por Lacan: el sujeto perverso atado,
congelado, detenido en una forma de satisfacción que pasa a ser única y exclusiva (Freud, S. 1933)
(Lacan, J. 1962)
El carácter patógeno de la perversión residiría no tanto en el contenido de la meta sexual de la que
se trate sino por su proporción respecto de lo normal y por hacerse extensivo a otros campos
diferentes del sexual hasta el punto que en el ámbito sexual la satisfacción pulsional parcial llega a
sustituir la meta sexual, a suplantarla. Quizá justamente en las más horrorosas perversiones es
preciso admitir la más vasta contribución psíquica a la trasmudación de la pulsión sexual. Entonces
lo patológico estaría en la exclusividad y en la fijación de la perversión (Freud, 1933).
Una práctica sexual es perversa cuando ha renunciado a la meta del comercio sexual entre dos
sexos reconocidos como diferentes, y persigue como único propósito la obtención de satisfacción con
o sin el consentimiento del objeto. El acto perverso busca borrar la diferencia entre los sexos, la cual
hace posible el encuentro entre dos sujetos sexuados en sus diferencias y en su falta de
complementariedad. Todo acto perverso sería una tentativa desesperada y siempre repetida de
trasformar el horror que al perverso le generan la falta de satisfacción tan propia de los neuróticos y
la castración en un goce desenfrenado que desubjetiva al objeto al cual dirige su acción. Crea un
escenario en el cual hay complementariedad puesto que el perverso en lo imaginario cree que su
objeto goza aún a pesar de su voluntad, de sus prejuicios, de sus deseos, de su cuerpo y el perverso
se haría el instrumento de este goce que busca producir (Nominé, B. 2000) de modo variado según
el tipo de perversión.
Fetichismo
Un aspecto totalmente particular ofrecen los casos en que el objeto sexual normal es sustituido por
otro que guarda relación con él, pero es completamente inapropiado para servir a la meta sexual
normal. El sustituto del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada a un
fin sexual -el pie, los cabellos-, o un objeto inanimado que mantiene una relación demostrable con la
persona sexual, preferiblemente con la sexualidad de ésta -prendas de vestir entre ellas la ropa
interior y partes del cuerpo - (Freud, S. 1905) .
El caso patológico sobreviene sólo cuando la aspiración al fetiche se fija, y remplaza a la meta
sexual, implicando que el fetiche se desprenda de esa persona determinada y pase a ser un objeto
sexual por sí mismo. Estas dos condiciones se requieren para determinar el fetichismo como
perversión y no como haciendo parte del ejercicio sexual normal. En la elección del fetiche se
manifiesta la influencia persistente de una impresión sexual recibida casi siempre en la primera
infancia. . . En otros casos es una conexión simbólica de pensamientos, las más de las veces no
conciente para el individuo, la que ha llevado a sustituir la persona por el fetiche pero también dicho
simbolismo parece dependiente de vivencias sexuales de la infancia (Freud, S. 1905)
El Fetiche es descrito como un sustituto del pene pero no es el sustituto de uno cualquiera, sino de
un pene determinado, muy particular, que ha tenido gran significatividad en la primera infancia,
pero se perdió más tarde: el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el
varoncito ha creído y al que no quiere renunciar. Normalmente
debiera ser resignada esta
aspiración, pero justamente el fetiche está destinado a preservarla de su sepultamiento en la vida
psíquica (Brouse, M. 1989).
El proceso de conservación de la imagen de una madre fálica, completa se produce gracias a la
escotomización de la percepción real de falta de pene en la mujer. El perverso no borra la realidad
de la castración femenina en el sentido en que lo haría un psicótico, en lo conciente sabe que la
mujer en efecto está castrada y esa realidad no puede negarla pero en lo inconciente reemplaza esa
percepción de ausencia de pene en la mujer por un objeto que deviene ahora su fetiche (Freud,
S. 1927). La escotomización de la percepción respondería a la fijación del perverso al instante
anterior en que su mirada observa la castración, es decir conserva la percepción anterior a la
captación real de la falta. (Nominé, B. 2000)
Para la instauración del fetiche es necesaria la suspensión de un proceso, semejante a la detención
del recuerdo en la amnesia traumática también en aquella el interés se detiene como a mitad de
camino; acaso se retenga como fetiche la última impresión anterior a la traumática, la ominosa.
"Entonces, el pie o el zapato -o una parte de ellos- deben su preferencia como fetiches a la
circunstancia de que la curiosidad del varoncito fisgoneó los genitales femeninos desde abajo, desde
las piernas; pieles y terciopelo -esto ya había sido conjeturado desde mucho antes- fijan la visión
del vello pubiano, a la que habría debido seguir la ansiada visión del miembro femenino; las prendas
interiores, que tan a menudo se escogen como fetiche, detienen el momento del desvestido, el
último en que todavía se pudo considerar fálica a la mujer (Freud, S. 1927)
La argumentación de Freud sobre el proceso por el cual acontece la formación de fetiche implica
entonces que la percepción permanece y se emprende una acción muy enérgica para sustentar su
desmentida. No es correcto que tras la observación de la mujer el niño haya salvado para sí su
creencia en el falo de la madre. La ha conservado, pero también la ha resignado. El
yo ha
desmentido un fragmento sin duda sustantivo de la realidad, la castración de la mujer; pero gracias
al mecanismo de la desmentida coexisten en lo psíquico ambas concepciones: la de la mujer fálica
acorde al deseo y de la mujer castrada acorde a la realidad renegada (Freud, S. 1927).
"En el conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la intensidad del deseo contrarío se ha
llegado a un compromiso como sólo es posible bajo el imperio de las leyes del pensamiento
inconciente -de los procesos primarios- Sí; en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero este
pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha remplazado; fue designado su sustituto (el
fetiche) , por así decir, que entonces hereda el interés que se había dirigido al primero. Y aún más:
ese interés experimenta un extraordinario aumento porque el horror a la castración se ha erigido un
monumento recordatorio con la creación de este sustituto" (Freud, S. 1927).
Como estigma de este proceso permanece la enajenación respecto a los reales genitales femeninos
que no falta en ningún fetichista (Freud, S. 1927).
El
fetiche perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección
contra ella y le ahorra al fetichista el devenir homosexual, en tanto presta a la mujer aquel carácter
por el cual se vuelve soportable como objeto sexual al mantenerla como fálica (Nominé, B. 2000)
"En casos muy refinados, es en la construcción del fetiche mismo donde han encontrado cabida
tanto la desmentida como la aseveración de la castración. Así en un hombre cuyo fetiche consistía
en unas bragas íntimas, como las que pueden usarse a modo de malla de baño. Esta pieza de
vestimenta ocultaba por completo los genitales y la diferencia de los genitales. Según lo demostró el
análisis, significaba tanto que la mujer está castrada cuanto que no está castrada, y además
permitía la hipótesis de la castración del varón, pues todas esas posibilidades podían esconderse
tras las bragas, cuyo primer esbozo en la infancia había sido la hoja de higuera de una estatua. Un
fetiche tal, doblemente anudado a partir de opuestos, se sostiene particularmente bien, desde
luego" (Freud, S. 1927).
En la vida posterior, el fetichista cree gozar todavía de otra ventaja de su sustituto genital pues
como los otros no disciernen la significación del fetiche no lo rehúsan siendo accesible con facilidad y
resultando cómodo obtener la satisfacción ligada con él (Freud, S. 1927).
En otros casos, el sostenimiento de las dos versiones femeninas obedece a aquello que el fetichista
hace -en la realidad o en la fantasía- con su fetiche. Lo trata con actitudes tiernas u hostiles: en
tanto prime la desmentida lo adora pero cuando se impone la admisión de la castración lo
detesta- (Brouse, M. 1989)
voyeurismo y exhibicionismo.
El
placer de ver se convierte en perversión cuando: a) se circunscribe con exclusividad a los
genitales; b) se une a la superación del asco (voyeur: el que mira a otro en sus funciones
excretorias), o c) suplanta a la meta sexual normal, en lugar de servirle de preliminar. Este último
caso es, marcadamente el de los exhibicionistas, quienes enseñan sus genitales para que la otra
parte les muestre los suyos como contraprestación.
En la perversión cuya aspiración consiste en mirar y ser mirado la meta sexual se presenta en doble
configuración, en forma activa y pasiva.
Sadismo y masoquismo.
Sadismo y masoquismo ocupan una posición particular entre las perversiones, pues la oposición
entre actividad y pasividad que está en su base pertenece a los caracteres universales de la vida
sexual. La historia de la cultura humana nos enseña, fuera de toda duda, que crueldad y pulsión
sexual se co pertenecen de la manera más estrecha. Ahora bien, la propiedad más llamativa de esta
perversión reside en que su forma activa y su forma pasiva habitualmente se encuentran juntas en
una misma persona. El que siente placer en producir dolor a otro en una relación sexual es capaz
también de gozar como placer del dolor que deriva de unas relaciones sexuales. Un sádico es
siempre también al mismo tiempo un masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la perversión,
el pasivo o el activo, puede haberse desarrollado en él con más fuerza y constituir su práctica sexual
prevaleciente.
La inclinación a infligir dolor al objeto sexual y su contraparte es no solo las más frecuentes sino
también la más importantes perversión. Fue aislada Krafft-Ebing en sus dos conformaciones, la
activa y la pasiva, como sadismo y masoquismo. Placer por el dolor, la crueldad, . . . el placer por
cualquier clase de humillación, maltrato y sometimiento como condición exclusiva de la satisfacción
(Freud, S. 1905).
La sexualidad de la mayoría de los varones exhibe un componente de agresión, de inclinación a
sojuzgar, cuyo valor biológico quizá resida en la necesidad de vencer la resistencia del objeto a la
penetración. El sadismo respondería a un componente agresivo de la pulsión sexual, componente
que se ha vuelto autónomo, exagerado, que se ha erigido como único y exclusivo para la obtención
de la satisfacción gracias al mecanismo de descentramiento (Freud, S. 1905)
El masoquismo responde al condicionamiento de la satisfacción al hecho de padecer un dolor físico o
anímico infligido por el agente. En cuanto perversión, el masoquismo parece alejarse de la meta
sexual normal más que su contraparte. A menudo puede reconocerse que el masoquismo no puede
corresponder a una trasformación del sadismo ahora vuelto hacia la persona propia, la cual en un
principio hace las veces del objeto sexual. El análisis clínico de casos extremos de perversión
masoquista nos hace ver la cooperación de una vasta serie de factores que exageran y fijan la
originaria actitud sexual pasiva como son el complejo de castración y el sentimiento inconciente de
culpabilidad (Freud, S. 1914).
El primer planteamiento de Freud argumentaba que lo primario era el sadismo, de modo que el
masoquismo era un sadismo vuelto contra la propia persona, pero veinte años después admite un
masoquismo primario que denomina erógeno relacionado con la feminidad y la moralidad pero que
no se refiere a la perversión masoquista (Freud, S. 1924)
"En el perverso masoquista las escenificaciones reales tienen por contenido ser amordazado, atado,
golpeado
dolorosamente,
azotado,
maltratado
de
cualquier
modo,
sometido
a
obediencia
incondicional, ensuciado, denigrado. Es raro que dentro de este contenido se incluyan mutilaciones. . .
la interpretación más inmediata y fácil de obtener según los casos es que el masoquista quiere ser
tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente, pero, en particular, como un niño díscolo. . .
pero un análisis mas profundo revela que dichas fantasías ubican
al hombre en una situación
característica de la feminidad como ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. La castración o el
dejar ciego, que la subroga, ha impreso a menudo su huella negativa en las fantasías: la condición
de que a los genitales o a los ojos, justamente, no les pase nada. " (Freud, S. 1924)
Por lo demás, es raro que los martirios masoquistas cobren un aspecto tan serio como las
crueldades -fantaseadas o escenificadas - del sadismo. Sin embargo en algunas fantasías el
contenido manifiesto expresa un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona afectada ha
infringido algo -se lo deja indeterminado- que debe expiarse mediante todos esos procedimientos
dolorosos y martirizadores (Freud, S. 1924).
3. La perversión como posición subjetiva
Históricamente podemos aislar el surgimiento de los perversos bajo la forma de los libertinos de los
cuales pueden resaltarse dos tipologías: 1) los libertinos escandalosos del siglo 17, correspondientes
a personas de la nobleza francesa cuyas actos iban en contra del poder de la realeza y de la iglesia.
Gente que organizaba su vida entre el desenfreno sexual y la blasfemia religiosa. Iban a las iglesias,
hacían escándalos, blasfemaban y se burlaban de los predicadores en acciones públicas. Eran
sancionados y detenidos bajo estrictas medidas de seguridad siendo recluidos en 1623 y apartados
de la sociedad por considerarlos peligrosos para el mantenimiento de la vida en comunidad (Brouse,
M. 1989)
2) el libertinaje erudito, crítico o secreto: movimiento que surge en Inglaterra a principios del siglo
18, este grupo era integrado por intelectuales, literatos, sacerdotes, universitarios que en secreto se
reunían y discutían sobre los regimenes políticos, los imperativos religiosos a los cuales se oponían
pero en el ámbito de lo privado. Entre ellos ubicamos al marqués de Sade, su obra es insuperable en
el sentido de lo insoportable de ser expresado en palabras en lo concerniente a la trasgresión de
todos los límites humanos. En ninguna literatura de otros tiempos ni de los presentes hubo obra tan
escandalosa.
Ninguna hirió de modo tan profundo los pensamientos y sentimientos de los hombres. Dice Lacan:
"De hecho, parece que no hubiese atrocidad concebible que no pudiese ser encontrada. . . Hay en él
un desafío a la sensibilidad cuyo efecto es, hablando estrictamente, de estupefacción" (Lacan, J.
1960). No ahorra detalle alguno, describe toda una serie de peripecias del modo como puede
accederse a este goce desenfrenado, que no tiene consideración alguna con el otro y como si fuera
poco agrega una serie de disertaciones y justificaciones de este tipo de conductas, proponiendo
hacer de este tipo de conductas un movimiento social.
Baste referirse, para confirmar esta perspectiva, a la doctrina con que el propio Sade funda el reino
de su principio. Es la de los derechos del hombre. Es porque ningún hombre puede ser propiedad de
otro hombre, ni su patrimonio, por lo que no podría hacer de ello pretexto para suspender el
derecho de todos a gozar del hombre cada uno a su capricho y antojo. El hombre en tanto es libre
tiene la libertad de gozar del otro del modo que le plazca; de modo que este goce impúdico es
enunciado en sus obras literarias de modo descarnado y cruel (Lacan, J. 1962)
El dolor provocado a la víctima es esencial igual que la humillación, la denigración al hacerla objeto
de todos los vejámenes imaginables lo que se traduce en un desprecio por toda consideración de
esa criatura humana que es tomada como un objeto, como un juguete sexual en el cual se sacian
todas las tendencias crueles y sexuales (Lacan, J. 1960).
Las víctimas en su mayoría mujeres hermosas, púdicas, inocentes son educadas o sometidas a una
renuncia de los límites morales, religiosos que implican la superación de los prejuicios existentes:
esto puede ilustrarse en el texto Sadiano "la filosofía del tocador" que propone como máxima
universal "el derecho de gozar de cualquier prójimo como objeto de placer sin que ningún límite lo
detenga en el capricho de las sensaciones que le venga en gana saciar en este objeto" (Brouse, M.
1989).
Respecto a la belleza de las mujeres Lacan argumenta dos aspectos por un lado se trataba de
quebrantar, de romper, de destrozar estos cuerpos hermosos; pero también la belleza es modo de
cubrir la muerte puesto que si bien es cierto que "mediante la tortura se busca destrozar esa
belleza. . . ¿que hay detrás de la carne, de la sangre? Nada, la muerte" (Lacan, J. 1960) se busca
mediante la tortura destrozar esa belleza pero de un modo elegante, de tal forma que víctima que
sobrevive a todos los malos tratos conserve sin embargo su carácter atractivo y voluptuoso.
"La exigencia, en la figura de las víctimas, de una belleza siempre clasificada como incomparable
(busca erigirse como una ). . . barrera extrema para prohibir el acceso a un horror fundamental" Es
con la muerte que hay un límite en el goce de Sade puesto que para gozar de la victima esta tiene
que estar viva, tiene que sentir el dolor, la humillación, el desprecio que a ella se dirige; en caso de
morir la víctima se acabarían las opciones de gozar y esto pondría un limite al goce que es lo que el
perverso quiere evitar (Lacan, J. 1962).
La actitud de Sade en su obra indica el acceso al espacio del prójimo de un modo que nos muestra
la posición del perverso, cuya fórmula puede ser enunciada del siguiente modo: "tengo derecho de
gozar de tu cuerpo`, puede decirme cualquiera, y este derecho lo ejerceré sin que ningún límite me
detenga en el capricho de las sensaciones que me venga en gana saciar en él" (Lacan, J. Kant con
Sade, 1962)
Si tiene el derecho de gozar de alguien hasta el límite de su capricho quiere decir hasta la muerte,
esta fórmula implica que cualquiera puede hacer de mí el objeto de su goce; mientras que en la
posición del moralista el límite de lo que puedo hacer con el otro está marcado por "no debes hacer
a otro lo que no quieres que te hagan", en la moralidad hay una cierta reciprocidad que no se
encuentra en el perverso.
Pero advierte Lacan que cuando una fórmula se universaliza,
y se pretende convertirla en una
-11-
proposición que valga para todos o para determinado grupo social ". . . independiente de su
contenido", esto es ". . . así no se trate de un mandamiento cruel, sino de un contenido altruista, por
ejemplo, "hago valer el derecho al amor y a la paz aunque me cueste la vida. . . " conduce al sujeto
hacia lo intolerable y contiene un fondo mortífero que pasa desapercibido. Es con relación a este
fondo matador, que suele ser atribuido solo a quienes son etiquetados socialmente como
encarnación del mal, que la voluntad de hacer el bien y su contraria podrían, en un momento dado,
dejar de ser antagónicas y tornarse equivalentes" (Gallo, H. 2007, p. 140)
Lo anterior permitiría explicar el rechazo que provoca la obra de Sade quien pretende hacer de esta
forma de goce que viola el pudor del otro - además justificando tal violación - algo universalizable
(Lacan, J. 1962), Sade "quiso hacer valer como regla una satisfacción acerca de la cual se tiene
horror de saber" (Gallo, H. 2007, p. 95).
En todo caso la relación sádica del perverso con el otro evoca las fantasías e imaginaciones del
obsesivo; portador de un goce por un horror desconocido por él mismo, tal como plantea Freud. La
diferencia es que el obsesivo se encierra en una serie de defensas, de barreras psíquicas y
compulsivas que le permitan distanciarse de las tendencias a las que aspira esta agresión
desmedida; el neurótico limita su agresión por la identificación con el semejante, puesto que si
atentara contra la imagen del otro de algún modo esto evocaría su propio yo y habría el temor a la
retaliación (Freud, 1909).
Estas barreras son más difíciles de romper, es sabido, en la neurosis obsesiva, precisamente debido
al hecho bien conocido por nosotros de que su estructura está particularmente destinada a camuflar,
a desplazar, a negar , a dividir y a amortiguar la intención agresiva, y eso según una
descomposición defensiva, consistente en el aislamiento que separa las tendencias agresivas al
modo de una fortificación, un parapeto ( Lacan, J 1962) y dicha agresión se realiza solo a nivel de
fantasías e ideas obsesionantes de contenido cruel y espantoso, el pasaje al acto de esta agresión es
raro en el caso de los obsesivos. El obsesivo mismo se espanta de ese horror que escenifica en sus
fantasías, de esos escenarios que en su estructura misma no difieren mucho del que realizan en lo
real los perversos sobre sus víctimas.
El perverso en cambio se ubica como instrumento de goce exigiendo de su objeto la renuncia a los
límites que impone la educación, las normas, los prejuicios y se trata de obtener por medio del
sufrimiento este goce, la preocupación del perverso es que el otro, su víctima goce del mal que se
inflinge, tiene la idea de saber con eso que goza su víctima, por ello se ubica como instrumento
reivindicando la maldad como un modo de obrar (Brouse, M. 1989).
Este impulso se escenifica en el escenario de goce que el perverso imaginariza para su víctima, la
cual es solo un objeto de su fantasma, pero hay una trampa en ello y es que al ofrecerse como
instrumento de goce el perverso se petrifica en esta posición, pues su existencia se limita a hacer
gozar al otro bajo la forma del dolor y de la tortura, con el propósito de que cada acto cruel que
realice sea una desmentida de la castración, esto es de la existencia de límites. Por ello el perverso
toma la vía de infligir dolor en la víctima pues la experiencia fisiológica demuestra que el dolor
puede soportarse más tiempo que el placer sin embargo por muy prolongado que se suponga al
dolor, al suplicio "tiene sin embargo como el placer su término: es el desvanecimiento del sujeto"
(Lacan, J 1962). Lo anterior tiene como efecto que haya en el perverso de llevar a la víctima hasta
el límite de lo soportable pero cuidando que no se desvanezca o muera puesto que allí en el límite
de lo corporalmente soportable de sensaciones dolorosas - habría una vivencia de castración que
causaría horror en el perverso.
4. perversión y actos criminales
Los perversos pueden
delinquir sin experimentar culpa, puesto que aún conociendo el código
normativo logran hacerlo a un lado sin que la angustia irrumpa en su interior. Estos sujetos no
sienten remordimientos, ni reproches; así, con preceptos particulares de vida logran hacer realidad
sus más profundos anhelos sin importar los obstáculos para la consecución de los mismos (Freud,
1932). Son delincuentes que cometen delitos sin sentimiento de culpa, ya sea porque no han
desarrollado inhibiciones morales o porque en su lucha contra la sociedad se creen justificados en
sus actos (Freud, S. 1916).
Un criminal es alguien que "tras romper el pacto que ha suscrito, prefiere su interés personal a las
leyes que rigen a la sociedad a la que pertenece" (Foucault, M. 1974, p. 94), impone su voluntad
sirviéndose de la violencia. En el criminal hay dos rasgos esenciales: el egoísmo sin límites y la
intensa tendencia destructiva; común a ambos rasgos, y premisa de sus exteriorizaciones, es el
desamor, la falta de valoración afectiva de los objetos (humanos). (Freud, 1927).
El acto criminal figura un escenario donde la satisfacción de las pulsiones agresivas son el
fundamento y cuyo propósito es apropiarse la conciencia, los sentimientos, deseos, bienes y/o el
cuerpo de la víctima. Este goce del perverso envuelve un carácter inaccesible, oscuro y de opacidad
en la medida en que no se trata de la satisfacción de una necesidad sino de un impulso horroroso
(Brouse, M. 1989).
Estos actos pueden ser ejecutados de modo sistemático, calculado o metódico
(Gallo, H. 2007). En el siguiente relato de un sujeto ubicado en la posición de víctima1 puede leerse
este montaje de una escena de tortura para un hombre y su esposa embarazada:
1
Los testimonios referenciados en este capitulo corresponden a los sujetos participantes en la investigación "Vulneración psicológica en víctimas y
victimarios del conflicto armado desplegado en 5 regiones del Caribe Colombiano", que anuda mediante una matriz de análisis denominada A. R. I. A. D. G. E
-13los datos discursivos obtenidos en las entrevistas clínicas. Dicho anudamiento conforma el diseño metodológico Cualitativo que integra la Teoría
"A todos nos hicieron tumbar al piso, con los dueños de la finca y todo y yo pensé en ese momento
que nos iban a matar. Uno sabe y ha oído de las masacres y sabe que la gente la hacen poner en el
piso y ahí tendidos les van disparando uno a uno, ese creí que era el final de mi vida, fue un
momento de mucho terror y miedo. . . Luego nos cogieron a unos, nos alejaron de ese sitio y nos
amarraron y nos encerraron en una pieza y ahí nos dejaron. Era terrible uno pensaba cuando oía un
ruido que le iban a prender candela a esa pieza o que iban a tirar una bomba, eso es por las cosas
que uno ha oído, escuchábamos las voces, las risas de esa gente y yo imaginaba que estaba
echando gasolina alrededor de la casa. . . sabiendo que nos tenían amarrados con esas cosas que
usan para tener sujetado al ganado, con eso, uno sentía las cuerdas en la piel, y mi mujer estaba
embarazada. . . nos amarraron de tal modo que no podíamos vernos las caras sino espalda con
espalda con sillas. . . . A uno se le hace terrible ese tiempo y esa espera en que uno piensa lo peor, el
tiempo se hace demasiado largo, por momentos uno desea que pase lo que sea pero que se acabe
esa incertidumbre que le hace a uno pensar las cosas mas terribles y que ya no va a poder salir de
ahí" (S33/Saul/35)2
El perverso se ubica como instrumento de este goce y se evidencia esta posición en la figura del
atormentador que busca poner en escena agresiones desbordadas con el propósito que la víctima
traspase sus propios códigos morales, éticos, religiosos y consienta a la voluntad de goce que el
perverso quiere imponer, cuando no logra este consentimiento por parte de la víctima la somete a
su acto perverso; de modo que sus torturas coloquen a la víctima en límite entre la vida y la muerte
al anular toda su subjetividad. La reduce a un objeto sometido a su arbitrio, haciéndola sentir sola,
vulnerable, abandonada de toda referencia que la haga sentir protegida, causando una angustia
espantosa. (Brouse, M. 1989), en palabras de una víctima:
"llegó un grupo armado y me sacó de la casa y cogieron conmigo para el monte, era de noche, en el
camino mientras caminaba me decían "Paraco, h. p. por ahí mas adelante vas a quedar tirado y para
que vaya muriendo con dolor tenga" en ese instante uno de los agresores toma el fusil y le dispara a
Roberto en la pierna, quien comienza a sangrar de modo abundante. Lo golpean, lo obligan a
continuar caminando monte adentro: "yo lo que pensaba en esos momentos era en cuando mataron
a los padrinos de mis niños, que les dispararon en la cabeza luego de torturarlos. . . y quedaron con
los sesos afuera, después descuartizaron sus cuerpos. . . y cuando los encontramos había unos
pájaros comiéndose estos restos de cuerpo. . . pensaba si así iban a encontrarme a mí. Entre más
íbamos hacia la maraña de monte sabía que mi fin estaba cerca. . . solo quería que acabase la
tortura. . . el dolor al caminar era insoportable, lo peor eran las palabras de ellos, las burlas, las
amenazas. . . como si yo no fuera una persona. . . y los golpes que me iban dando cuando me
tropezaba o me quejaba de dolor. Traté de desmayarme a ver si dejaban de golpearme pero fue
peor. . . se ensañaron mas conmigo" (S17/Roberto/45).
Este atormentador traspasa toda barrera: de la piedad, de la virtud, de la compasión y se ocupa de
destruir, torturar y llevar a la víctima a experiencias de dolor y humillación intensas (Brouse, M.
1989). En los relatos de los entrevistados se evidencia como los actores armados perpetradores de
masacres buscan llevar no solo a las víctimas sino también a los que son obligados a presenciar bajo de amenaza- estos hechos brutales a una condición de extrema indefensión, estos actos le dan
Fundamentada y el diseño de Comparación Multi-Caso para la construcción de hipótesis teóricas relativas a las modalidades de afectación psicológica
producidas en los sujetos a causa de los actos violentos en los que participaron o a los que se vieron expuestos
2
Las siglas con las cuales se identifican los testimonios corresponden a la categorización de las entrevistas para preservar la confidencialidad de los
sujetos participantes en la investigación: S/ corresponde al número del caso/ edad y nombre asignado o elegido por el sujeto para ser identificado en los
-14protocolos de entrevista y el procesamientos de datos
consistencia a esta figura del atormentador en tanto su objeto es crear un escenario terrorífico que
haga saber a los otros pobladores que no fueron muertos o masacrados que están también
expuestos en cualquier momento a que sobre ellos se realicen tales actos, por esto son obligados a
presenciar las torturas que son ejecutadas sobre otros. Esto genera una situación constante de
temor, una expectativa angustiada respecto a la posibilidad de verse expuestos de modo directo a
estas agresiones físicas desmedidas frente a las cuales se sienten por completo desprotegidos.
"Los sacaban de sus casas y les quemaban las axilas con yodo y les prendían candela y les quitaban
los testículos, los mataban ahí frente a uno y los tiraban por la carretera. Esas eran las cosas que
uno era obligado a ver, ellos lo filaban a uno y con fusiles apuntando hacían que uno viera como
iban quemando a otros o los torturaban y uno no podía voltearse, ni gritar, ni llorar. . . era terrible
también, en las noches los ruidos, los gritos las amenazas y en las mañanas los cadáveres por ahí,
los cuentos de las personas de lo que había sucedido, era una situación de lo mas terrible y
espantosa, esas son cosas que uno no puede sacarse de la cabeza, que uno quisiera olvidar o
borrar, pero es imposible. (S2/Rubiela/28).
Es tan grave la situación de indefensión que la percepción del tiempo se ve afectada, el sujeto siente
que nunca va a terminarse, que es como si el tiempo no pasara para poner fin al accionar violento y
surge el deseo que pase algo que ponga término a la violencia aunque sea terrible lo que deba pasar
para que cese la agresión, puesto que la expectativa, la espera de lo peor es demasiado
mortificante. Esto genera en ese instante de mortificación la idea que sería mejor morir que tener
que revivir esa tortura a la que se vieron sometidos (Palacio & Aristizábal, 2003)
El torturador tiene la propiedad mortal de articularse solamente con el dolor del otro y de conducirlo
hasta el extremo del terror, es la misma condición que quiere provocarse con quienes son
espectadores de las torturas: que vivencien el terror al que los deja reducidos su condición de
objetos. Causan dolor para hacerle saber a su víctima quien es el amo. (Gallo, H. , 1999). En las
personas entrevistadas se producía por efecto de las acciones de estos torturadores una situación de
constante amenaza que se traducía en estados angustiados y presentimientos ante la posibilidad de
verse expuestos a estas torturas en las que se sienten despojados de su condición como humanos y
se ven reducidos a una extrema pasividad. La intención del atormentador
sobre el espectador
forzado de las torturas ejercidas sobre otros no es la muerte sino la mortificación de la víctima
puesto que en la tortura se trata de un atormentar sin cesar, de un tiempo detenido en esa
condición de objeto sometido a los caprichos y arbitrios del perpetrador (Palacio & Aristizábal,
2009).
"allá me toco esa masacre que mataron 150 pescadores, que les cortaban la cabeza con motosierras
y la echaban al río. . . y eso lo hacían a pleno día, delante de uno, otro de los días que duró esa
masacre que fueron más de 3, le llegaban a uno los ruidos de las motosierras, y uno ya sabía lo que
estaba pasando. . . ese es un ruido que lo atormenta a uno. (S34/Ana/37)
El hecho de ser espectadores ubica a los sujetos en la escena misma, de modo que las vivencias de
terror los hacen sabedores de su condición de objetos lo que se traduce en una situación
desesperante, de terror que los deja casi paralizados sin posibilidad de actuar pues saber que
pueden verse expuestos a recibir el trato brutal que esta siendo padecido por otros con quienes hay
un punto identificación en tanto hacen parte
de la comunidad que está siendo atacada en esos
momentos:
"Un tío se metió a la guerrilla y cuando los sacaron de las casas, a él y otros vecinos los quemaron
con ácido y eso le toco verlo a uno, son cosas terribles que uno fue obligado a presenciar y no les
importaba que fuera un familiar de uno, es algo que uno no quisiera recordar, que quisiera sacarse
de la mente pero no puede" (S35/Ramon/67)
Son actos sostenidos por una tendencia al mal que muestra un furor incontenible hacia la realización
de actos crueles: lo problemático es que como estas tendencias son pulsionales la satisfacción de
dicha agresión no es completa, solo transitoria.
Esa es la naturaleza de las pulsiones establecida por Freud, son un empuje constante que no logran
ser satisfechas en su totalidad (Freud, S. 1933); esto implica que aún después de ejecutado el
crimen que satisfizo ese furor, éste al poco tiempo vuelve a aparecer de modo silencioso va
gestándose en el criminal perverso y se va activando la imperiosa urgencia de repetir el acto, esto
explica los crímenes en serie. Este furor incontrolable que se activa de modo silencioso hasta
producir un estallido sorpresivo y brutal que desemboca en un nuevo acto cruel. Es
un empuje
hacia la destrucción que no logra saciarse del todo y obliga a una nueva ejecución del acto es
denominado por Freud "compulsión a la repetición", tendencia propia de la pulsión destructiva.
(Freud, S. 1923).
6. Bibliografía
ARISTIZABAL, E y PALACIO, J. & (2009) Traumatismo psíquico en sujetos sometidos a experiencias
violentas y victimarios del conflicto armado desplegado en 5 regiones del caribe colombiano.
Informe de investigación en edición Revista de psicología de la Universidad de Antioquia.
BROUSE, Marie-Helene (1989) Seminario sobre la perversión. Ediciones Fundación Freudiana de
Medellín. Medellín, Octubre 27-28 de 1989
FOUCAULT, Michel
(1974) Los anormales. Ediciones Fondo de la Cultura Económica, México, 1974
(1976) Vigilar y Castigar. Editorial Siglo XXI, México, 1976
FREUD, S.
(1893-1895), comunicación Preliminar. Vol. 3
1896(1899) Manuscrito K, Vol. 1
(1905) Tres ensayos de teoría sexual,
Vol. 7
(1906) La indagatoria Forense y el psicoanálisis, Vol. 9
(1909) A propósito de un caso de neurosis obsesiva, Vol. 10
(1913) tótem y tabú, Vol. 13
(1915) Pulsiones y destinos de pulsión, Vol. 14
(1917) 24ª Conferencia: El estado neurótico, Vol. 16
(1924) El problema económico del masoquismo, Vol. 19
(1927) Dostoievsky y el parric
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