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Pobreza y resiliencia: Una nueva lectura de un problema complejo.

Fecha Publicación: 01/03/2007
Autor/autores: Alcira Murrugarra Abanto

RESUMEN

En el trabajo se presenta un fenómeno social y económico complejo en su naturaleza multidimensional, el efecto que algunas variables psicológicas tienen sobre los procesos de movilidad social, la importancia de usar metodologías de investigación, teorías y modelos, de las ciencias sociales y de la psicología, en los programas sociales de "lucha contra la pobreza" y el desarrollo de resiliencia en condiciones de pobreza, que nos plantea la necesidad de focalizar nuestra búsqueda en los recursos personales y ambientales de que disponen los individuos, sus familias y la comunidad , y la posibilidad de reconocer, acceder y apropiarse de oportunidades ofrecidas por la sociedad, así como de generar posibilidades de desarrollo personal y colectivo.


Palabras clave: Exclusión social, Pobreza, Resiliencia, Vulnerabilidad social
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

Pobreza y resiliencia: Una nueva lectura de un problema complejo.

Héctor Lamas Rojas; Alcira Murrugarra Abanto.

Sociedad Peruana de Resiliencia.

PALABRAS CLAVE: Pobreza, Exclusión social, Vulnerabilidad social, Resiliencia.

(KEYWORDS: Poverty, Social exclusion, Social vulnerability, Resilience. )

Resumen

En el trabajo se presenta un fenómeno social y económico complejo en su naturaleza multidimensional, el efecto que algunas variables psicológicas tienen sobre los procesos de movilidad social, la importancia de usar metodologías de investigación, teorías y modelos, de las ciencias sociales y de la psicología, en los programas sociales de “lucha contra la pobreza” y el desarrollo de resiliencia en condiciones de pobreza, que nos plantea la necesidad de focalizar nuestra búsqueda en los recursos personales y ambientales de que disponen los individuos, sus familias y la comunidad , y la posibilidad de reconocer, acceder y apropiarse de oportunidades ofrecidas por la sociedad, así como de generar posibilidades de desarrollo personal y colectivo.

Abstract

In the work a social phenomenon appears and economic complex in its multidimensional nature, the effect that some psychological variables have on the processes of social mobility, the importance of using investigation methodologies, theories and models, of social sciences and psychology, in the social programs of “fight against the poverty” and development of resilience in conditions of poverty, that raises the necessity to focus our search in the personal and environmental resources which they have the individuals, their families and the community, and the possibility of recognizing, of acceding and taking control of opportunities offered by the society, as well as of generating possibilities of personal and collective development.



Introducción

La pobreza es uno de los problemas más graves que enfrenta la humanidad. La pobreza es un fenómeno social y económico complejo, que tiene múltiples facetas y causas determinantes. Se está de acuerdo en la naturaleza relativa de la pobreza (relatividad en el tiempo y en el espacio). Es decir, una persona puede ser considerada pobre en estos momentos de la historia y tal vez no lo sería en épocas anteriores, cuando el nivel de vida de una sociedad dada era notablemente inferior al actual. Y una persona considerada pobre en Europa puede que no lo fuese en el contexto de una de las zonas menos desarrolladas de la tierra.  

Se está también de acuerdo en la naturaleza multidimensional de la pobreza. Es decir, se acepta que no puede ser considerado de la misma forma el hecho de la pobreza persistente y el hecho de percibir una renta débil en un momento dado o de forma coyuntural. En efecto, la persona pobre, tal como ha sido entendida tradicionalmente, acumula una serie de desventajas o de situaciones de precariedad: vivienda desprovista de todo tipo de comodidades, incluso con características de absoluta insalubridad e inhabitabilidad, salud deficiente, analfabetismo, ausencia de cualificación profesional, debilidad social, irregularidad e incertidumbre en la percepción de ingresos monetarios, dependencia asistencial, marginación social y cultural, etc.

En el presente trabajo se delimita y caracteriza a este fenómeno complejo de naturaleza muldimensional, se discuten los criterios de su medición, las relaciones con la movilidad social y la exclusión, y la necesidad de que los programas de “lucha contra la pobreza”, incluyen variables psicosociales, en especial el enfoque de resiliencia.


Pobreza. Definición y medición

La pobreza constituye “…un síndrome situacional en el que se asocian el infraconsumo, la desnutrición, las precarias condiciones habitacionales, bajos niveles educativos, inestable inserción laboral, actitudes de desaliento y anomia, poca participación en los mecanismos de integración social…”

Denota “…la situación de aquellos hogares que no logran reunir, en forma relativamente estable, los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros, los que por esa razón se ven expuestos a déficit en su desarrollo físico y psicológico y a insuficiencias en el aprendizaje de habilidades socioculturales, que pueden incidir en una reducción progresiva de sus capacidades de obtención de recursos, activándose de este modo los mecanismos reproductores de la pobreza…”(CEPAL, 1991, citado por Croce, 1999:2)

La definición de pobreza no se puede separar del concepto de exclusión. La exclusión de por sí no supone necesariamente inequidad sino cuando, la exclusión se ejerce sobre condiciones de vida humana. Porque no se trata sólo de distintas condiciones de vida humana, sino de unas condiciones en las que la vida humana se hace posible, y aún en abundancia, y condiciones en las que la vida humana se dificulta y llega hasta hacerse imposible. Es pensable una distinción en igualdad, y por tanto en equidad, en lo que a la posibilidad de vida se refiere, pero para nosotros la distinción se refiere a superioridad e inferioridad, a desigualdad en la vida.

Desde un punto de vista dinámico, la pobreza consiste en un debilitamiento de los lazos que unen al individuo con la sociedad; estas redes sociales son las que le hacen pertenecer al sistema social y mantener una identidad con este. De esta forma, muchos pobres no pueden aprovechar las oportunidades que la sociedad ofrece teóricamente a todos los individuos.

Desde el punto de vista científico, precisan Palomar et al (2004), se ha definido a la pobreza como una forma de vida específica (Lewis, 1968; Wilson, 1987, en Monreal, 1999); por ejemplo, se ha hablado de la “cultura de la pobreza” ( perspectiva culturalista) y la “cultura del güeto o aislamiento social” ( perspectiva estructuralista). El primer término, acuñado por Lewis (1968, Monreal, 1999) refiere a un conjunto integrado de valores, normas y comportamientos característicos de aquellos que viven en condiciones de pobreza. Desde esta perspectiva, los valores, normas y comportamientos de los pobres son, en buena medida, los causantes de que no aprovechen las oportunidades que la sociedad les ofrece y, por tanto, de su situación de pobreza. Por otro lado, desde la perspectiva estructuralista, se concibe a la pobreza como un problema social en el que los afectados viven así, (en condiciones de pobreza) debido a la segregación, las limitadas oportunidades y los obstáculos exteriores que constriñen sus vidas (Monreal, 1999, en Palomar et al, 2004)

Ambas posturas se refieren a un “estilo o forma de vida” específico de los pobres, sin embargo, la primera da un carácter autónomo y autorreproductivo al contexto cultural, mientras que la estructuralista considera esta forma de vida como un producto de las estructuras económicas y políticas de la sociedad y por tanto, supone que la pobreza podría atenuarse o desaparecer, una vez que las causas que la generan se modifiquen.

Nos encontramos, pues, ante un fenómeno de acumulación de circunstancias que concurren en los diversos casos de pobreza. Pero más allá del fenómeno de acumulación, es decir, de la concentración de situaciones de precariedad en una misma persona, familia o grupo social, existen también mecanismos a través de los cuales se instala, como algo permanente, la interdependencia de cada una de las situaciones de precariedad, causa, en definitiva, de su misma reproducción: el llamado círculo vicioso de la pobreza.

Aún más, nuevas formas de pobreza que emergen y se consolidan en un contexto social que ha estado precedido por el desarrollismo de los años sesenta y comienzos de los setenta: ciudadanos medios que se ven abocados a una situación de precariedad y finalmente de miseria en cuanto surge un accidente (desempleo, enfermedad) o faltan recursos suficientes.  

Debemos conocer, además, los dos conceptos importantes que hay que tener en cuenta cuando se habla de estos temas y diferenciarlos ya que no son exactamente iguales: Exclusión Social y Vulnerabilidad Social. Como estamos en una época creciente de precarización, hay dos grandes tendencias en estas mediciones. Algunos privilegian los indicadores que van a medir exclusión social y otros los indicadores que van a medir vulnerabilidad social. La exclusión denota una situación ya consumada, la vulnerabilidad, en cambio, habla de una potencialidad y una tendencia casi irreversible. De acuerdo a como uno mida, pobreza será exclusión o vulnerabilidad social. La consideración de la pobreza desde una perspectiva ambiental, sugiere la posibilidad de un interés global en el alivio a la pobreza, que implique un complejo conjunto de cuestiones sociales.  

Se debe conceder importancia esencial a la educación y reforzamiento de la autoestima de este sector vulnerable de la población, empoderándolos de los proyectos que representen esperanza a sus vidas, con enfoques integrados de gerencia social que reconozcan la interconexión entre los recursos y su aprovechamiento, y en la mitigación de la pobreza y la gestión ecosistémica económicas y ambientales que los tradicionales enfoques sectoriales no han resuelto.  

En 1989, nos encontramos con una serie de recomendaciones de políticas económicas que se resumen en el llamado “Consenso de Washington”, el cual describe las reformas que los gobiernos de América Latina deberían encarar en un intento de restablecer un manejo económico racional en medio de las crisis de endeudamiento. En lo que respecta al tratamiento de la cuestión social, según este nuevo modelo, habría que esperar el llamado “efecto derrame”; esto es, que los frutos del crecimiento económico se reviertan sobre la población y eleven sus condiciones de vida.


En el país los datos de pobreza que más se conocen, según precisa Munberto Campodónico, son los que miden la capacidad de gasto de la población, en términos monetarios, a partir de las Encuestas Nacionales de Hogares (ENAHO) que realiza el INEI. Del 2001 al 2004, la pobreza nacional se redujo del 54. 3 al 51. 6%, es decir, en solo 2, 7%. Los datos de la ENAHO 2005 todavía no se han publicado.  

Sin embargo, desde hace varios meses, muchos funcionarios del gobierno, entre ellos el propio Ministro de Economía, han venido diciendo que la pobreza se ha venido reduciendo fuertemente y que, en el I Trimestre del 2006, ésta bajó hasta el 48% (El Comercio, 17/03/2006). La pregunta es: ¿de dónde sacaron esa cifra? 

Proviene de una metodología alternativa de medición de la pobreza, las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI): calidad de la vivienda, tugurización de la vivienda, acceso a servicios y acceso a la educación. Como se ve, aquí no se mide el gasto monetario de la población, sino su acceso a los servicios lo que, en gran medida, depende de la inversión pública. Las últimas cifras de pobreza por NBI, obtenidas en el Censo del año pasado, nos dicen que a fines del 2005 la pobreza estaba en 50, 6% y en 48, 0% al I Trimestre del 2006.  

Las dos metodologías, entonces, no son comparables pues parten de premisas distintas: una mide la capacidad de gasto y la otra el acceso a los servicios. Para la primera, la pobreza es de 51, 6% al 2004 y para la segunda es 48, 0% al I Trimestre del 2006.  

Es decir, según las estadísticas la pobreza ha disminuido. Sin embargo, como observa Enrique Vásquez del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP), la brecha entre los pobres y los ricos ha aumentado.  

Los resultados de los esfuerzos por reducir la pobreza realizados últimamente en América Latina y el Caribe han sido desalentadores, en gran medida porque no ha sido posible controlar los elevados niveles de desigualdad de la región. En los pocos casos en que los países han logrado disminuir la desigualdad, se han logrado grandes beneficios en materia de reducción de la pobreza; que, por cierto, no ha sido nuestro caso.

Al parecer, el principal problema es que un crecimiento económico que no afecte la distribución no influye demasiado en el mejoramiento de los niveles de vida de quienes viven en la pobreza extrema. Para los que son realmente indigentes, la mejora proporcional del ingreso, que a niveles más altos de la distribución pueden influir bastante, no hace una gran diferencia. A un nivel elemental, cabe señalar que 10% de 50 centavos de dólar diarios son sólo cinco centavos. Posiblemente sirva de algo, pero no demasiado.

Ello no significa que el crecimiento sea algo malo, o que no venga al caso. Es un elemento fundamental para mejorar las condiciones de vida de todos los miembros de la sociedad, incluso de muchos que son muy pobres. También contribuye a aflojar las restricciones político-económicas a la redistribución y otras reformas convenientes.

La inequidad es un rasgo que acompaña desde larga data a las sociedades de la región, siendo la consecuencia de la acción conjunta de estructuras económicas, sociales, de género y étnicas altamente segmentadas. Estas estructuras se reproducen intergeneracionalmente a través de múltiples canales. De modo que la reproducción de la inequidad en el tiempo ostenta un carácter complejo y comprende factores que se potencian entre sí. Tal vez la señal más elocuente del problema de la inequidad en la región sea la distribución del ingreso; pero dicha distribución es, a la vez, causa y efecto de otras desigualdades tales como las que se generan en la educación y el empleo o las que se reproducen intergeneracionalmente por adscripción étnica y de género, por distribución especial y por dependencia demográfica.  

Las mediciones de la pobreza tienden a ser muy sensibles a cambios causados por situaciones coyunturales (incrementos de la inflación o el desempleo, por ejemplo), mostrando aumentos o disminuciones drásticas en la incidencia de la pobreza (Martínez, 2002).

En la actualidad se está tratando de incorporar en las mediciones aspectos no materiales de la pobreza, relacionados con la ampliación y fortalecimiento del capital social de la población pobre por medio de su participación en las redes sociales de intercambio: educación, trabajo, información, poder político. Este mejoramiento de los niveles de participación de la población pobre acrecienta la cultura democrática y solidaria en la sociedad, y el tiempo libre del que pueden disponer las personas para el descanso y la recreación también representa un bien valioso en situaciones en que la dificultad de generar recursos para la supervivencia lleva a alargar la jornada laboral. Se han identificado seis fuentes de bienestar de las personas y hogares: i) el ingreso; ii) los derechos de acceso a servicios o bienes gubernamentales gratuitos o subsidiados; iii) la propiedad o derechos sobre activos para uso o consumo básico (patrimonio básico acumulado); iv) los niveles educativos, con las habilidades y destrezas como expresiones de la capacidad de hacer y entender; v) el tiempo disponible para la educación, el ocio y la recreación, y vi) las dimensiones que en conjunto fortalecen la autonomía de las personas. De esta forma, la pobreza queda definida en su versión más amplia por los ingresos bajos o nulos; la falta de acceso a bienes y servicios provistos por el Estado, como seguridad social y salud, entre otros; la no propiedad de una vivienda y otro tipo de patrimonio; nulos o bajos niveles educativos y de capacitación, y la carencia de tiempo libre para actividades educativas, de recreación y descanso, todo lo cual se expresa en falta de autonomía y en redes familiares y sociales inexistentes o limitadas. Sin duda que al aumentar el número de dimensiones incluidas en el concepto de pobreza se diluye la especificidad de este concepto y su medición se vuelve más compleja (Arriagada, 2005)

Como se puede apreciar, los estudios sobre la pobreza han adoptado diversos enfoques de medición, a saber el bienestar económico, las capacidades y la exclusión social, ahora se requiere un esfuerzo para integrarlos. La complejidad del tema de definir qué es realmente la pobreza señala que este enfoque reductivista de la definición de la pobreza, que pone excesivamente de relieve un solo aspecto, no puede llevarnos demasiado lejos a la hora de entender cuáles son los factores centrales de los problemas de la pobreza. La incapacidad de diversos estudios para abordar los temas de la pobreza significativamente con explicaciones inequívocas, señala con claridad que es posible realizar estudios más integradores y que, además, es necesario hacerlo. Sólo un enfoque integrador puede contribuir significativamente a la comprensión de los problemas sociales, puesto que éstos son, esencialmente, los productos de las sociedades y, por tanto, tienen dimensiones sociales multifacéticas.


La calidad de vida de la que disfrutan las personas, observan Torrado et al (2006), se coloca en el centro de este debate, pues de ella dependen sus oportunidades para realizarse y ejercer sus derechos. El concepto de calidad de vida no se reduce al acceso a bienes y servicios materiales (ligados con la renta o la riqueza) pues se enfatizan las condiciones que fomentan el despliegue de las capacidades humanas y su uso con fines productivos, recreativos, culturales y políticos. Por ello, la calidad de vida requiere también de los llamados bienes intangibles propios de las sociedades modernas (seguridad, justicia social, identidad y sentido de pertenencia) (Corredor, 1995).

En este contexto, argumentan Torrado et al (2006), es claro que el bienestar de cualquier persona, y el de niñas y niños en particular, no se reduce a la supervivencia (ausencia de enfermedad y buena nutrición) o al acceso a bienes y servicios básicos (agua potable o atención primaria en salud); tampoco puede considerarse un asunto de renta o riqueza. El bienestar es una condición para que los ciudadanos logren el despliegue de las capacidades necesarias para disfrutar y participar de la vida social de manera digna y realizando sus propios objetivos (Sen, 2000).

El bienestar de niñas y niños no es independiente del bienestar general de la comunidad a la que pertenecen; de hecho, se ve afectado en situaciones de pobreza, violencia y discriminación social, tal como lo muestran diferentes estudios. Por tanto, para promover el desarrollo de la primera infancia deben generarse las condiciones materiales, sociales y culturales necesarias para asegurar una vida digna en la que puedan darse el respeto a los derechos de los niños así como la satisfacción de sus necesidades fundamentales.

Una segunda posición reconocida por el Banco Mundial (World Bank Institute, 2000) señala la relación entre el desarrollo de la primera infancia y el llamado capital humano, considerado como un componente importante en las economías modernas y en la construcción de sociedades mejores. Los analistas del capital humano se han preguntado, ¿qué determina la posibilidad de éxito en la vida de una persona? Y en ese sentido, ¿qué determina su productividad? Desde esta perspectiva, se considera que las sociedades se benefician económicamente con la atención durante los primeros años de vida en tanto desde ese momento se construyen, a mediano y largo plazo, condiciones de productividad de los ciudadanos. Así mismo, se reconoce que la atención de la niñez contribuye a superar el círculo vicioso de la pobreza, que la reproduce, la diversifica y la hace cada vez más compleja.

Según los resultados de una investigación sobre pobreza, recursos psicológicos y bienestar subjetivo, realizada por Palomar et al (2004), existirían básicamente tres trayectorias a través de las cuales la pobreza influye sobre el bienestar subjetivo. La primera de ellas es una ruta directa entre la pobreza y el bienestar subjetivo, indicando que condiciones de vida precarias tienen un impacto negativo en la percepción del bienestar subjetivo.  

La segunda trayectoria propone que la pobreza incide sobre el bienestar a través de la influencia de estrategias de afrontamiento pasivas y evasivas, de un locus de control externo y de una falta de orientación hacia la competitividad y la maestría; y la tercera trayectoria, se presenta al considerar que el rechazo personal (una baja autoestima) y orientación hacia la maestría se traduce en actitudes depresivas en las personas que impactan directamente su percepción subjetiva de bienestar. Ahora bien, en cuanto a las variables psicológicas y sociales, Palomar et al (2004), consideran que son variables relevantes en la comprensión de un fenómeno multidimensional y complejo como el de la pobreza y en la modificación de condiciones que ayuden a los pobres a modificar sus condiciones de vida.

Pobreza y movilidad social

La investigación sobre la pobreza y la manera de combatirla irremediablemente ocupa uno de los primeros lugares en las agendas de los asuntos mundiales. Hoy resulta imperativo construir una propuesta económica, política y social que acierte a resolver los problemas de pobreza que ponen en juego las posibilidades mismas de vida de grandes segmentos de la humanidad (Gallardo y Osorio, 1998). Además, el estudio del efecto que algunas variables psicológicas tienen sobre los procesos de movilidad social aún no ha sido explorado suficientemente, ya que la mayor parte de los estudios sobre movilidad social, muchas veces sólo ha incluido variables de tipo económico.

La educación es el eje fundamental para alcanzar la realización personal y social para fomentar el crecimiento socioeconómico y cultural que el país requiere para enfrentar con éxito el reto del desarrollo humano frente a los desafíos de la globalización y los retos del siglo XXI; además se visualiza como el principal instrumento para romper el círculo de la pobreza.

La mayoría de las investigaciones ha encontrado de manera consistente una fuerte relación entre el nivel educativo y la movilidad social, siendo las personas que ascienden en la escala socioeconómica, las que tienen los niveles educativos más altos en comparación con aquellas que descienden o permanecen en el mismo nivel (Dahan y Gaviria, 2001; Dyhouse, 2001; entre otros). Sin embargo, otros autores como Corcoran (1995) y Kerckhoff (1989), han señalado que no es la escolaridad en sí misma lo que se relaciona con la movilidad, sino algunas otras variables como la motivación al logro, el funcionamiento familiar, etcétera, las que permiten a los individuos alcanzar los logros educativos. En este sentido, Kerckhoff (1989) afirmó que el modelo psicosocial que ayuda a explicar la movilidad en cuestión educativa, se basa principalmente en la importancia de la motivación y las relaciones sociales del individuo, señalando que aquellos individuos con aspiraciones elevadas probablemente tienen mayores logros educativos, lo que hace que busquen con mayor frecuencia trabajos de un alto desempeño intelectual, mientras que sujetos con menores aspiraciones y logros educativos buscarán trabajos con menores exigencias intelectuales y por tanto recibirán menores ingresos, lo que a su vez reducirá las posibilidades de superar el nivel socioeconómico.

El estancamiento en un mismo nivel socioeconómico, se ha explicado señalando que los niños que crecen en familias pobres serán pobres de adultos debido a la modesta inversión que se hizo en su educación. Argumentándose que los niños de familias pobres alcanzan menores logros educativos que los hijos crecidos en familias no pobres.

Por otra parte, existen autores como Corcoran (1995) que afirman que gran parte del efecto de la pobreza de los padres sobre los logros económicos de los hijos se da independientemente de la educación escolar. Dicho argumento apoya la hipótesis de que la relación que existe entre la educación y la movilidad social se da de manera indirecta, es decir, los aspectos psicológicos y sociales que influyen en los logros educativos probablemente son los mismos que favorecen la movilidad social, por lo que la educación puede predecir la movilidad gracias a los factores psicológicos y sociales que en ella se involucran (p. ej. la motivación al logro).  

Cuando estas condiciones se presentan en un grupo social, éste ve muy difícil la modificación de su situación económica, social y cultural, ya que un aspecto incide en los otros. La pobreza es una situación en la cual, cuánto más pobre uno es, más pobre uno se hace. Entra como en un circuito que se realimenta y se fortalece. Por eso se habla de “mecanismos reproductores de la pobreza”.

Estos grupos sociales requieren de políticas sociales y educativas efectivas por parte del Estado. A través de las mismas estos grupos deben ser actores modificadores de su propia situación para romper este círculo vicioso de la pobreza.


Programas sociales

De acuerdo con Naciones Unidas, una buena práctica, en sentido genérico, consiste en iniciativas o modelos de actuaciones que tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de individuos o grupos (en situación de pobreza o exclusión social)

Sin embargo, según han señalado Pick y Poortinga (2005), existen al menos dos grandes brechas que limitan el diseño e instrumentación de programas efectivos para el desarrollo. (i) La primera se refiere a la enorme distancia que existe entre la ciencia y la práctica de las ciencias sociales y del comportamiento (Banco Mundial, 2004; Gower, 1997; Piña, Jiménez & Mondragón, 1992). (ii) La segunda está constituida por un vacío entre tres actores: políticas, programas y las necesidades de las poblaciones a quienes van dirigidos (Halpern, 2003; Uvin & Miller, 1995) 

Las ciencias sociales y la psicología pueden contribuir a través del uso de metodología de la investigación (ej. , diseño de investigación; diseño y validación de instrumentos para la recolección de datos) así como teorías y modelos (ej. , cambio de conductas, relaciones interpersonales) sobre los cuales se pueden basar las políticas y de allí desprenderse los programas. Por otro lado, es a través de métodos psicométricos y la estadística que se evalúa tanto la efectividad y eficiencia tanto del proceso como el impacto de los programas. A través de estrategias de comunicación, se realiza la abogacía o cabildeo así como otros tipos de diseminación de los resultados. Visto desde otro ángulo, precisan Pick y Poortinga, la ciencia ofrece una base para descubrir y más adelante, poner a prueba procesos y situaciones que incluyen la detección de las necesidades reales de las poblaciones que requieren atención, así como para probar modelos antes de que sean considerados para su institucionalización y aplicación en gran escala. De esta manera, la ciencia y la práctica de las ciencias sociales y del comportamiento le pueden dar retroalimentación a la comunidad científica así como a quienes diseñan las políticas públicas y los programas.

Según observa Gómez, el primer actor social que trataremos es la familia ya que es la unidad de la sociedad y es el primer agente socializador por el cual pasa el niño en sus primeros años de vida.

La realidad de las familias en situación de pobreza es compleja y heterogénea. No alcanza con tener en cuenta indicadores vinculados a ingresos económicos, tipo de vivienda, nivel de escolaridad, situación geográfica, etc. Es necesario tener presente la dimensión psicológica y el universo cultural, los mecanismos de adaptación que reproducen la situación de pobreza.

La vivienda precaria con escasa privacidad e indiferenciación de espacios internos, condiciona al hacinamiento y la indiferenciación de roles familiares.

En la dinámica familiar se observa una clara estructura matriarcal; la madre es la figura estable, de referencia para sus hijos. La figura masculina está ausente o es inestable, cambiante, con escasa o nula participación en los problemas que surgen día a día.

El vinculo simbiótico entre madre-hijo se prolonga más de lo habitual.

Las condiciones de vida, las características de la vivienda, el hacinamiento, el colecho múltiple, etc, son factores que favorecen la indiscriminación, dificultando el proceso de individualización del niño.

A través del tiempo se ha planteado la idea de que, dependiendo de la eficacia de la acción del Estado, los pobres dejarán de serlo como consecuencia de los “programas sociales”. Algunos piensan que se saldrá de la pobreza en la medida en que la sociedad resuelva por sí misma ciertas carencias, o presione al Estado para hacerlo. Otros plantean que todo dependerá de la capacidad para aprovechar las oportunidades que ofrece el proceso económico, lo que se relaciona con el concepto de “habilitación”, que apunta a identificar los factores personales y espirituales que inciden en que los pobres “surjan” (Tironi, 1995).  

Este concepto lleva a modificar la idea economicista clásica, en que los resultados materiales tangibles, como por ejemplo el disponer o no de una vivienda propia y nueva, son los factores determinantes en la superación de la pobreza, cuando en verdad debiera enfatizarse, junto a lo anterior, el desarrollo de capacidades individuales, familiares, comunitarias y de la sociedad en su conjunto.

Un concepto muy importante a tomar en consideración es el de umbrales o mínimos sociales. Las personas que viven en situación de pobreza, se convierten progresivamente en titulares de derechos sociales y económicos. Los mínimos sociales constituyen umbrales de cobertura, calidad y gestión en materia de oportunidades y bienestar que las instituciones públicas y privadas deben garantizar a través de planes y programas que, así entendidos, restituyen los derechos que han sido vulnerados.

Los mínimos sociales permiten dimensionar y visualizar las brechas o distancias objetivas que separan a miles de compatriotas de un piso básico que asegure su desarrollo humano y social. Bajo ese piso, cualquier política, plan o programa, sería no sólo inadecuado sino inaceptable. Por eso, las brechas que surgen al trabajar en base a mínimos sociales, constituyen un insumo básico para el diseño, implementación y evaluación de políticas, planes y programas tanto económicos como sociales.

El establecimiento de mínimos conlleva necesariamente la instalación de mecanismos que permitan su exigibilidad, los cuales deben incluir alternativas tales como la mediación, la existencia de plazos perentorios, control ciudadano y participación en la gestión y evaluación de las políticas sociales. En efecto, para la concreción de esta propuesta se requieren promover cambios en la institucionalidad actualmente existente, bajo los siguientes principios: gestión coordinada, intersectorial, descentralizada, territorializada, y que incorpore a la sociedad civil en los distintos componentes y niveles de la política; y, por cierto, una propuesta en correspondencia con los cambios en el paradigma de las ciencias gerenciales, una nueva gestión caracterizada por el desarrollo de competencias y un estilo gerencial marcados por una visión estratégica ( de largo plazo), planes orientados a resultados y coordinación de unidades descentralizadas (Licha, 1999)


Pobreza y resiliencia

La dimensión psicológica de la pobreza se relaciona con lo que usualmente se conoce como factores psicológicos individuales. Estos factores aluden a bienes no materiales, ya sean cognitivos, afectivos y de relación con otros, que influyen la manera en que los individuos se relacionan consigo mismo, con otros y con su entorno. Esta dimensión tiene que ver con la posibilidad de reconocer, acceder y apropiarse de oportunidades ofrecidas por la sociedad, así como de generar posibilidades de desarrollo personal y colectivo.  

El concepto base en este contexto es el de Recursos Psicológicos, esto es, las potencialidades afectivas y cognitivas de las personas que les permiten desarrollarse y cambiar su vida.  

Las investigaciones han revelado que cerca de un tercio de los niños que crecen en medios con múltiples agentes estresantes y escasas oportunidades, son niños bien adaptados y se convertirán en adultos con una vida normal.

Como nos indica Grotberg ha existido una percepción de que los niños de nivel socio económico alto son más resilientes (Elder & Conger, 2000, citados por Grotberg, 2006). Estos niños son más exitosos en la escuela, sin embargo el buen rendimiento escolar no es resiliencia.  

Puede ser que estos niños obtengan mejores trabajos, pero eso no necesariamente implica que sean resilientes. El estudio realizado por Grotberg, en 27 lugares distribuidos en 22 países (International Resilience Proyect. ), encontró que no existía conexión entre el nivel socioeconómico y la resiliencia. La diferencia fue principalmente en la cantidad de factores resilientes utilizados. Pobreza no es una condición de vida aceptable, pero no impide el desarrollo de la resiliencia. Vaillant y Davis (2000, citados por Grotberg, 2006) presentaron evidencia longitudinal de que no existe relación alguna entre inteligencia y resiliencia, y/o clase social y resiliencia A partir de estos estudios se han ido identificando diversos factores asociados al desarrollo de resiliencia en condiciones de pobreza, que tienen relación con aspectos individuales y ambientales.

En las dos últimas décadas numerosos estudios se han gestado en Europa y Estados Unidos, a partir de la discusión del tema de la Resiliencia. En hispanoamérica no es sino hasta la década del noventa cuando surgen las primeras publicaciones en español. Dichas investigaciones incluyen en sus definiciones la conjugación de factores personales y ambientales que han sido observados de acuerdo con el objeto de estudio. Es oportuno entonces hacer un pequeño recorrido por las diversas formas en que se presenta el concepto de resiliencia.  

Desde el punto de vista de la acción: 

· La resiliencia es ante todo un concepto de acción que se le puede profundizar por los aportes de las ciencias, de las experiencias concretas de base e incluso de las artes. La resiliencia es una interacción creativa entre los recursos personales y los recursos sociales.  

· La resiliencia es un fenómeno multifacético que abarca factores ambientales y personales.  

· Es la aptitud para resistir a la destrucción, es decir, preservar la integridad en circunstancias difíciles; la actitud de reaccionar positivamente a pesar de las dificultades.  

· La resiliencia es la habilidad de crecer, madurar e incrementar la competencia de cara a circunstancias adversas y obstáculos, recurriendo a todos sus recursos, tanto personales como ambientales.  

· Resiliencia significa las habilidades, destrezas, conocimiento, insight (introspección) que se acumula con el tiempo a como las personas luchan por levantarse de la adversidad y afrontar retos. Es un continuo y desarrollador fondo de energía y destreza que puede ser utilizado en las luchas actuales. Resiliencia es el proceso, la capacidad de o el resultado de una adaptación exitosa a pesar de circustancias retadoras y amenazantes. Se proponen cinco ámbitos de intervención, en perspectiva pedagógica y psicosocial, para desarrollar la resiliencia en los niños: 

· a) Redes informales de apoyo y, como exponente clave, una relación de aceptación incondicional del niño en cuanto persona por al menos una persona significativa. Esta aceptación (que no significa aceptación de cualquier conducta del niño) es, con toda probabilidad, la base de la construcción.  

· b) La capacidad para averiguar sobre el significado o sentido de lo que ocurre en la vida. La respuesta a esta necesidad de significado puede revestir varias formas. Por ejemplo la consecución de pequeños objetivos, expresiones de fe religiosa, identificación con modelos positivos, experiencias de orden y belleza, dedicación a los demás.  

· c) aprendizaje de todo tipo de aptitudes sociales y resolutivas de problemas, así como de determinadas aptitudes técnicas de utilidad, más el convencimiento de tener algún tipo de control sobre la propia vida.  

· d) Respeto del niño y fomento de su autoestima a lo largo del proceso educativo. Sacar a luz las cualidades positivas que puedan pasar inadvertidas por encontrarse en cierto modo encubiertas por una conducta inaceptable.  

· e) Sentido del humor. Supone algo más que pasarlo bien. La gracia suele implicar el reconocimiento de lo imperfecto, del sufrir, que acabamos por integrar en la vida de forma positiva, con una sonrisa.


La intervención psicosocial, además de ser deseada por las personas y colectivos a que va dirigida y tener como único fin el bienestar de los mismos; debe estar orientada por principios generales que constituyen metaobjetivos de la misma y que, siguiendo a Argyris, pueden enunciarse de la siguiente manera: 

1. Como resultado de la intervención, el sistema debe comenzar a generar fluidamente información válida para su funcionamiento.  

2. Comienza a decidir sus propias estrategias con un alto grado de independencia.  

3. Aumenta sensiblemente su involucración afectiva, su participación en la tarea de solucionar sus propios problemas.  

La resiliencia nos indica, a quienes trabajamos en sectores de pobreza, la necesidad de focalizar nuestra búsqueda en los recursos personales y ambientales de que disponen los individuos, sus familias y la comunidad (Caritas 2000).

La resiliencia -afirma Rutter- no debe ser entendida como la animada negación de las difíciles experiencias de la vida, dolores y cicatrices: es más bien, la habilidad para seguir adelante a pesar de ello. La herida o el daño es un hecho real, pero a pesar de las heridas infringidas, para muchos el trauma también ha sido instructivo y correctivo.  

El ambiente continuamente presenta demandas, retos y oportunidades. Estos podrían a la vez convertirse en obstáculos (dada una complejidad de otros factores, -genéticos, neurobiológicos, familiares y comunales-) para el desarrollo de la fuerza, de la resiliencia o producir una disminución en la capacidad para enfrentarse a la adversidad.  

La investigación en el desarrollo de la resiliencia ha introducido ideas que desafían tres conceptos dominantes sobre el desarrollo: 1) Hay etapas fijas, inevitables, críticas y universales del desarrollo, 2) El trauma de la niñez inevitablemente lleva a una psicopatología adulta ; y 3) Hay condiciones sociales, relaciones interpersonales y arreglos institucionales que son tan tóxicos que inevitablemente llevan a carencias o problemas en el funcionamiento diario de los niños y adultos, familias y comunidades.  

Según Croce (2000), a esta perspectiva de “resiliencia” se puede combinar con interés otra perspectiva que nos puede ayudar a realizar interesantes categorizaciones. Los holandeses, además de hablar de pobres, tienen otra palabra en su idioma que resulta mucho más dinámica: Hablan de “personas con pobres oportunidades”.  

La noción de “oportunidades” vincula al medio con el individuo. Se pueden tener o no tener las oportunidades (y en esto se puede acercar a la noción de pobreza), pero también se pueden o no aprovechar las mismas, y en este sentido empieza a cobrar un protagonismo central la persona.

Por otra parte, buena parte de lo que tratamos de hacer desde nuestras experiencias y proyectos es abrir a las oportunidades, aumentarlas, acercarlas. De alguna manera, lo que hacemos es “dar una oportunidad”.

 

 

El cuadro nos permite ver la importancia decisiva de la posibilidad de ofrecer estas oportunidades. Sin ellas, la situación de los Adl es definitivamente mucho más complicada.

Un debate abierto es si hay o no personas –y en particular Adl- que sean “no resilientes”. Más allá de cómo lo profundicemos y de las conclusiones a las que arribemos, lo que sí sabemos es que muchos niños y adolescentes al menos en apariencia no resilientes, pierden su vida por la violencia, las adicciones o las enfermedades sociales y que no tienen el tiempo necesario para desarrollar su propia resiliencia. El factor tiempo, la urgencia de su atención, debe ser nuestra prioridad.

Conclusiones

1. La pobreza es un fenómeno social y económico complejo, que tiene múltiples facetas y causas determinantes, es uno de los problemas más graves que enfrenta la humanidad

2. La definición de pobreza no se puede separar del concepto de exclusión.  

3. La inequidad es un rasgo que acompaña desde larga data a las sociedades de la región, siendo la consecuencia de la acción conjunta de estructuras económicas, sociales, de género y étnicas altamente segmentadas. De modo que la reproducción de la inequidad en el tiempo ostenta un carácter complejo y comprende factores que se potencian entre sí.

4. En la actualidad se está tratando de incorporar en las mediciones aspectos no materiales de la pobreza, relacionados con la ampliación y fortalecimiento del capital social de la población pobre por medio de su participación en las redes sociales de intercambio: educación, trabajo, información, poder político.  

5. En su versión más amplia, la pobreza queda definida por los ingresos bajos o nulos; la falta de acceso a bienes y servicios provistos por el Estado, como seguridad social y salud, entre otros; la no propiedad de una vivienda y otro tipo de patrimonio; nulos o bajos niveles educativos y de capacitación, y la carencia de tiempo libre para actividades educativas, de recreación y descanso, todo lo cual se expresa en falta de autonomía y en redes familiares y sociales inexistentes o limitadas.  

6. La calidad de vida de la que disfrutan las personas, se coloca en el centro de este debate.  

7. El concepto de calidad de vida no se reduce al acceso a bienes y servicios materiales (ligados con la renta o la riqueza) pues se enfatizan las condiciones que fomentan el despliegue de las capacidades humanas y su uso con fines productivos, recreativos, culturales y políticos.  

8. El bienestar es una condición para que los ciudadanos logren el despliegue de las capacidades necesarias para disfrutar y participar de la vida social de manera digna y realizando sus propios objetivos.

9. Las personas que viven en situación de pobreza, se convierten progresivamente en titulares de derechos sociales y económicos. Los mínimos sociales constituyen umbrales de cobertura, calidad y gestión en materia de oportunidades y bienestar que las instituciones públicas y privadas deben garantizar a través de planes y programas que, así entendidos, restituyen los derechos que han sido vulnerados.

10. Estos planes y programas deben incorporar el concepto de resiliencia, fundamental para promover calidad de vida, y que implique, en lo fundamental, un trabajo promocional (descubrir y fortalecer capacidades y recursos); esto es cambiar de una intervención de focalización directa, a una intervención que incorpore a la familia y comunidad.


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