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Infidelidad, ¿Causa o síntoma de la crisis de la pareja?

Fecha Publicación: 01/03/2005
Autor/autores: Hilda Beatriz Salmerón García

RESUMEN

En el presente artículo se analizan los problemas que implica la infidelidad, se abordan varios autores, unos a favor y otros en contra de la manifestación de dicha conducta; se indagan los factores predisponentes de tal situación para cuestionar si la conducta infiel puede tomarse como índice de salud o no, teniendo como marco a la pareja.


Palabras clave: Crisis, Pareja, Psicoanálisis, Tratamiento
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

Infidelidad, ¿Causa o síntoma de la crisis de la pareja?

Hilda Beatriz Salmerón García

· Directora de psicoterapia Integral, SC.
· Profesora tiempo completo Universidad Nacional Autónoma de México

PALABRAS CLAVE: crisis, Pareja, tratamiento, psicoanálisis.

(KEYWORDS: crisis, Partner Treatment, Psychoanalysis. )

 

Resumen

En el presente artículo se analizan los problemas que implica la infidelidad, se abordan varios autores, unos a favor y otros en contra de la manifestación de dicha conducta; se indagan los factores predisponentes de tal situación para cuestionar si la conducta infiel puede tomarse como índice de salud o no, teniendo como marco a la pareja.

Abstract

In this work the problems caused for infidelity in the partner was analized. Many authors were taken to argued supporting or against this behavior. The predisponent factors were considered to value if this behavior could be heallty or not, having like background at the partner.



Introducción

El matrimonio como institución, ha sido fuertemente cuestionado como una institución ideológica de control y de coerción que permite la recreación del orden establecido. Al ser el matrimonio una institución social es difícil que la familia pueda modificar a la sociedad, más bien ocurre que lo social construye tanto a la intimidad como a la privacidad.

El tema de la infidelidad, de los amantes o de las relaciones extraconyugales es uno de los puntos de partida para exaltar o desvirtuar a la familia y al matrimonio como el rector del statu quo, ideal, sólido e invulnerable.
Hablar de la monogamia o de la poligamia como la "naturaleza" dentro del matrimonio, además de falso -ya que no hay naturaleza humana, sino que, utilizando la frase de I. Caruso, "el hombre es por 'naturaleza' un ente cultural" - resulta la piedra de toque para abordar el punto de vista intrapsíquico e interindividual de la pareja que si bien es social, no deja también de contener fuertes relaciones psíquicas1.

No podemos soslayar el hecho de que la moralidad, junto con sus valores, costumbres, normas, etc. incitan al individuo a normar su conducta, pero también, sería por demás arbitrario, pretender "conocer" al individuo sólo desde afuera o desde el grupo sin intentar siquiera apuntar hacia los factores inconscientes y/o intrapsíquicos que desencadenan a la infidelidad.
Rougemont2 habla de la paradoja del matrimonio ya que se le piden dos cosas opuestas: la pasión y el amor, es decir, aquella llama de la pasión que rompe, mueve y enfrenta y aquel amor de rutina hundido en la certeza de la monotonía.

El presente trabajo tiene como finalidad abordar el tema de la infidelidad, analizándolo como un síntoma dentro de la crisis de la pareja, para tal fin, se incluyen autores que están tanto a favor como aquellos en contra de considerar las relaciones extramaritales sanas,
posteriormente, se revisan las consecuencias de cuando el cónyuge engañado se entera, para intentar esclarecer si esto trae como consecuencia la ruptura o la muerte de la pareja.

Finalmente, se analiza, a partir de los datos anteriores, si este tipo de conducta puede ser considerado maduro o saludable.


Hacia un concepto

Por infidelidad, relaciones extraconyugales, amantes, etc, entendemos la relación fuera del lazo conyugal que uno de los miembros establece con otra persona sea esta del mismo sexo o del sexo opuesto, y con quien obtiene algún tipo de relación amorosa -no solamente genital-, ésta puede ser a corto o a largo plazo.

El lazo conyugal alude no al hecho jurídico de contraer matrimonio sino a la posibilidad de que la pareja haya aceptado llevar una relación más o menos duradera, de manera voluntaria y comprometiéndose moral y físicamente el uno con el otro.

El tema de la infidelidad, en este sentido, no puede ser abordado como una entidad en sí misma, sino que tiene que ser entendido como una de las crisis, una de las consecuencias de las relaciones de pareja.

Las relaciones de pareja, igual que todo tipo de relación contiene cargas ambivalentes de amor y odio, en donde, de acuerdo con la teoría kleiniana, se van proyectando e introyectando partes del objeto bueno/malo, de manera dialéctica, es decir continua e ininterrumpidamente.
Apegándonos a la teoría de los impulsos de vida y muerte, y considerando que actualmente el matrimonio en nuestro país, es más o menos voluntario, vemos así que en la unión (instinto de vida) está ya dada su muerte (thanatos) o separación por medio de toda la gama de conductas agresivas y destructivas. Esto, evidentemente, replantea el concepto vulgar y común de amor en donde se utilizan patrones maniqueístas que hablan de una pureza y de una eternidad que en el hombre no pueden darse, dada su condición finita.

Aunque no sería del todo exacto hablar de las causas de la infidelidad, podemos intentar describir, de acuerdo con Strean3, Lemaire4 y Trodjman5, aquellos factores o mecanismos predisponentes para que este fenómeno ocurra; teniendo siempre presente que, como clínicos, debemos observar las ganancias primarias y secundarias que tanto la víctima como el victimario poseen, pues la pareja es un sistema que reaccionará a cualquier tipo de modificación que afecte a algún miembro dentro de la unidad total.


Factores predisponentes

Uno de los factores predisponentes de la infidelidad se remite a la elección del compañero. De acuerdo con Lemaire esta "decisión" está dada tanto por factores conscientes como inconscientes y además, restringidos al habitat de cada individuo, es decir, la elección no es al azar sino que está altamente determinada de acuerdo con las actividades realizadas que nos permiten "conocer" o relacionarnos con otras personas.

Si nos adecuamos a la teoría de la "tendencia a la simetría de Newcomb" o de la "teoría del balance de Heider"6, de los campos y atracciones sociales, es más fácil que las personas se sientan atraídas hacia personas que realizan el mismo tipo de actividad o comparten gustos similares que hacia aquellas personas con quienes no tienen los mismos marcos de referencia.

Tampoco hay que desconocer la presión ejercida en muchos medios sociales con los noviazgos largos o los noviazgos en general, respecto a la "necesidad", socialmente establecida, de contraer matrimonio. Como tampoco al hecho de "elegir un buen partido" que podría interpretarse como "del gusto de la familia de origen o con éxito".
De acuerdo con Freud7, la elección del compañero puede hacerse por varios caminos:

1. El tipo narcisita puede amar:

a. lo que uno es (a sí mismo)
b. lo que uno fue
c. lo que uno quisiera ser
d. a la persona que fue parte de uno mismo

2. El tipo anaclítico puede amar:

a. a la mujer nutriz
b. al hombre protector

El esquema anterior explica por qué existen elementos de amor y odio en las relaciones amorosas. Al proyectar parte del yo en el otro y llegar a la frustración se desencadena el odio. Ya que mediante el mecanismo de la proyección supongo que el otro “debe” satisfacer mis necesidades; esto ocurre tanto a nivel consciente como inconsciente.

La pareja necesita para su supervivencia y para el desarrollo de cada uno de los integrantes, de movilidad; así, el tipo de elección inicial puede ser modificada. Por ejemplo, la pareja complementaria, en donde uno "manda" y es considerado mejor, más capaz, etc. , puede verse seriamente afectada cuando el miembro "menor" obtiene una serie de logros que lo hacen salir del esquema anterior. En este ejemplo, el miembro "débil", realizó una elección del tipo anaclítico pero dados los logros, su relación se transformó en una de tipo narcisista. La relación continuará siempre que la elección sea ratificada por ambos miembros de la pareja.

Puede darse el caso de un cónyuge de carácter oral o simbiótico que, en su afán de evitar la depresión, haga una elección de tipo anaclítico y cuando descubra que por medio de su compañero no solucionará sus fantasías, podrá entonces buscar una relación extra.

Así es como a nivel inconsciente, se puede elegir compañero por la idealización que se hace del objeto, puesto que si la persona se relaciona con alguien a quien considera valioso, se valorará mejor a sí misma; o bien, puede sentirse apoyada de manera más sólida.

Hay que destacar que también puede elegirse pareja para no relacionarse y evitar la fusión y proximidad del otro.
Las situaciones anteriores, hacen referencia a patologías, en la medida en que se hacen modos de relación rígidas y estereotipadas y así, ante cualquier crisis o problema "vital" de la pareja, resultarán las conductas inoperantes para resolver o cuando menos llevar a buen término los problemas que la aquejan.

Sea cual sea el tipo de elección que se haya realizado, los miembros de la pareja pueden sentirse defraudados una vez terminado el período de luna de miel y entonces, las expectativas sufrirán un golpe cuando se enfrenten a la pareja “real” y no a la idealizada.

El desplazamiento del odio, virtualmente operante, dentro de la "luna de miel", se torna ahora ineficiente a pesar de la represión, que ante una crisis se resquebrajará de tal suerte que un miembro de la pareja puede elegir como amante a una persona diametralmente opuesta a su cónyuge, conservando a su pareja como objeto bueno. Este mecanismo explicaría aquellos casos en donde se busca un amante con el objeto de continuar idealizando la figura del cónyuge y poder descargar, así, lo negativo en el otro. Esto puede ser frecuente, en personas que comparan la relación sexual con actividades excretoras y pueden entonces "desahogarse" con prostitutas, conservando en un buen concepto el nombre del "cónyuge decente".

Aquí también podríamos encontrar, según Strean8 un tipo de masoquismo o sadismo encubierto. Ambos tipos de patología, pueden ser "causa" de una relación extraconyugal, que puede servir para castigarse mediante la autodenigración o bien, castigar y denigrar al otro. Lo anterior remite a la satisfacción de la necesidad de perder o de ganar que tienen algunas personas y que depende de lo que para ellos implique la relación extraconyugal positiva o negativamente hablando.

En este sentido, hay que mencionar otro tipo de relaciones extramaritales en donde la genitalidad no es lo más importante tanto como la necesidad de sentirse escuchado y atendido por otra persona.


Partiendo del supuesto de que toda pareja necesita cierto grado de dependencia, dada la necesidad de adecuar los roles; pueden encontrarse ciertas "desviaciones" respecto a la dependencia como el caso de individuos que tienen amantes cuando sienten que el cónyuge amenaza su independencia y autonomía y que tienen miedo a quedar atrapados, en este sentido, podemos observar a sujetos que en cuanto el amante inicia sus exigencias, nuevamente buscarán otra relación que los "salve" tanto del cónyuge como del amante "devorador" o bien, pueden mantenerse así para evitar ser absorbidos por ambas. Esta situación incluye el mito de "don Juan" en quien cabría la interpretación psicoanalítica del "miedo a la fusión" puesto que al relacionarse con muchas personas, la persona no puede involucrarse con ninguna.

Respecto a los límites de la pareja, es necesario que se establezca cierta independencia y autonomía respecto a las familias de origen. Cuando esto no se logra, Strean menciona que la búsqueda de un amante se inicia, con el objeto de saciar la necesidad de encontrar imagos paternas. Esta conducta alude a una regresión de tipo adolescente en donde, por medio del amante se evitan responsabilidades tanto de dependencia como de apoyo hacia el cónyuge.

Puede suceder también, que la infidelidad ocurra para satisfacer la necesidad del enamoramiento. Como con el cónyuge la luna de miel llega a término, podemos encontrar sujetos para quienes es necesario estar continuamente en la etapa de idealización y de fusión para sentirse amados.
Tordjman menciona el factor curiosidad como motor para la relación extraconyugal, sin embargo, esto es tan amplio y tan ambigüo que no nos explica el por qué en personas consideradas curiosas pueda no darse esta actitud, además de que sería ingenuo desconocer el enganche que se establece, amantes o cónyuges, para que una persona se relacione con otra.

También es importante subrayar el hecho de que la infidelidad puede darse como consecuencia de la desconfirmación del otro o como intento de "salvarse" de una relación asfixiante.

Igual que el dinero, los hijos, las propiedades, etc. , que son manifestaciones del poder en la pareja, la posibilidad de ser más atractivo y tener mayores potencialidades sexuales y atracción hacia el sexo opuesto, es otra ostentación de poder en la pareja.

A partir de las supuestas "causas" de la infidelidad, habrá que tener en cuenta el papel que desempeña el otro. Hay situaciones en las que el cónyuge es quien, por problemas sexuales, defensas, etc. , estimula abierta o encubiertamente a su pareja para que tenga relaciones extramaritales, en el caso de que a la pareja le produzca angustia y rechazo.

Se pueden encontrar infidelidades homosexuales o bien encubrirse una homosexualidad latente permitiendo que el compañero tenga relaciones sexuales con otra persona.


El conocimiento de la relación

Abordamos ya, algunos factores predisponentes para que la infidelidad ocurra, sin embargo, intentaremos ahora elucidar las consecuencia que la infidelidad trae en la pareja, pues contrariamente a lo que se piensa la infidelidad no es causa de la ruptura de la pareja.
Independientemente de que el cónyuge "engañado" se entere o no, y sin perder de vista que la confesión suele llevar gran carga de hostilidad, aunado a las diferentes fases por las que atraviesa el cónyuge, víctima de la infidelidad, depués de "conocer la verdad", este tema puede consolidar la relación siempre y cuando se hable del por qué y no del cómo, pues la pareja podrá estrechar aún más sus lazos. Es neceario iniciar la metacomunicación y salir del estereotipo de engañado contra engañador para superar la crisis.

En opinión de Rogers9, la infidelidad puede ser sólo una de tantas modalidades del matrimonio, él describe parejas que están de acuerdo ya sea en cambios de parejas sexuales o en aceptar el idilio del cónyuge con otra persona. Menciona diversos tipos de reacción que van desde la indiferencia hasta la cólera más abrupta y la consiguiente ruptura.

Aunque la infidelidad no es el factor desencadenante para el divorcio, confirma lo dicho por Tordjman10 respecto a que es una gran prueba para la educación tradicional a la que estamos sometidos.
Sin embargo, Rogers menciona que, a partir del conocimiento de las relaciones extraconyugales del cónyuge, la satisfacción sexual puede aumentar debido a la gran carga erótica que esta situación posee.

Por otro lado, las relaciones extramaritales pueden no ser siempre duraderas. ay aventuras que no amenazan a la pareja pues se basan en el supuesto efímero de su existencia.

Caruso11 menciona que ningún amante está psicológicamente preparado para enfrentar a la sociedad haciendo de su amor ilícito algo público. Así, todos los amantes serán boicoteados por su estructura super yoica que les prohibe salirse de los cánones de las morales establecidas.
Para Caruso, el amor de los amantes está cargado, desde un inico, del impulso de muerte, desde un inicio, pues los amantes aceptan que su relación es sacrificable, que tiene que ser dolorosa y tormentosa, resignándose a gran dosis de dolor y muerte. Lo anterior explica conductas suicidas de los amantes después del rompimiento.

De lo visto hasta ahora, resultaría ingenuo pensar que el hombre tiende más hacia la infidelidad que la mujer o bien que las mujeres que trabajan tienen mayor posibilidad de relacionarse extraconyugalmente que aquellas que no trabajan pues pensando así, perdemos de vista a la pareja; pues recordemos que también el otro toma parte activa aún en la "pasividad" más exigua.


¿Es la infidelidad índice de salud?

Respecto al problema de si un individuo adultero puede ser considerado sano o no, Strean supone que "un matrimonio feliz consta de dos seres humanos felices"12, en este sentido, si bien acepta que la relación íntima conyugal es un catalizador para que surjan las patologías individuales, dada su múltiple necesidad de satisfacer necesidades arcaicas, concluye que, desde el punto de vista psicoanalítico, la patología y las necesidades de satisfacción infantil son las que hacen propicia la relación extraconyugal. Considera que un individuo, para ser feliz, no necesita de aventuras ni de la poligamia.

Hay que tener presente que la fidelidad no es síntoma de felicidad, ni de salud; podría hablarse del tipo de matrimonios simbióticos descritos por Scheffen13, en donde las relaciones bipersonales regresivas se tornan tan asfixiantes que un amante, aunque utópico pensarlo en esas relaciones, resultaría deseable, por lo menos para "movilizar" dicha simbiosis o bien el cerco de goma que muchas familias poseen.

Tordjman considera al adulterio ". . . una verdadera prueba de fuego de la pareja: destruye aquellas en las que falta amor, y consolida las demás"14.

Así, más que buscar patologías, habrá que tener en cuenta que la infidelidad puede ser un síntoma de la larga serie de crisis por las que atraviesa la pareja y la funcionalidad, en vez de morbosidad, estará dada por la manera en que la pareja pueda comunicarse y superar la crisis.

Por otra parte, ¿qué hay de los engañados que niegan o no ven lo que su mundo les presenta?, ¿cuántos matrimonios existen en donde la infidelidad es lo acostumbrado?

En mi experiencia clínica, he podido observar que las parejas reaccionan a la infidelidad con algún tipo de conducta infiel (hablando con el ex novio, el ex marido, el compañero de trabajo, o bien devuelven la infidelidad). La pareja siempre subpercibe el engaño y la infidelidad pues se alteran ritmos, economía, sexualidad y los hombres se muestran totalmente intolerantes ante la “invasión” de la esposa a sus centros de trabajo.

En general, es muy tolerada la infidelidad masculina pues existen creencias que la sostienen tales como pensar al hombre más potente, con mayor necesidad sexual. He aquí una gran paradoja, pues se utiliza un argumento biológico para sostener un mito social, me refiero a aquello que el hombre debe ser: fuerte, racional, mujeriego, con éxitos más sociales públicos que privados y que se justifique su “sexualidad biológica”.

La decencia del hombre no se altera por ser adúltero, al contrario, si mantiene a la amante hace alarde de su capacidad económica, sexual y social tradicional en cuanto al rol de macho.

Contrariamente, si la mujer es la infiel, son las mismas mujeres quienes atacan esta conducta, con comportamientos como la segregación y la denuncia al “pobre cónyuge engañado”. Además que en las mujeres surge un autocastigo al ser infieles pues es contrario a la imagen pública de ser decentes. También es una manera de agredir pasivamente, de defenderse ante la devaluación de sus cónyuges pues para las mujeres es muy importante ser bellas y deseables a los ojos del otro.

La infidelidad a pesar de ser “tan común” es un choque contra la integridad, todos tenemos una opinión al respecto y si nunca la hemos padecido o la hemos percibido, pensamos que pondremos fin a la relación. Sin embargo, una vez que se desubre viene el choque emocional, el estallildo de cólera, la humillación y la devaluación del sujeto engañado. Pero la ruptura no aparece, entonces se forman dobles mensajes. El infiel quien cae en el arrepentimiento primero se justifica y después exige que se le respete su tiempo y su libertad.

Por su parte, el cónyuge engañado se vuelve suspicaz y anda tras cualquier pista que le asegure que la relación extramarital llegue al fin. Cae en un círculo vicioso pues aumenta su dependencia en la medida en que su conducta depende por entero de “descubrir la verad”, pero ésta nunca llega por más que llegue a haber enfrentamientos con la amante.

El cónyuge engañado, se compara con el o la amante en físico, poder, dinero, inteligencia y muchas veces llega a identificar al amante mediante el teléfono, domicilio, trabajo, etc.

Son devastadores los efectos que estas pesquizas producen pues el engañado se sitúa de inmediato en un rol inferior y sin guía social alguna. Es notorio como no hay ni soluciones ni fórmulas para enfrentarlo pues aunque se desprestige al infiel, si la relación continúa se atraviesan situaciones inéditas como la duda entre lo prohibido, lo permitido, lo bueno y lo malo. No hay guías satisfactorias acerca del plan de acción, ya no resultan satisfactorios los modelos de las mujeres que aguantaban al hombre “hasta que la muerte los separe”, aunque continua existiendo una marcada dependencia psíquica y social hacia el otro. Hay incertidumbre acerca del futuro, del dinero, de la posición, de los ataques masculinos respecto a la renuncia del estatus social actual.

Hago énfasis en el sufrimiento de las mujeres porque muchas veces la infidelidad de los hombres ocurre dentro de un gran contexto llamado violencia familiar, en donde “el hombre fuerte” manipula a la “mujer débil” y una manera de hacerlo es mediante la vejación de que su compañera tiene poco valor y utiliza las aventuras extramaritales como una especie de derecho que el género le otorga. En cambio, ante la menor sospecha de muchos hombres, de conductas de supuesto coqueteo por parte de su pareja, viene el hostigamiento o los golpes. Esta si es una situación social “tradicional”, más común de lo que se piensa y genera patologías en la medida en que ni el hombre ni la mujer se desarrollan, más bien viven en un círculo vicioso, acrecentado por el aislamiento, dadas las ligas estrechas entre ambos.

Otra causal de infidelidad femenina es el abandono a que son sometidas las mujeres por sus cónyuges, ha aumentado el número de esposos adictos al trabajo, que descuidan a su pareja y que perpetuan y ponderan los éxitos laborales sobre los emocionales. Los hombres, en su opinión son el apoyo de la familia, pero a veces sólo se centran en lo económico y ante la demanda de la mujer, sostienen que ellos llevan la carga más pesada “al enfrentarse al mundo”.


Retomando a Rougemont, habría que cuestionar la posibilidad de que el matrimonio en occidente ofrezca alternativas ante la paradoja en la que se funda, observamos que es la educación y el consiguiente prejuicio lo que impide todavía hablar de la infidelidad como algo sino sano, al menos frecuente en muchas parejas. También creo que la distinción hecha por Rougemenot se basa más en una amor romántico que en el “amor real”. El amor real no es ni la felicidad, ni la pasión sino la compañía y la colaboración entre dos géneros a fin de crecer (lo cual duele) y de solucionar conflictos, incluída la infidelidad, lo cual no siempre se logra, pues existe el prejuicio que discutir es pelear, que la diferencia es fricción y dificultad o bien enemistad y de que todos, hombres y mujeres lo sabemos todo. (Aunque ellos un poco más).

El tipo de estudios que se han realizado acerca de la infidelidad, resultan limitados para la complejidad del fenómeno que, como vimos es multicausal y, los datos reportados en México, por el INEGI, son datos oficiales, dichos a una autoridad legal, quien tiene preconcebidos los tipos de divorcio (necesario y voluntario), aparte de no incluir a las parejas que viven en unión libre, lo cual reduce de manera considerable los factores a ser estudiados, entre ellos las emociones, la subjetividad, el aislamiento y la poca seriedad que las autoridades oficiales dan a este problema, pues se subestima “a la vieja loca” que hace la denuncia, o bien resultan imposibles las pruebas legales de amasiato, no pasan de ser una nota roja, o una nota rosa.

De acuerdo con Giusti15, para la ruptura del vínculo matrimonial, se puede considerar suficiente: la pérdida de intensidad y calor emotivo, la insatisfacción sexual, la desaparición del placer de estar juntos, la pérdida de comunicación y es poco frecuente en cambio, que las parejas se disuelvan por culpa del amante, a veces éste sólo vienen a reforzar la relación

En la infidelidad se intenta obtener la satisfacción de carencias que no fueron satisfechas en el matrimonio, sólo se asegura el fin real de la separación, de donde la infidelidad pasa a ser el escape de un estado incierto e insatisfactorio, más que una alternativa real a un matrimonio acabado.


Conclusión

La infidelidad es uno de los tantos síntomas que enfrenta la pareja en crisis y no puede explicársele desde un punto de vista causalista.

Es un tema sujeto a polémicas porque en él confluyen infinidad de valores, actitudes, prejuicios y estereotipos.
Desde el punto de vista "patológico", esta conducta lo será toda vez que sean conductas repetitivas y estereotipadas que impidan el desarrollo de la pareja y/o de cada uno de los cónyuges en su propia vida y en su relación. Sin embargo, no hay que olvidar el hecho señalado por Lemaire16 de que es incierto pretender hablar de la pareja o de la familia como el estado ideal, ya que existen personas que necesitan estar solas o que así pueden funcionar mejor. Aunque aquí en México es muy mal visto tanto hombres solteros (bajo sospecha de homosexual) como de mujeres solteras (amargadas y quedadas, de poco valor).

Más que pretender hablar de la "crisis de la pareja" porque este tipo de conducta afecta a lo socialmente esperado, habría que concientizar a la población de que este tipo de procesos son algo común en las crisis a las que toda vida está sujeta. A pesar de lo anterior, habría no obstante, que desempolvar las ideas "caducas" del amor socialmente esperado. De acuerdo con Lemaire, a la pareja, son cada vez más numerosas las tareas que se le ecomiendan, desde funciones económicas y sociales así como afectivas, en donde intervienen muchas partes primitivas y arcaicas de la personalidad que no son siempre del todo placenteras para la convivencia. Así, el autor afirma que, efectivamente, la pareja está en crisis, pero no una crisis en la que tienda a desaparecer como institución, sino como una unidad que tiende a satisfacer mayor número de exigencias dentro de un marco económico y social cada vez más problemático que limita el tiempo de convivencia de la pareja.

Yo agregaría que hay una incertidumbre acerca de lo que genéricamente el hombre es pues éste ha sido lo opuesto a la mujer y muchas mujeres ya llegaron a lugares públicos siendo las que sostienen a la familia, las que ganan más, las de mayor escolaridad, las de mayor vida social, etc. Entonces se ve debilitada la fuerte imagen del hombre. Aunque muchos hombres y muchas mujeres tampoco saben “cómo comportarse” ante situaciones tradicional y socialmente anómalas o por lo menos públicas.

Sin embargo, habrá que tener presente a la pareja como un sistema, en el cual de no cubrir las necesidades de sus miembros en el plano sexual, económico, de roles, de comunicación, etc. , podrá darse algún tipo de relación extramarital que ponga su vida en peligro; pero, si a la inversa, vemos a la infidelidad como causa de una ruptura, perdemos de vista a la pareja como totalidad, porque la no satisfacción de los miembros puede traer como consecuencia no sólo la infidelidad, sino también la rigidez de los roles, la falta de comunicación, y lo más dañino, la violencia famililar.

Además, como ya se mencionó, en la elección de compañero operan no sólo factores conscientes y amorosos, sino también causas inconscientes y factores externos, los cuales influyen de manera efectiva en la decisión de hacer vida en común la cual no siempre puede ser tomada cuando la persona se haya consolidado como persona adulta y madura en toda la extensión de la palabra.


Referencia

1. CARUSO, I. La separación de los amantes. Siglo XXI. México, 1982. 10a. edición

2. ROUGEMONT, D. Amor y occidente. CONACULTA, México, 1993

3. STREAN, H. La pareja infiel. Un enfoque psicológico. Editorial Pax-México, 1986

4. LEMAIRE, J. La pareja humana: su vida, su muerte, su estructura. FCE. México, 1986

5. TORDJMAN, G. La pareja, realidades, problemas y perspectivas de la vida en común. Ed. Grijalbo. México, 1989

6. ALVARADO GONZALEZ, E. Aproximación al estudio de la percepción interpersonal (estudio comparativo en matrimonios y divorcios). Tesis licenciado en psicología, UNAM, 1970

7. FREUD, S. Introducción al narcisismo. Biblioteca Nueva. Madrid, 1981

8. ROGERS, C. El matrimonio y sus alternativas. Kairós. Barcelona, 1973

9. SLUZKI, C. (compilador). psicopatología y psicoterapia de la pareja. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1975

10. GIUSTI, E. El arte de separarse. Edit. Alhambra Mexicana. México, 1982

11. CORSI, J. Violencia masculina en la pareja. Una aproximación al diagnóstico y a los modelos de intervención. Paidós, Argentina, 1995

12. CORSI, J. (compilador). Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Paidós. México, 1995. 1a. reimpresión.


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