En este trabajo se realiza una reseña de los cambios en la salud mental en el envejecimiento desde las últimas décadas del siglo XX a la actualidad, a través del cambio de paradigma psicogerontológico. Partiremos de las características de la atención psicogeriátrica en esa época y la contrastaremos con la concepción psicogerontológica actual, que incorpora la prevención, el curso de la vida, el trabajo anticipado de construcción del propio envejecimiento, en un marco gerontológico que ya no se ocupa tan sólo de los viejos, sino, fundamentalmente, del envejecimiento: cómo llegamos y cómo prevenimos.
Se destacan y discuten dos temas candentes en psicogerontología actualmente: por un lado el lema de los organismos especializados a nivel mundial, el envejecimiento exitoso, y la medicina anti-age y, por otro lado, la cuestión del alzheimer. Se analizan las ventajas que, en el siglo XXI, nos ofrece el contexto cultural respecto al envejecer, y tomando en cuenta el desarrollo de las ciencias, desde el enfoque del paradigma de la complejidad, se justifica el pasaje desde la Psicogeriatría a la Psicogerontología. Se sostiene que, para poder entender cómo se va armando una demencia, un envejecimiento patológico o normal, situaciones de maltrato, etc. , lo debemos hacer desde el entramado de la complejidad del sujeto humano en su envejecimiento.
De la psicogeriatría a la psicogerontología.
Graciela Zarebski.
Universidad Maimónides. Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Resumen
En este trabajo se realiza una reseña de los cambios en la salud mental en el envejecimiento desde las últimas décadas del siglo XX a la actualidad, a través del cambio de paradigma psicogerontológico. Partiremos de las características de la atención psicogeriátrica en esa época y la contrastaremos con la concepción psicogerontológica actual, que incorpora la prevención, el curso de la vida, el trabajo anticipado de construcción del propio envejecimiento, en un marco gerontológico que ya no se ocupa tan sólo de los viejos, sino, fundamentalmente, del envejecimiento: cómo llegamos y cómo prevenimos. Se destacan y discuten dos temas candentes en psicogerontología actualmente: por un lado el lema de los organismos especializados a nivel mundial, el envejecimiento exitoso, y la medicina anti-age y, por otro lado, la cuestión del alzheimer. Se analizan las ventajas que, en el siglo XXI, nos ofrece el contexto cultural respecto al envejecer, y tomando en cuenta el desarrollo de las ciencias, desde el enfoque del paradigma de la complejidad, se justifica el pasaje desde la Psicogeriatría a la Psicogerontología. Se sostiene que, para poder entender cómo se va armando una demencia, un envejecimiento patológico o normal, situaciones de maltrato, etc. , lo debemos hacer desde el entramado de la complejidad del sujeto humano en su envejecimiento.
Atención de la salud mental en el envejecimiento desde las últimas décadas a la actualidad
Llegando a las últimas décadas del siglo XX (de los 70 a los 90) en la Argentina, la Psicogeriatría venía abordando de modo sistemático la investigación y la atención de la salud mental en el envejecimiento. Son ejemplos de estos desarrollos la, aun escasa, atención especializada que se otorgaba a nivel hospitalario y en el área de salud mental de la principal obra social de los jubilados, el INSSJyP (PAMI) y que estaba a cargo preponderantemente de gerontopsiquiatras. En la Asociación Argentina de psiquiatría se creaba por ese entonces el Capítulo de Gerontopsiquiatría y los únicos abordajes posibles, salvo excepciones, eran los tratamientos farmacológicos y otras terapias a cargo de estos profesionales. Se justificaba la denominación de ¨Psicogeriatría¨ a este campo disciplinario, porque fue iniciado por gerontopsiquiatras y/o psicogeriatras. La atención era exclusivamente asistencialista.
No había representantes de otras disciplinas formados y especializados en atender las cuestiones atinentes a la salud mental en el envejecimiento y los pocos que había no realizaban en su mayor parte un trabajo interdisciplinario. (1)
Considero que el cambio hacia la concepción actual, que propone integrar a la Psicogeriatría dentro del campo amplio de la Psicogerontología, viene de la mano de diversas condiciones y nuevos fenómenos que aparecieron en años relativamente recientes:
1) La especialización por parte de profesionales de disciplinas relativamente más nuevas (terapia ocupacional, psicología, psicopedagogía, musicoterapia, psicomotrici-dad) que vienen aportando otros enfoques, nuevas miradas y herramientas diagnósticas y de intervención. Vayan como ejemplo del aporte de cada una, las técnicas de multiestimulación y el trabajo con la memoria por parte de la terapia ocupacional, que muestra el efecto preventivo y de enlentecimiento en procesos de deterioro cognitivo, las intervenciones gerontagógicas de las ciencias de la educación, demostrando las posibilidades del aprendizaje en el envejecimiento, las intervenciones preventivas y psicoterapéuticas de los psicólogos con el viejo y su familia, las herramientas de la musicoterapia y las técnicas psicomotrices con mayores, además de los importantes desarrollos en integración de teorías con nuevos recursos tecnológicos de investigación que permitieron avances en el campo de las neurociencias y desde el enfoque psiconeuroinmunoendocrinológico, etc. (2)
2) El avance del paradigma de la complejidad en las ciencias – que plantea el estudio del objeto científico desde el entramado de interrelaciones - y su consecuencia: el requerimiento de trabajo en equipos interdisciplinarios que puedan dar cuenta de esta complejidad. Según Edgar Morin la complejidad es un tejido (complexus: lo que está tejido en su conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados. (3)
3) Paralelamente, el lento pasaje que vamos comprobando, en el campo de la salud pública, del enfoque de los factores de riesgo y abordaje centrado en las patologías al enfoque de factores protectores y abordaje centrado en la prevención y la resiliencia.
4) El avance teórico en la distinción conceptual entre el envejecimiento normal y el patológico, lo cual permite evitar intervenciones en los casos que no lo requieren, respetando su curso normal y la detección, orientación e intervención en los casos en los que se justificaría hacerlo. Desde esta distinción conceptual y diagnóstica, se amplía el campo de la salud mental en el envejecimiento abarcando, de manera integrada, la tarea preventiva, asistencial y de rehabilitación.
5) Simultáneamente, el desarrollo de nuevas teorías psicogerontológicas (4) (5) como la del Curso de la Vida o del ciclo Vital Dinámico, la teoría de la Continuidad o la de Selección, Optimización y compensación (SOC), que destacan, a partir de los trabajos pioneros de Bernice Neugarten (6) la importancia de estudiar el envejecimiento en todo su proceso a fin de entender las distintas vejeces alcanzadas. En este sentido, la consideración del trabajo psíquico anticipado que va realizando el sujeto durante el curso de su envejecimiento debería ocupar un lugar que aun no tiene. (7)
6) Como consecuencia de lo anterior, el cambio ya no sólo en la salud mental, sino en el campo global de la gerontología, que deja de considerar exclusivamente a los adultos mayores para pasar a ocuparse de investigar e intervenir en todo el proceso, especialmente desde la considerada mediana edad de la vida.
7) Finalmente, como la consecuencia más importante de estos cambios de enfoque: la apertura de un amplio campo de intervención: la perspectiva preventiva en la salud mental en el envejecimiento. Innumerables experiencias comunitarias e institucionales de talleres de todo tipo (de aprendizaje, de memoria, expresivos, reflexivos, de multiestimulación, de recreación, etc. ) que, además de demostrar su eficacia en la mejora de la calidad del envejecimiento, constituyen ámbitos propicios para la detección temprana y la derivación oportuna, así como para el armado de redes de apoyo y el trabajo con las familias, operando de este modo como verdaderos recursos socio-sanitarios promotores de salud y preventivos de patologías (mentales, entre otras).
Desde esta fundamentación consideramos que la Psicogeriatría – por definición campo monodisciplinario – es una de las disciplinas que debería estar integrada al abordaje amplio de la Psicogerontología. Los gerontopsiquiatras no deberían restringir su intervención al campo de la geriatría en calidad de psicogeriatras, sino que potenciarían sus herramientas y enriquecerían su enfoque integrándose a los equipos interdisciplinarios de la salud mental en el envejecimiento, es decir, como una disciplina más dentro del campo de la psicogerontología.
Varios son los autores que vienen sosteniendo esta necesidad de integración. Vaya como ejemplo lo que plantea el Dr. Miguel Krassoievitch (8):
¨ Mucho se ha discutido si la gerontopsiquiatría debía de adquirir el status de una especialidad en su propio derecho o si debía de ser considerada como una rama o subespecia-lidad de la psiquiatría. Se discutió también la necesidad de aplicar los conocimientos y destrezas de la gerontopsiquiatría en el primer nivel de atención a la salud o de integrarlos en la práctica de la psiquiatría de enlace. Hace 20 años, en el último capítulo de su Manual de psiquiatría Geriátrica, Busse y Blazer (9) advertían sobre el riesgo del doble aislamiento que podría sufrir el gerontopsiquiatra convertido en especialista: riesgo de aislarse con respecto al primer nivel de atención y riesgo de aislarse también de la psiquiatría general. Sin embargo, estos autores parecían predecir que era inevitable que en el futuro la gerontopsiquiatría de transformara en una especialidad médica, tal como había sucedido ya con otras especialidades que se habían desprendido de la medicina interna y de la cirugía. La psiquiatría geriátrica, al igual que la psiquiatría general, representa un caso singular por el hecho que sus fronteras rebasan ampliamente los límites de la medicina y debe apoyarse necesariamente en la ciencias sociales y del comportamiento, así como en la psicología general y la psicología profunda. Por si fuera poco debe establecer nexos con la economía y la política, como es dado observar tanto en la legislación laboral como en la planeación de las medidas sanitarias destinadas a la población añosa…¨
Continuando Krassoievitch con la referencia a los citados autores: ¨…El gerontopsiquiatra como clínico requiere de una sólida formación psiquiátrica y una disposición firme para realizar su tarea dentro de un equipo interdisciplinario, formado por otros médicos y pro-fesionales de ramas afines (psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras, etc. ). Como clínico, el gerontopsiquiatra debe ser capaz de intervenir en la familia de sus pacientes y de trabajar como psicoterapeuta…
En el campo de la salud pública el gerontopsiquiatra debe conocer la epidemiología de los trastornos mentales de la vejez e intervenir en los tres ni-veles de prevención. ¨
Es precisamente el recientemente conformado campo de la Psicogerontología el que convoca y articula los distintos desarrollos disciplinarios en sus múltiples abordajes: preventivos, asistenciales y de rehabilitación, de modo de permitir recuperar la unidad del sujeto – su continuidad identitaria, eje del envejecimiento normal - desde la diversidad de miradas.
En realidad esta propuesta tiene su basamento en lo que hoy en día ya no se puede soslayar, como es la concepción compleja del psiquismo humano, más aun en el proceso de envejecimiento, constituyéndose en una verdadera región epistemológica de estudio y de intervención multidimensional.
Concepción compleja del psiquismo humano en el envejecer
Hasta las últimas décadas del siglo XX, la cuestión parecía más simple: los pocos que llegaban a viejos (más de 60 en aquellos años) eran considerados ancianos y tenían dos opciones: o apoltronarse en sus sillones a contar sus historias a los nietos, jubilados de la vida, o vivir enfermándose, con el relato de sus patologías y el consumo de fármacos como actividades centrales en sus vidas. A nivel de la salud mental, se los atendía cuando ya las depresiones o las dementizaciones estaban tan instaladas y avanzadas que sólo cabía medicar o derivar al geriátrico. Había menos opciones y los límites entre las edades estaban más marcados. Hoy en día estamos viviendo cambios culturales y científicos que, al poner sobre el tapete la complejidad del ser humano, develan su riqueza y la apertura de nuevas posibilidades, aun en el envejecimiento.
Si bien sentimos, por lo general, el agobio por tantos desvíos de la cultura actual y, respecto al envejecimiento, aún persisten ideas prejuiciosas y verdaderos maltratos que inevitablemente nos vuelven pesimistas, no debemos desconocer que hay en juego fuerzas de signo contrario que representan lo mejor de lo humano y nuestra tabla esperanzadora.
Las sociedades contemporáneas son más abiertas al reconocimiento de nuevas identidades y estilos para todas las edades. La vida ya no se construye con un sentido unitario. Los moldes se han quebrado. Los mandatos incorporados, como ecos de aprendizajes asimilados de modo no reflexivo, ya no nos determinan.
Actualmente, en que los criterios universales de verdad fueron reemplazados por múltiples universos de discurso y de estilos, de ideales a alcanzar, asistimos a la construcción de identidades variadas: la flexibilización en la asunción de roles por sexo, la participación social de minorías y grupos diversos, la moda flexible con apertura al estilo propio, los variados sistemas de creencias, la variedad de ideales de trabajo, el mayor permiso para disfrutar el ocio con una propuesta cada vez más diversificada, la ampliación del contexto personal con la interconectividad virtual.
Otros cambios protectores o favorecedores desde la cultura los vemos en los sistemas familiares: el pasaje de las familias - tipo a distintos tipos de familia nos permite asistir a nuevos fenómenos, como divorcios tardíos, parejas de distintas edades, hijos tardíos.
Cambios en las concepciones pedagógicas democratizan la enseñanza, rompiendo con la verticalidad en la transmisión y permitiendo rescatar múltiples saberes en un ida y vuelta entre alumnos y enseñantes de toda edad.
En este contexto de cambio, está más claro que no importa tanto la edad, sino cómo se la siente y se la significa desde cada uno, significados que cambian constantemente: cumplir 50 en los años 30 es distinto que cumplir 50 hoy. Por eso es bastante infructuoso seguir preguntándose a qué edad comienza la vejez, hablamos de un curso de la vida fluido, no se trata de etapas con tareas predeterminadas, cada uno las atraviesa a su modo y a su tiempo. Los límites por edades son más difusos, menos rígidos.
En esta época de transiciones somos testigos de la aparición de nuevos viejos (10). Se trata de adultos que conservan su espíritu lúdico, no son sólo jóvenes de espíritu, sino que, más aun, rescatan su niño interno. No ejercen tan sólo como abuelos, sino que viajan, estudian, trabajan, se sienten vivos, disfrutan, son partícipes y constructores activos de su entorno. Se demuestra así que la adultez mayor puede ser un período fértil para seguir creciendo y proyectándose.
Y esto se ve confirmado por la participación activa en múltiples ámbitos comunitarios y espacios culturales, de extensos, ruidosos y pujantes grupos de gente mayor, en actividades preventivas, de cuidado de la salud, desarrollo personal, estimulación y creatividad, grupos que sorprenden a los jóvenes, anticipándoles un nuevo modelo de envejecimiento.
Intervenciones preventivas
Este nuevo modo de envejecer, tan distinto a la imagen tradicional y prejuiciosa, que asimila vejez a enfermedad, a aislamiento, a deterioro físico y mental y pasividad, muestra claramente que hay distintos modos de envejecimiento. Básicamente, uno normal, diferenciado del patológico. En términos de salud mental, a pesar de los deterioros inevitables por el paso del tiempo, definirán el envejecimiento normal el logro de la continuidad de la propia identidad a través de los cambios a los que nos somete el paso del tiempo: continuar siendo, renovando el sentido de la vida, compensando pérdidas con ganancias, sin quebrarse ni derrumbarse.
No sólo los motivos de consulta de la gente mayor ahora son más variados y en situaciones menos críticas, sino que estamos en condiciones de ayudar a prevenir, actuando antes de que el malestar se desencadene, desde que sabemos cuáles son las señales de alarma que preanuncian el riesgo de un mal envejecer.
Ya no son sólo los avances médicos y tecnológicos los que mejoran la calidad de vida, sino la presencia de nuevas disciplinas sociales y humanas que colaboran en equipo para entender la complejidad del ser humano que envejece y lo ayudan a rehabilitarse como tal.
Estas nuevas disciplinas (sociología, psicología, terapia ocupacional, psicomotricidad, músicoterapia, geragogía) complementan el enfoque biológico y evitan caer en lo que se da en llamar: medicalización del envejecimiento.
Dentro de esta visión más integral e integradora de cómo se interrelacionan en la persona los factores bio-psico-sociales del envejecimiento, debemos destacar el acelerado desarrollo de las neurociencias, con sus aportes acerca de la plasticidad neuronal - lo cual otorga una nueva dimensión a las posibilidades del aprendizaje permanente, aún en edades tardías - y la comprobación del efecto en todo nuestro organismo (a nivel psico-neuro-inmuno-endócrino) del modo en que interactuemos con nuestro entorno.
Es cierto que los cambios promisorios y los avances científicos que mencionamos van acompañados, como en todo proceso dialéctico en la historia humana, por fuerzas que contrarrestan el avance hacia la autonomía y la lucidez con intentos de empobrecer las mentes, achatar y/o uniformizar el sentido de la vida y anular la riqueza de las diferencias.
El trabajo psíquico por mantener lo conquistado será entonces doblemente valioso: además de oponerse a esa contrafuerza, explorar el propio potencial implicará un trabajo de elecciones cotidianas, resolución de crisis, soportar las incertidumbres en el camino de transformación del mundo interno y externo. En síntesis, seguir en la búsqueda sabiendo que no hay sendas únicas y seguras. Con más razón en el envejecer, si ya no será un punto de anclaje, sino un horizonte de aperturas, acompañadas de dudas y temores.
Cambios y libertades implicarán desafíos: poder elegir, poder decidir, por momentos transgredir moldes y desembarazarse de disfraces impuestos. Permitirse jugar con cambios de máscaras que, adheridas, amordazaban la interioridad.
En esta tarea – quizás más ardua, más rica y auténtica que la que se realizaba en edades más jóvenes – que muchas mujeres y también algunos hombres están emprendiendo en su edad avanzada, ellos no están solos. Son acompañados y asesorados por profesionales capacitados que en múltiples emprendimientos comunitarios les ofrecen en sus programas la oportunidad para mantenerse activos.
Se trata de nuevas instituciones o nuevos ámbitos que promueven la participación social activa, el desarrollo personal y la capacitación, reforzando la autonomía, la autoestima y la elaboración de nuevos proyectos.
Este camino, que pareciera ser más complejo que el otro – el de la resignación y de la ¨jubilación¨ de la vida - porque implica mayores desafíos, es sin embargo, el más llevadero. ¿Por qué? Porque es el que permite evitar los peores desenlaces. En efecto, cada vez es más evidente que una vida de pobreza psíquica, afectiva y de vínculos presagia en mayor medida que la pobreza material, un envejecimiento patológico. Someterse, por diversas circunstancias, a una vida de autómata, sin autocuestionamientos, con estímulos ambientales pobres, creencias rígidas y cristalizadas, excesiva seguridad y monotonía, es lo que va preparando las condiciones para la depresión y la demencia cuando las circunstancias vitales del envejecer sorprenden al sujeto sin la preparación mental, afectiva y vincular adecuada para sostener un cambio ante situaciones de adversidad.
Por el contrario, participando en ámbitos sociales se adquieren formas de comprender y comprenderse, habilidades cognitivas y destrezas. Se logra el descentramiento, salir de la esfera propia y familiar abriéndose a otras realidades e incorporando la óptica de la diferencia a través de visiones alternativas que dan los otros. Se aprende a soportar fluctuaciones e incertidumbres, momentos de desorden y pensamientos nolineales, en un proceso de autoconstrucción al mismo tiempo que se construye con otros. Implica recrearse al mismo tiempo que se cuestiona e interroga una realidad que ya no es evidente.
Arribamos así, a un concepto paradojal de autonomía, que suele ser lo que más se teme perder al envejecer: en la medida que podamos a lo largo de la vida construir una autonomía dependiente (11) y entendamos que la autonomía siempre, a cualquier edad, es dependiente de los otros y de un contexto, no temeremos perderla en la vejez.
Esos espacios, a través de vínculos significativos con otros que otorgan reconocimiento, permiten reconsiderar momentos que se viven como de vacío mental. Poder soportarlos como oportunidades de crecimiento, al adueñarse de esas vacilaciones del sentido como espacios de creación junto con otros, es lo que dará fuerzas para no obturarlos con los objetos – fetiche que nos propone la cultura actual y que prometen una completud ilusoria que finalmente se mostrará efímera.
Siguiendo las ideas de José Yuni (12), adquirir visibilidad y recuperar la voz, asumiendo el papel de productores culturales, dejando de lado el lugar de víctimas y la búsqueda de sobreprotección y tutela, reapropiándose de la experiencia individual. Ni eterna juventud ni exclusión: ser actores, protagonistas.
Algunas problemáticas gerontológicas actuales concernientes a la Psicogerontología
Discutiremos desde esta perspectiva dos temas candentes en la actualidad concernientes al envejecimiento psíquico: en primer lugar, los ideales culturales de eterna juventud y de exaltación del consumo, que condicionan este proceso y producen gran cantidad de efectos a nivel de la subjetividad, en su mayor parte depresiones de todo tipo.
En segundo lugar, la principal amenaza que se anticipa con horror respecto al paso de los años y que constituye hoy en día uno de los temas más acuciantes de investigación: el deterioro cognitivo y el Alzheimer.
Dos temas que, tratados desde una perspectiva exclusivamente biologista determinarán consecuencias en el abordaje totalmente opuestas a las que se obtendrían desde una concepción interdisciplinaria centrada en la complejidad del fenómeno.
Estamos asistiendo a nivel mundial al estallido de la longevidad. Si bien el objetivo gerontológico de favorecer su logro con buena calidad de vida es alcanzado por amplios grupos de gente de edad, simultáneamente somos conocedores del envejecimiento prematuro que sufren grandes masas poblacionales por situaciones de pobreza y carencia en necesidades mínimas, lo cual no les permite alcanzar la misma expectativa de vida. Otras de las circunstancias adversas que viven los mayores, aun en contextos más favorables, tienen que ver con múltiples condiciones de abuso y maltrato.
Esta situación contradictoria es una cara más de la complejidad de nuestro mundo actual. Sobre el trasfondo de estas situaciones contrastantes, el envejecimiento exitoso es el lema de los organismos especializados a nivel mundial. Ideal de éxito que está tan teñido en nuestra cultura occidental por valores que relativizan su sentido, que hoy en día ese lema suena más bien a recurso de marketing para la venta de productos o programas de todo tipo.
Es más, apoyada en el rechazo al envejecemiento, se ha montado una - así llamada - medicina antiage, antiedad, que se propone ayudar a ocultar al máximo el paso del tiempo.
La perspectiva psicogerontológica, por el contrario, propone valerse de los adelantos científicos y tecnológicos y también de los recursos comunitarios para mejorar la calidad de vida, pero con la lucidez que permita aprovechar las ventajas que, paradójicamente, también se pueden extraer del contexto cultural actual, sin tener que negar el paso del tiempo.
La propuesta consiste en reemplazar el camino al éxito (propuesta simplificadora y engañosa) por un trayecto hacia la sabiduría o, en otros términos: cómo devenir un ser humano en el curso de la vida.
En efecto, hoy tenemos claro que hay distintos modos de envejecer: puede ser vivido como un camino hacia la sabiduría o bien hacia la anulación del sujeto.
Este es uno de los dilemas que hoy en día atraviesan al ser humano: ser sujeto u objeto. Corremos el riesgo de transformarnos en objetos intercambiables, objetos de consumo. Para ser hay que parecer, parecerse a. . . Es la búsqueda del camino fácil, rápido, el que se compra con dinero: intercambio material para modificar la materialidad corporal, en la suposición engañosa de acercarse a ser un objeto deseado. Pero el principal engaño es a sí mismo. El costado íntimo, el del autoengaño, es más funesto: autoengañarse es tapar, obturar y postergar la resolución, hasta que, cuando la verdad oculta reaparece – siempre la verdad reaparece - su efecto puede llegar a ser siniestro. Nunca el auto-engaño será un camino posible hacia la sabiduría.
¿Por dónde pasa la sabiduría del saber envejecer? Poder soportar la discordancia entre sen-tirse joven y saberse viejo. El real problema es cuando alguien se siente viejo, a cualquier edad: ahí no hay lifting que ayude.
Podemos pensar al envejecer como un proceso revelador de verdades que estaban ocultas bajo la vorágine de nuestra existencia. Anticiparnos a develar esas verdades antes de los cambios que traerá el paso del tiempo es lo que nos permitirá procesarlas.
En última instancia, es lógico que se tema, al envejecer, la decrepitud y el deterioro. Es realmente una amenaza pero que, en lugar de volvernos temerosos, debe propiciar que generemos su antídoto: combatirlo activamente. Antídoto que se va armando anticipadamente, a través de todo lo que hagamos a tiempo.
Generalmente, que la vida en la vejez pierda su sentido tiene que ver con toda una vida sin sentido. Lo que está en juego en un buen envejecer es no defraudarse a sí mismo.
Que el éxito no esté en lograr un cerebro exitoso (lo que llevará a desesperarse ante la mí-nima pérdida de memoria), un bolsillo exitoso (ilusión que no compensará otras pobrezas), una piel o un cuerpo exitoso (camino del autoengaño).
De cómo vayamos anticipando, elaborando gradualmente, año a año, el transcurrir de nuestro envejecimiento, trabajando desde jóvenes el curso de la vida con un diseño a armar por cada uno, así llegaremos (7).
El envejecer resiliente
La resiliencia es la plasticidad para darle sentido a las experiencias – aún las más traumáticas - y salir fortalecido y enriquecido de ellas. Envejecer, o algunos de sus avatares, resulta para muchos catastrófico. ¿Cómo construir resiliencia durante el envejecimiento? ¿Cómo construir un espíritu ¨ joven ¨, es decir, activo, vital, hasta el fin de los días?
Seguir ensanchando el mundo psíquico con estímulos, representaciones, pensamientos, afectos y vínculos permitirá fortalecer las conexiones internas (redes neuronales, endócrinas, inmunológicas) con las redes de pensamientos, sentimientos y vinculares: eso es estar vivo, vital y es lo que evita el deterioro. Tener en cuenta el papel modificador de las emociones sobre la biología: según cómo nos alimentemos afectivamente y culturalmente, se traslucirá en nuestra imagen y nuestros logros. Nutrirse y nutrir -a una planta o a una mas-ota cuando no hay otro- participar en grupos, compartir vivencias, buscar expresarse, serán los antioxidantes naturales.
El camino de la resiliencia implica desarrollar un contexto cultural y proponerle un entorno al ser humano en el cual pueda ocupar su lugar deseado, para lo cual no exista un modelo hegemónico de éxito ni de belleza: a cada uno se le dé la oportunidad de expresar su propia belleza, diversificada en múltiples formas de manifestarse.
El paso del tiempo pone en jaque la identidad al cuestionar la propia imagen en todos sus órdenes. Frente a esto hay dos caminos posibles: reforzar la máscara, adherírsela cada vez con más ahínco, adherirse a una imagen única, o aprender a diversificar las máscaras, a jugar con ellas desde joven, a diversificar los apoyos y a buscar la eternidad por otros ca-minos un tanto más sólidos.
Dice Boris Cyrulnik (13) que los que llegaron a muy longevos, como ser los viejos del Cáucaso o de Cachemira, fueron jóvenes mucho tiempo, es decir que prolongaron sus jue-gos y sus aprendizajes, en una sociedad que estimulaba sus mentes y sus cuerpos, optimizando sus potenciales genéticos. . . cerebro y cultura deben estar en armonía. Si uno falla el conjunto se desmorona. Aconseja dar alimentos afectivos para soportar sufrimientos pasados y presentes.
Y apela, en la búsqueda de resiliencia, a una función especial para los vie-jos: la creación del relato.
Al construir un relato dirigido a alguien, para compartir con alguien (recuerdos o cualquier producto de la propia creación que relate algo de sí) ese acto crea al propio sujeto, le otorga sentido, lo reconstruye, al mismo tiempo que construye con y para otros. El sentido presente del relatar, a su vez organizará las propias percepciones y los recuerdos.
Sentirse partícipes/autores de una narrativa, de la construcción de los relatos históricos, es una de las vías de las que disponen los individuos y los grupos humanos para intentar actuar como protagonistas de sus vidas, incluyendo la reflexión de cómo emergen como sujetos, de cómo son participantes y participados por los diseños sociales.
La fragilidad de la vida: toda ella pende, no de un hilo, sino de varios
El mundo humano es complejo: complejidad de los vínculos, del entramado de significados y de significantes, de múltiples fuerzas que nos gobiernan de distinto sentido, diversos universos de discurso y de tramas temporales.
Debemos funcionar en consonancia: se requiere de la flexibilidad, la plasticidad neuronal, emocional, corporal, para armar el propio mundo, renovar permanentemente el tejido, enlazado, sin tironeos, sin cortes, por el contrario, seguir entretejiéndose con nuevos hilos y nuevos colores.
En síntesis, una vida de riqueza representacional y abierta a la complejidad, a la incertidumbre, a las fluctuaciones, al desorden y a pensamientos no-lineales, capaz de soportar frustraciones, desilusiones, cuestionamientos y autocuestionamientos, de realizar un trabajo psíquico de anticipaciones y resignificaciones. Éstas serán las condiciones psíquicas que se podrán ir construyendo en el curso de la vida como antídotos que harán soportables las adversidades a fin de no quebrarse.
La brújula, el sentido que guíe en esta tarea, que permita mantener los hilos enlazados, es eros, amor en sus múltiples manifestaciones.
Se trata de devenir un ser humano, construirse en un espacio entre: entre lo interno y lo externo, entre pasado, presente y futuro. Ahí me tejo.
Somos una red, ¨tejidos¨ que andan, al decir de Eduardo Galeano: red PsicoNeuroInmu-noEndócrina, red neuronal y red de lenguaje, con redes de vínculos, todo en el vector tem-poral de la historia, en continua transformación, de modo tal que el sujeto ya no es ese que limita su piel. Su mente y su ser están en un espacio virtual, en el entretejido dinámico, siempre cambiante.
Para poder entender cómo se va armando una demencia, un envejecimiento patológico o normal, situaciones de maltrato, lo deberemos hacer desde este entramado, no lo entenderemos nunca estudiando por separado las neuronas o el contexto cultural y familiar o la herencia genética o la personalidad previa o los esquemas cognitivos. De tal modo que, a partir de este paradigma complejo del sujeto humano y su envejecimiento, arribaremos a una definición del envejecimiento normal que no tendrá que ver tan sólo con que el sujeto logre ser longevo, satisfecho de su vida, con ´ éxito ´ y logros renovados, sino incorporando además la perspectiva de su contexto de vínculos. Que su longevidad haga feliz a otros, que también sean normales los intercambios, el dar y el recibir.
Conclusión
Si este es el contexto psico-socio-cultural que el equipo psicogerontológico se propone favorecer y estimular, en síntesis: un yo complejo que esté en condiciones de desarrollar resi-liencia frente a los avatares del envejecer, deberemos entender entonces al desencadenamiento de las patologías mentales por el paso del tiempo como el fracaso en la construcción de este modelo de subjetividad y de intercambio vincular.
Las intervenciones diagnósticas y terapéuticas – farmacológicas o no – deberían partir de esta consideración compleja del envejecimiento a fin de actuar con mayor lucidez y evitar iatrogenias. Si los sujetos son un entramado, ´ tejidos que andan ´, deberemos aprender a ser buenos tejedores, ´ entramarnos ´ con el equipo a fin de poder seguir el movimiento complejo de cada trama en particular.
Esta es la finalidad que nos llevó a generar el grupo Iberoamericano de Psicogerontología (GIP) (14), que realizó su Primer Congreso Iberoamericano de Psicogerontología en Bue-nos Aires en noviembre del 2005 y que se encuentra preparando el próximo a realizarse en Montevideo en noviembre del 2007.
Algunos de los temas que estamos tratando y compartiendo interdisciplinariamente en las comisiones de trabajo que se conformaron en la Jornada de Encuentro de Psicogerontología que se realizó el 7 de diciembre para constituir la sede argentina del GIP, son los siguientes:
1-Definir y dar a conocer el rol del psicogerontólogo institucional.
2-Crear una red de profesionales psicogerontólogos que trabajen en instituciones geriátricas (formen o no parte de equipos interdisciplinarios).
2. 1-Relevar y sistematizar datos significativos, acerca de la realidad de las instituciones geriátricas, para poder abrir temáticas y realizar luego investigaciones.
3-Desde la psicogerontología proponemos cursos de capacitación y formación para profesionales y empleados de las instituciones geriátricas.
4-Respecto al envejecimiento activo y saludable, se conformaron diversas comisiones:
o Experiencias de talleres expresivos y culturales
o Sexualidad y Envejecimiento
o Tiempo Libre, Ocio y Recreación
o Memoria
o Relaciones intergeneracionales
o Aprendizaje
5-Cuáles son las incumbencias, roles y funciones de los cuidadores (cuidadores formales)
6-Visibilizar el rol de los cuidadores ante la familia y la sociedad.
7-Necesidad de la capacitación para aquellos cuidadores que no estén formados.
8-Crear espacios de encuentro y supervisión de la tarea del cuidador
9-Necesidad de espacios, como ser: cooperativas de trabajo
10- Cómo ofrecer el trabajo a distintos prestadores, obras sociales, prepagas, mutuales etc.
11-Comisión de Vínculos Familiares e Intergeneracionales, Violencia y Maltrato: se señaló la importancia de los aportes de los mayores a los intercambios familiares. Y la necesidad imperiosa de trabajar con las familias, a través de diferentes programas de intervención para la promoción de la participación e integración de los mayores y como prevención de las diferentes modalidades de maltrato.
12- Dificultades en la práctica asistencial: necesidad de precisar los criterios de utilización de medicación, modalidades de consulta, prevalencia de sintomatología por la que nos consultan. Incorporación de la familia a los tratamientos.
13-Sobre los instrumentos. Propuesta de confección de una historia clínica psicogerontológica que contemple distintos aspectos (¿matrices?) - trabajos sobre historia de vida, en par-ticular trabajar sobre los factores de riesgo psíquico, pensar si podríamos incluir estos aspectos como guía evaluativa en el posible interrogatorio sobre una historia de vida. Construcción de herramientas de trabajo, cuestionar el DSM IV y grandes baterías neuropsicológicas.
14-Estrategias de intervención: propuesta de seguimiento, control semestral, para pacientes que han llegado a consulta en lugar de otorgamiento de alta definitiva (la consulta previa, sumado a la característica de población de riesgo, la vulnerabilidad y la necesidad de prevención, ameritan esta posibilidad).
15-Demencias e institución, patología mental atravesada por lo familiar y lo institucional.
La Psicogeriatría tiene ahí un espacio a ocupar y una tarea a realizar con otros.
Referencias bibliográficas
1. Zarebski, G: Hacia un Buen Envejecer. Anexo: Psicogerontología. Bs. As. : Edit. Univ. Maimónides; 2005
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Fecha Publicación: 24/05/2021
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