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Parentalidad y riesgo de consumo de drogas.

Autor/autores: Daniel Paramo Castillo
Fecha Publicación: 01/03/2009
Área temática: Adictivos, Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Existen varias clasificaciones para los factores de riesgo para el consumo de drogas y en casi todas ellas se incluyen los familiares. Algunos de estos no son específicos para el consumo de sustancias, sino que pueden predecir otras conductas desadaptativas. Los factores de riesgo familiares son revisados a la luz del concepto de parentalidad, entendida como el proceso psicológico complejo que a pesar de estar o no constituido en los padres, incide sobre los hijos. Mediante esta revisión se concluye que los factores de riesgo familiares pueden subdividirse en dos tipos, los referidos al ambiente familiar y las alteraciones en el estilo parental.

Ahora bien, las prácticas de crianza contemporáneas están marcadas por el creciente aislamiento de las familias respecto a su entorno, el ambiente de competitividad, la concesión de una alta credibilidad a las opiniones científicas en desmedro de la información tradicional transgeneracional y de la propia sensibilidad y empatía de los padres. Para subsanar todas estas potenciales carencias existe un creciente mercado de productos especialmente diseñados para optimizar el desarrollo de los hijos. De tal modo que un ausente o insuficiente ejercicio de la parentalidad puede convertirse en factor de riesgo para el consumo de drogas, mientras que su ejercicio de acuerdo a las exigencias sociales y las sugerencias del mercado, también conlleva el mensaje de que en el consumo están las soluciones.

Palabras clave: Consumismo, Consumo de drogas, Factores de riesgo, Parentalidad


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Parentalidad y el riesgo de consumo de drogas

Lic. en Psic. Goretti Amador Rocha
Lic. en Psic. Daniel Páramo Castillo
Universidad de Guanajuato, México

Resumen
Existen varias clasificaciones para los factores de riesgo para el consumo de drogas y en casi
todas ellas se incluyen los familiares. Algunos de estos no son específicos para el consumo
de sustancias, sino que pueden predecir otras conductas desadaptativas. Los factores de
riesgo familiares son revisados a la luz del concepto de parentalidad, entendida como el
proceso psicológico complejo que a pesar de estar o no constituido en los padres, incide
sobre los hijos. Mediante esta revisión se concluye que los factores de riesgo familiares
pueden subdividirse en dos tipos, los referidos al ambiente familiar y las alteraciones en el
estilo parental.
Ahora bien, las prácticas de crianza contemporáneas están marcadas por el creciente
aislamiento de las familias respecto a su entorno, el ambiente de competitividad, la concesión
de una alta credibilidad a las opiniones científicas en desmedro de la información tradicional
transgeneracional y de la propia sensibilidad y empatía de los padres. Para subsanar todas
estas potenciales carencias existe un creciente mercado de productos especialmente
diseñados para optimizar el desarrollo de los hijos. De tal modo que un ausente o insuficiente
ejercicio de la parentalidad puede convertirse en factor de riesgo para el consumo de drogas,
al tiempo que su ejercicio de acuerdo a las exigencias sociales y las sugerencias del
mercado, también conlleva el mensaje de que en el consumo están las soluciones.

Palabras clave: consumo de drogas, factores de riesgo, parentalidad, consumismo

factores de riesgo y parentalidad
El reciente impulso que ha recibido el estudio de la parentalidad ha brindado elementos
teóricos para entender con mayor profundidad fenómenos como la filiación y el desarrollo
psicológico humano en condiciones normales y extraordinarias. De modo semejante, sus
aportaciones han iluminado regiones del estudio de la violencia doméstica y social (1) o la
migración (2).
La parentalidad es el proceso psicológico complejo que tiene lugar en los cuidadores
primarios y que en su vertiente cognitiva consta de límites y relaciones entre los miembros de
distintas las generaciones de una familia; implica también la comunicación primeramente
corporal entre la madre y el padre con el hijo; incluye elementos culturales o normativos sobre
quién es y qué hace un padre/madre, y finalmente también en ella juegan un papel importante

la estima, autoestima y empatía (3). Las experiencias relacionadas con haber sido hijo se
combinan con vivencias y exigencias del presente para configurar una manera particular de
ser madre o padre. Este núcleo de la personalidad que permite ejercer la labor de padre es el
yo parental (4). Además, la parentalidad es independiente de la consanguinidad tal y como
ocurre ante la paternidad adoptiva o mediante tecnologías reproductivas. Ser padre implica un
proceso psicológico constante; procrear es un acto biológico.
Por otro lado, la amplia gama de conductas relacionadas con las farmacodependencia, desde
el consumo experimental al social, de ahí al abuso de drogas y a la dependencia, tiene entre
sus factores de riesgo elementos familiares. Se entiende por factor de riesgo aquella
experiencia, circunstancia o creencia que aumenta la probabilidad de consumir drogas.
Existen varias clasificaciones para los factores de riesgo, de acuerdo al ámbito en el que se
presenta o según la perspectiva sistémica en personales, del micro y macrocontexto. En este
modelo los factores familiares corresponden al microcontexto, o sea, al entorno inmediato del
individuo. Sin embargo, no siempre está claro si estos factores corresponden al ambiente
familiar, es decir, a una variable relativamente estable y externa a los miembros de la familia,
o sin son el efecto de la subjetividad de sus miembros, en este caso el ejercicio de la
parentalidad.
Hasta ahora los factores de riesgo familiares han sido divididos en específicos para el
consumo de drogas y generales para otras conductas problemáticas o de riesgo (5) ­que sin
embargo incluyen el riesgo de abuso de drogas. En la tabla 1 se hace una síntesis de los
factores más ampliamente aceptados. Con un asterisco se destacan aquellos que en opinión
de los autores, dependen directamente del ejercicio de parentalidad. El ejemplo paradigmático
de una parentalidad deficiente es el maltrato; aún cuando coexista con periodos de buen trato,
la violencia contra los hijos representa un riesgo para el desarrollo de múltiples trastornos y es
por tanto una falla en el yo parental. En el otro extremo se ubica el grado de formación
académica de los padres, incluso cuando puede determinar el estatus socioeconómico de la
familia, ya que si bien influye en todo el ambiente familiar, no interviene directamente en la
forma de ejercer la parentalidad.

tabla 1. factores de riesgo FAMILIARES
FACTOR DE RIESGO
ESPECÍFICOS PARA EL CONSUMO DE
DROGAS
Exposición a las drogas
Modelados negativos
Actitudes de los padres ante las drogas
GENERALES PARA CONDUCTAS
RIESGOSAS
conflicto familiar
Estilo educativo

EJEMPLO

Accesibilidad a sustancias tóxicas en el hogar
Consumo de drogas incluso lícitas (6) o
durante el embarazo (7)
(8)

Violencia en la familiar, relaciones pobres entre
padres e hijos, falta de confianza (9, 10)
Supervisión ineficaz de las actividades o
compañías, disciplina laxa, inconsistente o
excesivamente severa, uso excesivo de la
reprobación (11)

Exposición a estrés
psicopatología y en general problemas
de conducta
Maltrato (Negligencia, abuso)
Prácticas pobres de socialización
Diferencias familiares a causa de distinta
culturización entre padres e hijos
Grado de formación de los padres
Asunción temprana de
roles adultos

Manejo y liderazgo familiar ineficaz, involucrar
a los hijos en los problemas familiares
estabilidad laboral y matrimonial, cohesión (12)
conducta antisocial
(13)
aislamiento psicosocial (8)
Inconsistencia en las reglas de casa y el
ámbito social, ignorancia del "mundo" del hijo
estatus socioeconómico
Trabajo infantil, embarazo adolescente (14)

Cabe decir que la mayoría de estos estudios no discriminan entre la paternidad ejercida por
uno dos padres (madres solteras, parejas divorciadas, etc. ) ni en la orientación sexual de los
mismos (homoparentalidad). En una investigación de McArdie y colaboradores (15) se
comprobó que los aspectos cualitativos de las relaciones familiares tienen mayor influencia en
la probabilidad de consumo de drogas de los hijos que características estructurales como vivir
con uno o dos padres, por ejemplo. Sin embargo, la influencia de la estructura familiar es
motivo de controversia (16, 17)

La parentalidad puesta a prueba: cuando el hijo consume drogas
Una adicción suele comenzar con experiencias esporádicas de consumo. Por su carácter de
ilícito y por el rechazo social a la figura del adicto (18), es común que el niño o el joven
experimentador oculten su consumo de drogas. La noticia de que un hijo consume drogas es
traumática no sólo porque confronta a las expectativas previamente depositadas, sino porque
suele activar emociones intensas tales como miedos ­reales o imaginarios-- respecto al
futuro del hijo, vergüenza, negación y deseo de ocultamiento. Generalmente se vive como un
fracaso en la crianza con sus respectivas cuotas de culpa y frustración.
Así, los afectos y pensamientos negativos movilizados ante el consumo del hijo paralizan a
los padres y retrasan la atención adecuada. Al mismo tiempo estas secuelas atentan contra el
equilibrio y seguridad del sistema familiar y contra el autoconcepto y autoestima de los
padres. De esta forma, en el padre que acaba de enterarse de que su hijo consume drogas
pueden desencadenarse trastornos psicológicos cuya gravedad depende de muchos otros
factores, y por otra parte, afectan al ejercicio mismo de la parentalidad. Reacciones violentas
como castigos excesivos, reproches o el desentendimiento de la suerte futura del hijo cierran
un círculo vicioso (19) y merman los recursos familiares y personales tanto de los padres (yo
parental inadecuado y otras secuelas psicopatológicas) como del hijo (retiro del apoyo,
culpabilización, aumento del estrés).
Las reacciones desfavorables son mayores en el caso de que alguno de los padres tenga una
historia previa de consumo de drogas. En este caso pueden proyectar sobre su hijo sus
propios miedos y conflictos no resueltos, pueden exigirle abierta o tácitamente las mismas
reacciones o soluciones que ellos pusieron en marcha y como consecuencia olvidan su rol de
parental de cuidadores y viven la situación casi como un par de su hijo. Finalmente terminan
reprochándoles su consumo con acritud y en la misma medida de sus conflictos no resueltos.

Conclusiones
La familia es determinante en el desarrollo del individuo y enormemente influyente en cuanto
al riesgo o protección del abuso de sustancias. En la actualidad ha experimentado múltiples
transformaciones empujada por cambios sociales tales como el aumento de formas
alternativas de paternidad, migración, incorporación de las mujeres al ámbito laboral, etcétera
(20). Pero la familia no es una variable monolítica y rígida. Entendida desde su pilar más
íntimo, la familia es el espacio conformado por estrechos vínculos maritales y filiales. Estas
relaciones interpersonales representan una realidad altamente dinámica y son, por tanto,
factores de riesgo o de protección muy complejos, dependientes de la subjetividad, altamente
sensibles a las circunstancias.
Las anteriores consideraciones marchan en contra de un modelo ecológico de las adicciones,
que aunque tenga la bondad de ordenar los distintos elementos familiares que intervienen
como protectores o de riesgo para el consumo de drogas, puede derivar en una rigidización
del modelo. En cambio, esta perspectiva de la cultura de la parentalidad puede brindar más
elementos y profundizar en ellos desde un modelo integrativo, compuesto por elementos
organizados por espacios (21). Es una sólo vía de acceso al fenómeno multifactorial y
plurideterminado de las adicciones.
En el caso de que un hijo incursione en el mundo de las drogas, quizá su resiliencia está
siendo sometida a prueba. Su red de contención más inmediata es entonces su familia. Es
momento de que se active la resiliencia familiar (22). Pero esta capacidad de respuesta,
superación y adaptación de la familia como una unidad funcional requiere de tres elementos,
a saber: creación de un contexto en el que los miembros se sientan "seguros", la posibilidad
de realizar modificaciones en el funcionamiento familiar y la elaboración de un discurso
común, incluyente y solidario con todos, que permita el reconocimiento del problema y el
sufrimiento que causa. En otras palabras, para que la resiliencia familiar proteja al hijo de
problemas relacionados con el consumo de drogas, se necesita que exista una buena
parentalidad.

Colofón. De los padres consumistas a los hijos consumidores
Es cada vez más claro que en la época contemporánea que algunos llaman posmodernidad y
otros proponen considerarla hipermodernidad (23), la intensificación de las tendencias
individualistas y la creciente fragmentación social tienen consecuencias sobre la subjetividad.
Así, psicopatologías como los trastornos depresivos, psicosomáticos, limítrofes y del control
de impulsos se han incrementado notablemente. La noción de éxito está cada vez más
idealizada e inalcanzable, de modo que al no cumplirse con los modelos sociales ­y tener por
ejemplo un hijo sumergido en el ambiente de las drogas--, se reacciona con autodenigración
y una permanente baja autoestima (24, 25).
Paralelamente, el discurso científico permea cada vez más nuestra vida cotidiana. Ahora
cuenta con más credibilidad un anuncio sobre juguetes que han de brindar estimulación al
bebé, que la sabiduría tradicional de la abuela. Tal parece que el modelo actual de paternidad

incluye la compra de todos los artefactos que brinden estimulación y los dispositivos para
protegerlo de riesgos, enfermedades y accidentes, sin fracaso alguno ni retraso en el
desarrollo, para que tenga una maduración óptima, por encima de lo esperado. Tal y como
suele ocurrir con la salud, socialmente prevalece la noción de que el bienestar del bebé puede
ser comprado.
Las actitudes consumistas de los padres, estén o no relacionadas con la búsqueda de un
supuesto estado ideal para los hijos, tienden por una parte a repetirse en estos (26), y por otra
parte representan un mensaje muy claro y reiterado de que el bienestar proviene del exterior y
que puede ser comprado. El objeto consumido, sea cual sea su naturaleza, puede convertirse
en adicción.

Referencias bibliográficas

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